La Pasión en el Arte; desde Getsemaní a la sepultura de Cristo en el Gólgota.

El arte ha dedicado incontables obras a Jesús y sobre todo a su pasión y muerte. Aquí tratamos de acompañar con algunas pinturas, los momentos más señalados de su Pasión.

Jesús llegó con los discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo“. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como quieras tú” (Mt 26, 36-39). Jesús señaló a Pedro diciéndole que antes que cantara el gallo, le negaría tres veces.

Este pasaje ha sido relatado en numerosísimas obras de arte, de las que señalamos algunas.

La oración en el huerto. Giulio Cesare Procaccini. 1615-1620. Óleo sobre lienzo. 216 x 147cm. Museo del Prado. Madrid.

Procaccini señala en su obra, como en el Huerto un ángel conforta a Jesús, mientras Pedro, Juan y Santiago -estos dos últimos hijos de Zebedeo y Salomé-, duermen a su alrededor.

Cristo con rostro agitado -contrastando con el de serenidad del ángel-, solicita al Padre que aparte de él la agonía que le aguarda, ante la atenta  mirada del ángel que alza su mano derecha hacia la divinidad. Las dos figuras están envueltas en una luz poderosa que aviva los colores de sus vestiduras blancas, verdes, rojas y azules, con distribución del óleo, aparentemente espatulado, característico de su pintura y de la escuela lombarda que encarna dentro del barroco italiano. El resto de la pintura está en penumbra como corresponde al momento solar que representa, excepto la gloria azulada y rosácea que aparece detrás del ángel.

En este sentido, y cada uno con las especiales características de las escuelas a las que pertenece, y de sus estilos propios, podemos apreciar algunos de las innumerables obras que relatan este suceso bíblico.

 

La oración en el huerto. Tiziano Vecellio di Gregorio, Tiziano. 1562. Óleo sobre lienzo. 176 x 136 cm. Museo del Prado. Madrid.

La oración en el huerto. Discípulo de la escuela de Giorgio Vasari. 1er tercio siglo XVII. Óleo sobre tabla. 119 x 153,5 cm. Museo del Prado. Madrid.

 

La oración en el huerto. Doménikos Theotokópoulos, El Greco. 1590. Óleo sobre lienzo. 102 x 131 cm. National Gallery. Londres.

Jesús en el huerto de Getsemaní. Andrea Vaccaro. 1660. Óleo sobre lienzo. 174,5 x 125 cm. Abadía de Montserrat. Provincia de Barcelona.

Cristo en el Monte de los Olivos. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 154 x 222 cm. Bode Museum. Isla de los Museos. Berlín.

Estaba Jesús orando en el huerto de Getsemaní cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran tropel de gente con espadas y palos enviados por el sumo sacerdote y por los ancianos del pueblo judío.

El que iba a entregar a Jesús, les había dado esta señal: «Al que yo bese, ése es: prendedlo». Y enseguida se acercó a Jesús y le dijo: –Salve, Rabbí– y le besó. Jesús le dijo, ¡Haz lo que has venido a hacer! Entonces, se acercaron, cogieron a Jesús y lo apresaron. De pronto, uno de los que estaban con Jesús desenvainó un alfanje, e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja.

Jesús dijo: -Pedro vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que recurren a la espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Entonces, ¿Cómo se van a cumplir las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así? En aquel momento le dijo Jesús a la gente¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendisteis.

Boceto para El prendimiento de Cristo. Francisco de GOYA y Lucientes. 1798. Óleo sobre lienzo. 40,2 x 23,1 cm. Museo del Prado. Madrid.

La Captura o El prendimiento de Jesús. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 133,5 x 169,5 cm. Galería Nacional de Arte de Irlanda. Dublín.

Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron -Pedro le negó la primera vez-, siendo trasladado Jesús en primer lugar a casa de Anás que había sido sumo sacerdote con anterioridad y era yerno del actual presidente del Sanedrín, Caifás, porque su casa estaba en el mismo camino que la de Caifás, pero más cerca.

Pedro negó a Jesús por segunda vez en la casa de Anás, el cual interrogó a Jesús, siendo abofeteado duramente por un esclavo durante su estancia en esa casa, por contestar -según el esclavo- de forma poco adecuada a Anás.

Jesús en casa de Anás. José de Madrazo y Aguado. 1803. Óleo sobre lienzo. 176 x 226 cm. Museo del Prado. Madrid.

Cristo ante Anás. Duccio di Buoninsegna. 1308-1311. Témpera sobre madera. 99 x 53,5 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.

Después fue trasladado a la casa del sumo sacerdote Caifás, en donde Pedro negó a Jesús por tercera vez -cantó el gallo- y Caifás se rasgó las vestiduras de indignación, quitándose el problema de encima, enviando a Jesús a casa del gobernador Pilato.

Jesús había predicho que Pedro le negaría con reiteración, señalando que lo haría tres veces antes de que el gallo cantara a la mañana siguiente. Pedro después de la tercera negación, escuchó el canto del gallo y recordó lo dicho por Jesús mientras le miraba, y el negaba lo que anunciaba el maestro por creerlo imposible. Pedro entonces lloró amargamente.

Negación de Pedro. Rembrandt Harmenszoon van Rijn. 1660. Óleo sobre lienzo. 154 x 169 cm. Rijksmuseum. Amsterdam.

 

Negación de Pedro. Gerard Seghers. 1620-1625. Óleo sobre lienzo. 157,5 x 227,3 cm. Museo de Arte de Carolina del Norte. Raleigh.

 

Cristo ante Caifás. Mathias Stomer. 1630. Óleo sobre lienzo.  89 x 142,2 cm. Milwaukee Art Museum. Milwaukee.

Improperios en la casa de Caifás; parte del políptico de Isabel la Católica. Juan de Flandes. 1496-1504. Óleo sobre madera.  25,8 x 20,4 cm. Galería de las Colecciones Reales Madrid.

Al llegar a casa de Pilato, hubo una primera entrevista privada. Pilato, al conocer que Jesús era galileo mandó trasladarlo al palacio de Herodes, ya que era asunto de su jurisdicción.

Jesús ante Pilato. Primer Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo.  168 x 286 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.

Jesús en la obra va vestido con una sencilla túnica y se encuentra con serena dignidad frente a Poncio Pilato que está sentado en una plataforma elevada. La presencia de Pilato transmite autoridad al mismo tiempo que cierta curiosidad y quizá desasosiego, mientras que la actitud tranquila e inquebrantable de Jesús insinúa su fuerza interior.

La composición está cuidadosamente organizada, con las figuras dispuestas en una formación triangular que atrae la atención hacia el drama central. Los tonos apagados y el hábil uso de la luz crean una atmósfera sombría y triste, que enfatiza la gravedad de la situación.

Herodes, viendo a Jesús se alegró, porque hacía tiempo que deseaba conocerlo personalmente; había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna cosa especial, como un milagro de los que decían hacía con habitualidad. Le hizo muchas preguntas pero Jesús nada respondió, mientras los principales sacerdotes y escribas le acusaban con vehemencia. Entonces Herodes, hizo que sus soldados le menospreciaran y vistieran con ropas que ridiculizaban su posición de Rey de los Judíos, devolviéndoselo a Pilato.

Jesús en la corte de Herodes. Duccio di Buoninsegna. 1308-131o. Temple sobre madera. 50 x 57 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.

Llevado nuevamente ante la presencia de Poncio Pilato –segundo encuentro-, el gobernador sin saber muy bien que hacer, fue impulsado por los ancianos judíos para que Jesús fuera juzgado y condenado, acusándolo de pretender ser el Rey de los Judíos, afirmación que debería ser considerada traición al tratarse de un desafío directo a las autoridades romanas.

 

Jesús ante Pilato. Segundo Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo.  277 x 157 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.

Pilato declaró tres veces su creencia en la inocencia de Jesús, hasta puso en el tablero la posible liberación de un malvado forajido llamado Barrabás a cambio de Jesús, para inclinar la balanza a favor de este último.

Los ancianos y el pueblo pidieron la liberación de Barrabás y entonces Pilato se lavó las manos y mandó primero azotar, y más tarde crucificar a Jesús, lo que la soldadesca -motu proprio- acompañó con la coronación, escupitajos y la imposición del manto.

Aquí comienza lo que la historiografía ha denominado Ecce Homo “He aquí el hombre”, traducción que en la Vulgata latina se dio al pasaje del Evangelio de san Juan (19:5); se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato cuando presentó a Jesús a la muchedumbre hostil, a la que dejó el destino final de Cristo –él se lavó las manos-.

Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

La escena sucedió tras la flagelación de Cristo atado a una columna y ser coronado con espinas.

ECCE HOMO. Antonio Ciseri. 1871. Óleo sobre lienzo.  360 x 292 cm. Galería de Arte Moderno. Florencia.

ECCE HOMO. Tiziano. 1543. Óleo sobre lienzo.  242 x 361 cm. Kunsthistorishes Museum. Viena.

En el arte cristiano se denomina Ecce Homo a una tipología de representaciones de Jesús en la que aparece tal como se describe en este pasaje evangélico, con o sin los demás personajes. Cristo aparecerá semidesnudo y atado, con una caña en las manos o no, que representa un cetro, con el manto regio y la corona de espinas.

Por fin llegamos a la exposición de varios ECCE HOMO -el último es el encontrado recientemente de Caravaggio y expuesto en el Prado tras comprobar su autoría- para terminar con una obra del insigne artista con su obra El entierro de Cristo.

ECCE HOMO. Tiziano. 1547. Óleo sobre pizarra. 69 x 56 cm. Museo del Prado. Madrid.

 

ECCE HOMO. José de RiberaLo Spagnoletto -. 1634. Óleo sobre lienzo.  97 x 81 cm. Academia de Bellas Artes de san Fernando. Madrid.

ECCE HOMO. Peter Paul Rubens. 1612. Óleo sobre lienzo.  125,7 x 96,5 cm. Museo del Hermitage. San Petersburgo.

ECCE HOMO. Bartolomé Esteban Murillo. 1660. Óleo sobre lienzo.  52 x 41 cm. Museo del Prado. Madrid.

  

ECCE HOMO. Juan de Juanes. Alrededor de 1570. Óleo sobre tabla.  86,4 x 58,5 cm. Museo de Bellas artes de Valencia.

 

ECCE HOMO. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 128 x 103 cm. Palazzo Bianco. Génova.

 

ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.

Aquí, la figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– y parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o acompañándola, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o de miedo.

Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.

Tras estos sucesos, Jesús fue conducido a la crucifixión y posterior descendimiento y entierro.

 Cristo Crucificado. Alonso Cano. Circa 1645. Óleo sobre lienzo. 220 x 126 cm. Museo del Prado. Madrid.

 

Santo Entierro. Caravaggio. 1602-1604. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.

Música: Requiem de Mozart – Lacrimosa – Karl Böhm – Sinfónica de Viena.