El alma, el espíritu y la mente. El yo perdido.
Durante muchos años fui persona de claras convicciones y opiniones -muchas veces, seguro que demasiadas– rotundas.
Siguiendo relativamente firme en mis convicciones, cada día que pasa, me parecen más aceptables todas las posiciones y formas de pensar, por lejos que estén de la mía. Es decir paso a aceptar que las cosas no sean casi nunca, ni lo blancas ni lo negras que a mí me parecen o me gustaría –creo que es una medida de autoprotección de mi yo–, posiblemente, para no tener que rechazar tantas cosas que me pudieran desagradar o herir. El alma o la mente se autocorrigen o evolucionan, para evitar frecuentes acciones de rechazo o desprecio como me hubiera sucedido antaño.
Me está traicionando la mayoría absoluta de mis neuronas –que la tuve–, de mi yo, de mi alma o de mi espíritu? Iré cada día más, hacia una minoría absoluta creciente, de cara a mis juicios y opiniones? La edad va llevando a esa minoría? Será otro tipo de evolución de mi alma, de mi espíritu, o de mi mente? Se irá haciendo el sistema neuronal menos firme? Las neuronas son cada vez más permisivas o engañadas por sí mismas? Semi vacías? Las que van quedando languidecen? Me voy yendo poco a poco?
Para saber que ocurre, quizá debiera saber en primer lugar, qué son y dónde residen el espíritu o el yo, la mente y el alma, para después intentar analizar su evolución.
Decía San Agustín de Hipona –no olvidar que vivió en el siglo IV– que las potencias del alma son:
MEMORIA, ENTENDIMIENTO Y VOLUNTAD.
Memoria…pasado: lo que el hombre recuerda (menos mi amigo JAV, de edad provecta aunque menor que la mía, que sigue acordándose de todo).
Entendimiento…presente: lo que el hombre entiende.
Voluntad…futuro…previsión: lo que el hombre hará.
Platón admitía tres poderes del alma, e incluso que había tres almas: el intelecto, los afectos nobles y los apetitos o pasiones.
Para Aristóteles, el alma era una, pero dotada de cinco grupos de facultades: la vegetativa para el desarrollo de la vida orgánica, la del apetito o tendencia hacia algo, la de percepción sensorial, la facultad de locomoción y la razón.
Los escolásticos siguieron la teoría aristotélica, pensando que cuerpo y alma van unidos en una substancia completa, siendo el alma la parte sustancial, el principio vital.
Y así fueron siendo los pensamientos de los filósofos, pero sin definir ninguno con precisión que es el alma y en qué lugar reside.
Básicamente, hay dos teorías al respecto de la composición del ser humano, la de los Tricomitas, que creen que el ser humano está compuesto de tres partes: espíritu, alma y cuerpo y la de los Dicomitas que creen que el ser humano consta de dos partes: alma/espíritu y cuerpo, en donde espíritu y alma, son lo mismo.
Veamos algunas definiciones de alma y espíritu de diferentes filósofos, que son bastante similares:
Alma
–El principio vital en los seres humanos, acreditado con facultades de pensamiento, acción y emoción y a menudo concebido como una entidad inmaterial.
–La naturaleza espiritual de los seres humanos; se piensa que es inmortal, y que se separa del cuerpo en la muerte, siendo susceptible de la felicidad o miseria en un estado futuro.
–El espíritu sin cuerpo de los seres humanos muertos; una sombra…
Espíritu
–La parte principal o fuerza animadora de los seres vivientes. Conciencia incorporal…
–El alma, considerada como lo que sale del cuerpo cuando la persona muere.
–La parte del ser humano asociada con la mente, voluntad y sentimientos. La naturaleza esencial de una persona o grupo.
Los Dicotomitas señalan que existen solamente dos versos en la Biblia que se pudieran utilizar para respaldar una posición Tricotomita (Hebreos 4:12 y I Tesalonicenses 5:23).
Hebreos 412: porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Tesalonicenses 523: y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Los Dicotomitas piensan que ambas referencias son solamente una forma de escribir para referirse al todo del ser humano, y no necesariamente para establecer una diferencia entre el alma y el espíritu.
Un estudio de la forma en que se usan las palabras “alma” y espíritu” en la Biblia, nos demuestra que las características del alma y del espíritu también son aparentemente idénticas y que tienen las mismas capacidades, por lo que es probable que sean una referencia a la misma cosa.
Y qué acerca del alma y la mente?
En versículos de Marcos12:30 y Lucas10:27, se señala lo que dijo Jesús: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Sin embargo, si se considera que alma y espíritu se refieren a una misma cosa –aunque pudieran no ser exactamente lo mismo–, algunos filósofos importantes, optan por no considerar tampoco la diferenciación entre alma y mente, ya que entonces el hombre podría ser cuatripartito : cuerpo, alma, espíritu y mente, teoría desechada por la mayoría. Es decir alma, espíritu -yo- y mente, sin ser lo mismo, pueden referirse a la misma cosa, resultando muy difícil llegar a concluir la diferencia entre espíritu -yo-, alma y mente.
San Agustín trató de llegar a una conclusión al respecto y no pudo. Si una mente tan importante como la de San Agustín no pudo resolver esto, no me sentiré yo mal por no poder hacerlo.
Espíritu se es y alma se tiene, dicen los Rosacruces.
Y donde se sitúan el alma/espíritu/mente?
Esta cuestión fue principal desde el principio de los tiempos: averiguar dónde se situaba el alma, como paso previo a posteriores análisis.
Desde los tiempos en que tenemos información, se pensaba que el alma residía en el corazón. En el antiguo Egipto, los sacerdotes extraían el cerebro de los cadáveres cuando preparaban el viaje al más allá después de la muerte, y sin embargo dejaban intacto el corazón porque creían que allí residía el espíritu o alma, y que este órgano era el fundamento de la vida. Aristóteles también pensaba que el corazón constituía el centro de la vida y que el alma o espíritu residía en él.
En esta búsqueda interminable del tesoro humano –el alma– los científicos llegaron al corazón sufriendo una gran desilusión al descubrir que sólo era un músculo, imprescindible para la vida, pero un músculo al fin y al cabo.
El corazón, como residencia del alma o espíritu, fue un concepto muy poderoso durante siglos. En la Edad Media creían que cada persona tenía tres almas: una en el hígado y otra en el corazón, siendo la tercera el alma racional, el alma cristiana, que no estaba en ningún lugar concreto porque era un alma inmaterial. Así que el corazón siguió considerándose como un órgano central en lo relativo al alma. Recordemos frases como “te abro mi corazón”, “se me rompe el corazón”, “con el corazón en la mano”, todas ellas pueden ser herencia de esa idea secular.
Llegamos a los primeros grandes científicos, en el siglo XVII, que comenzaron a pensar que esta teoría era incierta y que el alma podía residir en el cerebro.
Algunos animales ni siquiera se reconocen a sí mismos frente a un espejo. Otros, como los monos, igual que nosotros, se reconocen y tienen conciencia de sí mismos. Los seres humanos, a diferencia de los demás animales, tenemos entendimiento imaginativo -más tarde entendimiento-, voluntad y memoria que eran las tres potencias del alma, según el pensamiento antiguo.
Hasta mediados del siglo XVII, el alma era un principio inmortal e inmaterial que pensaba, sentía y regía el cuerpo, mientras que el cerebro, por el contrario, era considerado una glándula de aspecto desagradable y de aparente inutilidad. Thomas Willis (1621-1675), junto a un grupo de sabios, inaugurando la era de las neuronas, en la que nos encontramos hoy, pensaron que cerebro, mente y quizá espíritu sean conceptos inseparables.
Hoy se puede afirmar que el cerebro es el soporte físico a través del cual se realizan las funciones de la mente, y se mueven y se expresan, los múltiples grados y estadios de conciencia.
La mente es la capacidad de pensar y organizar esos pensamientos, razonar, concebir y racionalizar ideas, interrelacionarlas, y ver más allá de los sentimientos.
La conciencia –mucho más extensa que la mente–, es una propiedad del espíritu humano, que constituye el amplio campo de acción en el que se mueve la mente, y en ese espacio, además de la mente, pueden actuar también las emociones, la imaginación, las percepciones, las expresiones y las experiencias. Es un campo de acción que puede llegar a límites inmensos, aunque apoyado siempre en la materia. La conciencia es la que permite un conocimiento reflexivo de nosotros mismos, de nuestras aptitudes y posibilidades. Descubre el mundo exterior, permitiéndole o no, entrar en nosotros y en nuestra subjetividad.
Si la mente contiene el entendimiento que es una potencia del alma, la conciencia es el alma misma. El cerebro, la mente y la conciencia están unidos, como lo está la materia a la idea y al espíritu, o con otras palabras, la materia a la energía y al alma.
También se debe relacionar la mente con las otras potencias o facultades, como la voluntad y la memoria. Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia mayores opciones en múltiples ámbitos, proporcionándonos la utilización de la memoria para la sabiduría, como la jurisprudencia al derecho, ampliando sus posibilidades de forma inimaginable. La mente no sólo es entendimiento y conocimiento, sino también capacidad para entender y conocer.
En el cerebro están las bases, pero es la mente la que abre puertas hacia los conocimientos, y un paso más allá, haciendo uso de la inteligencia, convierte los conocimientos en sabiduría, en experiencia vital.
Los paleontólogos aseguran que la idea del alma es un concepto tardío respecto a otras ideas, como la necesidad de fabricar herramientas, pero es una idea -que aunque tardía- absolutamente persistente, que además se estudia con gran intensidad, intentando desbrozar todos sus secretos, desde que se estableció conceptualmente.
La idea del alma ha evolucionado con el hombre y se ha sometido a las leyes que conforman nuestros conceptos, y sobre esa idea aplicamos nuestras previsiones e imaginaciones con el deseo de entender a los demás, y a la naturaleza, pudiendo haber sido éste, el origen de la necesidad permanente de la reflexión sobre el concepto de alma.
Willis estudió con detalle la estructura cerebral y propuso una nueva concepción de la mente, en la que pensamientos y emociones eran tormentas de átomos en el cerebro, es decir, algo físico. Propuso entonces que los trastornos mentales, como la depresión u otros, podrían ser curados con preparados farmacéuticos capaces de restablecer el equilibrio en el fluido nervioso. Hoy forman parte de nuestra cultura los fármacos contra la ansiedad o la depresión, o cualquier otra enfermedad de la mente, del espíritu o del alma con las que habitualmente acostumbramos a vivir.
Willis con su revolucionaria teoría, fue el primero que señaló que todo –alma/espíritu y mente– están en el cerebro. Afirmó que la memoria, la capacidad de aprendizaje, los movimientos, la razón y las emociones, eran en una consecuencia de tormentas de átomos en el cerebro. Su opinión como puede verse, es que algunas de las potencias del alma clásicas, como el entendimiento y la memoria dependen de la actividad cerebral. Pudiera también creerse que la voluntad depende de la actividad cerebral.
Nuestra mente es lo que somos: recuerdos, emociones y experiencias que están en el cerebro fijadas en sus millones de neuronas y las uniones entre ellas.
Willis señaló a la posibilidad de curar enfermedades mentales mediante procesos químicos, convencido plenamente de que los fármacos y las manipulaciones físicas podían curar ese tipo de enfermedades. Sería el origen de la futura neurofarmacología. Por ejemplo, explicaba que un ataque epiléptico podía estar causado por un descontrol químico. Se trataba de una manera de razonar muy distinta a la que imperaba hasta entonces, cuando la teoría era entonces, que los epilépticos estaban poseídos por el demonio.
En el caso de la melancolía –que actualmente llamaríamos depresión– que hasta mediado el siglo XVII se trataba con la astrología, actuando sobre los humores definidos por Galeno y con rezos a Dios, Willis ya recetaba una especie de líquido confeccionado por él, señalando que modificaría la química del cerebro, señalando que este tratamiento eliminaba los elementos responsables de la melancolía: la sal y el sulfuro de la sangre.
En realidad, es lo que se hace hoy cuando alguien toma un medicamento para desajustes del comportamiento, tomándolo con la convicción de que esa sustancia química modificará los elementos negativos de su funcionamiento cerebral. Por ejemplo, si bebemos vino -una sustancia química-, nuestro cerebro modifica notablemente sus capacidades de atención, de rapidez, de percepción, y, por tanto, se modifica también nuestro carácter. El aserto final parece ser, que con sustancias químicas para nuestro cerebro, se puede modificar el comportamiento del modo que deseamos.
Con Sigmund Freud se impuso el psicoanálisis y se abandonó el uso de fármacos para tratar las enfermedades mentales. El resurgimiento de fármacos se produce después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se empieza a usar torazina y otros compuestos químicos para mejorar las dolencias de la mente. Los científicos descubrieron que este tipo de fármacos podían modificar la concentración de los neurotransmisores.
La fluoxetina, se utiliza actualmente para tratar la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo. Cuando salió al mercado en 1990, representó una revolución en la psicofarmacia por sus bajos efectos secundarios. No creando adicción, la fluoxetina actúa sobre el sistema nervioso central y concretamente, sobre los niveles de serotonina. Se cree que la depresión es un desequilibrio en los niveles de este neurotransmisor, de modo que un bajo nivel de serotonina entre las neuronas provoca la depresión. La fluoxetina evita que las células del cuerpo capten serotonina, haciendo que la cantidad de ésta entre las neuronas sea mayor.
Actualmente existen drogas para una gran cantidad de trastornos de la mente. Las que sirven para levantar el ánimo, mejorar la memoria –otra de las potencias del alma modificables–, para controlar la hiperactividad, la indolencia, la atención, el sueño…
El alma ya se ha razonado que está en el cerebro. ¿Cómo se siente el alma entre neuronas?
Ya hemos visto que el cerebro es física y química, y las consecuencias de esos procesos físico-químicos son las ideas. Entre estas ideas, siempre ha estado con fuerza una pregunta entre los seres humanos: ¿hay y se mantiene algo “vivo” después de la muerte? El hombre ha admitido el carácter inevitable de la muerte, y que sus átomos físicos mueran, pero no quiere admitir que todo concluya ahí: ¿el yo/alma/mente/espíritu es también componente cerebral? ¿Es también material físico o químico? ¿El yo puede desaparecer del cerebro?
Desde la época de Willis hasta nuestros días, los conceptos mente, cerebro y alma han cambiado mucho y se ha avanzado muchísimo en los estudios anatómicos, neurológicos y fisiológicos. En aquella época, prácticamente no había métodos de localización cerebral y todo lo que se podía hacer era postular hipótesis. En la actualidad, se van localizando áreas cerebrales con funciones precisas y con muchísima exactitud, utilizando fundamentalmente métodos de estimulación eléctrica -y en algunos casos, magnética- para identificar áreas cerebrales concretas…Se pueden observar los cambios cerebrales y su impacto en el comportamiento o en el yo.
Es decir, puede apreciarse cuando se observan las dolencias cerebrales degenerativas, que el yo vaya cambiando…¿Es que puede cambiar el alma? Una persona puede transformarse completamente si sufre una demencia senil o Alzheimer, pudiendo no parecer el mismo ser, ni pudiendo a veces apenas recordar su yo anterior. De hecho, se pueden observar cambios físicos en el cerebro de estas personas, que a su vez han modificado sus comportamientos; recuerdo como anécdota, que mi madre -q.e.p.d.- que había sido siempre de no gustarle nada más que el té de entre las infusiones, detestaba el azúcar, la coca cola y las patatas chips, cuando empezó a perder su yo, solo le gustaba el café con 3 bolsas de azúcar, devoraba las las patatas y casi perdía la cabeza -ya del todo- por las coca colas…
El yo es un concepto muy importante en nuestra cultura y la simple idea de que el yo pudiera desaparecer, causaría auténticas desazones. Nuestra idea del yo es mucho más profunda que el simple reconocimiento de uno mismo. ¿A qué categoría pertenece la idea del yo? ¿Es simplemente una convicción que hemos generado? ¿Es una idea imaginativa que supone que hay algo más que redes neuronales y neurotransmisores? ¿Cómo surgió esta idea del yo?
El cerebro actúa de un modo distinto al habitual cuando pensamos en nosotros mismos. Se ha estudiado desde una perspectiva neurológica, a través de gammagrafías cerebrales, y hay ciertas regiones cerebrales que parecen coordinar un tipo especial de pensamiento al pensar en nosotros mismos .
Puede ser que el yo sea la manera especial que tiene el cerebro de identificar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos. El yo puede entenderse como un proceso o una organización cerebral. Al menos, así es como los científicos empiezan a considerarlo, y cuando se altera esta organización o proceso, empiezan los problemas del yo. Es entonces cuando la persona ya no se parece a lo que era, porque no puede retomar su memoria autobiográfica. Simplemente, la persona no recuerda quién es. Quizá la manera de regular las emociones al pensar en uno mismo, también cambie, y por tanto emocionalmente se parezca, o sea, ya otro ser. En cualquier caso, y como sugirió Einstein, la conciencia y el cerebro siguen siendo el gran misterio de la Humanidad.
Los neurólogos se enfrentan a la paradoja de tener que estudiar el cerebro, analizarlo y comprenderlo, a través de su propio cerebro. La herramienta de análisis es al mismo tiempo el objeto de lo que se analiza. Quizá por ello se haya comenzado la tarea de sistematizar el estudio aplicando métodos científicos.
El cerebro es capaz de crear una máquina que lo supere ya que parece que la inteligencia artificial tiene ganada la batalla al intelecto en aspectos tales como razonamiento lógico, cálculo e incluso la capacidad de aprender de experiencias del pasado y poder anticipar sucesos futuros. Algunos científicos opinan que en algún momento, estos cerebros artificiales, podrán ayudarnos a conocer como funciona nuestra propia inteligencia, nuestro yo y claro entonces, el comportamiento del alma.
¿Quizá sea posible, en un futuro próximo, mantener alguna de las potencias del alma con cerebros artificiales? Para nuestra memoria, el mantenimiento de nuestra voluntad, e incluso el entendimiento tendríamos nuestra cloud privada conectada al cerebro. También sin duda, sería posible razonar en nuestra parcela artificial hasta ciertos límites. De lo que sí existen dudas, es de la posibilidad del funcionamiento artificial de la conciencia, pero todo podría llegar.
Sin duda, la principal capacidad del cerebro es la de razonar, analizar y extraer conclusiones, lo que permite alterar nuestra conducta en el futuro y comprender la pasada. Sin embargo, los científicos han demostrado de “aquella manera“, que ni el pensamiento racional está exento de un cierto nivel intuitivo, ni el pensamiento pasional esté exento de nivel de raciocinio .
Es decir, los elementos que influyen a la hora de adoptar un juicio son diversos, debiendo el cerebro actuar como aglutinante de todos ellos, llevando a cabo una decisión. Se ha demostrado que las decisiones intuitivas, inmediatas, resultan en muchas ocasiones más acertadas que aquéllas que surgen fruto de la reflexión. La explicación está en una serie de pautas y patrones cognitivos fruto de nuestra experiencia cotidiana que nos ahorran multitud de procesos reflexivos. Como input para el error es que estas decisiones intuitivas puedan aferrarse a errores pasados y supongan la base de muchos de nuestros prejuicios.
También ya es conocida la capacidad del cerebro para engañarse. El cerebro no refleja la realidad tal y como es, sino que se articula en función de conocimientos previos, y vivencias, de manera que la visión que nos ofrezca sea razonable para nosotros, aunque no necesariamente verdadera. Es decir, el cerebro no necesita la verdad, sino su verdad. Así ocurre especialmente en el caso de los recuerdos, cuya fiabilidad no es excesiva, y cada cual recuerda lo que quiere y como quiere, pero también ocurre con la interpretación de imágenes confusas, de hechos y actitudes. En definitiva, el cerebro crea su propio mundo y actúa en función de esa imagen.
Sin embargo a veces, las alteraciones del cerebro pueden ser voluntarias: hablamos de la posibilidad de que terceras personas puedan condicionar nuestra forma de pensar y de actuar. Pensemos en los “lavados de cerebro” de laboratorio -de efectos tremendos-, y aunque no fueran con elementos físicos o químicos, y con efecto más limitado, lavados de cerebro lights de política, religión, deportes, música, moda…, parecen condicionar de tal modo a determinadas personas, que cada vez más, cualquier rastro de pensamiento individual está más allá de toda expectativa.
Cuando observamos a alguien que padece la enfermedad de Alzheimer u otro tipo de daño cerebral, realmente puede verse cómo el yo de esa persona va desapareciendo o al menos modificándose: se modifica paulatinamente a medida que el cerebro se va destruyendo y que el , simplemente, se va deshaciendo como un azucarillo. Personas que parecen otras -mayor agresividad, ningún recuerdo vivido, desapego de los seres antaño queridos…-; por su nuevo comportamiento, a veces pudieran parecer incluso nadie. Observando ese proceso, es cuando se podría pensar, que tras una muerte repentina, el alma o el yo se vaya a otro lugar, como a través de un desagüe.
Vamos perdiendo las potencias del alma cuando en el cerebro van degenerando las neuronas…nuestro yo, se va deshaciendo parcialmente, y pudiera llegar un punto de persona con vida física y con su yo disuelto totalmente, sólo con el funcionamiento de su verdad -sólo suya-, sin memoria, ni entendimiento, ni voluntad. No se debe sufrir si llega el caso a nuestros seres queridos: ellos ya no son ellos. El yo de algunos de nuestros seres cercanos mayores y naturalmente el nuestro, debido a las degeneraciones neuronales, puede irse yendo poco a poco por el desagüe de lo aún desconocido.
Ahora entiendo como mi cerebro, y por consiguiente mi yo, evolucionan, iba a decir negativamente, pero corregiré, hacia los valores que me van correspondiendo por la edad, con menores dimensiones en las potencias del alma que antaño: !menos memoria, la voluntad languideciendo y el entendimiento menos vivaz!