MARIANO FORTUNY EN EL MUSEO DEL PRADO. Parte 1.

En primer lugar Goya, y tras él, Mariano Fortuny y Eduardo Rosales, y quizá después José y Federico de Madrazo, Esquivel, de Haes, López Portaña, Sorolla, Pérez de Villaamil y Lucas Velázquez fueron considerados los mejores pintores españoles del siglo XIX.

Fortuny nació en Reus 1838 quedando huérfano a los seis años, siendo criado por su abuelo, quien desde niño potenció su formación artística al apreciar sus cualidades, llevándolo al taller de Domènec Soberano, pintor de Reus. Desde temprana edad trabajó con el miniaturista orfebre Antoni Bassa, del que aprendió la colosal minuciosidad que caracteriza a su obra.

Con 14 años se fue a Barcelona entrando en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja, gracias al escultor Domènec Talarn, teniendo como maestros a Claudio Lorenzale -le trasmitió el gusto por el romanticismo-, Pablo Milà y Jean-Léon Gérôme.

En 1858 fue becado por la Diputación de Barcelona para estudiar en Roma, conociendo allí entre otros a Eduardo Rosales y al italiano Attilio Simonetti del que llegó a ser gran amigo, debiendo enviar regularmente trabajos a la Diputación de Barcelona,  para el mantenimiento de la beca.

Al comenzar la Guerra de Marruecos -1859-1860-, mediado el año 59, la Diputación de Barcelona decidió enviarle a este país como reportero/artista  gráfico de la contienda junto a Pedro Antonio de Alarcón, siendo integrado en la unidad del Grupo de Reserva mandada por el general  Prim.

África, supuso  un nuevo horizonte artístico para Fortuny, por su luz, sus sencillos paisajes, sus habitantes y sus costumbres, dejando a un lado los academicismos de las Escuelas de Arte, sintiéndose muy atraído por los temas de género oriental y lo pintoresco del mundo y costumbres árabes, que influirían sobre gran parte de su obra.

Una vez concluida la guerra de Marruecos -con la victoria de España-, regresó un pequeño período de tiempo a Barcelona, en donde conoció y se hizo amigo de Federico de Madrazo, con quien compartiría gran afición por la tauromaquia, y con su hijo Raimundo, estableciendo relaciones con Cecilia –hija de Federico y virtuosa pianista- con la que contraería matrimonio en 1867.

Regresó a  Roma, asistiendo a la Academia de Bellas Artes de Francia en Villa Médici, donde comenzó a trazar los primeros bocetos de la que sería una de sus grandes obras,  La batalla de Tetuán, aunque realmente no se empeñó con ella hasta 1864. Es una obra de gran formato, -inacabada- de casi 10 metros de longitud y 3 de altura,  que se expone en el Museo Nacional de Arte Moderno de Cataluña, no habiendo viajado al Prado para esta exposición. En la obra, en el centro de la batalla, se puede ver perfectamente al general O´Donell –jefe de de gobierno- a caballo con el sable rodeado de  su estado mayor, y a la derecha, también a caballo, al general  Juan Prim, repartiendo mandobles al frente de sus hombres y  en primer plano , a  los marroquíes  huyendo. Son notables la minuciosidad de los detalles a pesar de las dimensiones de la obra.

Mariano Fortuny. La batalla de Tetuán. 1863-1865.  Óleo sobre tela.  972 x 300 cm. Museo Nacional de Arte de Cataluña.

 

Detalle del general  O´Donnell  con su Estado Mayor en el óleo de la batalla de Tetuán.

Detalle  de los marroquíes  huyendo en el óleo de la batalla de Tetuán.

Estando en Roma,  a mediados de 1862, solicitó a la Diputación de Barcelona  volver a África para hacer estudios de paisaje y luz, a cambio de enviar algunos trabajos, tomando así sus obras tintes orientales, que condujeron al artista a un estilo ecléctico muy apreciable en su obra “La reina María Cristina y su hija la reina Isabel pasando revista a las baterías de Artillería que defendían Madrid en 1837”,  pedido del duque de Riansares para decorar el techo del salón de recibir de su palacio de París y hoy en la exposición del Prado.

Mariano Fortuny. La Reina María Cristina y su hija la Reina Isabel pasando revista a las tropas de artilleria que defendieron Madrid en 1837. 1865-1867.  Óleo sobre tela.  340 x  460 cm. Museo del Prado.Madrid.

Detalle del carruaje con las  reinas.

Detalle del óleo anterior más próximo.

Es muy interesante observar los detalles, y casi mejor con lupa, de las obras de Fortuny, para poder apreciar la minuciosidad y precisión de su trazo, el uso genial del color y la magnífica luz de su obra.

A su regreso a Barcelona se casó con Cecilia Madrazo y comenzó  su andadura por el tema tauromáquico, afición compartida con su suegro y su cuñado;  fue un apasionado de los valores plásticos y la mezcla de color, drama, elegancia y brutalidad de la fiesta, destacando en este tema algunas obras como Corrida de toros. Picador herido  de 1867.

Mariano Fortuny. Corrida de toros. Picador herido. 1867.  Óleo sobre tela apoyado en aluminio.  50,5 x 140,7 cm.  Colección Carmen Thyssen -Bornemisza. Museo  Thyssen-Bornemisza de Málaga.

​En 1868 se trasladó con su familia a vivir a Granada, teniendo dos años de gran producción pictórica, atrayendo a algunos amigos que residían en París, con el sol, las costumbres y la belleza de los pueblos granadinos.

Fortuny viajó a Londres, Nápoles, y Portici pequeña localidad  cerca de Nápoles, donde pintó algunos cuadros de paisajes, costumbres y retratos. En mayo de 1874 regresó a París con la intención de romper la relación con su representante, volviendo a Roma, en donde murió de una hemorragia en noviembre, con sólo 36 años

A pesar de su temprana muerte, su estilo y la técnica de su obra lo definen como un gran pintor que cultivó su preocupación por los detalles, el color y la luz, aplicados con gran precisión en lo que aparentemente son pinceladas sueltas y libres, teniendo gran influencia en la pintura europea del siglo XIX.

To be continued in part  2.