EL SALÓN DEL PRADO.

Lo que hoy se conoce como el Salón del Prado de Madrid fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo del Abroñigal (también llamado de la Castellana). Esta vaguada fue uno de los prados del común o concejiles de la Villa desde la Edad Media y se componía de dos partes: el prado de San Jerónimo, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, y el prado de Atocha, desde esta última hasta la plaza y puerta de Atocha. Es decir, el Salón del Prado es la zona que hoy comprende el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Atocha.

Plaza de Atocha.

Hasta la segunda mitad del siglo XVIII fue zona rural, cuando  el Conde de Aranda –valido de de Carlos III–, encargó a José de Hermosilla construir un paseo, que inicialmente se realizó en el prado de San Jerónimo en 1767, en un extremo la diosa Cibeles, en otro el dios Neptuno , y en el centro Apolo.

Fue una de las reformas más importantes del Rey Alcalde en Madrid, ya que supuso la creación del primer tramo de lo que sería el eje viario más importante de la capital, prolongándose hasta Atocha –después de 1941, glorieta del emperador Carlos V–, como Paseo del Prado y en sentido contrario como Paseo de Recoletos de escasos 500 metros, que debe su nombre a un convento de agustinos recoletos que existía en el trazado, y que llega hasta la plaza de Colón, siendo la alameda o jardín público más antiguo de Madrid.

Carlos III no se conformó con la apertura del Salón,  y quiso que se embelleciera con magníficos edificios neoclásicos –el Museo de Ciencias Naturales (hoy Museo del Prado), el Jardín Botánico con sus cuatro fuentes, el Observatorio Astronómico y la Fuente de la Alcachofa en Atocha–, símbolos de la Ilustración, además de zona para solaz y disfrute de los madrileños.

El Salón del Prado fue el límite oeste del palacio del Buen Retiro, conjunto arquitectónico de grandes dimensiones que el valido Conde Duque de Olivares regaló a su rey Felipe IV, para segunda residencia y recreo, siendo diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel, y cuyos escasos vestigios y magníficos jardines, conforman hoy el Parque del Retiro.

Inicialmente, la diosa Cibeles fue la diosa de la Madre Tierra, de la agricultura y de la fertilidad, adorada en Frigia -Anatolia-, desde el neolítico. Equivalente a Gea, también Madre Tierra -diosa primordial-, la que nació por si misma después del Caos y antes de Eros, y que ella sola  engendró a Urano –el cielo- y después se unió con él para engendrar juntos a  los seis titanes (varones) –el menor Cronos– y  las seis titánides (hembras), entre ellas Rea, su equivalente minoica que se unió a Cronos y engendró entre otros a Zeus –al único que no engulló su padre-.

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Diosa Cibeles.

Cibeles fue la personificación de la fértil tierra, diosa de las fortalezas, de las cavernas y montañas, de las murallas –corona amurallada–, de la Naturaleza y de los animales. Su equivalente romana fue Magna Mater –la Gran Madre–, diosa de la vida, de la muerte y de la resurrección. Su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, fue Atis.

Con el establecimiento de los galos en Frigia del este, el culto a Cibeles, la diosa de la Madre Tierra, se extendió entre los habitantes de la región.

Representada habitualmente con vestimentas frigias y una corona con forma de muralla, montando un carro que simboliza la superioridad de la madre Naturaleza, a la que naturalmente se subordinan los poderosos leones que tiran del mismo. Tiene y lleva las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra. En alguna representación aparece sentada en un trono custodiado por los leones.

La leyenda, relatada por Ovidio en Las Metamorfosis (X, versículos 570-704), nos cuenta como HIPÓMENES, enamorado de ATLANTA, gran atleta –compañera de Artemisa, diosa de la caza–, intentó seducirla con todos los registros a su alcance: con confianza, con amabilidad, con indulgencia, con cautela, con y sin firmeza…, pero su voluntad se estrelló una y otra vez contra la obcecación de ella. Exigía –era una gran atleta y cazadora– ser ganada en una carrera por quien  quisiera obtener su mano. Ante la imposibilidad de vencer a Atalanta en buena lid, dadas sus cualidades atléticas, Hipómenes aconsejado por su amiga Afrodita –diosa del amor– dejó caer al suelo unas manzanas de oro durante la carrera, que atrajeron la atención de Atalanta, deteniéndose a recogerlas, por lo que perdió la prueba. El mito concluye con la unión de los amantes dentro de un recinto sagrado dedicado a la diosa Cibeles, la cual se enfureció por este hecho y como castigo pidió a Zeus, que le permitiera convertirlos en leones, condenados a tirar de su carro eternamente, deseo que naturalmente Zeus, aceptó.

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Guido Reni. Hipómenes y Atalanta. 1618-1619.  206 x 297 cm. Óleo sobre lienzo.  Museo del Prado. Madrid.

Cibeles fue honrada en todo el mundo antiguo. El centro para su culto estaba en el Monte Dindymon en Pesinunte –Pessinus–, donde cayó el Betilo –piedra sagrada–, cúbico y negro, denominado Kubele  que da origen al nombre de la diosa.

Según el mito frigio, Zeus depositó su semen mientras dormía en el monte Dnídymon, en Frigia, naciendo de ahí una criatura hermafrodita que fue castrada por los dio­ses. Así fue creada la diosa Cibeles. De sus genitales nació un almendro cuyo fruto fue llevado al vientre de la ninfa Nana, que tuvo un hijo al que abandonó nada más nacer. El joven, Atis que así fue llamado el hijo de Cibeles y Nana, fue criado por una cabra y se convirtió en un joven muy hermoso. Cibeles se enamoró de su hijo y cuando se disponía a llevar a cabo los planes para hacerlo suyo, descubrió que Atis planeaba unirse a la ninfa Sagaritis. Cibeles perdió sólo los nervios, pero hizo perder la cabeza a Atis para que se auto castrara como castigo por intentar engañarla.

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Atis.

Hay varias versiones sobre el final de este mito: alguna contempla que Atis murió al castrarse convirtiéndose en un pino, otras que fue enterrado en Pessinus y resucitado por Cibeles y otra que vivió como sacerdote eunuco de la diosa. Todas las versiones contemplan el tema de la muerte y la resurrección.

En 204 a.C. -regulares tiempos para Roma- durante la segunda guerra púnica, los romanos, obedeciendo a una profecía de los libros sibilinos y del Oráculo de Delfos, que apuntaban que Roma sólo podría vencer si adoraba a la «Gran Madre», enviaron misiones a Pessinus con objeto de llevar a Roma la piedra sagrada. La llevaron, e inicialmente se colocó en el templo de La Victoria en el suroeste del Monte Palatino dentro del  Pomoerium, a la espera de la finalización de la construcción de su propio templo que  fue consagrado el 9 de abril de 191 a.C.

El culto a Cibeles en Roma fue continuado hasta el final del período republicano, que terminó con el nombramiento de Octavio Cesar Augusto, hijo/sobrino de Julio Cesar, 27 a.C. como emperador.

Los ciudadanos romanos no podían participar en el sacerdocio y sus rituales, pero sí participaban en el festival de la diosa. La diosa estaba representada por una escultura en el templo y los sacerdotes castrados –galli– llevaban a cabo los servicios religiosos. La auto castración a la que se sometían estos sacerdotes extranjeros en el día de la sangre, era un homenaje a Atis, amado de Cibeles. En las celebraciones, los sacerdotes sacaban a la diosa en procesión, sacrificaban toros (taurobolio) y bebían su sangre y enterraban un pino en honor a Atis. Días después, se clavaban cuchillos en los brazos y rociaban el altar con su sangre en un estado de éxtasis. El último día se celebraba la resurrección de Atis, mientras se paseaba la estatua de la diosa en procesión.

El culto a la diosa fue llevado a Iberia por los romanos tras expulsar a los cartagineses, y se mantuvo hasta el siglo V, cuando los diferentes invasores bárbaros trajeron sus propios dioses, convirtiéndose después al cristianismo.

Durante el reinado de Carlos III en España, que es cuando más se embelleció Madrid, y con el estilo neoclásico imperante, se construyeron entre otras obras, la fuente de Cibeles y la de Neptuno, mirándose entonces las deidades entre ellas, y en medio,  la estatua de Apolo en lo que era el prado de San Jerónimo, parte del Salón del Prado.

Los escultores y arquitectos de la fuente de Cibeles fueron: Francisco Gutiérrez (figura de la diosa y el carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño del arquitecto Ventura Rodríguez. La fuente está hecha con mármol toledano de Montesclaros y el resto en piedra de Redueña, localidad madrileña cerca de la sierra de La Cabrera.

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Fue colocada inicialmente en el Salón del Prado mirando a Neptuno en 1782 (se tardó cinco años en su construcción) junto a la finca el Altillo de Buenavista, donde se estaba comenzando a levantar, con el patrocinio de la casa de Alba el palacio de Buenavista, que no terminaría de construirse hasta 1802 y que durante el corto reinado de José Bonaparte se convertiría en Museo de arte, antecedente del Prado.

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Palacio de Buenavista.

A finales del siglo XIX, siendo alcalde de Madrid Alberto Bosch, se produjo una remodelación que dejó la plaza casi como la conocemos hoy. En 1891 se inauguró el edificio del Banco de España, y cuatro años después se ensanchó la plaza y se le dio forma circular para facilitar el tráfico de carruajes.

Fue en 1895, cuando se llevó al centro de la plaza la fuente con la diosa Cibeles, esta vez mirando hacia la Puerta del Sol. Hasta entonces venía llamándose Plaza de Madrid y tras la reforma pasó a denominarse Plaza de Castelar. Fue en los primeros años del siglo XX cuando acabó de definirse la plaza con la construcción del palacio de Linares en 1900 y la del palacio de Comunicaciones (hoy palacio de Cibeles) en 1919, uno de los símbolos de la ciudad de Madrid.

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Debido a que, pese a que la plaza tuvo diferentes nombres, los ciudadanos la llamaron siempre por el nombre de la diosa que se halla en su centro, así que el Ayuntamiento decidió cambiarlo, y desde 1941 su denominación oficial es Plaza de Cibeles.

Está representada con la cabeza coronada de torres con un cetro en la mano y las llaves que dan acceso a las riquezas (aunque  en Madrid dicen que son las llaves de la ciudad), y va montada en un carro tirado por leones -Atalanta e Hipómenes-. En la parte trasera de la diosa están representados los amorcillos, que son unos niños apolos que ayudaban a Cibeles a ocultar a Cronos los llantos de Zeus –Rea le dio a tragar a su marido Cronos todos los hijos que nacían de ambos, siguiendo las órdenes de su marido excepto  el último, Zeus, dándole en esta ocasión una piedra envuelta en trapos–. Los amorcillos fueron añadidos posteriormente a la instalación inicial.

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En la mitología clásica Neptuno –Poseidón griego es el hijo mayor de los dioses  Saturno –Crono– y Ops –Rea–, y hermano de  Júpiter –Zeus– y  Plutón –Hades–, en las mitologías romana y griega respectivamente.

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Neptuno. Taller romano. 135 d.C. 236 cm. Marmol veteado. Museo del Prado.

Neptuno gobernaba y quizá lo siga haciendo, todas las aguas y mares. Todos los habitantes de las aguas le debían obediencia: las sirenas traicioneras, las bellas oceánidas y los oceánides dioses fluviales que son las personificaciones de los ríos a los que se suponía gobernados por ellos–, las incomparables nereidaslas cincuenta hijas de Nereo y de Doris que son consideradas las ninfas del Mediterráneo–, los tritones –dioses mensajeros de las profundidades marinas–, las ninfasdeidades menores femeninas típicamente asociadas a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial, un arroyo, o un monte…–, las ondinasdivinidades con forma de mujer que residían en el agua y eran consideradas el espíritu elemental de la misma–, y las náyadesninfas de agua dulce– le debían obediencia y pleitesía, por ser su Dios.

Neptuno eligió los mares como morada, y en las profundidades de los mismos está su reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente fabrica las olas, hace brotar fuentes y corrientes marinas, aplaca los mares haciendo que las aguas estén mansas, y cuando se deja llevar por la ira, puede provocar terribles tormentas y tempestades, terremotos y maremotos. Su cólera hizo que en la Odisea, Odiseo no pudiera volver a Ítaca.

Este dios, aparece cabalgando las olas sobre caballos blancos y junto a los mismos, delfines, a los cuales también puede cabalgar, e incluso a veces, puede manifestarse bajo la forma de caballo.

Era el dios que sostenía el planeta en el que vivimos, porqué los mares rodeaban la Tierra y él desde los mares, soportaba el peso de la misma. Neptuno daba forma a las costas  arrancado trozos de montañas para formar bruscos acantilados o pasaba la mano suavemente por las costas para hacer playas y zonas protegidas  en las que los barcos pudieran protegerse o desembarcar.

Neptuno se casó con Anfitrite, una nereida que le dio como hijos a los tritones, monstruos marinos con rostros humanos barbados, cabellos de algas, con manos como caracoles y colas como las de los delfines.

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Nicolás Poussin.Triunfo de Neptuno y Anfitrite. 1634. 114,5 x 146,5 cm.  Óleo sobre lienzo. Philadelphia Museum of Art. Philadelphia. EEUU.

Tuvo otras seis esposas y numerosos hijos, entre los que se pueden destacar: Polifemo  -el más conocido entre los cíclopes-, hijo de Toosa. Pegaso y Crisaor  hijos de Medusa  -una de las tres Gorgonas que al ser muerta por Perseo de un tajo en el cuello fue atacado por las otras dos, pero afortunadamente por la herida del cuello nacieron dos hijos, uno de ellos Pegaso  a cuyo lomo subió Perseo, pudiendo huir . De su última esposa Clito,  nació Atlas.

En Roma, Neptuno sólo fue considerado dios de las nubes y la lluvia hasta el año 399 a. C., cuando se importó el culto a Poseidón –en Roma Neptuno– desde las colonias griegas y se amplió entonces su divinidad a todas las aguas.

La fuente de Neptuno en Madrid,  entra dentro de un conjunto de obras neoclásicas, que en la época de Carlos III, el conde de Aranda encargó al arquitecto Ventura Rodríguez para decorar el Salón del Prado. Fue diseñada en 1777 y su construcción finalizó en 1786. Inicialmente fue situada en el Paseo del Prado donde se cruza con la Carrera de San Jerónimo y mirando hacia La Cibeles.

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El proyecto se inició, usándose de modelo unos bocetos de madera realizados por Miguel Ximénez. Fue realizada al igual que La Cibeles, con mármol blanco de  Montesclaros,  de Toledo. La obra escultórica fue encargada a  Juan Pascual de Mena, comenzando los trabajos en 1782, falleciendo éste dos años después, habiendo solamente terminado la figura de Neptuno.

Las restantes esculturas del monumento fueron continuadas por el discípulo de Mena, José Arias,  y por José Rodríguez, Pablo de la Cerda y José Guerra.

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La fuente se compone  de una gran pileta circular de más de treinta metros de diámetro con dos menores concéntricas, por las que rebosa el agua hacia la inferior, agua  que sale del frente de la carroza, de un tritón situado detrás de la figura del dios, de otros tres tritones de la parte delantera y de dos surtidores verticales que flanquean el conjunto. En el centro está la figura de Neptuno, con una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la izquierda, sobre un carro en forma de concha, tirada por dos hipocamposcaballos/peces marinos de aspecto singular, con una coraza ósea con anillos terminados en una cresta dorsal; cola larga, prensil y arrollable en espiral, sin aleta caudal; hocico largo y tubular; cabeza que recuerda la de un caballo; una aleta dorsal y dos pectorales junto al cuello con branquias–. Alrededor del carro hay delfines y focas que lanzan agua a una altura considerable. Inicialmente miraba a Cibeles, habiéndose girado su frente en 1898 hacia la Carrera de San Jerónimo.

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La fuente fue trasladada en 1898 al centro de la Plaza de Cánovas del Castillo, lugar donde se encuentra hoy, luciendo su mármol blanco, blanquísimo, ya que se aparca más que se celebra.

Su entorno es espectacular: el Museo del Prado, el Thyssen Bornemisza, el Hotel Ritz, el Palace, la plaza de la Lealtad (Bolsa de Madrid) y el Monumento a los Caídos por España en las inmediaciones de la plaza de la Lealtad que aparece escondido entre árboles y que hasta 1985 se denominó  “Monumento a los Héroes del 2 de Mayo”.

La obra para honrar a los Caidos por España se levantó en 1840 en el mismo sitio donde el general Murat mandó fusilar a bastantes madrileños tras el 2 de mayo de 1808. El escultor fue Isidro González Velázquez y es un obelisco de 5,6 metros de altura con una  base cuadrada en cuya  cara oeste tiene un zócalo que alberga un sarcófago con las cenizas de los madrileños fusilados. Más arriba, el remate superior de la base presenta un medallón en bajorrelieve con las efigies de los capitanes Daoiz y Velarde y sobre la base descansa otro cuerpo de menores dimensiones con cuatro frentes, con estatuas alegóricas a la Constancia, el Valor, la Virtud y el Patriotismo. En la base, figura la inscripción, en letras doradas, “HONOR A TODOS LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA”, con una llama eterna en su recuerdo.

Desde su instalación, la Fuente de Neptuno ha sufrido serios deterioros que han obligado a diversas restauraciones y rehabilitaciones. En 1842 se restauraron un brazo, tres dedos y las paletas de una rueda. En su traslado, en 1898 se limpió todo el conjunto y se reconstruyeron algunas piezas perdidas. En 1914 se restituyó el tridente robado, pero instalándolo de hierro en vez de bronce como originariamente fue.

Durante la Guerra Civil, igual que con La Cibeles, se construyó una cubierta para protegerla. En 1969 se añadió un segundo pilón y un plato base, y en 1982 se restituyeron dos dedos de cada pie y se restauraron la pierna derecha, los dedos de la mano izquierda, las aspas del carro marino y las patas y orejas de los caballos. En 1995 se restauró de nuevo, estando hoy en estupendo estado.

Durante la Guerra del 36-39, a  Neptuno le colgaron los madrileños  un cartel de su cuello que decía: dadme de comer o quitadme el tenedor.

Fuente de Apolo o de las cuatro Estaciones:

Apolo fue una de las principales deidades de la mitología greco-romana; uno de los doce dioses olímpicos. Era hijo de Zeus y Leto y cuando Hera –mujer de Zeus– descubrió que Leto estaba embarazada y que su marido, Zeus era el padre de la criatura, prohibió a Leto que diera a luz en tierra firme. Leto buscó y encontró con ayuda e intermediación de Zeus, la isla flotante de Ortigia que estaba en constante movimiento navegando por los mares, para para tener a su hijo. Hera también  prohibió a su hija Ilitía que ayudara a Leto -amiga suya- en el parto, y los demás dioses obligaron a Leto a ir a Ortigia sola para tan importante acontecimiento. Zeus como agradecimiento a Ortigia, hizo que la isla se fijara al fondo de los mares con cuatro pilares, y cambió su nombre por Delos, siendo posteriormente consagrada a Apolo. Leto tuvo mellizos, naciendo Artemisa en primer lugar, ayudando a su madre al día siguiente de nacer en el parto de su hermano Apolo. Fueron mellizos, dicigóticos o bivitelinos.

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Apolo del Belvedere -Buena Vista  vaticana-.  Autor desconocido. siglo II. Mármol blanco. 224 cm. Museo Pio Clementino. Ciudad del Vaticano. Roma.

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Paisaje con Apolo  y Mercurio.  Claude  Gelee Lorraine. 1645. 55 x 45 cm. Óleo sobre lienzo.  Galería  de Palazzo Doria  Pamphili. Roma.

Es posible que Apolo, después de Zeus, fuera el dios más poderoso y venerado de todos, temido por los demás dioses -el sólo mató a todos los cíclopes siendo castigado por Zeus ya que éstos eran los que le fabricaban sus poderosos rayos-, y sólo Zeus era capaz de contener su ira. Apolo, hacía que los hombres vieran sus pecados y ayudaba al arrepentimiento dando perdón, dictaba las leyes de la religión y ordenaba la constitución de las ciudades. Fue el dios del oráculo de Delfos y de las musas, de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, y el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, siendo el dios de las plagas y enfermedades, pero también el dios de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas.

También  fue dios de las artes, la medicina y la poesía, y enemigo de la oscuridad y perseguidor del crimen, siendo utilizado por Carlos III como representación del espíritu ilustrado que deseaba para la decoración del Salón del Prado, señalando a Madrid como ciudad que deseaba fomentar el desarrollo de la cultura y las ciencias.

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Estatua de Apolo  en “Las cuatro estaciones” en el Paseo del Prado de Madrid.

Dentro del conjunto encargado en el siglo XVIII por Carlos III al arquitecto Ventura Rodríguez, además de La Cibeles y Neptuno, y en medio de las dos, se dispuso que se erigiera una estatua en honor de Apolo, dios de las artes, comenzando su construcción en 1780 por Manuel Álvarez  –el Griego– que no terminó la obra por morir en 1797, habiendo acabado el diseño de las figuras que representan las Cuatro Estaciones, mientras que la figura de Apolo la realizó Alfonso Giraldo de Bergaz en 1802, tomando como modelo posiblemente el Belvedere romano. La fuente se instaló en 1803 y sirvió  para conmemorar la boda de Fernando VII –hasta que tuvo uso de razón el deseado, y  luego el felón– con María Antonia de Nápoles.

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Patio de Belvedere en el Vaticano, con Apolo al fondo.

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La figura de Apolo de la fuente delas cuatro estaciones en Madrid.

Esta estatua del dios de la música, está considerada como una de las mejores obras neoclásicas erigidas en España, por la elegancia de sus proporciones y la captación del gesto del dios –dicen que es parecida la cara a la de Carlos III– y su equilibrio. Apolo aparece portando una lira y un carcaj sin flechas en la espalda, acompañado por las esculturas alegóricas de las Cuatro Estaciones, ya que, como dios del Sol, dependen de él, el nacimiento y la sucesión de las estaciones. Esta realizada con piedra de Redueña –Madrid– de baja calidad por lo que debe ser rehabilitada de tanto en cuanto (la última vez entre los años 1991 y 1995).

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No se ve muy bien por estar rodeada de árboles, y en un lateral del Paseo del Prado,  y consta de dos pilones laterales –N/S–, con escalinatas alrededor del conjunto, teniendo en los dos costados –N/S–, seis conchas, tres en cada lado, con la función de recoger el agua, de tamaños crecientes de arriba hacia abajo, llevando en los frontales del pedestal y encima de las conchas dos mascarones que arrojan agua que son las imágenes de Circe y Medusa. A la altura de la cornisa del pedestal, sujetas por estribos decorados, cuatro esculturas representan las estaciones. e intercaladas, cuatro escudos de armas de Madrid. Las figuras de las Cuatro Estaciones están situadas sobre unos estribos que alargan la cornisa adosada al pedestal.

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La Primavera es una mujer con flores que simboliza el nacimiento del año. El Verano es también una mujer con una espiga de trigo en representación de los campos cultivados, y tiene una hoz en la mano que señala la recolección. El Otoño es un hombre joven que lleva una corona de uvas en la cabeza y algunas en su mano. El Invierno está representado por un anciano.

La figura de Apolo, arriba, de cuerpo entero y desnudo, portando una lira en la mano izquierda y un carcaj vacío a la espalda –como dios de las artes, en lugar de las tradicionales flechas y arco–, es grandiosa, teniendo  a sus pies, una serpiente pitón.

La volta do mar y La doble volta.

Si al comienzo de la navegación de altura, los navegantes hubieran imaginado, que un balón lanzado por una persona situada en un polo en dirección a una situada en un punto del ecuador, cuando éste llegara al punto de destino, el receptor estaría mucho más al este por el movimiento de rotación de la tierra w-e, todo hubiera sido más comprensible; hasta entonces, la navegación solía ser de bajura y guiada por los mapas portulanos.

La falta de este conocimiento pudo haber condenado a la expedición del siglo XIII de los hermanos genoveses Ugolino y Vivaldi, que se dirigían hacia las hasta entonces desconocidas islas Canarias a perderse; una vez allí, sin conocer los vientos y el giro que provocaban en el Atlántico, fueron incapaces de vencer la ceñida del estrecho de Gibraltar y de regresar a su punto de partida.

Los navegantes del final de la Baja Edad Media fueron descubriendo por el método analítico, en sus propias carnes, los movimientos regulares y dominantes de los vientos, siendo más o menos conocidos desde el comienzo de la Edad Moderna, aunque no sería hasta 1686 cuando Edmund Hadley publicara un mapa detallado, que incluyó tanto los vientos alisios como los monzones, elaborado con datos proporcionados por los marinos comerciales ingleses.

En su honor, el espacio que abarca las latitudes entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio, se denomina célula de Hadley.

El motor principal de la circulación del aire es el calentamiento de la superficie terrestre en la franja ecuatorial. El aire asciende, y además de originar las lluvias tropicales, se dirige en altura como contralisio hacia ambos polos. En la latitud de los trópicos, parte de ese aire desciende por enfriamiento, y el resto continúa en la dirección que llevaba hasta descender formando un anticiclón en los polos.

El aire que baja en la zona de los trópicos a la superficie, toma dos direcciones: si se dirige a la franja ecuatorial se denomina alisio y si lo hace hacia las zonas subpolares, contralisio -vientos del oeste-; este último, choca a los 60º de latitud, con el viento que baja de los polos.

En el ecuador el aire que se calentó y ascendió , originó una zona de bajas presiones que será ocupada por aire menos caliente -pesa más- que traen los alisios desde los trópicos formando parte de la circulación de Hadley.

La distribución del aire origina en cada hemisferio, dos zonas de altas presiones, una en la región subtropical y la otra en los 90°, dos zonas de bajas presiones: la depresión tropical y la de los 60° de latitud, siendo estas zonas de bajas presiones de importancia fundamental para la distribución de las precipitaciones atmosféricas.

La influencia de existencia de zonas de mar y tierra es fundamental en el esquema circulatorio, así como de la influencia de la rotación de la Tierra.

Los monzones serían otra historia, y son interpretados como grandes intercambios de aire entre tierra firme y océano, siendo los factores que los generan de tipo térmico.

Se originan por tanto dos grandes sistemas circulatorios: el sistema de los alisios  entre los trópicos y el ecuador y los sistemas de las latitudes medias y polares.

La convergencia de los vientos alisios de ambos hemisferios da origen a la zona de convergencia intertropical -CIT-. ​

La palabra alisios, se forma con la raíz latina alis que fue utilizada a lo largo del siglo XIII en la lengua francesa para denominar una naturaleza delicada, amable y medida, como la de estos vientos, que actúan de forma regular y soplan con mesura, siendo los vientos superficiales de la célula de Hadley, con dirección del noreste  hacia el suroeste en el Hemisferio norte, y del sureste en el Hemisferio sur, entre los 23º 27´ de latitud norte y 23º 27´de latitud sur, soplando de manera regular desde las altas presiones subtropicales -cresta subtropical- hacia las bajas presiones ecuatoriales -zona de convergencia intertropical-. ​ Los vientos alisios soplan desde el nivel de mar hasta los 1.500 o 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar. A partir de 6.000 m de altitud se invierte la dirección de los vientos.

El movimiento de rotación de la Tierra oeste-este desvía a los alisios hacia el oeste, por el llamado efecto Coriolis y de ahí su dirección oblicua hasta converger en la zona ecuatorial.

El efecto Coriolis describe como la rotación de la Tierra desvía los vientos y las corrientes marinas superficiales. A diferencia de la tierra -que también se mueve, aunque lentísimamente-, el aire y el agua se mueven libremente en ausencia de obstáculos. El efecto Coriolis causa que la posición de un objeto en libre movimiento, cuando la tierra gira de oeste a este, parezca que cambie de lugar, aunque es un cambio relativo.

La dirección de las principales corrientes marinas coincide con la de los principales vientos planetarios, pero esta coincidencia no se debe a que las corrientes marinas generen la de los vientos planetarios, ni que estos últimos produzcan aquellas, pudiéndose comprobar que tanto la dirección de los vientos planetarios como la de las corrientes marinas, están influidas por el movimiento de rotación terrestre pero con efectos distintos sobre unos y otras, según el tipo de corrientes de que se trate -frías o cálidas-, o el tipo de vientos planetarios en su respuesta ante el relieve, la configuración de las costas o la continentalidad de su origen.

Tanto las corrientes ecuatoriales como los vientos alisios siguen la misma dirección general este-oeste, como se ha dicho, y la franja comprendida entre los 5º de latitud norte y 5º de latitud sur, centrada en el ecuador terrestre, que corresponde a la amplitud de la corriente ecuatorial -cinturón ecuatorial-, se denominó, durante mucho tiempo cinturón de vientos variables y calmas. Situado en un área de bajas presiones, los débiles gradientes de presión, apenas tendrían fuerza suficiente para poner el aire en movimiento. Estas áreas de calma reciben el nombre de doldrums.

En ambos casos, la razón está en la fuerza centrífuga del movimiento de rotación terrestre, que también es la que ha determinado a largo plazo el abombamiento ecuatorial del globo terrestre en sus partes sólida, líquida y gaseosa, abombamiento más acentuado en las partes de menor densidad de cada una de las tres zonas -litosfera, hidrosfera y atmósfera-.

Al norte y al sur de las calmas ecuatoriales, en una franja que está comprendida entre los trópicos, se encuentra el cinturón de los vientos alisios. Estos vientos como se ha dicho son la consecuencia del gradiente de presión existente entre las altas presiones subtropicales y el cinturón de bajas presiones ecuatoriales.

Estos vientos se caracterizan por la regularidad de su velocidad -unos 20 km/h aproximadamente- con mayor intensidad en invierno, época en la que inciden con mayor ángulo con los paralelos (30-35º en invierno y únicamente 20º en verano). Fueron denominados trade winds, al asegurar el movimiento uniforme en la navegación a vela, en contraste con las calmas ecuatoriales, difíciles de atravesar.

Los alisios están mejor definidos en los océanos Atlántico y Pacífico, ya que en la región del océano Indico, la cercanía del continente asiático los desordena.

Los vientos del oeste constituyeron la contrapartida de los alisios en su viaje de regreso al continente europeo, vientos generados entre las altas presiones subtropicales y las bajas presiones subpolares. Estos vientos aparecen en superficie soplando con dirección del oeste. Como en el caso de los alisios, los continentes, sobre todo en el hemisferio norte -hay mucha mayor masa litosférica que en el hemisferio sur-, distorsionan profundamente la dirección de los vientos.

Su fuerza es bastante considerable y era utilizada por los navegantes a vela que hacían el recorrido desde el océano Atlántico hasta el continente australiano, Nueva Zelanda o las islas del Pacífico por el cabo de Las Tormentas, y para regresar a Europa desde América.

Por último, en las regiones de superior latitud, comprendidas entre las bajas presiones subpolares y las altas presiones polares, los vientos vuelven a cambiar su dirección dominante, por la del este, igual que la de los alisios.

A partir del conocimiento, en mayor o menor medida de los vientos planetarios y de las corrientes, se pudieron dar pasos muy importantes en la historia de la navegación y de los descubrimientos: los imperios español y portugués no pudieron arrancar hasta que descubrieron cómo funcionaban los vientos alisios primero y los contralisios después, así como las zonas de calma tropical que tanto hicieron desesperar a los navegantes de la época, ya que partían con suministros muy limitados, que además, se pudrían al prolongarse las permanencias por encima de lo calculado. Otros obstáculos encontrados en los viajes ultramarinos como el mar de los Sargazos, sin comida, y sin perspectivas de avanzar hacia sitio alguno por ausencia de vientos, provocaban desánimo y frecuentes amotinamientos.

El conjunto de maniobras y de barcos de nuevo diseño para moverse por el Atlántico, tras la conquista de los portugueses de Ceuta en 1415, el descubrimiento de Madeira y las Azores, y de los españoles de las Canarias, impulsó a portugueses y españoles a tratar de conocer vientos y corrientes de este océano, así como a mejorar los barcos y medios de navegación, lo que les permitiría doblar el cabo de Las Tormentas a unos, llegando a Japón en 1543 y  a otros, dar la vuelta al mundo que comenzó Magallanes en 1519 y terminó Juan Sebastián Elcano en 1522.

Además del conocimiento de las corrientes marítimas y de los vientos, se tuvo que buscar un tipo de embarcación que se adecuara a los largos viajes que se proyectaban para dar satisfacción al ansia de descubrir nuevos territorios, en busca sobre todo de riquezas y nuevos mercados, y contar con las ayudas técnicas a la navegación que permitieran llevar una determinada derrota, y poder situarse con mayor o menor precisión en la inmensidad de los océanos.

La carabela era un tipo de barco de tamaño medio que, por su bajo calado y sus velas triangulares -latinas-, se hizo ideal para la exploración, por ser rápida, maniobrable, y necesitar una tripulación reducida.

La carabela fue desarrollada a partir de un barco de pesca portugués de mediados del siglo XV, investigación patrocinada por Enrique el Navegante, infante portugués, hijo de Juan I de la Casa de Avis y Felipa de Lancaster, que ansiaba descubrir nuevos mundos y acceder a los mercados comerciales desconocidos.

Enrique reunió en Sagres, al sur de Portugal, un grupo de cartógrafos, navegantes, astrónomos y diseñadores de barcos, y les encargó diseñar un barco capaz de navegar en alta mar.

Hasta entonces, los barcos europeos tenían dotaciones de remeros, o velas fijas, o ambos, para su propulsión; la embarcación de velas cuadras era la más común.

Las primeras carabelas fueron relativamente pequeñas, no pesando más de 80 toneladas. Tenían timón de popa y castillo en popa, y en algún caso de proa, siendo cuando esto ocurría mayor el de popa.

Las carabelas solían tener una relación eslora-manga de 3,5:1, teniendo las primeras alrededor de 30 metros de eslora, siendo de bajo calado. También eran muy maniobrables y rápidas; estas características las hacían efectivas para explorar mares desconocidos y aguas costeras poco profundas, donde los barcos más grandes podían varar en los bancos de arena o ser dañados por las rocas. También la carabela, podría hacer frente a oleajes importantes y a tormentas en mar abierto.

En general tenían dos o tres mástiles, y como se señaló anteriormente, montaron inicialmente velas latinas. La vela latina era triangular y estaba inspirada en las velas de los veleros árabes, particularmente del dhow, embarcación con una  única vela.

Los barcos, que hasta entonces usaban una vela cuadra, solo podían navegar con el viento de popa, pero la vela latina, más flexible, permitía que el barco navegara de bolina en zigzag con viento en contra hacia barlovento en los menores ángulos posibles.

A la izquierda la carabela Niña con velas triangulares, en el centro la nao Santa María capitaneada por Colón con velas cuadras en  mayor, trinquete y cebadera en el bauprés, y latina en el palo de mesana. A la derecha la carabela Pinta, que cambió algunas de sus velas latinas en la Gomera.

La carabela latina necesitaba una tripulación no demasiado numerosa, lo que constituía un factor importante en los largos viajes de exploración, cuando las enfermedades o los enfrentamientos violentos, podían reducir significativamente el número de personal disponible en la expedición.

Una de las desventajas de la carabela era que no podía llevar mucha carga, como otros tipos de barcos como la carraca, que podía cargar hasta 2.000 toneladas.

Esta limitada capacidad de carga, obligó a rediseñar la carabela, creando la carabela redonda, con mayor espacio para la carga, más grande y ancho que una carabela normal, pudiendo pesar en carga hasta 300 toneladas.

La carabela redonda normalmente tenía tres mástiles con velas cuadras para conseguir mayor velocidad y bauprés con cebadera, que era una vela también cuadra que iba colgada de una verga debajo del bauprés.

También se construyeron algunas carabelas con cuatro mástiles diseñadas como barcos de guerra. En este caso, tres mástiles cargaban velas latinas y uno velas cuadras; fue la precursora del galeón del siglo XVI. La construcción de carabelas de mayor tamaño pudo ser una respuesta al creciente número de ataques que sufrían los barcos portugueses y españoles por parte de los holandeses e ingleses: un barco más grande podría llevar más cañones.

Galeón.

Aunque este tipo de navío no precisaba remos, en las carabelas usadas por Enrique el Navegante o Fernando de Magallanes, la cubierta podía albergar cuatro remos larguísimos, para los casos en los que fueran necesarios, y cada uno debía ser manejado por cuatro hombres que, para moverlos, tenían que caminar adelante y atrás sobre la cubierta.

Con carácter general, a las embarcaciones dotadas de cubierta y velas, pero sin remos se les denominaba naos.  En los siglos XIV, XV y primera mitad del XVI, la denominación se refirió a un tipo más concreto de buque que se distinguía por tener un elevado francobordo, tres mástiles con velas cuadras y castillos de proa y popa.

Las naos fueron una evolución de las cocas medievales, barcos mercantes de casco redondo y un solo mástil con vela cuadra; heredaron tres de las características de las cocas: casco redondo, timón de codaste* y castillo de popa, pero a diferencia de las cocas llevaron uno o dos mástiles más: el mayor, la mesana y el trinquete inclinado hacia delante, además del bauprés en proa.

Coca.

La diferencia entre carabela y nao era que las carabelas tenían un francobordo* más bajo, usaban velas triangulares -latinas- la mayor parte de las veces, aunque algunas carabelas castellanas tuvieron velas cuadradas y, tenían castillo de popa, pero no de proa en general.

Nao.

*Francobordo es la distancia vertical que hay entre la cara inferior de la cubierta de trabajo en el costado hasta la línea de flotación.

Francobordo.

*Codaste es el elemento estructural, de acero o de madera, en que termina el buque por la popa: la continuación de la quilla, en el que terminan las planchas o tablones del forro exterior. que sirve de soporte de giro del timón.

Timón de codaste.

Además del avance técnico en la construcción de los barcos, tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, el arte de navegar, pasó a ser la ciencia de la navegación. Los portugueses, en primer lugar, y después los españoles, desarrollaron herramientas, que ayudaron, aunque fuera de manera imprecisa, a la geolocalización de los barcos, herramientas que fueron perfeccionándose con el tiempo.

-Las cartas de navegación servirían de escasa ayuda si no se supiera trazar el rumbo que la nave debía seguir en la navegación de altura, ya que las corrientes y los vientos desviaban la nave de su ruta, por lo que era muy importante conocer los ángulos, que formaban entre sí los vientos representados en las cartas. Esta tarea la realizaban los naocheros  a los que Alfonso X definió en sus Partidas como “aquellos por cuyo seso se guían los navíos por la mar“.

-Con el compás, se medían y trasladaban las distancias en la carta marina, y de las tablas de navegar, llamadas de Martelogio, que servían para indicar la posición en el mar, después de calcular los desvíos respecto al rumbo deseado. Mediante una triangulación, se calculaba el desvío sobre la ruta trazada, el avance efectivo, la distancia, y el nuevo rumbo a tomar para volver a la ruta original. Las Tablas de Martelogio evitaban tener que hacer los cálculos matemáticos, y, a una derrota determinada, indicaban el rumbo a seguir. Las primeras Tablas de Martelogio documentadas datan de 1436, y empezaron a ser absolutamente necesarias cuando se abandonó la navegación de cabotaje para pasar a la de altura, no teniendo entonces las referencias geográficas de los mapas portulanos, pasando grandes períodos de tiempo por alta mar sin referencias geográficas.

-En estos casos, la única referencia que tenían era la astronómica, por lo que se navegaba a la estima, basándose en una serie de conocimientos, técnicos y empíricos, proporcionados por la experiencia, y en la información que les proporcionaba la aguja de marear -después brújula- que era una aguja de hierro que tenía la propiedad, tras ser imantada con calamita, de indicar el norte magnético. Se colocaba sobre un corcho o pluma de ave, que flotaba libremente sobre el agua.

Poco a poco la aguja se colocó en un círculo graduado -la Rosa de los Vientos- dentro de una caja, para su protección. Su uso se generalizó en la primera mitad del siglo XIV.

Los navegantes fueron apreciando que el polo astronómico, indicado por la estrella Polar, no coincidía con el polo magnético, indicado por la aguja de marear, por lo que era necesario tener en cuenta tal desajuste -declinación magnética-. Durante la Edad Media, el polo magnético de la Tierra osciló entre los cinco y los quince grados nordeste. De ahí la importancia de la observación astronómica, ya que la altura de las estrellas y el ángulo formado con el observador, indicaban la latitud en la que encontraba la nave.

-El astrolabio náutico, marinero o de anillo era un instrumento que representaba la bóveda celeste, y servía para fijar la posición y el movimiento de los astros, constituyendo un instrumento de geolocalización utilizado para averiguar la latitud de un lugar mediante la altura del meridiano del Sol o de una estrella de declinación conocida. Aunque se llamó así, era más bien un inclinómetro con alidada, capaz de medir ángulos verticales. Solían ser de construcción robusta. Este instrumento fue más utilizado en la investigación terrestre que en la mar.

Astrolabio.

-El cuadrante es un instrumento derivado del astrolabio y se utilizaba en sustitución del mismo. Era una especie de astrolabio plano, consistente en un arco graduado, de noventa grados, con un brazo móvil y que se usaba normalmente en el mar.

En uno de sus lados tenía dos mirillas para dirigir la visual al astro conocido. Del vértice colgaba una plomada que caía verticalmente permitiendo la lectura angular a partir de la misma sobre el arco graduado. Servía para medir la altura de los astros -ángulo formado por el horizonte y la visual dirigida al astro- lo que permitía hallar la latitud.

Cuadrante.

-Se utilizaba también el sextante, que era el cuadrante simplificado de sesenta grados, cuya primera mención data de 1322.

-El Nocturlabio era un instrumento utilizado para determinar la hora en función de la posición de una determinada estrella, asunto importante para el cálculo de las mareas; algunos incorporaban mapas de mareas de los puertos más importantes a utilizar.

La observación de las estrellas y su correcta interpretación mediante el uso de cuadrantes, sextantes y nocturlabios, hicieron que la navegación nocturna fuera un hecho frecuente durante la Edad Media.

-La ballestilla cuya invención se atribuye a Levi ben Gerson (1288-1344) que lo menciona en uno de sus textos. Se trata de una derivación del kamāl, instrumento utilizado en navegación en el océano Índico. Su importancia en navegación viene dada por su manejo sencillo, ya que sirve para lo mismo que los otros dos instrumentos señalados. La palabra castellana «ballestilla» se documenta por primera vez en el tratado de Alonso de Chaves Quatri partitu en cosmographia.

Ballestilla.

Era utilizado para medir la altura del sol y otros astros conocidos sobre el horizonte mediante una vara de madera sobre la que se desliza una vara cruzada más pequeña. El marino aplicaba el ojo en un extremo de la vara larga, dirigiéndola hacia el astro cuya altura quería medir cuya posición quería medir, deslizando la vara cruzada hasta que la parte inferior de ésta coincidía con el horizonte y la superior con la estrella. La altura de la estrella se leía en una graduación de la vara principal. Se medía así la latitud.

-La sonda náutica o escandallo era un instrumento de gran simplicidad para conocer la profundidad, es decir, la distancia vertical entre el fondo del lecho marino y una parte determinada del casco de la embarcación. La sonda de Alonso de Chaves estaba hecha de cáñamo, medía cincuenta brazas de largo y debía tener un peso de plomo de al menos diez libras.

-La ampolleta o reloj general de arena, instrumento básico usado en la mar para medir el tiempo cuando no existían relojes más precisos.

-La escala altimétrica usada en la resolución de problemas de agrimensura por su relación con la geografía y la cartografía.

Y sobre todo, fueron básicas las Cartas Náuticas, planos o mapas a escala, de las zonas en que el buque iba a navegar, que eran y siguen siendo la representación a escala de aguas navegables y regiones terrestres adjuntas. Indican las profundidades del agua, naturaleza del fondo, detalles de la costa incluyendo los puertos, peligros a la navegación, localización de faros y otras ayudas a la navegación, aunque la representación de una esfera en una superficie plana, implica ciertas deformaciones de la realidad.

Con el tiempo, y a medida que se fueron inventando diversos tipos de proyecciones cartográficas, las cartas fueron evolucionando hacia una mayor precisión, exactitud y detalle; en el siglo XV eran cartas muy trabajadas, pero de rusticidad manifiesta.

Se han apuntado anteriormente alguna de las motivaciones que impulsaron a los descubrimientos portugueses y españoles de los siglos XV y XVI. Se debe señalar también como fundamental, la excelente situación geográfica de la Península Ibérica y la familiaridad de los marinos portugueses y castellanos con el Atlántico.

Otros reinos europeos con salida al mar como Francia o Inglaterra (los Países Bajos eran por entonces de la Casa de Borgoña), tenían medios técnicos y humanos, iguales o mejores que los portugueses, castellanos o aragoneses, pero no poseían las motivaciones políticas ni comerciales de ellos, por lo que se incorporarían con retraso a esa gran tarea de exploración, conquista y colonización, que se desarrollaría a lo largo del siglo XVI.

Las Islas Canarias que tuvieron un papel tan relevante en los viajes al Nuevo Mundo, fueron descubiertas en 1312, y a pesar de las numerosas visitas a las mismas de genoveses, catalanes, castellanos, portugueses y franceses, hasta 1402 no se emprendió su conquista y colonización. La conquista de las islas, se inició por las más pequeñas, acabando noventa años después con la de Tenerife -1496-. Fue el normando Juan de Bethencourt, con la aportación de los hombres, y Gadifer de la Salle, militar francés, que proporcionó el barco, los que lideraron la expedición en 1402, ocupando Lanzarote, donde se fundó el primer fuerte. La falta de hombres, hizo que la expedición buscara refuerzos en Andalucía -Castilla-, y se acogiera a la protección del rey Enrique III el Doliente, con lo que la Corona castellana establecía un inicio de soberanía sobre el archipiélago. Posteriormente, se conquistaron Fuerteventura -1403- y El Hierro -1406-, iniciándose, en 1454, la conquista de Gran Canaria y Tenerife, sin éxito, por la fuerte resistencia de la población autóctona guanche, hasta la época de los Reyes Católicos.

El poblamiento de Madeira, empezó poco después de su descubrimiento -1425- y el de las Azores, deshabitadas, en 1439. Se poblaron con mano de obra esclava, para llevar a cabo el cultivo de la caña de azúcar, recientemente introducido en la isla pr los portugueses.

En 1383, al morir sin sucesión Fernando I de Portugal, hijo de Pedro I y de la reina Constanza Manuel, se disputaron la corona, un hijo habido de Pedro I y su amante Inés de Castro, llamado Juan, y el rey de Castilla Juan I casado en 1383 en segundas nupcias con Beatriz de Portugal, hija legítima del fallecido rey Fernando I y por tanto, aspirante legítima a la corona.

El aspirante portugués, fue apoyado por los ingleses de Juan de Gante -hijo de Eduardo III de Inglaterra– casado con Constanza de Castilla, hija del Pedro I el Cruel, al que le fue arrebatada la corona de Castilla en la batalla de Montiel por su hermanastro ilegítimo Enrique II el de las Mercedes, el instaurador en Castilla -y más tarde en Aragón con Fernando de Antequera- de la Casa de Trastámara. Juan de Gante, apoyaba al ilegítimo portugués Juan, para reivindicar la corona de Castilla que decía pertenecerle por legítimo derecho de sucesión a su mujer Constanza.

El enfrentamiento acabó en la batalla de Aljubarrota en 1385, en la que salió vencedor el bando del portugués  Juan de Avis, apoyado por los ingleses. La paz se firmó con el establecimiento de una nueva Casa real, la de Avis con el rey Juan I, que fue el fin de los Borgoñas portugueses, y Juan I de Castilla tuvo que prometer a su hijo, el futuro Enrique III el Doliente en matrimonio a la hija de Juan de Gante, Catalina de Lancaster.

La victoria de los Avis, no sólo supuso un cambio de dinastía y el surgimiento del espíritu nacionalista portugués frente a Castilla, sino la entrada en escena de fuerzas nuevas, con fuertes intereses mercantiles, que darían un golpe de timón a la política exterior portuguesa.

Un infante de Portugal hijo de Juan I de Avis, Enrique el Navegante fue el que impulsó la política marítima de descubrimientos.

Los comerciantes portugueses frecuentaban los puertos marroquíes, de donde traían cereales de los que eran deficitarios, y aprovechando las dificultades que atravesaban los Banu Marínmeriníes– en sus últimos estertores, intentaron establecerse en el norte del país bereber.

Sin llegar la población portuguesa al millón de habitantes, la nueva dinastía pensó en establecer una cabeza de puente en Ceuta, desde donde pudiera emprenderse la conquista del territorio marroquí y controlar el paso del Estrecho desde África, después de que Castilla hubiera logrado dominar la parte peninsular tras de batalla del Salado en 1340, en donde Alfonso XI de Castilla con la ayuda de Alfonso IV de Portugal conquistó Tarifa, Gibraltar y Algeciras.

Portugal había concluido su Reconquista al ocupar el Algarve 50 años antes, pero Castilla no podía pensar en ninguna empresa africana seria, ya que todavía, no había concluido la suya, por la existencia del reino nazarí de Granada.

La empresa africana portuguesa estuvo perfectamente planificada, para lo que, en primer lugar, se estableció un tratado de paz con Castilla en 1411, al tiempo que la Santa Sede le concedía los beneficios de una Cruzada para su aventura africana en 1413, marcando la toma de Ceuta en 1415 el inicio de la gran etapa de descubrimientos portugueses en África, que culminarían con el establecimiento de la ruta marítima hacia la India, al doblar el Cabo de las Tempestades en enero de 1488.

Todo el plan de descubrimientos y conquistas portuguesas estuvo, desde un principio, auspiciado por la Corona y dirigidas por el Infante Enrique el Navegante que fundó en Sagres una escuela de cartografía y de estudios de náutica, dirigiendo desde allí toda la actividad exploradora, hasta su muerte, convirtiendo a Lagos en el puerto de salida y llegada de las exploraciones.

Tras el fracaso de la toma de Tánger en 1437, se abandonó la idea de la conquista de Marruecos, y se pensó en el establecimiento de una serie de presidios -plazas fuertes-, a lo largo de la costa oeste africana que sirvieran de apoyo a la navegación, en un intento de llegar a las fuentes del oro y de esclavos, que lograrían tras franquear Cabo Bojador -1434- y  Cabo Blanco -1441-. De allí se trajo el primer grupo de esclavos negros, y en sus cercanías se construyó en1448 el fuerte de Arguim, que protegería el comercio de esclavos y oro a cambio de productos europeos.

En 1444, se llegó a la desembocadura del río Senegal, y ese mismo año se recibieron en Lagos doscientos treinta esclavos africanos, de los que la quinta parte fueron para el Infante Enrique, en virtud del monopolio que sobre dicho tráfico se le reconoció en 1443. Desde su muerte, llegaban a Portugal dos o tres expediciones anuales de esclavos, potente fuente de ingresos, y mano de obra necesaria para las plantaciones de caña de azúcar de Madeira y Azores y, desde 1450, también para el archipiélago de Cabo Verde.

Portugal se convirtió en el primer país europeo que practicó el tráfico de esclavos, al que pronto se unió Castilla y otros países, para satisfacer las necesidades de mano de obra en América.

La llegada de los portugueses al África costera sahariana y subsahariana, donde podían aprovisionarse, directamente y sin intermediarios de oro y esclavos, hizo que castellanos, franceses y algunos genoveses intentaran seguir sus pasos. Los portugueses intentaron blindar los derechos del monopolio africanos con la Bula Romanus Pontifex que les otorgó Nicolás V, en 1455, reconociendo el derecho exclusivo de Portugal a las exploraciones africanas. Esta fue la razón por la que Colón planteara su viaje a las Indias, buscando las rutas atlánticas.

Entre los años 1460 y 1475, tras franquear Sierra Leona y producirse la muerte de Enrique el Navegante, se inspeccionaron más de dos mil kilómetros de costa africana hasta el golfo de Guinea. También se descubrieron las islas de Santo Tomé, Annobón y Príncipe, así como Fernando Póo y Gabón, rebasándose el Ecuador.

Se trasladó de Lagos a Lisboa la compañía que dirigía todas las exploraciones, hecho que supuso el despegue económico de Lisboa.

En 1482, se fundó en la costa de Ghana, la fortaleza y factoría de La Mina que, junto con la de Arguim, constituyeron los centros principales del control del comercio de esclavos y oro africanos. Las conquistas portuguesas fueron reconocidas por Castilla mediante el Tratado de Alcaçobas, firmado, en 1479, y ratificado en Toledo en 1480, por los Reyes Católicos y Alfonso V de Portugal. En este Tratado, se reconoció a Castilla la posesión de las Canarias y la prohibición de navegar al sur del Cabo Bojador, y a Portugal, su dominio sobre las Azores, Madeira y todo lo descubierto y por descubrir al sur de dicho cabo.

El papa Sixto IV, sancionó lo acordado mediante la Bula Aeterni Regís de 1481, confirmando lo establecido en la Romanus Pontifex de Nicolás V. Alejandro VI, Papa Borgia, solucionó definitivamente esta cuestión mediante su famosa Bula Inter caetera de 1493, por la que se trazaba una línea vertical de polo a polo, situada a 100 leguas al oeste de las islas Azores y Cabo Verde, adjudicando a España todas las tierras situadas al oeste de la misma, y a Portugal las situadas al este.

Al no estar las Azores y Cabo Verde al este de la línea marcada, los portugueses reclamaron, firmándose Tratado de Tordesillas en 1494, por el que se trasladó la línea de demarcación a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, por lo que Brasil quedó dentro de la zona de Portugal.

Desde ese momento, los portugueses fueron poniendo a lo largo de la costa africana sus famosos padroes o mojones de piedra, en los que se indicaba el año del descubrimiento, el monarca portugués reinante, y el descubridor, lo que constituiría una prueba indiscutible de la autoría portuguesa.

En 1487, gracias a los conocimientos obtenidos y a la mejora de los barcos a lo largo de estos años, se acometió la empresa del viaje a la India doblando el Cabo de las Tormentas, costa africana que se prolongó hacia el sur, mucho más de lo estimado inicialmente: Bartolomé Díaz, salió de Lisboa con tres carabelas de unas 50 toneladas cada una.

A principios de enero de 1488, alejándose mucho de la costa atlántica africana, se dobló, sin saberlo, el sur de África, volviendo a tocar la costa, esta vez del Índico, unos quinientos kilómetros más al norte, dándose cuenta, por su posición, de que había doblado el Cabo de las Tormentas, al que a su regreso a Lisboa en diciembre de 1488 se denominó de Buena Esperanza.

Los portugueses con la información obtenida prepararon cuatro navíos, con ciento cincuenta hombres al mando de Vasco de Gama, con la intención de llegar a la India. La expedición salió de Lisboa, el 8 de julio de 1497.

A la altura de Sierra Leona, se dirigió hacia el Oestealisios-, haciendo una enorme volta que casi lo llevó a Brasil, para posteriormente dirigirse hacia el Cabo de Buena Esperanza. En Mozambique contrató un piloto árabe, llegando a la costa india de Malabar, el 20 de mayo de 1498. La expedición, tras la pérdida de dos navíos y setenta hombres, regresó a Lisboa, el 10 de julio de 1499. Tras un viaje de dos años, se había logrado, por primera vez, comunicar por vía marítima Europa y la India.

LA VOLTA Y LA DOBLE VOLTA.

Los portugueses habían ido aprendiendo, con aciertos y fracasos, el régimen de vientos y corrientes que se debían utilizar para la navegación a vela por las costas africanas, familiarizándose con el régimen de los vientos alisios y contralisios. Hasta ese momento, se navegaba a bolina, es decir en contra de viento, buscando el ángulo menor posible, por lo que la navegación era lenta y penosa, sobre todo en el viaje de regreso. El descubrimiento de la volta y la doble volta fue el gran hallazgo de los marinos portugueses.

Era relativamente fácil navegar de bajura hacia el sur, hasta Cabo Bojador, pero era muy difícil hacerlo desde allí hacia el norte, especialmente si se había doblado dicho cabo. Los portugueses descubrieron que al norte del Ecuador los vientos giraban en una especie de círculo este-oeste-este, en el sentido de las agujas del reloj, y que, internándose hacia el oeste en el Atlántico, hacia el Mar de los Sargazos, a la altura de Lisboa, los vientos volvían a soplar hacia el este, lo que les permitía regresar de nuevo hacia la costa portuguesa, siempre con viento de popa o de estribor. Los portugueses descubrieron que el régimen de vientos era constante a lo largo de nueve meses al año en la franja costera que va desde Oporto, en el norte hasta las costas del Sahara en el sur, por lo que los viajes de ida o vuelta, debían hacerse adaptándose a este régimen de vientos; se había descubierto el método que utilizarían los barcos en sus travesías atlánticas, hasta la invención del vapor.

Bartolomé Díaz, intuyó que, al sur del Ecuador, los vientos giraban en sentido inverso, por lo que se internó en el Atlántico llegando casi a Brasil, virando desde allí hacia el sureste para rebasar el Cabo de las Tormentas muy al sur de la costa africana. La combinación de los dos sistemas, era la doble volta, un gran ocho que se realizaba en pleno Atlántico.

Mapa de corrientes y vientos en el Océano Atlántico. Se muestra la ruta de la Volta do Mar y la Doble Volta.

La volta do mar, descubierta y popularizada por los portugueses y también usada después por los castellanos, supuso la posibilidad de lograr los grandes objetivos de la exploración marítima y de los descubrimientos a partir de finales del siglo XV.

Los castellanos la usaron para cruzar el Atlántico hacia el Nuevo Mundo y más tarde, también, para cruzar el Pacífico de Manila a Acapulco.

El descubrimiento de América por Cristóbal Colón sorprendió a los portugueses, y fue fruto del empuje del futuro almirante, del desarrollo técnico, y de la información que sobre el régimen de vientos y de la volta, había ido adquiriendo Colón de los portugueses.

Colón había nacido en 1451, en Génova, y desde sus años de juventud su vida estuvo ligada al mar. A los 25 años en Portugal, realizó un viaje a la factoría de La Mina, dedicándose a partir de ese momento a obtener información sobre el régimen de vientos, madurando el loco proyecto de viajar a Catay -denominación de Marco Polo a la región asiática que comprendía los territorios situados entre las cuencas de los ríos Yantsé y Amarillo, en la actualidad, parte de China- por occidente, a través del mar, dada la esfericidad de la Tierra.

Colón pensaba que, tal como había indicado Marco Polo erradamente, la distancia entre China y Japón era de 1.500 millas. A este error, habría que añadir otro mayor, y era que Colón atribuyó a cada grado de Ecuador una longitud de 45 millas, cuando en realidad son 69 millas. El error acumulado llevó a reducir a 2.400 millas la distancia marítima real entre Canarias y Japón, que en realidad es de 10.600 millas.

De esta manera, Cipango -Japón-, estaría ubicado poco más allá del Mar de los Sargazos según este cálculo. Convencido de estas suposiciones, presentó su proyecto en 1484 a Juan II de Portugal, hijo de Alfonso V -el que mantuvo la guerra civil en Castilla por la sucesión de Enrique IV de Castilla, que terminó con la victoria de Isabel la Católica y la paz de Alcaçovas en 1479- y, de nuevo en 1488, siendo el proyecto rechazado por razones técnicas, dado que una nave no podría cargar suficientes alimentos y agua para cubrir las 10.600 millas, que la comisión portuguesa que lo estudió, de manera certera, calculó que tendrían que recorrer hasta Cipango y por razones políticas, ya que Portugal estaba a punto de doblar el Cabo de las Tormentas, y sería echar por la borda todo el esfuerzo, que tantos hombres, tiempo y dinero había costado.

Inasequible al desaliento. Colón ofreció su proyecto a Francia e Inglaterra que, en aquellos momentos, carecían de medios y elementos para, ni tan siquiera, poder evaluar el proyecto. Entre las dos propuestas a Portugal, murió su mujer, viajando Colón a Andalucía en 1485, en donde, a través de los franciscanos de La Rábida -que vieron en la aventura del genovés la posibilidad de evangelizar nuevos pueblos-, conoció al duque de Medinaceli, un valedor del proyecto, que se ofreció incluso a correr con los gastos de la empresa.

La primera entrevista con los futuros Reyes Católicos, ocupados en la guerra de Granada, tuvo lugar en 1486. El rey Fernando no era partidario de la empresa, pero la insistencia de la reina Isabel hizo que se nombrara una comisión de expertos para su estudio. El regreso a Portugal de Bartolomé Díaz a finales de 1488, con la noticia del hallazgo del paso hacía Asia, y los informes desfavorables de la comisión portuguesa, frenaron el proyecto. Colón ofreció nuevamente su proyecto a Francia e Inglaterra con un nuevo rechazo por incapacidad.

A finales de 1491 Colón volvió a insistir ante la reina Isabel, que cada vez se mostraba más dispuesta a aceptar el proyecto. En marzo de 1492, se produjo la ruptura de las conversaciones por las exageradas exigencias del genovés, que ante la incertidumbre y el coste del proyecto eran difíciles de aceptar, ausentándose éste del campamento de Santa Fe.

La posterior llamada de la reina, tras la capitulación de Granada -2 de enero de 1492- hizo que, finalmente se acordaran las Capitulaciones de Santa Fe -abril de 1492-, por las que se reconocía a Colón el título de Virrey, Gobernador General y Almirante, y el 10 % de las riquezas de todo tipo que se generaran en las tierras que se descubrieran, para él y sus sucesores. Lo concedido tan generosamente a Colón, fue probablemente consecuencia del momento de euforia vivido por la toma de Granada. (nota para un amigo).

Lo desmedido de lo acordado, necesitó para su corrección numerosos pleitos, que duraron más de 55 años entre la Corona y los descendientes de Colón para que las cosas volvieran a cauces racionales.

Los preparativos duraron tres meses, siendo definitivas las intervenciones de los hermanos Pinzón y los Niño para formar y reclutar las tripulaciones y abastecer los navíos: las carabelas Pinta y Niña, de unas setenta toneladas, y la nao Santa María, de unas cien toneladas, que sería la nave capitana, constituirían la flota.

Primer viaje de Colón.

A bordo de todas ellas iban ochenta y siete personas. El 3 de agosto de 1492 zarparon de Palos y, tras una escala en Canarias que se manifestaría como punto ideal de partida para los viajes trasatlánticos, el 9 de septiembre comenzó la gran aventura que concluiría el 12 de octubre, con la llegada a la isla caribeña de Guanahaní -San Salvador-.

El itinerario trazado en este primer viaje, corregido, en parte en el segundo, tanto el de ida como el de vuelta, marcaron el camino que seguirían las flotas españolas durante más de trescientos años: la tenacidad y los errores de Colón hicieron posible el descubrimiento de un Nuevo Mundo.

El descubrimiento de la técnica de la volta do mar fue crucial para el retorno de Colón y de todos los navegantes en los viajes de futuros descubrimientos: Colón nunca hubiera regresado de América sin utilizar la volta do mar navegando a vela hacia el norte desde el Caribe a través de las latitudes del caballo * para coger los dominantes vientos del oeste de las latitudes medias.

*Las Latitudes del caballoAlta subtropical son zonas de altas presiones atmosféricas subtropicales situadas a los dos lados del ecuador (aproximadamente de 30º a 38º Norte y Sur). Esta región está bajo una cresta de alta presión llamada Alta subtropical.  Es una zona que recibe pocas lluvias y tiene vientos variables mezclados con calmas.

Guanahaní  -San Salvador- estaba situada en el archipiélago de las Bahamas y allí tomaron posesión de las tierras en nombre de Isabel y Fernando -Reyes Católicos en bula del Papa Alejandro VI Borgia en 1496-. El 28 de octubre llegaron a la Isla de Cuba -bautizada Juana inicialmente- y el 21 de noviembre se apartó de la flota Martín Alonso Pinzón. El día 6 de diciembre arribaron a la Isla de la Española -hoy República Dominicana y Haiti-.

La Santa María encalló el 24 de noviembre construyendo con sus restos el Fuerte de Navidad. Tras dejar a 39 españoles en esta fortificación, siguieron costeando hasta unirse con Martín Alonso Pinzón el 6 de enero de 1493, navegando juntos hasta la península de Samaná.

Desde esta zona, el 16 de enero de 1493, el almirante dio la orden de regresar a pesar de no haber encontrado todo lo que buscaban. El viaje de regreso fue tranquilo hasta llegar a las Azores, en donde se encontraron con dos fuertes tormentas debiendo abandonar La Pinta en la localidad gallega de Bayona al mando de Pinzón para repararla. El día 15 de marzo, Cristóbal Colón, al mando de La Niña, entró triunfal en Palos de la Frontera. Martín Alonso llegó con La Pinta poco después muy enfermo, muriendo a los pocos días.

Tras llegar al puerto de Palos, Cristóbal Colón se trasladó a Barcelona para informar personalmente a los Reyes Católicos de sus descubrimientos. Fue recibido por Isabel y Fernando con todos los honores.

Los cuatro viajes de Colón.

OCEANO PACÍFICO

En el océano Pacífico, la circulación completa de los vientos, que incluía tanto los vientos alisios de levante como los vientos de poniente de mayor latitud, fue desconocida por los europeos hasta el viaje de Andrés de Urdaneta en 1565.

La ruta del galeón de Manila desde Manila a Acapulco, dependió de la aplicación del fenómeno del Atlántico al océano Pacífico: al descubrir el Giro del Pacífico Norte, los capitanes de los galeones de regreso tenían que llegar a las latitudes de Japón antes de poder cruzar el océano con seguridad. El posible movimiento para el comercio del galeón Manila-Acapulco se debió al descubrimiento de la ruta de regreso. La flota fue separada por los vientos, siendo algunos barcos dirigidos en dirección sur, pero Urdaneta pensó que los vientos alisios del Pacífico podrían girar como hacían los del Atlántico.

Si en el Atlántico, los barcos hacían la volta do mar hacia el oeste para recoger los vientos que los llevarían de vuelta a Madeira, si se navegara hacia el norte en el Pacífico antes de dirigirse al este, pensó Urdaneta, se recogerían los vientos alisios que les llevarían de vuelta a la costa oeste de América del Norte. Cruzó los 38 grados norte antes de girar al este y la maniobra dio sus frutos, arribando a la costa de California, para, a continuación, seguir costeando hacia el sur hasta Acapulco. La mayor parte de su tripulación murió en el largo viaje inicial, para el que no se habían aprovisionado suficientemente.

Galeón de Manila.

Desde ese momento los galeones españoles de Manila utilizaron los vientos alisios del norte hacia el oeste y los vientos del oeste hacia el este.

De este modo, desde Castilla se había construido una ruta comercial con el extremo oriente en Filipinas.

 

Ruta de Filipinas a Acapulco en Méjico.

Rutas comerciales portuguesas en azul y españolas en blanco.

El Paseo del Prado de Madrid y sus aledaños hace 3 siglos.

Se adjunta video de como fue el paseo del Prado de Madrid a finales del siglo XVII.

En unos días, podrá verse como se transformó, en lo que hoy son los Paseos del Prado y Recoletos.

FAUVISMO.

Ayer, día madrileño lluvioso, después de deshacerme de la bruma espiritual que me ocupa los días muy grises, tomé mi bastón blanco que utilizo más cada día, y que me ayuda a conducir mi ceguera del desconocimiento por estos mundos de Dios, aterricé en unos apuntes que tenía sobre el fauvismo y los recuerdos de una exposición a la que asistí hace ya algunos años en la fundación Mapfre del FAUVISMO; se exponían más de un centenar de óleos, dibujos, acuarelas, y unas cuantas cerámicas…Read More

Un amor casi imposible.

Estaba aquí, con la soledad de mi alma acostumbrada ya a esta herida eterna, y he salido a recordar, dejando vagar la imaginación, que es una de las verdaderas formas de ver las cosas y poder nombrarlas cuando la emoción te invade; ¿te sorprende que te escriba? Me sentía algo melancólico al no encontrar respuesta a mis preguntas, y necesitaba hablarte.

Deseaba encontrar y sentir los límites de tu paraíso, para encerrar en él mis anhelos llenos de titubeos e interrogaciones personales y poder vencer las dificultades que a buen seguro entraña penetrar allí, y siento que las dificultades me estimularán en lugar de desalentarme. Paso  las noches y los días con indolencia y al mismo tiempo con ansia, esperando algo que  seguro tú me traerás, y por eso espero con llevadera certidumbre y con la añoranza de volver a vivir nuestro pasado.

Recordé lo que dijo Agustín de Hipona el 27 de agosto del 430, día anterior a su muerte: lo que hayas amado quedará, el resto será sólo cenizas…por eso creo que estás y estarás siempre…

¿Sigues vagando sola? La siguiente noticia que tuve de ti, tras mi muerte en 1597, fue en 1683, en tu época de vida en la zona del monasterio de Maalula que seguía siendo utilizado por los cristianos, gracias al pacto de Omar de 638, al Dimma -por eso erais dimmies los que vivíais en terrenos musulmanes teniendo otra religión- firmado tras la toma de Jerusalén por los ismaelitas, siendo califa Omar, el suegro de Mahoma, permitiendo a los creyentes de las otras dos religiones monoteístas, cristianos y judíos, mantener los templos construidos hasta ese momento y seguir practicando sus cultos, ritos y preceptos.

Maalula era en esa época, y es, un pequeño pueblo de la zona de Damasco, en las montañas sirias, en donde aún se hablaba -y aún hoy se hace- arameo, siendo por entonces sultán otomano Mehmed  IV. Sus casas de colores terrosos y añiles colgaban temerarias y desafiantes de las paredes cortadas a pico de los acantilados; estuviste trabajando en los códices de la biblioteca del monasterio, una de las más antiguas del mundo, en donde se guardan y veneran las reliquias de santa Tecla de Iconio y san Sergio, estudiando las Sagradas Escrituras junto a grandes eruditos, habiendo aprendido allí a leer y escribir en griego, árabe y siríaco. A pesar de ser mujer, y por ello, los monjes aceptaron dejarte sus libros para que trabajaras, tal era tu fama de buena y sabia, permitiéndote reunirte con los teólogos cristianos del monasterio y con los alfaquíes de la ley islámica, para intercambiar opiniones y estudiar las diferentes interpretaciones de los textos sagrados de las religiones musulmana y cristiana, haciéndote ataviar, eso sí, con voluminosos hábitos negros que casi te escondían y dificultaban encontrarte.

La última vez que soñé verte, fue en Madrid en 2017, al sentirte, te seguí caminando hasta una casa en el bosque, cerca de Titulcia, en donde te perdí de nuevo, aunque dejaste el rastro de los lirios de tus ojos creciendo por las ventanas de una casa, que en seguida acudieron a abrazarme con su olor y color. Al desaparecer tú de allí, una espesa capa de polvo cubrió de olvido  cada rincón de la casa, y el aire se hizo denso, difícil de respirar, y un gran tufo maloliente la invadió: olor a sucio, a humedad, a soledad, a tristeza y a desesperación, y al sentir que te perdía de nuevo, se me volvió a romper el alma de dolor, aunque jamás soltaré tus lirios que podrían llevarme quizá alguna vez a ti, ya que seguirán como siempre, habitando dentro de tus ojos.

Ahora que mi cabeza está compuesta sólo de añoranzas, recuerdos, evocaciones  y nostalgia, sigo no como siempre, sino con lo que puedo, la música, el arte, los libros y tu recuerdo;  cuando  pienso en ti me vacío, y siento que tu seguirás con tus sueños y quizá buscando los míos, y ya sé que la muerte sólo consiste en abandonar estos viejos pellejos y escasa sabiduría, para poder encontrarte en un amanecer, en el que la blancura de la luz de tu cuerpo resplandezca, haciendo que se esconda nuestra luna.

No te importe que te produzca inquietud la posibilidad de encontrarnos de nuevo, y no debes temer nada, ya que yo podría controlar todas nuestras cosas y no volvería a dejar que desaparecieras de mi vida y perderte. En ti, fue donde dejé mi vida y donde aun probablemente esté yo viviendo…perdido por los tiempos hasta que te recupere. Seguro que cuando vuelva a verte, dejaré a un lado mis manías de viejo, sobre todo la de ocultarme inconscientemente algunas cosas del pasado, y buscaré más cosas hermosas de mí, que seguro encontraré en alguno de mis rincones que aún desconozco para ofrecértelas, y lo vivido juntos, lo escribiré en nuestras frentes debajo de la piel con luces de neón.

Compañera, amante, mi vida entera…, ven y quitémonos todas nuestras antiguas pieles ya muy usadas y con ellas el dolor, y cada noche podremos explicarnos los motivos por los que no hay nada que explicar… todo fluirá…metiendo esta nueva andadura en un lugar escondido y blindado, que nos permitirá vivir nuestra eterna primavera. Ahora, escribiendo estas notas que meteré en una botella  y la lanzaré al mar de Almería, he recordado como se me contraía el vientre hasta el estómago, cada vez que te intuía, y volaba hasta el cielo de donde no quería bajar.

¿Qué guardas escondido en el fondo de tu alma? Si lo guardas tanto tiempo y de forma tan recelosa, seguro que no será nada bueno. ¿De qué tienes miedo? Suéltate el alma y cuéntame: estoy aquí sólo para eso. Riamos ahora y no volvamos a llorar, y no creas que lo que pueda parecer en principio amargura, deba ser siempre amargo, pudiendo a veces ser pura miel.

Tu padre planeó tu matrimonio con el viudo pintor y te obligó a unirte a él. A ti, que tanto te gustaba aprender latín, gramática, astronomía, aritmética, geometría y música –el cuadrivium ampliado- como a los hombres cultos de la época, ya que sentías que tu inteligencia –potencia del alma- era tan lúcida como la de ellos, y tuviste que cambiar tus deseos de formarte, por el contacto permanente con las agujas, el sutil cambray y los bastidores con sus dibujos para bordar, y la preparación de tu trousseau de novia, aunque ya entonces supieras hablar y escribir en flamenco, en el alemán de los germanos, en francés medio, inglés antiguo y latín.

Qué sean castigados los que les importó nada tus preferencias o sentimientos a la hora de organizar tu vida, y darte en matrimonio a quien no amabas, impidiendo tener la cultura que anhelabas, privándote de un merecido respeto como persona. Que el señor condene a estos verdugos que hicieron que se perdieran tus valías en vidas imposibles.

Brujas fue durante mucho tiempo y hasta principios  del siglo XV, una ciudad muy importante y prácticamente el almacén textil de las ciudades hanseáticas. A principios del siglo XV, el crecimiento del puerto de Amberes hizo disminuir de forma clara su importancia en este sector, aunque el arte y la arquitectura continuaron floreciendo de forma creciente y sistemática, y la escuela de pintura flamenca, con Van Dyck y Hans Memling, entre otros, produjo obras de importancia singular, mientras que en  arquitectura se construyeron espléndidos edificios en estilo gótico tardío.

Iglesia de Nuestra Señora. Brujas. Terminada en siglo XV.

Te entregó tu padre en matrimonio, a pesar de mis súplicas para obtenerte, a Adriaen Isenbrand, pintor flamenco del renacimiento nórdico, hombre de posibles -no como yo-, y no lo amaste a pesar de ser buen hombre, y aunque el mundo opine que el amor puede nacer de la convivencia, de tener un mismo objetivo en la vida y criterios similares para conseguirlos, y de un sentido del deber similar en un proyecto común, pudiera ser en realidad que el tiempo vivido en común, que suele templar la pasión –con frecuencia- y que acerca la convivencia interior, lo que pudiera permitir, al menos o de algún modo, vivir juntos sin grandes sobresaltos, pero eso no es amor.

Adriaen Insembrand. María Magdalena leyendo. 1ª mitad del siglo XVI.. Óleo sobre tabla. 45 x  34 cm. Museo del Prado. Madrid.

Tu marido Adriaen Isenbrand, se casó en segundas nupcias contigo, Clementine  de Haerne, en el año del señor de 1547, bellísima mujer de brillante cabello negro y ojos que parecían contener lirios por su color, tras llevar viudo diez años, desde 1537, y le diste en tres años  -no guardaste  el puerperio-, 2 hijas y un hijo. Murió Adriaen en 1551, dicen que por el exceso de polvo de cantáridas que se ponía en las tisanas para poder proporcionarte mayor efervescencia amorosa.

Durante tu matrimonio, en el que fuiste tratada como noble relegada, se te consideró frívola, como a casi todas; cuando en tu viudedad fuiste noble sobre tu trono de la vida, y apareciste como mujer firme, inteligente e ingobernable.

Es claro que las mujeres viudas en esa época, aunque también las solteras y casadas, no solían tener voz ni voto, no disponiendo de sus vidas, haciéndolo por ellas sus padres, hijos o hermanos durante la viudedad y el marido, durante el matrimonio.

Por eso tuviste que casarte con quien no amabas, y al enviudar, quisieron buscarte un nuevo enganche, y al negarte y ver tu rostro como un trasunto del dolor, te dieron la alternativa del recogimiento en un encierro semi-místico y entraste como beguina. Diste toda tu herencia a los cuatro hijos que quedaron en tu casa: los tres tuyos, y el hijo de la primera mujer de la que enviudó Adriaen -María Grandeel-, dejando una suma apartada para el mantenimiento de tu beguinaje hasta la muerte.

Por considerar la sociedad de la época, que por vuestra fisiología, y natural, probada  y evaluada incapacidad intelectual, las mujeres solo podíais dejar de ser la  encarnación del mal, si aceptabais la forma de vida impuesta por el hombre: ser obedientes, recatadas, humildes y enclaustradas, quedándote pues como alternativas, o un nuevo matrimonio o el claustro; elegiste el segundo con la modalidad aliviada del beguinaje, no teniendo ya más motor para vivir que la inercia de la desesperanza y la indolencia, sintiéndote enterrada en vida, y sin miedo al esperar el fin de la misma cuando llegara, ya que forma parte natural de los ciclos de la existencia, sabiendo que a donde fueres después, no habría nada nuevo ni distinto de lo de aquí: todo seguro que se parecería a lo vivido, aunque con perspectiva distinta y quizá con diferentes parámetros temporales, siendo necesario recordar siempre, que para ser un poco felices, debemos poner límite a los anhelos y ambiciones personales, aquí y probablemente allí.

Amaneció otra vida para ti de forma lenta y perezosa,  viviendo  tu alma desvaída un lánguido y templado silencio durante un tiempo que debió ser escaso, pero en realidad para ti fue muy largo. Sentiste como todos seguían disponiendo de tu futuro, sin permitirte expresar cuales pudieran ser tus sueños, deseos y anhelos. Yo mientras tanto, recordaba en la distancia, cómo deliraba de gozo mientras te abrazaba, enlazándote como una enredadera, y apretándome cuanto podía contra ti para cubrir cada centímetro de tu cuerpo, que necesitaba para vivir.

Entiendo que quisieras alejarte de los hombres, causantes principales de los males que te envolvieron a ti y a tantas otras mujeres, aunque te susurré en más de una ocasión, que a veces, las normas sociales pueden condicionar la forma de ser de todos los seres humanos; en esa  época no había bien más preciado para el hombre que el honor, mucho más incluso que la vida. Un hombre sin honor no era nadie socialmente, y las mujeres fueron las portadoras del honor del marido, su honra, siendo durante mucho tiempo las albaceas de la honra masculina. De ahí, el embridamiento de vuestras vidas, ya que los hombres debían estar seguros de las actitudes de las mujeres que rodeaban su existencia, hijas, hermanas, esposas…

Los beguinages o beguinajes eran lugares donde  vivían las beguinas. Solían estar constituidos por un par de filas de casitas unidas por pasillos, con despensas, enfermería e iglesia, todo alrededor de un patio o jardín, estando rodeados de pequeñas murallas. y separados de la ciudad por varias puertas que se cerraban por la noche; eran poblados adjuntos a las poblaciones, típicos de Flandes y Países Bajos. Tú, Clementine, te refugiaste en el beguinaje de Brujas.

Beguinaje  de los Países Bajos.

Las beguinas procedían de un amplio espectro social, aunque solo se admitían mujeres pobres si tenían benefactor que pagara sus gastos, siendo todas mujeres devotas, tanto religiosas como laicas, que se comprometían por votos de tipo monástico, viviendo de forma autónoma y no dependiendo de ninguna jerarquía religiosa ni laica, y aunque dedicaban mucho tiempo a la oración, no eran de clausura, pudiendo salir a la ciudad durante el día, si lo deseaban.

Tu beguinaje estaba al sur de Brujas, en Ten Wijngaarde, y había sido construido en el siglo XIII; la atmósfera de sus jardines era fresca y el paisaje verde, en la  orilla del Lago del Amor, siendo acariciado por una constante brisa que hacía susurrar las hojas de los árboles en una música sin fin. La iglesia de estilo gótico que había sido reconstruida a finales del siglo XVI, tras ser devastada por un incendio, se situaba junto a las casas blanqueadas con cal, austeras, con frentes animados y hermosas callejuelas, rodeando un gran jardín central, arbolado, donde recordarás, te recogí para nuestra huida.

Mientras y como siempre, te anhelaba…

Allí, te levantabas para los maitines, donde se recogía tu alma en la oración, y después del desayuno, asistíais a misa, en donde confesabais y comulgabais con más frecuencia de la necesaria. El confesor que te correspondió, de los tres que os atendían, era un sacerdote de mediana edad llamado Aelbert Van Eyden, de ojos saltones y zarcos, ligeramente alto y obeso, y de cabello rubio ralo.

Pasado un mes de tu estancia en el beguinaje, Aelbert te lanzó solicitaciones durante una de las habituales confesiones, simultaneándolas con exploraciones con sus manos sobre el mandilón negro que cubría exteriormente tu busto. Horrorizada, dejaste la confesión  en ese momento y huiste corriendo, como alma que lleva el diablo.

Las solicitaciones de los confesores, fueron hábito en los tiempos del  barroco y anteriores, con mujeres que querían recibir el perdón por sus pecados en la confesión, aprovechándose los confesores del implícito secreto de la misma, que intentaban hacer creer a las confesadas que también para ellas era obligado, aprovechándose entonces de esa circunstancia y de ellas: eran palabras, actos  o gestos por parte del confesor, para provocar o incitar a realizar actos sexuales a las confesadas, con ellos.

Denunciaste ante el obispo de Lieja lo acaecido, utilizando la mediación de una monja de la Ordinis Sancti Agustini, Cristina Ciccarelli, amiga tuya de antiguo, que servía en la cámara personal del obispo, delatando al confesor que buscaba sexo a cambio de absolución. El obispo trasladó la denuncia  a la Santa Inquisición y de forma inmediata fue ordenada tu detención por el inquisidor Willen Janszoon Idle, que te acusó de libelo, posesión demoníaca, y de mentir, difamar y despreciar la Confesión Católica.

Tuviste que huir antes de que se produjera tu detención, siendo alertada por la madre Ciccarelli. Sin familia, sin patria, sin amigos y sin fortuna, pero teniéndome a mí, tu amigo, que tanto te amé y amo, que tantos espacios volamos juntos, y que hubiera dado la vida porque tu padre hubiera permitido que nos uniéramos en vez de ordenar tu boda con el bueno de Adriaen. Cambiamos tu nombre por Manuela, mi Manuela, mi amor, mi vida… y huimos hacia el sur. Tu alegría de estar conmigo se veía empañada con la probable imposibilidad de volver a ver a tus hijos. A menudo, en tus ojos y en tu alma donde habitaban lirios, se producían lágrimas de color violeta, que me desarmaban, amándote mucho  más, si hubiera sido posible.

Habías estado sometida la mayor parte de tu vida a una de las mayores tiranías que existen, la del sentido del cumplimiento del deber, pero entonces, nosotros construimos nuestro espacio de memoria común, de cierta libertad y vida, y en ese espacio pudimos ser libres y jugar con nuestros sentimientos y los felices recuerdos, que aunque eran escasos, pudimos utilizarlos para hacer más llevadero aquel tiempo ingrato, pudiendo sentar las bases de un futuro mejor.

En esa época, los grandes hombres nacieron de la masa del mundo y fueron llevados a la historia y a la gloria, impulsados por las circunstancias, que los lanzaron como un trampolín hacia  su grandeza; sin embargo, la gran mujer, naciendo también de la masa, nunca pudo pasar a la historia, porque las circunstancias no pudieron utilizarlas de lanzadera, sino más bien lo contrario, siendo para ellas un obstáculo insalvable, haciendo que incluso las más brillantes, solierais quedar en la sombra más absoluta. Tú, te hubieras merecido un puesto en la élite política e intelectual de la época, por tu inteligencia, tu lealtad y tu sentido del deber, pero para mí también, por la limpieza de tu alma, tus lirios, tu belleza, tu honestidad y tu capacidad de amar.

Vivimos juntos una felicidad inenarrable en Asturias de España, hasta mi muerte a los 78 años, pudiendo descubrir ambos tras mi desaparición, tu inmortalidad. En ese tiempo que vivimos juntos, no sólo me cautivaste con tu belleza y bondad, sino por tu ansia de vivir, tu avidez de aprender, de aventura, de arbitrio y libertad, y de todas  las cosas que impulsan e iluminan el apasionado brío de los jóvenes.

La vida suele tener buenos y malos momentos, pero la muerte sólo es un momento. En la vida podemos aprender de los momentos vividos, para con la experiencia mejorar el futuro o no, pero en la muerte no tenemos experiencia, sólo se muere una vez, y por tanto no podemos aprender a morir: las sensaciones para ese momento están basadas en la fe, no en la experiencia. Creo que me fui absuelto por amigos y enemigos, y desde luego inmensamente triste por tener que dejarte, mucho más que preocupado por la muerte.

Con gran esfuerzo, supiste rehacerte, y cuando la soledad y la nostalgia hicieron presa de ti, te refugiaste en nuestra memoria, ese territorio que sólo nos pertenece a nosotros dos, con la esperanza de que alguna vez pueda volver yo a aparecer en tu vida, tan grande fue el amor que nos unió.

Has pasado los siglos de tu eternidad buscando tu sitio y tu amor, cortando las raíces de los lirios y violetas que ataban tus ojos y tu alma a la tierra, para ver si así podías volar conmigo, y yo hoy te escribo porque podría encontrarte de nuevo, y volver a ofrecerte lo que buscas, deseando que permanezcas siempre como muy lejos a un beso de mí lado, y que siempre tengamos nuestra  propia y misma luna.

Te propongo recuperarnos, que hagamos posibles los amores de la casa de los imposibles, que me ates con los lirios que habitan en tus ojos a tu alma, y que volemos juntos, buscando lo que  nos proporcionaría a buen seguro, de nuevo, nuestra comunión.

No sé cómo encontrarte, así que en  vez de en una botella que proyectaba lanzar al mar de Almería, lo que escribo lo pongo por aquí, a ver si alguien lo cuelga en estos tiempos modernos en Facebook o alguna red social, y lo ves, y me contestas, y seguiremos amándonos. Sólo pido a quien pueda concedérmelo, que no me envíe por contestación un silencio tan sobrecogedor que  resuene en mi alma con  fuerza similar a la del más terrible grito, como hasta ahora.

Ha sido torpeza mostrarme tan difuso y extenso en lo pasado –fue tan hermoso lo vivido…- y tan conciso en el relato de mis sueños de amor futuros,  debiendo haber sido más profuso en los sueños de las cosas que puedan venir…

Bueno pues yo ya me despido y te sigo soñando…esperándote, mi amor, Manuela.

Mientras y como siempre, te anhelo….

Nuestro tiempo es limitado: busquemos el placer y erradiquemos el sufrimiento.

Se debe querer alcanzar lo que a uno le satisface y desea, y se debe querer sólo, a quien quiera que se le quiera. J.A.

Cada día tras despertarme -cuando mi mente desea hacerlo-, y mientras desayuno, pongo el canal de televisión donde repiten cíclicamente las noticias, y a esta edad, en la que mi cometido básico –además de sobrevolar desde bastante lejos a mis descendientes- es el dolce far niente, aunque el niente nunca sea absoluto, al ver las noticias que dan comienza el sin vivir: el precio de la luz va a subir hasta tal punto, que no podrá encenderse ninguna bombilla a no ser que no se coma, la violencia machista ha llegado a la víctima nonagésima cuarta y estamos en otoño, el frío que nos invadirá a partir de casi ya- aunque hace un otoño soleado y caluroso-, será el preludio de la octava glaciación, acompañada de terribles vientos que provocarán grandes desastres, y para que lo sepan, alerta naranja cruda,

Donald ha hecho cuatro más de las suyas desde ayer, sin descansar ningún día, como hizo el Señor en el séptimo, la economía va como un cohete pero cada día somos y hay más pobres desasistidos; dos niños se han suicidado debido al bullying  escolar –pero nadie sabe nada y todos han activado los protocolos-; dos profesores y un sacerdote han abusado de treinta y tres niños, han aparecido montones de cadáveres de algunas pateras que pretendían llegar a nuestras costas, han sido apresadas varias células yihadistas que iban a realizar un atentado en la capital, más de medio millón de niños se mueren en Sudán por una hambruna tremenda (con fotos de muchos niños de grandes cabezas y estómagos inflamados, con raquitismo)…quiero quedarme de nuevo dormido…aunque con la INQUIETUD y el DESASOSIEGO que ha entrado en mi cuerpo, no puedo.

De forma extraña y molesta,  y casi de manera inaudita, suena  suena el teléfono fijo  -tuve que pensar unos segundos para recordar que aun existe- y al diga que me sale  sin ganas, sigue un imperceptible silencio roto enseguida por una cantarina voz que pregunta por mi nombre y apellidos con el don delante…Mire no quiero comprar ni cambiar nada, especialmente en este momento, digo, pero ella, inasequible al desaliento, se lanza tumba abierta a enumerar las enormes ventajas de una compañía telefónica que prácticamente, además del servicio te paga por apuntarte…!A estas horas esto es insoportable, pienso mientras cuelgo sin contestar!

Imagino lo mismo que le pasa a otros, que además de esto, han tenido que  dejar a los niños en el cole a las 08,45, salir pitando para el trabajo, oír en la radio en el programa de Alsina, que Pisarello, Irene Montero y Ada Colau  decidieron ayer a las 01,24 de la madrugada que se iban a la toma de posesión de la presidenta mejicana… ¡Dios! y después tendrán que aterrizar en una reunión con un jefe que quiere resultados como sea…y a mí no me cuentes tus penas que yo también tengo muchas, les dirán, y será verdad probablemente.

Oteo por la ventana el cielo y veo que no es día de golf -cada día voy menos-, así que me aseo, visto y salgo a la calle con la tablet en el bolsillo para dar una vuelta y leer el periódico digital en una confortable cafetería con wifi que tengo cerca.  Al salir, no siento los males anunciados, quizá el aviso naranja cruda sea amarillo canario, la bombilla del portal luce, hay una ligera brisa, y veo la temperatura en un reloj digital en una plaza próxima, 14º…Bueno son las 10 y no parece una cosa tremenda para octubre. No veo moros en la costa, dos chicas jóvenes con sendos cochecitos de bebé se dirigen a una cafetería próxima, se supone que para  continuar hablando mientras desayunan de nuevo, dos adolescentes pasan fumando con cara de haber hecho pirola, mientras dos  municipales se mueven alrededor de la grúa que se lleva el coche de un joven trajeado…No consigo librarme de la INQUIETUD.

Me pregunto por qué no se aplicará el mundo las teorías hedonistas, si bien no las cirenaicas, pero sí las de Epicuro.

En fin,  vivimos la antítesis del hedonismo y sus dos escuelas fundamentales en la Grecia antigua: la cirenaica y la epicúrea.

El hedonismo  es la teoría que propone la consecución del placer como fin y fundamento de la vida por asociarla con el bien. Toda la vida debe orientarse a la búsqueda del placer e intentar por todos los medios suprimir de nuestras vidas el sufrimiento y el dolor.

Paseo un rato respirando con placer el aire fresco y quizá limpio –ha llovido los últimos días- y al cabo de un buen rato regreso, no muy convencido de abandonar el paseo, y entro en la cafetería. Hay bastante gente y descubro que solamente hay una mesa libre, aunque demasiado grande para mí sólo, redonda y con cinco sillas, y aunque me parece de excesiva capacidad para mi escasa ocupación, aligero el paso y me siento.

Enciendo la tablet y visito los titulares de dos diarios, aunque ya sé que  acabaré en el de siempre. Se acerca un camarero, pido café con leche con sacarina… ¿en mediana, me pregunta?…Lo que quiera…,le contesto, y un vaso de agua, por favor.

Ya inmerso en las noticias, percibo la proximidad de dos hombres barbudos, más mayores que yo, robustos y con aspecto de recién salidos de la antigüedad: ¿le importa si nos sentamos? Yo muy a lo mío, les contesto que no y sigo con las patéticas noticias. Levanto la vista y veo a dos personas de edad indefinible con aspecto de ya muy vividos, y con largas  barbas blancas, que recordaban las de la imaginería clásica más remota, en donde casi no existían hombres con mejillas lampiñas.

Sebastiano Conca. La idolatría de Salomón. Óleo sobre lienzo. 1570-1571. Museo del Prado. Madrid.

Sin yo preguntar nada, se dirigen a mí con un buenos días y se presentan como Aristipo de Cirene y Epicuro de Samos…iba yo a contestar lo de “y yo Alfonso XII en el palacio de Oriente”, pero me callo en un alarde de prudencia impropio de mí, y sólo hago un mmm –onomatopeya de duda o de poder resultar interesante- que rápidamente corrijo con un puf –la de mucha duda-. Hemos pensado que quizá estuviera interesado en filosofar, lo que sin duda le proporcionaría un estado de felicidad siempre deseable. Sin saber que decir, observé que mi duda era aprovechada por Aristipo (435-350 a.C.), que continuó para relatarme como Platón (427-347 a.C.) coetáneo suyo y médico del alma y gran filósofo, escribió una carta dirigida a todos los seres humanos, que comienza con palabras certeras y apasionadas que me recitó sin pestañear: Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no es edad o que ya pasó la edad de filosofar es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el tiempo oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su serenidad ante el futuro. Necesario es, pues, meditar sobre lo que procura la felicidad, porque cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por poseerla. Gozoso recuerdo de la experiencia, frente a la nostalgia de la poesía lírica, y serena contemplación del futuro, frente a la amenaza de la fortuna trágica, son los dos rasgos esenciales de esta actitud universal y al alcance de todos que es el arte de tomarse la vida con filosofía, porque tomarse la vida con filosofía y contemplar gozosamente el sentido de la existencia humana es aprender a disfrutar el arte de vivir sencillamente como un hombre. Como dijo Plinio el Joven, con cuya hermosa frase termino: “Aliquando praeterea rideo, iocor, ludo… homo sum”.

Quedé impresionado con el relato de memoria de la carta, que alguna vez leí en filosofía del derecho de quinto curso de la carrera -ahora se estudia en tercero-, y me sentí atraído por su hablar pausado que rezumaba  tranquilidad, aunque yo estuviera muy preocupado por su falta de cordura, desde luego nada violenta. Epicuro de Samos (341-270 a.C) asentía frecuentemente en silencio, continuando el de Cirene…

En la escuela cirenaica nos ocupamos básicamente de la ética, exponiendo que los deseos personales, deben ser satisfechos a la brevedad posible, sin importar los intereses de los que nos rodean (Primero mis dientes, luego mis parientes). Fue fundada por mí –Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates-, a finales del siglo IV a.C. Creo que la felicidad humana, que debe buscarse en torno al placer, consiste en librarse de toda inquietud, siendo el camino para lograrlo la autarquía personal, es decir cada uno por sí mismo. El bien se identifica con el placer, pero básicamente con el placer espiritual o sea, de las emociones internas.

Respecto a la forma de adquirir  conocimiento, tenemos una posición sensualista, en la que se reconoce como única fuente del conocimiento los sentidos, y además, volviendo al camino autárquico, es subjetivista, ya que no reconoce más conocimiento que el personal.

Aristipo de Cirene.

Tuve bastantes seguidores que prolongaron estas teorías durante todo el período helenístico –desde la muerte de Alejandro Magno 323 a.C. hasta el suicidio de Cleopatra 30 a.C.-, siendo los más conocidos Teodoro el Ateo,  Hegesias, Antipatro de Cirene y Aniceris.

Teodoro siguió el camino  marcado por mí –seguía Aristipo sin pestañear- pero sin creer en los dioses –de ahí el apellido de Ateo-, y señalaba que los dioses eran hombres venerados por sus cualidades y su aportación al bien común, pero hombres al fin y al cabo –evemerismo, mientras Hegesias no se  sintió demasiado identificado conmigo, ya que los placeres de este mundo le parecían pocos y difíciles de conseguir, siendo los dolores más frecuentes que los placeres, dependiendo estos últimos del azar y la fortuna material de cada cual.

Por tanto, predicó las bondades, ventajas y beneficios de la muerte, induciendo al suicidio, por lo que Ptolomeo I -fundador de la estirpe ptolomea en Egipto tras la muerte de Alejandro, ya que era uno de sus principales diádocos-, cerró su escuela de Alejandría y prohibió sus escritos.

Yo seguía sin dar crédito a lo que me estaba ocurriendo…

Aristipo terminó su larga e ininterrumpida charla, se retrepó en la silla con postura de cansancio, mientras que yo, que no sabía que hacer ni decir, –aunque me pareció docto e interesante lo expuesto-, me apresuré a hacer señales al camarero que ronroneaba por las mesas, para pedir la cuenta y salir pitando, pero  miraba al mundo sin ver la seña de mi brazo. ¡Ya no sólo soy  transparente para el sexo femenino!

Callado  Aristipo, comenzó a hablar el que se había presentado como Epicuro de Samos.

La escuela epicúrea fue fundada por mí, Epicuro de Samos, filósofo que nací a mediados del siglo IV a.C., siendo lo más destacado de mi doctrina –yo seguía sin abrir la boca y de vez en cuando levantaba el brazo buscando al camarero, pero cada vez con menos convicción-, el hedonismo racional  y el atomismo -doctrina que explica la formación del mundo por la concurrencia y unión fortuita (azar) de los átomos, concebida un siglo antes por otros filósofos-, y exponemos que la felicidad consiste, en vivir en continuo placer, evitando los excesos, y aunque pudiera pensarse en el placer solamente como algo que excita los sentidos, considero que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sexuales y sensoriales, y existen otras formas de placer como los que se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También aserto, que ningún placer es malo en sí, sólo los medios para lograrlos pudieran ser malos.

Epicuro de Samos.

Nuestra doctrina –no sé si habló en mayestático o quiso repartir méritos– se manifiesta en contra de la existencia del destino, estando la naturaleza regida por el azar –o ausencia de CAUSALIDAD-, sólo siendo así posible la verdadera libertad  sin la cual el hedonismo –y casi nada- tiene razón de ser.

Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo y ambos deben ser buscados con racionalidad y prudencia, y satisfechos con inteligencia –en caso contrario llegaremos al sufrimiento posterior-, procurando llegar al estado de ataraxiaestado de ánimo que se caracteriza por la tranquilidad del alma y la total ausencia de  pasiones, deseos o temores-.

Critico, –aquí volvió al singular- tanto al desenfreno como a la renuncia a los placeres de la carne, y animo a la búsqueda del término medio,  alentando a los goces carnales, siempre y cuando no pudieran suponer un dolor –anímico o físico- en el futuro.

Nuestras teorías afirman que la filosofía debe ser un instrumento al servicio de la vida de los hombres y que el conocimiento por sí mismo no tiene ninguna utilidad, si no se emplea en la búsqueda de la felicidad, o proporciona satisfacción en sí misma. De la religión podemos decir, que casi siempre, y envuelta en un hálito de bondad, suele proporcionar amargura, al estar fijando generalmente una forma de actuación cartesiana, que casi nunca es placentera: los mitos religiosos pueden entristecer la vida de los hombres.

Rafael Sanzio. La escuela de Atenas “El Jardín”.  1510-1511. Fresco. Palacio Apostólico. Ciudad del Vaticano.

A los 35 años, después de que hube hecho dos años de servicio militar y varios intentos de montar academias filosóficas en diferentes poleis, regresé a Atenas, donde fundé mí definitiva escuela de filosofía “El Jardín”,  en donde fueron admitidas personas de toda condición y clase, incluso mujeres y esclavos, lo que en aquella época era muy extraño para una escuela filosófica y en donde impartí enseñanza hasta el final…Yo escuchaba encantado, pero a punto de salir corriendo, al oír a aquellos dos provectos señores, que me contaban haber nacido hace 2.400 años…

Nuestra filosofía consta de tres partes prosiguió el de Lemos: la Gnoseología  o Canónica, que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso; la Física que estudia la naturaleza; y la Ética que supone la culminación del sistema y a la que se subordinan las dos primeras partes.

Canónica: es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos, y podemos distinguir lo verdadero de lo falso. Las sensaciones son la base de todo el conocimiento, y se produce cuando las imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada sensación, el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos. Los sentimientos percibidos con claridad a base de repeticiones constituyen las ideas generales de nuestro sentir para lo bueno y lo malo.

Física: toda la realidad está formada por dos elementos fundamentales, los átomos, que tienen forma, volumen y peso, y el vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.

Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El hombre  es un compuesto de átomos y hasta el alma está formada por un tipo especial de átomos, siendo por tanto el alma, material. El cuerpo y el alma mueren simultáneamente.

La realidad como los átomos que la forman, es eterna. El caos no es el origen, y todo existirá hasta el infinito, pero coexiste un elemento fundamental, el azar en el movimiento de los átomos en su caída en el vacío, es decir lo que puede producir la desviación de las causas y los efectos, con la que queda asegurada la libertad.

Ética: es la culminación de nuestra sistema filosófico, que no es sino el logro de  la felicidad, basada en la autarquía –cada uno por sí mismo- y la ataraxia. Puesto que la felicidad es el objetivo de todo ser humano, la filosofía debe interesar a cualquier persona.

La ética pensamos que se basa en dos polos opuestos: el miedo, que debe ser evitado, y el placer, que debe ser buscado como necesario.

LOS MIEDOS básicos del hombre son: el miedo a la muerte –no tiene sentido, ya que la muerte es la ausencia de sensibilidad-, el miedo al dolor, el miedo al fracaso en la búsqueda del bien –carece también de sentido, ya que el futuro no depende completamente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente, ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca– y el miedo a los dioses –concepto tampoco real, ya que los dioses son seres demasiado alejados de los los humanos, y no se preocupan por nuestras vicisitudes, por lo que no tendría sentido temerles-.

Me atrevo a señalar tres tipos de PLACER por su objeto, dijo:

Los naturales y necesarios: alimentarse, beber, estar abrigado y seguro; el hombre debe satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.

Los naturales e innecesarios: la conversación, la gratificación sexual y el arte; se pueden intentar conseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción del corazón, pero no más allá. No se debe arriesgar la salud, la amistad ni la posición económica en la búsqueda un deseo de placer innecesario, pues esto sólo conducirá a un sufrimiento futuro.

Los innaturales e innecesarios: la fama, el poder y el prestigio; hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es siempre efímero.

Y también establecemos, continuó,  una división entre los PLACERES que satisfacen el cuerpo y el alma:

Placeres del cuerpo: aunque considero que son los más frecuentes, nuestra propuesta es la renuncia al desenfreno en la utilización de  estos placeres y la búsqueda de la carencia de apetito y dolor corporal.

Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo, pues el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es efímero y temporal, mientras que los del alma son duraderos y además pueden eliminar o reducir quizá los dolores del cuerpo.

El análisis de los diferentes placeres y la  prudencia de cada cual, pueden permitir caminar hacia  una vida feliz, lo cual constituye el objeto de la filosofía. Podemos señalar en consecuencia, como placeres fundamentales, la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor: “la ausencia de turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría resultan placeres en movimiento. Cuando decimos entonces, que el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los que proporciona el goce y la alegría, sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma”.

Giré la cabeza para volver a llamar al camarero, y al buscar con la mirada de nuevo a los dos hombres, me encontré con la visión de mi piano, que está justo a la izquierda de la mesa donde leo y escribo, el armario de la pared abierto, y bajo la balda de las toallas -bien colocadas-, la de las camisetas de deportes desordenadas, como si alguien hubiera metido la mano en busca de placeres o para ocultar dolor y sufrimientos…, mi mirada perdida soñando, y un libro abierto delante de mí: El candelabro enterrado, de  Stephan  Zweig, donde narra la historia de un judío que hizo del objetivo de su vida, el preservar la menorá, sufriendo.

Se debe querer alcanzar lo que a uno le satisface y desea, y se debe querer sólo, a quien quiera que se le quiera. 

EL IMPERIO LATINO.

En marzo de 1095, el papa Urbano II convocó un concilio en Piacenza, en el norte de Italia, al que acudió una embajada del emperador bizantino Alejo I Comneno, con el objetivo de pedir ayuda para detener el avance turco, que si no era frenado, amenazaría a toda la cristiandad.

El papa Urbano II vio  una oportunidad para unir la iglesia oriental con la occidental y, al mismo tiempo, significarse en Europa como un líder político además de espiritual, así que decidió ayudar a Alejo I y, para ello, convocó el Concilio de Clermont, en donde se proclamó la Primera Cruzada.

Urbano II en el Concilio de Clermont.

En 1096 siguiendo el llamamiento del papa, partió una primera expedición, conocida como la Cruzada de los pobres, liderada por los miembros del clero bajo, Pedro el Ermitaño y Walter el Indigente . Estaba integrada por unos cuantos miles de personas del pueblo y algunos miembros de la baja nobleza, sin recursos, organización, ni experiencia militar. Atravesaron Europa saqueando a su paso lo que necesitaban para sobrevivir y lograron llegar a Constantinopla en el verano de 1096, pero fueron masacrados en el primer enfrentamiento con las tropas turcas, a lo que ayudó el emperador bizantino que los despachó hacia los turcos con prontitud, deseando aliviarse del problema que le causaba su permanencia en Constantinopla.

Mientras tanto, se organizaba otra expedición, encabezada por miembros de la alta nobleza, con amplia experiencia militar y abundantes recursos. A esta expedición, se sumaron todos aquellos que quisieron participar, liderados por caballeros nobles experimentados.

Los principales líderes fueron Godofredo de Bouillón, acompañado de sus hermanos Eustaquio y Balduino, quienes aportaron un ejército de 40.000 hombres. También participaron Raimundo de Tolosa, un experimentado y rico noble provenzal y Bohemundo deTarento miembro de la nobleza normanda, asentada en el sur de Italia. Estos caballeros encabezaron tres columnas que se reunieron en Hungría y desde allí se dirigieron a Constantinopla, a donde llegaron en enero de 1097.

La Primera Cruzada se mantuvo desde 1096 hasta 1099 y comprendió todas las batallas de los cruzados cristianos contra los musulmanes en Oriente Próximo y Anatolia. La Cruzada finalizó con la victoria cristiana, que culminó con la conquista de Jerusalén en 1099.

​La predicación que había hecho en Clermont Urbano II, provocó un estallido de fervor religioso tanto en el pueblo llano como en la pequeña nobleza, pero no así en los reyes, que se abstuvieron de participar en esta primera ocasión.

En esta cruzada se realizaron  grandes matanzas de musulmanes y judíos en los lugares conquistados, en donde se establecieron los Estados cruzados, también llamados Estados latinos de Oriente. Estos pequeños enclaves cristianos fueron  el Reino de Jerusalén, el Condado de Edesa, el Condado de Trípoli y el Principado de Antioquía, manteniendo algunos la presencia del cristianismo durante dos siglos.

Como consecuencia de las fricciones políticas, se deterioraron las relaciones entre Occidente y el Imperio bizantino, comenzando una disputa que terminarían con el saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada en 1204.

También se expandió un espíritu de fervor cristiano e intolerancia religiosa que causó matanzas de musulmanes en la península ibérica y de judíos sobre todo en Francia.

La Segunda Cruzada (1147-1149) fue una campaña militar organizada por el Papa Eugenio III y los nobles europeos para reconquistar la ciudad de Edesa, que había caído en 1144 en manos de los turcos selyúcidas. A pesar de la intervención de un ejército de 60.000 hombres y de la presencia de dos reyes europeos, la cruzada no tuvo éxito y originó tensiones adicionales entre el Imperio bizantino y Occidente. La Segunda Cruzada también incluyó campañas importantes en la Península Ibérica y el Báltico contra los musulmanes y los paganos respectivamente. Ambas campañas secundarias fueron exitosas aunque el objetivo principal, liberar el Oriente Latino de la amenaza de la ocupación musulmana, no se logró, de manera que a lo largo de los siguientes dos siglos serían convocadas nuevas cruzadas, todas  con éxitos solamente marginales.

El Papa Eugenio III convocó formalmente la Segunda Cruzada en diciembre de 1145. Los objetivos de la campaña se plantearon sin concreción, no mencionándose explícitamente la recuperación de Edesa ni a Zengi, sino que fue una llamada amplia para proteger los logros de la Primera Cruzada y a los cristianos y las santas reliquias de Levante. Esa ausencia de un objetivo concreto tendría repercusiones en la elección de los objetivos militares por parte de los cruzados. Para potenciar la convocatoria, se prometió a los cristianos que se unieran el perdón de sus pecados, incluso si morían durante el viaje a Levante. Además, sus propiedades y sus familias serían protegidos en su ausencia y asuntos como los intereses de los créditos serían suspendidos o cancelados. La convocatoria, respaldada por Bernardo, abad de Claraval, y la  lectura pública de una bula papal, tuvieron un éxito notable, y 60.000 cruzados se aprestaron para la marcha.

Los cruzados que debían viajar por mar a Oriente podrían ser utilizados en la península Ibérica, al tener que retrasar su partida debido al más lento avance de los ejércitos por tierra. La ruta marítima era mucho más rápida y por tanto se podría dar un buen uso lateral a los del transporte marítimo mientras tanto. Una flota de unas 160-200 naves genovesas llenas de cruzados navegó hasta Lisboa para ayudar al rey Alfonso Enríquez de Portugal a conquistar la ciudad que estaba en manos musulmanas, objetivo que se logró en octubre de 1147. Algunos cruzados continuaron con éxito la lucha contra los musulmanes en  la Reconquista de los reinos cristianos, destacando las conquistas de Almería, en octubre de 1147, liderada por el rey Alfonso VII de León y Castilla, y Tortosa, en diciembre de 1148.

 Asedio de Lisboa, 1147.

Otro escenario bélico para los cruzados escandinavos fue el Báltico, en donde al margen de conquistar entre junio y septiembre de 1147, Dobin y Malchow -hoy nordeste de  Alemania-, la campaña no fue brillante en conjunto y el Báltico, seguiría siendo campo de batalla para los cruzados en los siglos siguientes.

Edesa capital del condado de su nombre, localizada en la Mesopotamia superior, era un importante centro cultural y comercial. La ciudad que había sido conquistada por los cristianos en la Primera Cruzada, cayó en manos de Imad ad-Cin Zengi, gobernante musulmán independiente de Mosul  y Alepo, en diciembre de 1144. Tras la conquista, los cristianos occidentales fueron asesinados o vendidos como esclavos, mientras que a los orientales se les permitió quedarse. Era necesaria una respuesta.

Las fuerzas fueron lideradas por el emperador del Sacro Imperio Conrado III y por el rey de Francia Luis VII. A principios del verano de 1147, el ejército cruzó Europa hacia Constantinopla y de allí hacia Levante, donde a las tropas francesas y germanas se unieron las italianas, escandinavas y más cruzados franceses que habían viajado por mar. Los cruzados se dieron cuenta de la urgencia de la respuesta militar, cuando Nur ad-Din, sucesor de Zengi, derrotó al líder latino Joscelino II en su intento de reconquistar Edesa, que fue nuevamente saqueada para celebrar el nuevo dominio de Nur ad-Din. Todos los varones cristianos de la ciudad fueron ejecutados, y las mujeres y niños vendidos como esclavos, igual que había sucedido con sus correligionarios dos años antes.

Cuando los contingentes francés y germano llegaron a Constantinopla en 1147, descubrieron que Manuel I Conmeno había firmado un armisticio con los turcos; la parte francesa del ejército quiso atacar por su cuenta Constantinopla. Por su parte, los cruzados germanos tenían sus propios problemas, debido a que una riada terrible había acabado con muchos de ellos. Finalmente fueron persuadidos de seguir rápidamente su ruta hacia el este, por las noticias de que un gran ejército musulmán se estaba preparando para impedir su entrada en Levante.

El ejército germano liderado por Conrado III fue el primero en sufrir la falta de planificación y no apoyarse en los consejos locales: mal preparado para la dura estepa semiárida, sin un suministro adecuado de víveres y subestimando el tiempo necesario para alcanzar su objetivo; en Dorylaion, un contingente de selyúcidas, los forzó a retirarse a Nicea, con el propio Conrado herido.

Luis VII quedó impresionado al enterarse del fracaso de los germanos, pero siguió adelante y logró derrotar a un ejército selyúcida, en diciembre de 1147, gracias a la superioridad de su caballería, pero la alegría duró poco, porque en enero de 1148. los franceses sufrieron una dura derrota en la batalla del monte Cadmo. Posteriormente hubo varias victorias de menor importancia para los cruzados, en su camino hacia la costa meridional de Asia Menor, pero fue un comienzo desastroso.

Luis VII y su deteriorado ejército alcanzaron finalmente Antioquía en marzo de 1148. A partir de allí, continuaron hacia el sur, ignorando la propuesta de Raimundo de Antioquía de luchar en el norte de Siria. La relación entre ambos era peor que desastrosa, ya que al parecer, la mujer de Luis, Leonor de Aquitania, mantenía relaciones con su tío Raimundo. En cualquier caso, se convocó un consejo de los líderes occidentales en Acre, y se escogió el objetivo de la Cruzada: no sería la destruida Edesa, sino Damasco, en manos musulmanas, la amenaza más próxima a Jerusalén y un buen trofeo.

El ejército cruzado llegó a Damasco a finales de julio de 1148 e inmediatamente comenzó el asedio. Después de sólo cuatro días, las dificultades planteadas por las defensas y una grave escasez de agua obligaron a los atacantes a abandonar el sitio. Una vez más, la mala planificación y la logística deficiente pusieron en evidencia el desastre de los cruzados. La lucha en torno a la ciudad había sido feroz, con numerosas víctimas por ambos bandos pero sin ningún avance real.

El fiasco del asedio después de tan breve tiempo, llevó a algunos, especialmente a Conrado III, a sospechar, que los defensores habían sobornado a los residentes cristianos para que no actuaran y otros recelaron de una interferencia bizantina; quizá el celo de los defensores se debiera a que esta ciudad había sido capital del Califato Omeya entre 661 y 750, una ciudad con muchos vínculos con la tradición islámica.

También la presencia a 150 kilómetros, de un gran ejército musulmán enviado por Nur ad-Din, y la escasez de recursos hicieron que los líderes cruzados optaran por retirarse; Conrado III regresó a Europa en septiembre de 1148 y Luis VII, seis meses más tarde.

Tal como habían temido los cruzados, Nur ad-Din siguió consolidando su imperio y conquistó Antioquía en junio de 1149, tras la batalla de Inab, decapitando a su gobernante, Raimundo de Antioquía -Leonor entonces, se separó de Luis VII y casó con Enrique II Plantagenet-En 1150, el conde de Edesa, Raimundo, fue capturado y encarcelado, y el estado latino de Edesa desapareció. A continuación, Nur ad-Din ocupó Damasco en 1154, unificando la Siria musulmana. Manuel I respondería con campañas exitosas entre 1158 y 1176, pero era evidente que los musulmanes iban a ser una amenaza permanente para los bizantinos y el Oriente Latino. Cuando Shirkuh, general de Nur ad-Din, conquistó Egipto en 1168, el camino quedaba expedito para una amenaza aún mayor para la cristiandad. El gran líder musulmán Saladino, sucedió a su tío Shirkuh en 1174 como sultán de Egipto, y 13 años más tarde y debido al mal gobierno de Guy de Lusignan, sucesor de Balduino V “el Leproso”, Jerusalén cayó en manos musulmanas en 1187, tras la derrota de Lusignan en la famosa batalla de Los Cuernos de Hattin en 1187, que sería el detonante para la Tercera Cruzada.

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Saladino. 1185. Ismail al Jazari.

Tras la conquista de Jerusalén por los musulmanes, el papa Gregorio VIII proclamó que la caída de la Ciudad Santa había sido un castigo por los pecados de los cristianos de toda Europa, y comenzó a publicar bulas para motivar la puesta en marcha de la Tercera Cruzada.

La Tercera Cruzada, que se llevó a cabo entre 1187 y 1191, fue conocida como la Cruzada de los Reyes, en un intento de los cristianos europeos de reconquistar Tierra Santa.  No logró su objetivo, aunque consiguió éxitos parciales.

Felipe II de Francia –primero Francia porque Inglaterra era su vasalla– y Enrique II de Inglaterra -que le había quitado a su hijo Ricardo Corazón de León su prometida Alicia de Francia, convirtiéndola en su amante-, casado ya con Leonor de Aquitania, iban a liderar esta Tercera Cruzada.

Leonor de Aquitania había sido mujer del francés Luis VII con el que tuvo dos hijas, y ahora con Enrique II de Inglaterra tenía 8 hijos, entre ellos Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra y Leonor Plantagenet, la mujer de Alfonso VIII de Castilla. Ahora el hijo y sucesor de Luis VII, Felipe II y Enrique  tuvieron que aparcar sus diferencias para llevar a cabo la nueva cruzada, aunque la muerte de Enrique en 1189, dejó la corona en manos de su heredero Ricardo Corazón de León. El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico I Barbarroja de la casa Hohenstaufen también respondió a la llamada de la cruzada, y dirigió un ejército poderoso a través de Europa y Anatolia, pero  él se ahogó en el mar antes de llegar a Tierra Santa. Muchos de los componentes de su ejército abandonaron la empresa.

El Dux reclutando para las Cruzadas

El Dux de Venecia reclutando  soldados para la Tercera Cruzada. Jean Leclerc. 1621. Óleo sobre tela. 120×90 cm. Palazzo Ducale. Venecia.

Después de expulsar a los musulmanes de Acre, una de las ciudades más antiguas del mundo, constituida en 1500 a.C., el sucesor en el mando de los alemanes de Federico Barbarroja, Leopoldo V  El Virtuoso de la familia Babenberg -duque de Austria, entre 1177 y 1194 y duque de Estiria de 1192 a 1194-, y Felipe II de Francia abandonaron la cruzada y salieron de Tierra Santa en 1191, debido a gestos impropios de un rey, llevados a cabo por Ricardo Corazón de León, como fue quitar y tirar a un foso la bandera de la casa de Austria, que ondeaba en Acre, y poner la suya (esto le costaría un año de prisión y 150.000 marcos de plata posteriormente).

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Muerte de Federico I Hohenstauffen Barbarroja ,Gustave Doré. S XIX. Plumilla.

Saladino no pudo derrotar a Ricardo en ningún enfrentamiento militar, asegurando éste las ciudades costeras de Acre y Jaffa, además de constituir el reino de Chipre que luego vendería  a la orden del Temple, y ésta a Guy de Lusignan, tras perder éste el reino de Jerusalén. Sin embargo, el 2 de septiembre de 1192, Ricardo firmó un tratado de no agresión con Saladino por 3 años, 3 meses, 3 semanas y 3 días, por el que Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero permitiendo a los peregrinos cristianos visitar la ciudad.

Ricardo salió de Tierra Santa el 9 de octubre de ese año. Los éxitos de la Tercera Cruzada permitirían a los cruzados mantener un reino considerable con su sede en Chipre y la costa de Siria, aunque su incapacidad para recuperar Jerusalén daría lugar a la iniciación de una Cuarta Cruzada seis años más tarde. El regreso de Ricardo a su Inglaterra fue muy largo por naufragar en las costas del Adriático cerca de Venecia, y allí ser hecho prisionero por el duque de Austria y entregado a Enrique VI de Alemania, que lo tuvo un año encarcelado hasta recibir un rescate de 150.000 marcos de plata que pagó su madre Leonor de Aquitania, ya que su hermano Juan sin Tierra, no sólo no hubiera pagado nada, sino que además le había arrebatado el trono durante su ausencia, de acuerdo con Felipe II de Francia, aunque Ricardo  lo recuperaría a su regreso.

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Ricardo I Plantagenet Corazón de León. Merry-Joseph Blandel. 1841. Óleo sobre tela. 114×170 cm. Palacio de Versalles. 

Y fue en 1198, un año antes de la muerte de Ricardo, cuando el Papa Inocencio III, comenzó a predicar una nueva Cruzada, la Cuarta. Al margen de los motivos aducidos, las intenciones de unos y otros, y los objetivos finales logrados, la consecuencia más importante no fue otra que la creación del IMPERIO LATINOque naturalmente no se encontraba entre los objetivos iniciales.

Inocencio III estaba deseoso de establecer la autoridad de la  Santa Sede en todo el orbe cristiano, teniendo gran interés en los asuntos de los Estados cristianos de Oriente, para poder desde allí intentar anular o disminuir la autoridad de los patriarcas ortodoxos, especialmente la del Ecuménico de Constantinopla, que era el primus inter pares entre todos ellos.

Por otro lado, en la última década del siglo XII había ido intensificándose la rivalidad entre Enrique VI de Alemania –de la dinastía Hohenstaufen, sucesor de Federico I Barbarroja– y el emperador bizantino Isaac II Ángelo, al cual le fue exigido el pago de los gastos generados por la participación de las tropas de Federico I Barbarroja –su padre– en la Tercera Cruzada, ya que uno de los motivos de la misma, fue coadyuvar a la protección del Imperio Bizantino del acoso  musulmán. Enrique, su hijo y sucesor, exigía de Bizancio la entrega de la región de los Balcanes y el pago de los daños sufridos por la expedición de Barbarroja. Su política en Oriente, al aceptar el vasallaje de los reyes de Armenia y de  Chipre, fue de deliberada hostilidad hacia Bizancio.

Entra dentro de lo lógico que Enrique considerara la posibilidad de dirigir una nueva potencial cruzada contra Constantinopla, sin embargo no pudo ser porque  falleció en 1197 en Mesina. Su hermano y sucesor al trono alemán, Felipe II de Suabia,  además de los mismos motivos de su hermano, tenía especiales intereses de gran importancia en Bizancio, ya que estaba casado con Irene Ángelo, hija del emperador bizantino Isaac II Ángelo, que había sido depuesto en 1195 por su hermano Alejo III Ángelo. Irene Ángelo –la rosa sin espinas, la paloma sin malicia–, viuda del rey Roger III de Sicilia, le podría proporcionar la llave para obtener la corona del Imperio Bizantino, o al menos, el manejo del mismo mediante otro posible emperador, en caso de que él no lo lograra, su cuñado Alejo IV, hermano de su mujer y de momento invitado y residente en su corte.

La ciudad-estado de Venecia, principal potencia marítima en el Mediterráneo oriental, tenía fuertes intereses comerciales en los territorios bizantinos, y muy especialmente en su capital Constantinopla, y vía abierta hacia el mar Negro y a las rutas de las especias por el este. Desde finales del siglo XII gozaban de privilegios especiales para comerciar en el Imperio Bizantino, pero en 1171 el emperador Manuel I Conmeno ordenó la detención de los comerciantes venecianos y la confiscación de sus bienes, lo cual provocó la suspensión de la actividad comercial entre Venecia y Bizancio, inactividad que se prolongó por espacio de quince años, siendo especialmente duro para Venecia, ya que los bizantinos continuaban comerciando con Génova y Pisa. En 1185, Venecia acordó con el emperador Andrónico I Conmeno, reanudar las relaciones comerciales, exigiendo el abono de compensaciones por las propiedades confiscadas en 1171, que nunca llegó a hacerse efectiva. Bizancio, explotaba hasta ese momento y en beneficio propio, la rivalidad comercial de Venecia con otras ciudades-estado italianas, como Génova y Pisa. Venecia necesitaba asegurarse la supremacía comercial en Oriente, desplazando definitivamente a sus rivales.

Con estos mimbres, se comenzó a predicar una nueva cruzada. Su llamamiento, sin embargo, tuvo poco éxito entre los monarcas europeos. Los alemanes, aun deseándolo,  estaban enfrentados al poder papal, en tanto que Francia e Inglaterra se encontraban combatiendo la una contra la otra. Finalmente, se acordó la organización inmediata de un ejército cruzado en un torneo organizado en Ecri por el conde Teobaldo de Champaña en noviembre de 1199.

Teobaldo fue nombrado jefe de este ejército, del que también formaban muchos señores del norte de Francia y de los Países Bajos, añadiéndose algunos caballeros alemanes -entre ellos BALDUINO IX DE FLANDES, más tarde primer emperador del IMPERIO LATINO– y varios nobles del norte de Italia, como Bonifacio, marqués de Monferrato.

El control bizantino sobre los Balcanes era escaso y en consecuencia, las dificultades por cuestiones de seguridad, para marchar por tierra  a Oriente eran grandes. Por mar era lo idóneo, pero la expedición de los cruzados carecía de flota para trasladarse a la zona de Jerusalén.

Los cruzados enviaron negociadores a los poseedores de flotas capaces para 35.000 hombres y 4.500 caballos (luego fueron menos) como Venecia o Génova para contratar el transporte. Guillermo de Villehardouin llegó a un acuerdo con la República de Venecia en abril de 1201 para el transporte de la expedición hasta Egipto por 85.000 marcos de plata.

Se desembarcaría en Egipto, desde donde se avanzaría por tierra hasta Jerusalén.  En 1201 murió Teobaldo de Champaña, y los cruzados eligieron como nuevo jefe de la expedición a Bonifacio de Monferrato. Éste, firme partidario de los Hohenstaufen, conoció en la corte de Felipe II de Suabia a Alejo, hijo del defenestrado emperador Isaac II Ángelo que había sido depuesto y ordenado ser cegado por su hermano Alejo III Ángelo, que deseaba contar con la ayuda de los cruzados para recuperar el trono imperial que le había sido arrebatado por su hermano, y a su hijo Alejo por herencia.

Cuando en junio de 1202 llegó el momento del embarque, los cruzados no habían podido reunir la cantidad de plata solicitada por los venecianos. Éstos, se negaron a realizar el transporte si no recibían la cantidad acordada, por lo que el ejército cruzado tuvo que pasar dos meses acampado en la isla de San Nicolás de Lido, a la espera de conseguir fondos, hasta que finalmente llegaron a un acuerdo el Dux de Venecia  Enrico Dandolo y Bonifacio de Monferrato, para aplazar el pago de la deuda, si previamente los cruzados conquistaban para Venecia la ciudad de Zara -hoy Zadar en la actual Croacia-, capital de Dalmacia, que hasta 1183 había sido de Venecia, acogiéndose posteriormente a la protección papal y de Emerico de Hungría. Bonifacio de Monferrato aceptó, embarcando el 8 de noviembre de 1202, conquistando la ciudad para Venecia quince días después, siendo momentáneamente el ejército cruzado y los venecianos excomulgados por Inocencio III, por robarle su protectorado, aunque posteriormente absolvió a los primeros, manteniendo la excomunión para los segundos.

Estando los cruzados en Zara, llegó un mensajero de la corte de Felipe II de Suabia, llevando una oferta del pretendiente al trono bizantino, Alejo hijo del depuesto Isaac II. Si el ejército cruzado se desviaba hasta Constantinopla y le ayudaban a recuperar su trono, usurpado por su tío Alejo III, no sólo estaba dispuesto a garantizar el pago de la deuda que los cruzados habían contraído con Venecia, sino que además se comprometía a aportar a la cruzada un contingente de 10.000 soldados, así como fondos y provisiones, para proseguir hacia Tierra Santa.

Tanto Monferrato como el Dux Dandolo aceptaron la oferta. Otros, los menos,  se opusieron, exponiendo que habían ido a la cruzada para luchar contra los musulmanes, abandonando el ejército cruzado y embarcando hacia Siria. La mayoría continuó en el ejército cruzado y cuando Alejo llegó a Zara, embarcaron, arribando a las costas de Constantinopla a finales de junio de 1203.

Torre Galata. Estambul.

Tras varios ataques sin éxito a ciudades en la costa asiática del Bósforo, el ejército cruzado desembarcó en Gálata –hoy sigue estando allí la famosa torre y la cadena que cerraba la entrada del Bósforo a Costantinopla por mar, pero ahora con restaurante y ambiente chill out, aunque no es la originariamente bizantina, la Megalos Pyrgos, ya  que ésta fue destruida precisamente por esa Cuarta Cruzada en 1204– en el lado europeo del Cuerno de Oro.

Después de algunos intentos para entrar en Constantinopla, el 17 de julio de 1203 se consiguió abrir brecha en las murallas. El emperador Alejo III huyó llevándose grandes riquezas a la ciudad tracia de Mosynópolis. La nobleza imperial sacó de la cárcel al ciego depuesto emperador Isaac II Ángelo y lo repuso en el trono, sobre todo, como gesto de cara a los invasores. Tras negociaciones entre ambas partes, se decidió que Isaac y Alejo –el que debía pagar a los venecianos– fueran coemperadores, este último con el nombre de Alejo IV Ángelo, siendo  coronado en Santa Sofía el 1 de agosto de 1203.

Toma de Constantinopla. Tintoretto. siglo XVI. Palacio Ducal de Venecia.

Para intentar poder cumplir con los acuerdos pactados con venecianos y cruzados, Alejo se vio obligado a poner fuertes nuevos impuestos. También se había comprometido a conseguir que la Iglesia Ortodoxa aceptase la supremacía del Papa  y adoptase el rito latino, pero se encontró con una gran oposición. Confiscó bienes eclesiásticos para poder pagar a los venecianos, pero todo fue insuficiente. Durante el resto del año 1203, la situación fue volviéndose cada vez peor. Venecianos y cruzados contrariados por el impago y el incumplimiento de los acuerdos existentes, el pueblo bizantino cada vez más  descontento con el nuevo emperador por los impuestos desmedidos. y por último los constantes enfrentamientos callejeros entre cruzados –tropa en guarnición– y bizantinos, obligaron en última instancia, a acordar la salida de los cruzados de la ciudad,  constituyendo esta situación de desorden, el caldo de cultivo de las revueltas que condujeron a la caída de Alejo IV.

El yerno de Alejo III –el que había huido–, que tenía un puesto importante en la Corte, se convirtió en el cabecilla de los descontentos y organizó, a principios de 1204, constantes revueltas. En el mes de febrero, los venecianos y cruzados dieron un ultimátum a Alejo IV, quien tuvo que manifestar la imposibilidad de cumplir lo pactado. Hubo un levantamiento y tras deliberación de tres días del Senado, sacerdotes y pueblo, se eligió emperador –cargo irrenunciable­– a Nicolás Kanobos que no aceptó el  poder imperial y se refugió en Santa Sofía. Tras once días, el yerno de Alejo III, casado con su hija Eudoxia Ángelo, que durante las revueltas había apresado a los coemperadores Isaac II y Alejo IV, acudió a Santa Sofía a ofrecer al emperador encerrado Nicolás un puesto importante en su administración, ya que se había autoproclamado emperador con el nombre de Alejo V Ducas. Ante la negativa de Nicolás, fue sacado de Santa Sofía , arrastrado y estrangulado en sus preciosas escaleras de mármol. Alejo V también mandó estrangular a Alejo IV y matar –que pareciera por edad– a Isaac II.

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Alejo IV Ángelo

Ante esta situación, en el mes de marzo de 1204, cruzados y venecianos debatieron sobre la situación y como resolverla. La decisión fue unánime y clara: conquistar la ciudad –debería ser por la fuerza–, cobrarse las deudas con los bienes que pudieran saquear y colocar en el trono a un emperador LATINO.

La siguiente cuestión era quién debería ser el candidato al trono imperial, no logrando inicialmente un acuerdo. Bonifacio de Monferrato, el jefe de la expedición, no era del gusto de  los venecianos, y al fin se decidió crear un comité compuesto por seis delegados cruzados y seis venecianos para elegir al emperador.

Atacaron la ciudad el 6 de abril de 1204, pero fueron rechazados. Seis días después lograron abrir una brecha en la muralla consiguiendo al mismo tiempo que ardiesen barrios enteros mediante proyectiles incendiarios. Desmoralizados los defensores, permitieron la entrada en Constantinopla de los cruzados. Alejo V huyó a Mosynópolis, ciudad donde estaba su suegro, Alejo III. Los nobles bizantinos ofrecieron la corona a Constantino Lascaris pero murió en combate a los pocos días de ser coronado y a continuación a  Teodoro I Lascaris, yerno también de Alejo III, pero éste la rechazó y marchó a Nicea junto a gran parte de la nobleza y de los patriarcas de la Iglesia ortodoxa. Allí se fundó el imperio de Nicea , sintiéndose depositarios de la legitimidad bizantina.

Los Cruzados entran en Constantinopla DelaCroix

Entrada de los cruzados en Constantinopla. Eugéne Delacroix. 1840. Óleo sobre lienzo. 410×493 cm. Museo del Louvre. París

La ciudad fue saqueada –el saqueo fue brutal según las crónicas– no librándose las iglesias, palacios, ni monasterios, Finalmente, se restableció el orden y se procedió a la  distribución del botín según lo que se había pactado previamente: tres octavas partes para los venecianos, otras tres octavas para los LATINOS y un cuarto para el futuro emperador. A pesar de las pretensiones de Bonifacio de Montferrato, el comité eligió emperador a Balduino IX de Flandes –uno de los principales jefes de las huestes cruzadas–. primer emperador del IMPERIO LATINO con el nombre de Balduino I. El mundo llamó a esta distribución, “Partitio terrarum imperii Romaniae”.

Por tanto, el IMPERIO LATINO o Imperio latino de Constantinopla –Imperium Romaniae–, fue el estado fundado por cruzados y venecianos en los territorios capturados al Imperio de Bizancio en 1204, manteniéndose hasta 1261, cuando uno de los sucesores de los antiguos emperadores bizantinos, Miguel VIII Paléologo, lo reconquistó para Bizancio.

El Imperio Latino así formado, no logró establecer su control sobre todo el antiguo territorio bizantino, por lo que surgieron estados sucesores del dominio bizantino en Nicea, Épiro y Trebisonda. Nicea era la más próxima al Imperio Latino, donde residía el último emperador de Bizancio –Teodoro I Lascaris–, muchos componentes de la antigua nobleza bizantina y los patriarcas ortodoxos, siendo por tanto, la que se pudiera encontrar en  mejor posición en un futuro, para intentar restablecer el Imperio bizantino.

Además de estos tres enemigos: lo que sería en breve el Imperio de Nicea -parte noroeste de Anatolia-, el Despotado de Épiro –parte occidental de Grecia– y el Imperio de Trebisonda –localizado en la parte sudoriental del mar Negro, limitando con la actual Georgia–, el Imperio tuvo como enemigos a Bulgaria, a  los turcos selyúcidas del Sultanato del Rum y a algunos señores lombardos rebeldes de Tesalónica –Tesalónica fue comprada por Bonifacio de Montferrato a los venecianos, nombrándose rey, aunque fue un reino LATINO vasallo del Imperio Latino, de vida efímera–.

También para terminar de definir la situación de gobierno, tras la fundación del Imperio, cabe señalar como anécdota, la creación del Ducado de Atenas. Una  vez más Bonifacio de Montferrato, ocupó esta vez Atenas sin grandes problemas y junto a Tebas, se la cedió a Otón de la Roche, caballero borgoñón de familia menor y compañero de cruzada. Le nombró inicialmente Gran Señor  de Atenas y Tebas y luego Duque, aceptando su vasallaje.

Imperio Latino tras su  proclamación en 1204.

El Imperio Bizantino fue dividido en la Partitio terrarum imperii Romaniae, firmada el 1 de octubre de 1204, por acuerdo entre los cruzados y Venecia en tres partes: los tres octavos venecianos incluyeron además Creta, Rhodas, Corfú, Negroponte, Cephallonia  y otras islas. Para el Imperio Latino, los tres octavos  de la partición, más los dos octavos del nuevo emperador latino, fuerzas que podrían quizá sumarse, además de  ejercer el control sobre algunas zonas de Grecia mediante el vasallaje: del Reino de Tesalónica por Bonifacio de Monferrato, del Ducado de Atenas y Tebas por Otón de la Roche –a su vez vasallo del Rey de Tesalónica–, del Ducado del Archipiélago o de Naxos  por Ruy de Montfort, y directamente vasallaje del Imperio, el Principado de Acaya –sobre la costa del norte del Peloponeso lindando con el  golfo de Corinto-, el Ducado de Filipópolis –en la ciudad Plovdiv de la actual Bulgaria y sus alrededores, cuyo señor fue el Duque Renier de Trit–, y el Ducado de Filadelfia –en la ciudad turca de  Alasehir y terrenos circundantes–. Además controlaba por ocupación física todos los territorios europeos y asiáticos que rodeaban al mar de Mármara, y los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos, aunque quedaron numerosos territorios en manos de aristócratas bizantinos griegos, que consideraban sus territorios estados sucesores del Imperio bizantino, y que pretendían la reconquista del imperio perdido: el Despotado de Épiro, el Imperio de Nicea y el Imperio de Trebisonda.

El Dux de Venecia no fue considerado vasallo del Imperio, permitiéndole sus tres octavos del antiguo Imperio y una parte importante de Constantinopla asegurar su influencia en el gobierno del nuevo.

A partir de aquí comenzaron las luchas entre todas las partes, que en algunas ocasiones apoyaban una opción y de forma inmediata a la contraria, intentando claramente su mejor posicionamiento. Nicea, Trebisonda y Épiro buscando recuperar el antiguo Imperio para ellos, Bulgaria y el sultanato del Rum, tratando de combatir al que  en cada momento se iba haciendo más fuerte, para socavar su poder, y el Imperio Latino tratando de mantener lo que había logrado y ampliarlo hasta lograr la totalidad del Imperio Bizantino.

Teodoro I Láscaris de Nicea no logró un éxito inmediato –fue derrotado en Poemaneum y Bursa (Prusa antiguamente) por el Imperio latino en 1204–, pero posteriormente le arrebató a éste, la parte noroccidental de Anatolia, aprovechando que las tropas de Balduino I debían hacer frente a los búlgaros que les atacaban por el oeste. Teodoro  I de Nicea tuvo victorias contra sus oponentes sucesores de Trebisonda, colocándose como el más importante de los estados sucesores bizantinos. En 1206, viéndose fuerte, se auto-confirmó como emperador, coronándose en Nicea.

Teodoro trató de reforzar sus derechos nombrando un nuevo Patriarca de Constantinopla en Nicea y para cerrar posiciones con el Imperio, se casó con María de Courtenay en 1219, hija del emperador Pedro II de Courtenay y de la emperatriz latina Yolanda de Flandes,  pero murió siendo fue sucedido por su yerno  Juan III Ducas en 1222.

En 1224 el reino de Tesalónica fue conquistado por el Despotado de Epiro que posteriormente, cayó en manos de Bulgaria en 1235, con el visto bueno de Juan III de Nicea que buscaba aliados contra los latinos, a toda costa.

En 1242, el Imperio Mongol desde el este, invadió el Sultanato del Rum de los selyúcidas, al este de Nicea, y curiosamente pararon allí respetando las fronteras nicenas.

Juan III se casó con Constanza de Hohenstaufen hija de Federico II emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1245 -quizá este fue el motivo de la detención mongola-. Negoció entonces con los mongoles y derrotó a sus ex aliados búlgaros, continuando sus conquistas sobre los latinos hasta su muerte en 1254.

Teodoro II Láscaris siguió su política de conquistas durante cuatro años, muriendo en 1258. Su hijo Juan IV Ducas Láscaris le sucedió, pero siendo un niño, reinó bajo la regencia del general Miguel Paleólogo. Miguel se proclamó co-emperador con el nombre de Miguel VIII, y consiguió derrotar conjuntamente al déspota de Epiro –cuando los búlgaros fueron derrotados por Juan III renació el despotado–y al príncipe latino de Acaya en la  batalla de Pelagonia.

Ya en 1247, los nicenos habían rodeado eficazmente Constantinopla, y solo las tres líneas de fuertes de defensa de la ciudad los mantuvieron a raya, señalando la mencionada batalla de Pelagonia en 1258, el principio del fin del dominio latino en Grecia.  En 1260 Miguel VIII de Nicea comenzó el asalto a Constantinopla. El 25 de julio de 1261, con la mayoría de las tropas latinas fuera en otros frentes, el general niceno Strategopoulos encontró una entrada sin vigilancia en la ciudad –acordada con los defensores, claro– y entró con sus tropas, restaurando el Imperio bizantino para su señor, Miguel VIII Comneno Ducas Ángelo Paleólogo, con el que se inició la dinastía de los Paleólogos. Una vez dentro, incendió el barrio veneciano (a sus ojos responsables de la toma de la ciudad en 1204). Miguel fue reconocido emperador pocas semanas más tarde, restaurando el Imperio Bizantino. El niño Juan IV Juan Ducas Láscaris, el infante heredero de Teodoro II, fue cegado siendo todavía un niño, y enviado a una fortaleza del Mar de Mármara. Este acto de crueldad granjeó a Paleólogo los odios populares, sobre todo en Asia Menor.

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Miguel VIII Paleólogo.

Los habitantes del Imperio restaurado consideraron al Imperio de Nicea como el verdadero sucesor del Imperio Bizantino, aunque aún seguían existiendo el Imperio de Trebisonda  y el principado latino de Acaya. Trebisonda permaneció independiente hasta la conquista otomana en 1461 (Tras la conquista en 1453 del Imperio Bizantino por Mehmed II, aún siguió el Imperio de Trebisonda ocho años como tal). Acaya fue pronto reconquistada por Bizancio.

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Murallas de Constantinopla.

El Imperio restaurado, que ya nunca  nunca tuvo el antiguo esplendor, debió hacer frente desde entonces a la nueva amenaza que representaban los turcos otomanos que surgieron en sustitución de los derrotados selyúcidas, que tras doscientos años, y aún con las tres líneas de defensa inexpugnables durante más de mil años – foso y las dobles muralla teodosias- acabaron conquistando el Imperio en 1453,  apoyados por los famosos cañones búlgaros y la traición del responsable de la cadena de la torre Gálata, que permitió la entrada de los barcos otomanos al Cuerno de Oro.

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Torre Gálata.

1) DÉSPOTADO

El término original griego despotēs significaba simplemente “señor”. Equivalente al título latino dominus.

La mayor parte de los despotēs fueron yernos de los emperadores bizantinos, que acostumbraban proclamar a sus hijos mayores  co-emperadores –symbasileus–. Despotēs fue título cortés sin funciones ni poderes específicos, a pesar de significar honor inmediato al del emperador.

Después de la  Cuarta Cruzada, el título pasó a utilizarse en los Estados sucesores del Imperio bizantino, y lo otorgaba cualquier monarca que tuviera  título imperial, incluyendo Nicea, Trebisonda, Épiro, los búlgaros u otros. El título despotēs también podía ser otorgado por un emperador a un extranjero noble por lazos familiares o por servicios prestados. Por ejemplo, en el Imperio de Trebisonda el título fue otorgado a los herederos al trono, como diferencia con todos los demás cargos.

No siempre aquellos déspotas se portaron correctamente con el pueblo y personas a su servicio, motivo por el que paulatinamente el vocablo fue haciéndose más popular en el sentido de aquel que abusa de su poder o autoridad.

Las primeras referencias en castellano a la palabra, en la forma ‘déspoto’, las encontramos en un escrito del siglo XVI del historiador palentino Gonzalo de Illescas que se refiere de ese modo al rey de Rusia, aunque no fue hasta el siglo XIX cuando se comenzó a utilizar el término ‘déspota’ en el sentido que hoy en día le damos; es decir, desde hace dos siglos es cuando la palabra déspota, adquirió la connotación negativa que hoy le damos.

Como curiosidad: los reyes de España, son Reyes de Jerusalén y Duques de Atenas y Neopatria región de Tesalia alrededor de la ciudad de Neai Patrai conquistada por los almogávares en el siglo XIII-.

La vulgaridad como derivada del estatismo o la involución.

Dedicado a mi amigo Jacobo Taboada Valdés.

Hace unos días, un buen amigo, comentando cómo veía la sociedad española en este momento, me decía:

A mí lo que más me puede, es el aliento vulgar que nos rodea; no lo puedo soportar…(sic)Read More

El Panteón de los Olivares, y algunos Berwick y Alba en Loeches.

Antes de tomar la última curva de la carretera que va de Alcalá de Henares a Loeches –pueblo situado a mitad de camino entre Arganda del Rey y Torrejón de Ardoz–,se sube una cuesta pronunciada y al coronarla, se vislumbra el pueblo de Loeches y la cúpula del monasterio de la Inmaculada Concepción y su iglesia, “el convento grande” al que se encuentra adosado el Panteón de los  duques de Alba.

Carretera de acceso a Loeches

Vista del pueblo

                                                            Loeches.

Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tobar nació en Roma en 1587, nieto del I conde de Olivares –rama menor de la Casa de Medina Sidonia– y bisnieto del II duque de Medina Sidonia (heredero de Guzmán el Bueno, el del hijo asesinado en la defensa de Tarifa para Sancho IV de Castilla, “el Bravo”). Su padre era embajador de España en Roma, virrey de Nápoles y Sicilia, y el pequeño Gaspar vivió en Italia hasta los 12 años. Siendo el menor de tres hermanos, se le destinó a la carrera eclesiástica y fue enviado a Salamanca para estudiar derecho canónico. Murieron sus dos hermanos mayores, teniendo entonces que abandonar sus estudios de teología en 1604, y acudir junto a su padre que había sido nombrado miembro del Consejo de Estado por el duque de Lerma –valido de Felipe III– y estar ya destinado a heredar el mayorazgo de los Olivares.

En 1607 murió su padre y heredó el mayorazgo, y ya muy ambicioso, se concentró en cortejar a su prima Inés de Zúñiga y Velasco –hija de su tío Baltasar–, dama importante de la reina Margarita de Austria, mujer de Felipe III, y más tarde dama principal de Isabel de Borbón, mujer de Felipe IV y tutora del infante Baltasar Carlos, para conseguir por la vía matrimonial la Grandeza de España que anhelaba con pasión. No consiguió ese objetivo y se retiró con su mujer a Sevilla para administrar su patrimonio.

En 1615 fue nombrado por el duque de Lerma –Francisco de Sandoval–, gentilhombre de cámara del infante Felipe –futuro Felipe IV–, involucrándose en las luchas de poder entre  Lerma y su hijo el duque de Uceda, tomando partido por este último. En 1618 fue desterrado Lerma y desde la posición de poder obtenida, y apoyándose en su tío Baltasar de Zúñiga, que estaba en la corte desde 1617  llamado por Uceda, consiguió que el infante fuera confiando cada vez más en su tío Baltasar y en él. Así, cuando en 1621 subió al trono Felipe IV, nombró valido a Baltasar de Zúñiga, sustituyendo al duque de Uceda. Ese año, el conde de Olivares recibió del rey la Grandeza de España con la secular fórmula de “conde de Olivares, cubríos”.

En 1623 compró el duque el Señorío de Sanlúcar la Mayor a la ciudad de Sevilla, siéndole concedido por el rey en 1625 el ducado de  Sanlúcar; a partir de entonces se le intituló conde-duque.

Felipe III

Felipe IV de España. 1634-1635. Óleo sobre lienzo. 303 x 317 cms. Con toda seguridad Diego Velázquez. Museo del Prado. Madrid. España.

A la muerte de su tío Baltasar en 1622, fue nombrado valido* del rey Felipe IV. Estaría en esta posición hasta 1643, viviendo unos años políticamente muy difíciles: la guerra de los 30 años entre los partidarios de la Reforma y Contrarreforma religiosas entre todos los países europeos,  el Corpus de Sangre –entre segadores y soldados castellanos– y el intento de  secesión catalana –ya apuntaban– que  no sería sofocada hasta 1652, la insurrección de Portugal y su independencia de España en 1640, la conspiración independentista de Andalucía en 1641, hicieron que el Imperio Español  comenzara a deshacerse como un azucarillo. La forma de ser absolutista en las cuestiones de gobierno y la ausencia de recursos económicos, le crearon innumerables enemigos, terminando con su crédito político en 1643, siendo desterrado por el Rey.

Inicialmente se retiró a su Señorío de Loeches, donde estaban prácticamente acabados el pequeño palacio y el Monasterio de las dominicas.

Corpus de sangre 1640

El Corpus de Sangre. Antoni Estruch i Bros. 1907. 262 x 404  cm.  Óleo sobre tela. Museo de arte de Sabadell. España.

10 años antes, en 1633, había comprado el conde-duque la villa de Loeches, en donde proyectó la construcción de un palacio anexo al convento de las  carmelitas descalzas. En una de las visitas realizadas a las obras en 1634, pidió el conde–duque a la superiora de las carmelitas permiso para visitar el interior del convento, al objeto de estudiar el mejor lugar por donde hacer una entrada  directa desde el futuro palacio, para asistir a los oficios tras una cancela, como era habitual en el caso de los nobles importantes. La superiora le negó el paso, debido a que era un convento de clausura. El soberbio D. Gaspar prometió construir una iglesia y monasterio que harían sombra a la de los carmelitas, y lo hizo. Lo habitó con la orden de las dominicas, ya que no en vano era descendiente de santo Domingo de Guzmán. Ahí se acabaron las relaciones con las carmelitas a las que había reconstruido con anterioridad la casa anexa al convento. En 1940 estaba prácticamente terminado el conjunto monástico-palacial. El palacio estaba flanqueado al este por el ya existente convento de las carmelitas y al oeste por el monasterio de la Inmaculada Concepción de las dominicas.

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Convento de las carmelitas descalzas.

Al llegar a su destierro en Loeches, empezó a circular una coplilla popular  en la villa y en Madrid –lo de la leña del árbol caído, muy español– que decía:

Que de Loeches lo eches

suplica el pueblo, Señor

aparta de ti al traidor

que está muy cerca Loeches.

Así, Felipe IV lo desterró a sus dominios de Toro, donde el conde-duque falleció en 1645. Estuvo viviendo con su hermana, mientras su mujer continuaba con la función tutorial del infante Baltasar Carlos. Inés de Zúñiga siguió preocupándose de la terminación de las obras de Loeches, hasta su muerte, dos años después.

conde duque a pie

* Valido era el Secretario de Despacho Universal de la Monarquía Católica. El validamiento fue una figura existente especialmente en los reinados de los Austrias menores y llevaba consigo la Grandeza de España, la asistencia continua al lado del rey, la posesión de los más altos cargos de la corte y del gobierno y una influencia total en el monarca, así como la dirección política y administrativa del Estado. No llevaba consigo nombramiento como tal. No puede considerarse como una institución, ya que en ningún momento se trató de un cargo oficial, puesto que únicamente servía al rey mientras éste tenía confianza en la persona escogida; era el puesto de mayor confianza del monarca en cuestiones temporales. Las cuestiones espirituales eran competencia del confesor real.

El conde–duque e Inés de Zúñiga tuvieron una hija, María de Guzmán y Zúñiga, que murió con 17 años en 1626, casada y con una hija fallecida al nacer. Tuvo D. Gaspar también un hijo bastardo con Isabel de Anversa, dama de la Corte,  Enrique Felipez de Guzmán nacido en 1613 y reconocido en 1641, que casó con Juana de Velasco, hija del Condestable de Castilla, IX conde de Haro y VI duque de Frías. A Enrique le concedió Felipe IV el título de marqués de Mairena en 1642, y su padre la Casa de Sanlúcar la Mayor que apenas pudo disfrutar, porqué murió en 1646. El hijo de este matrimonio, Gaspar de Guzmán y Fernández de Velasco murió con dos años y medio en 1648.

Enrique, había reclamado al haber muerto su hermanastra María de Guzmán y su padre en 1645, el mayorazgo de los Olivares para él y su descendencia. Felipe IV que no quería dárselo –por su bastardía–, le dio largas y aprovechó su muerte, para dar la herencia del mayorazgo a la descendencia de la hermana del conde-duque, Francisca de Guzmán y Pimentel casada con Diego López de Haro Sotomayor, V marqués del Carpio que fue valido del Rey tras el destierro del conde–duque. Tuvieron un hijo, Luís Méndez de Haro Sotomayor y Guzmán que casó con Catalina Fernández de Córdoba y Folch de Cardona. La nieta de estos últimos, Catalina Méndez de Haro y Guzmán casó en 1688 con el X duque de Alba Francisco Álvarez de Toledo y Haro. Así entroncaron las dos familias.

Al conde–duque y su hija María,  los enterraron bajo el altar de la iglesia del convento de Loeches y al resto de descendientes hasta 1688, en una cripta subterránea entre el palacio y la iglesia mencionada. Tras el entroncamiento con los Alba, los muertos de la familia fueron enterrados en diferentes lugares como la Iglesia de san Salvador de Madrid (fue destruida en el siglo XIX, reconstruida y posteriormente bombardeada. Ahora de san Salvador y san Nicolás), en la iglesia de san Leonardo de Alba de Tormes…etc.

A partir de la muerte de Paca de Alba –Francisca de Palafox  Portocarrero y Kirpatrick, IX condesa de Montijo y XV duquesa consorte de Alba–, hermana de Eugenia de Montijo, casada con Jacobo Fitz-James Stuart VIII duque de Berwick y XV duque de Alba, se comenzó a construir un panteón en donde y hasta hoy, son enterrados la mayor parte de los duques fallecidos.

GENERAL

El conjunto monástico-palacial, no pretendía ser sólo eso. Pretendía ser una emulación de los sitios reales y aunque exteriormente la casa palacio era sencilla,  estaba llena de tesoros culturales dignos de un rey. El monasterio no sólo puede considerarse una pequeña joya del barroco, además fue dotado en su momento,  de una valiosa colección de cerca de 220 cuadros de Rubens, Tintoretto, Tiziano, Veronés, Bassano, Miguel Ángel, Durero, Bellini y Caravaggio que fueron robados por el general francés Sebastiani en 1809 al mando de 700 soldados, que tardaron más de tres días en desmontarlos de sus marcos, para más fácil transporte.

Entrada al la iglesia

Antonio Ponz Piquer en su libro Viaje de España de 17 tomos que comenzaron a imprimirse en 1772, certificaba que la iglesia del monasterio de la Inmaculada Concepción de Loeches era de las más ricas en cuadros de España.

El arquitecto tracista–proyectista fue el albaceteño Alonso Carbonel, formado en la construcción de retablos y trabajos en madera. El constructor principal Cristóbal de Aguilera, maestro veedor de fuentes  de Madrid, participó junto a Carbonel en la construcción del Casón del  Buen Retiro y la iglesia de las Maravillas de Madrid. El segundo maestro de obras fue Juan de Aguilar que junto al maestro de cantería, participaron en  la construcción de algunas de las ermitas del Buen Retiro.

Vista de la IGlesia general

La iglesia del convento es de estilo barroco y es parecido al de la Encarnación en Madrid. En su parte más alta, un chapitel empizarrado estilo Austria, cobija la cúpula. Los techos interiores están ornamentados con estilo barroco. La parte del fondo tras el altar, tiene unos frescos de Fernando Calderón –1953/57 durante la reconstrucción– que recuerdan  los trazos de Miguel Ángel y  el motivo de “El sueño de Felipe II” del Greco del Escorial. Cerca del altar existe una tribuna de hierro forjado semioculta, para la asistencia del conde–duque a los oficios.

Altar mayor de la Iglesia .Mural de Fernando Calderón S XX

El monasterio situado en la parte posterior de la iglesia, tiene un gran claustro cuadrangular y fue capaz para más de un centenar de dominicas.

patio

Del palacio hoy, sólo se conserva su entrada barroca. Fue totalmente derruido entre 1975 y 1977. Comentaba Gregorio Marañón que “…a pesar de haber sido restaurado por su actual propietario el duque de Alba a finales del siglo XIX, es un edificio modesto, de un solo piso, con cuadras subterráneas, como era costumbre entonces, el exterior humilde sin el menor adorno, y el interior también; con un zócalo de Talavera que recorría todas las habitaciones, algún tapiz viejo y una gran huerta”.

 Puerta del palacio

                                                                    Puerta del Palacio.                

Loeches3 Carmelitas                                                  

Puerta del Palacio, adjunta al convento delas carmelitas.

Recordemos que a partir de la boda de Catalina Méndez de Haro con el X duque de Alba en 1688 -momento de la unión de las familias Alba y Olivares-, los duques fallecidos fueron enterrados en diferentes sitios. Por anecdótico, cabe señalar lo que rodeó al enterramiento de la XIII duquesa de Alba Doña María Teresa Pilar CAYETANA de Silva y Álvarez de Toledo, la famosa Cayetana de Goya, que en 1802 fue enterrada en la capilla de los Alba de la Iglesia de san Salvador (destruida en el siglo XIX, reconstruida y vuelta a destruir, y posteriormente unida a la de san Nicolás en la madrileña calle de Atocha, a la altura de Antón Martín, hoy parroquia de san Salvador y san Nicolás). En 1842 su sepultura fue exhumada, para su traslado al cementerio de la  Sacramental de San Isidro de Madrid. Al sacar el cadáver del féretro, descubrieron que ambas piernas en su parte inferior habían sido cortadas. Se supone que fue por falta de longitud del féretro y necesidad urgente de exposición del cadáver en su palacio de Buenavista, palacio inmediatamente expropiado tras la muerte de la duquesa por el ayuntamiento de Madrid y cedido en usufructo a Manuel Godoy, que al parecer, de este modo, se vengó del marido de la duquesa ya muerto, el XVI duque de Medina Sidonia, D. José María Álvarez de Toledo y Pérez de Guzmán –con el que Godoy tenía una pésima relación–, y de cuyo matrimonio  no hubo  descendencia.

La XIII duquesa de Alba Doña María Teresa Pilar CAYETANA de Silva y Álvarez de Toledo.

Iglesia de San Salvador y San Nicolás

Parroquia de san Salvador y san Nicolás en Madrid.

Los abuelos de esta duquesa –Cayetana–,  Doña María Teresa Álvarez de Toledo y Haro–primera mujer que ostentó el título de duquesa de Alba con el ordinal XI – y el conde de Galve, D. Manuel José de Silva y Toledo, tuvieron tres hijos.

El mayor, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo heredó el ducado con el número de orden XII, y de su matrimonio con María Bernarda de Toledo y Portugal nació un hijo varón, Francisco de Paula de Silva, que murió antes que su padre,  pero Francisco de Paula dejó una hija que sería la XIII duquesa de Alba, CAYETANA.

La segunda hija, María Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, hermana de Francisco de Paula se casó en 1738 con Jacobo Fernando Fitz-James Stuart y Colón de Carvajal  III duque de Berwick y aquí el entronque de los Olivares, Alba y Berwick.

CAYETANA y el XVI duque de Medina Sidonia, como se ha dicho, no tuvieron hijos, y a pesar de que la Duquesa en su testamento LIBRE. dejó todo lo que pudo a su hija adoptada negra María de la Luz, a Javier de Goya y Bayeu –hijo de Goya–, a su primo y hermanastro Carlos Pignatelli de Aragón y Gonzaga y a sus criados y sirvientes, el patrimonio del mayorazgo de los Alba y Olivares pasó  a Carlos Miguel Fitz-James  Stuart y Silva, hijo de Jacobo Fernando Fitz-James Stuart y Colón de Carvajal  y María Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, que pasó a ser XIV duque de Alba al haber fallecido sus padres. Heredó casi todo el patrimonio, excepto el Palacio de Buenavista –hoy Cuartel General del Ejército– que lo ocupó Godoy y el palacio y complejo de la Moncloa, que se lo quedó Carlos IV. En su día, en los mentideros madrileños se comentaba que Cayetana fue envenenada por Godoy por orden de la reina María Luisa de Parma, pero se ha comprobado que murió de meningoencefalitis, lo qure tiene bastante sentido al ver su testamento.

Palacio de Buenacista                                       

 Palacio de Buenavista. Madrid.

Palacio de la moncloa

Palacio de La Moncloa. Madrid.

El título de I duque de Berwick fue concedido a James Fitz-James Stuart, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, vencedor en Almansa sobre los partidarios del archiduque Carlos en la guerra de sucesión a la corona española, a la muerte de Carlos II “el Hechizado”. Por esta victoria, Felipe V le colmó de honores, nombrándole duque de Liria y Jérica concediéndole el Toisón de Oro. James Fitz-James contrajo matrimonio con Catalina Ventura Colón de Portugal, condesa de Veragua. Así, cada vez más títulos importantes fueron engrandeciendo esa Casa.

James,_I Duke_of_Berwick                                 

James Fitz-James Stuart  (Jacobo hijo de Jacobo Estuardo traducción literal) I duque de Berwick.

El hijo heredero de Carlos Miguel Fitz-James, Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, XV duque de Alba y VIII de Berwick en 1848 se casó con María Francisca de Palafox  Portocarrero y Kirkpatrick –Paca de Alba– que murió con 35 años en París de tuberculosis y sus restos fueron trasladados a Madrid, y enterrados en la ermita de Santa María la Antigua de Carabanchel.

Paca de Montijo

María Francisca de Sales Palafox y Portocarrero y Kirkpatrick -Paca de Alba-, IX condesa de Montijo.

Su hermana, la emperatriz Eugenia de Montijo y el duque viudo, decidieron construir un mausoleo digno de la difunta. Inicialmente, se pensó en reformar la cripta en donde se encontraba enterrado el conde duque de Olivares en Loeches, bajo el altar de la iglesia del convento de las dominicas. Se encargó llevar a cabo el estudio a los arquitectos Alejandro Sureda y Adolf Ombrecht, pero  se abandonó ese proyecto.

Eugenia de Montijo

La emperatriz de los franceses Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick.

Existía otra cripta subterránea, en las inmediaciones del monasterio de la Inmaculada Concepción de Loeches, donde se habían enterrado los fallecidos de la familia Olivares hasta 1688, al margen de la tumba del conde-duque y su hija María bajo el altar mayor. La cripta se encontraba entre el palacio y el monasterio. Se le propuso la idea de construir un panteón sobre esta cripta al arquitecto Juan Bautista Lázaro de Diego y se llevó a cabo con la financiación de  la abuela de la duquesa fallecida en 2014, doña Rosario Falcó. El resultado fue una capilla trilobulada,  en mármol blanco de Carrara, con hileras de sarcófagos de mármol negro con letras en bronce doradas al fuego. El marmolista  fue Carlo Nicoli Manfredi, con grandes obras en España, como la estatua de Cervantes en la plaza dedicada al escritor en Alcalá de Henares. Quiere ser algo parecido al Panteón de los Reyes del Escorial, pero más humilde y sencillo.

dos lóbulos

panteon-alba-loeches1

 

El acceso al panteón es desde la iglesia con puerta de hierro forjado estilo barroco, enfrente del Coro de las monjas, que da entrada al Panteón de la Casa de Olivares, que pasó a ser el Panteón familiar de la Casa de Alba por el enlace de Don Francisco Álvarez de Toledo, X Duque de Alba, con Doña Catalina de Haro y Guzmán, duquesa de Olivares. En el año 1909, se inauguró un nuevo Panteón, que es el existente hoy.

Entrada al panteón

En la parte central inferior –pero principal–, tapado por el sarcófago de Paca de Alba, está la tumba del conde-duque de Olivares, cerrada con lápida de mármol negro. Los restos del duque al ser exhumados para trasladarlos a esta nueva ubicación, parece ser que estaban en perfecto estado, con la vestimenta de los cuadros de Velázquez, impecable. Se unieron sus restos a los de su mujer Inés de Zúñiga en la misma ubicación del panteón.

Conde_duque_RIP

Tumaba de paca de Alba

Lo más destacable es el conjunto sepulcral de la duquesa Paca de Alba encargado por su hermana Eugenia y su viudo en 1867, siete años después de su fallecimiento y que inicialmente iba a ser instalado en Carabanchel. Tras conversaciones fallidas con el arquitecto Viollet-le-Duc se encargó la obra al escultor Charles Alphonse Achille GUMERY (NO a Jean Baptiste Auguste Clésinger como se dice a menudo). Para la realización de la imagen de la duquesa en mármol, posó de modelo su hermana la emperatriz Eugenia de Montijo, mujer de Napoleón III.

La tumaba de paca de Alba

Panteón de los Alba 2

El sarcófago de mármol blanco, rectangular en su base, con esquinas en cuadrados añadidos del mismo mármol, donde se apoyan los  ángeles, y guardado a ambos lados con los escudos de armas de los Alba y Montijo. Los cuatro angelitos de las esquinas miran hacia arriba y  en la parte superior, la figura yacente de la duquesa, descalza, con almohadones  y  túnicas finas, y con el velo y la diadema de diamantes y perlas que donó la emperatriz Eugenia a la Casa, y que fueron utilizadas en la primera boda de Cayetana en 1947 con Luis Martínez de Irujo y de su hija la duquesa de Montoro con el torero Francisco Rivera.

Se construyó por mandato de Jacobo Fitz-Stuart y Falcó de Portocarrero y Ossorio, XVII Duque de Alba en memoria de sus padres, para su enterramiento, como consta en la lápida que hay sobre la puerta de entrada. El 3 de junio de 1909 se celebró en su altar la primera Misa con asistencia de la Emperatriz Eugenia de Montijo que falleció en 1920, 60 años después que su hermana menor Paca.

Después han sido enterrados todos los titulares y consortes, excepto una parte de las cenizas de la duquesa fallecida en 2014;  una porción de las mismas prefirió que fueran depositadas en la iglesia del Cristo de los Gitanos de su Sevilla y sus sevillanas.

Panteón de los Alba 5

Jesús Aguirre –segundo marido de la duquesa Cayetana– fue enterrado allí, porque aún no siendo Alba, había resuelto la mayor parte de los problemas financieros de la Familia.

Desde 2013 las seis hermanas de clausura que únicamente quedaban en el convento, fueron trasladadas a otros de la Orden, ante la imposibilidad de mantenerlo con tan escasos medios materiales. Nos quedamos sin dulces increíbles que vendían a través del torno. ¡Jesús que pena!

 

EL PAISAJE EN LA PINTURA; EVOLUCIÓN A LO LARGO DE LA HISTORIA.

Para Conchita, vía Mari luz.

PARTE PRIMERA: desde la Antigüedad hasta el Cinquecento

Se puede entender por paisaje una extensión de terreno que podemos observar, compuesta de elementos de la naturaleza, y vista desde un lugar determinado. La pintura del paisaje es el nombre que la historiografía del arte ha dado  al género pictórico que representa un paisaje.Read More