EL NUDO GORDIANO DEL MOMENTO POLÍTICO ACTUAL EN ESPAÑA
El nudo gordiano: la dificultad insoluble, o lo muy enredado e imposible de desatar.
Faltaban aún casi cuatro siglos para que Alejandro Magno viniera al mundo, cuando en Frigia –la actual Anatolia, en Turquía–, un oráculo anunció al pueblo, que algún día verían llegar por la Puerta del Este a un hombre en un carro, en el que se posaría un cuervo y esa sería la señal para saber que ese hombre, era su verdadero rey.
Algún tiempo después, un pastor, llamado Gordio (de aquí la metonimia…gordiano) llegó a la ciudad por el camino del este, y justo al atravesar la puerta, un cuervo se posó en el yugo de su carro de bueyes. Los ciudadanos llevaron a Gordio al templo y lo coronaron rey.
Cuando quisieron quitar el yugo que unía los bueyes a la lanza de la carreta de Gordío, les resultó imposible deshacer el nudo de la correa de cuero. De nuevo predijo el oráculo que quién lograra desatar el nudo sería el conquistador de toda Asia.
Alejandro Magno en su avance desde Macedonia para conquistar el mundo, tuvo conocimiento de la existencia del nudo del yugo del carro de Gordio y de la predicción del oráculo. Llegado a la ciudad de Gordion –nombre puesto en honor a su rey–, se dirigió al lugar donde se encontraba el carro y pudo observar el yugo con el nudo intacto. Una y otra vez buscó un hueco para apalancar, un hilo de donde tirar, un punto débil en el endurecido cuero, pero el nudo no mostró debilidad alguna.
Alejandro pensó que no sería un nudo quien detuviera sus soñadas y extraordinarias conquistas, ni quien hiciera pensar que no podría lograr cuanto se propusiera. Así, con un fuerte y certero tajo de su falcata, cortó el nudo.
Ya podía iniciar, con la seguridad de lo predicho por el oráculo, la conquista de Asia. conquistando en dos años en primer lugar Egipto donde fue declarado Dios, fundando la ciudad de Alejandría, y a continuación Siria, para llegar a la batalla de Gaugamela o Arbela -hoy Tel Gomel al norte de Irak- donde venció a Darío III, rey persa que quintuplicaba las fuerzas de Alejandro y además había elegido el campo de batalla. Después conquistó Mesopotamia, llegando a Babilonia, desde donde continuó la conquista de toda Asia por rutas al sur de la actual Azerbaiyán y del mar Caspio.
La fe en sí mismo de Alejandro, tenía motivos en que basarse importantes: el día que nació, Eróstrato, un pirómano loco, quemó el templo de Artemisa en Éfeso -una de las variables maravillas del mundo-, aprovechando que la diosa asistía al nacimiento del hijo de Filipo II, señalando al ser ejecutado que lo había hecho para marcar el día del nacimiento de alguien que sería grande en la historia. También Plutarco narra que el nacimiento de Alejandro se produjo en una noche de vientos huracanados, que los augures interpretaron como anuncio de Zeus de la gloria del recién nacido.
Batalla de Gaugamela o Arbela. Jan Brueghel el Viejo. 1602. Museo del Louvre. París
Nos encontramos en un momento político en España, con un nudo gordiano que nadie parece saber deshacer. Las hebras más fuertes del cuero, puede que sean las líneas rojas que con aparentemente mucha convicción verbal –pero quizá poca solidez intelectual– pusieron en las condiciones de sus programas los partidos políticos, y que son las que –de momento– impiden llegar a pactos útiles, además de la natural ambición de los líderes, claro.
Las líneas rojas, son numerosas: no,no,no, del PSOE. El referéndum catalán de Podemos e IU y de los independentistas. La reorganización de la reforma laboral, de casi todos. El cambio de la ley de educación, de la mayoría. La cuestión de intensificar la atención social a todos, los que tienen derechos legales y los qué no, de muchos. El PP no cambia de política bajo ningún concepto, ni tampoco cambia de Rajoy. Derrocar a Rajoy, de todos…
Parece que con esas líneas en su color rojo inicial, el nudo será imposible de deshacer. Los unos no se mueven y los otros se mueven demasiado, para nada. ¿Es peor perder el tiempo con lo inútil que no hacer nada? En realidad, es que no se puede ser tan de todos, que no se sea ni de uno mismo, Pedro. Pero ni nada , ni todo , es eterno…
El atracón de aplausos populistas, hace crecer a los necios y no debiera dañar a los sabios. Algunos son como camaleones de la popularidad y su placer no está en las suaves brisas de lo inteligente sino en el aliento vulgar. (El arte de la prudencia. D. Baltasar Gracián)
Entonces se llega a un punto en el qué, o se atenúa el color de las líneas para poder ser aceptables por las otras partes, o tendríamos que tener un político de la fuerza e intuición de Alejandro, provisto de su correspondiente falcata, para deshacer el nudo cortando tanta sandez roja. Y aquí no valen gestos simpáticos –aunque siempre son aconsejables las buenas maneras–, porque Europa entrará en breve a marcarnos las líneas de acción, que posiblemente dejarán el gozo de los populacheros en un pozo. Tanto anhelo, al fin inútil.
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Que no sirva de precedente, pero te doy la razón. Necesitamos un Alejandro.
Me gusta el sillón,a todos; como decía una voluptuosa viuda argentina ” me gustan los pobres, por eso los multiplicamos”
. No se si Mariano sera Magno, pero hay una cosa clara, el tuerto es el rey entre los ciegos, pues el discurso y las matemáticas se acaban y el tiempo también, estaremos atentos para pedir el voto por correo, al menos no perderemos un día de estar con los nuestros. Muy bien el articulo, claro y concreto.
Gracias Juan antonio
No hay que dar muchas vueltas al asunto. Todo lo que está pasando es una prueba más de que el ciudadano de este país ha tragado, traga y tragará lo que le echen y venga de donde venga. Cada vez se aprecia más la ” inmadurez ” intelectual y ” cortez” mental de una buena parte de la ciudadanía y crece el SECTARISMO a pasos agigantados. Las causas son claras y largo de comentar aquí. En este país – en la historia recientísima – han ocurrido hechos gravísimos y aquí no ha pasado nada.¡ Qué vamos a esperar ahora!
Así es querido Eduardo
a mí lo que más me puede es ese aliento vulgar que nos rodea, no lo puedo soportar…..
You are right
Idiosincrasia Española