MEFISTO Y UNA MEDALLA MILITAR: in memoriam de alguna filiación de mis descendientes. 1.

Nací en una familia media, siendo el segundo hijo de seis, en el año de nuestro Señor de 1490 ­–sin conocer mes ni día-, aunque fue, según me contó mi señora madre, una noche ventosa de otoño, en la ciudad de Knittlingen, en la región de Baden-Würtemberg, cerca de la cordillera de Odenwald al norte de la Selva Negra. El año de mi nacimiento, el rey romano-alemán Maximiliano I, mandó crear un servicio postal entre Innsbruck y los países neerlandeses –que desde 1433 pertenecían al ducado de Borgoña-, lo cual incrementó notablemente la actividad comercial y la población creció sustancialmente. Mi padre era hombre de armas al servicio del duque de Würtemberg, y su nombre era Louis de la familia Amaharus, oriunda de esa zona de Europa central desde hacía siglos.

A los quince años, en las familias no demasiado humildes –en las pobres era desde que eran capaces de empezar a moverse–, se iniciaba la colocación de los hijos en lo que sería su actividad profesional, y también se comenzaban a analizar los posibles y convenientes matrimonios.

Teniendo yo 14 años y después de la Reforma Protestante, el duque de Würtemberg se apoderó del Monasterio  de Maulbronn  –muy próximo a Knittlingen– en 1504, y lo convirtió en su pabellón de caza, y a la abadía del monasterio, en seminario protestante. Mi padre, utilizando su proximidad al duque, colocó a mi hermano mayor –también Louis– como aprendiz para futura mayordomía en el pabellón de caza.

Yo –mi nombre es Joseph Inmanuel–,  asistía  a clase de trívium –gramática, dialéctica y retórica- y cuadrivium –matemáticas, aritmética, geometría y astronomía–, además de latín y algo de griego, sin saber muy bien que sería de mi vida, ni para que me serían útiles esas cosas. En realidad me resultaban excitantes las actividades militares y esto era el polo opuesto de lo anhelado.

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Me daba clase Johann Georg Faust, y a la misma, asistíamos un grupo de quince jóvenes, que éramos de familias no campesinas del pueblo, entre los cuales estaba mi hermano menor  Charles. Johann había nacido en el pueblo en 1480 y era un filósofo y teólogo importante, y a mi modesto parecer, muy inteligente.

El año 1505 fue el último en el que impartió la docencia, y habló con mi padre para señalarle el afán por aprender que yo tenía –de mis afanes por la espada no le dijo nada–, y  para saber si sería interesante para todos, que yo entrara de aprendiz  suyo. A mí no me preguntaron nada, y a principio de 1506 ya trabajaba como aprendiz de Fausto.

Inicialmente, sus actividades estuvieron relacionadas con la teología, filosofía y química, y actuaba como los eruditos, hombre templado, analista y agudo, pero con el paso del tiempo y ya llevando nueve años con él, su comportamiento cambió, sintiéndose a menudo insatisfecho por sus logros en el saber y en la vida, que el juzgaba de infelicidad.

Fausto poseía la sabiduría pero no era feliz. Le faltaba el impulso de lo amoroso, de lo erótico, el placer de la carne, y anhelaba la sabiduría del conocimiento pleno  y  la juventud permanente. Así, comenzó a estudiar la posibilidad de realizar un pacto con el Diablo. Él, teólogo e iniciado en magia negra, invocaba al Diablo con frecuencia para poder lograr lo que deseaba, intentando al mismo tiempo que conseguía sus objetivos, someter al Diablo a su poder. Naturalmente hacía caso omiso de mis advertencias, ya que yo veía todo aquello muy peligroso.

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Después de varias tentativas estremecedoras, la noche del 24 de junio de 1516, invocó al Diablo una vez más, y esta vez sí, se presentó el diablo Mefostófiles. Apareció un personaje elegante, muy bien vestido, aparentemente muy racional, de gran inteligencia y con las esclerocórneas de los ojos completamente negras. Fausto llevó la conversación con naturalidad, mientras yo no cabía en mí de miedo. No obstante, al ser un demonio,  supuse que debería ser de naturaleza espiritual y pensé, que no debía tener cuerpo físico propiamente dicho, aunque yo lo veía, igual que veía al maestro.

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Por medio de un pacto, Mefostófiles, accedió a obedecer y dar el conocimiento, la juventud y todo lo que FAUSTO pidiera durante veinticuatro años, al término de los cuales, el alma de éste, sería propiedad del Diablo. Durante esos años, Fausto vivió entre los excesos de todo tipo -incluyendo su amor por Margarita- y su posterior arrepentimiento; sin embargo, Mefostófiles nunca le permitió llegar al arrepentimiento completo, por lo que, pasados los veinticuatro años, murió y su alma fue llevada a los infiernos, en 1540.

La vida de Fausto ha dado lugar a obras de literatura –Johann Spies, Goethe, Christopher Marlowe, Christian Dietrich Grabbe, Thomas Mann…–, música –Wagner, Berlioz, Gounod, Arrigo Boito…–,…cine…etc.

Mefostófiles, Mefistófeles, también llamado Mefisto, es considerado un subordinado de escalón inmediato a Lucifer, encargado de capturar almas, y su nombre significa el que no ama la luz. De personalidad ambigua, está obsesionado con desviar a los hombres más brillantes del camino de lo justo. Es la expresión refinada del mal y aparecía en todos los grimorios y libros prohibidos de la Edad Media.

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Mefisto, figura demoníaca extendida por el Romanticismo, es un demonio atrapado entre su victoria al lograr que los humanos dejen de considerar a Dios el centro de todas las cosas, y su derrota al perder relevancia él si eso sucediera. Puede simbolizar el proceso de pérdida de la fe, en un sistema moral propio de las sociedades avanzadas como consecuencia de la Revoluciones Científica e Industrial.

Mefisto, es la forma más común por la que se conoce a uno de los príncipes del Mal. Fue un ángel que siguió a Lucifer en su rebelión. Cayó pronto en combate frente a los arcángeles de Dios, precipitándose a la tierra y transformándose en demonio.

¡Tan sabio, tan golfo, tan canalla, tan embaucador y tan zascandil!

Así en 1540, me quedé sin mi maestro, teniendo yo la edad de 50 años y mis tres hijos, más de treinta. Fallecí en Stuttgart a la edad de 62 años, no pudiendo olvidar nunca los sucesos acaecidos, y sin nada que reseñar de mi existencia que pudiera ser comparable a las experiencias vividas en relación a Mefistófeles y Fausto.

La lealtad -sentimiento de respeto y fidelidad a los propios principios morales, a los compromisos establecidos o hacia alguien- básica en el ser humano con bonhomía: con nuestra tierra, con nuestros valores, con nuestros conciudadanos, con nosotros mismos, nuestros ascendientes , nuestros descendientes, jefes, subordinados, iguales, amigos, amantes

Y…

En 1947 me reencarné como humano nuevamente, naciendo José Manuel, hijo de militar y odontólogo, con cinco hermanos más: los cuatro mayores chicos –yo el segundo- y las dos pequeñas niñas.

Ingresé en la Academia de Zaragoza y salí teniente de Infantería en 1972. En 1978 contraje matrimonio con Elena Soteras Bergua, hija del que en 1983 fue Capitán General de la VII Región  Militar, Fernando Soteras Casamayor, mi querido suegro Q.E.P.D., cesado por el ahora descubierto con pruebas descuidero Narcís Serra, por las declaraciones realizadas acerca del buen trato dado a los asesinos de ETA y el malo al de los enredados en el golpe del 23 F. De mi matrimonio nacieron tres hijos cuyos apellidos son Amaro Soteras Gener Bergua.

El padre de mi suegro –bisabuelo de mis hijos- fue Fernando Soteras Gimeno (1886-1934), escritor y muy popular periodista zaragozano, más conocido por los seudónimos de “Mefisto” y de ”Juan Gallardo” (este último desde 1926 y para crónicas taurinas). Caricaturista, cronista de verso fluido, trabajó en “La Crónica”, el “Diario de Avisos”, y en el “Heraldo de Aragón” desde 1916, donde fue redactor, crítico taurino y  de arte. Sin embargo, sus trabajos más conocidos fueron sus “Coplas del día” –que firmaba con el pseudónimo de Mefisto–, en las que glosaba con sutileza e ironía la actualidad.

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Falleció trágicamente al ser arrollado por un tren el vehículo en el que viajaba, el 18 de septiembre de 1934,  en el paso a nivel de Tejera, en las proximidades de San Lorenzo del Escorial, junto al empresario de la plaza de toros de Zaragoza y el conductor, quedando gravemente heridos el torero Fausto Barajas y su hijo de 18 años, Fernando Soteras Casamayor –abuelo de mis hijos–. Mefisto, murió el mismo año, en el que a otro de los bisabuelos de mis hijos, en este caso mi abuelo materno, el entonces capitán  Manuel Gener López, le fue concedida la medalla militar individual por su actuación en la Revolución de Asturias de 1934, al hacerse cargo del tabor de regulares, por haber sido muerto en combate su comandante Ruiz Marset, continuando el ataque a la estación de Oviedo , arrastrando a sus regulares bajo un fuego muy denso y tomar posteriormente la fábrica de armas de Trubia con brillantez.

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En la madrugada del 5 de octubre de 1934 y precedido de enormes tracas que indicaban el levantamiento de los obreros de Asturias, con la zona minera en vanguardia y alrededor de 30.000 hombres que componían el Ejército Rojo –como ellos mismos se denominaban–, obligan a  que el Gobierno de la República presidido por Lerroux el día 8 del citado mes ordene que se preparen y se pongan en marcha dos Tabores de Regulares, que al mando del Tte. Cor. Yagüe formarán la Columna África, embarcando con destino a Asturias de forma inmediata. A las 00:30 horas del día 9 sale de Ceuta el Tabor de Regulares n.º 3 al mando del Comandante D. Apolo Ruiz Marset en el vapor “Capitán Segarra”, llegando el día 11 a Vigo, emprendiendo la marcha en dirección a Gijón. En la ocupación del manicomio de Oviedo, el Cte. Ruiz Marset murió gloriosamente obteniendo la Medalla Militar individual, tomando el mando del Tabor el Capitán D. Manuel Gener López, que tomó la estación contra un fuego tremendo y al caer  la tarde del citado día, tomó por asalto la Fábrica de Armas., siéndole concedida la misma condecoración.(SIC)

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“Mefisto” Soteras realizó la carrera de veterinaria por orden o sugerencia paterna, pero nada más acabar sus estudios, se dio cuenta, de que lo que realmente le gustaba era la pintura, la poesía, el arte y el periodismo.

La muerte trágica  de “Mefisto” el 18 de septiembre de 1934, causó una honda impresión en la sociedad zaragozana, ya que era de familia conocida y muy querido en la ciudad.

¿Por qué los seudónimos elegidos? Lo he preguntado a todo el que pudiera haberme orientado…y nadie me ha sabido dar con precisión la razón, por tanto me la imagino y adjudico : Juan Gallardo, el matador de toros, héroe de la novela “Sangre y arena” de Vicente Blasco Ibáñez –a pesar de ser mucho  mayor que Mefisto, eran buenos amigos–, pudiera ser la fusión de dos leyendas de la tauromaquia de finales del siglo XIX: el valenciano Julio Aparici Fabrillo y el sevillano Manuel García Espartero. La afición a la tauromaquia y a las novelas de Blasco Ibáñez de Fernando Soteras Gimeno, pudieran haber influido en la elección de este seudónimo: héroe de novela y toreador. Respecto a Mefisto pudo ser debido a la fina ironía, gran ingenio, sutileza, capacidad de seducción literaria y su gusto por la elegancia, similares a las del diablo de ese nombre.

Mereció los elogios de Mariano de Cavia y el gobierno francés, tras la primera guerra mundial,  le concedió sus “Palmas Académicas”.

Al tener noticias de su fallecimiento, la corporación municipal  propuso la construcción de un monumento que perpetuara su memoria. El escultor José Bueno, amigo personal de Fernando, se ofreció al alcalde de la ciudad D. Miguel López de Gera, y al director de “Heraldo de Aragón”, D. Antonio Mompeón Motos, para la realización del mismo.

La obra fue adjudicada al escultor Bueno,  que modeló el busto de “Mefisto” durante el mes de octubre de 1934. Poco después, se realizó la fundición en bronce en los talleres Codina de Madrid.

El monumento fue inaugurado el domingo 16 de junio de 1935, presidiendo el acto el Ministro de Marina, el zaragozano D. Antonio Royo Villanova, con la asistencia de las autoridades locales, innumerables periodistas, y el escultor. La jotera Felisa Galé cantó unas coplas, y el periodista y poeta Alberto Casañal leyó una poesía creada para la ocasión y alusiva al periodista fallecido.

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El monumento consta de un pedestal en forma de prisma, terminado en una repisa donde se apoya el busto en bronce de “Mefisto” en tamaño superior al natural. La chaqueta, camisa y lazo los resuelve el escultor de forma efectista alejándose de lo académico. La cara y cabeza están hechas con minuciosidad  y con gran realismo de los rasgos, ojos hundidos, boca pequeña  con poblado bigote, gesto adusto y gran expre percibiéndose la huella del puntero o de la piqueta en la piedra. El pedestal se remata con una delgada repisa sobre la que se  apoya el retrato de “Mefisto”, un busto en bronce de tamaño superior al natural. Como ocurre en otros retratos de José Bueno, emplea  diferentes tratamientos en el modelado de las formas.  La parte inferior, la de la vestimenta -chaqueta, camisa y corbata de lazo-, está resuelta con  trazos y superficies rugosos, efectistas, alejados de lo académico, logrando cierto efecto de movilidad en las formas. En cambio, la cabeza está modelada con minuciosidad, logrando pulidas superficies que describen con realismo los rasgos físicos del personaje: frente despejada con abundantes pliegues, cejas frondosas y muy señaladas, ojos hundidos y boca pequeña con marquesina de  denso y amplio bigote . El gesto serio, con importante expresividad.

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Autor/es JOSÉ BUENO GIMENO

Emplazamiento: Plaza de Aragón.

Colaboradores: Miguel Ángel Navarro (arquitecto del pedestal).

Piedra y bronce.

Dimensiones: Busto: 0,88 x 0,68 x 0,53 m.

Pedestal: 2,20 x 0,71 x 0,57 m.

Reza: ZARAGOZA/ A/ FERNANDO/ SOTERAS/”MEFISTO”

También tiene en el centro de Zaragoza una calle con su nombre, que va desde la Plaza de los Sitios al Paseo de la Constitución.

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