CUANDO LA MADUREZ NOS DESBORDA POR LA IZQUIERDA Y LA DERECHA.

Una de las peores cosas de hacerse mayor, es querer sentirse joven; a pesar de los muchos años acumulados debemos seguir teniendo  ilusiones y ganas  de vivir, pero no debemos creernos jóvenes porque no lo somos. Eso es para Peter Pan quizá…o tampoco.

Las dificultades que cada día van creciendo en algunos aspectos físicos, y la disminución de las capacidades de las potencias del alma –memoria, inteligencia y voluntad- están destinadas a hacernos realizar con ilusión mayores esfuerzos compensatorios, para poder seguir teniendo ciertas habilidades, y de ningún modo para desalentarnos. El espíritu humano puede y debe crecer y perfeccionarse, casi siempre, gracias a las dificultades.

En los tiempos que corren, la palabra viejo está siendo empleada en algunas sociedades con tono despectivo, vejatorio…casi sucio, y desde luego como imagen de algo con lo que se debe cargar. En algunos países iberoamericanos sin embargo, sigue siendo empleado en tono cariñoso en referencia a los padres. Anciano es palabra más digna, pero para recibirla, es necesario alcanzar una edad, en la que probablemente el así denominado, no desearía que aumentase en modo alguno.

Técnicamente, en la actualidad, ya nos han puesto apellidos a los de edad superior a la simple madurez: segunda, tercera, cuarta edades… A partir de los sesenta y cinco ya somos cuarta edad. debiendo buscarme nuevo apellido, ya que llevo cinco años con el mismo y eso no parece defendible en una sociedad que pierde el tiempo generalmente en banalidades de calados tan importantes como éste.

¿Hay algunos síntomas que son indicativos de estar haciéndonos bastante mayores,  al margen de los que nos devuelve el detestable espejo?

Señalaré en primer lugar, uno que me comentó un amigo y me pareció certero y simpático: una ventaja de hacerse mayor, es que algo que era antes prácticamente imposible como era tener amigas, ahora lo es, pudiendo verlas con tranquilidad, sin considerarlas exclusivamente un objetivo…o cuando siendo hombre, se es capaz de decirle NO a una mujer sin preocupación, o cuando siendo mujer, eres capaz de decirle SI a un hombre sin problemas, tras análisis de pros y contras…,claro.

Con menos años, para despertarnos los días que teníamos algo importante que hacer temprano, poníamos al menos un par de alarmas de despertador, mientras que ahora mayores nos despertamos al alba sin ayudas sonoras, estando en orden de marcha a hora muy temprana, incluso los fines de semana, aunque esto último ya no es a tener en consideración, porque estamos de fin de semana eterno.

Después y ordenadamente, hemos cambiado un café de pie y a toda pastilla, por un desayuno tranquilo y sentado, viendo u oyendo las noticias, café que probablemente repetiremos tomando otro menos largo, pensando ¿me he tomado las pastillas?…No me acuerdo, pero si las tomo otra vez o no las tomo un día, tampoco pasará nada…

Antes del café, o inmediatamente después, llega la evaluación de dolores: ponerse en pie es algo inseguro, y poco a poco aseguramos la pisada, notando algún dolor crónico, como artrosis en algún lugar, dolor derivado de una mala posición al dormir, de los cambios climáticos, de la humedad o frío, o del cansancio derivado de una noche regular: reflexionamos sobre los mismos, comprobamos que no hay ninguno nuevo, y nos preparamos para comenzar el día con tranquilidad. Si hubiera surgido algún síntoma desconocido, pediremos inmediatamente hora en el médico -deporte mayoritario a partir de la tercera edad-, porque en realidad ya no pretendemos ir a mejor, sino evitar ir a peor.

Hay cosas que definitivamente se van acentuando y cambiando con el paso de los años: algunas nos van dejando de gustar y otras cada vez nos molestan menos, incluso vamos adquiriendo nuevos hábitos que pasan a formar parte de nuestra vida.

Vamos siendo más permisivos con las opiniones sobre cosas que no consideramos importantes, siendo las charlas y comentarios sobre esos asuntos bastante más ligeros que en otras épocas, siendo mucho menos tolerantes con las que entendemos transcendentes, y naturalmente exigimos una opinión igual a la nuestra o parecida, que somos los que tenemos razón, claro, y  empezamos a darnos cuenta, a poco que reflexionemos, que empezamos a tener aquella posición dogmática que tuvieron nuestros mayores, comportándonos igual que ellos y valorando a menudo con poca generosidad las opiniones de los jóvenes en general, debiendo darnos cuenta, que aunque estén educados en los buenos valores morales y humanos básicos, no son como nosotros, ni tienen los mismos intereses, ni la misma perspectiva del mundo, ni gustos parecidos, ni los mismos anhelos que hemos tenido la generación baby boomer, gracias a Dios, claro, pudiendo ser sus opiniones y actitudes tan, o más valiosas que las nuestras, aunque no sepan quien fue Reagan, ni cómo se dividió Berlín tras la Segunda Guerra, ni quien fue Churchill, Bismark, De Gaulle, ni lo que fue el Telón de Acero, ni lo que fue la Guerra Fría o la Perestroika.

Con nuestra pareja generalmente tenemos casi todo hablado, y quitando escasas excepciones, en las que la mujer se sigue riendo de los mismos chistes que el marido cuenta desde hace cuarenta años -eso debe ser el auténtico amor-, se suele buscar el amparo de salir con otras parejas o buscar alguna afición común que llene las horas satisfactoriamente.

Los “amigos” se van haciendo menos, especialmente después de la jubilación, sobre todo en aquellos casos en los que se tuvo una buena posición laboral, aunque ahora se evalúa con mayor precisión a los que lo son y a los que no, aprendiendo a valorar la compañía de amigos desinteresados, cultos e inteligentes, situándolos en un lugar importante de nuestra vida.

A estas alturas, las decisiones se toman pensando en lo que nos queda de vida, a nosotros y a nuestra pareja, y aunque siguen siendo muy importantes los hijos y nietos, intentamos ayudarles en la MEDIDA de lo que podamos buenamente, especialmente a los que vemos que vuelcan su afecto con nosotros o más nos necesitan, pero intentando que no peligre la planificación de nuestra supervivencia, aumentando la valoración de nuestra seguridad, pensando fundamentalmente en lo que nos conviene, necesitamos y probablemente merecemos.

Debemos ser sumamente cuidadosos con las fiestas: siendo joven se bebía más de la cuenta, y temprano al día siguiente, se estaba danzando más o menos perjudicado, pero bien. A edad significativa, con casi inexistente consumo alcohólico, quedamos para un par de días de  urgencias, postrados y con nula capacidad de recuperación; no se volverá a repetir… pensamos con reiteración…

Todo nos sienta mal: lo dulce, lo salado, la grasa, lo ácido, lo sin grasa…; algunos tomamos ajo y limón abundante porque algún médico lo dijo y casi todos apreciamos las bondades de las verduras y frutas y tratamos de que toda la comida sea dietética: baja en sodio, en calorías, y en todo, aunque nos morimos por cometer pecados gastronómicos, pero no los llevamos a cabo porque subirá la tensión,  el colesterol, los triglicéridos…y una retahíla inacabable…Afirmamos con convicción, mientras nos duele la rodilla, la ciática impide que nos movamos con soltura, controlamos constantemente el azúcar y convivimos con la artrosis de cervicales, que lo importante es sentirse joven, y que la juventud está en el espíritu y no en el cuerpo.

Nos solemos quejar bastante y de todo, y nos gustaría cambiar cosas en nuestra vida, pero siempre terminamos haciendo y lamentándonos de lo mismo.

Cuando hacíamos deporte de joven, se hacía y ahí acababa el asunto, con zapas corrientes, pantalones los que pillabas y camiseta vieja. Ahora, cuando hacemos deporte, se lo contamos a todo el mundo, pensando que a lo mejor rebajarán su apreciación de nuestra edad, y para hacerlo utilizamos zapatillas de gel y colores atractivos, y camisetas y pantalones superfosforitos, pero que tapen más que enseñen –los jóvenes enseñan más que tapan, lógicamente-, que demuestren que somos personas que estamos al día, y que sabemos que tenemos soleos, isquiotibiales etc… conociendo  perfectamente lo que es el colágeno, ácido hialurónico y demás potingues. Sin embargo, las nuevas modas al margen del deporte, nos molestan, nos parecen una idiotez, aunque al cabo del tiempo, aunque sobrevivamos con los mismos trajes de hace años, sin comprar ninguno nuevo, aprendemos a hablar de las nuevas tendencias de la moda…

Frente a las nuevas tecnologías, hay tres tendencias: el que observa las mismas, y pareciéndole muy difícil su aprendizaje y uso, lo juzgan  de inútil y tontería innecesarias, dejándolo ya para siempre; el que observando a sus nietos de las generaciones Y y Z, ven como consiguen billetes de avión y hoteles baratos, compran las cosas sin desplazarse, ven el fútbol en la tablet con la clave de Movistar Plus o Netflix del padre o abuelo, consiguen un Cabify o un Emov para llevarles a cualquier hora y sitio con precios más baratos  que los taxis…, decidimos intentar coger ese tren…aunque cuando preguntamos alguna cosa que no conseguimos hacer bien, a alguno de esos hijos o nietos, suelen eludir la posición de docentes, eso sí, sin acritud, aunque ésto nos invite a ser PROCRASTINADORES e irlo dejando…que a lo mejor en el PARAISO enseñan…, siendo la tercera tendencia  sentir útil el mundo de las nuevas tecnologías, pero luchando con nuestras limitaciones, aunque al fin saliendo victoriosos e incluso pudiendo contar alguna novedad tecnologíca a nuestros descendientes…

Normalmente los virales o booms de internet nos parecen memeces: ¿Para qué sirve el Dubsmash? Tontería de ahora…, paso de memes,…que estupidez…, lo de los trending topics de  twitter,…son chorradas de la gente de ahora…, en vez de tanto leer a tantos youtubers, deberían dedicarse a algo útil…, eso de los bloggeros que manera de perder el tiempo… Naturalmente, sin todas estas cosas se puede vivir, pero con menos eficiencia, aunque se deba ser selectivo.

En fin, también pueden ser síntomas de gran madurez: el intentar hacer un par de cosas simultáneamente y cuando llevamos media,se nos ha olvidado la segunda, que tras un rato de reflexión, recuperamos in mente y cuando ya hemos llegado al coche ufanos de haber sido capaces de recordar lo olvidado…¡Dios las llaves del coche…,! que era la primera…, colgar la toalla después de la ducha en lugar de dejarla por ahí, que la virginidad haya dejado de ser tema de conversación hace tiempo, que alguien mayor te deje el asiento en el autobús y  sotto voce le digas…no me haga Vd. eso por favor…, que te moleste ver la pasta de dientes abierta, que te guste ver los partidos de fútbol mejor por televisión que en el campo, que haya pastillas en la mesilla de noche, que en la playa puedas pasar horas sin bañarte, que surja un tema de conversación que hace tiempo prometiste no volver a hablar de él, pero lo haces, que las series que te gustan deben ser vistas por encima de cualquier otra cosa…o cuando se nos haya olvidado ya dar besos bajo la lluvia…

¡Qué  se cumplan muchos más! O no…