LA GRAN Y FELICÍSIMA ARMADA ESPAÑOLA. Parte 3.

El 30 de mayo de 1588 partieron de Lisboa los 130 barcos: grandes galeones portugueses, urcas de construcción inglesa y holandesa, galeras y galeazas mediterráneas, pataches, zabras…es decir una flota muy heterogénea que se constituyó en siete escuadras.

Al poco tiempo de abandonar el puerto de Lisboa -el oficial de la Corona en Portugal-, el viento roló al NW, con marejada en superficie, y más tarde al N, con una tormenta de grandes proporciones. La navegación de bolina –navegar de bolinanavegar de ceñidaceñirbolinear o barloventear,  es la acción de navegar a vela contra la dirección del viento (hacia barlovento)-  era imposible por ser el viento huracanado y  hasta los galeones eran zarandeados como juguetes  en manos de la tempestad.  A los pocos días, la flota desorientada y desperdigada. se encontraba a 70 millas al sur de Lisboa, es decir había retrocedido. La tempestad continuó y tras dos semanas de vientos cambiantes, se encontró a la altura de la Coruña, pero sin víveres ni agua, con algún barco naufragado y todos necesitando reparaciones.

El 19 de junio entraron en el puerto de La Coruña, donde permanecieron hasta el 22 de julio, fecha en la que partieron del puerto gallego 127 buques.

Al partir de La Coruña, la Gran Armada contaba a bordo con los siguientes efectivos: 19.000  soldados, 8.000 marinos, 4.000 galeotes -los condenados a remar-, algo más de 1,5 sacerdotes por barco, algo más de 1 médico cada dos barcos y 2.430 cañones.

La Armada se dividió en escuadras, con el nombre de la región, zona propietaria o reino donde fueron construidas las naves:

Escuadra de Portugal, al mando del Duque de Medina-Sidonia: la nave capitana era el San Martín, de 1.000 toneladas y 98 cañones.

Escuadra de Vizcaya, al mando del almirante general Juan Martínez de Recalde.

Escuadra de Guipúzcoa, al mando de Miguel de Oquendo.

Escuadra de Castilla, al mando de Diego Flores de Valdés.

Escuadra de Andalucía, al mando de Pedro de Valdés.

Escuadra Levantisca, al mando de Martín de Bertendona, formada por naves de Italia, Venecia y Ragusa (Sicilia).

Escuadra de las urcas y las naves del Mediterráneo,  al mando de Juan López de Medina.

Sin formar Escuadra:

Las galeras de Portugal, al mando de Diego Medrano.

Las galeazas de Nápoles, al mando de Hugo de Moncada.

Escuadrilla de zabras y pataches, al mando de Antonio Hurtado de Mendoza.

Los 127 barcos que constituían la Armada a su salida de La Coruña,  eran de los siguientes tipos:

20 Galeones: barcos de guerra, con dos cubiertas, el casco reforzado y cuatro o cinco palos.

 

 

4 Galeras: naves con una sola cubierta, propulsadas con remos, y a veces a vela, con dos o tres mástiles.

4 Galeazas: barcos de guerra grandes, lentos y pesados, a remo. No era una clase de barco adecuado para el océano Atlántico.

 

 

 

35 Naos: barcos con tres, cuatro o cinco palos, mercantes, y de aspecto y distribución similares a los galeones, aunque algo más anchos, con puente de proa y popa.

 

10 Carabelas: embarcaciones ligeras destinadas al avituallamiento de la flota.

20 Pataches: barcos de diversos tipos empleados como buques auxiliares.

25 Urcas: tipos de barcos de carga utilizados en los  mares del Norte y Báltico, de desplazamiento lento y con casco barrigudo.

9 Zabras y pinazas: embarcaciones destinadas a funciones de remolque y comunicaciones: eran naves largas y ligeras que se desplazaban a remo y vela.

El 25 de julio, Medina Sidonia mandó un patache con  mensaje a Alejandro Farnesio, para comunicarle que ya se dirigía hacia Dunkerque. De nuevo, la mar gruesa, el viento del norte y una gran marejada, impidieron el avance de la flota.

En este nuevo caos marítimo, desaparecieron las 40 naves de la escuadra de Andalucía mandadas por D. Pedro de Valdés. Eran los primeros días de agosto, mejorando el tiempo poco a poco, llegando una semana después el grueso de la Armada, a las islas SORLINGAS, al SW de Inglaterra. Las 40 naves perdidas seguían sin aparecer, aunque dos días después, un patache de los destacados a vanguardia, las avistó cerca de cabo Lizard en Cornualles, y la flota a pesar de lo sufrido, recuperó la moral y la fuerza.

Estaba la flota al SW de Inglaterra, navegando en despliegue de combate en dirección NE, con medidas de vigilancia extremas para evitar sorpresas, pero utilizando fanales para no perder la formación de noche, ya que la sorpresa fue dada por perdida, al observar una cadena de grandes fuegos de leña y brea, que se encendían en puntos altos sucesivos de la costa inglesa, para informar de la presencia de la flota española.

De este modo, fue avistada la bahía de PLYMOUTH, donde la flota inglesa se resguardaba, siendo por tanto muy vulnerable en ese momento y situación. El Consejo de Guerra de la Armada pidió a Medina Sidonia el ataque inmediato, dada la vulnerabilidad inglesa, pero el duque a pesar de la insistencia de todos los componentes del Consejo, se negó, exhibiendo la orden del rey, diciendo que la operación debía ser dirigida por Alejandro Farnesio, haciendo firmar a todos los componentes del Consejo, el acuerdo de desestimación del ataque. Otro gran error de esta Gran Armada: en lo militar -y también en lo civcil-, la iniciativa asumiendo responsabilidades para lo bueno y malo, aunque a veces no se ajuste EXACTAMENTE a la orden inicial  -que constituye básicamente una idea general de la previsión de la maniobra-, es virtud que debe adornar al mando, para poder aprovechar al máximo las vulnerabilidades del contrario y poder protegerse de las propias, proporcionándole ventajas mayores o desventajas menores en el cambiante desarrollo de una operación.

Se volvieron a enviar mensajes a Alejandro Farnesio, que seguía sin ser localizado y por tanto sin contestar, y se dieron órdenes para pasar  de largo Plymouth sin intervenir en modo alguno, continuando hasta entrar en contacto con el duque de Parma.

El 31 de julio con viento del W NW, fue avisado el almirante, de que una escuadra de unos 80 navíos ingleses -el cuerpo principal de la flota inglesa- navegaba a barlovento siguiendo la estela de los españoles. La flota inglesa en conjunto, era superior en número de barcos a la española con 150, siendo mandada por el lord almirante  Charles HOWARD, primer conde de Nottingham.

Sir Charles Howard, I conde de Nottingham.

Medina Sidonia dio la orden de ponerse en orden batalla, desplegando en el trinquete del San Martín, el estandarte real. De los tres bloques del despliegue de  combate anterior, vanguardia, centro y retaguardia, se pasó  a la formación de combate de media luna.

Se realizaron varias descargas de fuego por ambas partes, buscando los españoles la aproximación para el abordaje –suerte en la  que eran insuperables- pero los ingleses conociendo este extremo, rehuían cualquier acercamiento, hostigando a la Gran Armada  con fuego de largo alcance –superior al de los españoles-, alejándose inmediatamente.

Esa fue la estrategia inglesa: hacer daño por el fuego lejano y rehuir la proximidad que pudiera terminar en abordaje, sabiendo que una permanencia  prolongada en un teatro de operaciones extraño y lejano, podría agotar logísticamente mucho antes la capacidad española  que la inglesa, que tenía su abastecimiento a tiro de piedra, y al mismo tiempo y siempre, intentando buscar  el barlovento a los españoles con sus barcos más pequeños y por tanto, más maniobrables..

Las pequeñas bajas causadas por el fuego y la lentitud de maniobra de  los buques de la Gran Armada, elevó la moral inglesa, desesperando a los españoles, que encontraban a los ingleses siempre a barlovento y rehuyendo el contacto: es decir, aplicando la táctica del desgaste prevista.

A Farnesio se le seguían mandado pataches con mensajeros que seguían sin encontrarlo y Medina Sidonia seguía cumpliendo a toda costa las órdenes de S.M. a cientos de kilómetros…,dejando la posible  iniciativa…  si eso… al duque de Parma…

To be continued in part  4.