Las reinas vírgenes Parte 3. Cristina de Suecia. Parte 1.

CRISTINA DE SUECIA

Cristina de Suecia nació en Estocolmo un 8 de diciembre de 1626. Hija del rey Gustavo II Adolfo de la Casa de Vasa -creada en 1521- y de María Leonor de Brandeburgo de la dinastía alemana de los Hohenzollern. Su nacimiento produjo gran alegría en su padre, pero no en su madre que pretendía un heredero varón.

Gustavo II Adolfo y María Leonor de Brandeburgo.

Durante el reinado de Carlos IX, último hijo del rey Gustav I Vasa y abuelo de Cristina, en 1604, se promulgó una ley que permitiría reinar a una mujer si no nacían otros hijos varones, por lo que su padre Gustavo II Adolfo, decidió nombrar a Cristina su heredera en 1627 con todos los derechos a la corona, a la espera de que pudiera llegar algún hermano varón, o no.

En 1630, Suecia se involucró en la Guerra de los Treinta Años* agrupándose con los países del bando protestante, marchando el rey Gustavo II Adolfo a la guerra europea. En noviembre de 1632 murió en la batalla de Lützen, convirtiéndose Cristina a los 6 años en reina de Suecia, tutelada desde la marcha de su padre -y lo seguiría haciendo- por el regente y canciller Axel Gustavsson Oxenstierna, conde de Södermöre.

*La guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en Europa entre los años 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayor parte de las potencias europeas de la época, enfrentando inicialmente a los estados partidarios de la Reforma y de la Contrarreforma religiosas, convirtiéndose gradualmente en un conflicto generalizado por toda Europa, buscando los equilibrios políticos de las potencias, o intentando mantener la hegemonía en el escenario europeo, como era el caso del Imperio español.

La guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, pero siguió viva la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo por lograr la hegemonía en Europa, lo que hizo que las guerras entre ambas potencias continuaran.

A la marcha de Gustavo II a la guerra, el canciller Oxenstierna se encargó de la educación de Cristina. Por deseo de su padre, la pequeña reina fue separada de su madre y puesta al cuidado de su tía Catalina Vasa, hermana del rey, conviviendo con su primo hermano Carlos Gustavo  de dos años -futuro rey Carlos X Gustavo– hasta que su tía falleció y volvió al hogar materno.

Al cumplir los 13 años, dejó de ver a su madre -mujer de difícil carácter- no volviendo a verla hasta su coronación. Cumplidos los 16 años, Cristina comenzó a asistir a las reuniones del Consejo del Reino, demostrando con brillantez su conocimiento de las leyes y de la administración del reino.

Al cumplir la mayoría de edad a los 18 años -1644-, terminó la regencia del canciller, asumiendo Cristina de hecho el cargo de soberana, reemplazando al canciller Oxenstierna paulatinamente en sus funciones.

Apasionada de la equitación, la caza y la esgrima, y nada interesada en las ocupaciones típicamente femeninas -escupía, silbaba, tenía la voz fuerte y grave, y poseía una fuerza física considerable- gustándole vestir ropa de hombre, con peculiar carácter y ambiguos modales,  que señalaban una sexualidad apuntando a la atracción por las de su propio sexo, cosa que se señaló claramente durante la relación íntima que tuvo con su prima Ebba. De ahí que se dedujera que era lesbiana, aunque no existen datos concluyentes de que lo fuera, aunque tras abandonar Suecia al abdicar, seguiría escribiendo de forma apasionada a Ebba, diciendo que siempre la amaría.

En 1647, la soberana fue apremiada por el Consejo del Reino para contraer matrimonio que asegurara la continuación de la dinastía. Ella respondió que reflexionaría sobre el asunto, y que consideraría a su primo Carlos Gustavo en primer lugar al buscar una respuesta. La respuesta oficial la dio en 1649, anunciando que no contraería matrimonio alguno, sin dar explicaciones, ni dar motivo alguno.

Comenzó entonces una lucha política entre Cristina y los nobles. La soberana aprovechó el conflicto entre la nobleza y la plebe en una subida de impuestos, apuntando nuevamente el nombre de su primo Carlos Gustavo para heredar su corona, y  acambio ella asumiría haber ordenado la subida de impuestos,

En 1648 Suecia firmó la Paz de Westfalia, obteniendo una posición de supremacía estratégica en esa región del Báltico.

Palacio de las Tres Coronas. Estocolmo.

En octubre de 1650 fue coronada reina de Suecia en el Palacio de las Tres Coronas sobre el trono de plata realizado por Abraham Drentwett de Augsburgo regalado por Magnus Gabriel de la Gardie –gobernante sueco entre 1670 y 1682-. Tras la coronación, nombró a su primo Carlos Gustavo como su sucesor.

Trono de plata Abraham Drentwett.

La nueva reina fue una mujer que ya desde niña comenzó a manifestar tendencias alternativas para una mujer. Gozó de una educación extraordinaria que le hizo estar siempre muy interesada en las artes y las ciencias. Durante su vida, no sólo fue una persona con permanente necesidad de aprender, sino que fue una gran impulsora de la erudición y el arte. Tenía una gran facilidad para los idiomas, hablando además de sueco, alemán, latín, francés, italiano, español, holandés y algo de hebreo.

La soberana, con el lema de columna regni sapientia -la sabiduría es el pilar del reino- comenzó a desarrollar la vida cultural del país en todos los ámbitos, y a pesar de la mala situación económica debida a los gastos bélicos habidos y presentes, comenzó a comprar obras de arte sin demasiada mesura. Su fama en este sentido comenzó a expandirse, y muchos intelectuales mostraron gran interés por su filosofía sobre el conocimiento y el arte, ofreciéndoles Cristina su mecenazgo en la corte sueca. Así por ejemplo acudió a Estocolmo en 1649 el filósofo francés Descartes, que murió cinco meses después de su llegada de neumonía. También Sébastien Bourdon, trabajó como pintor de corte desde 1652 hasta junio de 1654, fecha de la abdicación de Cristina.

A Estocolmo y Upsala -ciudad a 78 km de la capital, con la catedral mayor del norte europeo, en donde están enterrados muchos reyes suecos- acudieron poetas, filósofos, pintores, músicos, dramaturgos, historiadores, etc… Suecia fue en ese momento el centro del humanismo en Europa, recibiendo su reina el título de Minerva -Diosa de la sabiduría, de las artes y de la estrategia en la mitología romana- del Norte.

Sébastien Bourdon. Cristina reina de Suecia, a caballo. 1653. Óleo sobre lienzo. 383 x 291 cm. Museo del Prado.

El díptico que está expuesto en el Museo del Prado de Albert Durero, Adán y Eva, fue regalado por Cristina al rey Felipe IV de España, a pesar de que era el principal tesoro de su pinacoteca y de que su adoración por esa obra era muy grande.

Albert Durero. Adán y Eva. 1507. Óleo sobre lienzo. Adán 209 x 81 cm y Eva  209 x 83 cm. Museo del Prado.

Contemporáneos de Cristina fueron Felipe IV en España, Luís XIV en Francia y Juan IV en Portugal -independiente de la corona española desde 1640-, los cuales enviaron ante la corte sueca embajadores muy cultos, aspecto que era del agrado de la reina, y católicos sin fisuras, para intentar convertir a Cristina, ya que empezaban a circular por las cortes europeas las dudas sobre el  auténtico protestantismode la reina, a pesar del apodo de su padre El León del Norte por su fiereza en la defensa de la fe luterana.

Tanto Antonio Pimentel de Prado, como Pierre-Hector Chanut y Antonio Macedo, embajadores de España, Francia y Portugal respectivamente, hicieron amistad con la reina y fueron oidores y confidentes de sus inquietudes religiosas.

En febrero de 1654 la reina comunicó al Consejo del Reino, y a todos los principales, su decisión de abdicar. No dio explicaciones, pero sí aclaró “que con el tiempo se entenderían sus motivos”. Se hicieron muchos esfuerzos, todos inútiles, para hacerla cambiar de decisión. Ella permaneció imperturbable. El Consejo del Reino exigió entonces de la soberana una explicación, a lo que la reina respondió: “Si el Consejo supiera las razones, no le parecerían tan extrañas”.

Castillo de Upsala. Upsala.

El 6 de junio de 1654 en el castillo de Upsala, la reina se despojó de sus insignias reales y su primo Carlos Gustavo asumió la corona de Suecia con el nombre de Carlos X Gustavo. Para la manutención de Cristina se estableció un acuerdo económico, por el que se le otorgaba la permanente propiedad de algunos dominios en el reino, cuya administración quedaba a cargo de un gobernador general y cuyos ingresos recibiría Cristina hasta su muerte.

Sébastien Bourdon. Carlos X Gustavo de Suecia. Sobre 1652. Óleo sobre lienzo. 102 x 82 cm. National Museum. Estocolmo. Suecia.

Por tanto, además de conservar el título de reina, recibiría una buena renta anual con la que podría vivir sin problemas el resto de su vida.  Su primo, el nuevo rey Carlos X Gustavo, la acompañó una parte del camino a la ciudad de Nyköping a despedirse de su madre -ya no la volvería a ver-, continuando hacia Dinamarca para dirigirse posteriormente a Flandes, insistiendo nuevamente el rey en la posibilidad del matrimonio entre ambos, a lo que Cristina respondió con carcajadas. Llegando a la frontera con Dinamarca, Carlos Gustavo dio a Cristina una letra de cambio de cincuenta mil escudos para gastos de viaje; Cristina se lanzó al galope hacia la frontera, y cuando la alcanzó gritó ¡Por fin soy libre!

Al volver Carlos X Gustavo al palacio Real de las Tres Coronas, se arrepintió de los 50.000 escudos dados a su prima, ya que al entrar en el palacio pudo comprobar que Cristina lo había vaciado absolutamente, encontrando solamente “una vieja cama y dos alfombras agujereadas”. Se había llevado su inmensa colección de objetos valiosos y artísticos, que en realidad no eran suyos, sino del estado sueco. El canciller Axel Onxestinera que murió unos días después, el 28 de agosto de 1654, al enterarse del saqueo perpetrado al patrimonio de Suecia por la que había sido su reina, se lamentó diciendo “Jamás enemigo alguno costó tanto a Suecia”.

Música: Folclórica del Barroco  en Suecia.

To be continued in part 4 and last