Viaje a Egipto. Parte 14.

Madrugamos ese día, aunque menos que los que optaron por hacer el trayecto Asuán-Abu Simbel y vuelta en vehículo, ya que la duración de la ida era de 3 horas y otras tantas de vuelta; la distancia es de alrededor de 240 km.

Optamos por la alternativa del avión, más cara, pero al margen de la ligera espera en los aeropuertos, el vuelo duró solo 30 minutos y otros tantos de regreso.

También en algunos viajes, ofrecen ese desplazamiento en barco -no en nuestro caso- por el lago Nasser, ya que la orilla del lago está cerca de los templos de Abu Simbel.

Los Templos de Abu Simbel constituyen una de las joyas más importantes de Egipto; un enorme santuario dedicado al faraón Ramsés II y a Nefertari -su esposa-, que ha conseguido que el nombre de este faraón y quizá con menor intensidad, su esposa, perdure más de 3.000 años. Aunque el Templo de Ramsés es el más conocido de Abu Simbel, el complejo está compuesto por varios edificios consagrados al culto a los antiguos dioses y faraones.

Debido a la construcción de la Presa Alta de Asuán, se tuvo que trasladar el templo piedra a piedra, a un lugar seguro para impedir que se sumergiese para siempre bajo el agua del Nilo. La reconstrucción fue minuciosa hasta el último detalle, y se respetó fielmente el diseño original del templo. Sin embargo, debido al ligero cambio de posición de los Templos respecto al Sol, o quizá al desplazamiento de la inclinación del Trópico de Cáncer en más de 3.000 años, el fenómeno solar de Abu Simbel se retrasó un día, como se verá más adelante.

Abu Simbel era un complejo formado por dos templos excavados en la roca, construidos por orden de Ramsés II (1279-1213 a.C.) para conmemorar la victoria en la batalla de Qadesh en el año 1274 a.C. sobre el Imperio hitita gobernado por Muwalli II, a orillas del río Oronte cerca de la frontera de Siria con Líbano, victoria reivindicada con la misma intensidad por los hititas.

Los Templos de Abu Simbel fueron ordenados construir en Nubia. El templo dedicado a Ramsés II es el mayor del complejo y el menor se dedicó a Nefertari, su primera esposa, siendo el único templo del Antiguo Egipto dedicado a la esposa de un faraón. Ambos se encuentran situados en la margen izquierda del Nilo, al sur del actual Egipto, muy cerca de la frontera con Sudán, aunque como veremos más adelante no siempre estuvieron ubicados en este lugar.

La construcción de los templos duró cerca de 20 años y su propósito fue impresionar a los nubios, así como reforzar la influencia de la religión de los faraones en aquella región, propósitos que se cumplieron hasta el declive de la civilización egipcia, cuando los templos fueron olvidados y la arena del desierto fue enterrándolos lentamente.

Más de 3.000 años después de su construcción, en 1813, el arqueólogo Ludwig Burchardt los halló cubiertos casi completamente por arena. A su vuelta a Europa, compartió su descubrimiento con Giovanni Belzoni, volviendo en 1815 con la intención de acceder y excavar la zona.

El templo de Ramsés, con sus cuatro colosos guardando la entrada, estaba tan enterrado, que Belzoni, tuvo que volverse para obtener financiación y medios para poder llevar a cabo la excavación, volviendo en 1817. Consiguió excavar un acceso al templo de Ramsés, llevándose todos los objetos de valor que fue capaz de transportar, algo habitual en los exploradores europeos de la época, por no especificar más.

Emplazamiento original del templo de Ramsés II, a orillas del Nilo, en una imagen de primera mitad del s XX.

La impredecible alternancia del nivel de las crecidas y sequías en el Nilo llevaba a la pérdida de cosechas enteras y la consiguiente hambruna de la población, por lo que los ingleses que gobernaban en esa época el país, consideraron necesaria la construcción de una presa que regulara el nivel de las inundaciones.

La construcción de esta presa en Asuán, fue iniciada por los británicos en 1899 y se concluyó en 1902. El diseño inicial, poco ambicioso, pronto se mostró insuficiente, por lo que se procedió a aumentar su altura en 1912 y de nuevo en 1933. Cuando la presa estuvo a punto de desbordarse en 1946, se pensó que, en lugar de aumentar su altura por tercera vez, se debía construir una presa mucho mayor, ocho kilómetros río arriba –Presa Alta-, que además de ayudar a controlar las crecidas, suministrara energía eléctrica a buena parte del país, que carecía de ella. La presa existente hasta entonces, desde la construcción de la nueva, sería denominada Presa Baja.

El problema era que esa construcción, crearía un enorme lago –Nasser– que sumergiría bajo sus aguas muchos de los tesoros del antiguo Egipto, entre ellos los fabulosos templos de Abu Simbel.

Para salvar los monumentos localizados al sur de la presa, una coalición de arqueólogos, técnicos y expertos de 22 países abanderados por la UNESCO, comenzó a trabajar en la forma de rescatarlos.

Una de las ideas primeras propuestas fue dejar los templos donde estaban, construyendo una presa alrededor de ellos, que contuviera el agua filtrada manteniéndola a la misma altura que la superficie del agua del río Nilo; los visitantes podrían ver los templos desde unas galerías situadas a distintas profundidades. El proyecto llegó a ser redactado, aunque no tardó en ser rechazado; hubo otras propuestas: quizá la más descabellada fue la de levantar todo el complejo sobre un conjunto de cabrias, pero todas ellas fueron desestimadas.

Finalmente, la decisión fue la de mover desde su lugar inicial, el mayor número de templos posible, a lugares donde la inundación no llegara.

Se procedió a desmontar pieza por pieza algunos de los templos más importantes, para volver a montarlos en nuevos emplazamientos: los templos de Kalabsha, Kertassi y Bel el-Vali fueron trasladados a una isla en las cercanías de la presa. El conjunto de santuarios de la isla de Philae fueron trasladados a la isla de Agilkia. Otros templos, fueron regalados a otros países como signo de agradecimiento del gobierno egipcio por la ayuda prestada. Los menos importantes acabaron sumergidos, a la espera de que se desarrolle una tecnología que permita su rescate.

Nasser regaló los templos de Ellesiya, Dendur, Taffa y Debod  que fue dado a la España de Franco, trasladado piedra a piedra y exhibido en Madrid desde principios de los años 70 del siglo XX.

Templo de Debod en Madrid.

Los templos de Abu Simbel, como se ha dicho, fueron reubicados; en junio de 1963 se tomó la decisión definitiva: cortar los templos en grandes bloques de una veintena de toneladas cada uno, elevándolos hasta un nivel resguardado de las aguas del lago formado por la presa, y reconstruirlos con todo cuidado, de manera que tuviesen una situación lo más parecida posible a la original. Así, después de treinta y tres siglos, se volvía a trabajar para mayor gloria de Ramsés II y Nefertari.

Su movimiento se inició en 1964 y costó la suma de 36 millones de dólares de la época. Entre 1964 y 1968, los templos se desmantelaron para volver a ser reconstruidos en una zona 60 metros más alta y a unos 200 metros de su ubicación original.

El desmantelamiento empezó con los bloques superiores de las fachadas junto con los bloques de piedra de los techos de los templos, y terminó con los bloques de las partes bajas. La colocación de los bloques fue realizada en orden inverso. En cualquier caso, solo una pequeña cantidad de bloques pudieron ser llevados desde el antiguo emplazamiento al nuevo de forma directa. La mayoría tuvieron que ser almacenados durante largos periodos en áreas especialmente preparadas para ello.

El periodo de almacenaje ofreció la oportunidad de poder restaurarlos antes de ser colocados en su emplazamiento definitivo. Se tuvo que realizar un túnel de acero que penetrara en el interior de los templos en su ubicación primera, y que permitió el acceso a los mismos durante el desmantelamiento de las fachadas.

Para descargar los templos de las pesadas toneladas de roca que había sobre ellos -ya se dijo que fueron excavados en la roca-, se realizaron cúpulas de hormigón que permitieron disminuir la cantidad de roca necesaria. La cúpula del templo de Ramsés II, tiene unos sesenta metros de envergadura y veinticinco de alto, convirtiéndose, en aquel momento, en la mayor bóveda portante de la época.

Cúpula de hormigón del templo de Ramsés II.

Emplazamiento actual de los templos

Fenómeno solar

En la ubicación original, la perfecta orientación de Abu Simbel, hacía, que dos veces al año, con precisión matemática, los rayos del sol penetraran en el templo hasta el santuario situado en lo más profundo, iluminando las estatuas de AmónRa, y Ramsés –Ramsés se quería mostrar como un dios más, quedando sólo la cara del dios Ptah en penumbra, de forma intencionada, ya que era el dios de la oscuridad. Las fechas en las que este fenómeno tenían lugar eran el 21 de febrero, fecha del nacimiento de Ramsés II, y el 21 octubre, fecha de su coronación.

Este fenómeno fue tenido en cuenta por los ingenieros en su traslado, aunque quizá debido al cambio de posición de los Templos respecto al Sol, o al desplazamiento de la inclinación del Trópico de Cáncer en más de 3.000 años, o a ambos, estas penetraciones lumínicas, se han desplazado un día, acercándose ambas al solsticio de invierno, por lo que el fenómeno sucede el 22 de octubre y el 20 de febrero -60 días antes y 60 días después del solsticio, respectivamente-. Hoy, el sol sigue conmemorando la gloria del gran faraón, pero con el retraso de un día.

To be continued in  last part 15.