BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO: Tras los pasos de Murillo; las obras que se crearon para el convento de san Francisco, sus reproducciones, están expuestas en el Ayuntamiento de Sevilla. Parte 4.
En el solar en el que está, la hoy conocida como Plaza Nueva, se encuentra el Ayuntamiento de Sevilla y la estatua de Fernando III El Santo, cuyo espacio central parece que coincide con el lugar donde estuvo el altar mayor del Convento Casa Grande de San Francisco, que empezó a construirse en los años inmediatos a la reconquista de la ciudad por el mencionado rey cristiano, destacando por sus grandes dimensiones, que excedían a la actual plaza, siendo el mayor edificio de la ciudad, tras la Catedral.
Plaza Nueva de Sevilla.
Se fundó en 1268 y fue derribado en 1840 durante la regencia de María Cristina de Borbón Dos-Sicilias –madre de Isabel II y mujer de Fernando VII-, siendo durante seis siglos, uno de los principales centros religiosos de la ciudad.
En el perímetro conventual, se encontraban la Iglesia -de grandes dimensiones-, el claustro grande, el claustro chico, y algunos patios, jardines, la sala capitular, sala de profundis –donde se celebraban las asambleas de los frailes- biblioteca, noviciado, cocinas, cuadras, pajares, enfermerías, huerta, patio donde se cultivaban las plantas para elaborar medicinas, cementerio, hospedería de indias –donde se alojaban los frailes que esperaban para marchar a evangelizar los territorios descubiertos-, el hospital de San José de la Venerable Orden Tercera –Hermanos y Hermanas de la Penitencia-, y además una serie de capillas de hermandades y asociaciones que estaban situadas alrededor de los claustros y de la portería.
Convento Casa Grande de san Francisco.
El primer contrato importante de Bartolomé Esteban Murillo fue el encargo que le hicieron los franciscanos de este convento, Casa Grande de San Francisco, para los que trabajó entre los años 1644 y 1646, para decorar el claustro chico. Las trece obras del artista en el Convento -entre las que se encontraban las doce de este claustro- fueron expoliadas en 1810 por las tropas francesas y llevadas al Real Alcázar –Museo Napoleónico-, desapareciendo junto a otras de varios maestros, excepto la de La Inmaculada Concepción ”La Colosal”. El convento se incendió en varias ocasiones siendo reconstruido, remozándolo una vez más tras la salida de los franceses -en agosto de 1812- y abandonado en 1835 con la desamortización de Mendizabal, siendo demolido en 1840, dispersándose entonces a otros lugares las pocas obras de arte que quedaban, como el Retablo de los Vizcaínos, que preside actualmente la Capilla del Sagrario de la Catedral hispalense. También destacan dos gárgolas que se encuentran expuestas en el Museo Arqueológico y un retablo del siglo XVI, de mármol de Carrara, que llegó hasta el Pazo de San Lorenzo de Trasouto, en Galicia, después de que los condes de Altamira se lo llevaran hasta allí.
Capilla del Sagrario de la Catedral con el Retablo de los Vizcaínos.
Del convento, sólo quedó en pie, el arquillo del Ayuntamiento, lugar donde se situaría hasta el siglo XIX el acceso al atrio del Convento, y la capilla de san Onofre, oculta entre los edificios construidos en la actualidad.
Arquillo visto desde la Plaza Nueva.
Arquillo visto desde la Plaza de san Francisco.
Entrada a la capilla de san Onofre.
La capilla de las ánimas en san Onofre.
De las obras de Murillo realizadas para este Convento, sólo permanece en Sevilla La Inmaculada Concepción “La Colosal”, pintura realizada por el artista hacia el año 1650, obra temprana, en la que crea un nuevo prototipo de figura mariana con influencias de Zurbarán y Ribera.
La Inmaculada Concepción “La Colosal”. 1650. Óleo sobre lienzo. 436 x 297 cm. Museo de Bellas artes de Sevilla.
Esta obra se expone en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, estando hasta la llegada de El jubileo de la Porciúncula, de cuadro central del retablo mayor de la que fue iglesia del Convento de la Merced Calzada, y ahora en la entrada a la capilla principal en el lado del evangelio.
El resto, están por diferentes museos, exponiendo en el Ayuntamiento de Sevilla -lugar en donde estuvo el convento- reproducciones de todas ellas.
Las pinturas que formaron esta colección del Claustro pequeño fueron:
San Francisco confortado por un ángel. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 172 x 183 cm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.
La obra muestra a San Francisco de Asís en un episodio de los últimos días de su vida, en el que, estando enfermo y dolorido, fue asistido por un ángel/músico como recompensa a su virtuosa vida.
San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 172 x 183 cm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.
El protagonista es el fraile sevillano San Diego de Alcalá, encargado de repartir las sobras de las comidas del convento entre los numerosos pobres de Sevilla que acudían a la puerta del convento para recoger comida.
San Diego de Alcalá en éxtasis delante de la cruz. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 172 x 184 cm. Musée des Augustins. Toulouse. Francia.
San Diego de Alcalá protagonista de esta pintura en la que se muestra un episodio milagroso que acontecía cuando el fraile trabajaba en el huerto del convento; allí, concentrado en sus meditaciones, entraba en éxtasis y comenzaba a levitar cuando estaba cerca una cruz de madera. Murillo introduce a varios personajes como testigos del milagro, pudiéndose reconocer a don Agustín de Spínola, Arzobispo de Sevilla en 1645, acompañado por dos personajes y los franciscanos fray Pedro de Almaguer y fray Francisco de la Cruz.
San Gil en éxtasis ante el Papa Gregorio IX. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 166 x 186 cm. North Carolina Museum of Art. Raleight, USA.
Las levitaciones de este fraile fueron conocidas por el Papa Gregorio IX, que quiso ser testigo del milagro y convocó al fraile a su presencia. Cuando el papa pronunció la palabra “cielo”, San Gil entró en trance, elevándose sobre el suelo, sorprendiendo a todos por su profunda espiritualidad.
La visión de fray Juan de Alcalá de la ascensión del alma de Felipe II. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 170 x 187 cm. Sterling and Francine Clark Art Institute. Williamstown.Massachusetts. USA.
En la composición, fray Juan de Alcalá muestra a un grupo de testigos el milagro que predijo y que está aconteciendo ante sus asombrados ojos: sobre una ciudad amurallada, el alma del Felipe II es acogida por una corte celestial.
Fray Junípero y el pobre 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 176 x 221 cm. Museo del Louvre. París.
El carácter desprendido del fraile era tal, que no dudaba en dar todo lo que tenía a los pobres, incluso sus vestimentas, llegando al convento cada día prácticamente desnudo. Como los superiores le prohibieron desprenderse de su hábito, cuando encontró a un pobre vestido con harapos le señaló que no podía darle su ropa, pero que, si él se los quitaba, no opondría resistencia. Ésta es la escena narrada por Murillo, en la que el fraile deja que el mendigo le quite sus vestimentas.
San Salvador de Horta y el Inquisidor de Aragón. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 178 x 190 cm. Museo Bonnat. Bayona. Francia.
San Salvador de Horta, fraile franciscano conocido por su modestia y venerado por sus milagros para devolver la salud, despertó el interés del inquisidor de Aragón, quien quiso verificar la corrección espiritual de sus milagros. Para ello, se vistió con ropas laicas y solicitó la asistencia del fraile para aliviar sus dolencias. En ese momento, como muestra la pintura del artista, San Salvador de Horta reconoció, por inspiración divina, al inquisidor y se arrodilló a sus pies en señal de respeto y humildad.
La curación milagrosa obrada por fray Juan de la Cruz. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 156 x 106 cm. National Gallery of Canadá. Otawa. Canadá.
El fraile vivió en el convento franciscano hispalense a comienzos del siglo XVI, cuando la ciudad fue devastada por la epidemia de peste de 1524, en la que intervino realizando numerosas curaciones milagrosas. En la pintura, el santo aparece invocando la ayuda divina para sanar al monje franciscano que, inconsciente, yace a sus pies.
Fray Francisco y la cocina de los ángeles. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 180 x 450 cm. Museo del Louvre. París.
Es esta pintura una de las más hermosas composiciones realizadas por Murillo en su trayectoria creativa y de las más importantes del Claustro de San Francisco.
El protagonista es, probablemente, fray Francisco Pérez, cocinero del Convento de San Francisco, quien realizaba sus tareas en la cocina con tanto fervor que entraba en trance, levitando y olvidando sus obligaciones. Esto así, un grupo de ángeles se encargaba de preparar la comida para que estuviera preparada a su hora.
La muerte de Santa Clara. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 189 x 446 cm. Gemäldegalerie Alte Meister. Dresde. Alemania.
La obra rinde homenaje a la grandeza espiritual de la orden franciscana, en esta ocasión, a través de Santa Clara de Asís, seguidora de San Francisco y fundadora de la Segunda orden franciscana. Al mismo tiempo, la pintura muestra la dignificación de la muerte por parte de los franciscanos, celebrada como un tránsito feliz hacia el cielo.
Inmaculada con fray Juan de Quirós. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 241 x 341 cm. Palacio Arzobispal. Sevilla.
Fray Juan de Quirós nació en Osuna. En 1616 tomó el hábito franciscano y tuvo diversos cargos de importancia en la orden de San Francisco y en el Santo Oficio. Se distinguió como ferviente defensor de la Virgen, en cuya defensa escribió una obra con dos tomos que aparecen en la pintura.
San Francisco Solano y el toro. 1644-1646. Óleo sobre lienzo. (REPRODUCCIÓN DEL ORIGINAL). 157 x 225 cm. Original en el Real Alcázar. Sevilla.
Esta pintura no formó parte de la decoración del claustro chico, sin embargo sí fue ejecutada para la orden franciscana y debió de estar dispuesta en el recinto conventual.
El protagonista es el fraile San Francisco Solano quien, estando como misionero en el Convento de la Recolección franciscana de Lima, sometió, de forma milagrosa, a un toro que amenazaba a los habitantes de la localidad. En la pintura, aparece el santo, que, ante el asombro general, ha atado los cuernos del animal con el cordón de su hábito y ha conseguido devolverlo a su encierro.
To be continued in part 4.
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Muy bueno todo, como siempre. Gracias.