Lo que me susurró el CAMINO 2018. La EMIGRACIÓN y los INDIANOS. Parte 2

Hacia América generalmente, viajaron hombres solos -a la llamada de amigos o parientes-,  dejando en España a sus familias, con la promesa de amor eterno a sus mujeres e hijos, jurando enviar noticias -en el mayor número de casos escritas y leídas por otros, ya que ni unos sabían escribir, ni las otras leer- y dinero, en cuanto ganaran algo, y con la garantía, en su ánimo, de llevar a su familia con ellos, o de volver con dinero suficiente para poder comenzar alguna actividad cerca de su aldea o pueblo.

Unos viajaron, escribieron, o pidieron que escribieran por ellos mientras aprendían, y mandaron dinero, logrando mayor o menor éxito,  de otros no se volvió a saber nada porque murieron o desaparecieron, o volvieron a formar otra familia en tierras americanas, y de ellos nunca más tuvo noticias la familia abandonada en España, y por último hubo otros que volvieron más pobres y derrotados que cuando marcharon.

Otra vía de emigración española, aunque de menor envergadura, fue la que desde finales del siglo XIX  participó en la llamada emigración “golondrina” -estacional- a Argelia y al mediodía francés, pero fue tras la II Guerra Mundial, como consecuencia del Plan de Estabilización de 1959, cuando la reconstrucción europea demandó numerosa mano de obra a los países no industrializados. Francia, Alemania, Suiza, Bélgica e Inglaterra fueron los mayores receptores de inmigrantes españoles permanentes, debiendo sumar a éstos, los temporales: trabajadores para la construcción,  la vendimia francesa, y la hostelería en Suiza.

Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, a veces con sus familias, se establecieron en países con una cultura y unas costumbres desconocidas, y en ocasiones hostiles, para buscar el pan y el trabajo que en su país no fueron capaces de encontrar, y en algunos casos, para huir del reclutamiento obligatorio que se llevaba a cabo en esa época para proveer de contingentes a las fuerzas españolas en la  segunda guerra de África -la del Rif-,  ya que no podían pagar las vergonzantes 1.500 pesetas, que  por entonces redimían de cumplir el servicio militar. Cabe señalar también, que un contingente de cierta importancia, sobre los años 50 del  siglo XX, emigró  a Australia.

*La opción de comprar un sustituto para el alistamiento, fue abolida en 1912, y la de la redención en metálico durante la 2ª República. Por lo que se refiere al sistema de cuotas se dió por finalizado con la Guerra Civil, al movilizar ambos bandos a la totalidad de hombres disponibles.

La emigración se ahincó en el pueblo español  de manera contundente desde el siglo XIX. Hoy, que nos hemos convertido en uno de los países preferentes en el destino de los flujos migratorios, en torno al millón y medio de ciudadanos españoles siguen aún residiendo fuera de nuestras fronteras: ya no sólo están los que ahora emigran por razones vinculadas a los estudios y a la especialización profesional, o por motivos laborales en este mundo global, también existe la realidad de muchos ciudadanos españoles que nacieron fuera de nuestro país, y que en su mayoría nunca han residido en España; son los hijos y nietos de las generaciones que protagonizaron la emigración; son españoles de pleno derecho, pero lo que todavía es más importante: se sienten orgullosos de esa condición y quieren vivirla con plenitud.

Los que fueron a América, lo hicieron inicialmente en barcos de vapor más o menos grandes y más o menos buenos o malos, algunos de los cuales zozobraron (en el hundimiento del Príncipe de Asturias en las costas de la isla de San Sebastián en Brasil en 1916, entre muertos y desaparecidos sumaron 457, en el del Valbanera hundido por temporal  en las costas de Cuba en 1919, 488, etc…), pereciendo cientos de personas; después, y para los que lograron una situación económica desahogada, estuvo el avión. Las condiciones de viaje de los emigrantes en esos vapores transatlánticos fueron muy duras; más tarde, con  mejores desarrollos técnicos, aumentaron la seguridad, velocidad y la comodidad; otros tuvieron que viajar de polizones y sus travesías fueron de una penalidad inenarrable.

Los que fueron a Europa,  generalmente realizaron el  viaje en trenes, y desde las terminales de ferrocarril a su destino final, en cajas de camiones, con la clásica maleta de cartón o madera al brazo, atada con cuerda o  cinto.

A la emigración de grandes volúmenes, le puso fin la crisis de 1973, y la entrada en Europa -1986- con el correspondiente auge económico.

Constituye por ello la emigración española, un fenómeno de indudable impacto histórico y social en el dibujo que hoy presenta nuestra moderna sociedad. De los que se fueron a América, hubo un número no pequeño, que lograron grandes fortunas, comenzando con un trabajo de salario de subsistencia y desarrollando luego, con su emprendimiento, grandes fortunas.

Indiano fue la denominación coloquial del emigrante español que partió hacia América en busca de una vida mejor y que retornó después de haber conseguido riqueza y prosperidad. Esta denominación se popularizó desde el Siglo de Oro español y se fijó como  tópico literario, extendiendo la denominación a sus descendientes, con connotaciones admirativas o peyorativas según los casos, convirtiéndose en muchas ocasiones en líderes locales a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Los que emigraban, y al estar ya asentados en un país, reclamaban a menudo a parientes y amigos, llegándose a crear negocios familiares de notable éxito, regresando años más tarde algunos de los que lograron amasar verdaderas fortunas,  a sus lugares de origen, procurando prestigiarse con la  adquisición de algún título nobiliario, comprando y restaurando antiguas casonas o pazos, o construyendo nuevos palacetes –en algún caso palacios- de estilo colonial con variaciones eclécticas, de colores vistosos, y grandes jardines con palmerales que señalaban el origen de sus fortunas. Estas importantes casas  pasaron a llamarse “casas de indianos” o “casonas”.

También fueron mecenas que subvencionaron instituciones de beneficencia o culturales, construyendo carreteras o mejorando las existentes, llevando las conducciones de agua y eléctrica a los pueblos y aldeas, levantando hospitales, escuelas, iglesias, asilos…

Palacio de Sobrellano. Comillas.

Universidad de Comillas.

La limpieza del origen de algunas de estas fortunas fue cuestionada, sobre todo las de los que se enriquecieron con la trata de esclavos –como por ejemplo Antomio López y López, ennoblecido con el título de marqués de Comillas, amigo del rey Alfonso XII, que fue el hombre más rico de España y financió algunas de nuestras campañas militares. Fue el constructor del palacio de Sobrellano -de estilo neogótico  con aires venecianos- en Comillas -Cantabria-, levantado para una visita de su Majestad, habiendo también financiado la construcción y puesta en marcha de la Universidad de Comillas y otras muchas obras importantes. Estos prohombres y políticos de la metrópoli, en connivencia con los hacendados de ultramar -cuyo negocio más importante era la trata de esclavos- establecieron un grupo de presión negrero  para tratar de impedir legislaciones abolicionistas. En el grupo pro-esclavista destacaron Antonio Cánovas del Castillo -Presidente del Consejo de Ministros en 1875-, hermano de José Cánovas del Castillo que se enriqueció en Cuba con la trata de esclavos  y  Francisco Romero Robledo -Ministro de diferentes carteras entre 1872 y 1895-. La esclavitud fue definitivamente abolida en las colonias españolas a partir del 7 de octubre de 1886.

Como puede verse, lo de la corrupción no es nuevo…

To be continued in part 3.