Desde la Revolución de 1789 a la caida del II Imperio francés y la repercusión de las revoluciones en Europa. Parte 5.

Tras el primer año de presidencia de la Segunda República de 1848, el presidente, sobrino carnal de Napoleón Bonaparte, Carlos Luis Napoleón, continuó los tres siguientes de su mandato -sin prórroga posible según la nueva Constitución-, viviendo grandes tensiones entre monárquicos, republicanos moderados y radicales, aunque todos enfrentados a los socialistas defensores del socialismo utópico.Read More

Desde la Revolución de 1789 a la caida del II Imperio francés. Parte 4.

Luis XVIII durante la mayor parte de su reinado (1814-1824), tuvo una actitud de conciliación nacional entre sus partidarios monárquicos y los opositores republicanos y bonapartistas, respetando ciertos aspectos nacidos con la Revolución.Read More

Desde la Revolución de 1789 a la caida del II Imperio francés. Parte 3.

Ante la imposibilidad de vencer a los ingleses, el Directorio asesorado por Napoleón decidió invadir Egipto para impedir la llegada de materias primas al Reino Unido de Gran Bretaña desde la India a través del canal de Suez. Egipto era un territorio que pertenecía entonces al Imperio otomano.Read More

Desde la Revolución de 1789 a la caida del II Imperio francés. Parte 2.

Tras la instauración de la Convención, la situación económica continuó empeorando, lo cual dio origen a revueltas constantes de las clases más bajas (sans-culottes) que expresaban su descontento, porque la Revolución francesa no solo no estaba satisfaciendo sus intereses, sino que incluso algunas medidas liberales les causaban un enorme y constante perjuicio. Al mismo tiempo, se comenzaron a gestar luchas antirrevolucionarias en diversas regiones de Francia. Un levantamiento popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por el rey y las tradiciones católicas, provocando la llamada guerra de Vandea, reprimida eficaz y cruentamente por las autoridades revolucionarias.Read More

Desde la Revolución de 1789 a la caida del II Imperio francés. Parte 1.

Tras la reunión de los Estados Generales de Francia el 5 de mayo de 1789 en Versalles y las consiguientes disputas respecto al tema del valor de las votaciones de cada uno de los tres Estamentos, los miembros del Tercer Estado -el pueblo llano- se declararon como únicos integrantes de la Asamblea General, representando no a las clases principales –Primer y Segundo Estado (clero y nobleza respectivamente)- sino al pueblo en sí. Si bien invitaron a los miembros de estos dos Estados a participar en la Asamblea, dejaron clara su intención de proceder incluso sin su participación.

A partir de ahí, y debido a la maniobra de Luis XVI ordenando la reconstrucción del Ministerio de Finanzas, interpretada por el pueblo de París como un autogolpe de la realeza, se lanzó el pueblo a la calle en abierta rebelión el 14 de julio, con la toma de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico. Algunos militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo.

Toma de la Bastilla.

El 6 de octubre de 1789, después de que una muchedumbre asaltara el palacio de Versalles, Luis XVI decidió trasladarse con su familia al palacio de las Tullerías en el centro de París.

El 3 de septiembre de 1791 fue aprobada la primera Constitución de la historia de Francia. Una nueva organización judicial dio características temporales a todos los magistrados, y desde luego, total independencia de la Corona. Así acababa el Antiguo Régimen y comenzaba el Nuevo Régimen.

El rey había sido mantenido en custodia durante la redacción de la Constitución, aceptándola, pronunciando un discurso ante la Asamblea que fue acogido con con gran satisfacción por sus componentes. La Asamblea Nacional Constituyente cesó en sus funciones el 29 de septiembre de 1791, constituyéndose la Asamblea Legislativa, que se reunió por primera vez el 1 de octubre de 1791.

Existía una fuerte corriente política que favorecía el mantenimiento de un sistema de monarquía constitucional, venciendo inicialmente la tesis de mantener al rey como una figura representativa, aunque desde luego sin poderes exclusivos.

Bajo la Constitución de 1791, Francia funcionaría como una monarquía constitucional; a Luis XVI le mantuvieron el Poder Ejecutivo compartido con la Asamblea, el derecho de vetar las leyes aprobadas por la misma y la potestad de elegir a sus ministros, lo que claramente apuntó a una revolución NO dirigida contra la corona, sino contra el sistema de monarquía absoluta.

En los primeros meses de funcionamiento de la Asamblea Legislativa, el rey había vetado una ley que amenazaba con la condena a muerte de los émigrés –término con el que se refería a una persona que había emigrado, teniendo en esa época connotaciones de autoexilio político, aplicada fundamentalmente a los nobles monárquicos emigrados-, y otra que exigía al clero prestar juramento de lealtad al Estado. Desacuerdos de este tipo fueron los que llevaron más adelante a la crisis constitucional.

En las Tullerías, los reyes y su familia, debieron soportar la presencia constante de la Guardia Nacional, que más que protegerlos parecía vigilarlos, siendo para los partidarios de la vieja monarquía, la estancia en ese palacio, como un arresto domiciliario. El 19 de abril de 1791, los reyes decidieron salir de París para pasar el Domingo de Ramos en su residencia campestre de Saint-Cloud, viéndose envueltos por una multitud que les impidió partir. Tras el incidente, el rey declaró públicamente que se sentía prisionero, preparando con María Antonieta la huida.

El plan consistiría en escapar de noche y viajar de incógnito hasta la ciudad fronteriza más próxima, Montmédy, a unos 287 kilómetros al este de París, en la actual frontera con Bélgica -entonces austríaca-; veinte horas de viaje sin pausa podían ser suficientes. Allí, el rey lanzaría una proclama para denunciar los abusos de la Revolución.

A las diez de la noche del 20 de junio de 1791 la reina confió sus hijos a un noble sueco de su confianza en secreto. Poco después se retiró a su dormitorio, dio las instrucciones a sus doncellas para el día siguiente y se acostó. Nada más quedarse sola se vistió con un traje muy discreto, se tapó la cara con un velo y salió por unas puertas de servicio del palacio.

El rey, por su parte, debió quedarse departiendo con los cortesanos hasta las once y media de la noche. Cuando se fue a dormir, su ayuda de cámara como era tradición, se acostó a sus pies con un cordel atado a su muñeca para que el monarca pudiera llamarle en cualquier momento. Luis le hizo un encargo y cuando el ayuda de cámara volvió, pensó que el rey estaba ya dormido, pero en realidad, el monarca ya había huido.

Luis, María Antonieta, sus cuatro hijos y el noble sueco, se reunieron por fin a las dos de la madrugada. Utilizarían una carroza nueva, con capacidad para ellos y el servicio, con baúles repletos de enseres, no constituyendo una comitiva discreta, aunque salieron de París sin problemas.

La fuga se descubrió a las ocho de la mañana. Al principio, algunos creyeron que el rey había sido raptado por contrarrevolucionarios, pero a mediodía se descubrió que había dejado un documento en el que explicaba las razones de su huida. Las autoridades reaccionaron ordenando el arresto de cualquier persona que intentara abandonar el reino.

Los fugitivos viajaban bajo identidades falsas: la marquesa de Tourzel, aya de los príncipes, se hacía pasar por una aristócrata rusa, la baronesa De Korff, mientras que la reina y la hermana del rey pasaban por ser sus doncellas y el rey por un criado. Cambiaron de caballos en Bondy a media hora de París.

Continuaron sin novedad hasta Châlons, adonde llegaron a las seis de la tarde. Se pararon con una avería en una rueda lo que provocó la llegada a Pont-de-Somme-Vesle con dos horas de retraso, habiéndose marchado las tropas que debían escoltarlos, pensando que se había suspendido la huida.

Continuaron hasta Sainte-Menehould en donde el maestro de postas, Jean-Baptiste Drouet reconoció a la familia real.  La carroza real logró continuar el camino, pero Drouet, tomando otra ruta llegó antes que ellos al municipio de Varennes-en-Argonne, a tan sólo 50 kilómetros de Montmédy. Drouet alertó al procurador, máxima autoridad del lugar dado que el alcalde estaba ausente, quien utilizó a un vecino ya mayor, antiguo juez de paz, que había estado en Versalles y que sin duda había visto al monarca en alguna ocasión. Cuando el anciano se presentó ante el rey, se arrodilló y exclamó ¡Sire!; Luis XVI no ocultó su identidad pidiendo que lo dejaran continuar hacia Montmédy.

Los revolucionarios bloquearon la marcha, custodiando a la familia real de vuelta a París. Seis mil ciudadanos armados y guardias nacionales los acompañaron durante el trayecto de regreso. El 25 de junio entraron en París, apareciendo el monarca tranquilo, como si nada hubiese ocurrido.

Tras la huida, la oposición revolucionaria a la monarquía se hizo cada vez más virulenta. El 10 de agosto de 1792, el palacio de las Tullerías fue asaltado y la Asamblea Legislativa suspendió las funciones constitucionales del rey, mientras la familia real era encerrada en el Temple.

La Asamblea acabó convocando elecciones con el objetivo de configurar por sufragio universal masculino un nuevo parlamento que recibiría el nombre de Convención (1792-1795).

El nuevo parlamento elegido ese año, abolió la monarquía y proclamó la república, creando un nuevo calendario -muy francés-, por el cual el año 1792 se convertiría en el año 1 de la nueva era.

El tiempo que transcurrió entre la disolución de la vieja Asamblea y la formación de la nueva Convención el gobierno pasó a depender de la Comuna Insurreccional, organización que mandó asesinar a miles de personas.

El poder legislativo de la nueva república estuvo a cargo de la Convención Nacional y el poder ejecutivo en el Comité de Salvación Pública.

El mismo día en el que se reunía por primera vez la Convención el 20 septiembre de 1792, las tropas francesas -el populacho de toda Francia- derrotaron por primera vez al ejército prusiano en Valmy.

Las dos potencias absolutistas europeas, Austria y Prusia, se dispusieron a combatir a la Francia revolucionaria, constituyendo la Primera Coalición con el apoyo del Reino Unido, España -a ratos-, Portugal, Nápoles, las Provincias Unidas y Cerdeña, en apoyo a la monarquía francesa, lo que hizo que el pueblo francés se convirtiera en un ejército nacional, dispuesto a predicar e imponer el nuevo orden revolucionario en toda Europa. El pueblo francés manifestaba su hostilidad hacia la reina María Antonieta -llamada la Austriaca por ser hija del que fuera emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Francisco I de Lorena- y contra Luis XVI, que casi siempre se negaba a firmar las  leyes propuestas por la Asamblea Legislativa.

Por el manifiesto de Brunswick, los ejércitos del Imperio austríaco y de Prusia amenazaron con invadir Francia si la población se resistía al restablecimiento de la monarquía, siendo considerado a partir de entonces Luis XVI un conspirador junto a los enemigos de Francia. El 17 de enero de 1793, la Convención condenó al rey a muerte por una pequeña mayoría acusándolo de “conspiración contra la libertad pública y la seguridad general del Estado” siendo ejecutado públicamente en la guillotina el 21 de enero de 1793. Meses más tarde, el 16 de octubre, su esposa María Antonieta siguió el mismo camino.

Luis XVI y el abad Edgeworth, al pie de la guillotina, el 21 de enero de 1793, por Charles Benazech.

Tumba de Luis XVI y María Antonieta en Saint Denis.

Tras años de guerra, la victoria se decantó del lado francés en 1794.

Música: Jacques Offenbach. Orphée aux enfers.

To be continued in part 2.

La volta do mar y la doble volta. Parte 4.

Los portugueses habían ido aprendiendo, con aciertos y fracasos, el régimen de vientos y corrientes que se debían utilizar para la navegación a vela por las costas africanas, familiarizándose con el régimen de los vientos alisios y contralisios. Hasta ese momento, se navegaba a bolina, es decir en contra de viento, buscando el ángulo menor posible, por lo que la navegación era lenta y penosa, sobre todo en el viaje de regreso. El descubrimiento de la volta y la doble volta fue el gran hallazgo de los marinos portugueses.Read More

La volta do mar y la doble volta. Parte 3.

Se han apuntado anteriormente alguna de las motivaciones que impulsaron a los descubrimientos portugueses y españoles de los siglos XV y XVI. Se debe señalar también como fundamental, la excelente situación geográfica de la Península Ibérica y la familiaridad de los marinos portugueses y castellanos con el Atlántico.Read More

La volta do largo y la doble volta. Parte 2.

Además del conocimiento de las corrientes marítimas y de los vientos, se tuvo que buscar un tipo de embarcación que se adecuara a los largos viajes que se proyectaban para dar satisfacción al ansia de descubrir nuevos territorios, en busca sobre todo de riquezas y nuevos mercados, y contar con las ayudas técnicas a la navegación que permitieran llevar una determinada derrota, y poder situarse con mayor o menor precisión en la inmensidad de los océanos.Read More

La volta do largo y la doble volta. Parte 1.

Si al comienzo de la navegación de altura, los navegantes hubieran imaginado, que un balón lanzado por una persona situada en un polo en dirección a una situada en un punto del ecuador, cuando éste llegara al punto de destino, el receptor estaría mucho más al este por el movimiento de rotación de la tierra w-e, todo hubiera sido más comprensible; hasta entonces, la navegación solía ser de bajura y guiada por los mapas portulanos.Read More

Contestación a un comentario sobre Melquiades y José Antonio.

Como es largo para hacerlo por comentarios….lo hago por aquí…

El reputado Melquiades Álvarez denominado el Tribuno y el Pico de Oro, por su facilidad retórica, presidente que fue del Congreso de los Diputados, y decano del Colegio de Abogados de Madrid, fundó en 1917 el Partido Reformista de inspiración republicana –como señalo en el post objeto del comentario Partido Republicano Reformista inicialmente-, pero sin importarle gobernar en una monarquía democrática, al estimar, que daba lo mismo el régimen establecido. Con el tiempo y los acontecimientos, Melquíades Álvarez fue moderando su discurso y se aproximó al Partido Liberal, partido por el que accedió en 1923 al Congreso de los Diputados, siendo elegido presidente del mismo.

A lo largo de la dictadura de Primo de Rivera participó en varias conspiraciones dirigidas a derribar al dictador.

Tras la finalización de los regímenes de dictadura -dura de Miguel Primo de Rivera, blanda de Dámaso Berenguer e inocua del almirante Aznar- y ya en la Segunda República, su partido, para entonces llamado Partido Republicano Liberal Demócrata -PRLD-, más conocido como Partido Liberal Demócrata, era un partido de ideología centrista, muy minoritario, colocado en el centro-derecha del espectro político.

Fue Melquiades elegido  diputado por Madrid por la Candidatura de Apoyo a la República y  por Valencia por la Conjunción Republicano-Socialista, en las elecciones constituyentes de 1931, y  tras la celebración de un sorteo, se le adscribió a la circunscripción valenciana, siendo reelegido por Asturias en las elecciones de 1933  en las listas conjuntas con la CEDA.

Entre abril de 1936 y su traslado a la prisión de Alicante el 5/6 de junio, José Antonio tuvo en Madrid 4 juicios por insultos a las autoridades, tenencia ilícita de armas y otros asuntos menores que se saldaron con penas de pocos meses, en alguno de los cuales sí estuvo asistido de algún modo menor por Melquiades. Una vez en Alicante, el 18 de junio, comenzó un quinto juicio por desacato y atentado a la autoridad. Esta vez, la condena fue de cinco años de prisión.

Melquiades no fue fusilado por ser defensor de José Antonio en agosto de 1936, un mes después del comienzo de la Guerra Civil, sino que fue recluido junto a otros políticos conservadores, en la Modelo de Madrid, SIENDO ASESINADO durante la llamada MATANZA DE LA CÁRCEL MODELO por milicianos anarquistas que habían ocupado la prisión. Junto a Melquiades fueron también fusiladas los exministros de la República Martínez de Velasco y Rico Avello.

José Antonio Primo de Rivera  actuó en el juicio de su condena a muerte como abogado defensor de sí mismo -no Melquiades que estaba en la cárcel cuando se celebró la vista de José Antonio-, de su hermano Miguel y de su cuñada Margarita Larios, presidiendo el Tribunal Popular que lo juzgaba, Eduardo Iglesias Portal. José Antonio fue condenado a muerte, su hermano a cadena perpetua y su cuñada a 6 años de prisión.

Abrazos  a los lectores