La bohemia de París de principios del XIX. Parte 2.

Mimí acudió a la taberna para hablar con Marcello y comentarle la situación por la que pasaba su relación con Rodolfo. Apareció nerviosa, pálida y con una terrible tos, dirigiéndose directamente a Marcello, que al verla llegar tan alterada, paró su trabajo, preguntándole que era lo que ocurría. Entre sollozos, le confesó que su amigo Rodolfo la atormentaba y que ya había llegado al límite de lo que podía soportar. Estaba muy preocupada porque Rodolfo la rehuía y se moría de celos, habiéndose agriado mucho su carácter, hasta el punto de gritarle a cada instante que ya no la quería y que se buscara otro amante.

Marcello le habló, buscando empatizar, de su relación con Musetta, que marchaba de manera diferente y quizá mejor, porque ambos vivían en libertad -aunque no era así- y le comentó que esa noche su Rodolfo estaba en la taberna.

Rodolfo, que esa noche había estado bebiendo en la taberna, se había quedado dormido en una mesa, despertándose en ese momento, saliendo al gélido amanecer parisino para espabilarse un poco de la resaca. Viéndole Mimí, pero sin ser vista, se escondió  tras la puerta de un almacén  en donde se guardaban sillas y mesas.

Al entrar, Rodolfo se paró delante de Marcello, y sin ser preguntado, motu proprio, le relató con cara de preocupación que Mimí se había vuelto una coqueta insufrible y que además  estaba muy enferma,  y aun reconociendo que todavía la amaba, se sentía obligado a romper la relación, al no poder costear los gastos de la enfermedad.

Marcello le acabó preguntando si era celoso, admitiéndolo Rodolfo, pero de forma ambigua. Al final, acabó reconociendo su verdadera pena: Mimì está muy enferma y sentía que él era el culpable del mal que la estaba matando, manifestando su preocupación, porqué sabía que el amor no bastaba para salvarla.

Al oír los comentarios de Rodolfo sobre su verdadero estado de salud, Mimí no pudo evitar los sollozos y la tos, lo que delató su presencia, saliendo de su escondite y uniéndose a los dos amigos. Su amado trató de tranquilizarla, asegurándole que había exagerado, pero Mimí ya totalmente desconsolada y sin poder controlar su tos, le dijo que quería separarse de él desde ese mismo momento, entendiendo el punto de vista de Rodolfo. Éste trató de convencerla para que se dieran un tiempo juntos, por lo menos hasta la llegada de la primavera.

Simultáneamente Musetta, ya acabada su clase, se reía alegremente, frivolizando de forma no muy conveniente con el camarero, reprochándole Marcello desde lejos y a voces, sus coqueteos. Ambos, se despidieron cruzándose desagradables voces.

Al fin llegó la primavera, y tanto Rodolfo como Marcello ya se habían separado de sus respectivas parejas. Viviendo de nuevo los cuatro en la buhardilla del barrio latino, Rodolfo y Marcello, intentaban en vano concentrarse en sus trabajos, mientras lamentaban haberse separado de ellas.

Pronto llegaron los otros dos amigos intentando hacer olvidar las penas amatorias de los dos primeros con bromas, vino y chanzas. De repente, llamaron a la puerta y apareció Musetta muy agitada, anunciando que detrás de ella subía Mimí muy débil, enferma, y casi sin fuerzas para subir la escalera.

Salieron en tromba a recoger y ayudar a Mimí, tomándola Rodolfo en sus brazos y depositándola en su cama al llegar a la buhardilla. Musetta relató que la había encontrado en la calle en un deplorable estado, pidiéndole a Marcello que fuera a empeñar lo que tuviera en ese momento disponible, para poder llamar a un médico, comprar medicinas y algo que le pudiera hacer entrar en calor a la enferma.

Nadie pareció tener algo de valor que pudiera vender o empeñar, a excepción de Colline, que se despidió de su abrigo con solemnidad y emoción, antes de dárselo a Alexandre y a Colline que salieron corriendo, abrigo en ristre.

Las dos parejas, quizá influenciadas por el dolor y la tristeza, parecieron reconciliarse, recordando los momentos de felicidad vividos. Viendo la gélida temperatura de las manos de Mimí, Mussetta y Marcello salieron a buscar un manguito para calentarlas.

Una vez solos, Mimí y Rodolfo evocaron el primer encuentro, la vela apagada, la llave perdida…hasta que un ataque de tos les devolvió a la triste realidad. La llegada de Musetta con un manguito para que las manos de Mimì se calentaran hizo sentir a todos que comenzaba el inicio del fin de Mimí.

Al rato regresaron los otros dos amigos y Mimí pareció adormecerse. Habían avisado a un médico que vivía por la zona, que les había contestado que iría enseguida. Musetta rezaba con recogimiento y fervor para que Mimì se restableciera, pero pronto se dieron cuenta todos, a excepción de Rodolfo, que ella parecía no respirar, mientras su rostro había cambiado de un rictus de angustia a uno de serenidad absoluta.

Se acercaron a ella y se dieron cuenta de que acababa de expirar. Al advertir que los amigos le miraban de un modo extraño, Rodolfo se dio cuenta de la muerte de su amada, llorando y gritando con desesperación el nombre de Mimí, mientras abrazaba su cuerpo sin vida.

 

Esta es la historia, que, junto a la música de Giacomo Puccini, dieron vida a la ópera LA BOHÈME.

La bohème es la cuarta del total de 12 óperas compuestas por Puccini, considerada por muchos analistas como su obra maestra, que fue representada por última vez en el Teatro Real de Madrid en enero de 2018.

Después del éxito de su anterior producción lírica “Manon Lescaut”, estrenada en 1893, Giacomo Puccini, decidió continuar su senda de creación operística con una historia de Giovanni Verga titulada “La loba”.

Simultáneamente, Puccini quedó impresionado con la novela Escenas de la vida bohemia de Henry Murger, decidiendo componer una nueva ópera sobre un libreto basado en esa obra literaria que daría lugar a “La bohème”. Para ponerla en marcha, Puccini llamó a los libretistas Luigi Illica y Giusuppe Giacosa, que ya habían trabajado para él en “Manon Lescaut” y que lo harían posteriormente también en “Tosca” y “Madama Butterfly”.

El estreno de “La bohème” tuvo lugar el uno de febrero de 1896 en el Teatro Regio de Turín, bajo la batuta de Arturo Toscanini. A pesar de la fría acogida del estreno, al poco tiempo la crítica fue consciente de encontrarse ante una de las máximas creaciones del género lírico.

Otro compositor Ruggero Leoncavallo, también trabajó en una ópera sobre el mismo tema de Henry Murger, teniendo su Bohème un éxito mucho menor, casi intrascendente.

Póster original de 1896 de La Bohème por Adolfo Hohenstein.

Ópera verista en cuatro actos con los siguientes personajes

Rodolfo, poeta.- tenor lírico.

Marcello, pintor.- barítono

Colline, filósofo.- bajo

Benoît, casero,- bajo

Mimí, modista.- soprano lírica

Musetta, coqueta.- soprano ligera

Schaunard, músico.- barítono bajo

Alcindoro, tutor de Musetta.- bajo

Estudiantes, militares, camareros, niños, vendedores…