Categoría: Historia

LO FRANCÉS ET SON GOÛT. Parte 3.

El primer hijo varón de Luis XV y de su mujer María Leszczynska, Luis Fernando de Borbón, Delfín de Francia, que no reinó por fallecer antes que su padre, pero tuvo tres hijos reyes: Luis XVI -decapitado-, Luis XVIII -repuesto- y Carlos X -depuesto- Read More

LO FRANCÉS ET SON GOÛT. Parte 2.

El conflicto entre Gran Bretaña y España finalizó formalmente en enero de 1809 con la firma de un tratado de paz y alianza entre el Gobierno británico y la Junta Suprema Central, que gobernaba a los españoles entonces, por estar los reyes retenidos en Francia por Napoleón, tratado que se informó básicamente para oponerse a la ya ejecutada ocupación francesa de España, aunque las hostilidades con los ingleses hubieran finalizado el año anterior -1808- con la intervención británica a favor de la Junta en su lucha contra los ejércitos franceses.Read More

LO FRANCÉS ET SON GOÛT. Parte 1.

Dedico esta serie a mis hermanos Luis y Chantal, semillas de la rama francesa de mi muy querida familia.

Durante el siglo XVII España y Francia tuvieron relaciones nada buenas, ya que España iba perdiendo peso desde su posición de máxima potencia continental que había sido, y Francia que iba logrando un lugar hegemónico de influencia en Europa. A pesar de los esfuerzos de ambas casas reales por acercar las diferencias, emparentando matrimonialmente cada una de ellas con la otra, no mejoró la relación de forma sustancial. (Luis XIII de Francia con Ana de Austria -hija de Felipe III de España-, Luis XIV con María Teresa de Austria -hija de Felipe IV-, Felipe IV con Isabel de Borbón -hija de Enrique IV de Francia y hermana de Luis XIII- y Carlos II de España casado con María Luisa de Orleans -hija del hermano de Luis XIV, Felipe I de Orleans-).

Carlos II El Hechizado.

Carlos II El Hechizado -último Austria-, aunque culpable fisiológico -no ante Dios- de no tener descendencia de la Orleans ni de su segunda mujer Mariana de Neoburgo por su incapacidad para engendrar, el pueblo español -y supongo que todos- proclive a echarle siempre la culpa al otro, cantaba injustamente a la francesa:

Parid bella flor de lis

que ante aflicción tan extraña

si parís, parís a España

y si no parís, a Paris.

Durante el siglo XVII, la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) intentó resolver un conflicto entre las potencias europeas prosélitas de la reforma protestante y las aliadas partidarias del catolicismo -España entre ellas-, y que derivó en una guerra franco-española por el control político de Europa, aunque los dos países defendieran los intereses del catolicismo. La Paz de Westfalia -1648- y la de los Pirineos -1659- pusieron fin al conflicto, del que emergió Francia como principal potencia del continente.

En el siglo XVIII, el segundo hijo del Gran Delfín de Francia, Felipe de Anjou -de la casa Borbón-, recibió testamentalmente en el suspiro final de Carlos II la corona española, finalizando así dos siglos de Habsburgos en el trono de las Españas, reinando a partir de entonces en Francia y España, la casa de Borbón.

Para tomar la corona testamentada por Carlos II, Felipe tuvo que librar la Guerra de Sucesión española -1701 a1714-, que enfrentó a Francia y a la parte de España que defendía su designación como monarca  con Austria, partidaria del archiduque Carlos Francisco de Habsburgo y Neoburgo, hijo del emperador Leopoldo I,  junto a Inglaterra, Holanda, Portugal y la parte de España que quería en el trono español a un Austria. El conflicto terminó con la instauración de la monarquía borbónica en España con Felipe V, y con cuantiosas pérdidas territoriales españolas derivadas del Tratado de Utrecht.

Batalla de Almansa.

Felipe V.

Archiduque Carlos, futuro emperador del Imperio austríaco como Carlos VI.

En el navegar más o menos juntos -o de aquella manera- de los Borbones españoles y franceses en los tiempos posteriores, se firmaron durante el siglo XVIII tres Pactos de Familia -1733, 1743 y 1761- comprometiéndose ambas coronas en el campo político-militar, a defender los intereses que tuvieran uno u otro en su política internacional, especialmente contra la hegemonía de Reino de Gran Bretaña -de Gran Bretaña e Irlanda desde 1800- y del Imperio austriaco.

La Revolución francesa en 1789 y la caída de los Borbones en Francia, finalizó con este tipo de pactos familiares que a menudo fueron incumplidos, velando egoístamente -claro- cada país por sus intereses.

Con el magnicidio de los monarcas franceses se inició en el país galo el período de la Convención, asamblea electa de carácter constituyente que concentró los poderes ejecutivo -hasta su delegación en el Comité de Salvación Pública– y legislativo del Estado, desde el 19 de septiembre de 1792 al 30 de octubre de 1795, teniendo varias fases, creciendo en cada una de ellas sobre la anterior el terror y la barbarie, hasta el golpe del 9 de termidor -nombre republicano francés del undécimo mes: del 19 o 20 de julio hasta el 17 o 18 de agosto, según el año- contra los radicales, que dio paso a la Convención termidoriana.

En este golpe fue arrestado y guillotinado el 28 de julio de 1794 -10 de termidor- junto a sus más fieles colaboradores -veintiuno-, Maximilien Robespierre, que acabó sucumbiendo a la violencia por él instaurada, debido a la reacción provocada por el miedo que sintieron muchos de sus correvolucionarios, al ver cercana la posibilidad de ser víctimas de la propia espiral de violencia por ellos instaurada. Se buscó un retorno a los principios revolucionarios de 1791, siendo sustituida La Convención por El Directorio en octubre de 1795.

En esos momentos, Francia ya estaba en guerra con los Habsburgos austriacos, con Prusia, y con el reino de Piamonte-Cerdeña. El ejército francés ocupó los Países Bajos austriacos y envalentonado, decretó la anexión de ese territorio -la actual Bélgica-, lo que provocó la ruptura diplomática con el reino de Gran Bretaña. Tras la ejecución de Luis XVI en enero de 1793, Francia había declarado la guerra también a Gran Bretaña, a la República holandesa y un mes más tarde a España.

Manuel Godoy y Álvarez de Faria, secretario de Estado de España, firmó con el reino de Gran Bretaña su adhesión a la Primera Coalición contra Francia por el para  de 1793.

El 7 de marzo de 1793 Francia inició el movimiento de sus ejércitos contra España, planteándose la acción en tres frentes: Cataluña, Aragón y Guipúzcoa/Navarra. La guerra se denominaría de la Convención o de los Pirineos y para algunos autores, la Guerra del Rosellón,

Frente oriental de la  Guerra de los Pirineos.

Frente occidental de la Guerra de los Pirineos.

En principio, los españoles llevaron la iniciativa, pero en 1794 la guerra cambió de signo recuperando los franceses el Rosellón, penetrando en la Cataluña española hasta tomar Figueras y Rosas, volviendo a intentar, esta vez con éxito, la invasión por Navarra y Guipúzcoa en junio. Los franceses encontraron abierto el camino hacia Guipúzcoa y entraron en Fuenterrabía, Hernani, San Sebastián y Tolosa.

La columna que penetró por Roncesvalles fue combatida por los españoles con heroísmo. Los franceses no pudieron seguir por las dificultades en el avance, debido a la resistencia española hasta la llegada del invierno, y posteriormente, por el frío, las lluvias, la falta de abastecimientos y las enfermedades  que les obligaron a replegarse a Francia.

Durante el año 1795, el esfuerzo francés se centró en las provincias vascongadas, en donde tomaron Bilbao y Vitoria, y llegaron hasta Miranda de Ebro.

En Cataluña, se organizó durante el invierno de 1794-1795 un ejército de voluntarios que logró impedir la invasión.

El conjunto de la guerra fue un desastre para España, pues los franceses ocupaban las tres provincias de los vascos y parte de Cataluña, habiéndose ya hecho evidente desde 1794, que la coalición de los países formada contra Francia, entre los que se encontraba España, sería incapaz de forzar la resistencia de la Francia de la Convención, considerando en consecuencia, la mayor parte de los países aliados contra los franceses que lo mejor era poner fin al conflicto armado, firmando España con Francia la Paz de Basilea el 22 de julio de 1795.

El tratado se firmó con el compromiso entre España y Francia de devolverse los territorios ocupados, aunque tuvo consecuencias peores para los navarros, por la concesión que se hizo a los franceses de comprar libremente ganado lanar y caballar en toda España durante seis años, y sobre todo en América, en donde la consecuencia fue que hubo que entregar a los franceses la mitad oriental de la isla de Santo Domingo –LA ESPAÑOLA así bautizada por Colón, hoy Haití.

La Paz de Basilea se firmó tras la acordada entre Francia y Prusia en abril de 1795. Como recompensa por el éxito del tratado, a Manuel Godoy le recompensaron los reyes españoles con el título de Príncipe de la Paz, nombramiento que además de inmerecido, era contrario a la tradición de la Monarquía Hispánica, que sólo reconocía el título de Príncipe al heredero al trono.

Tras la Paz de Basilea, España reanudó sus relaciones diplomáticas con Francia. El Directorio fue sustituido mediante golpe de Estado por el Consulado de Napoleón -él y dos cónsules más- (1799-1804), que en seguida se nombró cónsul vitalicio, y en 1804 convirtió Francia en Imperio y a él en emperador.

Gran Bretaña, todavía en guerra con Francia, no estuvo conforme con las condiciones del tratado firmado con España, y presionó a nuestro país para que se aliara con ella, pero el Gobierno español firmó con Francia el tratado de San Ildefonso el 18 de agosto de 1796, declarando la guerra a Inglaterra: el tratado de San Ildefonso fue muy desventajoso para España.

El desastroso enfrentamiento naval de san Vicente, el 14 de febrero de 1797 entre las flotas española e inglesa, tuvo consecuencias para España, que perdió Trinidad, estableciendo en ella los ingleses una base para sus operaciones en el Caribe, que serviría para interrumpir el tráfico comercial entre España y sus colonias. Estos fracasos obligaron al gobierno de Godoy a entablar negociaciones de paz con Inglaterra pese a la oposición de Francia que retiraría su apoyo al ministro español.

La guerra con Inglaterra finalizó el 27 de marzo de 1802 con la Paz de Amiens, en la que los británicos devolvieron nuevamente la Isla de Menorca a España, pero continuaron reteniendo -sine die- el Peñón de Gibraltar y la Isla de Trinidad.

Enseguida, tras la paz de 1802, resurgió la tensión entre la Pérfida Albión y Francia, lo que condujo al estallido de una nueva guerra en mayo de 1803. España intentó permanecer neutral, pero Francia exigió el cumplimiento de lo dispuesto en el tratado de San Ildefonso de 18 de agosto de 1796, respondiendo España que esta era otra guerra y que no estaba en condiciones, por muchos motivos, de participar en otro conflicto bélico. Pero Napoleón Bonaparte presionó para que se modificara lo acordado, sustituyendo la colaboración militar por la ayuda de carácter económico, firmando en octubre de 1803 el Tratado de Subsidios, una modificación del tratado de 1796, debiendo España entregar a Francia 6.000.000 de pesos mensuales, desde que se iniciara el conflicto hasta que terminara. Como contrapartida, Francia reconoció la neutralidad de España, pero Inglaterra no. Los ingleses atacaron por sorpresa en el cabo de Santa María -en la costa del Algarve portugués- sin declaración de guerra previa a un escuadrón español de fragatas que transportaban lingotes de oro y plata a Cádiz La fragata española Nuestra Señora de las Mercedes estalló y las demás fueron capturadas por los británicos.

La guerra contra el Reino de Gran Bretaña e Irlanda -llamado así a partir del Acta de Unión de 1801- estaba servida, constituyendo un desastre de magnitudes superiores al conflicto que se había mantenido con la Francia de la Convención y con los ingleses entre 1796 y 1802, desarrollándose esta guerra entre 1804-1808.

Almirante Nelson.

Los franceses habían planeado la ocupación de Gran Bretaña; la flota española iba a ser parte de la asistencia a esta invasión. En la batalla de Trafalgar, en 1805, una flota combinada franco-española, que acudía para unirse a la flota francesa del norte para la invasión, fue atacada por una flota británica dirigida por el almirante Nelson, que consiguió la victoria, poniendo fin a la amenaza napoleónica de la invasión de Gran Bretaña.

Napoleón puso entonces encima de la mesa invadir Portugal, amiga secular del Reino de Gran Bretaña e Irlanda, para evitar el apoyo a los ingleses y dificultar su comercio. Para llegar hasta Portugal, el ejército francés tenía que cruzar la península ibérica, y Napoleón logró el permiso de España para que sus tropas cruzaran el país, al firmar con Manuel Godoy el Tratado de Fontainebleau en octubre de 1807. En este tratado se acordó la invasión conjunta de Portugal por España y Francia, y el reparto del botín entre ambos países; ese fue el caballo de Troya de Napoleón con España.

To be continued in part 2.

LA MONJA ALFÉREZ. Parte 8.

Le dije a Su Ilustrísima D. Julián de Cortázar que me gustaría volver a mi patria, donde haría lo que pareciese más conveniente para mi salvación. Y con esto, y con un buen regalo que me hizo, me despedí de él y de Santa Fe. Pasé a Zaragoza por el río de la Magdalena arriba. Caí allí enferma, y estuve a punto de morir. Después de unos días convaleciendo, salí por el río hacia Tenerife en donde acabé de recuperarme.Read More

LA MONJA ALFÉREZ. Parte 7.

Entré en Guamanga hospedándome en una posada en la que encontré a un soldado que se encaprichó con mi caballo, por el que pedí doscientos pesos y una mula. Salí después a ver la ciudad, que me pareció tener los mejores edificios de todas las por mí conocidas en Perú.Read More

LA MONJA ALFÉREZ. Parte 6.

Llegué a Lima en el tiempo en que era virrey del Perú don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montes Claros, y con los holandeses intentando abatir la ciudad con ocho bajeles de guerra estando todos en armas. Salimos contra los holandeses del puerto del Callao con cinco bajeles y les embestimos, marchando la cosa inicialmente bien, pero al poco, cargaron contra nuestra almiranta de manera que la echaron a pique, sin que pudiéramos sobrevivir más que tres hombres, que nadando pudimos pedir ayuda a un navío enemigo, que nos recogió. Éramos yo, un fraile franciscano descalzo y un soldado, tratándonos mal, con burlas, mano larga y desprecios.Read More

LA MONJA ALFÉREZ. Parte 5.

Al llegar a Piscobamba, me fui a ver a un amigo de Zaragoza, Juan Torrico, en cuya casa pasé varios días. Una noche, tras la cena, se montó una partida de naipes con unos amigos que vinieron jugando yo con un portugués llamado Fernando de Acosta, que perdía una vez tras otra. Al rato perdió los nervios y me faltó al respeto sacando ambos las espadas. Los presentes nos pararon y arreglaron, riéndonos todos de los piques del juego. Él portugués pagó sus deudas y se fue aparentemente tranquilo.Read More

La MONJA ALFÉREZ. Parte 3.

Andadas más de ochenta leguas, entré en la ciudad de Lima cabeza del rico reino del Perú, que tiene ciento dos ciudades de españoles, muchas villas, veintiocho obispados y arzobispados, ciento treinta y seis corregidores y las Audiencias reales de Valladolid, Granada, Charcas, Quito, Chile y La Paz. Tiene Lima arzobispo, una iglesia catedral parecida a la de Sevilla, aunque no tan grande me dicen, con cinco dignidades, diez canónigos, cuatro curas, siete parroquias, doce conventos de frailes y de monjas, ocho hospitales, una ermita y una universidad. Tiene virrey y Audiencia real, que gobiernan el resto del Perú.Read More

La MONJA ALFÉREZ. Parte 2.

Mis deseos de aventura me llevaron a embarcar para las Indias, donde comencé vida de espadachín y soldado. Los lances a causa del juego y de las mujeres fueron abundantes, siendo herido en algunos de ellos. Mí comportamiento en el campo de batalla contra los indios fue heroico.

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