Proclamación del Estat Catalá de 1934. Ambiente histórico desde la proclamación del Estat Catalá de Macià de 1931. Parte 1.

Tras la proclamación el 16 de enero de 1641 de la República Catalana que tuvo una duración de 7 días, la detención de la proclamación del Estado Catalán Independiente y del decreto, ya vigente, de disolución del Ejército de Barcelona, gracias a los buenos oficios del presidente Estanislao Figueras en marzo de 1873, y por fin, tras la proclamación a las 14,30 del 14 de abril de 1931 desde el balcón de la Diputación, por el líder de ERC Francesc Macià  “en nombre del pueblo de Cataluña”,  de L’Estat Català, que con toda la cordialidad procurarían integrar en la Federación de Repúblicas Ibéricas (que amb tota la cordialitat procurarem integrar a la Federació de Repúbliques Ibèriques), firmando al finalizar la proclama un manifiesto, en que proclamaba el Estat Català bajo la forma de República Catalana, pidiendo a los otros pueblos de España su colaboración para crear una Confederació de Pobles Ibèrics, llegamos a la proclamación de la segunda república española, el mismo 14 de abril de 1931, aunque horas más tarde que en Cataluña.

En esta entrega se verá la proclamación de independencia de Cataluña de 1934, restando ya sólo la quinta de 2017, que se obviará de momento por vivida por todos, y que quizá me dé tiempo a sintetizar, si a Puigdemont lo condenan algún día no demasiado lejano…

Francesc Macià.

A partir de ahí, se abrió en junio de 1931 un período constituyente, convocándose por Decreto de 3 de junio de 1931 elecciones a Cortes Constituyentes, que estarían compuestas por una sola Cámara elegida por sufragio masculino -fueron las últimas elecciones en las que no hubo sufragio universal-. La apertura de sesiones tendría lugar en el Palacio del Congreso el día 14 de julio -aniversario de la toma de la Bastilla en 1789-.

Todo seguía igual  de mal tras la marcha de Alfonso XIII, a excepción del obligatorio sello sobre su retrato en los billetes.

El Estado republicano quedaría legitimado democráticamente por las elecciones y la aprobación de la Constitución. La primera vuelta electoral, se celebró el 28 de junio, con segunda vuelta entre el 19 de julio y el 8 de noviembre, siendo el resultado de estas elecciones a Cortes Constituyentes españolas  de una clara mayoría para la coalición republicano-socialista. La nueva constitución, aprobada en diciembre de 1931, plasmó la ideología de esta mayoría, siendo sus principios más importantes:

La declaración del nuevo estado español como una “República democrática de trabajadores de todas clases”.

La obtención del derecho a voto para las mujeres: sufragio universal para todos.

El establecimiento de nuevos derechos civiles y la ampliación de algunos existentes, en cuanto a la legalización del divorcio y la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos.

Establecimiento del derecho a la educación, y la organización de los poderes del Estado con un Legislativo unicameral, un Ejecutivo con un presidente -Niceto Alcalá Zamora- con escasos poderes y un jefe de gobierno -Manuel Azaña- que debía someter sus decisiones a las Cortes, continuando el Poder Judicial, como hasta entonces, en mano de los tribunales.

Y es en este momento de nuestra historia, cuando se decreta el derecho de las regiones a establecer Estatutos de Autonomía.

Se definió a España como un estado laico, separando la Iglesia del Estado, anulando de los Presupuestos las partidas para el culto, prohibiendo a la Iglesia ejercer en el ámbito de la educación.

El colectivo militar fue también objeto de reformas importantes –Ley de marzo de 1932-, especialmente las relativas a la enseñanza militar -debate si cadetes con estudios universitarios o no-, al retiro de numerosos oficiales generales que durante seis meses no tuvieran destino (aprovechando esta circunstancia para retirar a los no eran incondicionales a la república), y a los oficiales particulares, que perderían la carrera y la pensión, si alguien dictaminaba que eran culpables de difamación; SIC: sería intolerable para la República el tener que pagar a sus “enemigos” (Manuel Azaña).

Hubo dos Gobiernos Provisionales, el primero presidido por Alcalá Zamora, de 14 de abril de 1931 a 14 de octubre de ese mismo año y el segundo, presidido por Azaña desde el 14 octubre de 1931 al 16 de diciembre de ese año. El tercero, primero no provisional de este Bienio Reformista, fue presidido también por Manuel Azaña, desde el 16 de diciembre de 1931 al 12 de junio de 1933. Aún hubo tres gobiernos más hasta las elecciones de finales de 1933: uno -el cuarto- presidido por Manuel Azaña Díaz, de Acción Republicana, el quinto, presidido por Alejandro Lerroux del Partido Republicano Radical, y el sexto y último, por Diego Martínez Barrios, también del PRR.

Manuel Azaña.

La derecha tradicional quedó desorganizada tras la proclamación de la 2ª República en 1931, quedando la oposición conservadora de centro-derecha limitada a las Asociaciones Patronales y al Partido Republicano Radical de Lerroux.

La izquierda revolucionaria no dio tregua al nuevo gobierno: la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) -con más de un millón de afiliados-, y el Partido Comunista de España (PCE), siguieron las líneas extremistas de comportamiento marcadas por la Federación de Anarquistas Ibérica (FAI) y las propuestas por la  Komintern y Stalin.

Los intelectuales tuvieron un protagonismo especial durante la Segunda República. Muchos de los dirigentes republicanos y socialistas, como Manuel Azaña, Fernando de los Ríos o Julián Besteiro, pertenecían al mundo de la cultura, y otros como Ortega y Gasset, Antonio Machado o Gregorio Marañón, apoyaron expresamente al nuevo régimen, asociándose en la Agrupación al Servicio de la República. Ortega fundó junto a Gregorio Marañón y a Ramón Pérez de Ayala dicha Agrupación, hecho por el que el trío pasaría a la historia como «los padres de la República», aunque posteriormente, y entre mares de golpes de pecho, se arrepintieran de algunas de las actitudes sostenidas, como el anticlericalismo…

Miguel de Unamuno, fue uno de los intelectuales más críticos con Alfonso XIII y con la dictadura de Primo de Rivera, hasta el punto de que, cuando ya era rector de la Universidad de Salamanca, sus criticas le llevaron al exilio en la isla de Fuerteventura durante 6 meses, tras lo que se exiliaría voluntariamente a Francia.

Tras la marcha del monarca y la proclamación de la República, volvió a Salamanca y se presentó a las primeras elecciones republicanas, saliendo elegido concejal, proclamando él mismo la República desde el balcón del ayuntamiento de Salamanca el 14 de abril de 1931. En ese cargo duró sólo dos años, por sus duras críticas a las decisiones del gobierno republicano y a la actuación de los políticos principales.

Fue tal su desazón con las actuaciones de los políticos republicanos, que tras la victoria del Frente Popular en 1936, hizo un acercamiento a la Falange, ya que la única solución que veía para España, era un nuevo cambio ideológico que embridara la situación, apoyando a los rebeldes en el levantamiento de julio de 1936. Luego, tras un pequeño lapso de tiempo tras la guerra civil, murió desencantado también de la actuación de los nacionales.

La generación del 27 emergió con plenitud durante el período republicano: Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Miguel Hernández, García Lorca, y Ramón J. Sénder entre otros…

La crisis económica, la radicalización de la izquierda, y la negativa de la patronal a las reformas, condujeron a fuertes enfrentamientos entre huelguistas y la Guardia Civil, recurriendo las fuerzas conservadoras al entonces tradicional método -y quizá único posible o no- de resolver este tipo de situaciones: la insurrección militar.

El proyecto de Estatuto catalán fue presentado a las Cortes Constituyentes españolas por el presidente de la Generalitat Francesc Macià. El Estatuto respondía a un modelo federal de Estado y rebasaba en competencias a lo que se había aprobado en la nueva Constitución -España era un Estado integral no federal-, por lo que hubo que adaptarlo al modelo de Estado aprobado por la Constitución.

Azaña, por entonces presidente del Consejo de Ministros, dio el máximo impulso al proyecto del Estatuto catalán, aprovechando la nueva ola de republicanismo que produjo la fallida sublevación militar del general Sanjurjo el 10 de agosto de 1932, que llevó al convencimiento -errado- a muchos políticos y militares republicanos, de que el peligro de las conspiraciones militares había pasado y de que la aceptación de la república como régimen establecido era definitiva. Azaña hizo un “memorable” discurso en el Congreso de Diputados en defensa del Estatuto, con escaso o casi nulo contenido en materia financiera, educativa y sanitaria, aunque manifestó que contenía los pilares de una nueva Cataluña.

Al fin, fue aprobado el 9 de septiembre de 1932, siendo firmado por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora el día 15 de septiembre en San Sebastián.

Pese al fracaso de Sanjurjo, el gobierno republicano-socialista sufría un claro desgaste. La CNT y los diferentes sectores obreros organizaban constantes huelgas y disturbios violentos: una de las provincias donde se produjeron bastantes disturbios protagonizados por campesinos afiliados a la CNT fue la de Cádiz. El 10 de enero de 1933 se produjo un enfrentamiento en Casas Viejas entre una compañía de guardias de asalto y unos anarquistas, que además de cortar la línea telefónica, habían atacado armados con escopetas y pistolas el cuartel de la Guardia Civil, donde el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos (el primero moriría al día siguiente y el segundo dos días después).

Al llegar una compañía de guardias de asalto, fueron informados de que los responsables del ataque al puesto de la guardia civil eran familia de un carbonero de 72 años llamado “seisdedos”.  Marcharon hacia su casa siendo recibidos con fuego intenso; el capitán dio la orden de responder al fuego, y tras no conseguir rendir a los que disparaban, ordenó incendiar la casa: murieron “seisdedos”, sus dos hijos, su yerno y su nuera. La única superviviente fue la nieta de “seisdedos”, conocida como “la Libertaria”.

El escándalo que siguió a lo que se denominó “masacre de Casas Viejas”, llevó al gobierno a tomar la decisión de convocar elecciones. Era noviembre de 1933 y para estas fechas, la derecha ya se había reorganizado, presentándose tres nuevos -además de los ya existentes- grupos políticos a los comicios. El presidente del Gobierno Diego Martínez Barrios propuso al presidente de la República Niceto Alcalá Zamora la disolución del Parlamento y la celebración de elecciones generales. La primera vuelta de estas elecciones se celebró el 19 de noviembre y la segunda el 3 de diciembre de 1933.

Estas elecciones, en las que votaron las mujeres, fueron ganadas por la derecha y centro derecha con 5.190.887 votos, por PRESENTARSE EN COALICIÓN -no como en la actualidad-.

El centro derecha y el centro obtuvieron una VICTORIA arrolladora con 170 diputados: PARTIDO REPUBLICANO RADICAL -PRR- de Lerroux, 102, Partido Republicano Conservador, 17, LLIGA CATALANA, 24, PNV, 11, liberal-demócratas, 9, progresistas, 3 y Partido Republicano Gallego, 6. Con los 30 diputados del Partido Agrario, llegaron a los 200.

Los grandes perdedores fueron los republicanos de izquierda y los socialistas, que se presentaron divididos: 2.820.139 votos y menos de un centenar de diputados, de los que 59 fueron del PSOE.

El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora encomendó la formación de gobierno a Alejandro Lerroux, aunque no era del partido más votado, quien formó el gabinete sólo con miembros de su partido el PRR, siendo apoyado por la CEDA en el Parlamento, con el compromiso de iniciar una política de rectificación de las reformas del bienio 1931-1933, paralizándose así las reformas iniciadas anteriormente relativas al ámbito militar, de educación y de relaciones con la Iglesia.

La situación en Europa era de crisis económica internacional generalizada y de crecimiento de los extremismos políticos, con Hitler nombrado canciller imperial en 1933 y Führer en 1934, y la consolidación de la dictadura de Stalin en la URSS a partir de 1925. La lucha política se radicalizó en nuestro país, y España se polarizó entre las “derechas” y las “izquierdas” alejadas del centro.

Música: Princesa. Vals instrumental de Juan F. Maglio.1931.

To be continued in part 2.