LOS PAPAS DE AVIÑÓN: ELECCIÓN DEL PAPA FRANCÉS CLEMENTE V. Establecimiento temporal de la Sede Pontificia en Aviñón. Parte 4.

CLEMENTE V, Bertrand de Got, fue elegido papa el 5 de junio de 1305 en Perugia tras once meses de cónclave. Era arzobispo de Burdeos y su elección fue controvertida, ya que no pertenecía al colegio cardenalicio, pero había mantenido una posición neutral en el conflicto entre Bonifacio VIII y Felipe IV y era francés, aunque súbdito de Eduardo I de Inglaterra.

No encontrándose en Perugia y llamado para su coronación, expresó su deseo de que la ceremonia se realizara en Lyon, como así fue, asistiendo a la misma el rey Felipe IV.

Clemente, estuvo durante todo su pontificado sujeto a los deseos del rey francés, siendo su primer acto tras la coronación, el ascenso al cardenalato de nueve obispos franceses de la cuerda de Felipe IV.

Clemente V.

Siguiendo las órdenes del capeto, anuló un año después de su nombramiento, las bulas eclesiásticas contrarias a los intereses de Felipe: la Clericis laicos y Unam Sanctam* que había promulgado Bonifacio VIII.

Clemente V mediante bula, declaró inocente al rey, pues, según él, todo lo que había hecho, fue animado por un celo bueno, sincero y justo, que procedía de su fervor por la fe católica.

Felipe IV el Hermoso.

Unam sanctam. Se puede resumir esta bula en dos conceptos: 1.- La unidad de la Iglesia: no hay sino una iglesia, fuera de la cual no hay salvación, y ésta es el cuerpo de Cristo con una sola cabeza. 2.- Potestad espiritual de la Iglesia: esa cabeza es Cristo o su representante el papa, y rechazar el cuidado pastoral de esta cabeza es autoexcluirse del rebaño de Cristo.

Pero Felipe, no contento con la declaración de su inocencia, y animado por el deseo de venganza contra Bonifacio VIII, asesinado con su complicidad, instó al papa Clemente a realizar una condena oficial por herejía contra Bonifacio VIII.

El papa Clemente, intentó calmar el ánimo real levantando la excomunión de Guillermo de Nogaret y de Sciarra Colonna y de los habitantes de la ciudad que participaron en el atentado de Anagni, abandonando a Bonifacio a su suerte, pero sin condenar al papa, como era la pretensión del rey. El caso fue cerrado definitivamente en 1312, aunque a cambio, tuvo que ceder, colaborando con Felipe IV en el logro de otro de sus objetivos: acabar con la Orden del Temple, que era lo mismo que anular la deuda inmensa que Francia había ido acumulando y mantenía con la Orden por préstamos que servían para sufragar las guerras del rey francés.

Los templarios tenían una buena organización administrativa, llegando a ser una de las instituciones más ricas de la Europa medieval. Con Felipe IV y a su demanda, los templarios administraron el tesoro real francés, por lo que hasta ese momento habían sido muy estimados por la corona.

En realidad, hay alguna razón más por las que Felipe pudo desear la desaparición de los templarios además del endeudamiento y la incapacidad de saldar la deuda: la fidelidad que tuvo la Orden hacia el papa Bonifacio VIII, y las riquezas que poseían, lo cual permitiría además de anular la deuda, quedarse con todos los bienes del Temple, engrosando de manera inimaginable el tesoro real francés.

Así en octubre de 1307, el rey Felipe IV el Hermoso ordenó el arresto de todos los templarios que se encontraban en territorio francés, acusándolos de herejía. La acusación se basaba en las manifestaciones de un ex caballero de la Orden, Esquieu de Floyran, quien contó que los templarios adoraban a un ídolo de Bafomet -supuesta deidad cuyo culto se le atribuyó a los Caballeros de la Orden del Temple-, renegaban de Cristo, y cometían sodomía. Los arrestados fueron unos dos mil, entre ellos el Maestre General de la Orden, Jacques de Molay.

La detención de los templarios sin la autorización del papa Clemente, de quien dependían directamente, provocó sus protestas, pero Felipe lo convenció, presentándole las confesiones obtenidas bajo tortura, consiguiendo de este modo que el papa promulgara la bula Pastoralis praeminens, que decretaba la detención de los templarios en todos los territorios cristianos.

No contento, Felipe obtuvo del papa una instrucción general por la que se condenaba a la hoguera a aquellos que se retractaran de sus confesiones. Así, o por confesión mediante tortura, o por retractarse de ella, eran enviados a la hoguera.

Presionado por el rey francés, Clemente, convocó en 1308 por la bula Regnums in coelis,  el Concilio de Vienne. Se celebraría en 1311 y 1312, dando lugar a la bula Vox in excelso  por la que se suprimía la Orden del Temple.

El 13 de marzo de 1314, el preboste abrió el rollo con la sentencia y dijo: Jacques Bernard de Molay, vigésimo tercer Gran Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón, conocidos como templarios: has sido juzgado y hallado culpable por tu propia confesión de los delitos de herejía, idolatría, simonía y blasfemia contra la Santa Cruz. Por ello has sido condenado a morir en la hoguera.

Jacques de Molay.

Fui condenado a cadena perpetua, no a muerte. Y me retracté de esa confesión, obtenida bajo tortura, susurró el condenado.

Rechazasteis la misericordia del rey Felipe proclamándoos inocente cuando ya habíais sido hallado culpable. Añadisteis el pecado de la soberbia a los que ya poseíais, y os condenasteis a vosotros mismos y a los templarios a la desaparición.

Ya no existen, mis hermanos ya no existen, replicó el anciano, meneando la cabeza, pero la orden vivirá para siempre.

De Molay, tiró de la túnica deshilachada y mugrienta que era toda su vestidura. La mano huesuda descubrió su hombro escuálido. Allí, cerca del corazón, el anciano había lacerado su carne, dibujando una cruz, la misma que había guiado su espíritu durante todos los años de su vida. Había usado el mango de una cuchara para hacerlo. Los queloides de la herida estaban infectados.

Felipe y Clemente me matarán, pero no me impedirán morir con la cruz en el lugar donde siempre ha estado.

Sea pues. Morid con la cruz, y que la orden muera con vos, dijo el preboste, haciendo un gesto al verdugo.

Me gustaría morir mirando a Nôtre Dame.

El preboste dio unas cuantas órdenes, y los guardias cambiaron de sentido los haces de leña a regañadientes. Ataron al Gran Maestre al poste.

El verdugo se acercó a Jacques de Molay, con la antorcha encendida en la mano.

¡Dieu vengera notre mort!, musitó el anciano. ¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!

Jacques de Molay ardiendo en la hoguera en 1314, de la Crónica de St. Denis del siglo XIV. Se representa el acto en la Île de la cité de París.

Jacques de Molay maldiciendo al papa y al rey.

Así comenzó el final de Clemente V, que murió 1 mes y 7 días después de que Jacques de Molay fuera quemado en la hoguera. Con este hecho comenzó el fin de los reyes de la dinastía capeta y la historia de los reyes denominados malditos, muriendo Felipe IV, 8 meses y 16 días después del Gran Maestre templario, siendo sucedido el 29 de noviembre de 1314 por su hijo primogénito Luis X El Obstinado.

Placa conmemorativa que señala el lugar en donde fue quemado el Gran Maestre Templario.

El otro gran aspecto del pontificado de Clemente V, fue el traslado de la sede pontificia a Aviñón. Aviñón en 1309 pertenecía al Reino de Nápoles, reino que era vasallo de la Iglesia Católica. Así, Clemente V, para contentar al rey francés sin poner en evidencia su flojera, adujo que Aviñón era de la Iglesia, trasladando la Sede Pontificia a esa ciudad, inicialmente -dijo- de manera temporal.

Clemente llevó consigo el tesoro papal acumulado por su predecesor, y aunque prometió que en dos años volvería a Roma, su muerte 5 años después de su llegada, y SOBRE TODO el poder que sobre él ejercía el rey de Francia, hicieron que no cumpliera lo prometido. El traslado que inicialmente tuvo carácter provisional, motivado por la situación de inseguridad y caos en que se encontraba Roma, y la celebración del concilio de Vienne -relativamente cercano a Aviñón-  que estaba programado para 1311, fue permanente hasta 1377 -desde 1309- y, durante siete pontificados.

También la situación geográfica de Aviñón, en los tiempos convulsos que corrían para el papado, era mejor que Roma, ya que la proximidad de Francia y del Imperio, permitirían al pontífice pedir la protección del rey o del emperador, como mejor le conviniera en cada momento.

Clemente V falleció el 20 de abril de 1314 en Roquemaure, con solo 50 años de edad. Fue sepultado en el interior de la Colegiata de Uzeste, en Aquitania.

Tumba de Clemente V en Uzeste.

A su muerte, el magnífico tesoro papal acumulado por Clemente desapareció. La suma dejada por el pontífice en testamento fue de 812.000 florines de oro; de ellos, 300.000 fueron a parar a su sobrino, 314.000 a familiares y sirvientes, y 200.000 a iglesias, conventos y caridad. Un préstamo de 160.000 florines hecho al rey de Francia, nunca fue devuelto, claro.

Su sucesor, Juan XXII emprendió litigios en un intento de recuperar los bienes de la Iglesia, entre 1318 y 1322, pero no consiguió  que fueran recuperados.

Música: Anónimo del siglo XIV. Salterello Nº 4 del manuscrito de Londres.

To be continued in part 5.