Categoría: El abuelo cebolleta

ETRURIA, ROMA y LOS NUMERALES DE ALGUNOS RELOJES. Parte 3.

Una vez recorridas de puntillas la numeración etrusca y su herencia, la romana, podemos preguntarnos, porqué monumentales relojes fabricados hace algunos siglos, muchas veces en la Edad Moderna e incluso en la Contemporánea, utilizan símbolos de la numeración etrusca para señalar alguna hora.Read More

ETRURIA, ROMA Y LOS NUMERALES DE ALGUNOS RELOJES: Parte 2.

Volviendo a la herencia romana de los números, parece que los numerales etruscos venían de muescas, marcas o rayas que se tallaban en varas y huesos para llevar las cuentas de los rebaños por los pastores. En la numeración etrusca, cada marca simple era una raya I, cada quinta muesca se representaba con una doble muesca ⋀ y cada décima muesca era un tache -X-: IIIIΛIIIIXIIIIΛIIIIXII…. Esto dio origen a un sistema aditivo: un ocho sobre una vara de cuentas eran ocho marcas –IIIIΛIII- que se pudieron abreviar en ΛIII ya que la existencia de Λ implicaba las cuatro muescas anteriores. Un dieciocho era IIIIΛIIIIXIIIIΛIII, lo que se podía abreviar con X para las 10 primeras, y así era XΛIII.Read More

MADRID; SALÓN DEL PRADO: Cibeles, Neptuno y Apolo.

Lo que hoy se conoce como el Salón del Prado fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo del Abroñigal (también llamado de la Castellana). Esta vaguada era uno de los prados del común o concejiles de la Villa de Madrid desde la Edad Media, y se componía de dos partes: el prado de San Jerónimo, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, y el prado de Atocha, desde el punto anterior hasta la plaza y puerta de Atocha. Es decir, el Salón del Prado es la zona que hoy comprende el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Atocha.Read More

UN SIMPLE TUTORIAL PRE VACACIONAL: Las cosas simples.

LAS COSAS SIMPLES para millenials y de la generación Z, son menos simples que para los que no llegamos a nacer ni en la Baby Boom.  sino al final de la generación SILENCIOSA.

TUTORIAL DE AURICULARES  bluetooth  para cuando no se es millennial ni de la generación z.

Durante la pandemia, la vida se nos ha ido llenando de dolorosas ausencias -por covid o no-, que en algún caso, han sido más llevaderas por las nuevas presencias, aunque no por sustitución, sino por las alegrías que generan, que hacen momentáneamente más llevaderos los recuerdos dolorosos. Esto es igual para mayores que para jóvenes, si la educación y los valores, nos hacen querer a nuestros semejantes.Read More

LA PROCLAMACIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA CATALANA Y COMO SE DISOLVIÓ EN TRES DÍAS. Parte 3.

Esquerra Republicana de Cataluña acababa de ser creada el mes anterior. La nueva formación que ganó las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 fue el resultado del acuerdo de la Confererència d’Esquerres, que tuvo lugar entre el 17 y el 20 de marzo en Barcelona –Sants– en el que confluyeron el Partit Republicà Català de Lluís Companys, L’Opinió de Joan Lluhí, y el Estat Català de Francesc Macià y Aiguadé Miró.Read More

Siguió el siglo XX, y en 1931 se proclamó la Segunda República, primero en Vigo, Eibar, Valencia y Cataluña, y por fin y después, en España. Parte 2.

La Restauración  borbónica había llevado consigo una profunda centralización administrativa y legal. Al desaparecer, saltaron los agazapados nacionalismos periféricos: los catalanes con su revolución burguesa y su identidad cultural eternas, y los vascos*, que deseaban dibujar un futuro más confortable tras la pérdida de los Fueros en la última guerra carlista. Aparecieron los partidos nacionalistas: el Partido Nacionalista Vasco (PNV), la Liga de Cataluña y la Unión Catalanista.Read More

Ambiente histórico en España caminando hacia la proclamación de la Segunda República catalana. Parte 1.

Continuemos con la historia de las autoproclamaciones de república en Cataluña, aunque ésta también -la 3ª-, de insignificante duración. Ya narradas la de 1643 -de 7 días-, el intento que quedó en aborto de 1873 -con orden de disolución del ejército regular de Cataluña incluida- y ahora la de 1931, coincidente con la proclamación de la Primera República española en 1931.

El pronunciamiento del general Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874 en Sagunto puso fin a la Primera República, dando paso al período conocido como Restauración de la monarquía borbónica, con la aprobación por las Cortes de una nueva Constitución en 1876.Read More

TRIBUNALES DE HONOR.

Me sorprendí un día respondiendo a la pregunta de un nieto, de ¿cuántos días faltan para mi cumpleaños abuelo?, con un siete y la loca, cuando en realidad faltaban ocho. Recordé entonces, como los cadetes de la Academia General Militar, utilizábamos ese especial sistema contable cuando se acercaban el fin de curso, las vacaciones de Navidad o un buen permiso. Yo no recordaba el porqué, pero un amigo, razonando, llegó a la conclusión de que lo que se contaban eran los toques de diana que faltaban para que comenzara esa libertad medida, y la loca se denominaba a la diana del día D, por el alborozo con el que se respondía al toque de corneta a la hora de levantarnos, al pensar en la próxima marcha hacia unos días de asueto.Read More

Vagos y antiguos recuerdos de parte de mi vida. Parte 3.

En diciembre de 1975, días después de la muerte del Jefe del Estado Francisco Franco, y como parte de la Operación Golondrina, embarcó la Bandera en el transporte Aragón que nos llevaría a Cádiz, en donde disfrutamos durante una noche de buenos placeres, los del yantar y beber en dos magníficos bares que había –quizá aún estén- en la Alameda Alpodaca, el Anteojo y el Telescopio -vino blanco frío de Barbadillo y ostras en demasía-, y los demás disfrutes por La Viña y El Mentidero, marchando al poco tiempo a Alcalá de Henares en ferrocarril.

Al llegar a Alcalá, fui reclamado por el jefe de la II BPAC para regresar a la 9ª compañía y volver al mando de la SADA –sección avanzada de desembarco aéreo-, es decir, regresar a mi destino, noticia a la que no podía dar asenso, y que me extrañó sobremanera, después de las lindezas con las que me hubo despedido ese mismo jefe de la BPAC -con  gran fatuidad- antes de mi marcha al Sáhara, al que dibujé en el momento de la presentación a mí regreso una sonrisa impostada, tremolando mi altivez. Tarde, comprendí, que el sofocón que me llevé en su día al despedirme para incorporarme al Sáhara, no tenía mucho sentido, por considerar que los militares somos proclives a la grandilocuencia, tanto en las lisonjas o felicitaciones como en las reconvenciones o llamadas al orden, la mayor parte de las cuales casi nunca llevan  ni llegan a nada, ni las unas, ni las otras, pero que pueden ser utilizadas con eficacia como estímulos o reconducción de actitudes.

Me reincorporé enseguida a mi querida sección, en la que continué unos meses hasta el ascenso a capitán. Encontré a sus componentes con un cierto grado de relajación operativa y para el cumplimiento de órdenes, y también con problemas de mala relación entre sus integrantes, cada uno por su lado, nada cohesionados -esa pequeña unidad pienso que necesita una especial unión entre sus componentes, al igual que en otras unidades de misiones especiales-, todo, probablemente derivado de la ausencia de mando durante unos meses.

Me pareció forma adecuada de unirlos, someterlos a profunda presión disciplinar, que les permitiera aunarse en el sentir común contra alguien molesto y difícil, que ellos interpretaron acertadamente que era yo.

Como en general no me ha preocupado demasiado en ninguna de mis dos profesiones la complacencia ni la adoración de mis subordinados, preferí que me temieran a que me adoraran, si el temor hacia mí, pudiera facilitar la buena cohesión y operatividad, y la adoración pudiera conducir al desorden. En esa joven fase de mi vida, decidí como técnica de mando, que primero es vencer y luego convencer, que para lo segundo ya habrá tiempo. Todo funcionó como lo planeado y la SADA volvió al carril.

Ascendí a capitán a principios de 1976, quedando agregado a la II Bandera,  pudiendo en ese período realizar mi primer HALO -acronym for high altitude, low opening-, curso, del que además de la irrepetibles veintena de saltos de más de 8.000 o 9.000 metros de caída libre, guardo un gratísimo recuerdo de otro de la saga de los Álvarez Veloso, José María –q.e.p.d.-, capitán de artillería, que hizo –como todo en lo que intervenía- que tanto los saltos como las actividades lúdicas posteriores de los saltadores españoles y de los americanos, fueran una gloria.

También durante el tiempo de agregación tuve la oportunidad de mandar el grupo de manualistas franceses y españoles –más de 90- que operamos durante una Galia –maniobra conjunta hispano francesa que se realiza cada dos años en España, y en los años de vano de maniobra en España, se realiza en Francia, con la denominación de Iberia.

Del salto de esa Galia, recuerdo una anécdota, que contada desde la silla y el aire acondicionado, puede provocar una sonrisa, pero me lo hizo pasar regular. Llevábamos una mochila con 30 kgs de peso con medios de subsistencia y combate para 7 días. El salto se realizó en caída libre, claro, a 11.000 pies AGL –above ground level-, de noche, y visibilidad 00, siendo aún los tiempos de exclusividad de los paracaídas EFA 656 11 y algún Papillón suelto. Organizamos el lanzamiento en 7 Caribous y 6 D/Zs distintas, saltando en cada D/Z un pequeño grupo de cada avión, distribuidos de manera tal, que tras el reagrupamiento en el suelo quedaran las unidades organizadas como se estimaba necesario para la operación. Yo me quedé para la última D/Z por ser la más próxima al centro de la zona de acción.

La primera misión era la de revisar la zona para intentar localizar a los que actuaban como enemigos, y con esa información, trasladada al mando propio, se prepararía al amanecer de tres días después, la defensa y señalización de 3 D/Zs en las que se realizaría el desembarco aéreo de la GU.

Tras  salir  yo del avión y bajar unos segundos en caída libre, noté un tirón rotundo y a continuación un contrapeso que tiraba de mí, sin saber hacia, ni desde dónde lo hacía. Intenté ver el altímetro, pero con los desplazamientos a toda velocidad para todos lados, me fue imposible ver la altura, así que tras unos segundos de sufrimiento decidí tirar de la anilla. A los pocos segundos noté aliviado que caía verticalmente y sujeto por el paracaídas, y pude comprobar como el mochilón colgaba unos metros debajo de mí, atado a la cuerda que utilizábamos para la suelta de la carga antes de llegar al suelo. Miré el altímetro y estaba a 2.200 metros, notando que me daba algo de brisa en la cara, lo que me hacía suponer que el paracaídas se había colocado a favor de viento. De tanto en cuanto, giraba 180 grados para ir en contra de la dirección del mismo, descendiendo así un buen rato.

De repente y ya intuyendo el suelo, oí como la mochila -unos metros debajo de mí- impactó con algo que me sonó a agua. Efectivamente y horrorizado, vi que mis pies entraban en agua. La campana me cayó encima y el agua me cubría, pero entonces me impulsé con los pies en el suelo y al impulsarme hacia arriba –y entre manojos de nervios totales- vi cómo lograba que el casco, los ojos y la nariz sobresalieran un poco del agua, debajo de la campana. Tomé aire, me hundí, liberé el paracaídas y  bucee 6 o 7 metros lateralmente, consiguiendo eludir el paño de la campana. Noté que el agua me llegaba entonces a la altura de los hombros y ya más tranquilo, comencé a intentar salir del agua, para más tarde recoger el paracaídas, sacar la ya pesadísima mochila, quitarme el casco y el armamento que me ahogaban y despelotarme, dando gracias a la diosa Fortuna. En esas estaba, cuando oí en plena noche y en la provincia de Segovia, unas lejanas voces que parecían venir del mundo de Leviatán: Amaro, Amaro…, entonces pensé que quizá no todo había salido tan bien como me parecía y era Mefistófeles o alguno de sus amiguetes reclamándome. Tras un buen rato, encontré al que gritaba, que era el pater de servicio en la D/Z, el capitán cura Linares, que era además el capellán de mi Bandera, y agradecí a la Divina Providencia su bondad para conmigo, y al pater la resulta de su buen servicio, que permitió recuperar mi cuerpo, aunque él hubiera preferido recuperar -supongo- además mi alma.

Un par de meses más tarde fui destinado a la IMEC de Barcelona. Entonces Cataluña era una región de España –-ún no existían las Comunidades Autónomas- en la que la vida de los foráneos era muy agradable, los militares muy bien considerados y sus habitantes llenos de seny de la cabeza a los pies. Me casé, nació mi primogénito, al que le puse de nombre Jaime –tal era nuestro bienestar en aquella tierra- y tuve que esperar con anhelo año y medio, conteniendo la melancolía y la nostalgia, hasta volver a la I BPAC, en donde se me dio el mando de la 1ª compañía en 1978.

Ya cansado de tanto recuerdo mío, paro, y algún día cuando descanse, quizá reanude la recuperación de más vagas remembranzas.

Música: tema principal de la película La Misión. Ennio Morricone.