EL SALÓN DEL PRADO. Parte 1. CIBELES.

Lo que hoy se conoce como el Salón del Prado fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo del Abroñigal (también llamado de la Castellana). Esta vaguada fue uno de los prados del Común o concejiles de la Villa desde la Edad Media y se componía de dos partes: el prado de San Jerónimo, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, y el prado de Atocha, desde el punto anterior hasta la plaza y puerta de Atocha. Es decir, el Salón del Prado es la zona que hoy comprende el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Atocha.

Plaza de Atocha.

Hasta la segunda mitad del siglo XVIII fue zona rural, cuando  el Conde de Aranda –valido de de Carlos III–, encargó a José de Hermosilla construir un paseo, que inicialmente se realizó en el prado de San Jerónimo, en 1767, en un extremo la diosa Cibeles, en otro el dios Neptuno , y en el centro Apolo.

Fue una de las reformas más importantes del Rey Alcalde en Madrid, ya que supuso la creación del primer tramo de lo que sería el eje viario más importante de la capital, prolongándose hasta Atocha –después de 1941, glorieta del emperador Carlos V– también como Paseo del Prado y en sentido contrario como Paseo de Recoletos de escasos 500 metros, que debe su nombre a un convento de agustinos recoletos que existía en el trazado, y que llega hasta la plaza de Colón, siendo la alameda o jardín público más antiguo de Madrid.

Carlos III no se conformó con la apertura del Salón,  y quiso que se embelleciera con magníficos edificios neoclásicos –Museo de Ciencias Naturales (hoy Museo del Prado), el Jardín Botánico con sus cuatro fuentes, el Observatorio Astronómico y la Fuente de la Alcachofa en Atocha–, símbolos de la Ilustración, además de zona para solaz y disfrute de los madrileños.

El Salón del Prado fue el límite oeste del palacio del Buen Retiro, conjunto arquitectónico de grandes dimensiones que el valido Conde Duque de Olivares regaló a su rey Felipe IV, para segunda residencia y recreo, siendo diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel, y cuyos escasos vestigios y magníficos jardines, conforman hoy el Parque del Retiro.

Inicialmente, la diosa Cibeles fue la diosa de la Madre Tierra, de la agricultura y de la fertilidad, adorada en Frigia -Anatolia-, desde el neolítico. Equivalente a Gea, también Madre Tierra –diosa primordial-, la que nació por sí misma después de Caos y antes de Eros, y que ella sola  engendró a Urano –el cielo- y después se unió con él para engendrar juntos a  los seis titanes (varones) –el menor Cronos– y  las seis titánides (hembras), entre ellas Rea, su equivalente minoica que se unió a Cronos y engendró entre otros a Zeus –al único que no engulló su padre-.

220px-tetradrachm_smyrna_160-150_obverse_cdm_paris

Diosa Cibeles.

Cibeles fue la personificación de la fértil tierra, diosa de las fortalezas, de las cavernas y montañas, de las murallas –corona amurallada–, de la Naturaleza y de los animales. Su equivalente romana fue Magna Mater –la Gran Madre– y es diosa de la vida, de la muerte y de la resurrección. Su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, fue Atis.

Con el establecimiento de los galos en Frigia del este, el culto a Cibeles, la diosa de la Madre Tierra, se extendió entre los habitantes de la región.

Representada habitualmente con vestimentas frigias y una corona con forma de muralla, montando un carro que simboliza la superioridad de la madre Naturaleza, a la que naturalmente se subordinan los poderosos leones que tiran del mismo. Tiene y lleva las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra. En alguna representación aparece sentada en un trono custodiado por los leones.

La leyenda, relatada por Ovidio en Las Metamorfosis (X, versículos  570-704), nos cuenta como HIPÓMENES, enamorado de ATLANTA, gran atleta –compañera de Artemisa, diosa de la caza–, intentó seducirla con todos los registros a su alcance: con confianza, con amabilidad, con indulgencia, con cautela, con y sin firmeza…, pero su voluntad se estrelló una y otra vez contra la obcecación de ella. Exigía – era una gran atleta y cazadora– ser ganada en una carrera por quien  quisiera obtener su mano. Ante la imposibilidad de vencer a Atalanta en buena lid, dadas sus cualidades atléticas, Hipómenes aconsejado por su amiga Afrodita –diosa del amor– dejó caer al suelo unas manzanas de oro durante la carrera, que atrajeron la atención de Atalanta, deteniéndose a recogerlas, por lo que perdió la prueba. El mito concluye con la unión de los amantes dentro de un recinto sagrado dedicado a la diosa Cibeles, la cual se enfureció por este hecho y como castigo pidió a Zeus, que le permitiera convertirlos en leones, condenados a tirar de su carro eternamente, deseo que naturalmente Zeus, aceptó.

guido-reni-hipomenes-y-atalanta

Guido Reni. Hipómenes y Atalanta. 1618-1619.  206 x 297 cm. Óleo sobre lienzo.  Museo del Prado. Madrid.

Esta diosa fue honrada en todo el mundo antiguo. El centro para su culto estaba en el Monte Dindymon en Pesinunte –Pessinus–, donde cayó el Betilo –piedra sagrada–, cúbico y negro, denominado Kubele  que da origen al nombre de la diosa.

Según el mito frigio, Zeus depositó su semen mientras dormía en el monte Dnídymon, en Frigia, naciendo de ahí una criatura hermafrodita que fue castrada por los dio­ses. Así fue creada la diosa Cibeles. De sus genitales nació un almendro cuyo fruto fue llevado al vientre de la ninfa Nana, que tuvo un hijo al que abandonó nada más nacer. El joven, Atis, que así fue llamado el hijo de Cibeles y Nana, fue criado por una cabra y se convirtió en un joven muy hermoso. Cibeles se enamoró de su hijo y cuando se disponía a hacer planes para hacerlo suyo, descubrió que Atis planeaba unirse a la ninfa Sagaritis. Cibeles perdió sólo los nervios, pero hizo perder la cabeza a Atis para que se auto castrara como castigo por intentar engañarla.

atis-2 atis

Atis.

Hay varias versiones sobre el final de este mito: alguna contempla que Atis murió al castrarse convirtiéndose en un pino, otras que fue enterrado en Pessinus y resucitado por Cibeles y otra que vivió como sacerdote eunuco de la diosa. Todas las versiones contemplan el tema de la muerte y la resurrección.

En 204 a.C -malos tiempos para Roma- durante la segunda guerra púnica, los romanos, obedeciendo a una profecía de los libros sibilinos, y del Oráculo de Delfos, que apuntaba que Roma sólo podría vencer si adoraba a la «Gran Madre», enviaron misiones a Pessinus con objeto de llevar a Roma la piedra sagrada. La llevaron, e inicialmente se colocó en el templo de La Victoria en el suroeste del Monte Palatino dentro del Pomoerium, a la espera de la finalización en la construcción de su propio templo que  fue consagrado el 9 de abril de 191 a.C.

El culto a Cibeles en Roma fue objeto de un fiel seguimiento hasta el final del período republicano que terminó con el nombramiento como emperador de Octavio Cesar Augusto, hijo/sobrino de Julio Cesar, 27 a.C. Los ciudadanos romanos no podían  participar en el sacerdocio y sus rituales, pero sí participaban en el festival de la diosa. La diosa estaba representada por una escultura en el templo y los sacerdotes castrados –galli– llevaban a cabo los servicios religiosos. La auto castración a la que se sometían estos sacerdotes extranjeros en el día de la sangre, era un homenaje a Atis, amado de Cibeles. En las celebraciones, los sacerdotes sacaban a la diosa en procesión, sacrificaban toros (taurobolio) y bebían su sangre y enterraban un pino en honor a Atis. Días después, se clavaban cuchillos en los brazos y rociaban el altar con su sangre en un estado de éxtasis. El último día se celebraba la resurrección de Atis, mientras se paseaba la estatua de la diosa en procesión.

El culto a la diosa fue traído a Iberia por los romanos tras expulsar a los cartagineses y se mantuvo hasta el siglo V, cuando los diferentes invasores bárbaros trajeron sus propios dioses y  después se convirtieron al cristianismo.

Durante el reinado de Carlos III en España, que es cuando más se embelleció Madrid, y con el estilo neoclásico imperante, se construyeron entre otras obras, la fuente de Cibeles y la de Neptuno, mirándose las deidades entre ellas, y en medio,  la estatua de Apolo en lo que era el prado de San Jerónimo, parte del Salón del Prado.

Los escultores y arquitectos de la fuente de Cibeles son: Francisco Gutiérrez (figura de la diosa y el carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño del arquitecto Ventura Rodríguez. La fuente está hecha con mármol toledano de Montesclaros y el resto en piedra de Redueña localidad madrileña cerca de la sierra de La Cabrera.

images-1

Fue colocada inicialmente en el Salón del Prado, mirando a Neptuno en 1782 (se tardó cinco años en su construcción) junto a la finca el Altillo de Buenavista donde se estaba comenzando a levantar, con el patrocinio de la casa de Alba el palacio de Buenavista, que no terminaría de construirse hasta 1802 y que durante el corto reinado de José Bonaparte se convertiría en Museo de arte, antecedente del Prado.

palacio-bellavista

Palacio de Buenavista.

A finales del siglo XIX, siendo alcalde de Madrid Alberto Bosch, se produjo una remodelación que dejó la plaza casi como la conocemos hoy. En 1891 se inauguró el edificio del Banco de España, y cuatro años después se ensanchó la plaza y se le dio forma circular para facilitar el tráfico de carruajes.

Fue en 1895, cuando se llevó al centro de la plaza la fuente con la diosa Cibeles, esta vez mirando hacia la Puerta del Sol –se supone que con visión de futuro para no ver ni de reojo a los habitantes del Ayuntamiento actual–. Hasta entonces venía llamándose Plaza de Madrid y tras la reforma pasó a denominarse Plaza de Castelar. Fue en los primeros años del siglo XX cuando acabó de definirse la plaza con la construcción del palacio de Linares en 1900 y la del palacio de Comunicaciones (hoy palacio de Cibeles) en 1919, uno de los símbolos de la ciudad de Madrid.

palacio-de-correos-alcalduia-de-madrid palacio-de-linares banco-espana

Debido a que, pese a que la plaza tuvo diferentes nombres, los ciudadanos la llamaban siempre por el nombre de la diosa que se halla en su centro, así  el Ayuntamiento decidió cambiarlo, y desde 1941 su denominación oficial es Plaza de Cibeles.

Está representada con la cabeza coronada de torres con un cetro en la mano y las llaves que dan acceso a las riquezas (aunque  en Madrid dicen que son las llaves de la ciudad),  y va montada en un carro tirado por leones -Atalanta e Hipómenes-. En la parte trasera de la diosa están representados los amorcillos, que son unos niños apolos que ayudaban a Cibeles a ocultar a Cronos los llantos de Zeus –Rea le dio a tragar a Cronos todos los hijos que nacían de ambos a  petición de Cronos excepto  el último, Zeus, dándole en esta ocasión una piedra envuelta en trapos–. Los amorcillos fueron añadidos posteriormente a la instalación primera.

obra-del-mes-cibeles2

Necesita una buena limpieza por qué con tanta champion…es un sin vivir.

To be continued Part 2: Neptuno.