Las reinas vírgenes. Parte 1.

El cometido fundamental de las reinas de las diferentes dinastías y casas reinantes en las edades antigua -en algunos casos- media y moderna, era la procreación, para proporcionar sucesores, que pudieran garantizar la continuidad de la familia reinante.

En las monarquías de la edad contemporánea, sigue ocurriendo lo mismo, aunque disfrazando ese cometido fundamental, y natural por otra parte, con muestras fabricadas por el marketing más sutil, de las capacidades intelectuales de las reinas -que naturalmente siempre han tenido, y mucha-, para satisfacer el egocentrismo del movimiento feminista de los tiempos actuales, que no permitiría señalar abiertamente como cometido básico de una mujer, la de poner herederos en el mundo.

Las Iglesias, realizaron durante los últimos años de la Edad Antigua, pactos con los diferentes reyes de los estados existentes, para convertir los tronos en hereditarios por la gracia de Dios, celebrándose las coronaciones en templos religiosos y por designación divina, siendo entregados los símbolos de poder por funcionarios eclesiásticos de primer nivel, a cambio de establecer como oficial en esos Estados, la religión que sustentaba la designación divina, y cuidando a cambio los reyes las propiedades de la Iglesia, proporcionándoles la posibilidad de conseguir los diezmos que permitieran la construcción de grandes catedrales, monasterios y casas de Dios, el desarrollo y mantenimiento de la cultura, y la imbuición al pueblo del temor de Dios, para cuyo culto se crearon las diferentes religiones y por cuya gracia divina eran tocados los reyes para ser coronados.

De las reinas que ha habido en la historia, algunas no han tenido hijos por motivos naturales, aunque lo intentaron con todas sus fuerzas*, y ha habido alguna que no quisieron tenerlos, para lo cual no contrajeron matrimonio, lo cual no quiere decir que murieran vírgenes.

*Entre las que lo intentaron con más fuerza, y con más éxito a corto plazo, pero sin ninguno al fin, cabe destacar a Ana Estuardo –Anne-, lesbiana, hija de Jacobo II y hermana de María II , casada con Jorge de Dinamarca, bajo cuyo reinado se unieron en 1707 Inglaterra y Escocia, convirtiéndose en el reino de Gran Bretaña. Tuvieron 17 hijos -14 nacieron muertos y sólo 1 llegó a la edad de 11 años- y 2 abortos, siendo sucedida entonces por su primo segundo Jorge I de la Casa alemana de Hannover.

Desde el primer momento en qué se efectuaba el matrimonio, siempre que se llevara a cabo a partir de la edad con capacidad de procrear, en la mayor parte de los casos bajo de la observación directa de la parte más distinguida de la familia, corte e Iglesia, se observaba el cumplimiento conyugal de los recién casados. Caso de observar alguna anomalía de comportamiento en ese sentido entre los jóvenes matrimoniados, nacía un gran motivo de preocupación y se instigaba a la actividad que permitiera que la reina o la princesa se quedara embarazada.

Entre las más conocidas de las que renunciaron al matrimonio y por tanto a tener herederos legítimos están ISABEL I DE INGLATERRA -llamada metafóricamente la reina Virgen– y CRISTINA DE SUECIA –la Minerva* del Norte-.

*En la mitología romana Minerva era la diosa de la sabiduría, las artes, la estrategia militar, además de la protectora Roma. Se corresponde con Atenea en la mitología griega.

ISABEL I de INGLATERRA.

Hija de Enrique VIII de Inglaterra y Ana Bolena y hermanastra de Eduardo VI -hijo de su padre y de Jane Seymour, su tercera mujer- y de María Tudor -hija de Enrique y Catalina de Aragón-. Tras la muerte de Enrique VIII le sucedió en el trono su único hijo varón Eduardo VI, que sólo reinó 6 años, muriendo de un tumor en los pulmones. A continuación, subió al trono durante 9 días, antes de ser decapitada por usurpadora Jane Grey -bisnieta de Enrique VII a través de su abuela materna la duquesa de Suffolk, siendo además sobrina segunda del rey Eduardo VI-, recayendo la corona entonces en la hija mayor de Enrique VIII, la católica María Tudor, hija de Catalina de Aragón y segunda esposa de su sobrino Felipe II de España, que reinó cinco años y murió sin descendencia. Tras la muerte de su hermanastra María Tudor -Bloody Mary-, fue elevada al trono Isabel I Tudor, nuestra reina Virgen.

Hans Holbein el Joven. Retrato de Enrique VIII. Hacia 1540. Óleo sobre tabla. 28 x 20 cm. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.

 

 

Michel Sittow. La reina Catalina de Aragón. 1502. Óleo sobre tabla. 28,7 x 21 cm. Kunsthistorisches Museum. Viena.

Hans Holbein el Joven. Jane Seymour. 1536-1537. Óleo sobre tabla. 40 x 65 cm. Kunsthistorisches Museum. Viena.

 La llegada al mundo de Isabel vino precedida de una auténtica revolución en la corte inglesa; Enrique VIII, para obtener el divorcio de su primera mujer Catalina de Aragón -madre sólo de María- y poderse casar con Ana Bolena, rompió con el papado y se proclamó cabeza de la iglesia de Inglaterra.

 

William Scrots. Eduardo VI de Inglaterra. 1550. Óleo sobre tabla. 167 x 90 cm. Colección Real inglesa.

Anónimo. Lady Jane Grey. 1590. Óleo sobre tabla.86,5 x 60,3 cm. National Portrait Gallery. Londres.

Antonio Moro. La reina María I de Inglaterra. 1554. Óleo sobre tabla. 1554. Óleo sobre tabla, 109 x 84 cm. Museo del Prado.

El reinado de la reina Isabel I de Inglaterra (1533-1603) fue uno de los más largos y determinantes de la historia de su país. Llegó al trono después de ser decapitada su madre -19 de mayo de 1536- por orden de Enrique VIII -su padre- y declarada ilegítima y sin derecho de sucesión cuando ella contaba 3 años, y tras los reinados de sus dos hermanastros Eduardo VI, María I, y  de Jane Grey, fue coronada, ya que su padre Enrique, levantó la suspensión de su derecho sucesorio en 1544.

Desconocido. Ana Bolena. 1626. Óleo sobre tabla. 23,8 x 32,1 cm.  Dulwich Picture Gallery. Londres.

Cuando su madre fue decapitada tres años después de ser elevada al rango de reina consorte -28 de mayo de 1533-, fue dejada al cuidado de Lady Margaret Bryan, institutriz de los hijos de Enrique VIII, y posteriormente al de Katherine Ashley -de soltera Champernowne– nueva institutriz de la princesa, que le comenzó a enseñar astronomía, geografía, historia, matemáticas, francés, italiano y español, además de las cosas que debía saber de las labores a realizar por una niña de su alcurnia.

Vivió retirada de la Corte, lejos de su padre y de sus sucesivas esposas, aunque la sexta y última, Catalina Parr, medió para que padre e hija se reconciliaran. Isabel, gracias al Acta de Sucesión de 1544, recobró sus derechos en la línea sucesoria detrás de su hermanastro el príncipe Eduardo -hijo de la tercera esposa Jane Seymour- y de su hermanastra María Tudor  -hija de la primera mujer Catalina de Aragón -. A María también le fue restituido el derecho que le había sido retirado junto a su tratamiento de alteza real y a su reconocimiento como hija legítima cuando nació Isabel en 1533, siendo esos derechos transferidos a su hermanastra Isabel, a la que le fueron retirados 3 años después, a la muerte de su madre Ana Bolena.

Isabel, físicamente heredó los rasgos y la complexión de su madre y el pelo rojo de su padre, y en la personalidad fue también como su madre: enamoradiza, ferviente protestante, neurótica y con gran temperamento.

Tras la muerte de Enrique VIII en 1547 y el ascenso al trono de su hijo Eduardo VI, su última mujer Catalina Parr, contrajo nuevo matrimonio con Thomas Seymour -hijo de John Seymour, hermano de Jane Seymour, tercera esposa de Enrique VIII-, llevándose a Isabel a vivir consigo. Allí, catalina continuó con la educación de Isabel que le permitió terminar dominando su inglés materno -claro-, el francés, español, italiano, latín y griego, terminando por convertirse en entusiasta protestante por influencia de Catalina Parr.

Eduardo murió a la temprana edad de 15 años, tras seis de reinado y contraviniendo el Acta de Sucesión de su padre de 1544, declaró heredera a lady Jane Grey la reina de los nueve días” -bisnieta de Enrique VII, duquesa de Suffolk y sobrina segunda de Eduardo VI-, que sería depuesta nueve días después de su proclamación, el 19 de julio de 1553, permitiendo este suceso el regreso de María Tudor e Isabel a Londres.

A continuación, fue proclamada reina María I Tudor, el 19 de julio de 1553, aunque la historia contabilice el día 6, que fue el día que falleció Eduardo VI, en un intento de borrar a Jane Grey de la historia.

Para recuperar su corona, tuvo que derrotar a los partidarios de Jane Grey y a la impopularidad de su catolicismo sin fisuras, que le hizo recibir de la historia el apodo de la reina sangrienta, por la cruel persecución que llevó a cabo contra los protestantes.

A los 37 años, decidió buscar marido para engendrar un heredero, lo que impediría que su hermanastra protestante, Isabel, ascendiera el trono. Su consejo privado también la instó a casarse, siendo la elección del marido de gran importancia, ya que, el matrimonio con un extranjero introduciría políticas poco deseables para los ingleses.

Edward Courtenay y Reginald Pole fueron sugeridos como posibles pretendientes, sin embargo, María no tuvo interés en ellos, atendiendo a la propuesta de su primo Carlos I de España, para que se casara con su hijo y heredero el príncipe de España Felipe, haciéndolo en contra de sus consejeros y de la opinión pública inglesa, obteniendo como respuesta un estallido de insurrecciones, entre las que es de destacar la rebelión de Thomas Wyatt para deponerla a favor de su hermanastra Isabel, rebelión en la que también estuvo  el duque de Suffolk. Al llegar a Londres, Wyatt fue derrotado y capturado. El duque de Suffolk, su hija Juana, su marido Guilford Dudley y Wyatt fueron ejecutados.

Música renacentista en la Europa de Enrique VIII. “Green sleeves”. Versiones y arreglos  de la compositora y violinista Jezabel Martinez.

To be continued in part 2.