Son las cosas de la vía, son las cosas del queré. Parte 2.

……entrando en las primeras nubes; seguimos subiendo y al rato, pareció pararse el movimiento. Estábamos en una nube/casa y su espacio interior estaba ocupado por una niebla -era lo suyo- densa y homogénea parecida a la de un baño turco, aunque al poco, pareció disminuir la densidad, dando la sensación de ambiente más ligero.

El espacio donde nos encontrábamos dentro de la nube estaba lleno de juegos digitales, vidas en fotografía, música de hoy y de otro momento –no conseguí identificarla mucho, aunque al mirar cada carátula sonaba la música que contenía-, numerosísimas películas -también al mirarlas se proyectaban automáticamente en una pantalla que se elevaba de la nada-, series de TV, infinitos youtubes, libros casi ninguno; recordé  el pensamiento de Cicerón “Una habitación sin libros es como un cuerpo sin alma”, poesías sueltas aún menos, videos caseros innumerables…todo ello digitalizado…y perfectamente ordenado en pilas de paralelepípedos rectángulos que parecían edificios y que conformaban calles. Las carátulas de DVDs –cosa antigua en sitio tan futurista- y las fotografías digitales, estaban pegadas a las paredes a modo de frescos, como si les hubieran aplicado la técnica del marouflage. Los videos, películas y series, también estaban apilados en cilindros, unos sobre otros y a su vez en círculos, formando especie de rotondas,  todo en un ambiente blanco grisáceo de neblina fina, femenina y sutil. La documentación allí archivada me dio la sensación contraria a la cultura definida como lost in traslation por Valle Inclán, es decir, eran cosas consumibles y que tenían comprensiblidad y significado, para usuarios en cualquier lengua, cultura y lugar del mundo, especialmente los jóvenes.

Entre la  mucha información acumulada, no percibía apenas arte, y al decir arte, pensé en literatura, teatro, pintura, canto…quizá cultura había, pero de la vida real,  no lo que hemos entendido por cultura de manera clásica. Recordé haber leído en algún sitio, que en su  obra  La decadencia de la mentira, el gran  escritor, poeta y dramaturgo Oscar Wilde,  decía que el arte -refiriéndose sobre todo a la literatura-, no debe parecerse a la vida, sino la vida es la que debe parecerse al arte; el escritor debe crear realismo imaginativo, no copiar realismo de la vida, y pensaba que los escritores deben inventar y crear, e incluso mentir con frecuencia.

El espacio libre de la nube/casa era grande, y el mobiliario inexistente; los muebles se iban conformando ergonómicamente con la necesidad: querías sentarte, y debajo de ti y a tu espalda, aparecía una especie de mininube blanca que conformaba el sillón más cómodo que hubiéramos conocido jamás; queríamos tumbarnos, y aparecía debajo un lecho blanco también de una comodidad inefable y de plazas infinitas. Las pisadas al andar eran menos rotundas de lo que para nosotros es habitual, como si se pusiera un trozo de alfombra muy gorda con muelles debajo del pie cada vez que éste se apoyara, permitiendo dar grandes pasos, como si no existiera la gravedad acostumbrada, pero sin grandes saltos descontrolados. Nos hablábamos en susurros, sin saber  muy bien porqué, quizá por la impresión del silencio reinante  y la sorpresa de lo acontecido.

Los dos nos mirábamos sorprendidos, sin entender lo que estaba ocurriendo, aunque subyacía en nuestro intercambio de miradas el sentimiento de estar en un sueño, aunque con demasiada nitidez para serlo, y yo, aparentando una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir, para intentar evitar que tú, que mostrabas un nerviosismo en el límite de lo aceptable, te pusieras en modo histeria, te  abracé y te  besé en la cara primero, resbalando poco a poco hacia la boca, lo que me hizo olvidar momentáneamente  lo extraño de lo acontecido, y quizá a ti también, por la forma de responder, o quizá por la necesidad que sentimos de buscar un refugio protector.

A medida que pasaba el tiempo, iban llegando más cantidad de archivos que empezaban a llenar la inmensa nube/casa, apretando nuestro amor -que ocupaba lo indecible-, haciendo la estancia más incómoda, y aunque el espacio cada vez menor, nos obligaba a acercarnos  el uno al otro, lo que podía mitigar el agobio, llegó el momento en que incluso respirar se hizo difícil, deseando poder encontrar una escalera de emergencia, o desde donde estábamos, una Escalera de Jacob, aunque no fuera para ángeles, sino para ciudadanos y ciudadanas.  Repentinamente, comenzó a sonar una alarma y a lanzar destellos una luz intermitente roja, pasando ante nosotros a gran velocidad un skater sobre una tabla, que me llamó la atención porque iba sin ruedas, apoyada en el aire, vestido de rojo que contrastaba con el blanco/gris de la nube/casa,  con un mensaje en papel ondeante a modo de bandera estrecha, diciendo que debería ampliarse la capacidad de la nube de 15 Gb a 50 Gb mediante pago, o se perderían los archivos en 24 horas. La luz intermitente roja llegaba a cada rincón de la nube/casa.

Por un momento, pensé en la Ley de Amontons también mal llamada Segunda Ley de Gay-Lussac, que relaciona en un proceso isocórico la presión y la temperatura de un gas ideal, dictando que son directamente proporcionales, o la de Boyle y Mariotte, que determina que en un proceso isotérmico, el volumen y la temperatura de un gas ideal, son inversamente proporcionales: o sea que quizá llegaríamos a la explosión por temperatura, debido a la presión incesante de los archivos sobre las paredes del continente…aunque tu y yo nos íbamos hundiendo en el otro, lo que no parecía importarnos…

Recordé esos sueños absurdos que de tanto en cuanto se tienen, y que la mente, con sus mecanismos tan extraños, impide que nos acordemos al despertar de ellos con facilidad, debiendo hacer gran esfuerzo para recordar lo soñado, pareciéndome  éste, el más disparatado -y ya agobiante- de los almacenados en el recuerdo.

Intenté despertarme pellizcándome en el brazo, pero me dolió el fuerte apretón, reflexionando sobre el absurdo que vivíamos,  viendo de nuevo al abanderado skater pasar a nuestro lado a toda velocidad, sin mirarnos siquiera, como si nosotros dos fuéramos archivos digitales -no sé si es lo que más me molestó o lo que menos-; “no es posible todo esto” pensé, aunque empecé a pedir, que el usuario de la nube pagara la ampliación, y así tener tiempo para decidir lo que hacer, o simplemente y en caso contrario buscar lexatines en tu patchwork, para esperar final y pacientemente La Parusía –el advenimiento glorioso del ser Supremo al final de los tiempos-.

To be continued in Part 3.