El arte ha dedicado incontables obras a Jesús y sobre todo a su pasión y muerte. Aquí tratamos de acompañar con algunas pinturas, los momentos más señalados de su Pasión.
Jesús llegó con los discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo“. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como quieras tú” (Mt 26, 36-39). Jesús señaló a Pedro diciéndole que antes que cantara el gallo, le negaría tres veces.
Este pasaje ha sido relatado en numerosísimas obras de arte, de las que señalamos algunas.
La oración en el huerto. Giulio Cesare Procaccini. 1615-1620. Óleo sobre lienzo. 216 x 147cm. Museo del Prado. Madrid.
Procaccini señala en su obra, como en el Huerto un ángel conforta a Jesús, mientras Pedro, Juan y Santiago -estos dos últimos hijos de Zebedeo y Salomé-, duermen a su alrededor.
Cristo con rostro agitado -contrastando con el de serenidad del ángel-, solicita al Padre que aparte de él la agonía que le aguarda, ante la atenta mirada del ángel que alza su mano derecha hacia la divinidad. Las dos figuras están envueltas en una luz poderosa que aviva los colores de sus vestiduras blancas, verdes, rojas y azules, con distribución del óleo, aparentemente espatulado, característico de su pintura y de la escuela lombarda que encarna dentro del barroco italiano. El resto de la pintura está en penumbra como corresponde al momento solar que representa, excepto la gloria azulada y rosácea que aparece detrás del ángel.
En este sentido, y cada uno con las especiales características de las escuelas a las que pertenece, y de sus estilos propios, podemos apreciar algunos de las innumerables obras que relatan este suceso bíblico.
La oración en el huerto. TizianoVecellio di Gregorio, Tiziano. 1562. Óleo sobre lienzo. 176 x 136 cm. Museo del Prado. Madrid.
La oración en el huerto. Discípulo de la escuela de Giorgio Vasari. 1er tercio siglo XVII. Óleo sobre tabla. 119 x 153,5 cm. Museo del Prado. Madrid.
La oración en el huerto. Doménikos Theotokópoulos,El Greco. 1590. Óleo sobre lienzo. 102 x 131 cm. National Gallery. Londres.
Jesús en el huerto de Getsemaní. Andrea Vaccaro. 1660. Óleo sobre lienzo. 174,5 x 125 cm. Abadía de Montserrat. Provincia de Barcelona.
Cristo en el Monte de los Olivos. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 154 x 222 cm. Bode Museum. Isla de los Museos. Berlín.
Estaba Jesús orando en el huerto de Getsemaní cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran tropel de gente con espadas y palos enviados por el sumo sacerdote y por los ancianos del pueblo judío.
El que iba a entregar a Jesús, les había dado esta señal: «Al que yo bese, ése es: prendedlo». Y enseguida se acercó a Jesús y le dijo: –Salve, Rabbí– y le besó. Jesús le dijo, ¡Haz lo que has venido a hacer! Entonces, se acercaron, cogieron a Jesús y lo apresaron. De pronto, uno de los que estaban con Jesús desenvainó un alfanje, e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús dijo: -Pedro vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que recurren a la espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Entonces, ¿Cómo se van a cumplir las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?En aquel momento le dijo Jesús a la gente: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendisteis.
Boceto para El prendimiento de Cristo. Francisco de GOYA y Lucientes. 1798. Óleo sobre lienzo. 40,2 x 23,1 cm. Museo del Prado. Madrid.
La Captura o El prendimiento de Jesús. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 133,5 x 169,5 cm. Galería Nacional de Arte de Irlanda. Dublín.
Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron -Pedro le negó la primera vez-, siendo trasladado Jesús en primer lugar a casa de Anás que había sido sumo sacerdote con anterioridad y era yerno del actual presidente del Sanedrín, Caifás, porque su casa estaba en el mismo camino que la de Caifás, pero más cerca.
Pedro negó a Jesús por segunda vez en la casa de Anás, el cual interrogó a Jesús, siendo abofeteado duramente por un esclavo durante su estancia en esa casa, por contestar -según el esclavo- de forma poco adecuada a Anás.
Jesús en casa de Anás. José de Madrazo y Aguado. 1803. Óleo sobre lienzo. 176 x 226 cm. Museo del Prado. Madrid.
Cristo ante Anás. Duccio di Buoninsegna. 1308-1311. Témpera sobre madera. 99 x 53,5 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.
Después fue trasladado a la casa del sumo sacerdote Caifás, en donde Pedro negó a Jesús por tercera vez -cantó el gallo- y Caifás se rasgó las vestiduras de indignación, quitándose el problema de encima, enviando a Jesús a casa del gobernador Pilato.
Jesús había predicho que Pedro le negaría con reiteración, señalando que lo haría tres veces antes de que el gallo cantara a la mañana siguiente. Pedro después de la tercera negación, escuchó el canto del gallo y recordó lo dicho por Jesús mientras le miraba, y el negaba lo que anunciaba el maestro por creerlo imposible. Pedro entonces lloró amargamente.
Negación de Pedro. RembrandtHarmenszoon van Rijn. 1660. Óleo sobre lienzo. 154 x 169 cm. Rijksmuseum. Amsterdam.
Negación de Pedro. Gerard Seghers. 1620-1625. Óleo sobre lienzo. 157,5 x 227,3 cm. Museo de Arte de Carolina del Norte. Raleigh.
Cristo ante Caifás. Mathias Stomer. 1630. Óleo sobre lienzo. 89 x 142,2 cm. Milwaukee Art Museum. Milwaukee.
Improperios en la casa de Caifás; parte del políptico de Isabel la Católica. Juan de Flandes. 1496-1504. Óleo sobre madera. 25,8 x 20,4 cm. Galería de las Colecciones Reales Madrid.
Al llegar a casa de Pilato, hubo una primera entrevista privada. Pilato, al conocer que Jesús era galileo mandó trasladarlo al palacio de Herodes, ya que era asunto de su jurisdicción.
Jesús ante Pilato. Primer Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo. 168 x 286 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.
Jesús en la obra va vestido con una sencilla túnica y se encuentra con serena dignidad frente a Poncio Pilato que está sentado en una plataforma elevada. La presencia de Pilato transmite autoridad al mismo tiempo que cierta curiosidad y quizá desasosiego, mientras que la actitud tranquila e inquebrantable de Jesús insinúa su fuerza interior.
La composición está cuidadosamente organizada, con las figuras dispuestas en una formación triangular que atrae la atención hacia el drama central. Los tonos apagados y el hábil uso de la luz crean una atmósfera sombría y triste, que enfatiza la gravedad de la situación.
Herodes, viendo a Jesús se alegró, porque hacía tiempo que deseaba conocerlo personalmente; había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna cosa especial, como un milagro de los que decían hacía con habitualidad. Le hizo muchas preguntas pero Jesús nada respondió, mientras los principales sacerdotes y escribas le acusaban con vehemencia. Entonces Herodes, hizo que sus soldados le menospreciaran y vistieran con ropas que ridiculizaban su posición de Rey de los Judíos, devolviéndoselo a Pilato.
Jesús en la corte de Herodes. Duccio di Buoninsegna. 1308-131o. Temple sobre madera. 50 x 57 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.
Llevado nuevamente ante la presencia de Poncio Pilato –segundo encuentro-, el gobernador sin saber muy bien que hacer, fue impulsado por los ancianos judíos para que Jesús fuera juzgado y condenado, acusándolo de pretender ser el Rey de los Judíos, afirmación que debería ser considerada traición al tratarse de un desafío directo a las autoridades romanas.
Jesús ante Pilato. Segundo Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo. 277 x 157 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.
Pilato declaró tres veces su creencia en la inocencia de Jesús, hasta puso en el tablero la posible liberación de un malvado forajido llamado Barrabás a cambio de Jesús, para inclinar la balanza a favor de este último.
Los ancianos y el pueblo pidieron la liberación de Barrabás y entonces Pilato se lavó las manos y mandó primero azotar, y más tarde crucificar a Jesús, lo que la soldadesca -motu proprio- acompañó con la coronación, escupitajos y la imposición del manto.
Aquí comienza lo que la historiografía ha denominado Ecce Homo “He aquí el hombre”, traducción que en la Vulgata latina se dio al pasaje del Evangelio de san Juan (19:5); se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato cuando presentó a Jesús a la muchedumbre hostil, a la que dejó el destino final de Cristo –él se lavó las manos-.
Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!
La escena sucedió tras la flagelación de Cristo atado a una columna y ser coronado con espinas.
ECCE HOMO. Antonio Ciseri. 1871. Óleo sobre lienzo. 360 x 292 cm. Galería de Arte Moderno. Florencia.
ECCE HOMO. Tiziano. 1543. Óleo sobre lienzo. 242 x 361 cm. Kunsthistorishes Museum. Viena.
En el arte cristiano se denomina Ecce Homo a una tipología de representaciones de Jesús en la que aparece tal como se describe en este pasaje evangélico, con o sin los demás personajes. Cristo aparecerá semidesnudo y atado, con una caña en las manos o no, que representa un cetro, con el manto regio y la corona de espinas.
Por fin llegamos a la exposición de varios ECCE HOMO -el último es el encontrado recientemente de Caravaggio y expuesto en el Prado tras comprobar su autoría- para terminar con una obra del insigne artista con su obra El entierro de Cristo.
ECCE HOMO. Tiziano. 1547. Óleo sobre pizarra. 69 x 56 cm. Museo del Prado. Madrid.
ECCE HOMO. José de Ribera –Lo Spagnoletto-. 1634. Óleo sobre lienzo. 97 x 81 cm. Academia de Bellas Artes de san Fernando. Madrid.
ECCE HOMO. Peter Paul Rubens. 1612. Óleo sobre lienzo. 125,7 x 96,5 cm. Museo del Hermitage. San Petersburgo.
ECCE HOMO. Bartolomé Esteban Murillo. 1660. Óleo sobre lienzo. 52 x 41 cm. Museo del Prado. Madrid.
ECCE HOMO. Juan de Juanes. Alrededor de 1570. Óleo sobre tabla. 86,4 x 58,5 cm. Museo de Bellas artes de Valencia.
ECCE HOMO. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 128 x 103 cm. Palazzo Bianco. Génova.
ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.
Aquí, la figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– y parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o acompañándola, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o de miedo.
Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.
Tras estos sucesos, Jesús fue conducido a la crucifixión y posterior descendimiento y entierro.
Cristo Crucificado. Alonso Cano. Circa 1645. Óleo sobre lienzo. 220 x 126 cm. Museo del Prado. Madrid.
Santo Entierro. Caravaggio. 1602-1604. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.
Música: Requiem de Mozart – Lacrimosa – Karl Böhm – Sinfónica de Viena.
Recuerdo a las feministas desbocadas de hoy día, y su LEY DEL DESCUBRIMIENTO de un Nuevo Mundo -Sí es Sí-, para señalarles (no recordarles, porque nunca la oyeron) que hace más de 70 años, una de nuestras auténticas feministas despachaba a los feos monederos, eedredonesy alves de entonces, con la letra a borbotones y procaz de esta canción, y sin denuncias ni juicios y sin poner en solfa la presunción de inocencia.
Que la luz del balcón ilumine tu lado izquierdo, ordenó Gustav a Ádele. Me desnudo?, preguntó ella con el visible deseo de hacerlo reflejado en sus ojos bazos.No, sólo te deseo sin ropa para mí; en este retrato intentaré plasmar tu belleza para que el mundo pueda apreciarla, y me envidie y te adore.Read More
Michelangelo Merisi nació el 29 de septiembre de 1571 en la ciudad lombarda de Caravaggio, situada al norte de Italia, este de Milán. Los padres eran de clase media-alta, trabajando su padre Fermo Merisi como arquitecto y administrador de los Sforza da Caravaggio, rama menor de los Sforza milaneses, y su madre, Lucía Aratori que provenía de familia noble y adinerada.
Al primer duque de Milán Francesco I Sforza, le sucedió su hijo Galeazzo María y a este su inepto primogénito Gian Galeazzo, que nunca gobernó de hecho, asumiendo la gobernanza del ducado el tercer hijo de Francesco I, Ludovico el Moro Sforza quien obtuvo el título de duque a la muerte de su sobrino Gian Galeazzo.
Anulada la rama mayor de los Sforza tras la muerte de los dos hijos de Ludovico el Moro sin descendencia, quedaron varias ramas menores, una de las cuales, la de los Sforza-Caravaggio, estuvo encabezada por Juan Pablo, hijo natural de Ludovico y de Lucrecia Crivelli, hija de los marqueses da Caravaggio.
Tras la muerte del padre de Caravaggio como consecuencia de la peste menor que asoló Milán circa 1580 -cuyo héroe fue san Carlos Borromeo que murió de esta enfermedad en 1584-, el jovenMichelangeloentró a trabajar como aprendiz del pintor lombardo Simone Peterzano en 1584. Siete años después moría su madre. Pero el joven Caravaggio no se conformaba con ser aprendiz, viajando a Venecia donde conoció las obras de Giorgione -Giorgio da Castelfranco- y de Tiziano –Tiziano Vecellio di Gregorio-; después marchó a Roma para establecerse como artista independiente.
La situación con la que se encontró fue difícil: sin dinero y sin amigos, tuvo que instalarse en uno de los peores barrios de la ciudad. Allí pasó hambre rodeado de mendigos, prostitutas y borrachos. Vivió un tiempo en una profunda pobreza tratando de vender sus primeras pinturas. Esos años causaron muchos estragos en Caravaggio. El artista se volvió violento y a menudo se metió en peleas que le causaron severos problemas con la justicia. También, durante este tiempo, padeció diferentes enfermedades como la malaria.
Por fin pudo conocer a Giuseppe Cesari, el “pintor de flores y frutos” de la cámara del papa Clemente VIII, quien le ofreció trabajo en su taller de pintura. Allí Caravaggio, realizó varias obras entre las que se pueden destacar Muchacho pelando fruta, su primera obra conocida, y un supuesto autorretrato que tituló Baco enfermo y Niño con cesto de frutas.
Muchacho pelando frutas. Caravaggio. 1592. Óleo sobre lienzo. 64 x 51,4 cm. Fundación Roberto Longhi. Florencia.
Baco enfermo. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma
Niño con cesto de frutas. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma.
La economía de Caravaggio no era demasiado boyante cuando conoció al pintor Próspero Orsi, que le metió en un círculo de gente importante como coleccionistas de arte, conociendo en esa época también al arquitecto Onorio Longhi que lo introdujo en los bajos fondos y las peleas callejeras, y al joven siciliano Mario Minniti, que le sirvió de modelo, y años más tarde fue su ayudante en Sicilia. Parece ser que Caravaggio fue bisexual pero no el icono gay que algunos trataron de colocarle.
El cardenal Francesco María del Monte, un importante coleccionista y mecenas que buscaba nuevos artistas, quedó tan impresionado con estos cuadros que los compró él mismo, invitándole además a entrar a su servicio, instalándole en el palacio Madama, comenzando entonces a ser reconocido ya como gran artista, extendiéndose su fama y consiguiendo los encargos más importantes de la ciudad. De esa época fueron los cuadros: La buenaventura y Partida de cartas.
La buenaventura. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 115 x 150 cm. Museos Capitolinos. Roma.
Una segunda versión de esta obra se encuentra en el Museo del Louvre.
Jugadores de cartas. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 94,2 x 131,2 cm. Museo de Arte. Kimbell. Forth Worth. UK.
En la obra puede observarse con la naturalidad que se desarrollan las trampas en la partida, cuando el observador apunta a uno de los jugadores las cartas del otro: la trampa y la bronca serían una constante en su desgraciada vida.
Durante esta época, Roma fue también centro de la cultura musical, un lugar donde acudían músicos de toda Europa, así, la primera obra que Caravaggio pintó exprofeso para Del Monte fue la titulada Los músicos. Un año más tarde y también para el cardenal pintó Cesto con frutas.
Los músicos. Caravaggio. 1595. Óleo sobre lienzo. 87,9 x 115,9 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.
Cesto con frutas. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 46 x 64 cm. Biblioteca Ambrosiana. Milán.
La capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, debe su nombre a la adquisición en 1565 de esta por el prelado francés Mathieu Cointrel -Contarelli es la italianización-. El propósito de Cointrel era decorar la capilla en honor a San Mateo. Cointrel contrató primero a Muziano , pero murió sin ver el trabajo, habiendo dejado dicho en su testamento que debía terminarse y la partida presupuestaria correspondiente. La segunda fase fue encargada a Giuseppe Cesari , quien realizó los frescos de la bóveda. Finalmente los lienzos los terminaría realizando Caravaggio, del taller del anterior. Para la capilla Contarelli pintó El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo.
Capilla Contarelli. Iglesia de San Luis de los Franceses. Roma.
El martirio de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.
La vocación de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.
Tras una visita de Del Monte a su amigo Vincenzo Giustiniani, ambos decidieron encargar al artista una pintura con un tema musical diferente, El tañedor de laúd, una de las obras más bellas y poéticas de Caravaggio.
El tañedor de laúd. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 94 x 119 cm. Museo Hermitage. San Petersburgo.
Existen tres versiones de esta obra, otra en la colección Wildenstein. NY. y la tercera en Badminton House. Gloucestershire. UK. La mejor es la de Hermitage.
Como homenaje a su mecenas el cardenal del Monte, gran aficionado a la música, Caravaggio pintó esta obra. Se puede afirmar que el joven modelo es casi el mismo que aparece como figura central en Los músicos. La partitura musical que toca el joven parece ser obra de Jacques Arcadelt, francés amigo del cardenal. En principio, se pensó que el cuadro representaba a una joven dama, pero la evolución del estudio pictórico afirma que se trata de un muchacho con evidentes rasgos de androginia. Así, Caravaggio logró una de sus mejores obras, donde la música es representada con un ideal de perfección, por un modelo de ambos sexos con los labios entreabiertos y el movimiento de la mano que nos muestra la forma de representar el natural que perseguía el artista.
En la zona izquierda del cuadro se aprecia un jarrón con flores que idealiza la belleza de la naturaleza con sus frutos, y en paralelo, la belleza de la partitura que se idealiza en el canto del joven que interpreta el madrigal, obra relativa al amor idealizado, que triunfa sobre el amor físico.
Del Monte compartía con otros personajes importantes como Borromeo o Fernando de Médicis muchos intereses científicos, y en 1598, Caravaggio pintó en honor de este último La cabeza de Medusa, un tema muy vinculado a Florencia y a los Médicis.
La cabeza de Medusa. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 60 x 55 cm. Galería de los Uffizi. Florencia.
A finales de la década de 1590, el cardenal Del Monte adquirió en Roma la villa Ludovisi y encargó a Caravaggio la decoración del techo, en donde pintó la obra Júpiter, Neptuno y Plutón.
Júpiter, Neptuno y Plutón. Caravaggio. 1597. Óleo sobre yeso. 300 x 180 cm. Villa Ludovisi. Roma.
La pintura decora la bóveda de una pequeña sala en el Casino di Villa Boncompagni Ludovisi en Roma, a la que se accede por una estrecha escalera de caracol y representa a Júpiter, Plutón y Neptuno, con el globo terrestre en el centro rodeado por los signos del zodiaco.
Francesco del Monte, tuvo mucho que ver con la realización de esta única pintura muralde Caravaggio. El artista rechazó la técnica del fresco utilizada por Leonardo da Vinci, de óleo sobre estuco, que había iniciado con tan poca fortuna Leonardo da Vinci en La Última Cena, utilizando el óleo sobre yeso que consideró más apropiado para este tipo de pintura. Mientras la obra de Leonardo se deterioró en seguida tras ser finalizada, la pintura de Caravaggio se ha mantenido en buen estado pese al abandono que pesó sobre misma.
La pintura permaneció ignorada hasta 1969, año en que fue descubierta y rehabilitada. El tema de la pintura es una compleja alegoría de las teorías del alquimista Paracelso, a la que era tan aficionado y seguidor el cardenal del Monte. Según Paracelso, el mundo se componía de tres elementos: el aire-sulfuro, el agua-mercurio y la tierra-sal. Tradicionalmente, ciertos dioses olímpicos representaron estos elementos, y es por esta razón que protagonizan la obra: Júpiter con su águila y los ropajes revoloteando, significando el poder del viento. Neptuno con su caballo representa el aguay al otro lado, asiendo un atizador y con el can cerbero de tres cabezas está Plutón, el rey del Infierno y, por tanto, de la tierra. La acción tiene lugar en el orbe que manipula Júpiter y en cuyo interior se han mezclado los tres elementos para dar lugar al Sol, la Tierra y los signos zodiacales.
A pesar de su trabajo para las élites, bien remunerado, Caravaggio sacaba a relucir a menudo su carácter violento, que llevaba de taberna en taberna, liderando una banda callejera de delincuentes que estaba presente en todos los altercados de la ciudad. En 1598, el conflictivo artista fue detenido por llevar armas sin licencia, aunque fue puesto en libertad al no haberse producido ningún incidente y manifestar que trabajaba para el cardenal Del Monte.
Durante ese tiempo Caravaggio ganó gran fama como artista, pero también fue muy criticado, ya que, para representar escenas bíblicas, usaba como modelos a gente de la calle y de las tabernas en lugar de a personas distinguidas. Sus obras eran extraordinariamente realistas y rompían con los estándares de composición de los artistas pasados; detalles como la vejez, los pies descalzos y sucios y las expresiones de horror sobresalían en sus obras.
Su característica forma de pintar fue, como todo lo revolucionario, en principio no entendido y después imitado. En primer lugar, renunció a todo tipo de idealismo, representando a profetas y santos como gente real, sirviéndose de modelos de la calle, captando perfectamente la fuerza psicológica de sus personajes, resaltando sus rostros con una intensa luz y envolviendo los fondos en tinieblas.
Probablemente los modelos eran la misma gente con la que había convivido tantos años en los barrios bajos, de cuestionable reputación. Algunas pinturas incluso, estaban ambientadas en tabernas y cantinas, y los modelos eran los borrachos y los apostadores de los bares, así como las prostitutas de mayor o menor estatus social.
Para pintar a la virgen María utilizó como modelo a prostitutas, por lo que muchas de sus obras, a pesar de tener una excelente técnica, fueron rechazadas. Esto obligó a Caravaggio a reconducir la elección de sus modelos. Algunas de las obras rechazadas fueron La inspiración de San Mateo y La Muerte de la Virgen, pinturas consideradas vulgares, ordinarias y obscenas, que en vez de idealizar las figuras religiosas, como era costumbre, les daba demasiada humanidad y realismo.
La inspiración de san Mateo. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 195 x 295 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.
La muerte de la Virgen. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 369 x 245 cm. Museo del Louvre. París.
A finales del siglo XVI y principios del XVII, las cortesanas ya no ostentaban el elevado estatus del que habían disfrutado en el Renacimiento, pero todavía existían cortesanas influyentes como Fillide Meladroni que había logrado amasar una fortuna considerable y posó como modelo para diversas obras de Caravaggio, entre las que destaca Santa Catalina de Alejandría. Otra pintura de Caravaggio relacionada con el mundo de la prostitución fue Magdalena penitente, una obra para la que utilizó de modelo a la cortesana Anna Bianchini.
Santa Catalina de Alejandría. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 173 x 133 cm. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.
Magdalena penitente. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 122,5 x 98,5 cm. Palazzo Doria-Pamphili. Roma.
Sentada en un reclinatorio o silla de oración, Caravaggio resalta la humildad cristiana de la pecadora arrepentida a través de una insólita perspectiva ligeramente elevada, con la que, empequeñeciéndola, la ensalza. Enmarcada en un fondo de sombras sobre el que se entreabre un pequeño haz de luz, la escena captura ese instante de sufrimiento o alegría del alma, en que una lágrima da testimonio de la verdad del corazón y del dolor de una verdadera contrición y de la tranquilidad tras el perdón.
En 1597 ya era Caravaggio celebérrimo. En 1599 convaleciente, se ignora si de enfermedad o de alguna herida, que sería lo más probable, comienza su carrera delictiva y el 28 octubre de 1600 consta por vez primera fichado por la policía romana, creciendo a partir de entonces sus actos punibles por la justicia: en 1601 dio una estocada al capitán Flavio Canonico, de la guardia del Castillo de Sant’Angelo, lo que, se resolvió en un acto de conciliación. En 1603, estuvo sujeto a proceso judicial interpuesto por su colega Baglione, su futuro biógrafo, por delito de libelo. En 1604 hirió a un mozo de hostería, apedreó a la policía e insultó a un cabo de la milicia, a lo que se unieron otros excesos con mujeres. En 1605 fue arrestado por tenencia ilícita de armas. En 1606 en un partido de pallacorda -tenis de entonces-, se encaró con Ranuccio Tomassoni, un joven aristócrata. Tuvieron una pelea yCaravaggio le causó la muerte, aunque parece que su intención no fue esa. El papa Pablo V, cuyo retrato acababa de pintar el propio Caravaggio, se vio obligado a sentenciarlo a muerte.
Retrato de Pablo V. Caravaggio. 1605. Óleo sobre lienzo. 203 x 199 cm. Galería Borghese. Roma.
El pintor huyó a Nápoles y vivió mirando en cada esquina para evitar a las autoridades. De Nápoles viajó a Malta, donde fue nombrado caballero de la Orden de Malta. También allí su comportamiento pendenciero le causó más de un problema, por lo que fue expulsado de la orden y obligado a dejar la isla. De su estancia en Malta cabe resaltar La Decapitación de San JuanBautista, San Jerónimo escribiendo, San Juan Bautista en la fuente y Retrato del maestre Alof de Wignacourt.
La decapitación de san Juan Bautista. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 361 x 520 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.
Esta obra, una de las mejores del artista -sino la mejor- narra la orden de Herodes de decapitar a Juan Bautista por el capricho de Salomé, la hijastra de Herodes, a instancias de su madre, episodio relatado en los evangelios de Mateo y Marcos.
Se caracteriza por el equilibrio de la composición, introduciendo el artista referencias del escenario, situando la austera arquitectura del siglo XVI de la prisión como telón de fondo. En la ventana, dos figuras silenciosas son testigos de la escena, proyectando al espectador hacia dentro de la pintura y no hacia fuera como ocurre con El martirio de San Mateo.
Aquí se presenta un compendio del arte de Caravaggio, con personajes habituales en sus pinturas -la anciana, la joven, el canalla desnudo, el noble de barba…-, sus sombras y luces, con los tonos luminosos y oscuros que provocan sentimientos profundos en el observador. En la obra se relata el cruel drama, que resulta efectivo a pesar de limitar Caravaggio toda señal de énfasis emocional excesiva. El pintor firmó en la sangre de San Juan, como sello personal del drama, en la que podría ser su mejor obra.
San Jerónimo escribiendo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 117 x 157 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.
San Juan Bautista en la fuente. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 100 x 73 cm. Collezione Bonello. Valletta. Malta.
Retrato del maestre Alof de Wignacourt. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 195 x 134 cm. Museo del Louvre. París.
De vuelta a Nápoles en 1609 fue víctima de una agresión en la Osteria del Cerriglio -siempre en medio de todas las broncas- que le dejaría la cara desfigurada, dándole algunos incluso por muerto; dormía armado y creía que todos conspiraban contra él.
De su época napolitana caben destacar David con la cabeza de Goliat- en la que se autorretrata a sí mismo en la cara de Goliat-, San Juan Bautista reclinado, La Negación de San Pedro y San Juan Bautista.
David con la cabeza de Goliat. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 90,5 x 1116 cm. Museo de Historia del Arte. Viena.
San Juan Bautista reclinado. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 124 x 159 cm. Colección privada. Munich.
La negación de san Pedro. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 94 x 125 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.
San Juan Bautista. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 159 x 124 cm. Galería Borghese. Roma.
La imagen del santo era una de las favoritas de Caravaggio. San Juan Bautista es representado más joven que en otras obras del mismo santo y autor. La obra fue terminada por el maestro poco antes de su muerte. San Juan Bautista aparece como un hombre muy joven, con una pose sencilla y relajada y con una mirada reflexiva, como si fuera un pastorcillo apoyado sobre una tela de color rojo, con ambas manos en una cornisa, mientras que en el fondo, una oveja come una hoja de parra. La tradición de representar al profeta bíblico como un joven, en lugar de como un hombre maduro y sabio, se fraguó desde el Renacimiento. San Juan aparece inmerso en sus pensamientos y su aspecto quizá desprende tristeza.
En 1610, Caravaggio recibió por fin permiso para volver a Roma tras ser indultado. De regreso, tras una escala en Porto Ércole -Sicilia- fue encarcelado al ser confundido con otra persona,y el barco que le tenía que llevar a Roma zarpó sin él. Su salud, muy resentida por su mala vita, empeoró con las desdichas; con disentería y muy débil, cuentan quecomenzó a correr por la playa persiguiendo al barco que tenía que haberle llevado a Roma. Cayó al suelo exhausto, y sin ayuda y en pocos días murió: el 18 de julio de 1610.
Su última obra, El martirio de santa Úrsula, es tal vez la más oscura y lúgubre de su producción, fiel reflejo de su estado de ánimo en aquellos días.
El martirio de santa Úrsula. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 106 x 179,5 cm. Banca Comercial Italiana. Nápoles.
Muchos creen que murió debido a las condiciones que soportó en la cárcel, contrayendo una enfermedad, otros piensan que fue asesinado por alguno de sus múltiples enemigos, y otros, los más, que se volvió loco por su sufrimiento y murió de insolación.
Igual que en su obra, la vida de Caravaggio estuvo marcada por una lucha entre la luz y la oscuridad. Fue un artista con una capacidad deplasmar la miseria que le rodeaba a través de personajes que se confundían entre lo sagrado y lo profano. Excesos y delincuencia marcaron la vida de Caravaggio, un hombre con múltiples contradicciones, que pasó gran parte de su vida huyendo de sí mismo: soy un hombre que busca ayuda, un artista que pide misericordia.
La técnica de Caravaggio ha sido reconocida en todo el mundo. Se le ha llamado El maestro de la sombra y de la luz debido a su particular técnica conocida como Chiaroscuro y el resultado de su estilo fue el Tenebrismo, CREANDO ESCUELA a comienzos de el Barroco: los contrastes a través del fuerte uso de luz y de las sombras con el propósito de crear volumen y dramatismo, fueron una nueva forma de idealización y de mostrar el sufrimiento.
Su Tenebrismoque es el nombre que la historiografía del arte ha dado al estilo o corriente de la pintura correspondiente a la fase inicial del Barroco -comienzos del siglo XVII-, que se caracterizó por el violento contraste de luces y sombras mediante una forzada iluminación que se hace llegar con un foco de luz marcando una diagonal en la pared del fondo, como proviniendo de un tragaluz de un sótano –luz de sótano o luz de bodega-. Su nombre proviene del latín, tenĕbrae, tinieblas.
Los principales exponentes de esta Escuela fueron Caravaggio y José de Ribera -Lo spagnoletto-, y se ha llegado a considerar el Tenebrismo como una corriente propia de la escuela española, que surgió a comienzos del siglo XVII, aunque siempre sería como resultado del impacto del caravaggismo y el uso de su técnica del claroscuro, aunqueen la pintura española fuera iniciada la técnica de la luz en la segunda mitad del siglo XVI por El Greco, El Divino Morales, Pedro de Campaña, Luca Cambiaso, Navarrete el Mudo y otros, conjunto de artistas que recibieron la denominación de luministas-quizá equivocada, o no-.
En España el primer núcleo propiamente tenebrista se desarrolló en la Escuela valenciana de Francisco Ribalta, de donde surgió Ribera -aunque la totalidad de su obra la realizó en Nápoles-. También influencia tenebrista tuvo la Escuela sevillana de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco -suegro de Velázquez- de donde saldrían Velázquez y Zurbarán.
OTRAS OBRAS ENTRE LAS MEJORES
La cena de Emaus o Los discípulos de Emaus. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 141 x 175 cm. Academia de Bellas Artes de Brera. Milán.
Judith decapitando a Holfernes. Caravaggio. 1599. Óleo sobre lienzo. 144 x 173,5 cm. Colección privada. Francia.
La flagelación de Cristo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 286 x 213 cm. Museo Capodimonte. Nápoles.
Narciso. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 110 x 92 cm. Galería Nacional de Arte Antiguo. Roma.
La conversión de san Pablo. Caravaggio. 1601. Óleo sobre lienzo. 230 x 175 cm. Basílica Santa María del Popolo. Roma.
Madonna y el Niño con santa Ana. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 292 x 211 cm. Galería Borghese. Roma.
La sepultura o el entierro de Cristo. Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.
Salomé con la cabeza de l Bautista. Caravaggio. 1609. Óleo sobre lienzo. 116 x 140 cm. Galería de las Colecciones Reales. Madrid.
Para terminar, el famoso Caravaggio calificada su autoría recientemente, que fue expuesto en el Prado durante unos meses.
ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.
La figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– que parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o con ella, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o miedo.
Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.
El Ecce Homo de Caravaggio, perdido y recuperado, apareció en 1631, sin poderse saber quién encargó la tela, aunque los expertos están seguros de que el cuadro apareció entre los bienes de Juan de Lezcano, secretario del virrey de Nápoles. La obra fue adquirida por el conde de Castrillo, virrey de Nápoles, y más tarde enviada a Madrid, donde aparece en las colecciones de Felipe IV en 1666. Un siglo y medio más tarde se encontraba en el inventario de las obras del valido de Carlos IV, Manuel Godoy, que pasaron a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en donde al parecer se perdió luego la pista de esta obra.
La reaparición del cuadro comenzó en marzo de 2021, cuando un propietario anónimo, a través de una casa de subastas madrileña -Ansorena-, sacó a la venta por un precio de salida de 1.500 euros la obra La coronación de espinas, lo que entonces se creía que era la pintura de un discípulo de José de Ribera.
Ribera fue un pintor valenciano que desarrolló la mayor parte de su carrera en Italia y según el Museo del Prado su estilo es marcadamente italiano. La confusión podría entenderse, debido a que, como destaca la propia pinacoteca, Ribera adoptó una forma extrema del naturalismo de Caravaggio, que se manifiesta en el uso de fuertes contrastes de luz .
Tras todo el revuelo causado por la pintura que pasó de valer 1.500 a 36 millones de euros y que fue protegida con toda urgencia por las autoridades culturales, se conoció el nombre de los propietarios, la familia Pérez de Castro, descendientes de Evaristo Pérez de Castro, uno de los redactores de la Constitución de 1812. Casi inmediatamente, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo pública una pista sobre la identidad de la obra, desvelando que en 1823, la Academia había aprobado su permuta por un San Juan Bautista de Alonso Cano propiedad del político Pérez de Castro.
La ficha de esta obra en la Academia de San Fernando menciona las deliberaciones de la junta directiva al respecto, y la confianza en “que la Academia quedaría bien indemnizada si la permuta se hacía con un Ecce Homo que se creía de Carabaggio, y no constando que perteneciese a ningún particular ni corporación, se aprobó el cambio por las ventajas que ofrecía a la Academia“. (Pérez de Castro era directivo de la Academia, claro).
Desde 2021, siempre con la prohibición de abandonar España, y hasta su adquisición por un coleccionista anónimo (británico y residente en España), la pintura ha permanecido bajo custodia de la galería de arte Colnaghi, con la colaboración de Filippo Benappi (Benappi Fine Art) y Andrea Lullo (Lullo Pampoulides), siendo además restaurada por Andrea Cipriani y su equipo, bajo la supervisión de expertos de la Comunidad de Madrid.
Sobre ella se ha efectuado una investigación de expertos ingenieros nucleares especializados en la aplicación de técnicas científicas al estudio y conservación del patrimonio cultural, y sus conclusiones, junto a las de otros estudios llevados a cabo por catedráticos de Historia del Arte, historiadores del arte y eruditos en la materia, han venido a coincidir en que, por técnica, estética e iconografía, esta obra corresponde a Caravaggio. (Me recuerda por la millonada, a la Dama Dorada de Klimt -que si queréis os refresco la historia cualquier día-, aunque eneste caso solo se ha valorado en 36 millones porque no puede salir de España).
Ayer hice mi último examen del cuatrimestre, y hoy vuelvo a estar al lado de mi querido blog, tan abandonado como el arte y los museos que tanta vida me han ido dando. Así, y en justa reciprocidad, recuperé en la mente una visita al Prado que hice el pasado otoño con motivo del préstamo y exposición de un Ecce Homo -perdido y encontrado- de Michelangelo Merisi da Caravaggio, para mí uno de los más grandes -sino el más- pintores de la Historia.
Antes de ponerme con el relato de mi visita al Prado, recordé un post escrito sobre una exposición en el Palacio Real de Madrid que contenía una obra del no demasiado prolífico artista que lo utilizo hoy a modo de proemio, que continuará con la visita al Prado y posteriormente, un paseo por la vida del artista y su obra.
El 7 de junio de 2016 fui al Palacio Real, visita gratuita si se iba por la tarde con 2 horas de duración y sin posibilidad de visita guiada, pero como a los jubilados sólo nos costaba cinco euros, preferí ir a mi aire un martes a las 10,30 de la mañana, y vi la posibilidad al llegar, de poder ver la Exposición con un guía colectivo por cuatro euros adicionales, aunque hubiera pagado a la guía que nos asignaron hasta con la vida, porque nos tocó en suerte una mujer bella, de unos cuarenta, delgada-tipazo, morena con raya en medio y pelo recogido con fiereza en moño trasero, labios fruncidos como lanzando un beso general al tendido, con lo central de ambos labios carnoso, y laterales muy finos, culta, seria y con un algo acuoso en el fondo de sus ojos grandes y oscuros que te absorbía…se llamaba Salomé.
Salomé nos señaló que la exposición tenía 72 obras entre pinturas y esculturas del siglo XVII italiano –seicento*–, todas de las Colecciones Reales del Patrimonio Nacional. Aunque la exposición se llamaba de “Caravaggio a Bernini”, solamente había una obra de Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista y una sola escultura de Bernini, El Cristo crucificado, que estaba expuesto sin la cruz, sólo el cuerpo.
“De Bolonia a Roma”, “Lujo Real”, “De Roma a Nápoles” y el “Esplendor del Barroco”, eran las cuatro partes en las que se dividía la muestra. Tenían que buscar alguna forma de ordenarla y no era fácil, ya que casi ningún artista participaba con más de una obra. Empezamos con de Bolonia a Roma, y dejamos para el final Lujo Real en los salones Génova, en donde estaba la obra de Caravaggio.
De Bolonia a Roma comenzaba con piezas que reflejaban cómo llegaron a Roma artistas procedentes de Bolonia, como Annibale Carracci, Guido Reni con su Santa Catalina o Giovanni Francesco Barbieri –Guercino–, o de otras partes, de Francia Charles Le Brun, o de España, Velázquez. Destacó para mí en este primer bloque la Túnica de José del sevillano.
La túnica de José. Velázquez.
Annibale Carracci llegó a Roma en 1594, donde aprendió de la escultura antigua y de las pinturas de Rafael Sanzio –Rafael–, un nuevo lenguaje artístico de perfección clásica, intentando reproducir la belleza de las perfecciones y no de lo imperfecto. Creó escuela y tuvo muchos seguidores.
La Asunción de la Virgen. Annibale Carracci.
En la sección de Roma a Nápoles, se apreciaba la influencia de Caravaggio en la pintura de la zona del sur de Italia, gobernada por los españoles durante dos siglos y profusamente representada en nuestro Patrimonio Nacional, ya que muchas obras de esa época fueron traídas a los reyes de España, progenitores de los reyes napolitanos. Destaca José de Ribera, español formado en Italia con sus obras Jacob y el rebaño de Labán y Francisco de Asís en la Zarza, y algunos, que siendo de la escuela de Ribera, fueron de los más destacados artistas del barroco ilusionista, de moda en la Corte española al final de los Austrias. También en esta sección de la escuela napolitana, hay presencia muy notable de la escultura barroca, donde se exhibe El Cristo Crucificado de Bernini, como se apuntaba antes sin cruz. Fue mandado realizar por Felipe IV para El Escorial y es, como todo lo que hizo Bernini, sea escultura –La fuente de los cuatro ríos– en la Piazza Navona de Roma, arquitectura –La plaza de la Basílica de San Pedro– o pintura –retratos–, todo fantástico.
Jacob y el rebaño de Labán. José de Ribera.
San Francisco de Asís en la zarza. José de Ribera.
Cristo crucificado. Bernini.
Plaza de San Pedro.
La fuente de los cuatro ríos en Piazza Navona. Roma.
Caravaggio. Retrato de Bernini.
En el Esplendor del Barroco terminaba la exposición con una docena de pinturas de gran tamaño que recorrían todo el siglo XVII con obras tan magníficas como la Conversión de Pablo de Guido Reni, La vocación de San Andrés y San Pedro de Federico Barocci o Los cuatro arcángeles de Massimo Stanzione.
Conversión de Saulo. Guido Reni.
La vocación de San Andrés y San Pedro. Federico Barocci.
Otros pintores destacables en la muestra son: Giovan Francesco Romanelli, Simone Cantarini, Charles Le Brun -protegido de Luis XIV de Francia- o Francesco Albani. Además, los dos escultores más importantes del siglo XVII, el citado Gian Lorenzo Bernini, y Alessandro Algardi están representados con dos de sus obras, que estaban bastante deterioradas, en los jardines del Palacio Real de Aranjuez, y hoy están perfectamente restauradas.
Y llegamos a Lujo Real, habiendo pasado por alto interesantes obras en plata y bronce en la sala 3, provenientes de los camarines de algunos palacios Austrias, pero que a mí no me llamaron demasiado la atención.
En el Lujo Real se encontraba la obra de Caravaggio –la mejor y una de las poquísimas que hay en España– Salomé con la cabeza del Bautista. La pintura se hallaba en magnífico estado de conservación tras su reciente restauración, siendo posible determinar así con claridad, la posición de la espada que empuña y va a ser envainada por el verdugo, que está de espaldas. A las tonalidades pardas que componen el fondo oscuro, decidió añadir el maestro un verde casi negro que ahora resulta visible, sobre todo en la zona de sombras de la izquierda. Se considera una de las mejores obras de la época final de Caravaggio, por el colorido, el contraste de luces característico del tenebrismo, y el realismo de las figuras humanas. Parece ser que la cabeza del bautista en la fuente fue un autorretrato del artista.
El episodio bíblico no es presentado en la obra como drama que está ocurriendo y que debe horrorizarnos, sino como algo dramático que pasó y ahora se presenta con naturalidad. La hija de Herodías presenta la cabeza que reclamó como premio por bailar delante de su padre, el rey Herodes. El pintor utilizó un fuerte claroscuro que realza las figuras humanas en medio de la oscuridad dando a la obra sensación de realidad.
Existe otra Salomé con la cabeza del Bautista en la National Gallery de Londres, realizada para el Gran Maestre de Malta. La que podemos ver en esta Muestra fue la que perteneció a García de Avellaneda y Haro, conde de Castrillo y virrey de Nápoles entre 1653 y 1659, regalada a Felipe IV y traída a España por Velázquez junto a otras 43 obras, colgada en el Alcázar de Madrid, que se salvó junto a otros tesoros artísticos en el incendio del palacio-fortaleza de 1734, ya que aparece catalogada con el número 876, cuando se realizó una lista de las obras no destruidas en el incendio. Después fue al Palacio Real de Madrid, de la hoy calle Bailén, donde permanece desde entonces.
De repente me fijé en la figura que portaba la cabeza del Bautista, miré su cara, sus ojos seductores, su boca fruncida y ¡Dios mío! ¡Era nuestra guía! Busqué a la guía que nos acompañaba, y no estaba. Vi mover los ojos acuosos de la Salomé del cuadro, desde la posición inicial de su cabeza en dirección contraria al Bautista, hacia mí, y comencé a sentirme mareado y poco a poco perdí el sentido.
Me desperté teniendo en frente a una señora de cara bonancible, gruesa, con cabello blanco que me preguntó en francés: vous allez bien? Vous avez besoin d’un médecin? A lo que contesté que me encontraba regular, que no necesitaba médico y le pregunté que si hablaba español o inglés. Me contestó en español, y al decirle que estaba aturdido, sacó del bolso una botellita de agua y me la ofreció. Bebí un trago, le dije que me encontraba mejor y le di las gracias. Êtes vous sûr que tout va bien? Perdón, corrigió la amable señora ¿seguro que está bien ? Sí, sí, le di las gracias y se fue.
Al cabo de unos minutos, me incorporé, miré alrededor y vi que estaba en lo que parecía un museo, por los cuadros expuestos en las paredes y alguna escultura entre ellos. No identificaba donde estaba, pero el lugar me sonaba a conocido. Algunas señales en italiano: Stanza 124, Uscita di strada…Me fijé en la obra que tenía delante y !no me lo podía creer! Estaba ante Judit decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi, hija de Horacio Gentileschi, seguidor de Caravaggio. A su derecha –seguía sin dar crédito a lo que veía–, Baco –con los ojos acuosos enigmáticos –de campesino, no de un dios– del maestro Caravaggio, del artista violento y revolucionario en la manera de pintar, personificando siempre en todos los aspectos de su aventurada vida, la figura romántica del artista maldito.
De la pintura veneciana aprendió el uso del color cálido y atmosférico y de la lombarda tomó y cultivó más tarde, el fuerte realismo y la predilección por las personas populares y humildes.
Judith decapitando a Holofernes. Artemisa Gentileshi.
Bacco. Caravaggio.
Ante tanto absurdo, busqué la salida a toda prisa, para confirmar que incomprensiblemente, estaba en la puerta de la Galería de los Uffizi de Florencia. Reconocí la Chiasso del Baronceli –conocía Florencia aceptablemente pues había ido varias veces con anterioridad– y la cogí a toda prisa hacia el oeste, buscando para acabar de situarme el puente de los joyeros sobre el río Arno. Torcí a la derecha por la vía Lambertesca rodeando la Piazza D Pesce hasta llegar a la Vía Por Santa María, pudiendo divisar entonces, el puente Vecchio con sus tiendas de joyeros.
Galería de los Uffizi.
Mi primera tentación fue preguntar por un posto di polizia, pero lo pensé mejor y pregunté por una parada de taxis. La parada estaba al lado del Palazzo Pitti, que fue construido por la familia de comerciantes Pitti -para tener uno más grande que los Médicis–, y que en cuanto se arruinaron fue comprado por Eleonora de Toledo mujer de Cosme I de Médici.
Puente Vecchio sobre el río Arno.
Llegué a la parada enseguida -no hay más de 200 ms desde el puente Vecchio- y cogí un taxi, preguntando previamente si podía pagar con VISA, para ir al aeropuerto Amerigo Vespucci o Peretola. Allí encontré pasaje para Madrid en Iberia a las 16,30 y a las 19,00 estaba en la T4.
Pensé en ir a un psiquiatra o a alguien experto en fenómenos paranormales, pero no lo hice, al fin y al cabo la ida a Florencia fue muy barata, y mi filosofía es que las preguntas sin respuesta en la vida, pueden producir de todo, fundamentalmente melancolía.
No obstante, volví tres veces al Palacio Real de Madrid buscando a la guía, pregunté a todos los que hubieran podido conocerla, pero nadie parecía haberla visto jamás.
*Seicento: denominación historiográfica de la dimensión local en Italia del Barroco; movimiento cultural con extensión intelectual, literaria y en todos los géneros del arte
Durante muchos años fui persona de claras convicciones y opiniones -muchas veces, seguro que demasiadas– rotundas.
Siguiendo relativamente firme en mis convicciones, cada día que pasa, me parecen más aceptables todas las posiciones y formas de pensar, por lejos que estén de la mía. Es decir paso a aceptar que las cosas no sean casi nunca, ni lo blancas ni lo negras que a mí me parecen o me gustaría –creo que es una medida de autoprotección de mi yo–, posiblemente, para no tener que rechazar tantas cosas que me pudieran desagradar o herir. El alma o la mente se autocorrigen o evolucionan, para evitar frecuentes acciones de rechazo o desprecio como me hubiera sucedido antaño.
Me está traicionando la mayoría absoluta de mis neuronas –que la tuve–, de mi yo, de mi alma o de mi espíritu? Iré cada día más, hacia una minoría absoluta creciente, de cara a mis juicios y opiniones? La edad va llevando a esa minoría? Será otro tipo de evolución de mi alma, de mi espíritu, o de mi mente? Se irá haciendo el sistema neuronal menos firme? Las neuronas son cada vez más permisivas o engañadas por sí mismas? Semi vacías? Las que van quedando languidecen? Me voy yendo poco a poco?
Para saber que ocurre, quizá debiera saber en primer lugar, qué son y dónde residen el espíritu o el yo, la mente y el alma, para después intentar analizar su evolución.
Decía San Agustín de Hipona –no olvidar que vivió en el siglo IV– que las potencias del alma son:
MEMORIA, ENTENDIMIENTO Y VOLUNTAD.
Memoria…pasado: lo que el hombre recuerda (menos mi amigo JAV, de edad provecta aunque menor que la mía, que sigue acordándose de todo).
Entendimiento…presente: lo que el hombre entiende.
Voluntad…futuro…previsión: lo que el hombre hará.
Platón admitía tres poderes del alma, e incluso que había tres almas: el intelecto, los afectos nobles y los apetitos o pasiones.
Para Aristóteles, el alma era una, pero dotada de cinco grupos de facultades: la vegetativa para el desarrollo de la vida orgánica, la del apetito o tendencia hacia algo, la de percepción sensorial,la facultad de locomoción y la razón.
Los escolásticos siguieron la teoría aristotélica, pensando que cuerpo y alma van unidos en una substancia completa, siendo el alma la parte sustancial, el principio vital.
Y así fueron siendo los pensamientos de los filósofos, pero sin definir ninguno con precisión que es el alma y en qué lugar reside.
Básicamente, hay dos teorías al respecto de la composición del ser humano, la de los Tricomitas, que creen que el ser humano está compuesto de tres partes: espíritu, alma y cuerpo y la de los Dicomitas que creen que el ser humano consta de dos partes: alma/espíritu y cuerpo, en donde espíritu y alma, son lo mismo.
Veamos algunas definiciones de alma y espíritu de diferentes filósofos, que son bastante similares:
Alma
–El principio vital en los seres humanos, acreditado con facultades de pensamiento, acción y emoción y a menudo concebido como una entidad inmaterial.
–La naturaleza espiritual de los seres humanos; se piensa que es inmortal, y que se separa del cuerpo en la muerte, siendo susceptible de la felicidad o miseria en un estado futuro.
–El espíritu sin cuerpo de los seres humanos muertos; una sombra…
Espíritu
–La parte principal o fuerza animadora de los seres vivientes. Conciencia incorporal…
–El alma, considerada como lo que sale del cuerpo cuando la persona muere.
–La parte del ser humano asociada con la mente, voluntad y sentimientos. La naturaleza esencial de una persona o grupo.
Los Dicotomitas señalan que existen solamente dos versos en la Biblia que se pudieran utilizar para respaldar una posición Tricotomita (Hebreos 4:12 y I Tesalonicenses 5:23).
Hebreos 412: porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Tesalonicenses 523: y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Los Dicotomitas piensan que ambas referencias son solamente una forma de escribir para referirse al todo del ser humano, y no necesariamente para establecer una diferencia entre el alma y el espíritu.
Un estudio de la forma en que se usan las palabras “alma” y espíritu” en la Biblia, nos demuestra que las características del alma y del espíritu también son aparentemente idénticas y que tienen las mismas capacidades, por lo que es probable que sean una referencia a la misma cosa.
Y qué acerca del alma y la mente?
En versículos de Marcos12:30 y Lucas10:27, se señala lo que dijo Jesús: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Sin embargo, si se considera que alma y espíritu se refieren a una misma cosa –aunque pudieran no ser exactamente lo mismo–, algunos filósofos importantes, optan por no considerar tampoco la diferenciación entre alma y mente, ya que entonces el hombre podría ser cuatripartito : cuerpo, alma, espíritu y mente, teoría desechada por la mayoría. Es decir alma, espíritu -yo- y mente, sin ser lo mismo, pueden referirse a la misma cosa, resultando muy difícil llegar a concluir la diferencia entre espíritu -yo-, alma y mente.
San Agustín trató de llegar a una conclusión al respecto y no pudo. Si una mente tan importante como la de San Agustín no pudo resolver esto, no me sentiré yo mal por no poder hacerlo.
Espíritu se es y alma se tiene, dicen los Rosacruces.
Y donde se sitúan el alma/espíritu/mente?
Esta cuestión fue principal desde el principio de los tiempos: averiguar dónde se situaba el alma, como paso previo a posteriores análisis.
Desde los tiempos en que tenemos información, se pensaba que el alma residía en el corazón. En el antiguo Egipto, los sacerdotes extraían el cerebro de los cadáveres cuando preparaban el viaje al más allá después de la muerte, y sin embargo dejaban intacto el corazón porque creían que allí residía el espíritu o alma, y que este órgano era el fundamento de la vida. Aristóteles también pensaba que el corazón constituía el centro de la vida y que el alma o espíritu residía en él.
En esta búsqueda interminable del tesoro humano –el alma– los científicos llegaron al corazón sufriendo una gran desilusión al descubrir que sólo era un músculo, imprescindible para la vida, pero un músculo al fin y al cabo.
El corazón, como residencia del alma o espíritu, fue un concepto muy poderoso durante siglos. En la Edad Media creían que cada persona tenía tres almas: una en el hígado y otra en el corazón, siendo la tercera el alma racional, el alma cristiana, que no estaba en ningún lugar concreto porque era un alma inmaterial. Así que el corazón siguió considerándose como un órgano central en lo relativo al alma. Recordemos frases como “te abro mi corazón”, “se me rompe el corazón”, “con el corazón en la mano”, todas ellas pueden ser herencia de esa idea secular.
Llegamos a los primeros grandes científicos, en el siglo XVII, que comenzaron a pensar que esta teoría era incierta y que el alma podía residir en el cerebro.
Algunos animales ni siquiera se reconocen a sí mismos frente a un espejo. Otros, como los monos, igual que nosotros, se reconocen y tienen conciencia de sí mismos. Los seres humanos, a diferencia de los demás animales, tenemos entendimiento imaginativo -más tarde entendimiento-, voluntad y memoria que eran las tres potencias del alma, según el pensamiento antiguo.
Hasta mediados del siglo XVII, el alma era un principio inmortal e inmaterial que pensaba, sentía y regía el cuerpo, mientras que el cerebro, por el contrario, era considerado una glándula de aspecto desagradable y de aparente inutilidad. Thomas Willis (1621-1675), junto a un grupo de sabios, inaugurando la era de las neuronas, en la que nos encontramos hoy, pensaron que cerebro, mente y quizá espíritu sean conceptos inseparables.
Hoy se puede afirmar que el cerebro es el soporte físico a través del cual se realizan las funciones de la mente, y se mueven y se expresan, los múltiples grados y estadios de conciencia.
La mente es la capacidad de pensar y organizar esos pensamientos, razonar, concebir y racionalizar ideas, interrelacionarlas, y ver más allá de los sentimientos.
La conciencia –mucho más extensa que la mente–, es una propiedad del espíritu humano, que constituye el amplio campo de acción en el que se mueve la mente, y en ese espacio, además de la mente, pueden actuar también las emociones, la imaginación, las percepciones, las expresiones y las experiencias. Es un campo de acción que puede llegar a límites inmensos, aunque apoyado siempre en la materia. La conciencia es la que permite un conocimiento reflexivo de nosotros mismos, de nuestras aptitudes y posibilidades. Descubre el mundo exterior, permitiéndole o no, entrar en nosotros y en nuestra subjetividad.
Si la mente contiene el entendimiento que es una potencia del alma, la conciencia es el alma misma. El cerebro, la mente y la conciencia están unidos, como lo está la materia a la idea y al espíritu, o con otras palabras, la materia a la energía y al alma.
También se debe relacionar lamentecon las otras potencias o facultades, como la voluntad y la memoria. Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia mayores opciones en múltiples ámbitos, proporcionándonos la utilización de la memoria para la sabiduría, como la jurisprudencia al derecho, ampliando sus posibilidades de forma inimaginable. La mente no sólo es entendimiento y conocimiento, sino también capacidad para entender y conocer.
En el cerebro están las bases, pero es la mente la que abre puertas hacia los conocimientos, y un paso más allá, haciendo uso de la inteligencia, convierte los conocimientos en sabiduría, en experiencia vital.
Los paleontólogos aseguran que la idea del alma es un concepto tardío respecto a otras ideas, como la necesidad de fabricar herramientas, pero es una idea -que aunque tardía- absolutamente persistente, que además se estudia con gran intensidad, intentando desbrozar todos sus secretos, desde que se estableció conceptualmente.
La idea del alma ha evolucionado con el hombre y se ha sometido a las leyes que conforman nuestros conceptos, y sobre esa idea aplicamos nuestras previsiones e imaginaciones con el deseo de entender a los demás, y a la naturaleza, pudiendo haber sido éste, el origen de la necesidad permanente de la reflexión sobre el concepto de alma.
Willis estudió con detalle la estructura cerebral y propuso una nueva concepción de la mente, en la que pensamientos y emociones eran tormentas de átomos en el cerebro, es decir, algo físico. Propuso entonces que los trastornos mentales, como la depresión u otros, podrían ser curados con preparados farmacéuticos capaces de restablecer el equilibrio en el fluido nervioso. Hoy forman parte de nuestra cultura los fármacos contra la ansiedad o la depresión, o cualquier otra enfermedad de la mente, del espíritu o del alma con las que habitualmente acostumbramos a vivir.
Willis con su revolucionaria teoría, fue el primero que señaló que todo –alma/espíritu y mente– están en el cerebro. Afirmó que la memoria, la capacidad de aprendizaje, los movimientos, la razón y las emociones, eran en una consecuencia de tormentas de átomos en el cerebro. Su opinión como puede verse, es que algunas de las potencias del alma clásicas, como el entendimiento y la memoria dependen de la actividad cerebral. Pudiera también creerse que la voluntad depende de la actividad cerebral.
Nuestra mente es lo que somos: recuerdos, emociones y experiencias que están en el cerebro fijadas en sus millones de neuronas y las uniones entre ellas.
Willis señaló a la posibilidad de curar enfermedades mentales mediante procesos químicos, convencido plenamente de que los fármacos y las manipulaciones físicas podían curar ese tipo de enfermedades. Sería el origen de la futura neurofarmacología. Por ejemplo, explicaba que un ataque epiléptico podía estar causado por un descontrol químico. Se trataba de una manera de razonar muy distinta a la que imperaba hasta entonces, cuando la teoría era entonces, que los epilépticos estaban poseídos por el demonio.
En el caso de la melancolía –que actualmente llamaríamos depresión– que hasta mediado el siglo XVII se trataba con la astrología, actuando sobre los humores definidos por Galeno y con rezos a Dios, Willis ya recetaba una especie de líquido confeccionado por él, señalando que modificaría la química del cerebro, señalando que este tratamiento eliminaba los elementos responsables de la melancolía: la sal y el sulfuro de la sangre.
En realidad, es lo que se hace hoy cuando alguien toma un medicamento para desajustes del comportamiento, tomándolo con la convicción de que esa sustancia química modificará los elementos negativos de su funcionamiento cerebral. Por ejemplo, si bebemos vino -una sustancia química-, nuestro cerebro modifica notablemente sus capacidades de atención, de rapidez, de percepción, y, por tanto, se modifica también nuestro carácter. El aserto final parece ser, que con sustancias químicas para nuestro cerebro, se puede modificar el comportamiento del modo que deseamos.
Con Sigmund Freud se impuso el psicoanálisis y se abandonó el uso de fármacos para tratar las enfermedades mentales. El resurgimiento de fármacos se produce después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se empieza a usar torazina y otros compuestos químicos para mejorar las dolencias de la mente. Los científicos descubrieron que este tipo de fármacos podían modificar la concentración de los neurotransmisores.
La fluoxetina, se utiliza actualmente para tratar la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo. Cuando salió al mercado en 1990, representó una revolución en la psicofarmacia por sus bajos efectos secundarios. No creando adicción, la fluoxetina actúa sobre el sistema nervioso central y concretamente, sobre los niveles de serotonina. Se cree que la depresión es un desequilibrio en los niveles de este neurotransmisor, de modo que un bajo nivel de serotonina entre las neuronas provoca la depresión. La fluoxetina evita que las células del cuerpo capten serotonina, haciendo que la cantidad de ésta entre las neuronas sea mayor.
Actualmente existen drogas para una gran cantidad de trastornos de la mente. Las que sirven para levantar el ánimo, mejorar la memoria –otra de las potencias del alma modificables–, para controlar la hiperactividad, la indolencia, la atención, el sueño…
El alma ya se ha razonado que está en el cerebro. ¿Cómo se siente el alma entre neuronas?
Ya hemos visto que el cerebro es física y química, y las consecuencias de esos procesos físico-químicos son las ideas. Entre estas ideas, siempre ha estado con fuerza una pregunta entre los seres humanos: ¿hay y se mantiene algo “vivo” después de la muerte? El hombre ha admitido el carácter inevitable de la muerte, y que sus átomos físicos mueran, pero no quiere admitir que todo concluya ahí: ¿el yo/alma/mente/espíritu es también componente cerebral? ¿Es también material físico o químico? ¿El yo puede desaparecer del cerebro?
Desde la época de Willis hasta nuestros días, los conceptos mente, cerebro y alma han cambiado mucho y se ha avanzado muchísimo en los estudios anatómicos, neurológicos y fisiológicos. En aquella época, prácticamente no había métodos de localización cerebral y todo lo que se podía hacer era postular hipótesis. En la actualidad, se van localizando áreas cerebrales con funciones precisas y con muchísima exactitud, utilizando fundamentalmente métodos de estimulación eléctrica -y en algunos casos, magnética- para identificar áreas cerebrales concretas…Se pueden observar los cambios cerebrales y su impacto en el comportamiento o en el yo.
Es decir, puede apreciarse cuando se observan las dolencias cerebrales degenerativas, que el yo vaya cambiando…¿Es que puede cambiar el alma? Una persona puede transformarse completamente si sufre una demencia senil o Alzheimer, pudiendo no parecer el mismo ser, ni pudiendo a veces apenas recordar su yo anterior. De hecho, se pueden observar cambios físicos en el cerebro de estas personas, que a su vez han modificado sus comportamientos; recuerdo como anécdota, que mi madre -q.e.p.d.- que había sido siempre de no gustarle nada más que el té de entre las infusiones, detestaba el azúcar, la coca cola y las patatas chips, cuando empezó a perder su yo, solo le gustaba el café con 3 bolsas de azúcar, devoraba las las patatas y casi perdía la cabeza -ya del todo- por las coca colas…
El yo es un concepto muy importante en nuestra cultura y la simple idea de que el yo pudiera desaparecer, causaría auténticas desazones. Nuestra idea del yo es mucho más profunda que el simple reconocimiento de uno mismo. ¿A qué categoría pertenece la idea del yo? ¿Es simplemente una convicción que hemos generado? ¿Es una idea imaginativa que supone que hay algo más que redes neuronales y neurotransmisores? ¿Cómo surgió esta idea del yo?
El cerebro actúa de un modo distinto al habitual cuando pensamos en nosotros mismos. Se ha estudiado desde una perspectiva neurológica, a través de gammagrafías cerebrales, y hay ciertas regiones cerebrales que parecen coordinar un tipo especial de pensamiento al pensar en nosotros mismos .
Puede ser que el yo sea la manera especial que tiene el cerebro de identificar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos. El yo puede entenderse como un proceso o una organización cerebral. Al menos, así es como los científicos empiezan a considerarlo, y cuando se altera esta organización o proceso, empiezan los problemas del yo. Es entonces cuando la persona ya no se parece a lo que era, porque no puede retomar su memoria autobiográfica. Simplemente, la persona no recuerda quién es. Quizá la manera de regular las emociones al pensar en uno mismo, también cambie, y por tanto emocionalmente se parezca, o sea, ya otro ser. En cualquier caso, y como sugirió Einstein, la conciencia y el cerebro siguen siendo el gran misterio de la Humanidad.
Los neurólogos se enfrentan a la paradoja de tener que estudiar el cerebro, analizarlo y comprenderlo, a través de su propio cerebro. La herramienta de análisis es al mismo tiempo el objeto de lo que se analiza. Quizá por ello se haya comenzado la tarea de sistematizar el estudio aplicando métodos científicos.
El cerebro es capaz de crear una máquina que lo supere ya que parece que la inteligencia artificial tiene ganada la batalla al intelecto en aspectos tales como razonamiento lógico, cálculo e incluso la capacidad de aprender de experiencias del pasado y poder anticipar sucesos futuros. Algunos científicos opinan que en algún momento, estos cerebros artificiales, podrán ayudarnos a conocer como funciona nuestra propia inteligencia, nuestro yo y claro entonces, el comportamiento del alma.
¿Quizá sea posible, en un futuro próximo, mantener alguna de las potencias del alma con cerebros artificiales? Para nuestra memoria, el mantenimiento de nuestra voluntad, e incluso el entendimiento tendríamos nuestra cloud privada conectada al cerebro. También sin duda, sería posible razonar en nuestra parcela artificial hasta ciertos límites. De lo que sí existen dudas, es de la posibilidad del funcionamiento artificial de la conciencia, pero todo podría llegar.
Sin duda, la principal capacidad del cerebro es la de razonar, analizar y extraer conclusiones, lo que permite alterar nuestra conducta en el futuro y comprender la pasada. Sin embargo, los científicos han demostrado de “aquella manera“, que ni el pensamiento racional está exento de un cierto nivel intuitivo, ni el pensamiento pasional esté exento de nivel de raciocinio .
Es decir, los elementos que influyen a la hora de adoptar un juicio son diversos, debiendo el cerebro actuar como aglutinante de todos ellos, llevando a cabo una decisión. Se ha demostrado que las decisiones intuitivas, inmediatas, resultan en muchas ocasiones más acertadas que aquéllas que surgen fruto de la reflexión. La explicación está en una serie de pautas y patrones cognitivos fruto de nuestra experiencia cotidiana que nos ahorran multitud de procesos reflexivos. Como input para el error es que estas decisiones intuitivas puedan aferrarse a errores pasados y supongan la base de muchos de nuestros prejuicios.
También ya es conocida la capacidad del cerebro para engañarse. El cerebro no refleja la realidad tal y como es, sino que se articula en función de conocimientos previos, y vivencias, de manera que la visión que nos ofrezca sea razonable para nosotros, aunque no necesariamente verdadera. Es decir, el cerebro no necesita la verdad, sino su verdad. Así ocurre especialmente en el caso de los recuerdos, cuya fiabilidad no es excesiva, y cada cual recuerda lo que quiere y como quiere, pero también ocurre con la interpretación de imágenes confusas, de hechos y actitudes. En definitiva, el cerebro crea su propio mundo y actúa en función de esa imagen.
Sin embargo a veces, las alteraciones del cerebro pueden ser voluntarias: hablamos de la posibilidad de que terceras personas puedan condicionar nuestra forma de pensar y de actuar. Pensemos en los “lavados de cerebro” de laboratorio -de efectos tremendos-, y aunque no fueran con elementos físicos o químicos, y con efecto más limitado, lavados de cerebro lights de política, religión, deportes, música, moda…, parecen condicionar de tal modo a determinadas personas, que cada vez más, cualquier rastro de pensamiento individual está más allá de toda expectativa.
Cuando observamos a alguien que padece la enfermedad de Alzheimer u otro tipo de daño cerebral, realmente puede verse cómo el yo de esa persona va desapareciendo o al menos modificándose: se modifica paulatinamente a medida que el cerebro se va destruyendo y que el , simplemente, se va deshaciendo como un azucarillo. Personas que parecen otras -mayor agresividad, ningún recuerdo vivido, desapego de los seres antaño queridos…-; por su nuevo comportamiento, a veces pudieran parecer inclusonadie.Observando ese proceso, es cuando se podría pensar, que tras una muerte repentina, el alma o el yo se vaya a otro lugar, como a través de un desagüe.
Vamos perdiendo las potencias del alma cuando en el cerebro van degenerando las neuronas…nuestro yo, se va deshaciendo parcialmente, y pudiera llegar un punto de persona con vida física y con su yo disuelto totalmente, sólo con el funcionamiento de su verdad -sólo suya-, sin memoria, ni entendimiento, ni voluntad. No se debe sufrir si llega el caso a nuestros seres queridos:ellos ya no son ellos. El yo de algunos de nuestros seres cercanos mayores y naturalmente el nuestro, debido a las degeneraciones neuronales, puede irse yendo poco a poco por el desagüe de lo aún desconocido.
Ahora entiendo como mi cerebro, y por consiguiente mi yo, evolucionan, iba a decir negativamente, pero corregiré, hacia los valores que me van correspondiendo por la edad, con menores dimensiones en las potencias del alma que antaño: !menos memoria, la voluntad languideciendo y el entendimiento menos vivaz!
Lo que hoy se conoce como el Salón del Prado de Madrid fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo del Abroñigal (también llamado de la Castellana). Esta vaguada fue uno de los prados del común o concejiles de la Villa desde la Edad Media y se componía de dos partes: el prado de San Jerónimo, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, y el prado de Atocha, desde esta última hasta la plaza y puerta de Atocha. Es decir, el Salón del Prado es la zona que hoy comprende el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Atocha.
Plaza de Atocha.
Hasta la segunda mitad del siglo XVIII fue zona rural, cuando el Conde de Aranda –valido de de Carlos III–, encargó a José de Hermosilla construir un paseo, que inicialmente se realizó en el prado de San Jerónimo en 1767, en un extremo la diosa Cibeles, en otro el dios Neptuno , y en el centro Apolo.
Fue una de las reformas más importantes del Rey Alcalde en Madrid, ya que supuso la creación del primer tramo de lo que sería el eje viario más importante de la capital, prolongándose hasta Atocha –después de 1941, glorieta del emperador Carlos V–, como Paseo del Prado y en sentido contrario como Paseo de Recoletos de escasos 500 metros, que debe su nombre a un convento de agustinos recoletos que existía en el trazado, y que llega hasta la plaza de Colón, siendo la alameda o jardín público más antiguo de Madrid.
Carlos III no se conformó con la apertura del Salón, y quiso que se embelleciera con magníficos edificios neoclásicos –el Museo de Ciencias Naturales (hoy Museo del Prado), el Jardín Botánico con sus cuatro fuentes, el Observatorio Astronómico y la Fuente de la Alcachofa en Atocha–, símbolos de la Ilustración, además de zona para solaz y disfrute de los madrileños.
El Salón del Prado fue el límite oeste del palacio del Buen Retiro, conjunto arquitectónico de grandes dimensiones que el valido Conde Duque de Olivares regaló a su rey Felipe IV, para segunda residencia y recreo, siendo diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel, y cuyos escasos vestigios y magníficos jardines, conforman hoy el Parque del Retiro.
Inicialmente, la diosa Cibeles fue la diosa de la Madre Tierra, de la agricultura y de la fertilidad, adorada en Frigia -Anatolia-, desde el neolítico. Equivalente a Gea, también Madre Tierra -diosa primordial-, la que nació por si misma después del Caos y antes de Eros, y que ella sola engendró a Urano –el cielo- y después se unió con él para engendrar juntos a los seis titanes (varones) –el menor Cronos– y las seis titánides (hembras), entre ellas Rea, su equivalente minoica que se unió a Cronos y engendró entre otros a Zeus –al único que no engulló su padre-.
Diosa Cibeles.
Cibeles fue la personificación de la fértil tierra, diosa de las fortalezas, de las cavernas y montañas, de las murallas –corona amurallada–, de la Naturaleza y de los animales. Su equivalente romana fue Magna Mater –la Gran Madre–, diosa de la vida, de la muerte y de la resurrección. Su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, fue Atis.
Con el establecimiento de los galos en Frigia del este, el culto a Cibeles, la diosa de la Madre Tierra, se extendió entre los habitantes de la región.
Representada habitualmente con vestimentas frigias y una corona con forma de muralla, montando un carro que simboliza la superioridad de la madre Naturaleza, a la que naturalmente se subordinan los poderosos leones que tiran del mismo. Tiene y lleva las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra. En alguna representación aparece sentada en un trono custodiado por los leones.
La leyenda, relatada por Ovidio en Las Metamorfosis (X, versículos 570-704), nos cuenta como HIPÓMENES, enamorado de ATLANTA, gran atleta –compañera de Artemisa, diosa de la caza–, intentó seducirla con todos los registros a su alcance: con confianza, con amabilidad, con indulgencia, con cautela, con y sin firmeza…, pero su voluntad se estrelló una y otra vez contra la obcecación de ella. Exigía –era una gran atleta y cazadora– ser ganada en una carrera por quien quisiera obtener su mano. Ante la imposibilidad de vencer a Atalanta en buena lid, dadas sus cualidades atléticas, Hipómenes aconsejado por su amiga Afrodita –diosa del amor– dejó caer al suelo unas manzanas de oro durante la carrera, que atrajeron la atención de Atalanta, deteniéndose a recogerlas, por lo que perdió la prueba. El mito concluye con la unión de los amantes dentro de un recinto sagrado dedicado a la diosa Cibeles, la cual se enfureció por este hecho y como castigo pidió a Zeus, que le permitiera convertirlos en leones, condenados a tirar de su carro eternamente, deseo que naturalmente Zeus, aceptó.
Guido Reni. Hipómenes y Atalanta. 1618-1619. 206 x 297 cm. Óleo sobre lienzo. Museo del Prado. Madrid.
Cibeles fue honrada en todo el mundo antiguo. El centro para su culto estaba en el Monte Dindymon en Pesinunte –Pessinus–, donde cayó el Betilo –piedra sagrada–, cúbico y negro, denominado Kubele que da origen al nombre de la diosa.
Según el mito frigio, Zeus depositó su semen mientras dormía en el monte Dnídymon, en Frigia, naciendo de ahí una criatura hermafrodita que fue castrada por los dioses. Así fue creada la diosa Cibeles. De sus genitales nació un almendro cuyo fruto fue llevado al vientre de la ninfa Nana, que tuvo un hijo al que abandonó nada más nacer. El joven, Atis que así fue llamado el hijo de Cibeles y Nana, fue criado por una cabra y se convirtió en un joven muy hermoso. Cibeles se enamoró de su hijo y cuando se disponía a llevar a cabo los planes para hacerlo suyo, descubrió que Atis planeaba unirse a la ninfa Sagaritis. Cibeles perdió sólo los nervios, pero hizo perder la cabeza a Atis para que se auto castrara como castigo por intentar engañarla.
Atis.
Hay varias versiones sobre el final de este mito: alguna contempla que Atis murió al castrarse convirtiéndose en un pino, otras que fue enterrado en Pessinus y resucitado por Cibeles y otra que vivió como sacerdote eunuco de la diosa. Todas las versiones contemplan el tema de la muerte y la resurrección.
En 204 a.C. -regulares tiempos para Roma- durante la segunda guerra púnica, los romanos, obedeciendo a una profecía de los libros sibilinos y del Oráculo de Delfos, que apuntaban que Roma sólo podría vencer si adoraba a la «Gran Madre», enviaron misiones a Pessinus con objeto de llevar a Roma la piedra sagrada. La llevaron, e inicialmente se colocó en el templo de La Victoria en el suroeste del Monte Palatino dentro del Pomoerium, a la espera de la finalización de la construcción de su propio templo que fue consagrado el 9 de abril de 191 a.C.
El culto a Cibeles en Roma fue continuado hasta el final del período republicano, que terminó con el nombramiento de Octavio Cesar Augusto, hijo/sobrino de Julio Cesar, 27 a.C. como emperador.
Los ciudadanos romanos no podían participar en el sacerdocio y sus rituales, pero sí participaban en el festival de la diosa. La diosa estaba representada por una escultura en el templo y los sacerdotes castrados –galli– llevaban a cabo los servicios religiosos. La auto castración a la que se sometían estos sacerdotes extranjeros en el día de la sangre, era un homenaje a Atis, amado de Cibeles. En las celebraciones, los sacerdotes sacaban a la diosa en procesión, sacrificaban toros (taurobolio) y bebían su sangre y enterraban un pino en honor a Atis. Días después, se clavaban cuchillos en los brazos y rociaban el altar con su sangre en un estado de éxtasis. El último día se celebraba la resurrección de Atis, mientras se paseaba la estatua de la diosa en procesión.
El culto a la diosa fue llevado a Iberia por los romanos tras expulsar a los cartagineses, y se mantuvo hasta el siglo V, cuando los diferentes invasores bárbaros trajeron sus propios dioses, convirtiéndose después al cristianismo.
Durante el reinado de Carlos III en España, que es cuando más se embelleció Madrid, y con el estilo neoclásico imperante, se construyeron entre otras obras, la fuente de Cibeles y la de Neptuno, mirándose entonceslas deidades entre ellas, y en medio, la estatua de Apolo en lo que era el prado de San Jerónimo, parte del Salón del Prado.
Los escultores y arquitectos de la fuente de Cibeles fueron: Francisco Gutiérrez (figura de la diosa y el carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño del arquitecto Ventura Rodríguez. La fuente está hecha con mármol toledano de Montesclaros y el resto en piedra de Redueña, localidad madrileña cerca de la sierra de La Cabrera.
Fue colocada inicialmente en el Salón del Prado mirando a Neptuno en 1782 (se tardó cinco años en su construcción) junto a la finca el Altillo de Buenavista, donde se estaba comenzando a levantar, con el patrocinio de la casa de Alba el palacio de Buenavista, que no terminaría de construirse hasta 1802 y que durante el corto reinado de José Bonaparte se convertiría en Museo de arte, antecedente del Prado.
Palacio de Buenavista.
A finales del siglo XIX, siendo alcalde de Madrid Alberto Bosch, se produjo una remodelación que dejó la plaza casi como la conocemos hoy. En 1891 se inauguró el edificio del Banco de España, y cuatro años después se ensanchó la plaza y se le dio forma circular para facilitar el tráfico de carruajes.
Fue en 1895, cuando se llevó al centro de la plaza la fuente con la diosa Cibeles, esta vez mirando hacia la Puerta del Sol. Hasta entonces venía llamándose Plaza de Madrid y tras la reforma pasó a denominarse Plaza de Castelar. Fue en los primeros años del siglo XX cuando acabó de definirse la plaza con la construcción del palacio de Linares en 1900 y la del palacio de Comunicaciones (hoy palacio de Cibeles) en 1919, uno de los símbolos de la ciudad de Madrid.
Debido a que, pese a que la plaza tuvo diferentes nombres, los ciudadanos la llamaron siempre por el nombre de la diosa que se halla en su centro, así que el Ayuntamiento decidió cambiarlo, y desde 1941 su denominación oficial es Plaza de Cibeles.
Está representada con la cabeza coronada de torres con un cetro en la mano y las llaves que dan acceso a las riquezas (aunque en Madrid dicen que son las llaves de la ciudad), y va montada en un carro tirado por leones -Atalanta e Hipómenes-. En la parte trasera de la diosa están representados los amorcillos, que son unos niños apolos que ayudaban a Cibeles a ocultar a Cronos los llantos de Zeus –Rea le dio a tragar a su marido Cronos todos los hijos que nacían de ambos, siguiendo las órdenes de su marido excepto el último, Zeus, dándole en esta ocasión una piedra envuelta en trapos–. Los amorcillos fueron añadidos posteriormente a la instalación inicial.
En la mitología clásica Neptuno –Poseidón griego– es el hijo mayor de los dioses Saturno –Crono– y Ops –Rea–, y hermano de Júpiter –Zeus– y Plutón –Hades–, en las mitologías romana y griega respectivamente.
Neptuno. Taller romano. 135 d.C. 236 cm. Marmol veteado. Museo del Prado.
Neptuno gobernaba y quizá lo siga haciendo, todas las aguas y mares. Todos los habitantes de las aguas le debían obediencia: las sirenas traicioneras, las bellas oceánidas y los oceánides –dioses fluviales que son las personificaciones de los ríos a los que se suponía gobernados por ellos–, las incomparables nereidas –las cincuenta hijas de Nereo y de Doris que son consideradas las ninfas del Mediterráneo–, los tritones –dioses mensajeros de las profundidades marinas–, las ninfas –deidades menores femeninas típicamente asociadas a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial, un arroyo, o un monte…–, las ondinas –divinidades con forma de mujer que residían en el agua y eran consideradas el espíritu elemental de la misma–, y las náyades –ninfas de agua dulce– le debían obediencia y pleitesía, por ser su Dios.
Neptuno eligió los mares como morada, y en las profundidades de los mismos está su reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente fabrica las olas, hace brotar fuentes y corrientes marinas, aplaca los mares haciendo que las aguas estén mansas, y cuando se deja llevar por la ira, puede provocar terribles tormentas y tempestades, terremotos y maremotos. Su cólera hizo que en la Odisea, Odiseo no pudiera volver a Ítaca.
Este dios, aparece cabalgando las olas sobre caballos blancos y junto a los mismos, delfines, a los cuales también puede cabalgar, e incluso a veces, puede manifestarse bajo la forma de caballo.
Era el dios que sostenía el planeta en el que vivimos, porqué los mares rodeaban la Tierra y él desde los mares, soportaba el peso de la misma. Neptuno daba forma a las costas arrancado trozos de montañas para formar bruscos acantilados o pasaba la mano suavemente por las costas para hacer playas y zonas protegidas en las que los barcos pudieran protegerse o desembarcar.
Neptuno se casó con Anfitrite, una nereida que le dio como hijos a los tritones, monstruos marinos con rostros humanos barbados, cabellos de algas, con manos como caracoles y colas como las de los delfines.
Nicolás Poussin.Triunfo de Neptuno y Anfitrite. 1634. 114,5 x 146,5 cm. Óleo sobre lienzo. Philadelphia Museum of Art. Philadelphia. EEUU.
Tuvo otras seis esposas y numerosos hijos, entre los que se pueden destacar: Polifemo -el más conocido entre los cíclopes-, hijo de Toosa. Pegaso y Crisaor hijos de Medusa -una de las tres Gorgonas que al ser muerta por Perseo de un tajo en el cuello fue atacado por las otras dos, pero afortunadamente por la herida del cuello nacieron dos hijos, uno de ellos Pegaso a cuyo lomo subió Perseo, pudiendo huir . De su última esposa Clito, nació Atlas.
En Roma, Neptuno sólo fue considerado dios de las nubes y la lluvia hasta el año 399 a. C., cuando se importó el culto a Poseidón –en Roma Neptuno– desde las colonias griegas y se amplió entonces su divinidad a todas las aguas.
La fuente de Neptuno en Madrid, entra dentro de un conjunto de obras neoclásicas, que en la época de Carlos III, el conde de Aranda encargó al arquitecto Ventura Rodríguez para decorar el Salón del Prado. Fue diseñada en 1777 y su construcción finalizó en 1786. Inicialmente fue situada en el Paseo del Prado donde se cruza con la Carrera de San Jerónimo y mirando hacia La Cibeles.
El proyecto se inició, usándose de modelo unos bocetos de madera realizados por Miguel Ximénez. Fue realizada al igual que La Cibeles, con mármol blanco de Montesclaros, de Toledo. La obra escultórica fue encargada a Juan Pascual de Mena, comenzando los trabajos en 1782, falleciendo éste dos años después, habiendo solamente terminado la figura de Neptuno.
Las restantes esculturas del monumento fueron continuadas por el discípulo de Mena, José Arias, y por José Rodríguez, Pablo de la Cerda y José Guerra.
La fuente se compone de una gran pileta circular de más de treinta metros de diámetro con dos menores concéntricas, por las que rebosa el agua hacia la inferior, agua que sale del frente de la carroza, de un tritón situado detrás de la figura del dios, de otros tres tritones de la parte delantera y de dos surtidores verticales que flanquean el conjunto. En el centro está la figura de Neptuno, con una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la izquierda, sobre un carro en forma de concha, tirada por dos hipocampos –caballos/peces marinos de aspecto singular, con una coraza ósea con anillos terminados en una cresta dorsal; cola larga, prensil y arrollable en espiral, sin aleta caudal; hocico largo y tubular; cabeza que recuerda la de un caballo; una aleta dorsal y dos pectorales junto al cuello con branquias–. Alrededor del carro hay delfines y focas que lanzan agua a una altura considerable. Inicialmente miraba a Cibeles, habiéndose girado su frente en 1898 hacia la Carrera de San Jerónimo.
La fuente fue trasladada en 1898 al centro de la Plaza de Cánovas del Castillo, lugar donde se encuentra hoy, luciendo su mármol blanco, blanquísimo, ya que se aparca más que se celebra.
Su entorno es espectacular: el Museo del Prado, el Thyssen Bornemisza, el Hotel Ritz, el Palace, la plaza de la Lealtad (Bolsa de Madrid) y el Monumento a los Caídos por España en las inmediaciones de la plaza de la Lealtad que aparece escondido entre árboles y que hasta 1985 se denominó “Monumento a los Héroes del 2 de Mayo”.
La obra para honrar a los Caidos por España se levantó en 1840 en el mismo sitio donde el general Murat mandó fusilar a bastantes madrileños tras el 2 de mayo de 1808. El escultor fue Isidro González Velázquez y es un obelisco de 5,6 metros de altura con una base cuadrada en cuya cara oeste tiene un zócalo que alberga un sarcófago con las cenizas de los madrileños fusilados. Más arriba, el remate superior de la base presenta un medallón en bajorrelieve con las efigies de los capitanes Daoiz y Velarde y sobre la base descansa otro cuerpo de menores dimensiones con cuatro frentes, con estatuas alegóricas a la Constancia, el Valor, la Virtud y el Patriotismo. En la base, figura la inscripción, en letras doradas, “HONOR A TODOS LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA”, con una llama eterna en su recuerdo.
Desde su instalación, la Fuente de Neptuno ha sufrido serios deterioros que han obligado a diversas restauraciones y rehabilitaciones. En 1842 se restauraron un brazo, tres dedos y las paletas de una rueda. En su traslado, en 1898 se limpió todo el conjunto y se reconstruyeron algunas piezas perdidas. En 1914 se restituyó el tridente robado, pero instalándolo de hierro en vez de bronce como originariamente fue.
Durante la Guerra Civil, igual que con La Cibeles, se construyó una cubierta para protegerla. En 1969 se añadió un segundo pilón y un plato base, y en 1982 se restituyeron dos dedos de cada pie y se restauraron la pierna derecha, los dedos de la mano izquierda, las aspas del carro marino y las patas y orejas de los caballos. En 1995 se restauró de nuevo, estando hoy en estupendo estado.
Durante la Guerra del 36-39, a Neptuno le colgaron los madrileños un cartel de su cuello que decía: dadme de comer o quitadme el tenedor.
Fuente de Apolo o de las cuatro Estaciones:
Apolo fue una de las principales deidades de la mitología greco-romana; uno de los doce dioses olímpicos. Era hijo de Zeus y Leto y cuando Hera –mujer de Zeus– descubrió que Leto estaba embarazada y que su marido, Zeus era el padre de la criatura, prohibió a Leto que diera a luz en tierra firme. Leto buscó y encontró con ayuda e intermediación de Zeus, la isla flotante de Ortigia que estaba en constante movimiento navegando por los mares, para para tener a su hijo. Hera también prohibió a su hija Ilitía que ayudara a Leto -amiga suya- en el parto, y los demás dioses obligaron a Leto a ir a Ortigia sola para tan importante acontecimiento. Zeus como agradecimiento a Ortigia, hizo que la isla se fijara al fondo de los mares con cuatro pilares, y cambió su nombre por Delos, siendo posteriormente consagrada a Apolo. Leto tuvo mellizos, naciendo Artemisa en primer lugar, ayudando a su madre al día siguiente de nacer en el parto de su hermano Apolo. Fueron mellizos, dicigóticos o bivitelinos.
Apolo del Belvedere -Buena Vista vaticana-. Autor desconocido. siglo II. Mármol blanco. 224 cm. Museo Pio Clementino. Ciudad del Vaticano. Roma.
Paisaje con Apolo y Mercurio. Claude Gelee Lorraine. 1645. 55 x 45 cm. Óleo sobre lienzo. Galería de Palazzo Doria Pamphili. Roma.
Es posible que Apolo, después de Zeus, fuera el dios más poderoso y venerado de todos, temido por los demás dioses -el sólo mató a todos los cíclopes siendo castigado por Zeus ya que éstos eran los que le fabricaban sus poderosos rayos-, y sólo Zeus era capaz de contener su ira. Apolo, hacía que los hombres vieran sus pecados y ayudaba al arrepentimiento dando perdón, dictaba las leyes de la religión y ordenaba la constitución de las ciudades. Fue el dios del oráculo de Delfos y de las musas, de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, y el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, siendo el dios de las plagas y enfermedades, pero también el dios de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas.
También fue dios de las artes, la medicina y la poesía, y enemigo de la oscuridad y perseguidor del crimen, siendo utilizado por Carlos III como representación del espíritu ilustrado que deseaba para la decoración del Salón del Prado, señalando a Madrid como ciudad que deseaba fomentar el desarrollo de la cultura y las ciencias.
Estatua de Apolo en “Las cuatro estaciones” en el Paseo del Prado de Madrid.
Dentro del conjunto encargado en el siglo XVIII por Carlos III al arquitecto Ventura Rodríguez, además de La Cibeles y Neptuno, y en medio de las dos, se dispuso que se erigiera una estatua en honor de Apolo, dios de las artes, comenzando su construcción en 1780 por Manuel Álvarez –el Griego– que no terminó la obra por morir en 1797, habiendo acabado el diseño de las figuras que representan las Cuatro Estaciones, mientras que la figura de Apolo la realizó Alfonso Giraldo de Bergaz en 1802, tomando como modelo posiblemente el Belvedereromano. La fuente se instaló en 1803 y sirvió para conmemorar la boda de Fernando VII –hasta que tuvo uso de razón el deseado, y luego el felón– con María Antonia de Nápoles.
Patio de Belvedere en el Vaticano, con Apolo al fondo.
La figura de Apolo de la fuente delas cuatro estaciones en Madrid.
Esta estatua del dios de la música, está considerada como una de las mejores obras neoclásicas erigidas en España, por la elegancia de sus proporciones y la captación del gesto del dios –dicen que es parecida la cara a la de Carlos III– y su equilibrio. Apolo aparece portando una lira y un carcaj sin flechas en la espalda, acompañado por las esculturas alegóricas de las Cuatro Estaciones, ya que, como dios del Sol, dependen de él, el nacimiento y la sucesión de las estaciones. Esta realizada con piedra de Redueña –Madrid– de baja calidad por lo que debe ser rehabilitada de tanto en cuanto (la última vez entre los años 1991 y 1995).
No se ve muy bien por estar rodeada de árboles, y en un lateral del Paseo del Prado, y consta de dos pilones laterales –N/S–, con escalinatas alrededor del conjunto, teniendo en los dos costados –N/S–, seis conchas, tres en cada lado, con la función de recoger el agua, de tamaños crecientes de arriba hacia abajo, llevando en los frontales del pedestal y encima de las conchas dos mascarones que arrojan agua que son las imágenes de Circe y Medusa. A la altura de la cornisa del pedestal, sujetas por estribos decorados, cuatro esculturas representan las estaciones. e intercaladas, cuatro escudos de armas de Madrid. Las figuras de lasCuatro Estaciones están situadas sobre unos estribos que alargan la cornisa adosada al pedestal.
La Primavera es una mujer con flores que simboliza el nacimiento del año. El Verano es también una mujer con una espiga de trigo en representación de los campos cultivados, y tiene una hoz en la mano que señala la recolección. El Otoño es un hombre joven que lleva una corona de uvas en la cabeza y algunas en su mano. El Invierno está representado por un anciano.
La figura de Apolo, arriba, de cuerpo entero y desnudo, portando una lira en la mano izquierda y un carcaj vacío a la espalda –como dios de las artes, en lugar de las tradicionales flechas y arco–, es grandiosa, teniendo a sus pies, una serpiente pitón.
Si al comienzo de la navegación de altura, los navegantes hubieran imaginado, que un balón lanzado por una persona situada en un polo en dirección a una situada en un punto del ecuador, cuando éste llegara al punto de destino, el receptor estaría mucho más al este por el movimiento de rotación de la tierra w-e, todo hubiera sido más comprensible; hasta entonces, la navegación solía ser de bajura y guiada por los mapas portulanos.
La falta de este conocimiento pudo haber condenado a la expedición del siglo XIII de los hermanos genoveses Ugolino y Vivaldi, que se dirigían hacia las hasta entonces desconocidas islas Canarias a perderse; una vez allí, sin conocer los vientos y el giro que provocaban en el Atlántico, fueron incapaces de vencer la ceñida del estrecho de Gibraltar y de regresar a su punto de partida.
Los navegantes del final de la Baja Edad Media fueron descubriendo por el método analítico, en sus propias carnes, los movimientos regulares y dominantes de los vientos, siendo más o menos conocidos desde el comienzo de la Edad Moderna, aunque no sería hasta 1686 cuando Edmund Hadley publicara un mapa detallado, que incluyó tanto los vientos alisios como los monzones, elaborado con datos proporcionados por los marinos comerciales ingleses.
En su honor, el espacio que abarca las latitudes entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio, se denomina célula de Hadley.
El motor principal de la circulación del aire es el calentamiento de la superficie terrestre en la franja ecuatorial. El aire asciende, y además de originar las lluvias tropicales, se dirige en altura como contralisio hacia ambos polos. En la latitud de los trópicos, parte de ese aire desciende por enfriamiento, y el resto continúa en la dirección que llevaba hasta descender formando un anticiclón en los polos.
El aire que baja en la zona de los trópicos a la superficie, toma dos direcciones: si se dirige a la franja ecuatorial se denomina alisio y si lo hace hacia las zonas subpolares, contralisio -vientos del oeste-; este último, choca a los 60º de latitud, con el viento que baja de los polos.
En el ecuador el aire que se calentó y ascendió , originó una zona de bajas presionesque será ocupada por aire menos caliente -pesa más- que traen los alisios desde los trópicos formando parte de la circulación de Hadley.
La distribución del aire origina en cada hemisferio, dos zonas de altas presiones, una en la región subtropical y la otra en los 90°, dos zonas de bajas presiones: la depresión tropical y la de los 60° de latitud, siendo estas zonas de bajas presiones de importancia fundamental para la distribución de las precipitaciones atmosféricas.
La influencia de existencia de zonas de mar y tierra es fundamental en el esquema circulatorio, así como de la influencia de la rotación de la Tierra.
Los monzones serían otra historia, y son interpretados como grandes intercambios de aire entre tierra firme y océano, siendo los factores que los generan de tipo térmico.
Se originan por tanto dos grandes sistemas circulatorios: el sistema de los alisios entre los trópicos y el ecuador y los sistemas de las latitudes medias y polares.
La convergencia de los vientos alisios de ambos hemisferios da origen a la zona de convergencia intertropical -CIT-.
La palabra alisios, se forma con la raíz latina alis que fue utilizada a lo largo del siglo XIII en la lengua francesa para denominar una naturaleza delicada, amable y medida, como la de estos vientos, que actúan de forma regular y soplan con mesura, siendo los vientos superficiales de la célula de Hadley, con dirección del noreste hacia el suroeste en el Hemisferio norte, y del sureste en el Hemisferio sur, entre los 23º 27´ de latitud norte y 23º 27´de latitud sur, soplando de manera regular desde las altas presiones subtropicales -cresta subtropical- hacia las bajas presiones ecuatoriales -zona de convergencia intertropical-. Los vientos alisios soplan desde el nivel de mar hasta los 1.500 o 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar. A partir de 6.000 m de altitud se invierte la dirección de los vientos.
El movimiento de rotación de la Tierra oeste-este desvía a los alisios hacia el oeste, por el llamado efecto Coriolisy de ahí su dirección oblicua hasta converger en la zona ecuatorial.
El efecto Coriolis describe como la rotación de la Tierra desvía los vientos y las corrientes marinas superficiales. A diferencia de la tierra -que también se mueve, aunque lentísimamente-, el aire y el agua se mueven libremente en ausencia de obstáculos. El efecto Coriolis causa que la posición de un objeto en libre movimiento, cuando la tierra gira de oeste a este, parezca que cambie de lugar, aunque es un cambio relativo.
La dirección de las principales corrientes marinas coincide con la de los principales vientos planetarios, pero esta coincidencia no se debe a que las corrientes marinas generen la de los vientos planetarios, ni que estos últimos produzcan aquellas, pudiéndose comprobar que tanto la dirección de los vientos planetarios como la de las corrientes marinas, están influidas por el movimiento de rotación terrestre pero con efectos distintos sobre unos y otras, según el tipo de corrientes de que se trate -frías o cálidas-, o el tipo de vientos planetarios en su respuesta ante el relieve, la configuración de las costas o la continentalidad de su origen.
Tanto las corrientes ecuatoriales como los vientos alisios siguen la misma dirección general este-oeste, como se ha dicho, y la franja comprendida entre los 5º de latitud norte y 5º de latitud sur, centrada en el ecuador terrestre, que corresponde a la amplitud de la corriente ecuatorial -cinturón ecuatorial-, se denominó, durante mucho tiempo cinturón de vientos variables y calmas. Situado en un área de bajas presiones, los débiles gradientes de presión, apenas tendrían fuerza suficiente para poner el aire en movimiento. Estas áreas de calma reciben el nombre de doldrums.
En ambos casos, la razón está en la fuerza centrífuga del movimiento de rotación terrestre, que también es la que ha determinado a largo plazo el abombamiento ecuatorial del globo terrestre en sus partes sólida, líquida y gaseosa, abombamiento más acentuado en las partes de menor densidad de cada una de las tres zonas -litosfera, hidrosfera y atmósfera-.
Al norte y al sur de las calmas ecuatoriales, en una franja que está comprendida entre los trópicos, se encuentra el cinturón de los vientos alisios. Estos vientos como se ha dicho son la consecuencia del gradiente de presión existente entre las altas presiones subtropicales y el cinturón de bajas presiones ecuatoriales.
Estos vientos se caracterizan por la regularidad de su velocidad -unos 20 km/h aproximadamente- con mayor intensidad en invierno, época en la que inciden con mayor ángulo con los paralelos (30-35º en invierno y únicamente 20º en verano). Fueron denominados trade winds, al asegurar el movimiento uniforme en la navegación a vela, en contraste con las calmas ecuatoriales, difíciles de atravesar.
Los alisios están mejor definidos en los océanos Atlántico y Pacífico, ya que en la región del océano Indico, la cercanía del continente asiático los desordena.
Los vientos del oesteconstituyeron la contrapartida de los alisios en su viaje de regreso al continente europeo, vientos generados entre las altas presiones subtropicales y las bajas presiones subpolares. Estos vientos aparecen en superficie soplando con dirección del oeste. Como en el caso de los alisios, los continentes, sobre todo en el hemisferio norte -hay mucha mayor masa litosférica que en el hemisferio sur-, distorsionan profundamente la dirección de los vientos.
Su fuerza es bastante considerable y era utilizada por los navegantes a vela que hacían el recorrido desde el océano Atlántico hasta el continente australiano, Nueva Zelanda o las islas del Pacífico por el cabo de Las Tormentas, y para regresar a Europa desde América.
Por último, en las regiones de superior latitud, comprendidas entre las bajas presiones subpolares y las altas presiones polares, los vientos vuelven a cambiar su dirección dominante, por la del este, igual que la de los alisios.
A partir del conocimiento, en mayor o menor medida de los vientos planetarios y de las corrientes, se pudieron dar pasos muy importantes en la historia de la navegación y de los descubrimientos: los imperios español y portugués no pudieron arrancar hasta que descubrieron cómo funcionaban los vientos alisiosprimero y los contralisios después, así como las zonas de calma tropical que tanto hicieron desesperar a los navegantes de la época, ya que partían con suministros muy limitados, que además, se pudrían al prolongarse las permanencias por encima de lo calculado. Otros obstáculos encontrados en los viajes ultramarinos como el mar de los Sargazos, sin comida, y sin perspectivas de avanzar hacia sitio alguno por ausencia de vientos, provocaban desánimo y frecuentes amotinamientos.
El conjunto de maniobras y de barcos de nuevo diseño para moverse por el Atlántico, tras la conquista de los portugueses de Ceuta en 1415, el descubrimiento de Madeira y las Azores, y de los españoles de las Canarias, impulsó a portugueses y españoles a tratar de conocer vientos y corrientes de este océano, así como a mejorar los barcos y medios de navegación, lo que les permitiría doblar el cabo de Las Tormentas a unos, llegando a Japón en 1543 y a otros, dar la vuelta al mundo que comenzó Magallanes en 1519 y terminó Juan Sebastián Elcano en 1522.
Además del conocimiento de las corrientes marítimas y de los vientos, se tuvo que buscar un tipo de embarcación que se adecuara a los largos viajes que se proyectaban para dar satisfacción al ansia de descubrir nuevos territorios, en busca sobre todo de riquezas y nuevos mercados, y contar con las ayudas técnicas a la navegación que permitieran llevar una determinada derrota, y poder situarse con mayor o menor precisión en la inmensidad de los océanos.
La carabela era un tipo de barco de tamaño medio que, por su bajo calado y sus velas triangulares -latinas-, se hizo ideal para la exploración, por ser rápida, maniobrable, y necesitar una tripulación reducida.
La carabela fue desarrollada a partir de un barco de pesca portugués de mediados del siglo XV, investigación patrocinada por Enrique el Navegante, infante portugués, hijo de Juan I de la Casa de Avis y Felipa de Lancaster, que ansiaba descubrir nuevos mundos y acceder a los mercados comerciales desconocidos.
Enrique reunió en Sagres, al sur de Portugal, un grupo de cartógrafos, navegantes, astrónomos y diseñadores de barcos, y les encargó diseñar un barco capaz de navegar en alta mar.
Hasta entonces, los barcos europeos tenían dotaciones de remeros, o velas fijas, o ambos, para su propulsión; la embarcación de velas cuadras era la más común.
Las primeras carabelas fueron relativamente pequeñas, no pesando más de 80 toneladas. Tenían timón de popa y castillo en popa, y en algún caso de proa, siendo cuando esto ocurría mayor el de popa.
Las carabelas solían tener una relación eslora-manga de 3,5:1, teniendo las primeras alrededor de 30 metros de eslora, siendo de bajo calado. También eran muy maniobrables y rápidas; estas características las hacían efectivas para explorar mares desconocidos y aguas costeras poco profundas, donde los barcos más grandes podían varar en los bancos de arena o ser dañados por las rocas. También la carabela, podría hacer frente a oleajes importantes y a tormentas en mar abierto.
En general tenían dos o tres mástiles, y como se señaló anteriormente, montaron inicialmente velas latinas. La vela latina era triangular y estaba inspirada en las velas de los veleros árabes, particularmente del dhow, embarcación con una única vela.
Los barcos, que hasta entonces usaban una vela cuadra, solo podían navegar con el viento de popa, pero la vela latina, más flexible, permitía que el barco navegara de bolina en zigzag con viento en contra hacia barlovento en los menores ángulos posibles.
A la izquierda la carabela Niña con velas triangulares, en el centro la nao Santa María capitaneada por Colón con velas cuadras en mayor, trinquete y cebadera en el bauprés, y latina en el palo de mesana. A la derecha la carabela Pinta, que cambió algunas de sus velas latinas en la Gomera.
La carabela latina necesitaba una tripulación no demasiado numerosa, lo que constituía un factor importante en los largos viajes de exploración, cuando las enfermedades o los enfrentamientos violentos, podían reducir significativamente el número de personal disponible en la expedición.
Una de las desventajas de la carabela era que no podía llevar mucha carga, como otros tipos de barcos como la carraca, que podía cargar hasta 2.000 toneladas.
Esta limitada capacidad de carga, obligó a rediseñar la carabela, creando la carabela redonda, con mayor espacio para la carga, más grande y ancho que una carabela normal, pudiendo pesar en carga hasta 300 toneladas.
La carabela redonda normalmente tenía tres mástiles con velas cuadras para conseguir mayor velocidad y bauprés con cebadera, que era una vela también cuadra que iba colgada de una verga debajo del bauprés.
También se construyeron algunas carabelas con cuatro mástiles diseñadas como barcos de guerra. En este caso, tres mástiles cargaban velas latinas y uno velas cuadras; fue la precursora del galeón del siglo XVI. La construcción de carabelas de mayor tamaño pudo ser una respuesta al creciente número de ataques que sufrían los barcos portugueses y españoles por parte de los holandeses e ingleses: un barco más grande podría llevar más cañones.
Galeón.
Aunque este tipo de navío no precisaba remos, en las carabelas usadas por Enrique el Navegante o Fernando de Magallanes, la cubierta podía albergar cuatro remos larguísimos, para los casos en los que fueran necesarios, y cada uno debía ser manejado por cuatro hombres que, para moverlos, tenían que caminar adelante y atrás sobre la cubierta.
Con carácter general, a las embarcaciones dotadas de cubierta y velas, pero sin remos se les denominaba naos. En los siglos XIV, XV y primera mitad del XVI, la denominación se refirió a un tipo más concreto de buque que se distinguía por tener un elevado francobordo, tres mástiles con velas cuadras y castillos de proa y popa.
Las naos fueron una evolución de las cocas medievales, barcos mercantes de casco redondo y un solo mástil con vela cuadra; heredaron tres de las características de las cocas: casco redondo, timón de codaste* y castillo de popa, pero a diferencia de las cocas llevaron uno o dos mástiles más: el mayor, la mesana y el trinquete inclinado hacia delante, además del bauprés en proa.
Coca.
La diferencia entre carabela y nao era que las carabelas tenían un francobordo* más bajo, usaban velas triangulares -latinas- la mayor parte de las veces, aunque algunas carabelas castellanas tuvieron velas cuadradas y, tenían castillo de popa, pero no de proa en general.
Nao.
*Francobordoes la distancia vertical que hay entre la cara inferior de la cubierta de trabajo en el costado hasta la línea de flotación.
Francobordo.
*Codastees el elemento estructural, de acero o de madera, en que termina el buque por la popa: la continuación de la quilla, en el que terminan las planchas o tablones del forro exterior. que sirve de soporte de giro del timón.
Timón de codaste.
Además del avance técnico en la construcción de los barcos, tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, el arte de navegar, pasó a ser la ciencia de la navegación. Los portugueses, en primer lugar, y después los españoles, desarrollaron herramientas, que ayudaron, aunque fuera de manera imprecisa, a la geolocalización de los barcos, herramientas que fueron perfeccionándose con el tiempo.
-Las cartas de navegación servirían de escasa ayuda si no se supiera trazar el rumbo que la nave debía seguir en la navegación de altura, ya que las corrientes y los vientos desviaban la nave de su ruta, por lo que era muy importante conocer los ángulos, que formaban entre sí los vientos representados en las cartas. Esta tarea la realizaban los naocheros a los que Alfonso X definió en sus Partidas como “aquellos por cuyo seso se guían los navíos por la mar“.
-Con el compás, se medían y trasladaban las distancias en la carta marina, y de las tablas de navegar, llamadas de Martelogio, que servían para indicar la posición en el mar, después de calcular los desvíos respecto al rumbo deseado. Mediante una triangulación, se calculaba el desvío sobre la ruta trazada, el avance efectivo, la distancia, y el nuevo rumbo a tomar para volver a la ruta original. Las Tablas de Martelogio evitaban tener que hacer los cálculos matemáticos, y, a una derrota determinada, indicaban el rumbo a seguir. Las primeras Tablas de Martelogio documentadas datan de 1436, y empezaron a ser absolutamente necesarias cuando se abandonó la navegación de cabotaje para pasar a la de altura, no teniendo entonces las referencias geográficas de los mapas portulanos, pasando grandes períodos de tiempo por alta mar sin referencias geográficas.
-En estos casos, la única referencia que tenían era la astronómica, por lo que se navegaba a la estima, basándose en una serie de conocimientos, técnicos y empíricos, proporcionados por la experiencia, y en la información que les proporcionaba la aguja de marear -después brújula- que era una aguja de hierro que tenía la propiedad, tras ser imantada con calamita, de indicar el norte magnético. Se colocaba sobre un corcho o pluma de ave, que flotaba libremente sobre el agua.
Poco a poco la aguja se colocó en un círculo graduado -la Rosa de los Vientos- dentro de una caja, para su protección. Su uso se generalizó en la primera mitad del siglo XIV.
Los navegantes fueron apreciando que el polo astronómico, indicado por la estrella Polar, no coincidía con el polo magnético, indicado por la aguja de marear, por lo que era necesario tener en cuenta tal desajuste -declinación magnética-. Durante la Edad Media, el polo magnético de la Tierra osciló entre los cinco y los quince grados nordeste. De ahí la importancia de la observación astronómica, ya que la altura de las estrellas y el ángulo formado con el observador, indicaban la latitud en la que encontraba la nave.
-El astrolabio náutico, marinero o de anillo era un instrumento que representaba la bóveda celeste, y servía para fijar la posición y el movimiento de los astros, constituyendo un instrumento de geolocalización utilizado para averiguar la latitud de un lugar mediante la altura del meridiano del Sol o de una estrella de declinación conocida. Aunque se llamó así, era más bien un inclinómetro con alidada, capaz de medir ángulos verticales. Solían ser de construcción robusta. Este instrumento fue más utilizado en la investigación terrestre que en la mar.
Astrolabio.
-El cuadrante es un instrumento derivado del astrolabio y se utilizaba en sustitución del mismo. Era una especie de astrolabio plano, consistente en un arco graduado, de noventa grados, con un brazo móvil y que se usaba normalmente en el mar.
En uno de sus lados tenía dos mirillas para dirigir la visual al astro conocido. Del vértice colgaba una plomada que caía verticalmente permitiendo la lectura angular a partir de la misma sobre el arco graduado. Servía para medir la altura de los astros -ángulo formado por el horizonte y la visual dirigida al astro- lo que permitía hallar la latitud.
Cuadrante.
-Se utilizaba también el sextante, que era el cuadrante simplificado de sesenta grados, cuya primera mención data de 1322.
-El Nocturlabio era un instrumento utilizado para determinar la hora en función de la posición de una determinada estrella, asunto importante para el cálculo de las mareas; algunos incorporaban mapas de mareas de los puertos más importantes a utilizar.
La observación de las estrellas y su correcta interpretación mediante el uso de cuadrantes, sextantes y nocturlabios, hicieron que la navegación nocturna fuera un hecho frecuente durante la Edad Media.
-La ballestilla cuya invención se atribuye a Levi ben Gerson (1288-1344) que lo menciona en uno de sus textos. Se trata de una derivación del kamāl, instrumento utilizado en navegación en el océano Índico. Su importancia en navegación viene dada por su manejo sencillo, ya que sirve para lo mismo que los otros dos instrumentos señalados. La palabra castellana «ballestilla» se documenta por primera vez en el tratado de Alonso de Chaves Quatri partitu en cosmographia.
Ballestilla.
Era utilizado para medir la altura del sol y otros astros conocidos sobre el horizonte mediante una vara de madera sobre la que se desliza una vara cruzada más pequeña. El marino aplicaba el ojo en un extremo de la vara larga, dirigiéndola hacia el astro cuya altura quería medir cuya posición quería medir, deslizando la vara cruzada hasta que la parte inferior de ésta coincidía con el horizonte y la superior con la estrella. La altura de la estrella se leía en una graduación de la vara principal. Se medía así la latitud.
-La sonda náutica o escandallo era un instrumento de gran simplicidad para conocer la profundidad, es decir, la distancia vertical entre el fondo del lecho marino y una parte determinada del casco de la embarcación. La sonda de Alonso de Chaves estaba hecha de cáñamo, medía cincuenta brazas de largo y debía tener un peso de plomo de al menos diez libras.
-La ampolleta o reloj general de arena, instrumento básico usado en la mar para medir el tiempo cuando no existían relojes más precisos.
-La escala altimétrica usada en la resolución de problemas de agrimensura por su relación con la geografía y la cartografía.
Y sobre todo, fueron básicas lasCartas Náuticas, planos o mapas a escala, de las zonas en que el buque iba a navegar, que eran y siguen siendo la representación a escala de aguas navegables y regiones terrestres adjuntas. Indican las profundidades del agua, naturaleza del fondo, detalles de la costa incluyendo los puertos, peligros a la navegación, localización de faros y otras ayudas a la navegación, aunque la representación de una esfera en una superficie plana, implica ciertas deformaciones de la realidad.
Con el tiempo, y a medida que se fueron inventando diversos tipos de proyecciones cartográficas, las cartas fueron evolucionando hacia una mayor precisión, exactitud y detalle; en el siglo XV eran cartas muy trabajadas, pero de rusticidad manifiesta.
Se han apuntado anteriormente alguna de las motivaciones que impulsaron a los descubrimientos portugueses y españoles de los siglos XV y XVI. Se debe señalar también como fundamental, la excelente situación geográfica de la Península Ibérica y la familiaridad de los marinos portugueses y castellanos con el Atlántico.
Otros reinos europeos con salida al mar como Francia o Inglaterra (los Países Bajos eran por entonces de la Casa de Borgoña), tenían medios técnicos y humanos, iguales o mejores que los portugueses, castellanos o aragoneses, pero no poseían las motivaciones políticas ni comerciales de ellos, por lo que se incorporarían con retraso a esa gran tarea de exploración, conquista y colonización, que se desarrollaría a lo largo del siglo XVI.
Las Islas Canarias que tuvieron un papel tan relevante en los viajes al Nuevo Mundo, fueron descubiertas en 1312, y a pesar de las numerosas visitas a las mismas de genoveses, catalanes, castellanos, portugueses y franceses, hasta 1402 no se emprendió su conquista y colonización. La conquista de las islas, se inició por las más pequeñas, acabando noventa años después con la de Tenerife -1496-. Fue el normando Juan de Bethencourt, con la aportación de los hombres, y Gadifer de la Salle, militar francés, que proporcionó el barco, los que lideraron la expedición en 1402, ocupando Lanzarote, donde se fundó el primer fuerte. La falta de hombres, hizo que la expedición buscara refuerzos en Andalucía -Castilla-, y se acogiera a la protección del rey Enrique IIIel Doliente, con lo que la Corona castellana establecía un inicio de soberanía sobre el archipiélago. Posteriormente, se conquistaron Fuerteventura -1403- y El Hierro -1406-, iniciándose, en 1454, la conquista de Gran Canaria y Tenerife, sin éxito, por la fuerte resistencia de la población autóctona guanche, hasta la época de los Reyes Católicos.
El poblamiento de Madeira, empezó poco después de su descubrimiento -1425- y el de las Azores, deshabitadas, en 1439. Se poblaron con mano de obra esclava, para llevar a cabo el cultivo de la caña de azúcar, recientemente introducido en la isla pr los portugueses.
En 1383, al morir sin sucesión Fernando I de Portugal, hijo de Pedro I y de la reina Constanza Manuel, se disputaron la corona, un hijo habido de Pedro I y su amante Inés de Castro, llamado Juan, y el rey de Castilla Juan I casado en 1383 en segundas nupcias con Beatriz de Portugal, hija legítima del fallecido rey Fernando I y por tanto, aspirante legítima a la corona.
El aspirante portugués, fue apoyado por los ingleses de Juan de Gante -hijo de Eduardo III de Inglaterra– casado con Constanza de Castilla, hija del Pedro I el Cruel, al que le fue arrebatada la corona de Castilla en la batalla de Montiel por su hermanastro ilegítimo Enrique II el de las Mercedes, el instaurador en Castilla -y más tarde en Aragón con Fernando de Antequera- de la Casa de Trastámara. Juan de Gante, apoyaba al ilegítimo portugués Juan, para reivindicar la corona de Castilla que decía pertenecerle por legítimo derecho de sucesión a su mujer Constanza.
El enfrentamiento acabó en la batalla de Aljubarrota en 1385, en la que salió vencedor el bando del portugués Juan de Avis, apoyado por los ingleses. La paz se firmó con el establecimiento de una nueva Casa real, la de Avis con el rey Juan I, que fue el fin de los Borgoñas portugueses, y Juan I de Castilla tuvo que prometer a su hijo, el futuro Enrique III el Doliente en matrimonio a la hija de Juan de Gante, Catalina de Lancaster.
La victoria de los Avis, no sólo supuso un cambio de dinastía y el surgimiento del espíritu nacionalista portugués frente a Castilla, sino la entrada en escena de fuerzas nuevas, con fuertes intereses mercantiles, que darían un golpe de timón a la política exterior portuguesa.
Un infante de Portugal hijo de Juan I de Avis, Enrique el Navegante fue el que impulsó la política marítima de descubrimientos.
Los comerciantes portugueses frecuentaban los puertos marroquíes, de donde traían cereales de los que eran deficitarios, y aprovechando las dificultades que atravesaban los Banu Marín –meriníes– en sus últimos estertores, intentaron establecerse en el norte del país bereber.
Sin llegar la población portuguesa al millón de habitantes, la nueva dinastía pensó en establecer una cabeza de puente en Ceuta, desde donde pudiera emprenderse la conquista del territorio marroquí y controlar el paso del Estrecho desde África, después de que Castilla hubiera logrado dominar la parte peninsular tras de batalla del Salado en 1340, en donde Alfonso XI de Castilla con la ayuda de Alfonso IV de Portugal conquistó Tarifa, Gibraltar y Algeciras.
Portugal había concluido su Reconquista al ocupar el Algarve 50 años antes, pero Castilla no podía pensar en ninguna empresa africana seria, ya que todavía, no había concluido la suya, por la existencia del reino nazarí de Granada.
La empresa africana portuguesa estuvo perfectamente planificada, para lo que, en primer lugar, se estableció un tratado de paz con Castilla en 1411, al tiempo que la Santa Sede le concedía los beneficios de una Cruzada para su aventura africana en 1413, marcando la toma de Ceuta en 1415 el inicio de la gran etapa de descubrimientos portugueses en África, que culminarían con el establecimiento de la ruta marítima hacia la India, al doblar el Cabo de las Tempestades en enero de 1488.
Todo el plan de descubrimientos y conquistas portuguesas estuvo, desde un principio, auspiciado por la Corona y dirigidas por el Infante Enrique el Navegante que fundó en Sagres una escuela de cartografía y de estudios de náutica, dirigiendo desde allí toda la actividad exploradora, hasta su muerte, convirtiendo a Lagos en el puerto de salida y llegada de las exploraciones.
Tras el fracaso de la toma de Tánger en 1437, se abandonó la idea de la conquista de Marruecos, y se pensó en el establecimiento de una serie de presidios -plazas fuertes-, a lo largo de la costa oeste africana que sirvieran de apoyo a la navegación, en un intento de llegar a las fuentes del oro y de esclavos, que lograrían tras franquear Cabo Bojador -1434- y Cabo Blanco -1441-. De allí se trajo el primer grupo de esclavos negros, y en sus cercanías se construyó en1448 el fuerte de Arguim, que protegería el comercio de esclavos y oro a cambio de productos europeos.
En 1444, se llegó a la desembocadura del río Senegal, y ese mismo año se recibieron en Lagos doscientos treinta esclavos africanos, de los que la quinta parte fueron para el Infante Enrique, en virtud del monopolio que sobre dicho tráfico se le reconoció en 1443. Desde su muerte, llegaban a Portugal dos o tres expediciones anuales de esclavos, potente fuente de ingresos, y mano de obra necesaria para las plantaciones de caña de azúcar de Madeira y Azores y, desde 1450, también para el archipiélago de Cabo Verde.
Portugal se convirtió en el primer país europeo que practicó el tráfico de esclavos, al que pronto se unió Castilla y otros países, para satisfacer las necesidades de mano de obra en América.
La llegada de los portugueses al África costera sahariana y subsahariana, donde podían aprovisionarse, directamente y sin intermediarios de oro y esclavos, hizo que castellanos, franceses y algunos genoveses intentaran seguir sus pasos. Los portugueses intentaron blindar los derechos del monopolio africanos con la Bula Romanus Pontifex que les otorgó Nicolás V, en 1455, reconociendo el derecho exclusivo de Portugal a las exploraciones africanas. Esta fue la razón por la que Colón planteara su viaje a las Indias, buscando las rutas atlánticas.
Entre los años 1460 y 1475, tras franquear Sierra Leona y producirse la muerte de Enrique el Navegante, se inspeccionaron más de dos mil kilómetros de costa africana hasta el golfo de Guinea. También se descubrieron las islas de Santo Tomé, Annobón y Príncipe, así como Fernando Póo y Gabón, rebasándose el Ecuador.
Se trasladó de Lagos a Lisboa la compañía que dirigía todas las exploraciones, hecho que supuso el despegue económico de Lisboa.
En 1482, se fundó en la costa de Ghana, la fortaleza y factoría de La Mina que, junto con la de Arguim, constituyeron los centros principales del control del comercio de esclavos y oro africanos. Las conquistas portuguesas fueron reconocidas por Castilla mediante el Tratado de Alcaçobas, firmado, en 1479, y ratificado en Toledo en 1480, por los Reyes Católicos y Alfonso V de Portugal. En este Tratado, se reconoció a Castilla la posesión de las Canarias y la prohibición de navegar al sur del Cabo Bojador, y a Portugal, su dominio sobre las Azores, Madeira y todo lo descubierto y por descubrir al sur de dicho cabo.
El papa Sixto IV, sancionó lo acordado mediante la Bula Aeterni Regís de 1481, confirmando lo establecido en la Romanus Pontifex de Nicolás V. Alejandro VI, Papa Borgia, solucionó definitivamente esta cuestión mediante su famosa Bula Inter caetera de 1493, por la que se trazaba una línea vertical de polo a polo, situada a 100 leguas al oeste de las islas Azores y Cabo Verde, adjudicando a España todas las tierras situadas al oeste de la misma, y a Portugal las situadas al este.
Al no estar las Azores y Cabo Verde al este de la línea marcada, los portugueses reclamaron, firmándose Tratado de Tordesillas en 1494, por el que se trasladó la línea de demarcación a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, por lo que Brasil quedó dentro de la zona de Portugal.
Desde ese momento, los portugueses fueron poniendo a lo largo de la costa africana sus famosos padroes o mojones de piedra, en los que se indicaba el año del descubrimiento, el monarca portugués reinante, y el descubridor, lo que constituiría una prueba indiscutible de la autoría portuguesa.
En 1487, gracias a los conocimientos obtenidos y a la mejora de los barcos a lo largo de estos años, se acometió la empresa del viaje a la India doblando el Cabo de las Tormentas, costa africana que se prolongó hacia el sur, mucho más de lo estimado inicialmente: Bartolomé Díaz, salió de Lisboa con tres carabelas de unas 50 toneladas cada una.
A principios de enero de 1488, alejándose mucho de la costa atlántica africana, se dobló, sin saberlo, el sur de África, volviendo a tocar la costa, esta vez del Índico, unos quinientos kilómetros más al norte, dándose cuenta, por su posición, de que había doblado el Cabo de las Tormentas, al que a su regreso a Lisboa en diciembre de 1488 se denominó de Buena Esperanza.
Los portugueses con la información obtenida prepararon cuatro navíos, con ciento cincuenta hombres al mando de Vasco de Gama, con la intención de llegar a la India. La expedición salió de Lisboa, el 8 de julio de 1497.
A la altura de Sierra Leona, se dirigió hacia el Oeste –alisios-, haciendo una enorme voltaque casi lo llevó a Brasil, para posteriormente dirigirse hacia el Cabo de Buena Esperanza. En Mozambique contrató un piloto árabe, llegando a la costa india de Malabar, el 20 de mayo de 1498. La expedición, tras la pérdida de dos navíos y setenta hombres, regresó a Lisboa, el 10 de julio de 1499. Tras un viaje de dos años, se había logrado, por primera vez, comunicar por vía marítima Europa y la India.
LA VOLTA Y LA DOBLE VOLTA.
Los portugueses habían ido aprendiendo, con aciertos y fracasos, el régimen de vientos y corrientes que se debían utilizar para la navegación a vela por las costas africanas, familiarizándose con el régimen de los vientos alisios y contralisios. Hasta ese momento, se navegaba a bolina, es decir en contra de viento, buscando el ángulo menor posible, por lo que la navegación era lenta y penosa, sobre todo en el viaje de regreso. El descubrimiento de la volta y la doble volta fue el gran hallazgo de los marinos portugueses.
Era relativamente fácil navegar de bajura hacia el sur, hasta Cabo Bojador, pero era muy difícil hacerlo desde allí hacia el norte, especialmente si se había doblado dicho cabo. Los portugueses descubrieron que al norte del Ecuador los vientos giraban en una especie de círculo este-oeste-este, en el sentido de las agujas del reloj, y que, internándose hacia el oeste en el Atlántico, hacia el Mar de los Sargazos, a la altura de Lisboa, los vientos volvían a soplar hacia el este, lo que les permitía regresar de nuevo hacia la costa portuguesa, siempre con viento de popa o de estribor. Los portugueses descubrieron que el régimen de vientos era constante a lo largo de nueve meses al año en la franja costera que va desde Oporto, en el norte hasta las costas del Sahara en el sur, por lo que los viajes de ida o vuelta, debían hacerse adaptándose a este régimen de vientos; se había descubierto el método que utilizarían los barcos en sus travesías atlánticas, hasta la invención del vapor.
Bartolomé Díaz, intuyó que, al sur del Ecuador, los vientos giraban en sentido inverso, por lo que se internó en el Atlántico llegando casi a Brasil, virando desde allí hacia el sureste para rebasar el Cabo de las Tormentas muy al sur de la costa africana. La combinación de los dos sistemas, era la doble volta, un gran ocho que se realizaba en pleno Atlántico.
Mapa de corrientes y vientos en el Océano Atlántico. Se muestra la ruta de la Volta do Mar y la Doble Volta.
La volta do mar, descubierta y popularizada por los portugueses y también usada después por los castellanos, supuso la posibilidad de lograr los grandes objetivos de la exploración marítima y de los descubrimientos a partir de finales del siglo XV.
Los castellanos la usaron para cruzar el Atlántico hacia el Nuevo Mundo y más tarde, también, para cruzar el Pacífico de Manila a Acapulco.
El descubrimiento de América por Cristóbal Colón sorprendió a los portugueses, y fue fruto del empuje del futuro almirante, del desarrollo técnico, y de la información que sobre el régimen de vientos y de la volta, había ido adquiriendo Colón de los portugueses.
Colón había nacido en 1451, en Génova, y desde sus años de juventud su vida estuvo ligada al mar. A los 25 años en Portugal, realizó un viaje a la factoría de La Mina, dedicándose a partir de ese momento a obtener información sobre el régimen de vientos, madurando el loco proyecto de viajar a Catay -denominación de Marco Polo a la región asiática que comprendía los territorios situados entre las cuencas de los ríos Yantsé y Amarillo, en la actualidad, parte de China- por occidente, a través del mar, dada la esfericidad de la Tierra.
Colón pensaba que, tal como había indicado Marco Polo erradamente, la distancia entre China y Japón era de 1.500 millas. A este error, habría que añadir otro mayor, y era que Colón atribuyó a cada grado de Ecuador una longitud de 45 millas, cuando en realidad son 69 millas. El error acumulado llevó a reducir a 2.400 millas la distancia marítima real entre Canarias y Japón, que en realidad es de 10.600 millas.
De esta manera, Cipango -Japón-, estaría ubicado poco más allá del Mar de los Sargazos según este cálculo. Convencido de estas suposiciones, presentó su proyecto en 1484 a Juan II de Portugal, hijo de Alfonso V -el que mantuvo la guerra civil en Castilla por la sucesión de Enrique IV de Castilla, que terminó con la victoria de Isabel la Católica y la paz de Alcaçovas en 1479- y, de nuevo en 1488, siendo el proyecto rechazado por razones técnicas, dado que una nave no podría cargar suficientes alimentos y agua para cubrir las 10.600 millas, que la comisión portuguesa que lo estudió, de manera certera, calculó que tendrían que recorrer hasta Cipango y por razones políticas, ya que Portugal estaba a punto de doblar el Cabo de las Tormentas, y sería echar por la borda todo el esfuerzo, que tantos hombres, tiempo y dinero había costado.
Inasequible al desaliento. Colón ofreció su proyecto a Francia e Inglaterra que, en aquellos momentos, carecían de medios y elementos para, ni tan siquiera, poder evaluar el proyecto. Entre las dos propuestas a Portugal, murió su mujer, viajando Colón a Andalucía en 1485, en donde, a través de los franciscanos de La Rábida -que vieron en la aventura del genovés la posibilidad de evangelizar nuevos pueblos-, conoció al duque de Medinaceli, un valedor del proyecto, que se ofreció incluso a correr con los gastos de la empresa.
La primera entrevista con los futuros Reyes Católicos, ocupados en la guerra de Granada, tuvo lugar en 1486. El rey Fernando no era partidario de la empresa, pero la insistencia de la reina Isabel hizo que se nombrara una comisión de expertos para su estudio. El regreso a Portugal de Bartolomé Díaz a finales de 1488, con la noticia del hallazgo del paso hacía Asia, y los informes desfavorables de la comisión portuguesa, frenaron el proyecto. Colón ofreció nuevamente su proyecto a Francia e Inglaterra con un nuevo rechazo por incapacidad.
A finales de 1491 Colón volvió a insistir ante la reina Isabel, que cada vez se mostraba más dispuesta a aceptar el proyecto. En marzo de 1492, se produjo la ruptura de las conversaciones por las exageradas exigencias del genovés, que ante la incertidumbre y el coste del proyecto eran difíciles de aceptar, ausentándose éste del campamento de Santa Fe.
La posterior llamada de la reina, tras la capitulación de Granada -2 de enero de 1492- hizo que, finalmente se acordaran las Capitulaciones de Santa Fe -abril de 1492-, por las que se reconocía a Colón el título de Virrey, Gobernador General y Almirante, y el 10 % de las riquezas de todo tipo que se generaran en las tierras que se descubrieran, para él y sus sucesores. Lo concedido tan generosamente a Colón, fue probablemente consecuencia del momento de euforia vivido por la toma de Granada. (nota para un amigo).
Lo desmedido de lo acordado, necesitó para su corrección numerosos pleitos, que duraron más de 55 años entre la Corona y los descendientes de Colón para que las cosas volvieran a cauces racionales.
Los preparativos duraron tres meses, siendo definitivas las intervenciones de los hermanos Pinzón y los Niño para formar y reclutar las tripulaciones y abastecer los navíos: las carabelas Pinta y Niña, de unas setenta toneladas, y la nao Santa María, de unas cien toneladas, que sería la nave capitana, constituirían la flota.
Primer viaje de Colón.
A bordo de todas ellas iban ochenta y siete personas. El 3 de agosto de 1492 zarparon de Palos y, tras una escala en Canarias que se manifestaría como punto ideal de partida para los viajes trasatlánticos, el 9 de septiembre comenzó la gran aventura que concluiría el 12 de octubre, con la llegada a la isla caribeña de Guanahaní -San Salvador-.
El itinerario trazado en este primer viaje, corregido, en parte en el segundo, tanto el de ida como el de vuelta, marcaron el camino que seguirían las flotas españolas durante más de trescientos años: la tenacidad y los errores de Colón hicieron posible el descubrimiento de un Nuevo Mundo.
El descubrimiento de la técnica de la volta do marfue crucial para el retorno de Colón y de todos los navegantes en los viajes de futuros descubrimientos: Colón nunca hubiera regresado de América sin utilizar la volta domar navegando a vela hacia el norte desde el Caribe a través de las latitudes del caballo * para coger los dominantes vientos del oeste de las latitudes medias.
*Las Latitudes del caballo o Alta subtropical son zonas de altas presiones atmosféricas subtropicales situadas a los dos lados del ecuador (aproximadamente de 30º a 38º Norte y Sur). Esta región está bajo una cresta de alta presión llamada Alta subtropical. Es una zona que recibe pocas lluvias y tiene vientos variables mezclados con calmas.
Guanahaní -San Salvador- estaba situada en el archipiélago de las Bahamas y allí tomaron posesión de las tierras en nombre de Isabel y Fernando -Reyes Católicos en bula del Papa Alejandro VI Borgia en 1496-. El 28 de octubre llegaron a la Isla de Cuba -bautizada Juana inicialmente- y el 21 de noviembre se apartó de la flota Martín Alonso Pinzón. El día 6 de diciembre arribaron a la Isla de la Española -hoy República Dominicana y Haiti-.
La Santa María encalló el 24 de noviembre construyendo con sus restos el Fuerte de Navidad. Tras dejar a 39 españoles en esta fortificación, siguieron costeando hasta unirse con Martín Alonso Pinzón el 6 de enero de 1493, navegando juntos hasta la península de Samaná.
Desde esta zona, el 16 de enero de 1493, el almirante dio la orden de regresar a pesar de no haber encontrado todo lo que buscaban. El viaje de regreso fue tranquilo hasta llegar a las Azores, en donde se encontraron con dos fuertes tormentas debiendo abandonar La Pinta en la localidad gallega de Bayona al mando de Pinzón para repararla. El día 15 de marzo, Cristóbal Colón, al mando de La Niña, entró triunfal en Palos de la Frontera. Martín Alonso llegó con La Pinta poco después muy enfermo, muriendo a los pocos días.
Tras llegar al puerto de Palos, Cristóbal Colón se trasladó a Barcelona para informar personalmente a los Reyes Católicos de sus descubrimientos. Fue recibido por Isabel y Fernando con todos los honores.
Los cuatro viajes de Colón.
OCEANO PACÍFICO
En el océano Pacífico, la circulación completa de los vientos, que incluía tanto los vientos alisios de levante como los vientos de poniente de mayor latitud, fue desconocida por los europeos hasta el viaje de Andrés de Urdaneta en 1565.
La ruta del galeón de Manila desde Manila a Acapulco, dependió de la aplicación del fenómeno del Atlántico al océano Pacífico: al descubrir el Giro del Pacífico Norte, los capitanes de los galeones de regreso tenían que llegar a las latitudes de Japón antes de poder cruzar el océano con seguridad. El posible movimiento para el comercio del galeón Manila-Acapulco se debió al descubrimiento de la ruta de regreso. La flota fue separada por los vientos, siendo algunos barcos dirigidos en dirección sur, pero Urdaneta pensó que los vientos alisios del Pacífico podrían girar como hacían los del Atlántico.
Si en el Atlántico, los barcos hacían la volta do mar hacia el oeste para recoger los vientos que los llevarían de vuelta a Madeira, si se navegara hacia el norte en el Pacífico antes de dirigirse al este, pensó Urdaneta, se recogerían los vientos alisios que les llevarían de vuelta a la costa oeste de América del Norte. Cruzó los 38 grados norte antes de girar al este y la maniobra dio sus frutos, arribando a la costa de California, para, a continuación, seguir costeando hacia el sur hasta Acapulco. La mayor parte de su tripulación murió en el largo viaje inicial, para el que no se habían aprovisionado suficientemente.
Galeón de Manila.
Desde ese momento los galeones españoles de Manila utilizaron los vientos alisiosdel norte hacia el oeste y los vientos del oeste hacia el este.
De este modo, desde Castilla se había construido una ruta comercial con el extremo oriente en Filipinas.
Ruta de Filipinas a Acapulco en Méjico.
Rutas comerciales portuguesas en azul y españolas en blanco.
Ayer, día madrileño lluvioso, después de deshacerme de la bruma espiritual que me ocupa los días muy grises, tomé mi bastón blanco que utilizo más cada día, y que me ayuda a conducir mi ceguera del desconocimiento por estos mundos de Dios, aterricé en unos apuntes que tenía sobre el fauvismo y los recuerdos de una exposición a la que asistí hace ya algunos años en la fundación Mapfre del FAUVISMO; se exponían más de un centenar de óleos, dibujos, acuarelas, y unas cuantas cerámicas…Read More