Del Palacio Real de Madrid a la Galería de los Uffizi en low cost.

Para ella…

Hace unos días jugando al golf con mi buen amigo Eduardo, y tras hacer él  un birdie en el hoyo siete, lo que le hizo sentirse momentáneamente grande, me dijo mirándome con esa sensación de superioridad que te da lo bien hecho –siempre desde el plano de la buena gente–, y sabiendo que me gusta hartarme de arte: en el Palacio Real de Madrid, han inaugurado una exposición temporal de Caravaggio y tiene también alguna escultura de Bernini.

Pensé que el birdie le había producido mal de altura y que se equivocaba o quizá no, y era yo el errado con mi bogey, porque a los que somos “amigos” del Prado y del Thyssen, aunque hagamos bogeys  y peor, nos mandan por correo electrónico puntualmente, información de las novedades, y yo había leído que en el Thyssen empezaba en junio una exposición temporal de Caravaggio. Dos exposiciones del mismo maestro, además tan poco prolífico y simultáneas en la misma ciudad, parecía cosa poco probable.

Cuando llegué a casa sobre las cinco, tras una comida con charla interesante –con Eduardo es fácil–,busqué en los correos electrónicos, confirmando lo que yo había visto en el correo del Thyssen: a partir del 21 de junio se expondrá la exposición temática “Caravaggio y los pintores del Norte”. Después busqué en google“exposiciones temporales en el Palacio Real ” y vi con sorpresa que aparecía: Desde Caravaggio a Bernini.  Obras maestras del seicento italiano de las Colecciones Reales,  organizada por el Patrimonio Nacional.

Los del Thyssen añadían: así que los enamorados de la obra del artista barroco Michelangelo Merisi da Caravaggio están de enhorabuena, porque el verano de 2016 en Madrid, tendrá nombre propio: Caravaggio. ¡Qué mal me sonó esta historia! De hecho, voces del Thyssen acusan a Patrimonio de contraprogramar, cuando desde 2015, el Thyssen había solicitado a Patrimonio el único lienzo del maestro Caravaggio que tiene en sus colecciones, para su exposición, que ahora es la pieza principal en la del Palacio Real junto a la Túnica de José de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez –Velázquez–  y la escultura de Bernini. Es posible que le estén sacudiendo a la baronesa, por ponerse seria para mejorar las condiciones de la  cesión de su colección para los próximos años…, que necesita cash, que está mal de tesorería…

Como hasta el 21 de junio no será inaugurada la  exposición del Thyssen, y ya está funcionando –desde el 7 de junio– la del Palacio Real, empecé por la posible en este momento. Se puede ir de forma gratuita por dos horas en horario de tarde y sin posibilidad de visita guiada, pero como a los jubilados sólo nos cuesta cinco  euros, preferí ir a mi aire un martes a las 10,30 de la mañana, y vi la posibilidad al llegar, de poder ver la Exposición con un guía colectivo, por cuatro euros adicionales, aunque hubiera pagado a la guía hasta con la vida, porque nos tocó en suerte una mujer bella, de unos cuarenta, delgada-tipazo, morena con raya en medio y pelo recogido con fiereza en moño trasero, labios fruncidos como lanzando un beso general al tendido, con lo central de ambos labios carnoso, y laterales muy finos,  culta, seria y con un algo acuoso en el fondo de sus ojos grandes  y oscuros que te absorbía…se llamaba Salomé.

Salomé nos señaló que la exposición tenía 72 obras entre pinturas y esculturas del siglo XVII italiano –seicento–, todas de las Colecciones Reales del Patrimonio  Nacional. Que aunque la exposición se llama de “Caravaggio a Bernini”, solamente había una obra de Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista y una sola escultura de Bernini, El Cristo crucificado, que está expuesto sin la cruz, sólo el cuerpo.

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“De Bolonia a Roma”, “Lujo Real”, “De Roma a Nápoles” y el “Esplendor del Barroco”, son las cuatro partes en las que se divide la muestra. Tenían que buscar alguna forma de ordenarla y no era fácil, ya que casi ningún artista participa con más de una obra. Empezamos por la primera y dejamos para la última “Lujo Real” en los salones Génova, en donde está la obra de Caravaggio.

De  “Bolonia a Roma” se inicia con piezas que reflejan cómo llegaron a Roma artistas procedentes de Bolonia, como Annibale Carracci, Guido Reni con su Santa Catalina o Giovanni Francesco BarbieriGuercino–, o de otras partes, como de Francia, Charles Le Brun, o de España, Velázquez. Destaca en este primer bloque la Túnica de José  del sevillano.

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La túnica de José. Velázquez.

Annibale Carracci llegó a Roma en 1594, donde aprendió de la escultura antigua y de las pinturas de Rafael Sanzio –Rafael–, un nuevo lenguaje artístico de perfección clásica, intentando reproducir la belleza de las perfecciones y no de lo imperfecto. Creó escuela y tuvo muchos seguidores.

En la sección de “Roma a Nápoles”, se aprecia la influencia de Caravaggio en la pintura de esa zona del sur de Italia gobernada por los españoles durante dos siglos y profusamente representada en nuestro Patrimonio Nacional, ya que muchas obras de esa época fueron traídas a los reyes de España, progenitores de los reyes napolitanos. Destaca José de Ribera, español formado en Italia con sus obras Jacob y el rebaño de Labán y Francisco de Asís en la Zarza, y algunos  que siendo de la escuela de Ribera,  fueron de los más destacados artistas del barroco ilusionista, de moda en la Corte española al final de los Austrias. También en esta sección de la escuela napolitana, hay presencia muy notable de la escultura barroca, donde se exhibe  “El Cristo Crucificado” de Bernini, como se apuntaba antes sin cruz. Fue mandado realizar por Felipe IV para El Escorial y es, como todo lo que hizo Bernini, sea escultura –La fuente de los cuatro ríos– en la Piazza Navona de Roma, arquitectura –La plaza de la Basílica de San Pedro– o pintura –retratos­–,…fantástico.

Plaza de Roma

Plaza de San Pedro.  

cuatro rios plaza navona La fuente de los cuatro ríos en Piazza Navona.  Roma.

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                                                            Caravaggio. Retrato de Bernini.

En el “Esplendor del Barroco” termina la exposición con una docena de pinturas de gran tamaño que recorren todo el siglo XVII con obras tan magníficas como la Conversión de Pablo de Guido Reni, La vocación de San Andrés y San Pedro de Federico Barocci o Massimo Stanzione  con Los cuatro arcángeles.

Otros pintores destacables en la muestra son: Giovan Francesco Romanelli, Simone Cantarini, Charles Le Brun o Francesco Albani. Además, los dos escultores más importantes del siglo XVII, el citado  Gian Lorenzo Bernini, y Alessandro Algardi representado con dos de sus obras, que estaban bastante deterioradas en  los jardines del Palacio Real de Aranjuez, hoy perfectamente restauradas.

Y llegamos a “Lujo Real”, habiendo pasado por alto interesantes obras en plata y bronce en la sala 3, provenientes  de los camarines de algunos palacios Austrias , pero que a mí no me llamaron mucho la atención. En el “Lujo Real”  se encuentra la obra de Caravaggio –la mejor y una de las poquísimas que hay en España– Salomé con la cabeza del Bautista. La pintura se halla en buen estado de conservación tras su reciente restauración, siendo posible ahora determinar con claridad, la posición de la espada que empuña  y va a ser envainada por el verdugo, que está de espaldas. A las tonalidades pardas que componen el fondo oscuro, decide añadir el maestro un verde casi negro que ahora resulta visible, sobre todo en la zona en sombras de la izquierda. Se considera una de las mejores obras de la época final de Caravaggio, por el colorido, el contraste de luces característico del tenebrismo y el realismo de las figuras humanas. Parece ser que la cabeza del bautista en la fuente es un autorretrato del autor.

El episodio bíblico no es presentado en la obra como drama que está ocurriendo y que debe horrorizarnos, sino como algo dramático que pasó y ahora se presenta con naturalidad. La hija de Herodías presenta la cabeza que reclamó como premio por bailar delante de su padre, el rey Herodes. El pintor utiliza un fuerte claroscuro que realza las figuras humanas en medio de la oscuridad dando a la obra sensación de realidad.

Existe otra Salomé con la cabeza del Bautista en la National Gallery de Londres, realizada para el Gran Maestre de Malta. La que podemos ver en esta Muestra fue la que perteneció a García de Avellaneda y Haro, conde de Castrillo y virrey de Nápoles entre 1653 y 1659, regalada a Felipe IV y traída a España por Velázquez junto a otras 43  obras, colgada en el Alcázar de Madrid, salvándose junto a otras obras en el incendio del palacio-fortaleza de 1734, ya que aparece catalogada con el número 876, cuando se realiza una lista de obras no destruidas en el incendio. Después fue al Palacio Real de Madrid, de la hoy calle Bailén, donde permanece desde entonces.

De repente me fijé en la figura que portaba la cabeza del Bautista, miré su cara, sus ojos seductores, su boca fruncida y ¡Dios mío! ¡Era nuestra guía! Busqué a la guía real, y no estaba. Vi mover los ojos acuosos de Salomé, desde la posición inicial de su cabeza en dirección contraria al Bautista hacia mí, y comencé a sentirme mareado y poco a poco sentí que iba perdiendo el sentido.

Me desperté teniendo en frente a una señora de cara bonancible, gruesa, con cabello blanco que me preguntó en francés: vous allez bien? Vous avez besoin d’un médecin? A lo que contesté que me encontraba regular, que no necesitaba médico y le pregunté que si hablaba español o inglés. Me contestó en español, que sí hablaba español, y al decirle que estaba aturdido, sacó del bolso una botellita de agua y me la ofreció. Bebí un trago, le dije que me encontraba mejor y le di las gracias. Êtes -vous sûr que tout va bien? Perdón corrigió la amable señora: ¿seguro que está bien?  Le di las gracias y se fue.

Al cabo de unos minutos, me incorporé, miré alrededor y ví que estaba en lo que parecía un museo, por los cuadros expuestos en las paredes y alguna escultura entre ellos. No identificaba donde estaba, pero el lugar me sonaba a conocido. Algunas señales en italiano : Stanza 124, Uscita di strada…Me fijé en la obra que tenía delante y !no me lo podía creer! Estaba ante Judit decapitando a Holofernes  de Artemisia Gentileschi, hija de Horacio Gentileschi, seguidor de Caravaggio. A su derecha –seguía sin dar crédito a lo que veía–, Baco –con los ojos acuosos enigmáticos –de campesino, no de un dios– del maestro Caravaggio, del artista violento y revolucionario en la manera de pintar, personificando siempre en todos los aspectos  de su aventurada vida, la figura romántica del artista maldito. De la pintura veneciana  aprendió el uso del color cálido y atmosférico y de la lombarda tomó y cultivó más tarde, el fuerte realismo y la predilección por las personas populares y humildes.

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                       Artemisa Gentileschi.  Judit decapitando a Holofernes.                      

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                                                Caravaggio. Bacco.

Ante tanto absurdo, busqué la salida a toda prisa, para confirmar que incomprensiblemente, estaba en la puerta de la Galería de los Uffizi de Florencia. Reconocí la Chiasso del Baronceli –conocía Florencia aceptablemente pues había ido cinco veces con anterioridad– y la cogí a toda prisa hacia el oeste, buscando para acabar de situarme el puente de los joyeros sobre el río Arno. Torcí a la derecha por la vía Lambertesca rodeando la Piazza D Pesce hasta llegar a la Vía Por Santa  María, pudiendo divisar entonces, el puente Vecchio con sus tiendas de joyeros.

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Galería de los Uffizi.

Mi primera tentación fue preguntar por un posto di polizia, pero lo pensé mejor y pregunté por una parada de taxis. La parada estaba al lado del Palazzo Pitti, que fue construido por la familia de comerciantes Pitti –para tener uno más grande que los Médicis–, y que en cuanto se arruinaron,  fue comprado por Eleonora de Toledo mujer de Cosme I de Médici.

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Puente Vecchio sobre el río Arno.

Llegué a la parada enseguida -no hay más de 200 ms desde  el puente Vecchio- y cogí un taxi, preguntando previamente si podía pagar con VISA, para ir al aeropuerto Amerigo Vespucci o Peretola. Allí encontré pasaje para Madrid en Iberia a las 16,30 y a las 19,00 estaba en la T4.

Pensé en ir a un psiquiatra o a alguien experto en fenómenos paranormales, pero no lo hice, al fin y al cabo la ida a Florencia fue muy barata, y mi filosofía es que las preguntas sin respuesta  en la vida, pueden producir melancolía.

No obstante, volví tres veces al Palacio Real de Madrid buscando a la guía, pregunté a todos los que hubieran podido conocerla, pero nadie parecía haberla visto jamás.