GÜELFOS Y GIBELINOS. Parte 2.

El inicio de la edad de hierro u oscura de la Iglesia católica puede señalarse con la muerte violenta del Papa Juan VIII -882-, que parece ser murió envenenado y posteriormente golpeado en la cabeza con un martillo. Coronó emperadores a Carlos II el Calvo en 875 y a su hermano Carlos III el Gordo en 881. Muchos de sus sucesores fueron destituidos, asesinados o encarcelados, con papados de muy corta duración. Fueron antipapas de este periodo Cristóbal, Dono II, Bonifacio VIIque asesinó a dos Papas: a Benedicto VI violentamente y de hambre a Juan XIV- Juan XVI, Gregorio, Benedicto X y Honorio II.

Papa Juan VIII.

También la historia sitúa en esta época la leyenda de la papisa Juana, no se sabe si fábula, apólogo o verdad, que trata de una mujer que habría sido Papa católica ocultando su verdadero sexo -quizá la primera que hubiera ido a los 8 M, incluso delante de ministra de igualdad-. El pontificado de Juana se estima entre 855 y 857, fecha que correspondió a Benedicto III. Otras hipótesis sitúan el papado de Juana entre 872 y 882, o sea Juan VIII.

Dada la influencia que ejercían los obispos sobre las personas de sus diócesis, los reyes pretendían tenerlos de su lado, pudiendo concederles las dignidades e investirlos, entregándoles las posesiones que conllevaban los cargos, para poder así asegurar su fidelidad.

El papado fue cayendo en manos de clanes nobiliarios, que conseguían la elección de pontífices afectos, que fueron en general individuos insignificantes, indignos o ambas cosas, pero sometidos a los que les llevaban a la más alta dignidad eclesiástica.

Los papas fueron coronando a los emperadores y sometiéndose a ellos hasta bien entrado el siglo XI, no pudiendo el poder eclesiástico luchar contra las intromisiones de los poderes seculares. Solo tras la reforma gregoriana, el papado se vio con fuerzas para defender sus intereses.

Con Enrique III el Negro -hijo de Conrado II y 2º emperador de la dinastía salía entre 1046 y 1056– se llegó al punto álgido del cesaropapismo con la dispensa multitudinaria y desenfadada de cargos eclesiásticos por el poder secular. A su muerte, surgió un movimiento para liberar al papado del sometimiento al imperio. En todo el mundo cristiano comenzó a reivindicarse la libertad de la Iglesia para nombrar a sus dignidades, tratando de enaltecer la moral de los eclesiásticos, condenando la simonía, y el nicolaísmo -matrimonio o amancebamiento de los clérigos-, obligando al celibato, en un intento de fortalecer la autoridad papal frente a la del emperador.

Enrique III  el Negro, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

En la segunda mitad del siglo XI surgió la corriente teológica-filosófica escolástica, que favoreció la subordinación de la razón a la fe. La escolástica, predominaría en las universidades medievales y en las escuelas religiosas hasta el siglo XV.

El cesaropapismo establecido por los primeros emperadores tuvo que ceder ante el peso de la hierocracia, que tuvo en san Gregorio VII a uno de los más brillantes defensores del poder universal del papado. El Papa Gregorio VII Hildebrando di Soana– sentenció la supremacía del pontífice sobre los poderes temporales, incluyendo de forma explícita y especial al emperador.

Papa Gregorio VII.

Hildebrando di Soana fue elegido antipontífice por aclamación popular en abril de 1073, trasgrediendo la legalidad establecida en 1059 en el concilio* de Melfi  en el que se señaló que no se podía elegir papa por esta vía, sino por el colegio cardenalicio. A pesar de ello, fue consagrado papa.

En 1075, Gregorio VII publicó los DICTATUS PAPAE que recogían un ideario político-religioso de veintisiete axiomas, donde el papa expresaba sus ideas sobre cual debía ser el papel del pontífice en su relación con los poderes temporales. Podían resumirse, en que el papa es señor absoluto de la Iglesia, estando por encima de los fieles, los clérigos y los obispos, pero también de las Iglesias locales, regionales y nacionales, y por encima también de los concilios. También, que el Papa era señor supremo del mundo, debiéndole todos sometimiento, incluidos los príncipes, los reyes y el propio emperador. Y por último algo que podía cerrar cualquier fuga o escape: la Iglesia romana no erró ni errará jamás.

Esto originó una crisis en los poderes seculares que provocó el surgimiento de antipapas que hicieran frente a Gregorio VII, el cual prohibió la investidura de obispos por parte de los poderes laicos, prohibición reiterada en un sínodo celebrado en Roma en 1075; los clérigos se debían a la Iglesia y no podían ser vasallos ni de reyes ni del emperador. Nació así la Disputa o Querella de las Investiduras.

Esta prohibición no fue admitida por el Romanorum Imperator augustus Enrique IV -tercer emperador de los cuatro de la dinastía salia– que continuó nombrando los obispos de Milán, Fermo y Spoleto, por lo que el papa le amenazó de excomunión y de deposición como emperador.

Enrique IV.

Enrique IV celebró un sínodo* en Worms en enero de 1076, deponiendo a Gregorio VII. La excomunión dictada por el papa, ya firme, liberaba a los súbditos de Enrique del vasallaje y la obediencia, por lo que temiendo un levantamiento de los príncipes electores alemanes, que habían acudido a reunirse en una dieta con el Papa, decidió ir al encuentro de Gregorio VII, en Canossa, y humillarse, solicitando su perdón.

El encuentro entre el Papa y Enrique tuvo lugar en el castillo de la condesa de Canossa. Enrique se presentó ante el Papa como pecador, sabiendo que, de esta forma, el pontífice en su calidad de sacerdote no podría negarle el perdón. En enero de 1077, Gregorio VII absolvió a Enrique IV de la excomunión a cambio de que se celebrara una dieta* para debatir la problemática de las investiduras eclesiásticas.

Carlo Emmanuelle. Encuentro entre el emperador Enrique IV y el Papa Gregorio VII en Canossa en 1077. 1630.

Eduard Schwoiser. Humillación de Enrique IV ante el Papa para pedirle su perdón. 1852.

NOTAS

*Sínodo es un encuentro que mantienen autoridades eclesiásticas. Sínodo procede de la palabra griega synodos, que se traduce como reunión, y es fruto de la suma de dos elementos, el prefijo syn, que es sinónimo de con o junto, y odos, que es equivalente a ruta o camino.

Un sínodo, por lo tanto, puede ser un concilio. En este tipo de reuniones, los obispos y otros líderes se reúnen para tratar temas de doctrina o de organización eclesiástica.

En el caso de la Iglesia católica, es posible distinguir entre tres tipos de sínodos:

El concilio provincial que es el que puede celebrar un obispo metropolitano cada dos décadas, el concilio nacional, que cuenta con la participación del episcopado de todo el país en cuestión y se desarrolla una vez que es autorizado por el Papa, y el concilio ecuménico, que es convocado por el Papa y abierto a todos los obispos.

También existe el sínodo episcopal que es un encuentro de aquellos obispos seleccionados de diversas partes del mundo para estrechar la relación y los vínculos con el Papa. Es importante diferenciar entre el sínodo episcopal y el concilio ecuménico, ya que ambos son encuentros de obispos con el Sumo Pontífice; el sínodo apunta a relación personal, consultas y a la asesoría papal, mientras que el concilio suele fijar definiciones dogmáticas.

Dieta es una asamblea para deliberación formal dentro de una organización política. La palabra deriva del latín medieval dietas, con raíz en dies -día-. El término es utilizado en este sentido debido a la regularidad con que se reunían tales asambleas.

La dieta solía reunir a los distintos estratos de la sociedad -nobleza, clero, burguesía, etc.- con el rey o emperador.

Las asambleas del Sacro Imperio Romano Germánico recibían la denominación de Dieta Imperial -Reichstag-.

*Concordato es un acuerdo, convenio o tratado entre la Santa Sede y un Estado con el propósito de regular sus relaciones en diversas materias. Los concordatos pueden realizarse sobre temas generales o sobre cuestiones concretas.

En el V concilio de Roma, en el año 1078, se reiteró la condena a las investiduras llevadas a cabo por laicos. Sin embargo, Enrique dilataba la celebración de la dieta acordada, por lo que Gregorio VII  lanzó contra el emperador una segunda condena de excomunión y lo depuso, nombrando nuevo emperador a Rodolfo, duque de Suabia, casado con la hermana de Enrique IV, a la cual había raptado cuando Enrique era aún un niño.

Esta segunda excomunión y el nombramiento de Rodolfo no tuvieron demasiado éxito. Respecto a la excomunión, los obispos alemanes y lombardos apoyaron a Enrique en esta ocasión, quien, en un sínodo celebrado en Brixen en 1080, hizo proclamar nuevo papa al antipapa Clemente III, y respecto a Rodolfo de Suabia, se enfrentó a él en la batalla del río Elster Blanco, en donde Rodolfo, a pesar de su victoria, perdió la vida, terminando de este modo con las molestias de su cuñado raptor.

Antipapa Clemente III y emperador Enrique IV.

Marchó sobre Roma, y en 1084, tras entrar en la ciudad, celebró un sínodo en el que se decretó la deposición y excomunión de Gregorio VII, confirmando al antipapa Clemente III, como Papa, procediendo a coronar en Roma como emperadores del Sacro Imperio Romano a Enrique IV y a su esposa Berta de Saboya.

Gregorio VII se refugió en Sant´Angelo pidiendo ayuda a los normandos, que acudieron, obligando a Enrique a abandonar Roma, aunque la ciudad eterna fue saqueada e incendiada por los ejércitos normandos, acción que desencadenó el levantamiento del pueblo de Roma contra Gregorio, que se vio obligado a retirarse a la ciudad de Salerno en donde falleció poco después, el 25 de mayo de 1085.

La disputa sobre las investiduras finalizó mediante el concordato de Worms en 1122, en donde quedaron separadas -teóricamente, que no de hecho- las eclesiásticas, de las laicas de los señores feudales.

Entrega de los símbolos de poder de Enrique IV a Enrique V.

Al antipapa, Clemente III le sucedieron Teodorico, Alberto y Silvestre IV, con el visto bueno de Enrique V -último emperador de la dinastía salía y sucesor de Enrique IV-, una verdadera dinastía de antipapas, hasta el concordato de Worms. Más adelante, los enfrentamientos entre papado e imperio se recrudecieron con el emperador Federico I Barbarroja, y se pueden contar doce antipapas hasta finales del siglo XII, todos supeditados a los deseos del emperador.

Música: UNA FURTIVA LÁGRIMA de L’ELISIR D´AMORE Act 2 de Gaetano DONIZATTI por Luciano Pavarotti.

To be continued in part 3.