Luis Enrique I no es título de rey de Francia, sino de rey de barrio -bajo- como se puede contemplar por su comportamiento en la final del mundial de clubes, en la que al terminar el partido, como el peor de los hooligans, se lanzó a pegarse con algún jugador del Chelsea, dejando a un lado sus sentidas y serenas declaraciones realizadas -buenismo fingido- unos días antes al derrotar al Real Madrid, en las que manifestó que ¡bueno!, hay que saber perder con la misma clase que cuando se gana.
El que solo sabe decir en francés on va gagne bien sûre o avec sûre seulement sure, ha perdido la final con el Chelsea, en un partido en el que los ingleses, sin paliativos, fueron mejores que el PSG.
Ayer, Luis Enrique lloraba en su habitación del hotel, lloraba por la derrota mientras oía nuevamente la canción Aline -que es de amor-, creyendo que era la de celebración de la Copa que ya se veía levantando y se escapó de sus manos. ¡Ay asturianito engreído! ¡Pues no te faltan tablas para convertirte en un auténtico general en tu club! ¡La prudencia en la persona muchos bienes proporciona!
Como es cierto que has conseguido hacer un muy buen equipo, se esperaba que estuvieras a partir de ganar la Champion más a la altura, y no metieras más la pata, pero eso no parece a tu alcance; sería bueno que aprendieras del comportamiento del joven Carlos Alcaraz en su derrota ante Sinner en Winbledon.
¡Lo veo difícil, ya que tu acentuado prognatismo, apunta a tu determinación de continuar siendo un auténtico torpe!. Nadie tiene ni PUTA IDEA de nada excepto el rey del barrio.
El arte ha dedicado incontables obras a Jesús y sobre todo a su pasión y muerte. Aquí tratamos de acompañar con algunas pinturas, los momentos más señalados de su Pasión.
Jesús llegó con los discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo“. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como quieras tú” (Mt 26, 36-39). Jesús señaló a Pedro diciéndole que antes que cantara el gallo, le negaría tres veces.
Este pasaje ha sido relatado en numerosísimas obras de arte, de las que señalamos algunas.
La oración en el huerto. Giulio Cesare Procaccini. 1615-1620. Óleo sobre lienzo. 216 x 147cm. Museo del Prado. Madrid.
Procaccini señala en su obra, como en el Huerto un ángel conforta a Jesús, mientras Pedro, Juan y Santiago -estos dos últimos hijos de Zebedeo y Salomé-, duermen a su alrededor.
Cristo con rostro agitado -contrastando con el de serenidad del ángel-, solicita al Padre que aparte de él la agonía que le aguarda, ante la atenta mirada del ángel que alza su mano derecha hacia la divinidad. Las dos figuras están envueltas en una luz poderosa que aviva los colores de sus vestiduras blancas, verdes, rojas y azules, con distribución del óleo, aparentemente espatulado, característico de su pintura y de la escuela lombarda que encarna dentro del barroco italiano. El resto de la pintura está en penumbra como corresponde al momento solar que representa, excepto la gloria azulada y rosácea que aparece detrás del ángel.
En este sentido, y cada uno con las especiales características de las escuelas a las que pertenece, y de sus estilos propios, podemos apreciar algunos de las innumerables obras que relatan este suceso bíblico.
La oración en el huerto. TizianoVecellio di Gregorio, Tiziano. 1562. Óleo sobre lienzo. 176 x 136 cm. Museo del Prado. Madrid.
La oración en el huerto. Discípulo de la escuela de Giorgio Vasari. 1er tercio siglo XVII. Óleo sobre tabla. 119 x 153,5 cm. Museo del Prado. Madrid.
La oración en el huerto. Doménikos Theotokópoulos,El Greco. 1590. Óleo sobre lienzo. 102 x 131 cm. National Gallery. Londres.
Jesús en el huerto de Getsemaní. Andrea Vaccaro. 1660. Óleo sobre lienzo. 174,5 x 125 cm. Abadía de Montserrat. Provincia de Barcelona.
Cristo en el Monte de los Olivos. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 154 x 222 cm. Bode Museum. Isla de los Museos. Berlín.
Estaba Jesús orando en el huerto de Getsemaní cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran tropel de gente con espadas y palos enviados por el sumo sacerdote y por los ancianos del pueblo judío.
El que iba a entregar a Jesús, les había dado esta señal: «Al que yo bese, ése es: prendedlo». Y enseguida se acercó a Jesús y le dijo: –Salve, Rabbí– y le besó. Jesús le dijo, ¡Haz lo que has venido a hacer! Entonces, se acercaron, cogieron a Jesús y lo apresaron. De pronto, uno de los que estaban con Jesús desenvainó un alfanje, e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús dijo: -Pedro vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que recurren a la espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Entonces, ¿Cómo se van a cumplir las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?En aquel momento le dijo Jesús a la gente: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendisteis.
Boceto para El prendimiento de Cristo. Francisco de GOYA y Lucientes. 1798. Óleo sobre lienzo. 40,2 x 23,1 cm. Museo del Prado. Madrid.
La Captura o El prendimiento de Jesús. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 133,5 x 169,5 cm. Galería Nacional de Arte de Irlanda. Dublín.
Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron -Pedro le negó la primera vez-, siendo trasladado Jesús en primer lugar a casa de Anás que había sido sumo sacerdote con anterioridad y era yerno del actual presidente del Sanedrín, Caifás, porque su casa estaba en el mismo camino que la de Caifás, pero más cerca.
Pedro negó a Jesús por segunda vez en la casa de Anás, el cual interrogó a Jesús, siendo abofeteado duramente por un esclavo durante su estancia en esa casa, por contestar -según el esclavo- de forma poco adecuada a Anás.
Jesús en casa de Anás. José de Madrazo y Aguado. 1803. Óleo sobre lienzo. 176 x 226 cm. Museo del Prado. Madrid.
Cristo ante Anás. Duccio di Buoninsegna. 1308-1311. Témpera sobre madera. 99 x 53,5 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.
Después fue trasladado a la casa del sumo sacerdote Caifás, en donde Pedro negó a Jesús por tercera vez -cantó el gallo- y Caifás se rasgó las vestiduras de indignación, quitándose el problema de encima, enviando a Jesús a casa del gobernador Pilato.
Jesús había predicho que Pedro le negaría con reiteración, señalando que lo haría tres veces antes de que el gallo cantara a la mañana siguiente. Pedro después de la tercera negación, escuchó el canto del gallo y recordó lo dicho por Jesús mientras le miraba, y el negaba lo que anunciaba el maestro por creerlo imposible. Pedro entonces lloró amargamente.
Negación de Pedro. RembrandtHarmenszoon van Rijn. 1660. Óleo sobre lienzo. 154 x 169 cm. Rijksmuseum. Amsterdam.
Negación de Pedro. Gerard Seghers. 1620-1625. Óleo sobre lienzo. 157,5 x 227,3 cm. Museo de Arte de Carolina del Norte. Raleigh.
Cristo ante Caifás. Mathias Stomer. 1630. Óleo sobre lienzo. 89 x 142,2 cm. Milwaukee Art Museum. Milwaukee.
Improperios en la casa de Caifás; parte del políptico de Isabel la Católica. Juan de Flandes. 1496-1504. Óleo sobre madera. 25,8 x 20,4 cm. Galería de las Colecciones Reales Madrid.
Al llegar a casa de Pilato, hubo una primera entrevista privada. Pilato, al conocer que Jesús era galileo mandó trasladarlo al palacio de Herodes, ya que era asunto de su jurisdicción.
Jesús ante Pilato. Primer Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo. 168 x 286 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.
Jesús en la obra va vestido con una sencilla túnica y se encuentra con serena dignidad frente a Poncio Pilato que está sentado en una plataforma elevada. La presencia de Pilato transmite autoridad al mismo tiempo que cierta curiosidad y quizá desasosiego, mientras que la actitud tranquila e inquebrantable de Jesús insinúa su fuerza interior.
La composición está cuidadosamente organizada, con las figuras dispuestas en una formación triangular que atrae la atención hacia el drama central. Los tonos apagados y el hábil uso de la luz crean una atmósfera sombría y triste, que enfatiza la gravedad de la situación.
Herodes, viendo a Jesús se alegró, porque hacía tiempo que deseaba conocerlo personalmente; había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna cosa especial, como un milagro de los que decían hacía con habitualidad. Le hizo muchas preguntas pero Jesús nada respondió, mientras los principales sacerdotes y escribas le acusaban con vehemencia. Entonces Herodes, hizo que sus soldados le menospreciaran y vistieran con ropas que ridiculizaban su posición de Rey de los Judíos, devolviéndoselo a Pilato.
Jesús en la corte de Herodes. Duccio di Buoninsegna. 1308-131o. Temple sobre madera. 50 x 57 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.
Llevado nuevamente ante la presencia de Poncio Pilato –segundo encuentro-, el gobernador sin saber muy bien que hacer, fue impulsado por los ancianos judíos para que Jesús fuera juzgado y condenado, acusándolo de pretender ser el Rey de los Judíos, afirmación que debería ser considerada traición al tratarse de un desafío directo a las autoridades romanas.
Jesús ante Pilato. Segundo Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo. 277 x 157 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.
Pilato declaró tres veces su creencia en la inocencia de Jesús, hasta puso en el tablero la posible liberación de un malvado forajido llamado Barrabás a cambio de Jesús, para inclinar la balanza a favor de este último.
Los ancianos y el pueblo pidieron la liberación de Barrabás y entonces Pilato se lavó las manos y mandó primero azotar, y más tarde crucificar a Jesús, lo que la soldadesca -motu proprio- acompañó con la coronación, escupitajos y la imposición del manto.
Aquí comienza lo que la historiografía ha denominado Ecce Homo “He aquí el hombre”, traducción que en la Vulgata latina se dio al pasaje del Evangelio de san Juan (19:5); se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato cuando presentó a Jesús a la muchedumbre hostil, a la que dejó el destino final de Cristo –él se lavó las manos-.
Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!
La escena sucedió tras la flagelación de Cristo atado a una columna y ser coronado con espinas.
ECCE HOMO. Antonio Ciseri. 1871. Óleo sobre lienzo. 360 x 292 cm. Galería de Arte Moderno. Florencia.
ECCE HOMO. Tiziano. 1543. Óleo sobre lienzo. 242 x 361 cm. Kunsthistorishes Museum. Viena.
En el arte cristiano se denomina Ecce Homo a una tipología de representaciones de Jesús en la que aparece tal como se describe en este pasaje evangélico, con o sin los demás personajes. Cristo aparecerá semidesnudo y atado, con una caña en las manos o no, que representa un cetro, con el manto regio y la corona de espinas.
Por fin llegamos a la exposición de varios ECCE HOMO -el último es el encontrado recientemente de Caravaggio y expuesto en el Prado tras comprobar su autoría- para terminar con una obra del insigne artista con su obra El entierro de Cristo.
ECCE HOMO. Tiziano. 1547. Óleo sobre pizarra. 69 x 56 cm. Museo del Prado. Madrid.
ECCE HOMO. José de Ribera –Lo Spagnoletto-. 1634. Óleo sobre lienzo. 97 x 81 cm. Academia de Bellas Artes de san Fernando. Madrid.
ECCE HOMO. Peter Paul Rubens. 1612. Óleo sobre lienzo. 125,7 x 96,5 cm. Museo del Hermitage. San Petersburgo.
ECCE HOMO. Bartolomé Esteban Murillo. 1660. Óleo sobre lienzo. 52 x 41 cm. Museo del Prado. Madrid.
ECCE HOMO. Juan de Juanes. Alrededor de 1570. Óleo sobre tabla. 86,4 x 58,5 cm. Museo de Bellas artes de Valencia.
ECCE HOMO. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 128 x 103 cm. Palazzo Bianco. Génova.
ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.
Aquí, la figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– y parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o acompañándola, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o de miedo.
Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.
Tras estos sucesos, Jesús fue conducido a la crucifixión y posterior descendimiento y entierro.
Cristo Crucificado. Alonso Cano. Circa 1645. Óleo sobre lienzo. 220 x 126 cm. Museo del Prado. Madrid.
Santo Entierro. Caravaggio. 1602-1604. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.
Música: Requiem de Mozart – Lacrimosa – Karl Böhm – Sinfónica de Viena.
Que la luz del balcón ilumine tu lado izquierdo, ordenó Gustav a Ádele. Me desnudo?, preguntó ella con el visible deseo de hacerlo reflejado en sus ojos bazos.No, sólo te deseo sin ropa para mí; en este retrato intentaré plasmar tu belleza para que el mundo pueda apreciarla, y me envidie y te adore.Read More
Michelangelo Merisi nació el 29 de septiembre de 1571 en la ciudad lombarda de Caravaggio, situada al norte de Italia, este de Milán. Los padres eran de clase media-alta, trabajando su padre Fermo Merisi como arquitecto y administrador de los Sforza da Caravaggio, rama menor de los Sforza milaneses, y su madre, Lucía Aratori que provenía de familia noble y adinerada.
Al primer duque de Milán Francesco I Sforza, le sucedió su hijo Galeazzo María y a este su inepto primogénito Gian Galeazzo, que nunca gobernó de hecho, asumiendo la gobernanza del ducado el tercer hijo de Francesco I, Ludovico el Moro Sforza quien obtuvo el título de duque a la muerte de su sobrino Gian Galeazzo.
Anulada la rama mayor de los Sforza tras la muerte de los dos hijos de Ludovico el Moro sin descendencia, quedaron varias ramas menores, una de las cuales, la de los Sforza-Caravaggio, estuvo encabezada por Juan Pablo, hijo natural de Ludovico y de Lucrecia Crivelli, hija de los marqueses da Caravaggio.
Tras la muerte del padre de Caravaggio como consecuencia de la peste menor que asoló Milán circa 1580 -cuyo héroe fue san Carlos Borromeo que murió de esta enfermedad en 1584-, el jovenMichelangeloentró a trabajar como aprendiz del pintor lombardo Simone Peterzano en 1584. Siete años después moría su madre. Pero el joven Caravaggio no se conformaba con ser aprendiz, viajando a Venecia donde conoció las obras de Giorgione -Giorgio da Castelfranco- y de Tiziano –Tiziano Vecellio di Gregorio-; después marchó a Roma para establecerse como artista independiente.
La situación con la que se encontró fue difícil: sin dinero y sin amigos, tuvo que instalarse en uno de los peores barrios de la ciudad. Allí pasó hambre rodeado de mendigos, prostitutas y borrachos. Vivió un tiempo en una profunda pobreza tratando de vender sus primeras pinturas. Esos años causaron muchos estragos en Caravaggio. El artista se volvió violento y a menudo se metió en peleas que le causaron severos problemas con la justicia. También, durante este tiempo, padeció diferentes enfermedades como la malaria.
Por fin pudo conocer a Giuseppe Cesari, el “pintor de flores y frutos” de la cámara del papa Clemente VIII, quien le ofreció trabajo en su taller de pintura. Allí Caravaggio, realizó varias obras entre las que se pueden destacar Muchacho pelando fruta, su primera obra conocida, y un supuesto autorretrato que tituló Baco enfermo y Niño con cesto de frutas.
Muchacho pelando frutas. Caravaggio. 1592. Óleo sobre lienzo. 64 x 51,4 cm. Fundación Roberto Longhi. Florencia.
Baco enfermo. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma
Niño con cesto de frutas. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma.
La economía de Caravaggio no era demasiado boyante cuando conoció al pintor Próspero Orsi, que le metió en un círculo de gente importante como coleccionistas de arte, conociendo en esa época también al arquitecto Onorio Longhi que lo introdujo en los bajos fondos y las peleas callejeras, y al joven siciliano Mario Minniti, que le sirvió de modelo, y años más tarde fue su ayudante en Sicilia. Parece ser que Caravaggio fue bisexual pero no el icono gay que algunos trataron de colocarle.
El cardenal Francesco María del Monte, un importante coleccionista y mecenas que buscaba nuevos artistas, quedó tan impresionado con estos cuadros que los compró él mismo, invitándole además a entrar a su servicio, instalándole en el palacio Madama, comenzando entonces a ser reconocido ya como gran artista, extendiéndose su fama y consiguiendo los encargos más importantes de la ciudad. De esa época fueron los cuadros: La buenaventura y Partida de cartas.
La buenaventura. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 115 x 150 cm. Museos Capitolinos. Roma.
Una segunda versión de esta obra se encuentra en el Museo del Louvre.
Jugadores de cartas. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 94,2 x 131,2 cm. Museo de Arte. Kimbell. Forth Worth. UK.
En la obra puede observarse con la naturalidad que se desarrollan las trampas en la partida, cuando el observador apunta a uno de los jugadores las cartas del otro: la trampa y la bronca serían una constante en su desgraciada vida.
Durante esta época, Roma fue también centro de la cultura musical, un lugar donde acudían músicos de toda Europa, así, la primera obra que Caravaggio pintó exprofeso para Del Monte fue la titulada Los músicos. Un año más tarde y también para el cardenal pintó Cesto con frutas.
Los músicos. Caravaggio. 1595. Óleo sobre lienzo. 87,9 x 115,9 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.
Cesto con frutas. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 46 x 64 cm. Biblioteca Ambrosiana. Milán.
La capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, debe su nombre a la adquisición en 1565 de esta por el prelado francés Mathieu Cointrel -Contarelli es la italianización-. El propósito de Cointrel era decorar la capilla en honor a San Mateo. Cointrel contrató primero a Muziano , pero murió sin ver el trabajo, habiendo dejado dicho en su testamento que debía terminarse y la partida presupuestaria correspondiente. La segunda fase fue encargada a Giuseppe Cesari , quien realizó los frescos de la bóveda. Finalmente los lienzos los terminaría realizando Caravaggio, del taller del anterior. Para la capilla Contarelli pintó El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo.
Capilla Contarelli. Iglesia de San Luis de los Franceses. Roma.
El martirio de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.
La vocación de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.
Tras una visita de Del Monte a su amigo Vincenzo Giustiniani, ambos decidieron encargar al artista una pintura con un tema musical diferente, El tañedor de laúd, una de las obras más bellas y poéticas de Caravaggio.
El tañedor de laúd. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 94 x 119 cm. Museo Hermitage. San Petersburgo.
Existen tres versiones de esta obra, otra en la colección Wildenstein. NY. y la tercera en Badminton House. Gloucestershire. UK. La mejor es la de Hermitage.
Como homenaje a su mecenas el cardenal del Monte, gran aficionado a la música, Caravaggio pintó esta obra. Se puede afirmar que el joven modelo es casi el mismo que aparece como figura central en Los músicos. La partitura musical que toca el joven parece ser obra de Jacques Arcadelt, francés amigo del cardenal. En principio, se pensó que el cuadro representaba a una joven dama, pero la evolución del estudio pictórico afirma que se trata de un muchacho con evidentes rasgos de androginia. Así, Caravaggio logró una de sus mejores obras, donde la música es representada con un ideal de perfección, por un modelo de ambos sexos con los labios entreabiertos y el movimiento de la mano que nos muestra la forma de representar el natural que perseguía el artista.
En la zona izquierda del cuadro se aprecia un jarrón con flores que idealiza la belleza de la naturaleza con sus frutos, y en paralelo, la belleza de la partitura que se idealiza en el canto del joven que interpreta el madrigal, obra relativa al amor idealizado, que triunfa sobre el amor físico.
Del Monte compartía con otros personajes importantes como Borromeo o Fernando de Médicis muchos intereses científicos, y en 1598, Caravaggio pintó en honor de este último La cabeza de Medusa, un tema muy vinculado a Florencia y a los Médicis.
La cabeza de Medusa. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 60 x 55 cm. Galería de los Uffizi. Florencia.
A finales de la década de 1590, el cardenal Del Monte adquirió en Roma la villa Ludovisi y encargó a Caravaggio la decoración del techo, en donde pintó la obra Júpiter, Neptuno y Plutón.
Júpiter, Neptuno y Plutón. Caravaggio. 1597. Óleo sobre yeso. 300 x 180 cm. Villa Ludovisi. Roma.
La pintura decora la bóveda de una pequeña sala en el Casino di Villa Boncompagni Ludovisi en Roma, a la que se accede por una estrecha escalera de caracol y representa a Júpiter, Plutón y Neptuno, con el globo terrestre en el centro rodeado por los signos del zodiaco.
Francesco del Monte, tuvo mucho que ver con la realización de esta única pintura muralde Caravaggio. El artista rechazó la técnica del fresco utilizada por Leonardo da Vinci, de óleo sobre estuco, que había iniciado con tan poca fortuna Leonardo da Vinci en La Última Cena, utilizando el óleo sobre yeso que consideró más apropiado para este tipo de pintura. Mientras la obra de Leonardo se deterioró en seguida tras ser finalizada, la pintura de Caravaggio se ha mantenido en buen estado pese al abandono que pesó sobre misma.
La pintura permaneció ignorada hasta 1969, año en que fue descubierta y rehabilitada. El tema de la pintura es una compleja alegoría de las teorías del alquimista Paracelso, a la que era tan aficionado y seguidor el cardenal del Monte. Según Paracelso, el mundo se componía de tres elementos: el aire-sulfuro, el agua-mercurio y la tierra-sal. Tradicionalmente, ciertos dioses olímpicos representaron estos elementos, y es por esta razón que protagonizan la obra: Júpiter con su águila y los ropajes revoloteando, significando el poder del viento. Neptuno con su caballo representa el aguay al otro lado, asiendo un atizador y con el can cerbero de tres cabezas está Plutón, el rey del Infierno y, por tanto, de la tierra. La acción tiene lugar en el orbe que manipula Júpiter y en cuyo interior se han mezclado los tres elementos para dar lugar al Sol, la Tierra y los signos zodiacales.
A pesar de su trabajo para las élites, bien remunerado, Caravaggio sacaba a relucir a menudo su carácter violento, que llevaba de taberna en taberna, liderando una banda callejera de delincuentes que estaba presente en todos los altercados de la ciudad. En 1598, el conflictivo artista fue detenido por llevar armas sin licencia, aunque fue puesto en libertad al no haberse producido ningún incidente y manifestar que trabajaba para el cardenal Del Monte.
Durante ese tiempo Caravaggio ganó gran fama como artista, pero también fue muy criticado, ya que, para representar escenas bíblicas, usaba como modelos a gente de la calle y de las tabernas en lugar de a personas distinguidas. Sus obras eran extraordinariamente realistas y rompían con los estándares de composición de los artistas pasados; detalles como la vejez, los pies descalzos y sucios y las expresiones de horror sobresalían en sus obras.
Su característica forma de pintar fue, como todo lo revolucionario, en principio no entendido y después imitado. En primer lugar, renunció a todo tipo de idealismo, representando a profetas y santos como gente real, sirviéndose de modelos de la calle, captando perfectamente la fuerza psicológica de sus personajes, resaltando sus rostros con una intensa luz y envolviendo los fondos en tinieblas.
Probablemente los modelos eran la misma gente con la que había convivido tantos años en los barrios bajos, de cuestionable reputación. Algunas pinturas incluso, estaban ambientadas en tabernas y cantinas, y los modelos eran los borrachos y los apostadores de los bares, así como las prostitutas de mayor o menor estatus social.
Para pintar a la virgen María utilizó como modelo a prostitutas, por lo que muchas de sus obras, a pesar de tener una excelente técnica, fueron rechazadas. Esto obligó a Caravaggio a reconducir la elección de sus modelos. Algunas de las obras rechazadas fueron La inspiración de San Mateo y La Muerte de la Virgen, pinturas consideradas vulgares, ordinarias y obscenas, que en vez de idealizar las figuras religiosas, como era costumbre, les daba demasiada humanidad y realismo.
La inspiración de san Mateo. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 195 x 295 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.
La muerte de la Virgen. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 369 x 245 cm. Museo del Louvre. París.
A finales del siglo XVI y principios del XVII, las cortesanas ya no ostentaban el elevado estatus del que habían disfrutado en el Renacimiento, pero todavía existían cortesanas influyentes como Fillide Meladroni que había logrado amasar una fortuna considerable y posó como modelo para diversas obras de Caravaggio, entre las que destaca Santa Catalina de Alejandría. Otra pintura de Caravaggio relacionada con el mundo de la prostitución fue Magdalena penitente, una obra para la que utilizó de modelo a la cortesana Anna Bianchini.
Santa Catalina de Alejandría. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 173 x 133 cm. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.
Magdalena penitente. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 122,5 x 98,5 cm. Palazzo Doria-Pamphili. Roma.
Sentada en un reclinatorio o silla de oración, Caravaggio resalta la humildad cristiana de la pecadora arrepentida a través de una insólita perspectiva ligeramente elevada, con la que, empequeñeciéndola, la ensalza. Enmarcada en un fondo de sombras sobre el que se entreabre un pequeño haz de luz, la escena captura ese instante de sufrimiento o alegría del alma, en que una lágrima da testimonio de la verdad del corazón y del dolor de una verdadera contrición y de la tranquilidad tras el perdón.
En 1597 ya era Caravaggio celebérrimo. En 1599 convaleciente, se ignora si de enfermedad o de alguna herida, que sería lo más probable, comienza su carrera delictiva y el 28 octubre de 1600 consta por vez primera fichado por la policía romana, creciendo a partir de entonces sus actos punibles por la justicia: en 1601 dio una estocada al capitán Flavio Canonico, de la guardia del Castillo de Sant’Angelo, lo que, se resolvió en un acto de conciliación. En 1603, estuvo sujeto a proceso judicial interpuesto por su colega Baglione, su futuro biógrafo, por delito de libelo. En 1604 hirió a un mozo de hostería, apedreó a la policía e insultó a un cabo de la milicia, a lo que se unieron otros excesos con mujeres. En 1605 fue arrestado por tenencia ilícita de armas. En 1606 en un partido de pallacorda -tenis de entonces-, se encaró con Ranuccio Tomassoni, un joven aristócrata. Tuvieron una pelea yCaravaggio le causó la muerte, aunque parece que su intención no fue esa. El papa Pablo V, cuyo retrato acababa de pintar el propio Caravaggio, se vio obligado a sentenciarlo a muerte.
Retrato de Pablo V. Caravaggio. 1605. Óleo sobre lienzo. 203 x 199 cm. Galería Borghese. Roma.
El pintor huyó a Nápoles y vivió mirando en cada esquina para evitar a las autoridades. De Nápoles viajó a Malta, donde fue nombrado caballero de la Orden de Malta. También allí su comportamiento pendenciero le causó más de un problema, por lo que fue expulsado de la orden y obligado a dejar la isla. De su estancia en Malta cabe resaltar La Decapitación de San JuanBautista, San Jerónimo escribiendo, San Juan Bautista en la fuente y Retrato del maestre Alof de Wignacourt.
La decapitación de san Juan Bautista. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 361 x 520 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.
Esta obra, una de las mejores del artista -sino la mejor- narra la orden de Herodes de decapitar a Juan Bautista por el capricho de Salomé, la hijastra de Herodes, a instancias de su madre, episodio relatado en los evangelios de Mateo y Marcos.
Se caracteriza por el equilibrio de la composición, introduciendo el artista referencias del escenario, situando la austera arquitectura del siglo XVI de la prisión como telón de fondo. En la ventana, dos figuras silenciosas son testigos de la escena, proyectando al espectador hacia dentro de la pintura y no hacia fuera como ocurre con El martirio de San Mateo.
Aquí se presenta un compendio del arte de Caravaggio, con personajes habituales en sus pinturas -la anciana, la joven, el canalla desnudo, el noble de barba…-, sus sombras y luces, con los tonos luminosos y oscuros que provocan sentimientos profundos en el observador. En la obra se relata el cruel drama, que resulta efectivo a pesar de limitar Caravaggio toda señal de énfasis emocional excesiva. El pintor firmó en la sangre de San Juan, como sello personal del drama, en la que podría ser su mejor obra.
San Jerónimo escribiendo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 117 x 157 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.
San Juan Bautista en la fuente. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 100 x 73 cm. Collezione Bonello. Valletta. Malta.
Retrato del maestre Alof de Wignacourt. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 195 x 134 cm. Museo del Louvre. París.
De vuelta a Nápoles en 1609 fue víctima de una agresión en la Osteria del Cerriglio -siempre en medio de todas las broncas- que le dejaría la cara desfigurada, dándole algunos incluso por muerto; dormía armado y creía que todos conspiraban contra él.
De su época napolitana caben destacar David con la cabeza de Goliat- en la que se autorretrata a sí mismo en la cara de Goliat-, San Juan Bautista reclinado, La Negación de San Pedro y San Juan Bautista.
David con la cabeza de Goliat. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 90,5 x 1116 cm. Museo de Historia del Arte. Viena.
San Juan Bautista reclinado. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 124 x 159 cm. Colección privada. Munich.
La negación de san Pedro. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 94 x 125 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.
San Juan Bautista. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 159 x 124 cm. Galería Borghese. Roma.
La imagen del santo era una de las favoritas de Caravaggio. San Juan Bautista es representado más joven que en otras obras del mismo santo y autor. La obra fue terminada por el maestro poco antes de su muerte. San Juan Bautista aparece como un hombre muy joven, con una pose sencilla y relajada y con una mirada reflexiva, como si fuera un pastorcillo apoyado sobre una tela de color rojo, con ambas manos en una cornisa, mientras que en el fondo, una oveja come una hoja de parra. La tradición de representar al profeta bíblico como un joven, en lugar de como un hombre maduro y sabio, se fraguó desde el Renacimiento. San Juan aparece inmerso en sus pensamientos y su aspecto quizá desprende tristeza.
En 1610, Caravaggio recibió por fin permiso para volver a Roma tras ser indultado. De regreso, tras una escala en Porto Ércole -Sicilia- fue encarcelado al ser confundido con otra persona,y el barco que le tenía que llevar a Roma zarpó sin él. Su salud, muy resentida por su mala vita, empeoró con las desdichas; con disentería y muy débil, cuentan quecomenzó a correr por la playa persiguiendo al barco que tenía que haberle llevado a Roma. Cayó al suelo exhausto, y sin ayuda y en pocos días murió: el 18 de julio de 1610.
Su última obra, El martirio de santa Úrsula, es tal vez la más oscura y lúgubre de su producción, fiel reflejo de su estado de ánimo en aquellos días.
El martirio de santa Úrsula. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 106 x 179,5 cm. Banca Comercial Italiana. Nápoles.
Muchos creen que murió debido a las condiciones que soportó en la cárcel, contrayendo una enfermedad, otros piensan que fue asesinado por alguno de sus múltiples enemigos, y otros, los más, que se volvió loco por su sufrimiento y murió de insolación.
Igual que en su obra, la vida de Caravaggio estuvo marcada por una lucha entre la luz y la oscuridad. Fue un artista con una capacidad deplasmar la miseria que le rodeaba a través de personajes que se confundían entre lo sagrado y lo profano. Excesos y delincuencia marcaron la vida de Caravaggio, un hombre con múltiples contradicciones, que pasó gran parte de su vida huyendo de sí mismo: soy un hombre que busca ayuda, un artista que pide misericordia.
La técnica de Caravaggio ha sido reconocida en todo el mundo. Se le ha llamado El maestro de la sombra y de la luz debido a su particular técnica conocida como Chiaroscuro y el resultado de su estilo fue el Tenebrismo, CREANDO ESCUELA a comienzos de el Barroco: los contrastes a través del fuerte uso de luz y de las sombras con el propósito de crear volumen y dramatismo, fueron una nueva forma de idealización y de mostrar el sufrimiento.
Su Tenebrismoque es el nombre que la historiografía del arte ha dado al estilo o corriente de la pintura correspondiente a la fase inicial del Barroco -comienzos del siglo XVII-, que se caracterizó por el violento contraste de luces y sombras mediante una forzada iluminación que se hace llegar con un foco de luz marcando una diagonal en la pared del fondo, como proviniendo de un tragaluz de un sótano –luz de sótano o luz de bodega-. Su nombre proviene del latín, tenĕbrae, tinieblas.
Los principales exponentes de esta Escuela fueron Caravaggio y José de Ribera -Lo spagnoletto-, y se ha llegado a considerar el Tenebrismo como una corriente propia de la escuela española, que surgió a comienzos del siglo XVII, aunque siempre sería como resultado del impacto del caravaggismo y el uso de su técnica del claroscuro, aunqueen la pintura española fuera iniciada la técnica de la luz en la segunda mitad del siglo XVI por El Greco, El Divino Morales, Pedro de Campaña, Luca Cambiaso, Navarrete el Mudo y otros, conjunto de artistas que recibieron la denominación de luministas-quizá equivocada, o no-.
En España el primer núcleo propiamente tenebrista se desarrolló en la Escuela valenciana de Francisco Ribalta, de donde surgió Ribera -aunque la totalidad de su obra la realizó en Nápoles-. También influencia tenebrista tuvo la Escuela sevillana de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco -suegro de Velázquez- de donde saldrían Velázquez y Zurbarán.
OTRAS OBRAS ENTRE LAS MEJORES
La cena de Emaus o Los discípulos de Emaus. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 141 x 175 cm. Academia de Bellas Artes de Brera. Milán.
Judith decapitando a Holfernes. Caravaggio. 1599. Óleo sobre lienzo. 144 x 173,5 cm. Colección privada. Francia.
La flagelación de Cristo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 286 x 213 cm. Museo Capodimonte. Nápoles.
Narciso. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 110 x 92 cm. Galería Nacional de Arte Antiguo. Roma.
La conversión de san Pablo. Caravaggio. 1601. Óleo sobre lienzo. 230 x 175 cm. Basílica Santa María del Popolo. Roma.
Madonna y el Niño con santa Ana. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 292 x 211 cm. Galería Borghese. Roma.
La sepultura o el entierro de Cristo. Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.
Salomé con la cabeza de l Bautista. Caravaggio. 1609. Óleo sobre lienzo. 116 x 140 cm. Galería de las Colecciones Reales. Madrid.
Para terminar, el famoso Caravaggio calificada su autoría recientemente, que fue expuesto en el Prado durante unos meses.
ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.
La figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– que parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o con ella, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o miedo.
Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.
El Ecce Homo de Caravaggio, perdido y recuperado, apareció en 1631, sin poderse saber quién encargó la tela, aunque los expertos están seguros de que el cuadro apareció entre los bienes de Juan de Lezcano, secretario del virrey de Nápoles. La obra fue adquirida por el conde de Castrillo, virrey de Nápoles, y más tarde enviada a Madrid, donde aparece en las colecciones de Felipe IV en 1666. Un siglo y medio más tarde se encontraba en el inventario de las obras del valido de Carlos IV, Manuel Godoy, que pasaron a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en donde al parecer se perdió luego la pista de esta obra.
La reaparición del cuadro comenzó en marzo de 2021, cuando un propietario anónimo, a través de una casa de subastas madrileña -Ansorena-, sacó a la venta por un precio de salida de 1.500 euros la obra La coronación de espinas, lo que entonces se creía que era la pintura de un discípulo de José de Ribera.
Ribera fue un pintor valenciano que desarrolló la mayor parte de su carrera en Italia y según el Museo del Prado su estilo es marcadamente italiano. La confusión podría entenderse, debido a que, como destaca la propia pinacoteca, Ribera adoptó una forma extrema del naturalismo de Caravaggio, que se manifiesta en el uso de fuertes contrastes de luz .
Tras todo el revuelo causado por la pintura que pasó de valer 1.500 a 36 millones de euros y que fue protegida con toda urgencia por las autoridades culturales, se conoció el nombre de los propietarios, la familia Pérez de Castro, descendientes de Evaristo Pérez de Castro, uno de los redactores de la Constitución de 1812. Casi inmediatamente, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo pública una pista sobre la identidad de la obra, desvelando que en 1823, la Academia había aprobado su permuta por un San Juan Bautista de Alonso Cano propiedad del político Pérez de Castro.
La ficha de esta obra en la Academia de San Fernando menciona las deliberaciones de la junta directiva al respecto, y la confianza en “que la Academia quedaría bien indemnizada si la permuta se hacía con un Ecce Homo que se creía de Carabaggio, y no constando que perteneciese a ningún particular ni corporación, se aprobó el cambio por las ventajas que ofrecía a la Academia“. (Pérez de Castro era directivo de la Academia, claro).
Desde 2021, siempre con la prohibición de abandonar España, y hasta su adquisición por un coleccionista anónimo (británico y residente en España), la pintura ha permanecido bajo custodia de la galería de arte Colnaghi, con la colaboración de Filippo Benappi (Benappi Fine Art) y Andrea Lullo (Lullo Pampoulides), siendo además restaurada por Andrea Cipriani y su equipo, bajo la supervisión de expertos de la Comunidad de Madrid.
Sobre ella se ha efectuado una investigación de expertos ingenieros nucleares especializados en la aplicación de técnicas científicas al estudio y conservación del patrimonio cultural, y sus conclusiones, junto a las de otros estudios llevados a cabo por catedráticos de Historia del Arte, historiadores del arte y eruditos en la materia, han venido a coincidir en que, por técnica, estética e iconografía, esta obra corresponde a Caravaggio. (Me recuerda por la millonada, a la Dama Dorada de Klimt -que si queréis os refresco la historia cualquier día-, aunque eneste caso solo se ha valorado en 36 millones porque no puede salir de España).
Ayer hice mi último examen del cuatrimestre, y hoy vuelvo a estar al lado de mi querido blog, tan abandonado como el arte y los museos que tanta vida me han ido dando. Así, y en justa reciprocidad, recuperé en la mente una visita al Prado que hice el pasado otoño con motivo del préstamo y exposición de un Ecce Homo -perdido y encontrado- de Michelangelo Merisi da Caravaggio, para mí uno de los más grandes -sino el más- pintores de la Historia.
Antes de ponerme con el relato de mi visita al Prado, recordé un post escrito sobre una exposición en el Palacio Real de Madrid que contenía una obra del no demasiado prolífico artista que lo utilizo hoy a modo de proemio, que continuará con la visita al Prado y posteriormente, un paseo por la vida del artista y su obra.
El 7 de junio de 2016 fui al Palacio Real, visita gratuita si se iba por la tarde con 2 horas de duración y sin posibilidad de visita guiada, pero como a los jubilados sólo nos costaba cinco euros, preferí ir a mi aire un martes a las 10,30 de la mañana, y vi la posibilidad al llegar, de poder ver la Exposición con un guía colectivo por cuatro euros adicionales, aunque hubiera pagado a la guía que nos asignaron hasta con la vida, porque nos tocó en suerte una mujer bella, de unos cuarenta, delgada-tipazo, morena con raya en medio y pelo recogido con fiereza en moño trasero, labios fruncidos como lanzando un beso general al tendido, con lo central de ambos labios carnoso, y laterales muy finos, culta, seria y con un algo acuoso en el fondo de sus ojos grandes y oscuros que te absorbía…se llamaba Salomé.
Salomé nos señaló que la exposición tenía 72 obras entre pinturas y esculturas del siglo XVII italiano –seicento*–, todas de las Colecciones Reales del Patrimonio Nacional. Aunque la exposición se llamaba de “Caravaggio a Bernini”, solamente había una obra de Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista y una sola escultura de Bernini, El Cristo crucificado, que estaba expuesto sin la cruz, sólo el cuerpo.
“De Bolonia a Roma”, “Lujo Real”, “De Roma a Nápoles” y el “Esplendor del Barroco”, eran las cuatro partes en las que se dividía la muestra. Tenían que buscar alguna forma de ordenarla y no era fácil, ya que casi ningún artista participaba con más de una obra. Empezamos con de Bolonia a Roma, y dejamos para el final Lujo Real en los salones Génova, en donde estaba la obra de Caravaggio.
De Bolonia a Roma comenzaba con piezas que reflejaban cómo llegaron a Roma artistas procedentes de Bolonia, como Annibale Carracci, Guido Reni con su Santa Catalina o Giovanni Francesco Barbieri –Guercino–, o de otras partes, de Francia Charles Le Brun, o de España, Velázquez. Destacó para mí en este primer bloque la Túnica de José del sevillano.
La túnica de José. Velázquez.
Annibale Carracci llegó a Roma en 1594, donde aprendió de la escultura antigua y de las pinturas de Rafael Sanzio –Rafael–, un nuevo lenguaje artístico de perfección clásica, intentando reproducir la belleza de las perfecciones y no de lo imperfecto. Creó escuela y tuvo muchos seguidores.
La Asunción de la Virgen. Annibale Carracci.
En la sección de Roma a Nápoles, se apreciaba la influencia de Caravaggio en la pintura de la zona del sur de Italia, gobernada por los españoles durante dos siglos y profusamente representada en nuestro Patrimonio Nacional, ya que muchas obras de esa época fueron traídas a los reyes de España, progenitores de los reyes napolitanos. Destaca José de Ribera, español formado en Italia con sus obras Jacob y el rebaño de Labán y Francisco de Asís en la Zarza, y algunos, que siendo de la escuela de Ribera, fueron de los más destacados artistas del barroco ilusionista, de moda en la Corte española al final de los Austrias. También en esta sección de la escuela napolitana, hay presencia muy notable de la escultura barroca, donde se exhibe El Cristo Crucificado de Bernini, como se apuntaba antes sin cruz. Fue mandado realizar por Felipe IV para El Escorial y es, como todo lo que hizo Bernini, sea escultura –La fuente de los cuatro ríos– en la Piazza Navona de Roma, arquitectura –La plaza de la Basílica de San Pedro– o pintura –retratos–, todo fantástico.
Jacob y el rebaño de Labán. José de Ribera.
San Francisco de Asís en la zarza. José de Ribera.
Cristo crucificado. Bernini.
Plaza de San Pedro.
La fuente de los cuatro ríos en Piazza Navona. Roma.
Caravaggio. Retrato de Bernini.
En el Esplendor del Barroco terminaba la exposición con una docena de pinturas de gran tamaño que recorrían todo el siglo XVII con obras tan magníficas como la Conversión de Pablo de Guido Reni, La vocación de San Andrés y San Pedro de Federico Barocci o Los cuatro arcángeles de Massimo Stanzione.
Conversión de Saulo. Guido Reni.
La vocación de San Andrés y San Pedro. Federico Barocci.
Otros pintores destacables en la muestra son: Giovan Francesco Romanelli, Simone Cantarini, Charles Le Brun -protegido de Luis XIV de Francia- o Francesco Albani. Además, los dos escultores más importantes del siglo XVII, el citado Gian Lorenzo Bernini, y Alessandro Algardi están representados con dos de sus obras, que estaban bastante deterioradas, en los jardines del Palacio Real de Aranjuez, y hoy están perfectamente restauradas.
Y llegamos a Lujo Real, habiendo pasado por alto interesantes obras en plata y bronce en la sala 3, provenientes de los camarines de algunos palacios Austrias, pero que a mí no me llamaron demasiado la atención.
En el Lujo Real se encontraba la obra de Caravaggio –la mejor y una de las poquísimas que hay en España– Salomé con la cabeza del Bautista. La pintura se hallaba en magnífico estado de conservación tras su reciente restauración, siendo posible determinar así con claridad, la posición de la espada que empuña y va a ser envainada por el verdugo, que está de espaldas. A las tonalidades pardas que componen el fondo oscuro, decidió añadir el maestro un verde casi negro que ahora resulta visible, sobre todo en la zona de sombras de la izquierda. Se considera una de las mejores obras de la época final de Caravaggio, por el colorido, el contraste de luces característico del tenebrismo, y el realismo de las figuras humanas. Parece ser que la cabeza del bautista en la fuente fue un autorretrato del artista.
El episodio bíblico no es presentado en la obra como drama que está ocurriendo y que debe horrorizarnos, sino como algo dramático que pasó y ahora se presenta con naturalidad. La hija de Herodías presenta la cabeza que reclamó como premio por bailar delante de su padre, el rey Herodes. El pintor utilizó un fuerte claroscuro que realza las figuras humanas en medio de la oscuridad dando a la obra sensación de realidad.
Existe otra Salomé con la cabeza del Bautista en la National Gallery de Londres, realizada para el Gran Maestre de Malta. La que podemos ver en esta Muestra fue la que perteneció a García de Avellaneda y Haro, conde de Castrillo y virrey de Nápoles entre 1653 y 1659, regalada a Felipe IV y traída a España por Velázquez junto a otras 43 obras, colgada en el Alcázar de Madrid, que se salvó junto a otros tesoros artísticos en el incendio del palacio-fortaleza de 1734, ya que aparece catalogada con el número 876, cuando se realizó una lista de las obras no destruidas en el incendio. Después fue al Palacio Real de Madrid, de la hoy calle Bailén, donde permanece desde entonces.
De repente me fijé en la figura que portaba la cabeza del Bautista, miré su cara, sus ojos seductores, su boca fruncida y ¡Dios mío! ¡Era nuestra guía! Busqué a la guía que nos acompañaba, y no estaba. Vi mover los ojos acuosos de la Salomé del cuadro, desde la posición inicial de su cabeza en dirección contraria al Bautista, hacia mí, y comencé a sentirme mareado y poco a poco perdí el sentido.
Me desperté teniendo en frente a una señora de cara bonancible, gruesa, con cabello blanco que me preguntó en francés: vous allez bien? Vous avez besoin d’un médecin? A lo que contesté que me encontraba regular, que no necesitaba médico y le pregunté que si hablaba español o inglés. Me contestó en español, y al decirle que estaba aturdido, sacó del bolso una botellita de agua y me la ofreció. Bebí un trago, le dije que me encontraba mejor y le di las gracias. Êtes vous sûr que tout va bien? Perdón, corrigió la amable señora ¿seguro que está bien ? Sí, sí, le di las gracias y se fue.
Al cabo de unos minutos, me incorporé, miré alrededor y vi que estaba en lo que parecía un museo, por los cuadros expuestos en las paredes y alguna escultura entre ellos. No identificaba donde estaba, pero el lugar me sonaba a conocido. Algunas señales en italiano: Stanza 124, Uscita di strada…Me fijé en la obra que tenía delante y !no me lo podía creer! Estaba ante Judit decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi, hija de Horacio Gentileschi, seguidor de Caravaggio. A su derecha –seguía sin dar crédito a lo que veía–, Baco –con los ojos acuosos enigmáticos –de campesino, no de un dios– del maestro Caravaggio, del artista violento y revolucionario en la manera de pintar, personificando siempre en todos los aspectos de su aventurada vida, la figura romántica del artista maldito.
De la pintura veneciana aprendió el uso del color cálido y atmosférico y de la lombarda tomó y cultivó más tarde, el fuerte realismo y la predilección por las personas populares y humildes.
Judith decapitando a Holofernes. Artemisa Gentileshi.
Bacco. Caravaggio.
Ante tanto absurdo, busqué la salida a toda prisa, para confirmar que incomprensiblemente, estaba en la puerta de la Galería de los Uffizi de Florencia. Reconocí la Chiasso del Baronceli –conocía Florencia aceptablemente pues había ido varias veces con anterioridad– y la cogí a toda prisa hacia el oeste, buscando para acabar de situarme el puente de los joyeros sobre el río Arno. Torcí a la derecha por la vía Lambertesca rodeando la Piazza D Pesce hasta llegar a la Vía Por Santa María, pudiendo divisar entonces, el puente Vecchio con sus tiendas de joyeros.
Galería de los Uffizi.
Mi primera tentación fue preguntar por un posto di polizia, pero lo pensé mejor y pregunté por una parada de taxis. La parada estaba al lado del Palazzo Pitti, que fue construido por la familia de comerciantes Pitti -para tener uno más grande que los Médicis–, y que en cuanto se arruinaron fue comprado por Eleonora de Toledo mujer de Cosme I de Médici.
Puente Vecchio sobre el río Arno.
Llegué a la parada enseguida -no hay más de 200 ms desde el puente Vecchio- y cogí un taxi, preguntando previamente si podía pagar con VISA, para ir al aeropuerto Amerigo Vespucci o Peretola. Allí encontré pasaje para Madrid en Iberia a las 16,30 y a las 19,00 estaba en la T4.
Pensé en ir a un psiquiatra o a alguien experto en fenómenos paranormales, pero no lo hice, al fin y al cabo la ida a Florencia fue muy barata, y mi filosofía es que las preguntas sin respuesta en la vida, pueden producir de todo, fundamentalmente melancolía.
No obstante, volví tres veces al Palacio Real de Madrid buscando a la guía, pregunté a todos los que hubieran podido conocerla, pero nadie parecía haberla visto jamás.
*Seicento: denominación historiográfica de la dimensión local en Italia del Barroco; movimiento cultural con extensión intelectual, literaria y en todos los géneros del arte
Lo que hoy se conoce como el Salón del Prado de Madrid fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo del Abroñigal (también llamado de la Castellana). Esta vaguada fue uno de los prados del común o concejiles de la Villa desde la Edad Media y se componía de dos partes: el prado de San Jerónimo, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, y el prado de Atocha, desde esta última hasta la plaza y puerta de Atocha. Es decir, el Salón del Prado es la zona que hoy comprende el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Atocha.
Plaza de Atocha.
Hasta la segunda mitad del siglo XVIII fue zona rural, cuando el Conde de Aranda –valido de de Carlos III–, encargó a José de Hermosilla construir un paseo, que inicialmente se realizó en el prado de San Jerónimo en 1767, en un extremo la diosa Cibeles, en otro el dios Neptuno , y en el centro Apolo.
Fue una de las reformas más importantes del Rey Alcalde en Madrid, ya que supuso la creación del primer tramo de lo que sería el eje viario más importante de la capital, prolongándose hasta Atocha –después de 1941, glorieta del emperador Carlos V–, como Paseo del Prado y en sentido contrario como Paseo de Recoletos de escasos 500 metros, que debe su nombre a un convento de agustinos recoletos que existía en el trazado, y que llega hasta la plaza de Colón, siendo la alameda o jardín público más antiguo de Madrid.
Carlos III no se conformó con la apertura del Salón, y quiso que se embelleciera con magníficos edificios neoclásicos –el Museo de Ciencias Naturales (hoy Museo del Prado), el Jardín Botánico con sus cuatro fuentes, el Observatorio Astronómico y la Fuente de la Alcachofa en Atocha–, símbolos de la Ilustración, además de zona para solaz y disfrute de los madrileños.
El Salón del Prado fue el límite oeste del palacio del Buen Retiro, conjunto arquitectónico de grandes dimensiones que el valido Conde Duque de Olivares regaló a su rey Felipe IV, para segunda residencia y recreo, siendo diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel, y cuyos escasos vestigios y magníficos jardines, conforman hoy el Parque del Retiro.
Inicialmente, la diosa Cibeles fue la diosa de la Madre Tierra, de la agricultura y de la fertilidad, adorada en Frigia -Anatolia-, desde el neolítico. Equivalente a Gea, también Madre Tierra -diosa primordial-, la que nació por si misma después del Caos y antes de Eros, y que ella sola engendró a Urano –el cielo- y después se unió con él para engendrar juntos a los seis titanes (varones) –el menor Cronos– y las seis titánides (hembras), entre ellas Rea, su equivalente minoica que se unió a Cronos y engendró entre otros a Zeus –al único que no engulló su padre-.
Diosa Cibeles.
Cibeles fue la personificación de la fértil tierra, diosa de las fortalezas, de las cavernas y montañas, de las murallas –corona amurallada–, de la Naturaleza y de los animales. Su equivalente romana fue Magna Mater –la Gran Madre–, diosa de la vida, de la muerte y de la resurrección. Su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, fue Atis.
Con el establecimiento de los galos en Frigia del este, el culto a Cibeles, la diosa de la Madre Tierra, se extendió entre los habitantes de la región.
Representada habitualmente con vestimentas frigias y una corona con forma de muralla, montando un carro que simboliza la superioridad de la madre Naturaleza, a la que naturalmente se subordinan los poderosos leones que tiran del mismo. Tiene y lleva las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra. En alguna representación aparece sentada en un trono custodiado por los leones.
La leyenda, relatada por Ovidio en Las Metamorfosis (X, versículos 570-704), nos cuenta como HIPÓMENES, enamorado de ATLANTA, gran atleta –compañera de Artemisa, diosa de la caza–, intentó seducirla con todos los registros a su alcance: con confianza, con amabilidad, con indulgencia, con cautela, con y sin firmeza…, pero su voluntad se estrelló una y otra vez contra la obcecación de ella. Exigía –era una gran atleta y cazadora– ser ganada en una carrera por quien quisiera obtener su mano. Ante la imposibilidad de vencer a Atalanta en buena lid, dadas sus cualidades atléticas, Hipómenes aconsejado por su amiga Afrodita –diosa del amor– dejó caer al suelo unas manzanas de oro durante la carrera, que atrajeron la atención de Atalanta, deteniéndose a recogerlas, por lo que perdió la prueba. El mito concluye con la unión de los amantes dentro de un recinto sagrado dedicado a la diosa Cibeles, la cual se enfureció por este hecho y como castigo pidió a Zeus, que le permitiera convertirlos en leones, condenados a tirar de su carro eternamente, deseo que naturalmente Zeus, aceptó.
Guido Reni. Hipómenes y Atalanta. 1618-1619. 206 x 297 cm. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado. Madrid.
Cibeles fue honrada en todo el mundo antiguo. El centro para su culto estaba en el Monte Dindymon en Pesinunte –Pessinus–, donde cayó el Betilo –piedra sagrada–, cúbico y negro, denominado Kubele que da origen al nombre de la diosa.
Según el mito frigio, Zeus depositó su semen mientras dormía en el monte Dnídymon, en Frigia, naciendo de ahí una criatura hermafrodita que fue castrada por los dioses. Así fue creada la diosa Cibeles. De sus genitales nació un almendro cuyo fruto fue llevado al vientre de la ninfa Nana, que tuvo un hijo al que abandonó nada más nacer. El joven, Atis que así fue llamado el hijo de Cibeles y Nana, fue criado por una cabra y se convirtió en un joven muy hermoso. Cibeles se enamoró de su hijo y cuando se disponía a llevar a cabo los planes para hacerlo suyo, descubrió que Atis planeaba unirse a la ninfa Sagaritis. Cibeles perdió sólo los nervios, pero hizo perder la cabeza a Atis para que se auto castrara como castigo por intentar engañarla.
Atis.
Hay varias versiones sobre el final de este mito: alguna contempla que Atis murió al castrarse convirtiéndose en un pino, otras que fue enterrado en Pessinus y resucitado por Cibeles y otra que vivió como sacerdote eunuco de la diosa. Todas las versiones contemplan el tema de la muerte y la resurrección.
En 204 a.C. -regulares tiempos para Roma- durante la segunda guerra púnica, los romanos, obedeciendo a una profecía de los libros sibilinos y del Oráculo de Delfos, que apuntaban que Roma sólo podría vencer si adoraba a la «Gran Madre», enviaron misiones a Pessinus con objeto de llevar a Roma la piedra sagrada. La llevaron, e inicialmente se colocó en el templo de La Victoria en el suroeste del Monte Palatino dentro del Pomoerium, a la espera de la finalización de la construcción de su propio templo que fue consagrado el 9 de abril de 191 a.C.
El culto a Cibeles en Roma fue continuado hasta el final del período republicano, que terminó con el nombramiento de Octavio Cesar Augusto, hijo/sobrino de Julio Cesar, 27 a.C. como emperador.
Los ciudadanos romanos no podían participar en el sacerdocio y sus rituales, pero sí participaban en el festival de la diosa. La diosa estaba representada por una escultura en el templo y los sacerdotes castrados –galli– llevaban a cabo los servicios religiosos. La auto castración a la que se sometían estos sacerdotes extranjeros en el día de la sangre, era un homenaje a Atis, amado de Cibeles. En las celebraciones, los sacerdotes sacaban a la diosa en procesión, sacrificaban toros (taurobolio) y bebían su sangre y enterraban un pino en honor a Atis. Días después, se clavaban cuchillos en los brazos y rociaban el altar con su sangre en un estado de éxtasis. El último día se celebraba la resurrección de Atis, mientras se paseaba la estatua de la diosa en procesión.
El culto a la diosa fue llevado a Iberia por los romanos tras expulsar a los cartagineses, y se mantuvo hasta el siglo V, cuando los diferentes invasores bárbaros trajeron sus propios dioses, convirtiéndose después al cristianismo.
Durante el reinado de Carlos III en España, que es cuando más se embelleció Madrid, y con el estilo neoclásico imperante, se construyeron entre otras obras, la fuente de Cibeles y la de Neptuno, mirándose entonceslas deidades entre ellas, y en medio, la estatua de Apolo en lo que era el prado de San Jerónimo, parte del Salón del Prado.
Los escultores y arquitectos de la fuente de Cibeles fueron: Francisco Gutiérrez (figura de la diosa y el carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño del arquitecto Ventura Rodríguez. La fuente está hecha con mármol toledano de Montesclaros y el resto en piedra de Redueña, localidad madrileña cerca de la sierra de La Cabrera.
Fue colocada inicialmente en el Salón del Prado mirando a Neptuno en 1782 (se tardó cinco años en su construcción) junto a la finca el Altillo de Buenavista, donde se estaba comenzando a levantar, con el patrocinio de la casa de Alba el palacio de Buenavista, que no terminaría de construirse hasta 1802 y que durante el corto reinado de José Bonaparte se convertiría en Museo de arte, antecedente del Prado.
Palacio de Buenavista.
A finales del siglo XIX, siendo alcalde de Madrid Alberto Bosch, se produjo una remodelación que dejó la plaza casi como la conocemos hoy. En 1891 se inauguró el edificio del Banco de España, y cuatro años después se ensanchó la plaza y se le dio forma circular para facilitar el tráfico de carruajes.
Fue en 1895, cuando se llevó al centro de la plaza la fuente con la diosa Cibeles, esta vez mirando hacia la Puerta del Sol. Hasta entonces venía llamándose Plaza de Madrid y tras la reforma pasó a denominarse Plaza de Castelar. Fue en los primeros años del siglo XX cuando acabó de definirse la plaza con la construcción del palacio de Linares en 1900 y la del palacio de Comunicaciones (hoy palacio de Cibeles) en 1919, uno de los símbolos de la ciudad de Madrid.
Debido a que, pese a que la plaza tuvo diferentes nombres, los ciudadanos la llamaron siempre por el nombre de la diosa que se halla en su centro, así que el Ayuntamiento decidió cambiarlo, y desde 1941 su denominación oficial es Plaza de Cibeles.
Está representada con la cabeza coronada de torres con un cetro en la mano y las llaves que dan acceso a las riquezas (aunque en Madrid dicen que son las llaves de la ciudad), y va montada en un carro tirado por leones -Atalanta e Hipómenes-. En la parte trasera de la diosa están representados los amorcillos, que son unos niños apolos que ayudaban a Cibeles a ocultar a Cronos los llantos de Zeus –Rea le dio a tragar a su marido Cronos todos los hijos que nacían de ambos, siguiendo las órdenes de su marido excepto el último, Zeus, dándole en esta ocasión una piedra envuelta en trapos–. Los amorcillos fueron añadidos posteriormente a la instalación inicial.
En la mitología clásica Neptuno –Poseidón griego– es el hijo mayor de los dioses Saturno –Crono– y Ops –Rea–, y hermano de Júpiter –Zeus– y Plutón –Hades–, en las mitologías romana y griega respectivamente.
Neptuno. Taller romano. 135 d.C. 236 cm. Marmol veteado. Museo del Prado.
Neptuno gobernaba y quizá lo siga haciendo, todas las aguas y mares. Todos los habitantes de las aguas le debían obediencia: las sirenas traicioneras, las bellas oceánidas y los oceánides –dioses fluviales que son las personificaciones de los ríos a los que se suponía gobernados por ellos–, las incomparables nereidas –las cincuenta hijas de Nereo y de Doris que son consideradas las ninfas del Mediterráneo–, los tritones –dioses mensajeros de las profundidades marinas–, las ninfas –deidades menores femeninas típicamente asociadas a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial, un arroyo, o un monte…–, las ondinas –divinidades con forma de mujer que residían en el agua y eran consideradas el espíritu elemental de la misma–, y las náyades –ninfas de agua dulce– le debían obediencia y pleitesía, por ser su Dios.
Neptuno eligió los mares como morada, y en las profundidades de los mismos está su reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente fabrica las olas, hace brotar fuentes y corrientes marinas, aplaca los mares haciendo que las aguas estén mansas, y cuando se deja llevar por la ira, puede provocar terribles tormentas y tempestades, terremotos y maremotos. Su cólera hizo que en la Odisea, Odiseo no pudiera volver a Ítaca.
Este dios, aparece cabalgando las olas sobre caballos blancos y junto a los mismos, delfines, a los cuales también puede cabalgar, e incluso a veces, puede manifestarse bajo la forma de caballo.
Era el dios que sostenía el planeta en el que vivimos, porqué los mares rodeaban la Tierra y él desde los mares, soportaba el peso de la misma. Neptuno daba forma a las costas arrancado trozos de montañas para formar bruscos acantilados o pasaba la mano suavemente por las costas para hacer playas y zonas protegidas en las que los barcos pudieran protegerse o desembarcar.
Neptuno se casó con Anfitrite, una nereida que le dio como hijos a los tritones, monstruos marinos con rostros humanos barbados, cabellos de algas, con manos como caracoles y colas como las de los delfines.
Nicolás Poussin.Triunfo de Neptuno y Anfitrite. 1634. 114,5 x 146,5 cm. Óleo sobre lienzo. Philadelphia Museum of Art. Philadelphia. EEUU.
Tuvo otras seis esposas y numerosos hijos, entre los que se pueden destacar: Polifemo -el más conocido entre los cíclopes-, hijo de Toosa. Pegaso y Crisaor hijos de Medusa -una de las tres Gorgonas que al ser muerta por Perseo de un tajo en el cuello fue atacado por las otras dos, pero afortunadamente por la herida del cuello nacieron dos hijos, uno de ellos Pegaso a cuyo lomo subió Perseo, pudiendo huir . De su última esposa Clito, nació Atlas.
En Roma, Neptuno sólo fue considerado dios de las nubes y la lluvia hasta el año 399 a. C., cuando se importó el culto a Poseidón –en Roma Neptuno– desde las colonias griegas y se amplió entonces su divinidad a todas las aguas.
La fuente de Neptuno en Madrid, entra dentro de un conjunto de obras neoclásicas, que en la época de Carlos III, el conde de Aranda encargó al arquitecto Ventura Rodríguez para decorar el Salón del Prado. Fue diseñada en 1777 y su construcción finalizó en 1786. Inicialmente fue situada en el Paseo del Prado donde se cruza con la Carrera de San Jerónimo y mirando hacia La Cibeles.
El proyecto se inició, usándose de modelo unos bocetos de madera realizados por Miguel Ximénez. Fue realizada al igual que La Cibeles, con mármol blanco de Montesclaros, de Toledo. La obra escultórica fue encargada a Juan Pascual de Mena, comenzando los trabajos en 1782, falleciendo éste dos años después, habiendo solamente terminado la figura de Neptuno.
Las restantes esculturas del monumento fueron continuadas por el discípulo de Mena, José Arias, y por José Rodríguez, Pablo de la Cerda y José Guerra.
La fuente se compone de una gran pileta circular de más de treinta metros de diámetro con dos menores concéntricas, por las que rebosa el agua hacia la inferior, agua que sale del frente de la carroza, de un tritón situado detrás de la figura del dios, de otros tres tritones de la parte delantera y de dos surtidores verticales que flanquean el conjunto. En el centro está la figura de Neptuno, con una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la izquierda, sobre un carro en forma de concha, tirada por dos hipocampos –caballos/peces marinos de aspecto singular, con una coraza ósea con anillos terminados en una cresta dorsal; cola larga, prensil y arrollable en espiral, sin aleta caudal; hocico largo y tubular; cabeza que recuerda la de un caballo; una aleta dorsal y dos pectorales junto al cuello con branquias–. Alrededor del carro hay delfines y focas que lanzan agua a una altura considerable. Inicialmente miraba a Cibeles, habiéndose girado su frente en 1898 hacia la Carrera de San Jerónimo.
La fuente fue trasladada en 1898 al centro de la Plaza de Cánovas del Castillo, lugar donde se encuentra hoy, luciendo su mármol blanco, blanquísimo, ya que se aparca más que se celebra.
Su entorno es espectacular: el Museo del Prado, el Thyssen Bornemisza, el Hotel Ritz, el Palace, la plaza de la Lealtad (Bolsa de Madrid) y el Monumento a los Caídos por España en las inmediaciones de la plaza de la Lealtad que aparece escondido entre árboles y que hasta 1985 se denominó “Monumento a los Héroes del 2 de Mayo”.
La obra para honrar a los Caidos por España se levantó en 1840 en el mismo sitio donde el general Murat mandó fusilar a bastantes madrileños tras el 2 de mayo de 1808. El escultor fue Isidro González Velázquez y es un obelisco de 5,6 metros de altura con una base cuadrada en cuya cara oeste tiene un zócalo que alberga un sarcófago con las cenizas de los madrileños fusilados. Más arriba, el remate superior de la base presenta un medallón en bajorrelieve con las efigies de los capitanes Daoiz y Velarde y sobre la base descansa otro cuerpo de menores dimensiones con cuatro frentes, con estatuas alegóricas a la Constancia, el Valor, la Virtud y el Patriotismo. En la base, figura la inscripción, en letras doradas, “HONOR A TODOS LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA”, con una llama eterna en su recuerdo.
Desde su instalación, la Fuente de Neptuno ha sufrido serios deterioros que han obligado a diversas restauraciones y rehabilitaciones. En 1842 se restauraron un brazo, tres dedos y las paletas de una rueda. En su traslado, en 1898 se limpió todo el conjunto y se reconstruyeron algunas piezas perdidas. En 1914 se restituyó el tridente robado, pero instalándolo de hierro en vez de bronce como originariamente fue.
Durante la Guerra Civil, igual que con La Cibeles, se construyó una cubierta para protegerla. En 1969 se añadió un segundo pilón y un plato base, y en 1982 se restituyeron dos dedos de cada pie y se restauraron la pierna derecha, los dedos de la mano izquierda, las aspas del carro marino y las patas y orejas de los caballos. En 1995 se restauró de nuevo, estando hoy en estupendo estado.
Durante la Guerra del 36-39, a Neptuno le colgaron los madrileños un cartel de su cuello que decía: dadme de comer o quitadme el tenedor.
Fuente de Apolo o de las cuatro Estaciones:
Apolo fue una de las principales deidades de la mitología greco-romana; uno de los doce dioses olímpicos. Era hijo de Zeus y Leto y cuando Hera –mujer de Zeus– descubrió que Leto estaba embarazada y que su marido, Zeus era el padre de la criatura, prohibió a Leto que diera a luz en tierra firme. Leto buscó y encontró con ayuda e intermediación de Zeus, la isla flotante de Ortigia que estaba en constante movimiento navegando por los mares, para para tener a su hijo. Hera también prohibió a su hija Ilitía que ayudara a Leto -amiga suya- en el parto, y los demás dioses obligaron a Leto a ir a Ortigia sola para tan importante acontecimiento. Zeus como agradecimiento a Ortigia, hizo que la isla se fijara al fondo de los mares con cuatro pilares, y cambió su nombre por Delos, siendo posteriormente consagrada a Apolo. Leto tuvo mellizos, naciendo Artemisa en primer lugar, ayudando a su madre al día siguiente de nacer en el parto de su hermano Apolo. Fueron mellizos, dicigóticos o bivitelinos.
Apolo del Belvedere -Buena Vista vaticana-. Autor desconocido. siglo II. Mármol blanco. 224 cm. Museo Pio Clementino. Ciudad del Vaticano. Roma.
Paisaje con Apolo y Mercurio. Claude Gelee Lorraine. 1645. 55 x 45 cm. Óleo sobre lienzo. Galería de Palazzo Doria Pamphili. Roma.
Es posible que Apolo, después de Zeus, fuera el dios más poderoso y venerado de todos, temido por los demás dioses -el sólo mató a todos los cíclopes siendo castigado por Zeus ya que éstos eran los que le fabricaban sus poderosos rayos-, y sólo Zeus era capaz de contener su ira. Apolo, hacía que los hombres vieran sus pecados y ayudaba al arrepentimiento dando perdón, dictaba las leyes de la religión y ordenaba la constitución de las ciudades. Fue el dios del oráculo de Delfos y de las musas, de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, y el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, siendo el dios de las plagas y enfermedades, pero también el dios de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas.
También fue dios de las artes, la medicina y la poesía, y enemigo de la oscuridad y perseguidor del crimen, siendo utilizado por Carlos III como representación del espíritu ilustrado que deseaba para la decoración del Salón del Prado, señalando a Madrid como ciudad que deseaba fomentar el desarrollo de la cultura y las ciencias.
Estatua de Apolo en “Las cuatro estaciones” en el Paseo del Prado de Madrid.
Dentro del conjunto encargado en el siglo XVIII por Carlos III al arquitecto Ventura Rodríguez, además de La Cibeles y Neptuno, y en medio de las dos, se dispuso que se erigiera una estatua en honor de Apolo, dios de las artes, comenzando su construcción en 1780 por Manuel Álvarez –el Griego– que no terminó la obra por morir en 1797, habiendo acabado el diseño de las figuras que representan las Cuatro Estaciones, mientras que la figura de Apolo la realizó Alfonso Giraldo de Bergaz en 1802, tomando como modelo posiblemente el Belvedereromano. La fuente se instaló en 1803 y sirvió para conmemorar la boda de Fernando VII –hasta que tuvo uso de razón el deseado, y luego el felón– con María Antonia de Nápoles.
Patio de Belvedere en el Vaticano, con Apolo al fondo.
La figura de Apolo de la fuente delas cuatro estaciones en Madrid.
Esta estatua del dios de la música, está considerada como una de las mejores obras neoclásicas erigidas en España, por la elegancia de sus proporciones y la captación del gesto del dios –dicen que es parecida la cara a la de Carlos III– y su equilibrio. Apolo aparece portando una lira y un carcaj sin flechas en la espalda, acompañado por las esculturas alegóricas de las Cuatro Estaciones, ya que, como dios del Sol, dependen de él, el nacimiento y la sucesión de las estaciones. Esta realizada con piedra de Redueña –Madrid– de baja calidad por lo que debe ser rehabilitada de tanto en cuanto (la última vez entre los años 1991 y 1995).
No se ve muy bien por estar rodeada de árboles, y en un lateral del Paseo del Prado, y consta de dos pilones laterales –N/S–, con escalinatas alrededor del conjunto, teniendo en los dos costados –N/S–, seis conchas, tres en cada lado, con la función de recoger el agua, de tamaños crecientes de arriba hacia abajo, llevando en los frontales del pedestal y encima de las conchas dos mascarones que arrojan agua que son las imágenes de Circe y Medusa. A la altura de la cornisa del pedestal, sujetas por estribos decorados, cuatro esculturas representan las estaciones. e intercaladas, cuatro escudos de armas de Madrid. Las figuras de lasCuatro Estaciones están situadas sobre unos estribos que alargan la cornisa adosada al pedestal.
La Primavera es una mujer con flores que simboliza el nacimiento del año. El Verano es también una mujer con una espiga de trigo en representación de los campos cultivados, y tiene una hoz en la mano que señala la recolección. El Otoño es un hombre joven que lleva una corona de uvas en la cabeza y algunas en su mano. El Invierno está representado por un anciano.
La figura de Apolo, arriba, de cuerpo entero y desnudo, portando una lira en la mano izquierda y un carcaj vacío a la espalda –como dios de las artes, en lugar de las tradicionales flechas y arco–, es grandiosa, teniendo a sus pies, una serpiente pitón.
Ayer, día madrileño lluvioso, después de deshacerme de la bruma espiritual que me ocupa los días muy grises, tomé mi bastón blanco que utilizo más cada día, y que me ayuda a conducir mi ceguera del desconocimiento por estos mundos de Dios, aterricé en unos apuntes que tenía sobre el fauvismo y los recuerdos de una exposición a la que asistí hace ya algunos años en la fundación Mapfre del FAUVISMO; se exponían más de un centenar de óleos, dibujos, acuarelas, y unas cuantas cerámicas…Read More
Antes de tomar la última curva de la carretera que va de Alcalá de Henares a Loeches –pueblo situado a mitad de camino entre Arganda del Rey y Torrejón de Ardoz–,se sube una cuesta pronunciada y al coronarla, se vislumbra el pueblo de Loeches y la cúpula del monasterio de la Inmaculada Concepción y su iglesia, “el convento grande” al que se encuentra adosado el Panteón de los duques de Alba.
Loeches.
Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tobar nació en Roma en 1587, nieto del I conde de Olivares –rama menor de la Casa de Medina Sidonia– y bisnieto del II duque de Medina Sidonia (heredero de Guzmán el Bueno, el del hijo asesinado en la defensa de Tarifa para Sancho IV de Castilla, “el Bravo”). Su padre era embajador de España en Roma, virrey de Nápoles y Sicilia, y el pequeño Gaspar vivió en Italia hasta los 12 años. Siendo el menor de tres hermanos, se le destinó a la carrera eclesiástica y fue enviado a Salamanca para estudiar derecho canónico. Murieron sus dos hermanos mayores, teniendo entonces que abandonar sus estudios de teología en 1604, y acudir junto a su padre que había sido nombrado miembro del Consejo de Estado por el duque de Lerma –valido de Felipe III– y estar ya destinado a heredar el mayorazgo de los Olivares.
En 1607 murió su padre y heredó el mayorazgo, y ya muy ambicioso, se concentró en cortejar a su prima Inés de Zúñiga y Velasco –hija de su tío Baltasar–, dama importante de la reina Margarita de Austria, mujer de Felipe III, y más tarde dama principal de Isabel de Borbón, mujer de Felipe IV y tutora del infante Baltasar Carlos, para conseguir por la vía matrimonial la Grandeza de España que anhelaba con pasión. No consiguió ese objetivo y se retiró con su mujer a Sevilla para administrar su patrimonio.
En 1615 fue nombrado por el duque de Lerma –Francisco de Sandoval–, gentilhombre de cámara del infante Felipe –futuro Felipe IV–, involucrándose en las luchas de poder entre Lerma y su hijo el duque de Uceda, tomando partido por este último. En 1618 fue desterrado Lerma y desde la posición de poder obtenida, y apoyándose en su tío Baltasar de Zúñiga, que estaba en la corte desde 1617 llamado por Uceda, consiguió que el infante fuera confiando cada vez más en su tío Baltasar y en él. Así, cuando en 1621 subió al trono Felipe IV, nombró valido a Baltasar de Zúñiga, sustituyendo al duque de Uceda. Ese año, el conde de Olivares recibió del rey la Grandeza de España con la secular fórmula de “conde de Olivares, cubríos”.
En 1623 compró el duque el Señorío de Sanlúcar la Mayor a la ciudad de Sevilla, siéndole concedido por el rey en 1625 el ducado de Sanlúcar; a partir de entonces se le intituló conde-duque.
Felipe IV de España. 1634-1635. Óleo sobre lienzo. 303 x 317 cms. Con toda seguridad Diego Velázquez. Museo del Prado. Madrid. España.
A la muerte de su tío Baltasar en 1622, fue nombrado valido* del rey Felipe IV. Estaría en esta posición hasta 1643, viviendo unos años políticamente muy difíciles: la guerra de los 30 años entre los partidarios de la Reforma y Contrarreforma religiosas entre todos los países europeos, el Corpus de Sangre –entre segadores y soldados castellanos– y el intento de secesión catalana –ya apuntaban– que no sería sofocada hasta 1652, la insurrección de Portugal y su independencia de España en 1640, la conspiración independentista de Andalucía en 1641, hicieron que el Imperio Español comenzara a deshacerse como un azucarillo. La forma de ser absolutista en las cuestiones de gobierno y la ausencia de recursos económicos, le crearon innumerables enemigos, terminando con su crédito político en 1643, siendo desterrado por el Rey.
Inicialmente se retiró a su Señorío de Loeches, donde estaban prácticamente acabados el pequeño palacio y el Monasterio de las dominicas.
El Corpus de Sangre. Antoni Estruch i Bros. 1907. 262 x 404 cm. Óleo sobre tela. Museo de arte de Sabadell. España.
10 años antes, en 1633, había comprado el conde-duque la villa de Loeches, en donde proyectó la construcción de un palacio anexo al convento de las carmelitas descalzas. En una de las visitas realizadas a las obras en 1634, pidió el conde–duque a la superiora de las carmelitas permiso para visitar el interior del convento, al objeto de estudiar el mejor lugar por donde hacer una entrada directa desde el futuro palacio, para asistir a los oficios tras una cancela, como era habitual en el caso de los nobles importantes. La superiora le negó el paso, debido a que era un convento de clausura. El soberbio D. Gaspar prometió construir una iglesia y monasterio que harían sombra a la de los carmelitas, y lo hizo. Lo habitó con la orden de las dominicas, ya que no en vano era descendiente de santo Domingo de Guzmán. Ahí se acabaron las relaciones con las carmelitas a las que había reconstruido con anterioridad la casa anexa al convento. En 1940 estaba prácticamente terminado el conjunto monástico-palacial. El palacio estaba flanqueado al este por el ya existente convento de las carmelitas y al oeste por el monasterio de la Inmaculada Concepción de las dominicas.
Convento de las carmelitas descalzas.
Al llegar a su destierro en Loeches, empezó a circular una coplilla popular en la villa y en Madrid –lo de la leña del árbol caído, muy español– que decía:
Que de Loeches lo eches
suplica el pueblo, Señor
aparta de ti al traidor
que está muy cerca Loeches.
Así, Felipe IV lo desterró a sus dominios de Toro, donde el conde-duque falleció en 1645. Estuvo viviendo con su hermana, mientras su mujer continuaba con la función tutorial del infante Baltasar Carlos. Inés de Zúñiga siguió preocupándose de la terminación de las obras de Loeches, hasta su muerte, dos años después.
* Valido era el Secretario de Despacho Universal de la Monarquía Católica. El validamiento fue una figura existente especialmente en los reinados de los Austrias menores y llevaba consigo la Grandeza de España, la asistencia continua al lado del rey, la posesión de los más altos cargos de la corte y del gobierno y una influencia total en el monarca, así como la dirección política y administrativa del Estado. No llevaba consigo nombramiento como tal. No puede considerarse como una institución, ya que en ningún momento se trató de un cargo oficial, puesto que únicamente servía al rey mientras éste tenía confianza en la persona escogida; era el puesto de mayor confianza del monarca en cuestiones temporales. Las cuestiones espirituales eran competencia del confesor real.
El conde–duque e Inés de Zúñiga tuvieron una hija, María de Guzmán y Zúñiga, que murió con 17 años en 1626, casada y con una hija fallecida al nacer. Tuvo D. Gaspar también un hijo bastardo con Isabel de Anversa, dama de la Corte, Enrique Felipez de Guzmán nacido en 1613 y reconocido en 1641, que casó con Juana de Velasco, hija del Condestable de Castilla, IX conde de Haro y VI duque de Frías. A Enrique le concedió Felipe IV el título de marqués de Mairena en 1642, y su padre la Casa de Sanlúcar la Mayor que apenas pudo disfrutar, porqué murió en 1646. El hijo de este matrimonio, Gaspar de Guzmán y Fernández de Velasco murió con dos años y medio en 1648.
Enrique, había reclamado al haber muerto su hermanastra María de Guzmán y su padre en 1645, el mayorazgo de los Olivares para él y su descendencia. Felipe IV que no quería dárselo –por su bastardía–, le dio largas y aprovechó su muerte, para dar la herencia del mayorazgo a la descendencia de la hermana del conde-duque, Francisca de Guzmán y Pimentel casada con Diego López de Haro Sotomayor, V marqués del Carpio que fue valido del Rey tras el destierro del conde–duque. Tuvieron un hijo, Luís Méndez de Haro Sotomayor y Guzmán que casó con Catalina Fernández de Córdoba y Folch de Cardona. La nieta de estos últimos, Catalina Méndez de Haro y Guzmán casó en 1688 con el X duque de Alba Francisco Álvarez de Toledo y Haro. Así entroncaron las dos familias.
Al conde–duque y su hija María, los enterraron bajo el altar de la iglesia del convento de Loeches y al resto de descendientes hasta 1688, en una cripta subterránea entre el palacio y la iglesia mencionada. Tras el entroncamiento con los Alba, los muertos de la familia fueron enterrados en diferentes lugares como la Iglesia de san Salvador de Madrid (fue destruida en el siglo XIX, reconstruida y posteriormente bombardeada. Ahora de san Salvador y san Nicolás), en la iglesia de san Leonardo de Alba de Tormes…etc.
A partir de la muerte de Paca de Alba –Francisca de Palafox Portocarrero y Kirpatrick, IX condesa de Montijo y XV duquesa consorte de Alba–, hermana de Eugenia de Montijo, casada con Jacobo Fitz-James Stuart VIII duque de Berwick y XV duque de Alba, se comenzó a construir un panteón en donde y hasta hoy, son enterrados la mayor parte de los duques fallecidos.
El conjunto monástico-palacial, no pretendía ser sólo eso. Pretendía ser una emulación de los sitios reales y aunque exteriormente la casa palacio era sencilla, estaba llena de tesoros culturales dignos de un rey. El monasterio no sólo puede considerarse una pequeña joya del barroco, además fue dotado en su momento, de una valiosa colección de cerca de 220 cuadros de Rubens, Tintoretto, Tiziano, Veronés, Bassano, Miguel Ángel, Durero, Bellini y Caravaggio que fueron robados por el general francés Sebastianien 1809 al mando de 700 soldados, que tardaron más de tres días en desmontarlos de sus marcos, para más fácil transporte.
Antonio Ponz Piquer en su libro Viaje de España de 17 tomos que comenzaron a imprimirse en 1772, certificaba que la iglesia del monasterio de la Inmaculada Concepción de Loeches era de las más ricas en cuadros de España.
El arquitecto tracista–proyectista fue el albaceteño Alonso Carbonel, formado en la construcción de retablos y trabajos en madera. El constructor principal Cristóbal de Aguilera, maestro veedor de fuentes de Madrid, participó junto a Carbonel en la construcción del Casón del Buen Retiro y la iglesia de las Maravillas de Madrid. El segundo maestro de obras fue Juan de Aguilar que junto al maestro de cantería, participaron en la construcción de algunas de las ermitas del Buen Retiro.
La iglesia del convento es de estilo barroco y es parecido al de la Encarnación en Madrid. En su parte más alta, un chapitel empizarrado estilo Austria, cobija la cúpula. Los techos interiores están ornamentados con estilo barroco. La parte del fondo tras el altar, tiene unos frescos de Fernando Calderón –1953/57 durante la reconstrucción– que recuerdan los trazos de Miguel Ángel y el motivo de “El sueño de Felipe II” del Greco del Escorial. Cerca del altar existe una tribuna de hierro forjado semioculta, para la asistencia del conde–duque a los oficios.
El monasterio situado en la parte posterior de la iglesia, tiene un gran claustro cuadrangular y fue capaz para más de un centenar de dominicas.
Del palacio hoy, sólo se conserva su entrada barroca. Fue totalmente derruido entre 1975 y 1977. Comentaba Gregorio Marañón que “…a pesar de haber sido restaurado por su actual propietario el duque de Alba a finales del siglo XIX, es un edificio modesto, de un solo piso, con cuadras subterráneas, como era costumbre entonces, el exterior humilde sin el menor adorno, y el interior también; con un zócalo de Talavera que recorría todas las habitaciones, algún tapiz viejo y una gran huerta”.
Puerta del Palacio.
Puerta del Palacio, adjunta al convento delas carmelitas.
Recordemos que a partir de la boda de Catalina Méndez de Haro con el X duque de Alba en 1688 -momento de la unión de las familias Alba y Olivares-, los duques fallecidos fueron enterrados en diferentes sitios. Por anecdótico, cabe señalar lo que rodeó al enterramiento de la XIII duquesa de Alba Doña María Teresa Pilar CAYETANA de Silva y Álvarez de Toledo, la famosa Cayetana de Goya, que en 1802 fue enterrada en la capilla de los Alba de la Iglesia de san Salvador (destruida en el siglo XIX, reconstruida y vuelta a destruir, y posteriormente unida a la de san Nicolás en la madrileña calle de Atocha, a la altura de Antón Martín, hoy parroquia de san Salvador y san Nicolás). En 1842 su sepultura fue exhumada, para su traslado al cementerio de la Sacramental de San Isidro de Madrid. Al sacar el cadáver del féretro, descubrieron que ambas piernas en su parte inferior habían sido cortadas. Se supone que fue por falta de longitud del féretro y necesidad urgente de exposición del cadáver en su palacio de Buenavista, palacio inmediatamente expropiado tras la muerte de la duquesa por el ayuntamiento de Madrid y cedido en usufructo a Manuel Godoy, que al parecer, de este modo, se vengó del marido de la duquesa ya muerto, el XVI duque de Medina Sidonia, D. José María Álvarez de Toledo y Pérez de Guzmán –con el que Godoy tenía una pésima relación–, y de cuyo matrimonio no hubo descendencia.
La XIII duquesa de Alba Doña María Teresa Pilar CAYETANA de Silva y Álvarez de Toledo.
Parroquia de san Salvador y san Nicolás en Madrid.
Los abuelos de esta duquesa –Cayetana–, Doña María Teresa Álvarez de Toledo y Haro–primera mujer que ostentó el título de duquesa de Alba con el ordinal XI – y el conde de Galve, D. Manuel José de Silva y Toledo, tuvieron tres hijos.
El mayor, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo heredó el ducado con el número de orden XII, y de su matrimonio con María Bernarda de Toledo y Portugal nació un hijo varón, Francisco de Paula de Silva, que murió antes que su padre, pero Francisco de Paula dejó una hija que sería la XIII duquesa de Alba, CAYETANA.
La segunda hija, María Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, hermana de Francisco de Paula se casó en 1738 con Jacobo Fernando Fitz-James Stuart y Colón de Carvajal III duque de Berwick y aquí el entronque de los Olivares, Alba y Berwick.
CAYETANA y el XVI duque de Medina Sidonia, como se ha dicho, no tuvieron hijos, y a pesar de que la Duquesa en su testamento LIBRE. dejó todo lo que pudo a su hija adoptada negra María de la Luz, a Javier de Goya y Bayeu –hijo de Goya–, a su primo y hermanastro Carlos Pignatelli de Aragón y Gonzaga y a sus criados y sirvientes, el patrimonio del mayorazgo de los Alba y Olivares pasó a Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, hijo de Jacobo Fernando Fitz-James Stuart y Colón de Carvajal y María Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, que pasó a ser XIV duque de Alba al haber fallecido sus padres. Heredó casi todo el patrimonio, excepto el Palacio de Buenavista –hoy Cuartel General del Ejército– que lo ocupó Godoy y el palacio y complejo de la Moncloa, que se lo quedó Carlos IV. En su día, en los mentideros madrileños se comentaba que Cayetana fue envenenada por Godoy por orden de la reina María Luisa de Parma, pero se ha comprobado que murió de meningoencefalitis, lo qure tiene bastante sentido al ver su testamento.
Palacio de Buenavista. Madrid.
Palacio de La Moncloa. Madrid.
El título de I duque de Berwick fue concedido a James Fitz-James Stuart, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, vencedor en Almansa sobre los partidarios del archiduque Carlos en la guerra de sucesión a la corona española, a la muerte de Carlos II “el Hechizado”. Por esta victoria, Felipe V le colmó de honores, nombrándole duque de Liria y Jérica concediéndole el Toisón de Oro. James Fitz-James contrajo matrimonio con Catalina Ventura Colón de Portugal, condesa de Veragua. Así, cada vez más títulos importantes fueron engrandeciendo esa Casa.
James Fitz-James Stuart (Jacobo hijo de Jacobo Estuardo traducción literal) I duque de Berwick.
El hijo heredero de Carlos Miguel Fitz-James, Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, XV duque de Alba y VIII de Berwick en 1848 se casó con María Francisca de Palafox Portocarrero y Kirkpatrick –Paca de Alba– que murió con 35 años en París de tuberculosis y sus restos fueron trasladados a Madrid, y enterrados en la ermita de Santa María la Antigua de Carabanchel.
María Francisca de Sales Palafox y Portocarrero y Kirkpatrick -Paca de Alba-, IX condesa de Montijo.
Su hermana, la emperatriz Eugenia de Montijo y el duque viudo, decidieron construir un mausoleo digno de la difunta. Inicialmente, se pensó en reformar la cripta en donde se encontraba enterrado el conde duque de Olivares en Loeches, bajo el altar de la iglesia del convento de las dominicas. Se encargó llevar a cabo el estudio a los arquitectos Alejandro Sureda y Adolf Ombrecht, pero se abandonó ese proyecto.
La emperatriz de los franceses Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick.
Existía otra cripta subterránea, en las inmediaciones del monasterio de la Inmaculada Concepción de Loeches, donde se habían enterrado los fallecidos de la familia Olivares hasta 1688, al margen de la tumba del conde-duque y su hija María bajo el altar mayor. La cripta se encontraba entre el palacio y el monasterio. Se le propuso la idea de construir un panteón sobre esta cripta al arquitecto Juan Bautista Lázaro de Diego y se llevó a cabo con la financiación de la abuela de la duquesa fallecida en 2014, doña Rosario Falcó. El resultado fue una capilla trilobulada, en mármol blanco de Carrara, con hileras de sarcófagos de mármol negro con letras en bronce doradas al fuego. El marmolista fue Carlo Nicoli Manfredi, con grandes obras en España, como la estatua de Cervantes en la plaza dedicada al escritor en Alcalá de Henares. Quiere ser algo parecido al Panteón de los Reyes del Escorial, pero más humilde y sencillo.
El acceso al panteón es desde la iglesia con puerta de hierro forjado estilo barroco, enfrente del Coro de las monjas, que da entrada al Panteón de la Casa de Olivares, que pasó a ser el Panteón familiar de la Casa de Alba por el enlace de Don Francisco Álvarez de Toledo, X Duque de Alba, con Doña Catalina de Haro y Guzmán, duquesa de Olivares. En el año 1909, se inauguró un nuevo Panteón, que es el existente hoy.
En la parte central inferior –pero principal–, tapado por el sarcófago de Paca de Alba, está la tumba del conde-duque de Olivares, cerrada con lápida de mármol negro. Los restos del duque al ser exhumados para trasladarlos a esta nueva ubicación, parece ser que estaban en perfecto estado, con la vestimenta de los cuadros de Velázquez, impecable. Se unieron sus restos a los de su mujer Inés de Zúñiga en la misma ubicación del panteón.
Lo más destacable es el conjunto sepulcral de la duquesa Paca de Alba encargado por su hermana Eugenia y su viudo en 1867, siete años después de su fallecimiento y que inicialmente iba a ser instalado en Carabanchel. Tras conversaciones fallidas con el arquitecto Viollet-le-Duc se encargó la obra al escultor Charles Alphonse Achille GUMERY (NO a Jean Baptiste Auguste Clésinger como se dice a menudo). Para la realización de la imagen de la duquesa en mármol, posó de modelo su hermana la emperatriz Eugenia de Montijo, mujer de Napoleón III.
El sarcófago de mármol blanco, rectangular en su base, con esquinas en cuadrados añadidos del mismo mármol, donde se apoyan los ángeles, y guardado a ambos lados con los escudos de armas de los Alba y Montijo. Los cuatro angelitos de las esquinas miran hacia arriba y en la parte superior, la figura yacente de la duquesa, descalza, con almohadones y túnicas finas, y con el velo y la diadema de diamantes y perlas que donó la emperatriz Eugenia a la Casa, y que fueron utilizadas en la primera boda de Cayetana en 1947 con Luis Martínez de Irujo y de su hija la duquesa de Montoro con el torero Francisco Rivera.
Se construyó por mandato de Jacobo Fitz-Stuart y Falcó de Portocarrero y Ossorio, XVII Duque de Alba en memoria de sus padres, para su enterramiento, como consta en la lápida que hay sobre la puerta de entrada. El 3 de junio de 1909 se celebró en su altar la primera Misa con asistencia de la Emperatriz Eugenia de Montijo que falleció en 1920, 60 años después que su hermana menor Paca.
Después han sido enterrados todos los titulares y consortes, excepto una parte de las cenizas de la duquesa fallecida en 2014; una porción de las mismas prefirió que fueran depositadas en la iglesia del Cristo de los Gitanos de su Sevilla y sus sevillanas.
Jesús Aguirre –segundo marido de la duquesa Cayetana– fue enterrado allí, porque aún no siendo Alba, había resuelto la mayor parte de los problemas financieros de la Familia.
Desde 2013 las seis hermanas de clausura que únicamente quedaban en el convento, fueron trasladadas a otros de la Orden, ante la imposibilidad de mantenerlo con tan escasos medios materiales. Nos quedamos sin dulces increíbles que vendían a través del torno. ¡Jesús que pena!
PARTE PRIMERA: desde la Antigüedad hasta el Cinquecento
Se puede entender por paisaje una extensión de terreno que podemos observar, compuesta de elementos de la naturaleza, y vista desde un lugar determinado. La pintura del paisaje es el nombre que la historiografía del arte ha dado al género pictórico que representa un paisaje.Read More