BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO: Tras los pasos de Murillo; las obras de la Catedral de Sevilla y del Palacio Arzobispal. Parte 5.

La Catedral

En la Sevilla de Murillo -hoy  también-, la Catedral era el centro neurálgico de la vida religiosa y cultural de la ciudad. Murillo trabajó para el Cabildo catedralicio entre 1655 y 1667, realizando algunas de sus obras más importantes, representativas de los diferentes momentos de su evolución artística, desde San Isidoro y San Leandro de su etapa inicial, al retrato de la Venerable Sor Francisca Dorotea, ejecutado en la última década de su vida, muchas de las cuales pueden aún contemplarse en donde fueron colgadas por primera vez. El Cabildo junto a otros veinte lugares importantes de Sevilla relacionados con Murillo, organizó y ha participado en la exposición Tras los pasos de Murillo que se inauguró el 8 de diciembre de 2017, y que estuvo activa hasta el 8 de diciembre de 2018, aunque hablaron de prorrogarla ante el éxito logrado.

Desde la construcción de La Catedral, iniciada en 1401 y levantada a partir de la mezquita aljama, se irían incorporando a sus capillas góticas y renacentistas una excepcional colección de pinturas, en la que estarían representados los principales artistas de Sevilla, y como no, el considerado por el Cabildo como el mejor, Esteban Murillo, del que pueden admirarse, en esta sin par -en la nueva ortografía de la Lengua Española, ya también simpar – catedral, 16 obras del  gran pintor.

San Isidoro. 1655. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla.

Esta obra y la también temprana de San Leandro –dos de los más venerados patronos de Sevilla- fueron sufragadas por el arcediano de Carmona, Juan Federighi.

San Isidoro, obispo de Sevilla entre 601 y 636, fue un teólogo erudito que combatió con sus escritos la herejía arriana. Por ello, en la obra de Murillo es mostrado revestido de autoridad espiritual con los símbolos episcopales y en actitud de  meditación sobre el primer tomo de su libro Etimologías, De summo nobo, en el que desarrolló un compendio de fe y moral cristianas.

San Leandro. 1655. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla.

San Leandro, hermano de San Isidoro fue obispo de Sevilla entre 578 y 600.
Murillo representó al santo en una actitud opuesta a la de su hermano. Con aspecto enérgico, señala el espíritu combativo del obispo, que luchó activamente contra el arrianismo y consiguió la conversión al cristianismo del rey visigodo Recaredo. El pliego que sostiene entre sus manos es el dogma de la Trinidad del que fue acérrimo defensor.

Para la Sala Capitular, en donde se reunían los canónigos para debatir cuestiones administrativas, se encargaron 9  obras, que se  dispusieron en la bóveda oval de la sala, para inspirar a los eclesiásticos e inducirles a que actuaran siguiendo los postulados cristianos. Con objeto de propiciar dicha inspiración, la sala estaría presidida por la Inmaculada Concepción, máximo símbolo de virtud,  acompañada de los ocho santos sevillanos más importantes de la época, que representarían modelos de conducta cristiana intachable.

 Sala Capitular.

La Inmaculada. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

En medallones, y a ambos de la Inmaculada, se encuentran los 8 santos sevillanos:

Santa Justa. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

Santa Rufina. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

Santa Justa y Santa Rufina, alfareras, se negaron a donar los cacharros de cerámica que vendían para que fueran utilizadas en el culto a la diosa pagana Salambó. Por este motivo, en el año 287, fueron encarceladas por el prefecto Diogeniano y sufrieron un terrible martirio, que acabó con la vida de Santa Justa en primer lugar y, posteriormente, de Santa Rufina.

San Pío. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

San Laureano. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

San. Leandro. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

San Isidoro. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

Ambos santos  vuelven a ser pintados siguiendo la simbología de las dos pinturas de los mismos en la Sacristía Mayor.

Los dos últimos santos representados por Murillo en la Sala Capitular son dos reyes que contribuyeron a la difusión del cristianismo, combatiendo las creencias heréticas contra la Iglesia católica:

San Hermenegildo. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

San Hermenegildo, príncipe y mártir que sacrificó su vida por la fe cristiana. Hijo del rey visigodo Leovigildo, San Hermenegildo renunció al arrianismo y abrazó el cristianismo, motivo por el que su padre mandó decapitarlo.

 San Fernando. 1667. Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm. En la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla.

El rey leonés castellano -fue reino León antes que Castilla- Fernando III El Santo fue canonizado en el año 1671, celebrándose en Sevilla una serie de festejos en conmemoración de dicho acontecimiento. En la Sevilla de Murillo, San Fernando fue venerado, entre otras cosas, por haber conquistado de la ciudad en 1248, restaurando el cristianismo, y promoviendo la edificación de conventos e iglesias.

En otros lugares de la Catedral podemos encontrar más obras:

Retrato de la Venerable Sor Francisca Dorotea. 1674. Óleo sobre lienzo. 44 x 30 cm. Capilla de Santiago de la Catedral de Sevilla. Donado en 1688 por el canónigo Juan de Loaysa.

Fue la fundadora del convento de Santa María de los Reyes.

Visión de San Antonio de Padua y el Niño. 1656. Óleo sobre lienzo. 560 x 369 cm. Capilla de San Antonio de la Catedral de Sevilla.

Una de las pinturas más populares de Murillo, de grandes dimensiones, representando un episodio milagroso de la vida de San Antonio de Padua,  en la que el Niño Jesús se le apareció, mientras arrodillado y en éxtasis, recibe al Niño Jesús, que emerge entre nubes doradas.

 El Bautismo de Cristo. 1667. Óleo sobre lienzo. 283 x 210 cm. Capilla de San Antonio de la Catedral de Sevilla.

La capilla de San Antonio es utilizada habitualmente como capilla bautismal.
Esta hermosa pintura muestra a Cristo recibiendo el bautismo de Juan el Bautista, momento en el que el cielo se abre y, entre destellos dorados, emerge el espíritu santo y unos ángeles .

 

Ángel de la Guarda. 1665-1668. Óleo sobre lienzo. 170 x 113 cm. Altar del Ángel de la Guarda de la Catedral de Sevilla.

 Esta pintura, que preside el Altar del Ángel de la Guarda de la Catedral, no fue realizada por Murillo para la Catedral. La obra fue ejecutada para el Convento de los Capuchinos. Este Ángel de la Guarda formaba pareja con un Arcángel San Miguel, devociones muy vinculadas a los capuchinos, y que simbolizan la protección de las almas. En 1814 los capuchinos donaron a la Catedral esta obra, en agradecimiento a la ayuda recibida para restaurar y ampliar su convento, tras la invasión francesa.

San Fernando. 1672. Óleo sobre lienzo. 108 x 88 cm. Pabellón de la Catedral de Sevilla.

El Pabellón de la Catedral o Cilla -lugar que realizaba las funciones de granero, donde iban a parar los diezmos que antiguamente se pagaban a la Iglesia- fue construido en el siglo XVIII.

Una nueva representación de Fernando III El Santo. Esta obra fue encargada por el canónigo racionero Bartolomé Pérez, quien la donó a la Catedral en 1678 para que fuese colocada en la Sacristía Mayor, pero no fue así, siendo colgada en  El Pabellón.

  PALACIO ARZOBISPAL

Palacio arzobispal de Sevilla.

La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo. 1638-1640. Óleo sobre lienzo. 207 x 162 cm. Procede del Colegio Dominico de Santo Tomás de Sevilla, pero permanece en el Palacio Arzobispal desde la desamortización de 1835.

Pertenece la obra al período juvenil de Murillo, cuando contaba 20 años, y en ella está presente la influencia de uno de sus maestros, Juan del Castillo, siendo realizada para el Colegio Dominico de Santo Tomás, y estando protagonizada por el fundador de la orden dominica, Santo Domingo de Guzmán, teniendo una visión milagrosa en la que la Virgen y el Niño le entregan el rosario, pidiéndole que propague su devoción.

Inmaculada con Fray Juan de Quirós. 1652. Óleo sobre lienzo. 241 x 341 cm. Procede de la Capilla de la Hermandad de la Vera Cruz, del Convento de San Francisco de Sevilla, pero permanece en el Palacio Arzobispal desde la desamortización de 1835. En  el Ayuntamiento de Sevilla se expone una reproducción.

Murillo emplea en esta pintura el recurso técnico de la metapintura -cuadro dentro del cuadro-, creando una arquitectura fingida con efecto de trampantojo –trampa ante el ojo o engañar al ojo- que rompe con lo realizado anteriormente. Fray Juan de Quirós nació en Osuna. En 1616 tomó el hábito franciscano y tuvo diversos cargos de importancia en la orden de San Francisco y en el Santo Oficio. Se distinguió como ferviente defensor de la Virgen, en cuya defensa escribió una obra con dos tomos que aparecen en la pintura.

La Virgen y el Niño. 1673. Óleo sobre lienzo. 236 x 169 cm. Walker Art Gallery. Liverpool. Reino Unido. Inicialmente en el Palacio Arzobispal, pero AHORA EN EL PALACIO SE EXPONE UNA REPRODUCCIÓN.

Don Ambrosio de Spínola, arzobispo de Sevilla, encargó a Murillo la representación de una Virgen con el Niño destinada al oratorio bajo del Palacio Arzobispal de Sevilla. Esta pintura ha tenido el sobrenombre de “La Virgen cortada”, porque durante años la mitad superior de la figura de María permaneció recortada y separada del resto del lienzo, restaurándose años después, en el siglo XIX.

To be continued in part 6 and last.