EL ARTE AUSTRIACO DEL S. XX: KLIMT y la Sezession. El ANSCHLUSS y paso de Österreich a Ostmark; el expolio alemán. Parte 1.

Que la luz del balcón ilumine tu lado izquierdo, ordenó Gustav a Ádele. Me desnudo?, preguntó ella con el visible deseo  de hacerlo reflejado en sus ojos bazos. No, sólo te deseo sin ropa para mí; en este retrato intentaré plasmar tu belleza para que el mundo pueda apreciarla, y me envidie y te adore.

Corría el año 1903 y Ádele había convencido a su marido Ferdinand para que encargara algún cuadro, entre ellos algún retrato, a su adorado Gustav Klimt, al que veneraba además de por su arte, por la relación íntima iniciada tras conocerse hacía unos meses, en una de las frecuentes y célebres fiestas que organizaban los Bloch-Bauer en su magnífica mansión del número 18 de la selectiva Elithabethstrasse vienesa, enfrente de Schillerplatz, a la que asistían intelectuales, artistas y lo más selecto de la sociedad vienesa.

Adèle Bloch-Bauer.

La noche que Gustav fue invitado por primera vez  a la casa de los Bloch-Bauer en otoño de 1902 –tenía Adele 21 años y Klimt 40-, asistían a la velada, un joven de 20 años Stefan Zweig que acababa de publicar su primer libro de poemas Cuerdas de plata –Silberne Saiten-, Richard Strauss, que siendo ya un músico exitoso, acababa de estrenar su segunda ópera con un rotundo fracaso –Feuersnot– en 1901, Gustav Mahler y su mujer Alma, Richard Brahms, el dramaturgo Arthur Schnitzler y el arquitecto Otto Wagner entre otros.

Gustav Klimt con su habitual indumentaria.

Ádele desde niña había vivido junto a su hermana  Therese y otros 5 hermanos en un ambiente de gran abundancia económica, gracias a los negocios financieros de su padre Moriz Bauer, casado felizmente con Jeanette. Nació en la primavera de 1881 y en cuanto tuvo 18 años, mujer inconformista y adelantada a su tiempo, buscó abandonar el ambiente conservador del hogar familiar, casándose sin estar enamorada con el industrial azucarero judío –su familia también lo era, claro- Ferdinand Boch 16 años más mayor que ella y ya muy rico, lo que le permitió poner en marcha sin trabas su talante progresista, haciendo frecuentes donaciones a asociaciones obreras dedicando gran parte de su tiempo a luchar por el sufragio femenino, lo que señalaba su carácter combativo, no sintiéndose nunca satisfecha por sus logros, conduciendo su desarrollo vital hacia objetivos que nunca sería capaz de alcanzar, lo que le producía una insatisfacción permanente, convirtiéndola en un alma frágil, angustiada, enfermiza y desdichada, manifestándose altiva  y engreída como escudo para proteger su debilidad, sintiendo además una fascinación incontenible por el arte, no siendo, a pesar de las frecuentes fiestas a las que asistía y organizaba alrededor del arte, una mujer festiva.

Tras la boda, su marido Ferdinand, presentó a la familia Bauer  a su hermano Gustav Bloch, abogado, financiero y hombre de grandes habilidades musicales, que desde el primer momento mostró gran atracción por Therese,  la hermana de Adele siete años mayor que ella, con la que se casó un año después, teniendo 5 hijos –dos niñas y 3 varones-, de los cuales el favorito de  Adele –nunca se le supieron hijos- fue Robert. Así pues, dos  hermanos casados con dos hermanas y los dos matrimonios cambiaron sus apellidos, pasando a llamarse Bloch-Bauer.

Adèle conoció a Gustav Klimt y se enamoró perdidamente de él. Pasaron algún año viéndose furtivamente con muchas ansiedad y pasión. Una de las formas menos llamativas de estar más tiempo junto al artista  sin alarmar  a su entorno, fue convencer a su marido Ferdinand de  que le encargara algunos cuadros, y entre ellos algún  retrato de ella, lo que le permitió pasar mucho tiempo en su estudio junto a él –en realizar La dama dorada (uno de sus retratos) tardó 5 años-, pero dedicando más tiempo al tálamo que al óleo, ya que cada día, con el primer beso, se perdía el primer trazo de carboncillo en el infinito… Así, Ferdinand su marido, pudo permanecer sin hacer preguntas comprometedoras,  que sin duda tampoco hubieran sido incontestables para ella, aunque las potenciales respuestas hubieran podido causarle melancolía a él, ya que la contestación sería obvia, aunque algo difícil de asumir, y sin posible réplica a esa sin duda dolorosa contestación.

Adèle sirvió a Klimt como modelo de mujer nueva, independiente, con criterio propio, luchadora, y al mismo tiempo mujer “fatal”. Aunque Gustav elegía a sus musas para crear con ellas un clima erótico -aunque sin publicidad-, a Adèle nunca llegó a pintarla desnuda ni con sugerencias eróticas, deseando su desnudez sólo para él.

Adèle no tuvo hijos al parecer, ni con Klimt, a pesar del natural creativo del artista  que tuvo más de 18 hijos ilegítimos, con mujeres tanto de la burguesía, como con chicas de la calle que pasaron por su taller, ya que siempre necesitó estar rodeado de mujeres. Durante los 30 años de su vida en que mantuvo una relación con Emile Flöge “de aquella manera”, tuvo 14 hijos con unas y otras.

Emile Flöge y Gustav Klimt.

La eterna compañera del artista fue Emilie Flöge (1874-1952), hermana de la mujer viuda de su hermano Ernest Klimt. La vida de muchos artistas, casi de cualquier época, ha estado siempre rodeada de mujeres: musas, clientes, marchantes, compañeras, y quizá todas amantes. De entre todas las mujeres de Klimt, Emile sobresalió entre las demás por la duración de su relación/amistad, y quizá por el morbo de la falta de conocimiento sobre el contenido de la misma, estando hasta la muerte del pintor a su lado. Durante las relaciones intensas de Klimt con otras mujeres, especialmente con Adèle, permanecía Emilie  apartada de él, volviendo cuando era requerida.

Emilie Flöge fue una dama de la sociedad vienesa que comenzó como costurera, y  llegó a tener junto con su hermana Helene (viuda de Ernest Klimt) una tienda de moda que fue una de las mejores de Viena. Es posible que el conocido cuadro de Klimt, El beso, esté protagonizado por  Gustav y Emilie.

El beso. Gustave Klimt. 1907-1908. Óleo sobre lienzo. 180 x 180 cm. Österreichische Galerie Belvedere. Viena.

Tras algunos años de pasión desenfrenada con Adèle, la relación fue moderándose y siguieron viéndose cada vez con menos frecuencia y pasión hasta 1911, año en que fue galardonado el artista con el primer premio de la Exposición Universal de Roma. El 6 de febrero de 1918 murió en Alsergrund  de gripe española,  tras haber pasado amplios  períodos de mala salud. Adéle moriría ocho años después –en 1925-, parece ser que de meningitis.

El exitoso negocio de las hermanas Flöge empezó a ir mal con la llegada del Tercer Reich a Austria. Después de la anexión o Anschluss, en 1938, muchas de las clientas adineradas e importantes habían huido a Suiza, por lo que el negocio tuvo que ser cerrado. Durante algún un tiempo, siguieron trabajando en su piso  de la Ungargasse donde realizaban algún encargo puntual.

Durante los bombardeos aliados en la Viena nazi, su apartamento en la Ungargasse fue destruido. En él se guardaba una gran colección de ropa de Emilie y cuadros que había heredado de Klimt.

Emilie Flöge volvió a Viena después de la guerra. Allí pasó los últimos años de su vida. Murió el 26 de mayo de 1952 a los 77 años de edad.

To be continued  in part 2.