QUÉ LE VA PASANDO AL ALMA DE MI MENTE CUANDO VA LLEGANDO LA MINORÍA ABSOLUTA CRECIENTE DE MIS NEURONAS. Parte 2

Nos quedamos en que…

Hasta mediados del siglo XVII, el alma era un principio inmortal e inmaterial que piensa, siente y rige el cuerpo, mientras que el cerebro, por el contrario, era considerado una glándula de aspecto desagradable –como casi todas– y de aparente inutilidad.  Llegó Thomas Willis (1621-1675), junto a un grupo de sabios, inaugurando la era de las neuronas, en la que nos encontramos hoy, donde cerebro y mente son dos conceptos inseparables.

Hoy se puede afirmar que el cerebro es el soporte físico a través del cual se realizan las funciones de la mente, y se mueven y se expresan, los múltiples grados y estadios de conciencia.

La mente es la capacidad de pensar, organizar esos pensamientos, razonar, concebir y racionalizar ideas, inter relacionarlas, y  ver  más allá de los sentimientos.

La conciencia –mucho más extensa que la mente–, es una propiedad del espíritu humano,  y es el amplio campo de acción en el que se mueve la mente, aunque en ese espacio pueden actuar también las emociones, la imaginación, las percepciones, las expresiones y las experiencias. Es un campo de acción que puede llegar a límites inmensos, aunque apoyado siempre en la materia. La conciencia es la que permite un conocimiento reflexivo de nosotros mismos, de nuestras aptitudes y posibilidades. Descubre el mundo exterior permitiéndole o no entrar en nosotros y en nuestra subjetividad.

Si la mente contiene el entendimiento que es una potencia del alma, la conciencia es el alma misma. El cerebro, la mente y la conciencia están unidos, como lo está la materia a la idea y al espíritu, o con otras palabras, la materia a la energía y al alma.

También se debe relacionar la mente con las otras potencias o facultades, como la voluntad y la memoria. Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia mayores opciones en múltiples ámbitos, y la utilización de la memoria nos proporciona sabiduría, como la jurisprudencia al derecho, ampliando sus posibilidades de forma inimaginable. La mente no sólo es entendimiento y conocimiento, sino también capacidad para entender y conocer.

En el cerebro están las bases, pero es la mente la que abre puertas hacia los conocimientos, y un paso más allá, haciendo uso de la inteligencia, convierte los conocimientos en sabiduría, en experiencia vital.

Los paleontólogos aseguran que la idea del alma es un concepto tardío respecto a otras ideas, como la necesidad de fabricar herramientas, pero es una idea -que aunque tardía- absolutamente persistente y que además que se estudia con gran intensidad, intentando desbrozar todos sus secretos,  desde que se estableció conceptualmente.

La idea del alma ha evolucionado con el hombre y se ha sometido a las leyes que conforman nuestros conceptos, y sobre esa idea aplicamos nuestras previsiones e imaginaciones con el deseo de entender a los demás y a la naturaleza, pudiendo haber sido éste, el origen de la necesidad permanente de la reflexión sobre  el concepto de alma.

Willis estudió con detalle la estructura cerebral y propuso una nueva concepción de la mente en la que pensamientos y emociones eran tormentas de átomos en el cerebro, es decir, algo físico. Willis propuso entonces que los trastornos mentales, como la depresión u otros, podrían ser curados con preparados farmacéuticos capaces de restablecer el equilibrio en el fluido nervioso. Hoy forman parte de nuestra cultura los fármacos contra la ansiedad o la depresión, o cualquier otra enfermedad de la mente, del espíritu o del alma con las que habitualmente acostumbramos a vivir.

Willis con su revolucionaria teoría, fue el primero que señaló que todo –alma, espíritu y mente– está en el cerebro. Afirmó que la memoria, la capacidad de aprendizaje, los movimientos, la razón y las emociones eran en una consecuencia de las tormentas de átomos en el cerebro. Su opinión como  puede verse, es que algunas de las potencias del alma clásicas, como el entendimiento y la memoria  dependen de la actividad cerebral. Yo creo que también la voluntad depende de la actividad cerebral.

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Nuestra mente es lo que somos: recuerdos, emociones y experiencias están en el cerebro fijadas en sus millones de neuronas y las uniones entre ellas. El alma o espíritu, están en el cerebro.

Willis señaló a la posibilidad de curar enfermedades mentales mediante procesos químicos, convencido plenamente de que los fármacos y las manipulaciones físicas podían curar ese tipo de enfermedades. Sería el origen de la futura neurofarmacología. Por ejemplo, explicaba que un ataque epiléptico podía estar causado por un descontrol químico. Se trataba de una manera de razonar muy distinta a la que imperaba entonces, cuando la teoría entonces era que los epilépticos estaban poseídos por el demonio.

En el caso de la melancolía –que actualmente llamaríamos depresión– que hasta mediado el siglo XVII, se trataba con la astrología, actuando  sobre los  humores definidos por Galeno y con rezos a Dios, Willis ya recetaba una especie de líquido confeccionado por él, señalando que modificaría  la química del cerebro y señalando que este tratamiento eliminaba los elementos responsables de la melancolía: la sal y el sulfuro de la sangre.

En realidad,  es lo que se hace hoy cuando alguien toma un medicamento para desajustes del comportamiento, tomándolo con la convicción de que esa sustancia química modificará los elementos negativos de su funcionamiento cerebral. Por ejemplo, si bebemos vino -una sustancia química-, nuestro cerebro modifica notablemente sus capacidades de atención, de rapidez, de percepción, y, por tanto, se modifica también nuestro carácter. La pregunta podría ser: si operáramos con sustancias químicas en nuestro cerebro, ¿cambiaríamos del modo que realmente deseamos?

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Con Sigmund Freud se impuso el psicoanálisis y se abandonó el uso de fármacos para tratar las enfermedades mentales. El resurgimiento de fármacos se produce después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se empieza a usar torazina y otros compuestos químicos para mejorar las dolencias de la mente. Los científicos descubrieron que este tipo de fármacos podían modificar la concentración de los neurotransmisores.

La fluoxetina, se utiliza actualmente para tratar la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo. Cuando salió al mercado, en 1990, representó una revolución en la psicofarmacia por sus bajos efectos secundarios. No creando adicción. La fluoxetina actúa sobre el sistema nervioso central y concretamente, sobre los niveles de serotonina. Se cree que la depresión es un desequilibrio en los niveles de este neurotransmisor, de modo que un bajo nivel de serotonina entre las neuronas provoca la depresión. La fluoxetina evita que las células del cuerpo capten serotonina, haciendo que la cantidad de ésta  entre las neuronas sea mayor.

Actualmente existen drogas para una gran cantidad de trastornos de la mente. Las que sirven para levantar el ánimo, mejorar la memoria –otra de las potencias del alma modificables–, para controlar la hiperactividad, la indolencia, la atención, el sueño…

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To be continued in chapter 3 and last.