¿CELEBRÓ SIEMPRE EL ATLÉTICO DE MADRID SUS ÉXITOS EN NEPTUNO?

Desde 1923, lo habitual  en las ocasiones en que se producían, era celebrar los triunfos atléticos en su Stadium Metropolitano de Madrid. En 1966,  se trasladaron al Estadio del Manzanares, y fueron los “colchoneros” los que comenzaron a  festejar en la plaza de Cibeles sus  éxitos deportivos allá por la segunda parte de los  años 80, celebrando  en 1985 con gran alegría en la plaza de la diosa –no por la costumbre, sino por la excepcionalidad– la Copa del Rey y la Supercopa de España logradas esa temporada. Los aficionados del Real Madrid, en los vanos de celebración de los atléticos –extensos– copiaron a éstos, y comenzaron a celebrar sus éxitos también en Cibeles, y durante más  de cinco años compartieron la plaza para sus celebraciones las dos aficiones, dejando claro que la primera fue la atlética.

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Realmente no se realizaron celebraciones en ninguna plaza ni fuente con regularidad hasta la segunda parte de los años 80, pero podrá  verse  como inicialmente, los pasos del Atlético fueron claros hacia Cibeles, mientras que los del Madrid, fueron ambiguos.

El Atlético, desde 1917, llevó  en su escudo el Oso y el Madroño como muestra de su madrileñismo y los años en que se celebró el torneo veraniego Villa de Madrid -entre 1973 y 2003-, el trofeo fue una figura escultórica con el  Oso y el Madroño. Pero en 1953, y para  las bodas de oro del club, el presidente Marqués de la Florida, y el de la comisión organizadora, teniente general del Ejército del Aire Manuel Gallego Suárez-Somonte (que había sido Presidente del Club), decidieron que la  Cibeles sería el motivo básico del evento, y para esa conmemoración, se diseñó y fundió el Trofeo Bodas de Oro,  un grupo escultórico en plata, cuyo centro ocupaba la diosa Cibeles, y cuatro jóvenes deportistas –uno de ellos mujer– que sostenían con un brazo elevado cada uno una bandeja, sobre la que se erigía el escudo del Atlético de Madrid con el oso y el madroño, y con adornos de plata alrededor.

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Las celebraciones de más de tres semanas de este acontecimiento, se cerraron con un torneo triangular al que fueron invitados el Athletic de Bilbao  y el Sportklub Wacker de Viena. Ganó el Athletic de Bilbao 6-3 al Atlético y 5-3 al Wacker, y se llevó el trofeo a Bilbao, reposando desde entonces en sus vitrinas. Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza conformaban una delantera imposible de batir. Ben Barek marcó ante los dos equipos y el Atlético venció al Wecker por 8-1.

EL Real Madrid que deambuló por algunos campos desde su creación en 1902 hasta 1924  –Hipódromo, Altos de Velázquez,  y Plaza de toros de Goya desde 1902 hasta 1912-, O´Donnell hasta 1923,  velódromo de Ciudad Lineal en 1923 y 1924, tuvo su primer estadio propio y exclusivo en “el Viejo Chamartín” cerca de donde hoy está el Bernabéu desde 1924 a 1946, jugando a continuación año y medio en el Stadium Metropolitano del Atlético, mientras construían el Nuevo Chamartín y ya en este estadio, desde 1947 a 1955 en el que fue cambiado su nombre nombre por Santiago Bernabéu.

En 1977, el Madrid celebró su LXXV Aniversario, estando entonces Bernabéu ya con su cáncer intestinal y el equipo con mal ambiente entre los jugadores y el entrenador  Miljanic –que raro–, lo que motivó que se desarrollaran los actos en un ambiente no demasiado alegre. El alcalde de la ciudad Juan de Arespacochaga, ofreció una recepción al Club, siendo concejal de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento el joven Florentino Pérez, y en la recepción le fue entregada al Madrid como obsequio de Madrid, una reproducción de Neptuno en plata.

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El Madrid también celebró  esa conmemoración con un torneo cuadrangular, al que fueron invitadas las selecciones de Argentina e Irán y el Mouloudia Chaäbia, de Marruecos. El torneo resultó mediocre pero ganó el Madrid -quizá en el minuto 93- contra una Argentina dirigida por Menotti, siendo el trofeo una carabela de plata. El Neptuno del Ayuntamiento, también reposa en las vitrinas del Club blanco.

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El Real Madrid tampoco celebró regularmente sus éxitos en plazas ni fuentes concretas hasta el segundo lustro de los 80.

Así que en principio…Cibeles atlética y Neptuno madridista.

En el Mundial de Méjico en 1986, el 18 de junio, en una noche calurosa madrileña,  España se enfrentó a la Dinamarca de Laudrup –gran favorita– en octavos de final. Los daneses venían de ganar a Uruguay (6-1), a Escocia (1-0) y a Alemania (2-0) en la fase de grupos  desplegando un juego magnífico.  Los españoles, habían caído ante Brasil (1-0) en su mejor partido –que no merecieron perder–, ganando después a  Irlanda del Norte (2-1) y a Argelia (3-0).  El equipo entrenado por Miguel Muñoz parecía tener pocas  posibilidades ante Dinamarca.

Esa tarde de Querétaro  –noche en Madrid– fue grande para la historia de nuestra selección: España venció a Dinamarca por 5 -1 con cuatro goles de Emilio Butragueño en los minutos 43, 56, 80 y 88 y otro de Goicoechea de penalti en el 68. La España futbolística ardía, y Madrid con la gesta del “Buitre” se deshacía en la calurosa noche de junio. La afición que había visto el partido en bares de la Castellana –principalmente desde Cibeles hacia el norte–, llevó a muchos que andaban con la  alcohólica, a celebrarlo con  un largo baño  en la fuente de Cibeles –la más cercana– cantando oa oa oa, el Buitre a la Moncloa  –cuatro días después, el 22 de junio se celebraban las elecciones generales y las andaluzas– y se siente, se siente,…el Buitre presidente…Aquella selección era  muy madridista, siendo el entrenador Muñoz y la quinta del Buitre su base.

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Siguieron celebrando ambos equipos durante varios años sus éxitos en Cibeles. Tras la eliminación del Madrid por el Bayern en la temporada 86/87 –con pisotón de Juanito en la cabeza de Matthäus, bengalazo en la cabeza al portero del Bayern y cierre de Bernabéu  incluidos–, en la 87/88 le volvió a tocar el Bayern en cuartos de final de la Copa de Europa, tras haber eliminado al Nápoles de Maradona y al Oporto. Tras perder 3-2 en Munich, ganó 2-0 –las tan cacareadas remontadas sin necesidad de ayudas arbitrales– en su campo, eliminando al Bayern y convirtiendo esa noche la fuente de la diosa en un baño infinito…

Las  caravanas de coches por el centro de la ciudad, con banderas y golpes de claxon por las celebraciones de ambos equipos empezaron a ser un problema, especialmente cuando concurrían las mismas en el tiempo.

Al Atlético, equipo que inició las celebraciones en Cibeles, no gustaba compartir el lugar de celebración, y como el Madrid es poco proclive a dar  su brazo a torcer, aprovechó el  29 de junio de 1991 –fecha en la que ganó en el Bernabéu la final de Copa al Mallorca, con gol de Alfredo en la prórroga– para prolongar su marcha hasta Neptuno y comenzar en esa emblemática plaza madrileña, el periplo de sus celebraciones… hasta hoy. ¿Volverá el Madrid a intentar arrebatarle el lugar elegido?

Quizá esté bien así, ya que ambos dioses tienen características particulares que pueden ser más afines a la de los clubes que los eligieron: Cibeles, diosa de la Tierra, de la fertilidad y del renacer, le cuadra más al Madrid, más estable, de ambición sin límites y del minuto noventa hacia adelante, y Neptuno, dios del mar y de las tormentas,  a veces embravecido y lleno de ira, y otras amable y tranquilo -las menos-, más en consonancia con la forma de sentir del Atlético.