El origen y fin del Universo, la Revolución Científica del siglo XVII y la Fe.

Hace unos días, quedamos para tomar algo un grupo de amigos de los de toda la vida, cosa que repetimos con alguna regularidad, constituyendo para mí, una de las reuniones más agradables a las que asisto.

Ya mediada la tertulia, salió el tema de la fe, Dios, el Universo y otros temas de este calado, al hablar uno de nosotros del libro Dios. La ciencia, Las Pruebas; El albor de una revolución de Michel Yves Bolloré y Oliver Bonnassies, y probablemente, dada nuestra provecta edad, quizá buscando la forma de hacer algún tipo de mérito, aunque sea reflexivo, de cara a la no muy lejana otra vida, que pudiera inquietar a alguno, o no.

A raíz de ahí, dos de nosotros -yo era uno, y el otro un amigo bastante leído- nos enzarzamos en una discusión sobre el origen y fin del Universo (de forma ya insufrible para los demás, ya que lo hacemos habitualmente sobre cualquier asunto), defendiendo yo la falta de demostración empírica de las teorías avanzadas sobre el asunto, y mi oponente dialéctico, su exactitud precisión y veracidad, aunque considerando que son teorías evolutivas, y por tanto cambiantes, aunque sin romper sus consideraciones básicas.

Al empezar a liarnos con las teorías sobre el origen del Universo -sin mentar las del fin-, recordé lo que supuso para el mundo, la Revolución Científica del siglo XVII con el cambio de paradigma, en donde se pasó, de las verdades imaginativas -más que las actuales sobre el Universo-, demostradas entonces imprecisas o directamente erróneas, que fueron ciertas durante muchos siglos y que terminaron con la Escolástica o el Geocentrismo, descubriendo la necesidad de la demostración empírica de las certezas para considerarlas tales.

Así pues, y para centrarme en el asunto, voy a tratar de resumir el cambio paradigmático que supuso la posibilidad de defender fehacientemente las verdades que de forma empírica se comenzaron a demostrar tras la Revolución Científica, y posteriormente, pasaré de puntillas sobre las últimas hipótesis NO DEMOSTRADAS, aunque aceptadas más o menos por unos y otros, sobre el origen y fin del Universo.

La Revolución Científica

Lo que escribo, se ha intentado sustentar en estudios académicos especializados, lo que permite fundamentar las afirmaciones expuestas. La revisión de textos clásicos y de investigaciones recientes, evidencia la continuidad y la transformación de las ideas a lo largo del tiempo, permitiendo comprender la complejidad de un proceso que, sin lugar a dudas, marcó un antes y un después en la historia del conocimiento humano.

En la interpretación del mundo y la naturaleza existían tres importantes tradiciones intelectuales:

El ORGANICISMO que explicaba el universo por analogía con el mundo de los seres vivos, el MAGICISMO, vinculado a las tradiciones pitagórica, neoplatónica, cabalística o hermética, que entendía la naturaleza como una obra de arte cuyas claves misteriosas debían ser desentrañadas a través de las matemáticas vinculadas a los números claves y al esoterismo, y el MECANICISMO que consideraba que el universo funcionaba como un reloj cuya exactitud se regía por leyes matemáticas; esta última sería la predominante entre los protagonistas de la Revolución Científica.

El siglo XVII constituyó una etapa de profundos cambios en el modo de comprender la naturaleza y el universo. Durante este período, se produjo una transformación en la metodología y en los fundamentos del saber, lo cual posibilitó la instauración del método científico como herramienta básica y necesaria para la investigación de la realidad.

La relevancia de la Revolución radicó en la identificación de un cambio paradigmático que, tras muchos años de consolidación del sacralizado pensamiento medieval basado en la autoridad y en la tradición, dio paso a un enfoque empírico y racional, característico de la modernidad.

En primer lugar, se establecerán los antecedentes históricos y culturales que permitieron el surgimiento de la Revolución Científica, analizando después, los factores que impulsaron este proceso, los nuevos métodos de investigación, la influencia de factores aparentemente exógenos a la misma como la situación geográfica en donde se inició, la religión y el lenguaje, las aportaciones de las figuras fundamentales de la época, así como las conclusiones y consecuencias que tuvieron en el ámbito intelectual, social y cultural; se pretende, de este modo, ofrecer un recorrido integral y coherente, que evidencie la trascendencia de la Revolución Científica, destacando su influencia en la configuración del pensamiento contemporáneo y en la consolidación de la ciencia como disciplina autónoma.

Tras la época de la consideración clásica de la teoría aristotélica del mundo sublunar y lunar, el primero situado en la región que estaba situada por debajo de la Luna, constituida por los cuatro elementos propuestos por Empédocles, y el segundo  constituido por el resto de esferas superiores a las que el éter dotaba de inmutabilidad, consideración que se prolongó sacralizada hasta el siglo XVI, comenzó el cambio científico y conceptual con la hipótesis novedosa que propuso Nicolás Copérnico, en 1543, con su obra De revolutionibus orbium coelestium, según la cual, el Sol, y no la Tierra, ocupaba el centro del universo y a su alrededor giraban estrellas y planetas. Copérnico discutió las implicaciones filosóficas de la teoría propuesta, y elaboró un estudio basado en observaciones astronómicas plasmado en elaboraciones geométricas, que permitirían calcular las posiciones pasadas y futuras de las estrellas y planetas.

Es necesario señalar, que la crisis del siglo XVII que, con características similares tuvo lugar en los distintos reinos europeos, en cada país y en cada región, tuvo efectos diferentes. Es decir, no fue homogénea en toda Europa, aunque sí que aumentó las diferencias entre los Estados y entre los sectores económicos y sociales.

El auge económico del norte, facilitó la puesta en marcha de la primera fase de la Revolución Científica, que estuvo enfocada a la recuperación del conocimiento de los antiguos, y que pudiera denominarse de Renacimiento Científico, que pudo llegar a su punto álgido con la publicación de Galileo del ensayo Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo en 1632. La culminación de la Revolución Científica puede considerarse alcanzada con la publicación en 1687 de Philosophiae naturalis principia mathematica de Isaac Newton, que formuló las leyes del movimiento y de la gravitación universal.​ El final del siglo XVII se consideró una época de crisis de la conciencia europea, abriendo la puerta al siglo XVIII, el Siglo de las luces o de la Ilustración, que es cuando se logró la culminación de la Revolución Científica.

El surgimiento de la Revolución Científica no puede considerarse un fenómeno aislado, sino el resultado de una larga serie de procesos históricos y culturales que, a partir del Renacimiento, propiciaron un ambiente adecuado para el cambio. Durante la Edad Media, el conocimiento, se encontraba estrechamente vinculado a la tradición aristotélica y a la doctrina eclesiástica, lo que restringía la posibilidad de innovar y de cuestionar los fundamentos establecidos. Sin embargo, el redescubrimiento de las obras clásicas y el auge del humanismo, abrieron nuevas perspectivas y posibilitaron el pensamiento crítico en todo su valor.

El Renacimiento implicó una revalorización de la antigüedad grecolatina, en la que se rescataron textos y conocimientos que habían sido relegados en el periodo medieval. Este resurgir de la cultura clásica propició el cuestionamiento de muchos dogmas establecidos y estimuló el interés por el estudio empírico de la naturaleza. La invención de la imprenta y la consecuente difusión de los saberes, a partir de ahora más trasnacional, fueron factores determinantes en la transformación del conocimiento, pues permitieron que las ideas innovadoras circularan más rápidamente entre la comunidad intelectual europea. El protestantismo del norte fue un impulso adicional para descubrir nuevos caminos que la Iglesia católica tenía cerrados desde hacía siglos.

Asimismo, el descubrimiento de nuevos mundos y el contacto con culturas ajenas al universo europeo, ampliaron los horizontes culturales, lo que obligó a replantear el entendimiento del mundo, y a cuestionar la visión centralizada y teocéntrica del Universo.

La apertura comercial y el intercambio de conocimientos con otras civilizaciones, contribuyeron además a la consolidación de una mentalidad más abierta y dispuesta a someter las ideas a la experiencia y a la observación directa.

La transición hacia el pensamiento moderno se vio favorecida por la convergencia de la recuperación de las fuentes clásicas con la invención de nuevos instrumentos técnicos de observación, y la consolidación de una actitud crítica frente a la autoridad tradicional. Estas condiciones sentaron las bases de un cambio de paradigma, que culminaría en la formulación del método científico, y en el abandono paulatino de los sistemas de pensamiento medievales.

El análisis de estos antecedentes, demuestra que la Revolución Científica fue creciendo como el resultado de una evolución gradual del conocimiento, en la que convergieron factores culturales, tecnológicos y epistemológicos. El paso de una concepción del universo basada en la fe y en la autoridad, a una visión fundamentada en la razón y en la observación empírica, constituyó sin duda, uno de los hitos más relevantes de la historia intelectual de Occidente.

Al tratar de los factores que impulsaron la Revolución Científica, podrá advertirse que fueron varios los elementos que contribuyeron a la consolidación del cambio epistemológico en el siglo XVII. entre ellos resultaron fundamentales, la ruptura con el pensamiento escolástico, la innovación en la tecnología, la aparición de nuevos métodos de investigación y la transformación del contexto político y social con la religión como parte importante del mismo, y en un ámbito lateral circunscrito al espacio británico y de las Provincias Unidas, señalar que el ambiente del cambio político británico, con  la República y el Protectorado de Cromwell y el parlamentarismo, al igual que el de las Provincias Unidas con su independencia, fueron un perfecto caldo de cultivo para el desarrollo de la Revolución Científica y del pensamiento político, con la publicación de las obras de Hobbes, Milton, Harrington u otros.

La rigidez del sistema escolástico, que había dominado la interpretación del mundo durante siglos, se vio confrontada por el resurgir de las ideas renacentistas. La imposibilidad de explicar ciertos fenómenos naturales mediante las doctrinas heredadas, impulsó a la búsqueda de nuevas explicaciones basadas en la observación directa y en el razonamiento lógico. La insatisfacción con las respuestas tradicionales, impulsó la formulación de hipótesis, que, sometidas a la comprobación empírica, señalaron el camino hacia una nueva vía para el conocimiento.

Las innovaciones tecnológicas desempeñaron un papel decisivo en el proceso revolucionario. La invención y el perfeccionamiento de instrumentos como el Telescopio (Galileo Galilei, 1609) que permitió las observaciones astronómicas que refutaron el geocentrismo, el Microscopio (Antonie van Leeuwenhoek, finales del siglo XVII) que facilitó el estudio de microorganismos y células, revolucionando la biología, el Barómetro (Evangelista Torricelli, 1643), fundamental para la comprensión de la presión atmosférica, el Termómetro (Galileo y posteriormente Fahrenheit y Celsius), que mejoró la medición precisa de la temperatura, la Regla de cálculo (Edmund Gunter, 1620), herramienta matemática para cálculos logarítmicos, el Reloj de péndulo (Christiaan Huygens, 1656), crucial para la  astronomía y la navegación, la Imprenta mejorada (siglo XV, Gutenberg), que permitió la difusión de libros científicos, las Tablas Astronómicas mejoradas (Johannes Kepler) que predecían los movimientos planetarios con precisión, apoyando el heliocentrismo, y tantos otros descubrimientos, posibilitaron la observación de aspectos del Universo que hasta entonces se encontraban fuera del alcance de la percepción humana. La utilización de estos aparatos permitió, por ejemplo, la identificación de Júpiter o la revelación de la complejidad estructural de organismos vivos, lo que cuestionó las nociones previamente aceptadas sobre el cosmos y la naturaleza. La precisión de estas nuevas herramientas, evidenció la necesidad de revisar los modelos explicativos tradicionales y de desarrollar teorías fundamentadas en datos observables y contrastados.

Estos avances no solo facilitaron descubrimientos en astronomía, física y biología, sino que también transformaron la forma en que se producía y validaba el conocimiento en general.

La aparición y evolución de nuevos métodos de investigación fueron en realidad la auténtica revolución de este periodo, que condujo a la consolidación del método científico. Pensadores como Francis Bacon –Novum Organum (1620)- propusieron la importancia de la experimentación y la inducción para v sobre el funcionamiento del mundo; la sistematización de la observación, la formulación de hipótesis y la verificación a través de experimentos controlados, permitieron que el conocimiento se construyera de forma progresiva y acumulativa, en contraposición a la mera recepción de saberes dictados por la autoridad de textos antiguos o de la concepción político/religiosa. Este método, se convirtió en la piedra angular de la ciencia moderna, estableciendo un criterio de objetividad y rigor que se extendió a lo largo de los siglos.

Junto a la corriente de renovación científica empirista de Galileo -nacida en Inglaterra-, Locke, o Kepler, surgió la racionalista de Descartes -tendencia continental-. Se pasaba de la escolástica medieval, basada en la autoridad de los textos antiguos de Aristóteles o Ptolomeo, al razonamiento deductivo y a una metodología empírica y experimental. En el siglo XVII, pensadores como Galileo Galilei señalaron la importancia de la observación empírica y el experimento controlado como base para el conocimiento.

Descartes y el racionalismo defendían que la geometría era el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía, asegurando que solo mediante la razón se podían descubrir ciertas verdades universales, sin embargo, los empiristas, introdujeron la experimentación sistemática y el uso de instrumentos para validar hipótesis, sin despreciar lo proporcionado por la razón.

René Descartes, en Discurso del método (1637), promovió el método cartesiano, basado en la duda metódica y el uso de las matemáticas para describir la naturaleza.

Isaac Newton, sintetizó en su obra en 1687, las leyes del movimiento y la gravitación universal, usando un método matemático riguroso.

El método científico en definitiva fue una combinación de observación, experimentación y modelización matemática.

El contexto político y social de la época -en continua transformación-, también favoreció el avance del pensamiento científico; el fortalecimiento de los Estados y el aumento de la riqueza y la centralización del poder, sobre todo en el norte europeo, facilitaron el patrocinio de investigaciones y el establecimiento de Academias y Sociedades Científicas, ya que las Universidades en general, fueron refractarias a las nuevas teorías, y exceptuando algunos casos como el de Newton o Galileo, no permitieron tener espacios científicos para la investigación.

El mecenazgo, tanto por parte de la nobleza como de los monarcas, permitió que los investigadores contaran con los recursos necesarios para desarrollar sus estudios. De igual forma, la gradual secularización de la sociedad propició un ambiente menos restrictivo y hostil para la exploración intelectual, lo que contribuyó a la emancipación de la ciencia de las limitaciones impuestas por la doctrina religiosa.

Es necesario aquí, tratar el tema de la religión y las luchas derivadas de la Reforma protestante y la Contrarreforma católica, ya que la Revolución Científica se desarrolló en un contexto de profundos cambios religiosos y políticos. El Concilio de Trento (1545-1563), convocado por la Iglesia Católica en respuesta a la Reforma de Lutero, tuvo un impacto significativo en la ciencia, tanto limitándola como estimulándola en ciertos aspectos.

También, es necesario estudiar el cambio de liderazgo económico del Mediterráneo a Las Provincias Unidas e Inglaterra, ya que fue otro factor básico de la Revolución Científica que comenzó en estos territorios.

El Concilio de Trento reafirmó la autoridad de la Iglesia en la interpretación de la Biblia y la teología, lo que tuvo varias consecuencias para el desarrollo científico, limitándolo mediante el refuerzo de la censura, estableciendo el Índice de Libros Prohibidos (Index Librorum Prohibitorum), que censuraba obras consideradas contrarias a la doctrina católica, incluyendo textos científicos; Galileo Galilei, fue condenado por la Inquisición en 1633, por su defensa del heliocentrismo de Copérnico, que contradecía la interpretación bíblica tradicional. También actuó negativamente mediante el control de la educación, especialmente sobre las universidades, restringiendo la enseñanza de teorías que contradijeran la doctrina católica. Las universidades católicas continuaron defendiendo el aristotelismo, rechazando el empirismo y el método experimental.

También a veces, la Iglesia actuó como impulsora de la Revolución Científica mediante el patrocinio de instituciones científicas como en el caso de la Compañía de Jesús, que promovió estudios matemáticos y astronómicos en sus colegios. Así mismo, la Iglesia católica promovió investigaciones astronómicas para corregir el calendario juliano, desarrollando el calendario gregoriano en 1582, basado en cálculos de astrónomos jesuitas, patrocinando también a algunos científicos, que justificaran sus investigaciones en la idea de descubrir el diseño divino del universo.

La Reforma Protestante cuestionó la autoridad de la Iglesia Católica, promoviendo el libre acceso al conocimiento, fomentando la lectura y el pensamiento crítico e impulsando la alfabetización con la lectura de la Biblia en lenguas vernáculas, ayudando de este modo a difundir el pensamiento científico. En territorios protestantes hubo menos censura, y en países como Inglaterra o las Provincias Unidas de mayoría protestante, aprovecharon las menores restricciones, para la publicación de textos científicos, lo que favoreció la expansión de nuevas ideas.

Es importante también señalar que el lenguaje de la ciencia fue experimentando un cambio fundamental. Antes de este período, el conocimiento se transmitía principalmente en latín, la lengua de la escolástica medieval, accesible solo a una élite académica y clerical. Sin embargo, con el avance de la ciencia moderna, surgió un cambio hacia el uso de lenguas vernáculas como el inglés, el francés, el italiano y el alemán. Este cambio, tuvo como consecuencia importante la accesibilidad al conocimiento, ya que científicos como Galileo Galilei, René Descartes o Robert Boyle, entre otros, comenzaron a escribir en sus lenguas vernáculas, pudiendo entonces muchas más personas comprender y participar en el debate científico. Esto unido a la transnacionalización de la información, facilitó la difusión de ideas y fomentó una cultura científica más amplia. También, surgió la necesidad de un lenguaje más preciso y sistemático para describir fenómenos naturales; la instauración de términos técnicos en matemáticas, física y biología, permitieron una mayor claridad en la comunicación de descubrimientos. Por ejemplo, Isaac Newton estableció un vocabulario matemático riguroso en Principia Mathematica (1687), que, aunque escrito en latín, pronto sus conceptos fueron traducidos a lenguas vernáculas.

Esto ayudó a fomentar una mentalidad más racional y empírica en distintos sectores de la sociedad, contribuyendo a la aparición de la Ilustración y al desarrollo de la educación científica en Europa.

En otro orden de cosas, como se apuntaba ut supra, el cambio de liderazgo económico del Mediterráneo a los ingleses y neerlandeses, fue muy importante para la Revolución Científica. Se juntaron la nueva relativa libertad de pensamiento de los protestantes de Inglaterra y de Las Provincias Unidas con la riqueza derivada del comercio y de las manufacturas.

Los factores que intervinieron en el cambio de la centralidad económica del Mediterráneo al noroeste europeo, interconectados, pudieron ser entre otros:

El descubrimiento de nuevas rutas comerciales, abiertas por España y Portugal con Asia y América, la conquista de los otomanos de Constantinopla en 1453 con la consiguiente dificultad para venecianos y genoveses para comerciar por ese mar y por las rutas terrestres que del Mediterráneo oriental partían hacia oriente, redujeron la importancia del Mediterráneo, trasladando el comercio hacia las rutas atlánticas, donde primero portugueses y españoles, y posteriormente holandeses e ingleses, tuvieron el control.

A partir del siglo XVII, Inglaterra y Las Provincias Unidas superaron comercialmente a españoles y portugueses, gracias a su innovación financiera, a la disponibilidad de grandes flotas mercantes y al establecimiento de compañías comerciales como las Compañías Holandesas de las Indias Orientales en 1602 y Occidentales en 1623, y la Compañía Inglesa de las Indias Orientales en 1600. El modelo mercantilista incentivó la acumulación de riqueza a través del comercio exterior y la explotación de colonias, aunque la competencia por el control de rutas comerciales llevó a conflictos como la Guerra Anglo-Holandesa y la lucha por el dominio del comercio con Asia. La nueva riqueza generada, coadyuvó de manera determinante al desarrollo de la Revolución Científica.

Sirvan como ejemplos la creación de instituciones científicas en Inglaterra como la fundación de la Royal Society (1660) en Londres, que marcó un hito en la institucionalización de la ciencia, promoviendo el empirismo y el método experimental, la Universidad de Leiden (1575) en Las Provincias Unidas o la Academia de Ciencias de París (1666), que fomentaron la experimentación colectiva y la difusión de descubrimientos, además de otras instituciones que fueron fundamentales en la enseñanza y en la producción científica, atrayendo a figuras como René Descartes y Christiaan Huygens.

Por tanto, fue la combinación del establecimiento de instituciones científicas, la libertad intelectual, la fuerza económica y las figuras científicas surgidas al calor de la libertad y de los medios de investigación, los que convirtieron a Inglaterra y las Provincias Unidas en motores fundamentales de la Revolución Científica.

También es interesante señalar que, en el ámbito sobre todo cultural, aunque el Barroco y la Revolución Científica fueron coetáneos, los países en donde más fuerza tuvo el primero es donde menos se desarrolló la segunda y viceversa.

Se realizaron grandes avances en matemáticas (logaritmos, algebra, geometría, análisis infinitesimal y otros) y en consecuencia la Revolución Científica, transformó no solo la manera de abordar el conocimiento sino también, la estructura social y cultural de la época, y la instauración de un método científico riguroso y empírico, que posibilitó el surgimiento de una visión del universo fundamentada en principios universales y verificables. Las aportaciones de pensadores y científicos evidenciaron la diversidad de enfoques y la complementariedad de las ideas que, en conjunto, propiciaron la consolidación del paradigma moderno.

La Revolución Científica fue un proceso complejo y multifacético, cuyo alcance trascendió el ámbito de la ciencia, para afectar profundamente la estructura del pensamiento y de la sociedad. El proceso de transformación del pensamiento, que se plasmó en el surgimiento del método científico y en la consolidación de nuevos paradigmas explicativos, constituye la base sobre la que se ha edificado la ciencia moderna.

Como resumen, se puede afirmar que la Revolución Científica del siglo XVII marcó el inicio de una nueva era, en la que la razón, la observación y la experimentación, se erigieron como principios rectores para la generación de saberes. La trascendencia de este cambio, se evidencia en el legado metodológico y epistemológico que sirvió de base a la Revolución Industrial y que se mantiene vigente en la actualidad, configurando un modelo de investigación y de pensamiento que ha permitido a la humanidad avanzar en la comprensión de la realidad y en el desarrollo de tecnologías transformadoras; fue un punto de inflexión en la historia del pensamiento, cuya influencia se mantiene vigente en la configuración del mundo moderno.

Dicho esto, como apunté inicialmente, trataré de exponer algunas de las hipótesis manejadas en la actualidad, con mayor o menor aceptación y con mayor o menor acierto por mi parte sobre el origen y el final del o de los universos, pero para mí, que como se ha podido observar soy pro demostración empírica de lo que pudiera considerarse certeza, no son más que teorías sin confirmar científicamente, entre otras cosas, porque el concepto Universo pudiera desbordar a la Ciencia, pudiendo todas las teorías ser válidas, hasta la de la existencia de una civilización superior en otro Universo paralelo, en tiempo y espacio diferentes, y generatriz o no del nuestro.

La teoría más conocida sobre el origen del universo, se centra en un cataclismo cósmico sin igual en la historia: el Big Bang. Esta teoría surgió de la observación del alejamiento a gran velocidad de otras galaxias respecto de la nuestra -siempre el hombre ha gustado de considerarse el centro de todo- en todas direcciones, como si hubieran sido repelidas por una fortísima y primigenia fuerza explosiva.

Es la teoría científica más sólida o de mayor aceptación sobre el origen del Universo, que propone que se originó a partir de un estado inicial extremadamente denso y caliente, expandiéndose y enfriándose a través del tiempo.

Antes del Big Bang, según los científicos, la inmensidad del Universo observable, incluida toda su materia y radiación, estaba comprimida en una masa densa y caliente en tan solo unos pocos milímetros de dimensión volumétrica. Este estado enigmático, se especula que existió tan sólo una fracción del primer segundo del tiempo.

La teoría mantiene que, en un instante -una trillonésima parte de un segundo- tras el Big Bang, el universo se expandió con una velocidad incomprensible, desde su origen del tamaño de una nuez, a un alcance astronómico. La expansión aparentemente ha continuado, pero mucho más lenta, según algunos y más rápida según otros, durante los siguientes miles de millones de años

Las evidencias que respaldan la teoría del Big Bang pudieran ser:

Expansión del universo: las observaciones de galaxias que se alejan unas de otras a gran velocidad, son un elemento clave de la expansión.

Radiación cósmica de fondo: la detección de radiación cósmica de fondo (CMB), una forma de radiación que emana de todo el universo y es el remanente de la época en que el universo era muy joven, es otra evidencia sólida del Big Bang.

Abundancia de elementos: la proporción de elementos ligeros (hidrógeno y helio) en el universo, es acorde con la teoría del Big Bang, sobre cómo se formaron estos elementos en los primeros instantes, tras la explosión.

Formación de estructuras: la teoría del Big Bang explica cómo las imperfecciones en la densidad de la materia en los primeros momentos del universo, evolucionaron para formar las galaxias y las estructuras que vemos hoy en día.

Con el lanzamiento del telescopio espacial James Webb, la comunidad científica pretende obtener más datos sobre el origen del Universo. Con esta nueva herramienta en el espacio, los astrónomos pretenden buscar en el Universo, tanto en el espacio como en el tiempo, cosas inéditas, habiendo obtenido ya en 2023, observaciones que han permitido saber más sobre el pasado de su formación y evolución; tras solo un año operativo, las observaciones del JW desvelaron secretos sobre los primeros días de la historia galáctica. Al menos dos de las galaxias descubiertas están más alejadas que cualquier otra observada hasta esa fecha, y el telescopio detectó otra media docena, a la espera de confirmación.

La Agencia Espacial Europea anunció también que ya tenían pruebas de siete galaxias que serían las más antiguas conocidas hasta la fecha. Según los astrónomos, estas formaciones de estrellas datarían de 650 millones de años después del Big Bang, que las haría las galaxias más tempranas que se han podido confirmar espectroscópicamente. A primera vista, parece que el universo primitivo fue más pródigo en la formación de estrellas y galaxias de lo que los científicos habían previsto hace muy pocos años,

Stephen Hawking opinaba, que como ocurre con muchos otros misterios del cosmos, los científicos no pueden saber con exactitud el modo en que el Universo evolucionó tras el Big Bang. Muchos creen que, a medida que transcurría el tiempo y la materia se enfriaba, comenzaron a formarse tipos de átomos más diversos, y que estos finalmente se condensaron en las estrellas y galaxias de nuestro universo presente.

El término Big Bang fue usado por primera vez en 1949 por el astrofísico británico Fred Hoyle durante una transmisión de radio. Hoyle, que era defensor de la teoría del universo estacionario, utilizó el término Big Bang como una manera de burlarse de la teoría de la expansión del universo. En realidad, el origen de esta teoría hay que buscarlo en un sacerdote belga, de nombre George Lemaître, que sugirió por primera vez la teoría del Big Bang en la tercera década del siglo XX -1927-, cuando propuso que el universo comenzó a partir de un único átomo primigenio. Esta idea ganó empuje más tarde gracias a las observaciones de las galaxias de Edwin Hubble, alejándose de nosotros -volvemos al nosotros y no entre ellas- a gran velocidad en todas direcciones, y a partir del descubrimiento de la radiación cósmica de microondas de Arno Penzias y Robert Wilson.

El brillo de la radiación de fondo de microondas cósmicas, que puede encontrarse en todo el universo, se piensa que es un remanente tangible de los restos de luz del Big Bang. La radiación es similar a la que se utiliza para transmitir señales de televisión mediante antenas, pero se trata de la radiación más antigua conocida y puede guardar muchos secretos sobre los primeros momentos del universo.

La teoría del Big Bang deja muchas preguntas importantes sin respuesta. Una, puede ser la causa original del mismo Big Bang. Se han propuesto muchas respuestas para abordar esta pregunta fundamental, pero ninguna ha sido probada, como la naturaleza de la materia oscura y la energía oscura, que conforman la mayor parte del Universo, y la comprensión de los primeros momentos del universo antes de que la radiación cósmica de fondo se formara.

Hace casi un siglo, Albert Einstein -1879 a 1955-, buscó alternativas al modelo del Big Bang porque su desarrollo en el tiempo desde el comienzo, no le encajaba. A día de hoy, hay varias  teorías sobre el origen del Universo en la literatura científica como la teoría del universo cíclico, la teoría de la inflación cósmica o la teoría de  cuerdas y del multiverso.

La teoría del universo cíclico -del universo oscilante- propone que el universo experimenta una serie infinita de expansiones y contracciones (Big Bang y Big Crunch -se verá deorsum-), creando un ciclo continuo. A diferencia de la teoría del Big Bang, que sugiere que el universo nació de un punto singular y se expande continuamente, la teoría cíclica sugiere que cada expansión comienza con un Big Bang y termina con un Big Crunch, dando lugar a un nuevo Big Bang en el ciclo siguiente

La teoría de la inflación cósmica, ha sido una de las ideas más influyentes en la cosmología moderna. Fue propuesta para resolver varios problemas del modelo del Big Bang clásico, como la homogeneidad, la planitud y la ausencia de defectos topológicos.

La inflación cósmica postula que, una fracción de segundo después del Big Bang, el universo experimentó una expansión exponencial extremadamente rápida, mucho más veloz que la velocidad de la luz -lo cual no contradice la relatividad, ya que no se movía la materia, sino el propio espacio-tiempo-.

Fue propuesta por Alan Guth en 1981 y posteriormente mejorada por otros físicos como Andrei Linde, Andreas Albrecht, y Paul Steinhardt. Es una teoría ampliamente aceptada pero aún incompleta.

La teoría de cuerdas y la idea del multiverso son dos conceptos que provienen de la física teórica y la cosmología moderna. Aunque no son sinónimos, están conectados en algunos marcos teóricos, especialmente cuando se intenta unificar todas las fuerzas fundamentales del universo, incluida la gravedad, en una única teoría coherente.

La Teoría de Cuerdas propone que las partículas fundamentales -como electrones o quarks- no son puntos sin estructura, sino cuerdas unidimensionales vibrantes. Dependiendo de cómo vibren, estas cuerdas dan lugar a diferentes partículas con distintas masas y fuerzas, necesitando 10 o 11 dimensiones para ser matemáticamente consistente, propone que todas las fuerzas (gravedad incluida) surgen de la misma estructura fundamental e incluye gravedad cuántica, algo que otras teorías no logran incorporar adecuadamente.

El Multiverso es uno de los aspectos más controvertidos de la teoría de cuerdas y es que no considera un único Universo. El multiverso, en esencia, es una colección de universos que existen en paralelo y sugiere una enorme cantidad de posibles universos, cada uno con leyes físicas ligeramente distintas. Esto es lo que se conoce como el paisaje del multiverso de cuerdas.

Por ejemplo, el Multiverso tipo II surge de la inflación cósmica eterna. Diferentes regiones del espacio pueden expandirse y desinflarse con propiedades físicas distintas o el Multiverso tipo IV en el que todos los universos matemáticamente posibles existen en algún sentido.

Ni la teoría de cuerdas ni el multiverso son actualmente verificables experimentalmente, aunque en 2014, un equipo internacional de científicos detectaron ondas gravitacionales, deformaciones espacio-tiempo provocadas por el Big Bang, que sugieren que vivimos en realidad en un multiverso, es decir, un Universo con muchos universos. Estas ondas pudieran confirmar, las teorías sobre la inflación cósmica y la expansión exponencial que se produjo en una fracción de segundo después del de la gran explosión hace 13.800 millones de años.

También es importante señalar, que recientemente, el ex presidente del departamento de astronomía de la Universidad de Harvard, Avi Loeb, ha publicado en la revista Scientific American la teoría menos explorada de que nuestro Universo pueda haber sido creado en por una civilización más avanzada que la nuestra.

Entonces nos podemos preguntar ¿Qué hay más allá de los límites del Universo observable? ¿Es posible que nuestro Universo sea sólo uno de los muchos de un multiverso mucho mayor? A estas preguntas, sin lugar a dudas, la humanidad intentará responder.

Sobre el posible fin del Universo, también hay varias teorías:

La teoría del Big Crunch es una hipótesis cosmológica que propone un posible destino final del universo. Es una de las teorías que intenta explicar cómo podría terminar el universo, basándose en su actual expansión.

El Big Crunch plantea que la expansión del universo (iniciada por el Big Bang) no durará para siempre. En lugar de seguir expandiéndose indefinidamente, la gravedad, eventualmente, detendría la expansión y haría que todo el Universo comenzara a contraerse. Esta contracción acabaría colapsando todo en un punto extremadamente denso y caliente, un proceso inverso al Big Bang.

Podría tener varias etapas:

Expansión desacelerada: a medida que la expansión se ralentiza por la gravedad, las galaxias comienzan a acercarse.

Detención de la expansión: en un momento del tiempo, la expansión cesa completamente.

Contracción: la gravedad domina y el Universo comenzaría a encogerse.

Colapso final: toda la materia y energía del Universo se condensaría en un punto infinitamente denso y caliente, como en el estado inicial, antes del Big Bang.

Es condición necesaria para que ocurra el Big Crunch, que la densidad del Universo sea mayor que la densidad crítica, es decir, que haya suficiente materia oscura para frenar la expansión y que la energía oscura -que actualmente acelera la expansión- no sea dominante o cambie su comportamiento con el tiempo. El Big Bounce es un complemento alternativo para el Big Crunch, que podría ser seguido por un rebote, creando un nuevo universo en un ciclo cósmico continuo.

La teoría del Big Freeze -Gran Congelación- es uno de los posibles destinos finales del universo según los modelos cosmológicos actuales. Se basa en la idea de que el universo continuará expandiéndose indefinidamente hasta que alcance un estado de muerte térmica, en el cual la energía disponible para realizar trabajo se agote por completo.

La teoría parte de dos observaciones clave:

El universo se está expandiendo, y no sólo eso: la expansión se acelera, según los datos del fondo cósmico de microondas y la observación de supernovas lejanas.

La segunda ley de la termodinámica implica que la entropía del universo -su desorden- tiende a aumentar, lo que lleva a una distribución cada vez más uniforme de energía.

Según esta teoría las galaxias se alejarán cada vez más entre sí, hasta que muchas de ellas estén fuera del horizonte observable, la formación de nuevas estrellas cesará, ya que se acabarán los materiales -gas y polvo-necesarios, las estrellas existentes se apagarán una vez consuman su combustible, la materia colapsará en objetos degenerados como las enanas blancas, las estrellas de neutrones y los agujeros negros y finalmente, incluso los protones podrían desintegrarse, dejando un Universo compuesto únicamente por radiación y partículas subatómicas dispersas.

El resultado final sería una especie de muerte térmica, con temperaturas cerca del cero absoluto, sin gradientes de energía, lo cual implica que ningún proceso físico significativo podrá ocurrir y el Universo se convertirá en algo frío, oscuro y estático.

La teoría del Big Rip -Gran Desgarro- es una hipótesis cosmológica que describe un posible futuro del Universo en el que la expansión acelerada causada por la energía oscura termina desgarrando literalmente todas las estructuras del cosmos, desde cúmulos de galaxias hasta átomos.

Desde que Edwin Hubble descubrió en 1929 que el universo se expande, los cosmólogos han buscado entender cómo evoluciona esa expansión. En 1998, observaciones de supernovas lejanas mostraron que la expansión del universo no solo continúa, sino que se acelera, en contra de otras teorías anteriores que se deceleraba. Esta aceleración se atribuye a la llamada energía oscura*, que constituye aproximadamente el 70% del contenido del universo.

El Big Rip es un escenario propuesto en 2003 por el cosmólogo Robert R. Caldwell y sus colegas, basado en un tipo especial de energía oscura llamado energía fantasma.

Si la energía oscura aumenta con el tiempo, en lugar de ser constante como en la constante cosmológica de Einstein, su presión negativa se vuelve tan intensa que supera todas las fuerzas atractivas del universo. Como resultado, la expansión se vuelve tan acelerada que rompe primero las galaxias, luego los sistemas solares, luego los átomos y finalmente el espacio-tiempo.

*La Materia Oscura:

Es una forma de materia que no interactúa con la luz, por lo que no puede ser observada directamente, contribuye aproximadamente al 27% de la densidad de energía del Universo, se detecta por sus efectos gravitacionales sobre la materia visible y se cree que está compuesta por partículas no convencionales, como las partículas de interacción de débil masa.

*La Energía Oscura:

Es una fuerza repulsiva que impulsa la expansión acelerada del universo, contribuye aproximadamente al 70% de la densidad de energía del universo, su naturaleza sigue siendo un misterio y se cree que podría estar relacionada con una energía del vacío o una fuerza gravitacional repulsiva.

La principal diferencia entre la materia oscura y la energía oscura radica en su naturaleza: la materia oscura es una forma de materia, mientras que la energía oscura es una fuerza o tipo de energía.

Como conclusión, cabe pensar que es posible y casi necesario, ante la falta de certezas sobre nuestros orígenes o el fin del Universo, que busquemos la fe (el que no la tenga) -no solo la religiosa-, necesaria para la supervivencia de la raza humana, ya que las certezas universales podrían provocar el caos absoluto.

LA PRIMERA CHAMPIONS DEL París Saint Germain.

Esto no es ningún post cultural, ni histórico, ni de aventuras, ni de ciencia ficción, es solo un mensaje de tranquilidad a la parcela sensata del pueblo francés, que seguro que existe. De hecho, tengo un hermano casado con una parisina y prole francesa, que vive en ese magnífico país desde hace más de 50 años, y me parecen un grupo con gran sentido común y sensatez.

A lo que iba; señalarle a la parcela sensata francesa, que no se preocupen demasiado, que en cuanto ganen una decena o quincena de champions, ya no matarán a nadie, ni herirán a más de 200, ni será necesario detener a más de 500 -por la costumbre de la victoria-, sino que probablemente serán capaces, incluso los que residen en el exterior de lo que fue le Mur des Fermiers Généraux con sus barrières para cobrar el impuesto de la gabelle, o más allá, los de la periferia de la mega metrópoli parisina, de celebrarlo en una plaza de las muchas importantes  que tiene París –Place Étoile, de la Repúblique, Vendôme, Concorde…-, en fin, como si fueran personas normales o no.

Anoche me pilló en el centro tras salir de Roland Garros y me quedé impresionado del mal espectáculo, que daba realmente miedo.

Esto es interesante para aquellos que aún no han tenido acceso a este premio, para que reflexionen, que es necesario saber ganar y perder.

LA GRAN Y FELÍCISIMA ARMADA ESPAÑOLA.

La armada española que partió de Lisboa en agosto de 1588 para desembarcar en Inglaterra, fue llamada peyorativamente La Invencible por los ingleses, por considerar éstos, que Felipe II tuvo una actitud muy arrogante y un exceso de confianza no justificado en su seguro éxito. Lo cierto es, que el término fue acuñado por William Cecil, primer barón de Burghley, que buscó realzar la resistencia inglesa frente a una flota mayor -tampoco fue cierto-, y ese adjetivo, empleado con habitualidad por los historiadores, quedó así para siempre; la verdadera denominación española de esa flota fue la Gran y Felicísima Armada.

Haremos un rápido repaso de la situación de las casas reinantes de España, Inglaterra y Portugal por aquel entonces, y los motivos de la guerra hispano-inglesa de 1585-1604.

Enrique VII de Inglaterra, casado con Isabel de York tuvo cinco hijos: Arturo el heredero, Margarita –esposa de Jacobo IV de Escocia y por tanto abuela de María I Estuardo, reina de Escocia y madre del rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia-, Enrique -Enrique VIII-, María y Catalina.

Enrique VII de Inglaterra.

Arturo, hombre enfermizo, casó con Catalina de Aragón -la hija menor de los Reyes Católicos- pero el matrimonio al parecer no llegó a consumarse. A la muerte de Arturo en accidente y tras un intento inútil de Enrique VII, ya viudo, de casarse con su nuera, Catalina fue casada con el tercer hijo, Enrique, que ascendió posteriormente al trono inglés con el ordinal VIII; de este matrimonio nació María Tudor Aragón.

Enrique se divorció de Catalina, para lo que tuvo que separarse de la Iglesia Católica, fundando la Iglesia Anglicana, que luego sería protestante, contrayendo segundas nupcias con Ana Bolena, con la que tuvo otra hija, Isabel. A esta segunda mujer, Ana, mandó decapitarla, ya que debió considerarlo más sencillo  y soportable que otro divorcio, casándose cuatro  veces más, naciendo de su tercer matrimonio con Juana Seymour, su único hijo varón Eduardo, que le sucedería con el ordinal VI, que reinó entre 1547 y 1553. A la muerte de Eduardo VI, la corona pasó a su hermanastra María I Tudor, prima hermana de Carlos I de España, y segunda mujer y tía de Felipe II de España, que reinó desde 1553 a 1558; reina muy católica, que trató de deshacer lo que su padre había creado en relación con el protestantismo, persiguiendo a los seguidores de este movimiento a sangre  y fuego, siendo conocida con el sobrenombre de Bloody Mary.

Enrique VIII de Inglaterra y Ana Bolena observados por Catalina de Aragón. Marcus Stone. 1870.

María Tudor fue sucedida en el trono por su hermanastra bastarda Isabel I Tudor, la Reina Virgen –aunque el knick name fue una paradoja, o por eso-, que reinó  hasta 1603.

Isabel I,  “La reina virgen”.

Isabel I, celosa del poder que in crescendo iban acumulando los Habsburgo -especialmente Carlos I-, comenzó a atosigar a la Corona española desde todos los frentes posibles.

La herencia recibida por Felipe II de la corona de Portugal –por ser hijo de Isabel de Portugal-, el 16 de octubre de 1581 en el castillo de Tomar -anexo al Convento templario de Cristo-, tras la batalla de Alcántara,  en la que el Duque de Alba derrotó a las fuerzas del otro aspirante Antonio Prior de Crato, apoyado por la Corona inglesa, incitó aún más a Isabel a intentar desgastar al imperio español, poseedor de las Américas, Portugal, España y los Países Bajos,  y como remate, Amberes tras la toma por los Tercios españoles, poseyendo además los Habsburgo la corona del Sacro Imperio Romano Germánico en la persona de Maximiliano II de Habsburgo, primo hermano de Felipe II, hijo de su tío Fernando -nacido en Alcalá de Henares-, primero Rey de Romanos, y después Emperador del Sacro Imperio y rey de Hungría y Bohemia, y archiduque de Austria.

Además de todo lo expuesto, Felipe II  había firmado en 1584 con Francia, representada por el Duque de Guisa, el tratado de Joinville con la Santa Liga de París, para combatir el protestantismo.

Por todo ello, Isabel hizo que su apoyo a los rebeldes holandeses fuera si cabía, más firme  –firmó el Tratado de Nonsuch en 1585, pactando una alianza militar anglo-holandesa contra España- enviando 7000 efectivos a la Unión de Utrecht , con armas y ayuda económica en la medida de sus posibilidades.

En 1585, y llevando ya Isabel 28 años de reinado y como consecuencia de los constantes ataques de los corsarios ingleses a la flota española,  especialmente a los barcos que venían cargados de riquezas de América, y del constante apoyo inglés a las revueltas  de las  Siete Provincias Unidas de la Unión de Utrecht –las siete provincias rebeldes de los Países Bajos españoles ya que las otras diez de la Unión de Arras permanecieron leales inicialmente a la Corona española-, que  se enfrentaron a España en la guerra de los 80 años, desatándose las hostilidades entre Inglaterra y España, dando comienzo la guerra anglo-española en 1585, que duraría 19 años.

A partir de ahí, Isabel I le dio a Sir Francis Drake el mando de una flota, con la misión de atacar los territorios españoles en las Indias, sus rutas comerciales, y los objetivos inopinados que fueran surgiendo y viera factible su consecución, además de aumentar su apoyo con fuerzas y ayuda económica a los rebeldes de las Provincias Unidas de la Unión de Utrecht, intensificando la persecución sangrienta a los católicos en Inglaterra y Escocia.

Drake zarpó al mando de una flota de 21 naves y 2.000 hombres, para  hostigar las costas de España y Portugal, marchando luego a las Indias.  Saqueó Bayona de Galicia e intentó entrar sin éxito a puertos de las islas Canarias, desde donde tomó rumbo a las Indias, después de haber atacado barcos en La Palma, El Hierro e incendiado Santiago, en Cabo Verde.

En los primeros días de 1586, llegó a  la isla de La Española, tomando con más de 1.000 hombres Santo Domingo, pidiendo por su liberación un rescate de 25.000 ducados, y tras recibirlos, abandonó la ciudad incendiándola  parcialmente. Lo mismo hizo con Cartagena de Indias a cambio de 107.000 ducados.

Tras declararse en su flota una epidemia de fiebre amarilla, regresó a Portsmouth, no sin antes incendiar varias ciudades que le pillaron de paso.

Mientras Inglaterra luchaba sólo contra España, los españoles  tuvieron que pelear en muchos frentes, teniendo que mantener el Imperio hispano-portugués, combatiendo simultáneamente contra Francia, Inglaterra, las Provincias Unidas de la Unión de Utrecht y el Islam.

A pesar de tantos frentes, estas constantes acciones inglesas, fueron los motivos básicos que impulsaron a Felipe II  a ordenar la constitución, organización y expedición de una Gran Armada, que con su actuación contra los territorios insulares del reino inglés, trasladaran los problemas a esas tierras, para que una vez con ellos en casa, dejaran de molestar en los mares a las flotas comerciales, y a las posesiones europeas, peninsulares y de ultramar españolas, que dada su extensión en los cinco continentes, tenía grandes dificultades para defender. Era necesario pasar de una posición pasiva a otra activa/ofensiva..

Al año siguiente de su vuelta del Caribe -1587-, recuperados sus hombres de la fiebre amarilla, Drake volvió a formar una flota constituida por cuatro barcos de la Marina Real inglesa: el Elizabeth Bonaventure, con Drake al mando, el Golden Lyon, capitaneado por William Burroughs, el Rainbow por el capitán Bellingham y el Dreadnought por el capitán Fenner, y veinte barcos más. Los costes de esta expedición fueron financiados por un grupo de comerciantes londinenses, que participarían de los beneficios, en la misma proporción en la que hicieron sus aportaciones, y la reina Isabel, como dueña de las cuatro naves de la Marina Real y por reina, recibiría el 50 % de los beneficios.

A la altura de Galicia y tras una gran tormenta fueron informados por dos naves holandesas, que en Cádiz se estaba preparando una gran flota española de guerra, lista para partir primero a Lisboa y luego a Inglaterra.

Comenzaron a navegar hacia el sur, atacando Cádiz, destruyendo gran parte de la flota española allí amarrada, devastando varias fortalezas del Algarve portugués, bordeando Lisboa para poner en serios aprietos a la flota de Álvaro de Bazán, que estaba en Lisboa, y que el marqués de Santa Cruz pudo rechazar, capturando varios barcos de la flota de Indias cargados de riquezas, entre ellos el San Felipe, con más de 110.000 ducados en oro y especias. Los daños causados por la flota inglesa a la Armada española de Cádiz, causaron una demora de más de un año en los planes españoles de invasión de Inglaterra.

Sir Francis Drake.

Al margen de lo expuesto y una vez excomulgada Isabel I por Pío VII en 1570, por protestante y por perseguir a los católicos, siendo además hija bastarda  de Enrique VIII y Ana Bolena, y por tanto sin derechos a la corona inglesa -según la Iglesia-, y habiéndose casado Felipe II con la anterior soberana de Inglaterra María I Tudor -su tía segunda-, el rey español vio una ventana abierta, para además de lograr acabar con las acciones ofensivas inglesas, intentar de paso revindicar sus derechos, y arrebatar el trono de la pérfida Albión a Isabel, logrando además de este modo, el cese del asedio de Isabel sobre María I Estuardo, reina de Escocia -con anterioridad reina consorte de Francia por matrimonio con Francisco II de Francia-, por ser católica, y también, porque  era una seria aspirante al trono de Inglaterra, al ser nieta de Margarita Tudor, hermana de Enrique VIII, que al fin terminó con la cabeza cortada,  a instancia de Isabel I y entre sus  lágrimas de pena, el 8 de febrero de 1587, lo cual tensó aún más la situación.

Felipe II.

En 1587, Felipe II tomó la decisión definitiva, y pidió la elaboración de planes para la invasión de Inglaterra, a D. Álvaro de Bazán, I marqués de Santa Cruz, uno de los grandes vencedores de Lepanto. Los planes fueron presentados y aprobados: la preparación y conducción de la flota le fue encomendada a D. Álvaro de Bazán, aunque el mando efectivo del desembarco y de la operación, se la dio el rey a su sobrino Alejandro Farnesio, III duque de Parma y Gobernador de los Países Bajos, hijo de Octavio Farnesio y  Margarita de Parma -hija ilegítima de Carlos I-, cosa que al marqués le dolió sobremanera, aunque debería haber sabido a esa edad de su vida, que es necesaria la sencillez para el triunfo y el valor para el fracaso, y más en los ambientes políticos y de familia de ese rango.

Alejandro Farnesio, III duque de Parma.

El duque de Parma debería llevar los Tercios españoles desde Dunkerque a  Inglaterra a través de Calais. El rey fue convencido de esta opción, al ser mucho más económico llevar fuerzas a Inglaterra desde Dunkerque que desde España, además de que el más largo transporte, podría estar sujeto a bastantes más incidentes e imprevistos.

La decisión fue pues la constitución de una Gran Armada que partiría de Lisboa y se reuniría en Dunkerque con el duque de Parma. Los tercios españoles embarcados en Dunkerque, serían desembarcados en las costas inglesas, debiendo seguir hasta tomar Londres.

La Gran y Felicísima Armada comenzó a  prepararse: serían un total de 130 barcos, debiendo zarpar de Lisboa en mayo de 1588, rumbo primero a Dunkerque y luego a Inglaterra, para derrocar a la reina  Isabel I.

Hubo un error de planeamiento básico: cuando fuera avistada la Gran Armada española desde la costa inglesa se alertarían todas las fuerzas marítimas y terrestres del reino de Isabel, por lo que el desembarco por sorpresa, que debería ser realizado en barcazas que pudieran llegar a las playas –los navíos no podían hacerlo y por tanto no servían para ese transporte-, no podrían conseguir ese decisivo factor.

Don Álvaro comenzó los preparativos en Lisboa, pero le sorprendió la muerte por tifus en febrero de 1588, siendo nombrado para sustituirle al mando de la flota D. Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor, VII duque de Medina Sidonia, que expuso al rey su desconocimiento de asuntos de la mar, e incluso sus mareos a consecuencia de la navegación,  pero Felipe II insistió, nombrándole Capitán General del Mar Océano, y segundo suyo,  a D. Antonio Martínez de Leyva hijo del virrey de Nápoles y componente del Consejo de Guerra de esa Armada,  naturalmente.

Alonso Pérez de Guzmán El Bueno, VII  duque de Medina Sidonia.

Un día de invierno -es más típico en primavera y otoño-, tuve la oportunidad de observar una galerna del Cantábrico en Santander, durante la noche, y pude ensoñar a los barcos de esa época, pequeños, medios o grandes, de madera, sin ayudas a la navegación, siendo volteados, triturados y descuadernados por las brutales olas y vientos, con un oleaje tal, que las embarcaciones podrían ser elevadas al cielo para luego caer al abismo, sin más consuelo que Dios y algún fanal, propio o ajeno, que en algún sube y baja, se podría conseguir avistar; la historia suele ser un camino lleno de estos héroes que nunca serán conocidos, siendo cosa extraña que a esos marinos, les diera tiempo a ser mayores, porque los valientes solían morir antes de la edad madura. Al terminar una brutal tempestad, habiendo liberado gran cantidad de adrenalina, los marinos se tornaban y lo siguen  haciendo, en general locuaces, contándose una y otra vez sus aventuras llenas de exageraciones, fantasías, y aquello de que los tiempos pasados fueron mejores y más duros: “esto ya no es lo que era”…

El 30 de mayo de 1588 partieron de Lisboa los 130 barcos: grandes galeones portugueses, urcas de construcción inglesa y holandesa, galeras y galeazas mediterráneas, pataches, zabras…es decir una flota muy heterogénea que se constituyó en siete escuadras.

Al poco tiempo de abandonar el puerto de Lisboa -el oficial de la Corona en Portugal-, el viento roló al NW, con marejada en superficie, y más tarde al N, con una tormenta de grandes proporciones. La navegación de bolina –navegar de bolinanavegar de ceñidaceñirbolinear o barloventear,  es la acción de navegar a vela contra la dirección del viento (hacia barlovento)-  era imposible por ser el viento huracanado y  hasta los galeones eran zarandeados como juguetes en manos de la tempestad. A los pocos días, la flota desorientada y desperdigada. se encontraba a 70 millas al sur de Lisboa, es decir había retrocedido. La tempestad continuó y tras dos semanas de vientos cambiantes, se encontró a la altura de la Coruña, pero sin víveres ni agua, con algún barco naufragado y todos necesitando reparaciones.

El 19 de junio entraron en el puerto de La Coruña, donde permanecieron hasta el 22 de julio, fecha en la que partieron del puerto gallego 127 buques.

Al partir de La Coruña, la Gran Armada contaba a bordo con los siguientes efectivos: 19.000  soldados, 8.000 marinos, 4.000 galeotes -los condenados a remar-, algo más de 1,5 sacerdotes por barco, algo más de 1 médico cada dos barcos y 2.430 cañones.

La Armada se dividió en escuadras, con el nombre de la región, zona propietaria o reino en donde fueron construidas las naves:

Escuadra de Portugal, al mando del Duque de Medina-Sidonia: la nave capitana era el San Martín, de 1.000 toneladas y 98 cañones.

Escuadra de Vizcaya, al mando del almirante general Juan Martínez de Recalde.

Escuadra de Guipúzcoa, al mando de Miguel de Oquendo.

Escuadra de Castilla, al mando de Diego Flores de Valdés.

Escuadra de Andalucía, al mando de Pedro de Valdés.

Escuadra Levantisca, al mando de Martín de Bertendona, formada por naves de Italia, Venecia y Ragusa (Sicilia).

Escuadra de las urcas y las naves del Mediterráneo,  al mando de Juan López de Medina.

Sin formar Escuadra:

Las galeras de Portugal, al mando de Diego Medrano.

Las galeazas de Nápoles, al mando de Hugo de Moncada.

Escuadrilla de zabras y pataches, al mando de Antonio Hurtado de Mendoza.

Los 127 barcos que constituían la Armada a su salida de La Coruña,  eran de los siguientes tipos:

20 Galeones: barcos de guerra, con dos cubiertas, el casco reforzado y cuatro o cinco palos.

4 Galeras: naves con una sola cubierta, propulsadas con remos, y a veces a vela, con dos o tres mástiles.

4 Galeazas: barcos de guerra grandes, lentos y pesados, a remo. No era una clase de barco adecuado para el océano Atlántico.

35 Naos: barcos con tres, cuatro o cinco palos, mercantes, y de aspecto y distribución similares a los galeones, aunque algo más anchos, con puente de proa y popa.

10 Carabelas: embarcaciones ligeras destinadas al avituallamiento de la flota.

20 Pataches: barcos de diversos tipos empleados como buques auxiliares.

25 Urcas: tipos de barcos de carga utilizados en los  mares del Norte y Báltico, de desplazamiento lento y con casco barrigudo.

9 Zabras y pinazas: embarcaciones destinadas a funciones de remolque y comunicaciones: eran naves largas y ligeras que se desplazaban a remo y vela.

El 25 de julio, Medina Sidonia mandó un patache con  mensaje a Alejandro Farnesio, para comunicarle que ya se dirigía hacia Dunkerque. De nuevo, la mar gruesa, el viento del norte y una gran marejada, impidieron el avance de la flota.

En este nuevo caos marítimo, desaparecieron las 40 naves de la escuadra de Andalucía mandadas por D. Pedro de Valdés. Eran los primeros días de agosto, mejorando el tiempo poco a poco, llegando una semana después el grueso de la Armada, a las islas SORLINGAS, al SW de Inglaterra. Las 40 naves perdidas seguían sin aparecer, aunque dos días después, un patache de los destacados a vanguardia, las avistó cerca de cabo Lizard en Cornualles, y la flota a pesar de lo sufrido, recuperó la moral y la fuerza.

Estaba la flota al SW de Inglaterra, navegando en despliegue de combate -con vanguardia, grueso y retaguardia- en dirección NE, con medidas de vigilancia extremas para evitar sorpresas, pero utilizando fanales para no perder la formación de noche, ya que la sorpresa fue dada por perdida, al observar una cadena de grandes fuegos de leña y brea, que se encendían en puntos altos sucesivos de la costa inglesa, para informar de la presencia de la flota española.

De este modo, fue avistada la bahía de PLYMOUTH, donde la flota inglesa se resguardaba, siendo por tanto muy vulnerable en ese momento y situación. El Consejo de Guerra de la Armada pidió a Medina Sidonia el ataque inmediato, dada la vulnerabilidad inglesa, pero el duque a pesar de la insistencia de todos los componentes del Consejo, se negó, exhibiendo la orden del rey, diciendo que la operación debía ser dirigida por Alejandro Farnesio, haciendo firmar a todos los componentes del Consejo el acuerdo de desestimación del ataque. Otro gran error de esta Gran Armada en lo militar -y también en lo civil-: desechar la iniciativa, que obligaría a asumir responsabilidades, aunque a veces no se ajuste lo que se ejecute EXACTAMENTE a la orden inicial  -que constituye básicamente una idea general de la previsión de la maniobra-, y es virtud que debe adornar al mando, para poder aprovechar al máximo las vulnerabilidades del contrario y poder protegerse de las propias, proporcionándole ventajas mayores o desventajas menores en el cambiante desarrollo de una operación.

Se volvieron a enviar mensajes a Alejandro Farnesio, que seguía sin ser localizado, y por tanto sin contestar, y se dieron órdenes para pasar de largo Plymouth sin intervenir en modo alguno, continuando hasta entrar en contacto con el duque de Parma.

El 31 de julio con viento del W NW, fue avisado el almirante, de que una escuadra de unos 80 navíos ingleses -el cuerpo principal de la flota inglesa- navegaba a barlovento siguiendo la estela de los españoles. La flota inglesa en conjunto, era superior en número de barcos a la española, con 150, siendo mandada por el lord almirante Charles Howard, I primer conde de Nottingham.

Sir Charles Howard, I conde de Nottingham.

Medina Sidonia dio la orden de ponerse en orden batalla, desplegando en el trinquete del San Martín el estandarte real. De los tres bloques del despliegue de  combate que se llevaba, vanguardia, centro y retaguardia, se pasó  a la formación de combate de media luna.

Se realizaron varias descargas de fuego por ambas partes, buscando los españoles la aproximación para el abordaje –suerte en la  que eran insuperables- pero los ingleses conociendo este extremo, rehuían cualquier acercamiento, hostigando a la Gran Armada con fuego de largo alcance –superior al de los españoles-, alejándose inmediatamente.

Esa fue la estrategia inglesa: hacer daño por el fuego lejano y rehuir la proximidad que pudiera terminar en abordaje, sabiendo que una permanencia  prolongada en un teatro de operaciones extraño y lejano, podría agotar logísticamente mucho antes la capacidad española que la inglesa, que tenía posibilidades de abastecimiento a tiro de piedra, y al mismo tiempo y siempre, intentando buscar el barlovento a los españoles con sus barcos más pequeños y más rápidos y maniobrables.

Las pequeñas bajas causadas por el fuego y la lentitud de maniobra de  los buques de la Gran Armada, elevó la moral inglesa, desesperando a los españoles, que encontraban a los ingleses siempre a barlovento y rehuyendo el contacto; es decir, aplicando la táctica del desgaste prevista.

A Farnesio le seguían mandado pataches con mensajeros que seguían sin encontrarlo y Medina Sidonia seguía cumpliendo a toda costa las órdenes de S.M. a cientos de kilómetros…, dejando de lado toda posible  iniciativa…

La Gran Armada navegó hacia las costas de Calais y Dunkerque, donde fondeó. El alcalde y la ciudad de Calais, proveyeron de comida y agua a la flota española, poniendo a disposición del almirante español, los cañones de la ciudad, mientras, la flota inglesa recibía refuerzos de Dover -en el SE de Inglaterra- con número de barcos no inferior a 40, mandados por Henry Seymour, y una escuadra de rebeldes holandeses, mandados por Justino de Nassau,  que se estableció en la zona de Dunkerque para cortar la salida española hacia el N.

Por fin encontraron al Duque de Parma en Brujas, no en Dunkerque como era lo acordado, y expresó la necesidad de aún 15 días más -con gran desesperación de la flota española-, para terminar de preparar los Tercios que iban a ser trasladados en barcazas a las costas inglesas, protegidas por los barcos de la Gran Armada.

A los dos días, la noche del 7 al 8 de agosto, los españoles observaron como 8 brulotes ingleses, aprovechando el viento del W, eran lanzados como barcos incendiarios y con explosivos contra la flota española atracada. Los españoles sin tiempo para levar anclas, picaron los cables de las mismas para intentar quitarse de en medio, pero temiendo ser arrastrados a los bajíos de GRAVELINAS, se dispersaron sin orden alguno; aprovechando esta circunstancia, los ingleses se lanzaron al ataque, comenzando la que se bautizó como batalla de Gravelinas.

Los combates se sucedieron sin cesar: el mayor alcance de fuego y la mayor velocidad en la maniobra de los buques ingleses chocó con la robustez y fuerza moral en el combate de los españoles. El San Martín de Medina Sidonia, inicialmente solo, y posteriormente auxiliado por 40 buques más, fueron capaces de soportar los embates de más de un centenar de barcos ingleses. Sin vencedor definitivo, y aprovechando que el viento roló favorablemente para los españoles, finalizó la batalla con sólo un barco español hundido y otro apresado en los bajíos de Gravelinas.

La batalla de Gravelinas -la más violenta de la campaña- permitió a los ingleses, impedir el cumplimiento del objetivo español de desembarcar a los Tercios en Inglaterra, aunque  la flota española no hubiera sido realmente derrotada.

Los españoles, con viento desfavorable más tarde, se vieron obligados a salir al mar del Norte, sin agua, alimentos ni municiones, y totalmente desorganizados, aunque no rehuyeron ni en esos momentos, el combate con el inglés.

Después de lo acontecido a la Gran Armada, el trayecto de vuelta a España, se realizó bordeando la costa norte de las islas británicas, que resultaría más “fácil” para los galeones y las naos, y mucho más difícil para el resto de las naves, que estaban diseñadas para mares interiores, como el Mediterráneo.

Llegaron a los puertos españoles 102 barcos de los 127 que partieron de La Coruña, la mayor parte muy dañados, extrayendo la conclusión técnica de que eran más eficaces los barcos rápidos y maniobreros con fuego de largo alcance, que los barcos grandes y lentos en la maniobra.

El fracaso de la Gran Armada, permitió a Inglaterra momentáneamente, continuar sus ataques piratas a los territorios españoles, y a las flotas comerciales, a la vez que continuaron dando apoyo económico y militar a los holandeses contra España.

La Gran Armada no fue nunca derrotada y jamás rehusó el combate, aunque la historia fue falseada por los ingleses, especialistas en este tipo de libelo, siendo publicitada su historia por Anthony Wingfield en 1589, en un panfleto impreso en el taller de Thomas Woodcok,  A true coppie of a discourse written by a gentleman employed in the late voyage of Spaine and Portingale.

De forma inmediata, Isabel I dio la orden de constituir una Contra Armada  -Contraarmada- comandada por Sir Francis Drake en la parte naval de la  flota y Sir John Norris sobre las tropas de desembarco, para atacar los puertos donde la flota española  reconstruía sus barcos y se lamía las heridas, tratando de lograr las riquezas posibles en esos ataques.

Tuvieron ciertos problemas para conseguir las tripulaciones y las tropas de desembarco, debido al mal trato que recibieron los que combatieron a la Gran Armada española a su regreso; los ingleses padecieron miles de bajas en contra de lo que dijo su aparato propagandístico y NO fueron ayudados a su regreso, ni aun los enfermos. En palabras del almirante HOWARD al aire y a la reina: es penoso ver como padecen después de haber prestado tal servicio. Valdría más que Su Majestad la Reina hiciera algo por ellos, aún a costa de gastar un dinero y que no los dejara llegar a tales extremos. Si estos hombres no son mejor tratados y se les deja morir de hambre y miseria, difícilmente volverán a ayudarnos.

Sin embargo en España, al regresar la flota, habían sido movilizados innumerables recursos en muchos puertos españoles, con alimentos, hospitales, y materiales de reconstrucción de barcos.

En 1589, por fin pudieron poner en marcha l Contra Armada inglesa, partiendo de Plymouth con 150 barcos y 23.000 hombres, recibiendo Drake órdenes de la reina  de atacar los puertos de Santander y San Sebastián en el Cantábrico, puertos en donde se reparaban numerosos buques de la Gran Armada, antes de continuar hacia Lisboa, ciudad que debería ser tomada, nombrando a D. Antonio Prior de Crato, hijo del infante Luís de Portugal y nieto de Manuel I el Afortunado –que estuvo casado sucesivamente con las infantas españolas Isabel, María (hijas de los Reyes Católicos) y  Leonor (hija de Juana la Loca)-, rey de Portugal, para sustituir a  Felipe II -que lo era desde 1581, por ser hijo de Isabel de Portugal, hija de Manuel I el Afortunado y María, hija de los Reyes Católicos-, y en caso de no poder quitar la corona a Felipe, destruir la ciudad  y expoliarla.

Antonio, Prior de Crato, autoproclamado rey de Portugal.

A Drake le interesaban básicamente los botines, especialmente el que pudiera lograr en Lisboa, por tanto consideró que San Sebastián y Santander le desviaban mucho de su objetivo, y para disimular, sin ser acusado de incumplimiento de órdenes,  decidió atacar el puerto y la ciudad de La Coruña, pensando que serían presas fáciles y rápidas de conseguir.

Estuvieron atacando La Coruña desde el 4 al 18 de mayo de 1589 con todos los efectivos disponibles, que cuadruplicaban la población de la ciudad. No pudieron tomarla, destacando en el mando de la defensa el marqués de Cerralbo y el capitán Juan Padilla, jugando un papel muy importante en la aportación defensiva del Castillo de San Antón. Al ver la imposibilidad de conquistar la ciudad, intentaron quemarla en sucesivas ocasiones, consiguiéndolo parcialmente en algunos barrios como el de la Pescadería,  profanando por último, antes de retirarse, con disparos las imágenes sagradas, e incendiando  el convento de Santo Domingo como forma de manifestar  su enfado e impotencia.

Estatua de María Pita en la plaza de su nombre en La Coruña.

Puerta del Fuerte de san Antón en La Coruña.

En una de las últimos ataques de los ingleses, rechazados nuevamente, destacó la acción de María Fernández de la Cámara y Pita –María Pitaque en lucha cuerpo a cuerpo con un alférez abanderado inglés -dicen que hermano del almirante-, le clavó una pica en el pecho, dejándolo colgado de la muralla, sirviendo esta acción de gran ánimo a los defensores y horror a los de Drake, que decidieron retirarse.

La flota inglesa –La Contra Armada o Invencible inglesa- siguió hacia Lisboa en donde fracasó nuevamente, en su intento de provocar un levantamiento del pueblo portugués a favor de don Antonio Prior de Crato, autoproclamado rey de Portugal, en un intento de arrebatar la corona a Felipe II.

Al no existir un mando único de la flota, las diferencias entre Sir Francis Drake y Sir Jhon Norreys Norris para los españoles, uno jefe naval y el otro jefe de la fuerza de desembarco, sobre cómo realizar la operación, se acentuaron: el primero era partidario de atacar Lisboa desde el mar, entrando en el estuario del Tajo, y el segundo, partidario de un desembarco previo en la fortaleza de Peniche, leal a Antonio de Crato, y un avance por tierra hacia Lisboa. La opinión de Crato, creyendo que Portugal estaba con él,  influyó en la decisión de desembarcar en Peniche. Fue un fracaso con grandes pérdidas inglesas, conducido por Norris, mientras Drake, sin mover un dedo, permanecía expectante a varias millas de la costa lisboeta.

El fracaso de la Contra Armada, que desplegó más de 150 naves de distintos tipos y perdió más de 40 navíos entre hundimientos y capturas durante el desarrollo de sus operaciones, obligó al regreso de la misma, causando grave quebranto financiero al tesoro isabelino,  permitiendo a España reconstruir la flota española del Atlántico, logrando la salvaguarda marítima.

El desastre de la Contra Armada inglesa fue ocultado; hubo  pérdidas dobles que las de la Gran Armada española, y Drake fue relegado a mandar las defensas de Plymouth, siéndole retirada por la reina la licencia para navegar hasta 1595, recuperando el permiso real para morir a manos españolas en un ataque a Panamá en 1596, sirviendo además esta circunstancia, para que no fuera posible llevar inmediatas expediciones inglesas a América del norte, lo que pudo  contribuir a la ruina de Virginia.

La marina española fue triplicada, y a partir de 1590 consiguió transportar tres veces más mercancías entre América y Europa que en la mejor década de cualquier otra época anterior.

No obstante, los ingleses, que habían encontrado en la vía corsaria, una fuente de financiación relativamente sencilla, lo siguieron intentando. España aplicó un sistema de escolta y de información para sus buques, que frustraron la mayoría de los ataques corsarios a la Flota de Indias a partir de 1590: las expediciones bucaneras de John Hawkins y  de Martin Frobisher fueron derrotadas en la batalla de Las Flores, en las Azores, siendo capturado el navío  Revenge -el más importante de la flota inglesa-.

Así siguieron algunos años, con acciones ofensivas corsarias, bucaneras, filibusteras o piratas, gestionadas o realizadas por los ingleses, resueltas siempre a favor de los españoles: Pedro de Zubiaur dispersó  una flota de 40 buques ingleses en 1592, incendiando la capitana y apresando 3 barcos, y en 1593, en la batalla de Blaye, derrotó a una pequeña flota inglesa, hundiendo a la capitana y a la segunda.

En 1595, Drake y John Hawkins –piratas, corsarios y traficantes de esclavos- organizaron una expedición contra los asentamientos españoles en las Indias. Al pasar por Las Palmas de Gran Canaria fueron derrotados y más tarde lo fueron en diferentes lugares del Caribe, en donde los dos marinos/piratas perdieron la flota y la vida en 1596.

Siguieron las dos Armadas hostigándose permanentemente; murió Felipe II en 1598 y Felipe III continuó con la guerra. En 1600 se iniciaron conversaciones de paz en Boulogne-sur-Mer sin éxito; en 1603 murió Isabel I y se iniciaron entonces entre Felipe III y Jacobo I de Inglaterra -y VI de Escocia- conversaciones de paz serias, que culminaron en el Tratado de Londres el 28 de agosto de 1604, de resultado ventajoso para los españoles, que continuaron siendo de momento, la primera potencia europea; más tarde, tras la derrota ante Francia en la guerra de los 30 años y el crecimiento de la flota holandesa, España pasó a ser una potencia más en Europa.

The Somerset House Conference, en 1604 pintado en óleo sobre lienzo, mantenida  para negociar el final de la guerra anglo-española. Es un grupo con 11 representantes de los gobiernos de España, Inglaterra  y de los Países Bajos españoles.

En el Tratado de Londres, Jacobo I se comprometía a no intervenir en los asuntos continentales, renunciaba a prestar algún tipo de ayuda a los Países Bajos, abría el canal de la Mancha al transporte marítimo español, prohibía a sus súbditos llevar mercancías de España a Holanda o viceversa, y suspendía las actividades de los piratas en el Atlántico, mientras España renunciaba a apoyar un rey católico para la corona de Inglaterra, garantizando la tolerancia religiosa a los ingleses, comprometiéndose a no contribuir al sostenimiento de la formación del sacerdocio católico irlandés y concediendo facilidades al comercio inglés en las Indias españolas.

La expedición de la Gran y Felicísima Armada en 1588, se encuadra en los primeros años de una guerra entre España e Inglaterra que duró 19 años, comenzando en 1585 y terminando en 1604, y que si bien fue un éxito inglés, al impedir el objetivo español de desembarco en Inglaterra, no fue una derrota para España. A lo largo de la guerra, España obtuvo la mayor parte de los triunfos, hasta llegar a la victoria final, por la que consiguió reforzar su control sobre los mares, obligando a Jacobo I Estuardo, rey de Inglaterra a firmar la paz de Londres con Felipe III en 1604, tratado favorable para los intereses españoles.

La Pasión en el Arte; desde Getsemaní a la sepultura de Cristo en el Gólgota.

El arte ha dedicado incontables obras a Jesús y sobre todo a su pasión y muerte. Aquí tratamos de acompañar con algunas pinturas, los momentos más señalados de su Pasión.

Jesús llegó con los discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo“. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como quieras tú” (Mt 26, 36-39). Jesús señaló a Pedro diciéndole que antes que cantara el gallo, le negaría tres veces.

Este pasaje ha sido relatado en numerosísimas obras de arte, de las que señalamos algunas.

La oración en el huerto. Giulio Cesare Procaccini. 1615-1620. Óleo sobre lienzo. 216 x 147cm. Museo del Prado. Madrid.

Procaccini señala en su obra, como en el Huerto un ángel conforta a Jesús, mientras Pedro, Juan y Santiago -estos dos últimos hijos de Zebedeo y Salomé-, duermen a su alrededor.

Cristo con rostro agitado -contrastando con el de serenidad del ángel-, solicita al Padre que aparte de él la agonía que le aguarda, ante la atenta  mirada del ángel que alza su mano derecha hacia la divinidad. Las dos figuras están envueltas en una luz poderosa que aviva los colores de sus vestiduras blancas, verdes, rojas y azules, con distribución del óleo, aparentemente espatulado, característico de su pintura y de la escuela lombarda que encarna dentro del barroco italiano. El resto de la pintura está en penumbra como corresponde al momento solar que representa, excepto la gloria azulada y rosácea que aparece detrás del ángel.

En este sentido, y cada uno con las especiales características de las escuelas a las que pertenece, y de sus estilos propios, podemos apreciar algunos de las innumerables obras que relatan este suceso bíblico.

 

La oración en el huerto. Tiziano Vecellio di Gregorio, Tiziano. 1562. Óleo sobre lienzo. 176 x 136 cm. Museo del Prado. Madrid.

La oración en el huerto. Discípulo de la escuela de Giorgio Vasari. 1er tercio siglo XVII. Óleo sobre tabla. 119 x 153,5 cm. Museo del Prado. Madrid.

 

La oración en el huerto. Doménikos Theotokópoulos, El Greco. 1590. Óleo sobre lienzo. 102 x 131 cm. National Gallery. Londres.

Jesús en el huerto de Getsemaní. Andrea Vaccaro. 1660. Óleo sobre lienzo. 174,5 x 125 cm. Abadía de Montserrat. Provincia de Barcelona.

Cristo en el Monte de los Olivos. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 154 x 222 cm. Bode Museum. Isla de los Museos. Berlín.

Estaba Jesús orando en el huerto de Getsemaní cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran tropel de gente con espadas y palos enviados por el sumo sacerdote y por los ancianos del pueblo judío.

El que iba a entregar a Jesús, les había dado esta señal: «Al que yo bese, ése es: prendedlo». Y enseguida se acercó a Jesús y le dijo: –Salve, Rabbí– y le besó. Jesús le dijo, ¡Haz lo que has venido a hacer! Entonces, se acercaron, cogieron a Jesús y lo apresaron. De pronto, uno de los que estaban con Jesús desenvainó un alfanje, e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja.

Jesús dijo: -Pedro vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que recurren a la espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Entonces, ¿Cómo se van a cumplir las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así? En aquel momento le dijo Jesús a la gente¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendisteis.

Boceto para El prendimiento de Cristo. Francisco de GOYA y Lucientes. 1798. Óleo sobre lienzo. 40,2 x 23,1 cm. Museo del Prado. Madrid.

La Captura o El prendimiento de Jesús. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 133,5 x 169,5 cm. Galería Nacional de Arte de Irlanda. Dublín.

Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron -Pedro le negó la primera vez-, siendo trasladado Jesús en primer lugar a casa de Anás que había sido sumo sacerdote con anterioridad y era yerno del actual presidente del Sanedrín, Caifás, porque su casa estaba en el mismo camino que la de Caifás, pero más cerca.

Pedro negó a Jesús por segunda vez en la casa de Anás, el cual interrogó a Jesús, siendo abofeteado duramente por un esclavo durante su estancia en esa casa, por contestar -según el esclavo- de forma poco adecuada a Anás.

Jesús en casa de Anás. José de Madrazo y Aguado. 1803. Óleo sobre lienzo. 176 x 226 cm. Museo del Prado. Madrid.

Cristo ante Anás. Duccio di Buoninsegna. 1308-1311. Témpera sobre madera. 99 x 53,5 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.

Después fue trasladado a la casa del sumo sacerdote Caifás, en donde Pedro negó a Jesús por tercera vez -cantó el gallo- y Caifás se rasgó las vestiduras de indignación, quitándose el problema de encima, enviando a Jesús a casa del gobernador Pilato.

Jesús había predicho que Pedro le negaría con reiteración, señalando que lo haría tres veces antes de que el gallo cantara a la mañana siguiente. Pedro después de la tercera negación, escuchó el canto del gallo y recordó lo dicho por Jesús mientras le miraba, y el negaba lo que anunciaba el maestro por creerlo imposible. Pedro entonces lloró amargamente.

Negación de Pedro. Rembrandt Harmenszoon van Rijn. 1660. Óleo sobre lienzo. 154 x 169 cm. Rijksmuseum. Amsterdam.

 

Negación de Pedro. Gerard Seghers. 1620-1625. Óleo sobre lienzo. 157,5 x 227,3 cm. Museo de Arte de Carolina del Norte. Raleigh.

 

Cristo ante Caifás. Mathias Stomer. 1630. Óleo sobre lienzo.  89 x 142,2 cm. Milwaukee Art Museum. Milwaukee.

Improperios en la casa de Caifás; parte del políptico de Isabel la Católica. Juan de Flandes. 1496-1504. Óleo sobre madera.  25,8 x 20,4 cm. Galería de las Colecciones Reales Madrid.

Al llegar a casa de Pilato, hubo una primera entrevista privada. Pilato, al conocer que Jesús era galileo mandó trasladarlo al palacio de Herodes, ya que era asunto de su jurisdicción.

Jesús ante Pilato. Primer Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo.  168 x 286 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.

Jesús en la obra va vestido con una sencilla túnica y se encuentra con serena dignidad frente a Poncio Pilato que está sentado en una plataforma elevada. La presencia de Pilato transmite autoridad al mismo tiempo que cierta curiosidad y quizá desasosiego, mientras que la actitud tranquila e inquebrantable de Jesús insinúa su fuerza interior.

La composición está cuidadosamente organizada, con las figuras dispuestas en una formación triangular que atrae la atención hacia el drama central. Los tonos apagados y el hábil uso de la luz crean una atmósfera sombría y triste, que enfatiza la gravedad de la situación.

Herodes, viendo a Jesús se alegró, porque hacía tiempo que deseaba conocerlo personalmente; había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna cosa especial, como un milagro de los que decían hacía con habitualidad. Le hizo muchas preguntas pero Jesús nada respondió, mientras los principales sacerdotes y escribas le acusaban con vehemencia. Entonces Herodes, hizo que sus soldados le menospreciaran y vistieran con ropas que ridiculizaban su posición de Rey de los Judíos, devolviéndoselo a Pilato.

Jesús en la corte de Herodes. Duccio di Buoninsegna. 1308-131o. Temple sobre madera. 50 x 57 cm. Museo dell´Opera Metropolitan del Duomo. Siena.

Llevado nuevamente ante la presencia de Poncio Pilato –segundo encuentro-, el gobernador sin saber muy bien que hacer, fue impulsado por los ancianos judíos para que Jesús fuera juzgado y condenado, acusándolo de pretender ser el Rey de los Judíos, afirmación que debería ser considerada traición al tratarse de un desafío directo a las autoridades romanas.

 

Jesús ante Pilato. Segundo Encuentro. James Tissot. 1886-1894. Óleo sobre lienzo.  277 x 157 cm. Museo de Brooklyn. Nueva York.

Pilato declaró tres veces su creencia en la inocencia de Jesús, hasta puso en el tablero la posible liberación de un malvado forajido llamado Barrabás a cambio de Jesús, para inclinar la balanza a favor de este último.

Los ancianos y el pueblo pidieron la liberación de Barrabás y entonces Pilato se lavó las manos y mandó primero azotar, y más tarde crucificar a Jesús, lo que la soldadesca -motu proprio- acompañó con la coronación, escupitajos y la imposición del manto.

Aquí comienza lo que la historiografía ha denominado Ecce Homo “He aquí el hombre”, traducción que en la Vulgata latina se dio al pasaje del Evangelio de san Juan (19:5); se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato cuando presentó a Jesús a la muchedumbre hostil, a la que dejó el destino final de Cristo –él se lavó las manos-.

Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

La escena sucedió tras la flagelación de Cristo atado a una columna y ser coronado con espinas.

ECCE HOMO. Antonio Ciseri. 1871. Óleo sobre lienzo.  360 x 292 cm. Galería de Arte Moderno. Florencia.

ECCE HOMO. Tiziano. 1543. Óleo sobre lienzo.  242 x 361 cm. Kunsthistorishes Museum. Viena.

En el arte cristiano se denomina Ecce Homo a una tipología de representaciones de Jesús en la que aparece tal como se describe en este pasaje evangélico, con o sin los demás personajes. Cristo aparecerá semidesnudo y atado, con una caña en las manos o no, que representa un cetro, con el manto regio y la corona de espinas.

Por fin llegamos a la exposición de varios ECCE HOMO -el último es el encontrado recientemente de Caravaggio y expuesto en el Prado tras comprobar su autoría- para terminar con una obra del insigne artista con su obra El entierro de Cristo.

ECCE HOMO. Tiziano. 1547. Óleo sobre pizarra. 69 x 56 cm. Museo del Prado. Madrid.

 

ECCE HOMO. José de RiberaLo Spagnoletto -. 1634. Óleo sobre lienzo.  97 x 81 cm. Academia de Bellas Artes de san Fernando. Madrid.

ECCE HOMO. Peter Paul Rubens. 1612. Óleo sobre lienzo.  125,7 x 96,5 cm. Museo del Hermitage. San Petersburgo.

ECCE HOMO. Bartolomé Esteban Murillo. 1660. Óleo sobre lienzo.  52 x 41 cm. Museo del Prado. Madrid.

  

ECCE HOMO. Juan de Juanes. Alrededor de 1570. Óleo sobre tabla.  86,4 x 58,5 cm. Museo de Bellas artes de Valencia.

 

ECCE HOMO. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 128 x 103 cm. Palazzo Bianco. Génova.

 

ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.

Aquí, la figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– y parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o acompañándola, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o de miedo.

Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.

Tras estos sucesos, Jesús fue conducido a la crucifixión y posterior descendimiento y entierro.

 Cristo Crucificado. Alonso Cano. Circa 1645. Óleo sobre lienzo. 220 x 126 cm. Museo del Prado. Madrid.

 

Santo Entierro. Caravaggio. 1602-1604. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.

Música: Requiem de Mozart – Lacrimosa – Karl Böhm – Sinfónica de Viena.

SÍ es SÍ.

 

Recuerdo a las feministas desbocadas de hoy día, y su LEY DEL DESCUBRIMIENTO de un Nuevo Mundo -Sí es Sí-, para señalarles (no recordarles, porque nunca la oyeron) que hace más de 70 años, una de nuestras auténticas feministas despachaba a los feos monederos, eedredonesy alves de entonces, con la letra a borbotones y procaz de esta canción, y sin denuncias ni juicios y sin poner en solfa la presunción de inocencia.

¡Gracias Lola!

GUSTAV KLIMT sus mujeres y su dama dorada. El ANSCHLUSS y los nazis.

Que la luz del balcón ilumine tu lado izquierdo, ordenó Gustav a Ádele. Me desnudo?, preguntó ella con el visible deseo  de hacerlo reflejado en sus ojos bazos. No, sólo te deseo sin ropa para mí; en este retrato intentaré plasmar tu belleza para que el mundo pueda apreciarla, y me envidie y te adore.Read More

CARAVAGGIO ¡AH CARAVAGGIO!

Michelangelo Merisi nació el 29 de septiembre de 1571 en la ciudad lombarda de Caravaggio, situada al norte de Italia, este de Milán. Los padres eran de clase media-alta, trabajando su padre Fermo Merisi como arquitecto y administrador de los Sforza da Caravaggio, rama menor de los Sforza milaneses, y su madre, Lucía Aratori que provenía de familia noble y adinerada.

Al primer duque de Milán Francesco I Sforza, le sucedió su hijo Galeazzo María y a este su inepto primogénito Gian Galeazzo, que nunca gobernó de hecho, asumiendo la gobernanza del ducado el tercer hijo de Francesco I, Ludovico el Moro Sforza quien obtuvo el título de duque a la muerte de su sobrino Gian Galeazzo.

Anulada la rama mayor de los Sforza tras la muerte de los dos hijos de Ludovico el Moro sin descendencia, quedaron varias ramas menores, una de las cuales, la de los Sforza-Caravaggio, estuvo encabezada por Juan Pablo, hijo natural de Ludovico y de Lucrecia Crivelli, hija de los marqueses da Caravaggio.

Tras la muerte del padre de Caravaggio como consecuencia de la peste menor que asoló Milán circa 1580 -cuyo héroe fue san Carlos Borromeo que murió de esta enfermedad en 1584-, el joven Michelangelo entró a trabajar como aprendiz del pintor lombardo Simone Peterzano en 1584. Siete años después moría su madre. Pero el joven Caravaggio no se conformaba con ser aprendiz, viajando a Venecia donde conoció las obras de Giorgione -Giorgio da Castelfranco- y de TizianoTiziano Vecellio di Gregorio-; después marchó a Roma para establecerse como artista independiente.

La situación con la que se encontró fue difícil: sin dinero y sin amigos, tuvo que instalarse en uno de los peores barrios de la ciudad. Allí pasó hambre rodeado de mendigos, prostitutas y borrachos. Vivió un tiempo en una profunda pobreza tratando de vender sus primeras pinturas. Esos años causaron muchos estragos en Caravaggio. El artista se volvió violento y a menudo se metió en peleas que le causaron severos problemas con la justicia. También, durante este tiempo, padeció diferentes enfermedades como la malaria.

Por fin pudo conocer a Giuseppe Cesari, el “pintor de flores y frutos” de la cámara del papa Clemente VIII, quien le ofreció trabajo en su taller de pintura. Allí Caravaggio, realizó varias obras entre las que se pueden destacar Muchacho pelando fruta, su primera obra conocida, y un supuesto autorretrato que tituló Baco enfermo y Niño con cesto de frutas.

Muchacho pelando frutas. Caravaggio. 1592. Óleo sobre lienzo. 64 x 51,4 cm. Fundación Roberto Longhi. Florencia.

Baco enfermo. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma

 

Niño con cesto de frutas. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma.

La economía de Caravaggio no era demasiado boyante cuando conoció al pintor Próspero Orsi, que le metió en un círculo de gente importante como coleccionistas de arte, conociendo en esa época también al arquitecto Onorio Longhi que lo introdujo en los bajos fondos y las peleas callejeras, y al joven siciliano Mario Minniti, que le sirvió de modelo, y años más tarde fue su ayudante en Sicilia. Parece ser que Caravaggio fue bisexual pero no el icono gay que algunos trataron de colocarle.

El cardenal Francesco María del Monte, un importante coleccionista y mecenas que buscaba nuevos artistas, quedó tan impresionado con estos cuadros que los compró él mismo, invitándole además a entrar a su servicio, instalándole en el palacio Madama, comenzando entonces a ser reconocido ya como gran artista, extendiéndose su fama y consiguiendo los encargos más importantes de la ciudad. De esa época fueron los cuadros: La buenaventura y Partida de cartas.

La buenaventura. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 115 x 150 cm. Museos Capitolinos. Roma.

Una segunda versión de esta obra se encuentra en el Museo del Louvre.

 

Jugadores de cartas. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 94,2 x 131,2 cm. Museo de Arte. Kimbell. Forth Worth. UK.

En la obra puede observarse con la naturalidad que se desarrollan las trampas en la partida, cuando el observador apunta a uno de los jugadores las cartas del otro: la trampa y la bronca serían una constante en su desgraciada vida.

Durante esta época, Roma fue también centro de la cultura musical, un lugar donde acudían músicos de toda Europa, así, la primera obra que Caravaggio pintó exprofeso para Del Monte fue la titulada Los músicos. Un año más tarde y también para el cardenal pintó Cesto con frutas.

Los músicos. Caravaggio. 1595. Óleo sobre lienzo. 87,9 x 115,9 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.

Cesto con frutas. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 46 x 64 cm. Biblioteca Ambrosiana. Milán.

La capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, debe su nombre a la adquisición en 1565 de esta por el prelado francés Mathieu Cointrel​ -Contarelli es la italianización-. El propósito de Cointrel era decorar la capilla en honor a San Mateo. Cointrel contrató primero a Muziano , pero murió sin ver el trabajo, habiendo dejado dicho en su testamento que debía terminarse y la partida presupuestaria correspondiente. La segunda fase fue encargada a Giuseppe Cesari ,  quien realizó los frescos de la bóveda. Finalmente los lienzos los terminaría realizando Caravaggio, del taller del anterior. Para la capilla Contarelli pintó El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo.

Capilla Contarelli. Iglesia de San Luis de los Franceses. Roma.

El martirio de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.

La vocación de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.

Tras una visita de Del Monte a su amigo Vincenzo Giustiniani, ambos decidieron encargar al artista una pintura con un tema musical diferente, El tañedor de laúd, una de las obras más bellas y poéticas de Caravaggio.

El tañedor de laúd. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 94 x 119 cm. Museo Hermitage. San Petersburgo.

Existen tres versiones de esta obra, otra en la colección Wildenstein. NY. y la tercera en Badminton House. Gloucestershire. UK. La mejor es la de Hermitage.

Como homenaje a su mecenas el cardenal del Monte,  gran aficionado a la música, Caravaggio pintó esta obra. Se puede afirmar que el joven modelo es casi el mismo que aparece como figura central en Los músicos. La partitura musical que toca el joven parece ser obra de Jacques Arcadelt, francés amigo del cardenal. En principio, se pensó que el cuadro representaba a una joven dama, pero la evolución del estudio pictórico afirma que se trata de un muchacho con evidentes rasgos de androginia. Así, Caravaggio logró una de sus mejores obras, donde la música es representada con un ideal de perfección, por un modelo de ambos sexos con los labios entreabiertos y el movimiento de la mano que nos muestra la forma de representar el natural que perseguía el artista.

En la zona izquierda del cuadro se aprecia un jarrón con flores que idealiza la belleza de la naturaleza con sus frutos, y en paralelo, la belleza de la partitura que se idealiza en el canto del  joven que interpreta el madrigal, obra relativa al amor idealizado, que triunfa sobre el amor físico.

Del Monte compartía con otros personajes importantes como Borromeo o Fernando de Médicis muchos intereses científicos, y en 1598, Caravaggio pintó en honor de este último La cabeza de Medusa, un tema muy vinculado a Florencia y a los Médicis.

La cabeza de Medusa. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 60 x 55 cm. Galería de los Uffizi. Florencia.

A finales de la década de 1590, el cardenal Del Monte adquirió en Roma la villa Ludovisi y encargó a Caravaggio la decoración del techo, en donde pintó la obra Júpiter, Neptuno y Plutón.

 

Júpiter, Neptuno y Plutón. Caravaggio. 1597. Óleo sobre yeso. 300 x 180 cm. Villa Ludovisi. Roma.

La pintura decora la bóveda de una pequeña sala en el Casino di Villa Boncompagni Ludovisi en Roma, a la que se accede por una estrecha escalera de caracol y representa a Júpiter, Plutón y Neptuno, con el globo terrestre en el centro rodeado por los signos del zodiaco.

Francesco del Monte, tuvo mucho que ver con la realización de esta única pintura mural de Caravaggio. El artista rechazó la técnica del fresco utilizada por Leonardo da Vinci, de óleo sobre estuco, que había iniciado con tan poca fortuna Leonardo da Vinci en La Última Cena, utilizando el óleo sobre yeso que consideró más apropiado para este tipo de pintura. Mientras la obra de Leonardo se deterioró en seguida tras ser finalizada, la pintura de Caravaggio se ha mantenido en buen estado pese al abandono que pesó sobre misma.

La pintura permaneció ignorada hasta 1969, año en que fue descubierta y rehabilitada. El tema de la pintura es una compleja alegoría de las teorías del alquimista Paracelso, a la que era tan aficionado y seguidor el cardenal del Monte. Según Paracelso, el mundo se componía de tres elementos: el aire-sulfuro, el agua-mercurio y la tierra-sal. Tradicionalmente, ciertos dioses olímpicos representaron estos elementos, y es por esta razón que protagonizan la obra:  Júpiter con su águila y los ropajes revoloteando, significando el poder del viento. Neptuno con su caballo representa el agua y al otro lado, asiendo un atizador y con el can cerbero de tres cabezas está Plutón, el rey del Infierno y, por tanto, de la tierra. La acción tiene lugar en el orbe que manipula Júpiter y en cuyo interior se han mezclado los tres elementos para dar lugar al Sol, la Tierra y los signos zodiacales.

 A pesar de su trabajo para las élites, bien remunerado, Caravaggio sacaba a relucir a menudo su carácter violento, que llevaba de taberna en taberna, liderando una banda callejera de delincuentes que estaba presente en todos los altercados de la ciudad. En 1598, el conflictivo artista fue detenido por llevar armas sin licencia, aunque fue puesto en libertad al no haberse producido ningún incidente y manifestar que trabajaba para el cardenal Del Monte.

Durante ese tiempo Caravaggio ganó gran fama como artista, pero también fue muy criticado, ya que, para representar escenas bíblicas, usaba como modelos a gente de la calle y de las tabernas en lugar de a personas distinguidas. Sus obras eran extraordinariamente realistas y rompían con los estándares de composición de los artistas pasados; detalles como la vejez, los pies descalzos y sucios y las expresiones de horror sobresalían en sus obras.

Su característica forma de pintar fue, como todo lo revolucionario, en principio no entendido y después imitado. En primer lugar, renunció a todo tipo de idealismo, representando a profetas y santos como gente real, sirviéndose de modelos de la calle, captando perfectamente la fuerza psicológica de sus personajes, resaltando sus rostros con una intensa luz y envolviendo los fondos en tinieblas.

Probablemente los modelos eran la misma gente con la que había convivido tantos años en los barrios bajos, de cuestionable reputación. Algunas pinturas incluso, estaban ambientadas en tabernas y cantinas, y los modelos eran los borrachos y los apostadores de los bares, así como las prostitutas de mayor o menor estatus social.

Para pintar a la virgen María utilizó como modelo a prostitutas, por lo que muchas de sus obras, a pesar de tener una excelente técnica, fueron rechazadas. Esto obligó a Caravaggio a reconducir la elección de sus modelos. Algunas de las obras rechazadas fueron La inspiración de San Mateo y La Muerte de la Virgen, pinturas consideradas vulgares, ordinarias y obscenas, que en vez de idealizar las figuras religiosas, como era costumbre, les daba demasiada humanidad y realismo.

La inspiración de san Mateo. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 195 x 295 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.

 

La muerte de la Virgen. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 369 x 245 cm. Museo del Louvre. París.

A finales del siglo XVI y principios del XVII, las cortesanas ya no ostentaban el elevado estatus del que habían disfrutado en el Renacimiento, pero todavía existían cortesanas influyentes como Fillide Meladroni que había logrado amasar una fortuna considerable y posó como modelo para diversas obras de Caravaggio, entre las que destaca Santa Catalina de Alejandría. Otra pintura de Caravaggio relacionada con el mundo de la prostitución fue Magdalena penitente, una obra para la que utilizó de modelo a la cortesana Anna Bianchini.

Santa Catalina de Alejandría. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 173 x 133 cm. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.

Magdalena penitente. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 122,5 x 98,5 cm. Palazzo Doria-Pamphili. Roma.

 Sentada en un reclinatorio o silla de oración, Caravaggio resalta la humildad cristiana de la pecadora arrepentida a través de una insólita perspectiva ligeramente elevada, con la que, empequeñeciéndola, la ensalza. Enmarcada en un fondo de sombras sobre el que se entreabre un pequeño haz de luz, la escena captura ese instante de sufrimiento o alegría del alma, en que una lágrima da testimonio de la verdad del corazón y del dolor de una verdadera contrición y de la tranquilidad tras el perdón.

En 1597 ya era Caravaggio celebérrimo. En 1599 convaleciente, se ignora si de enfermedad o de alguna herida, que sería lo más probable, comienza su carrera delictiva y el 28 octubre de 1600 consta por vez primera fichado por la policía romana, creciendo a partir de entonces sus actos punibles por la justicia: en 1601 dio una estocada al capitán Flavio Canonico, de la guardia del Castillo de Sant’Angelo, lo que, se resolvió en un acto de conciliación. En 1603, estuvo sujeto a proceso judicial interpuesto por su colega Baglione, su futuro biógrafo, por delito de libelo. En 1604 hirió a un mozo de hostería, apedreó a la policía e insultó a un cabo de la milicia, a lo que se unieron otros excesos con mujeres. En 1605 fue arrestado por tenencia ilícita de armas. En 1606 en un partido de pallacorda -tenis de entonces-, se encaró con Ranuccio Tomassoni, un joven aristócrata. Tuvieron una pelea y Caravaggio le causó la muerte, aunque parece que su intención no fue esa. El papa Pablo V, cuyo retrato acababa de pintar el propio Caravaggio, se vio obligado a sentenciarlo a muerte.

Retrato de Pablo V. Caravaggio. 1605. Óleo sobre lienzo. 203 x 199 cm. Galería Borghese. Roma.

El pintor huyó a Nápoles y vivió mirando en cada esquina para evitar a las autoridades. De Nápoles viajó a Malta, donde fue nombrado caballero de la Orden de Malta. También allí su comportamiento pendenciero le causó más de un problema, por lo que fue expulsado de la orden y obligado a dejar la isla. De su estancia en Malta cabe resaltar La Decapitación de San Juan Bautista, San Jerónimo escribiendo, San Juan Bautista en la fuente y Retrato del maestre Alof de Wignacourt.

 

La decapitación de san Juan Bautista. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 361 x 520 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.

Esta obra, una de las mejores del artista -sino la mejor- narra la orden de Herodes de decapitar a Juan Bautista por el capricho de Salomé, la hijastra de Herodes, a instancias de su madre, episodio relatado en los evangelios de Mateo y Marcos.

Se caracteriza por el equilibrio de la composición, introduciendo el artista referencias del escenario, situando la austera arquitectura del siglo XVI de la prisión como telón de fondo. En la ventana, dos figuras silenciosas son testigos de la escena, proyectando al espectador hacia dentro de la pintura y no hacia fuera como ocurre con El martirio de San Mateo.

Aquí se presenta un compendio del arte de Caravaggio, con personajes habituales en sus pinturas -la anciana, la joven, el canalla desnudo, el noble de barba…-, sus sombras y luces, con los tonos luminosos y oscuros que provocan sentimientos profundos en el observador. En la obra se relata el cruel drama, que resulta efectivo a pesar de limitar Caravaggio toda señal de énfasis emocional excesiva. El pintor firmó en la sangre de San Juan, como sello personal del drama, en la que podría ser su mejor obra.

 

San Jerónimo escribiendo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 117 x 157 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.

San Juan Bautista en la fuente. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 100 x 73 cm. Collezione Bonello. Valletta. Malta.

 

Retrato del maestre Alof de Wignacourt. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 195 x 134 cm. Museo del Louvre. París.

 De vuelta a Nápoles en 1609 fue víctima de una agresión en la Osteria del Cerriglio -siempre en medio de todas las broncas- que le dejaría la cara desfigurada, dándole algunos incluso por muerto; dormía armado y creía que todos conspiraban contra él.

De su época napolitana caben destacar David con la cabeza de Goliat- en la que se autorretrata a sí mismo en la cara de Goliat-, San Juan Bautista reclinado, La Negación de San Pedro y San Juan Bautista.

David con la cabeza de Goliat. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 90,5 x 1116 cm. Museo de Historia del Arte. Viena.

San Juan Bautista reclinado. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 124 x 159 cm. Colección privada. Munich.  

 

La negación de san Pedro. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 94 x 125 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.

 

San Juan Bautista. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 159 x 124 cm. Galería Borghese. Roma.

La imagen del santo era una de las favoritas de Caravaggio. San Juan Bautista es representado más joven que en otras obras del mismo santo y autor. La obra fue terminada por el maestro poco antes de su muerte. San Juan Bautista aparece como un hombre muy joven, con una pose sencilla y relajada y con una mirada reflexiva, como si fuera un pastorcillo apoyado sobre una tela de color rojo, con ambas manos en una cornisa, mientras que en el fondo, una oveja come una hoja de parra. La tradición de representar al profeta bíblico como un joven, en lugar de como un hombre maduro y sabio, se fraguó desde el Renacimiento. San Juan aparece inmerso en sus pensamientos y su aspecto quizá desprende tristeza.

En 1610, Caravaggio recibió por fin permiso para volver a Roma tras ser indultado. De regreso, tras una escala en Porto Ércole -Sicilia- fue encarcelado al ser confundido con otra persona, y el barco que le tenía que llevar a Roma zarpó sin él. Su salud, muy resentida por su mala vita, empeoró con las desdichas; con disentería y muy débil, cuentan que comenzó a correr por la playa persiguiendo al barco que tenía que haberle llevado a RomaCayó al suelo exhausto, y sin ayuda y en pocos días murió: el 18 de julio de 1610.

Su última obra, El martirio de santa Úrsula, es tal vez la más oscura y lúgubre de su producción, fiel reflejo de su estado de ánimo en aquellos días.

El martirio de santa Úrsula. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 106 x 179,5 cm. Banca Comercial Italiana. Nápoles.

Muchos creen que murió debido a las condiciones que soportó en la cárcel, contrayendo una enfermedad, otros piensan que fue asesinado por alguno de sus múltiples enemigos, y otros, los más, que se volvió loco por su sufrimiento y murió de insolación.

Igual que en su obra, la vida de Caravaggio estuvo marcada por una lucha entre la luz y la oscuridad. Fue un artista con una capacidad de plasmar la miseria que le rodeaba a través de personajes que se confundían entre lo sagrado y lo profano. Excesos y delincuencia marcaron la vida de Caravaggio, un hombre con múltiples contradicciones, que pasó gran parte de su vida huyendo de sí mismo: soy un hombre que busca ayuda, un artista que pide misericordia.

La técnica de Caravaggio ha sido reconocida en todo el mundo. Se le ha llamado El maestro de la sombra y de la luz debido a su particular técnica conocida como Chiaroscuro y el resultado de su estilo fue el Tenebrismo, CREANDO ESCUELA a comienzos de el Barroco: los contrastes a través del fuerte uso de luz y de las sombras con el propósito de crear volumen y dramatismo, fueron una nueva forma de idealización y de mostrar el sufrimiento.

Su Tenebrismo que es el nombre que la historiografía del arte ha dado al estilo o corriente de la pintura correspondiente a la fase inicial del Barroco -comienzos del siglo XVII-, que se caracterizó por el violento contraste de luces y sombras mediante una forzada iluminación  que se hace llegar con un foco de luz marcando una diagonal en la pared del fondo, como proviniendo de un tragaluz de un sótano  –luz de sótano o luz de bodega-. Su nombre proviene del latín, tenĕbrae, tinieblas.

Los principales exponentes de esta Escuela fueron Caravaggio y José de Ribera -Lo spagnoletto-, y se ha llegado a considerar el Tenebrismo como una corriente propia de la escuela española, que surgió a comienzos del siglo XVII, aunque siempre sería como resultado del impacto del caravaggismo  y el uso de su técnica del claroscuro, aunque en la pintura española fuera iniciada la técnica de la luz en la segunda mitad del siglo XVI por El Greco, El Divino Morales, Pedro de Campaña, Luca Cambiaso, Navarrete el Mudo y otros, conjunto de artistas que recibieron la denominación de luministas -quizá equivocada, o no-.

En España el primer núcleo propiamente tenebrista se desarrolló en la Escuela valenciana de Francisco Ribalta, de donde surgió Ribera -aunque la totalidad de su obra la realizó en Nápoles-. También influencia tenebrista tuvo la Escuela sevillana de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco -suegro de Velázquez- de donde saldrían Velázquez y Zurbarán.

OTRAS OBRAS ENTRE LAS MEJORES

La cena de Emaus o Los discípulos de Emaus. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 141 x 175 cm. Academia de Bellas Artes de Brera. Milán.

Judith decapitando a Holfernes. Caravaggio. 1599. Óleo sobre lienzo. 144 x 173,5 cm. Colección privada. Francia.

La flagelación de Cristo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 286 x  213 cm. Museo Capodimonte. Nápoles.

Narciso. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 110 x 92 cm. Galería  Nacional de Arte Antiguo. Roma.

La conversión de san Pablo. Caravaggio. 1601. Óleo sobre lienzo. 230 x 175 cm. Basílica Santa María del Popolo. Roma.

Madonna y el Niño con santa Ana. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 292 x  211 cm. Galería Borghese. Roma.

La sepultura o el entierro de Cristo. Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.

Salomé con la cabeza de l Bautista. Caravaggio. 1609. Óleo sobre lienzo. 116 x 140 cm. Galería de las Colecciones Reales. Madrid.

Para terminar, el famoso Caravaggio calificada su autoría recientemente, que fue expuesto en el Prado durante unos meses.

 

ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.

La figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– que parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o con ella, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o miedo.

Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.

El Ecce Homo de Caravaggio, perdido y recuperado, apareció en 1631, sin poderse saber quién encargó la tela, aunque los expertos están seguros de que el cuadro apareció entre los bienes de Juan de Lezcano, secretario del virrey de Nápoles. La obra fue adquirida por el conde de Castrillo, virrey de Nápoles, y más tarde enviada a Madrid, donde aparece en las colecciones de Felipe IV en 1666. Un siglo y medio más tarde se encontraba en el inventario de las obras del valido de Carlos IV, Manuel Godoy, que pasaron a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en donde al parecer se perdió luego la pista de esta obra.

La reaparición del cuadro comenzó en marzo de 2021, cuando un propietario anónimo, a través de una casa de subastas madrileña -Ansorena-, sacó a la venta por un precio de salida de 1.500 euros la obra La coronación de espinas, lo que entonces se creía que era la pintura de un discípulo de José de Ribera.

Ribera fue un pintor valenciano que desarrolló la mayor parte de su carrera en Italia y según el Museo del Prado su estilo es marcadamente italiano. La confusión podría entenderse, debido a que, como destaca la propia pinacoteca, Ribera adoptó una forma extrema del naturalismo de Caravaggio, que se manifiesta en el uso de fuertes contrastes de luz .

Tras todo el revuelo causado por la pintura que pasó de valer 1.500 a 36 millones de euros y que fue protegida con toda urgencia por las autoridades culturales, se conoció el nombre de los propietarios, la familia Pérez de Castro, descendientes de Evaristo Pérez de Castro, uno de los redactores de la Constitución de 1812. Casi inmediatamente, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo pública una pista sobre la identidad de la obra, desvelando que en 1823, la Academia había aprobado su permuta por un San Juan Bautista de Alonso Cano propiedad del político Pérez de Castro.

La ficha de esta obra en la Academia de San Fernando menciona las deliberaciones de la junta directiva al respecto, y la confianza en “que la Academia quedaría bien indemnizada si la permuta  se hacía con un Ecce Homo que se creía de Carabaggio, y no constando que perteneciese a ningún particular ni corporación, se aprobó el cambio por las ventajas que ofrecía a la Academia“. (Pérez de Castro era directivo de la Academia, claro).

Desde 2021, siempre con la prohibición de abandonar España, y hasta su adquisición por un coleccionista anónimo (británico y residente en España), la pintura ha permanecido bajo custodia de la galería de arte Colnaghi, con la colaboración de Filippo Benappi (Benappi Fine Art) y Andrea Lullo (Lullo Pampoulides), siendo además restaurada por Andrea Cipriani y su equipo, bajo la supervisión de expertos de la Comunidad de Madrid.

Sobre ella se ha efectuado una investigación de expertos ingenieros nucleares especializados en la aplicación de técnicas científicas al estudio y conservación del patrimonio cultural, y sus conclusiones, junto a las de otros estudios llevados a cabo por catedráticos de Historia del Arte, historiadores del arte y eruditos en la materia, han venido a coincidir en que, por técnica, estética e iconografía, esta obra corresponde a Caravaggio.  (Me recuerda por la millonada, a la Dama Dorada de Klimt -que si queréis os refresco la historia cualquier día-, aunque eneste caso solo se ha valorado en 36 millones porque no puede salir de España).

Música: Strozzi: Cantate, Ariette e Duetti, Op. 2: L’Eraclito amoroso (Udite amanti)

Caravaggio y los viajes low cost. Parte 1.

Ayer hice mi último examen del cuatrimestre, y hoy vuelvo a estar al lado de mi querido blog, tan abandonado como el arte y los museos que tanta vida me han ido dando. Así, y en justa reciprocidad, recuperé en la mente una visita al Prado que hice el pasado otoño con motivo del préstamo y exposición de un Ecce Homo -perdido y encontrado- de Michelangelo Merisi da Caravaggio, para mí uno de los más grandes -sino el más- pintores de la Historia.

Antes de ponerme con el relato de mi visita al Prado, recordé un post escrito sobre una exposición en el Palacio Real de Madrid que contenía una obra del no demasiado prolífico artista que lo utilizo hoy a modo de proemio, que continuará con la visita al Prado y posteriormente, un paseo por la vida del artista y su obra.

El 7 de junio de 2016 fui al Palacio Real, visita gratuita si se iba por la tarde con 2 horas de duración y sin posibilidad de visita guiada, pero como a los jubilados sólo nos costaba cinco  euros, preferí ir a mi aire un martes a las 10,30 de la mañana, y vi la posibilidad al llegar, de poder ver la Exposición con un guía colectivo por cuatro euros adicionales, aunque hubiera pagado a la guía que nos asignaron hasta con la vida, porque nos tocó en suerte una mujer bella, de unos cuarenta, delgada-tipazo, morena con raya en medio y pelo recogido con fiereza en moño trasero, labios fruncidos como lanzando un beso general al tendido, con lo central de ambos labios carnoso, y laterales muy finos,  culta, seria y con un algo acuoso en el fondo de sus ojos grandes  y oscuros que te absorbía…se llamaba Salomé.

Salomé nos señaló que la exposición tenía 72 obras entre pinturas y esculturas del siglo XVII italiano –seicento*–, todas de las Colecciones Reales del Patrimonio Nacional. Aunque la exposición se llamaba de “Caravaggio a Bernini”, solamente había una obra de Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista y una sola escultura de Bernini, El Cristo crucificado, que estaba  expuesto sin la cruz, sólo el cuerpo.

“De Bolonia a Roma”, “Lujo Real”, “De Roma a Nápoles” y el “Esplendor del Barroco”, eran las cuatro partes en las que se dividía la muestra. Tenían que buscar alguna forma de ordenarla y no era fácil, ya que casi ningún artista participaba con más de una obra. Empezamos con de Bolonia a Roma, y dejamos para el final Lujo Real en los salones Génova, en donde estaba la obra de Caravaggio.

De Bolonia a Roma comenzaba con piezas que reflejaban cómo llegaron a Roma artistas procedentes de Bolonia, como Annibale Carracci, Guido Reni con su Santa Catalina o Giovanni Francesco BarbieriGuercino–, o de otras partes, de Francia Charles Le Brun, o de España, Velázquez. Destacó para mí en este primer bloque la Túnica de José  del sevillano.

La túnica de José. Velázquez.

Annibale Carracci llegó a Roma en 1594, donde aprendió de la escultura antigua y de las pinturas de Rafael Sanzio –Rafael–, un nuevo lenguaje artístico de perfección clásica, intentando reproducir la belleza de las perfecciones y no de lo imperfecto. Creó escuela y tuvo muchos seguidores.

La Asunción de la Virgen. Annibale Carracci.

En la sección de Roma a Nápoles, se apreciaba la influencia de Caravaggio en la pintura de la zona del sur de Italia, gobernada por los españoles durante dos siglos y profusamente representada en nuestro Patrimonio Nacional, ya que muchas obras de esa época fueron traídas a los reyes de España, progenitores de los reyes napolitanos. Destaca José de Ribera, español formado en Italia con sus obras Jacob y el rebaño de Labán y Francisco de Asís en la Zarza, y algunos, que siendo de la escuela de Ribera, fueron de los más destacados artistas del barroco ilusionista, de moda en la Corte española al final de los Austrias. También en esta sección de la escuela napolitana, hay presencia muy notable de la escultura barroca, donde se exhibe El Cristo Crucificado de Bernini, como se apuntaba antes sin cruz. Fue mandado realizar por Felipe IV para El Escorial y es, como todo lo que hizo Bernini, sea escultura –La fuente de los cuatro ríos– en la Piazza Navona de Roma, arquitectura –La plaza de la Basílica de San Pedro– o pintura –retratos­–, todo fantástico.

Jacob y el rebaño de Labán. José de Ribera.

San Francisco de Asís en la zarza. José de Ribera.

Cristo crucificado. Bernini.

Plaza de San Pedro.  

La fuente de los cuatro ríos en Piazza Navona.  Roma.

 

Caravaggio. Retrato de Bernini.

En el Esplendor del Barroco terminaba la exposición con una docena de pinturas de gran tamaño que recorrían todo el siglo XVII con obras tan magníficas como la Conversión de Pablo de Guido Reni, La vocación de San Andrés y San Pedro de Federico Barocci o Los cuatro arcángeles de Massimo Stanzione.

Conversión de Saulo. Guido Reni.

La vocación de San Andrés y San Pedro. Federico Barocci.

Otros pintores destacables en la muestra son: Giovan Francesco Romanelli, Simone Cantarini, Charles Le Brun -protegido de Luis XIV de Francia- o Francesco Albani. Además, los dos escultores más importantes del siglo XVII, el citado Gian Lorenzo Bernini, y Alessandro Algardi están representados con dos de sus obras, que estaban bastante deterioradas, en los jardines del Palacio Real de Aranjuez, y hoy están perfectamente restauradas.

Y llegamos a Lujo Real, habiendo pasado por alto interesantes obras en plata y bronce en la sala 3, provenientes de los camarines de algunos palacios Austrias, pero que a mí no me llamaron demasiado la atención.

En el Lujo Real se encontraba la obra de Caravaggio –la mejor y una de las poquísimas que hay en España– Salomé con la cabeza del Bautista. La pintura se hallaba en magnífico estado de conservación tras su reciente restauración, siendo posible determinar así con claridad, la posición de la espada que empuña y va a ser envainada por el verdugo, que está de espaldas. A las tonalidades pardas que componen el fondo oscuro, decidió añadir el maestro un verde casi negro que ahora resulta visible, sobre todo en la zona de sombras de la izquierda. Se considera una de las mejores obras de la época final de Caravaggio, por el colorido, el contraste de luces característico del tenebrismo, y el realismo de las figuras humanas. Parece ser que la cabeza del bautista en la fuente fue un autorretrato del artista.

El episodio bíblico no es presentado en la obra como drama que está ocurriendo y que debe horrorizarnos, sino como algo dramático que pasó y ahora se presenta con naturalidad. La hija de Herodías presenta la cabeza que reclamó como premio por bailar delante de su padre, el rey Herodes. El pintor utilizó un fuerte claroscuro que realza las figuras humanas en medio de la oscuridad dando a la obra sensación de realidad.

Existe otra Salomé con la cabeza del Bautista en la National Gallery de Londres, realizada para el Gran Maestre de Malta. La que podemos ver en esta Muestra fue la que perteneció a García de Avellaneda y Haro, conde de Castrillo y virrey de Nápoles entre 1653 y 1659, regalada a Felipe IV y traída a España por Velázquez junto a otras 43 obras, colgada en el Alcázar de Madrid, que se salvó junto a otros tesoros artísticos en el incendio del palacio-fortaleza de 1734, ya que aparece catalogada con el número 876, cuando se realizó una lista de las obras no destruidas en el incendio. Después fue al Palacio Real de Madrid, de la hoy calle Bailén, donde permanece desde entonces.

De repente me fijé en la figura que portaba la cabeza del Bautista, miré su cara, sus ojos seductores, su boca fruncida y ¡Dios mío! ¡Era nuestra guía! Busqué a la guía que nos acompañaba, y no estaba. Vi mover los ojos acuosos de la Salomé del cuadro, desde la posición inicial de su cabeza en dirección contraria al Bautista, hacia mí, y comencé a sentirme mareado y poco a poco perdí el sentido.

Me desperté teniendo en frente a una señora de cara bonancible, gruesa, con cabello blanco que me preguntó en francés: vous allez bien? Vous avez besoin d’un médecin? A lo que contesté que me encontraba regular, que no necesitaba médico y le pregunté que si hablaba español o inglés. Me contestó en español, y al decirle que estaba aturdido, sacó del bolso una botellita de agua y me la ofreció. Bebí un trago, le dije que me encontraba mejor y le di las gracias. Êtes vous sûr que tout va bien? Perdón, corrigió la amable señora ¿seguro que está bien ? Sí, sí, le di las gracias y se fue.

Al cabo de unos minutos, me incorporé, miré alrededor y vi que estaba en lo que parecía un museo, por los cuadros expuestos en las paredes y alguna escultura entre ellos. No identificaba donde estaba, pero el lugar me sonaba a conocido. Algunas señales en italiano: Stanza 124, Uscita di strada…Me fijé en la obra que tenía delante y !no me lo podía creer! Estaba ante Judit decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi, hija de Horacio Gentileschi, seguidor de Caravaggio. A su derecha –seguía sin dar crédito a lo que veía–, Baco –con los ojos acuosos enigmáticos –de campesino, no de un dios– del maestro Caravaggio, del artista violento y revolucionario en la manera de pintar, personificando siempre en todos los aspectos de su aventurada vida, la figura romántica del artista maldito.

De la pintura veneciana aprendió el uso del color cálido y atmosférico y de la lombarda tomó y cultivó más tarde, el fuerte realismo y la predilección por las personas populares y humildes.

Judith decapitando a Holofernes. Artemisa Gentileshi.

Bacco. Caravaggio.

Ante tanto absurdo, busqué la salida a toda prisa, para confirmar que incomprensiblemente, estaba en la puerta de la Galería de los Uffizi de Florencia. Reconocí la Chiasso del Baronceli –conocía Florencia aceptablemente pues había ido varias veces con anterioridad– y la cogí a toda prisa hacia el oeste, buscando para acabar de situarme el puente de los joyeros sobre el río Arno. Torcí a la derecha por la vía Lambertesca rodeando la Piazza D Pesce hasta llegar a la Vía Por Santa María, pudiendo divisar entonces, el puente Vecchio con sus tiendas de joyeros.

Galería de los Uffizi.

Mi primera tentación fue preguntar por un posto di polizia, pero lo pensé mejor y pregunté por una parada de taxis. La parada estaba al lado del Palazzo Pitti, que fue construido por la familia de comerciantes Pitti -para tener uno más grande que los Médicis–, y que en cuanto se arruinaron fue comprado por Eleonora de Toledo mujer de Cosme I de Médici.

Puente Vecchio sobre el río Arno.

Llegué a la parada enseguida -no hay más de 200 ms desde el puente Vecchio- y cogí un taxi, preguntando previamente si podía pagar con VISA, para ir al aeropuerto Amerigo Vespucci o Peretola. Allí encontré pasaje para Madrid en Iberia a las 16,30 y a las 19,00 estaba en la T4.

Pensé en ir a un psiquiatra o a alguien experto en fenómenos paranormales, pero no lo hice, al fin y al cabo la ida a Florencia fue muy barata, y mi filosofía es que las preguntas sin respuesta en la vida, pueden producir de todo, fundamentalmente melancolía.

No obstante, volví tres veces al Palacio Real de Madrid buscando a la guía, pregunté a todos los que hubieran podido conocerla, pero nadie parecía haberla visto jamás.

*Seicento: denominación historiográfica de la dimensión local en Italia del Barroco; movimiento cultural con extensión intelectual, literaria y en todos los géneros del arte

El alma, el espíritu y la mente. El yo perdido.

 

Durante muchos años fui persona de claras convicciones y opiniones -muchas veces, seguro que demasiadas– rotundas.

Siguiendo relativamente firme en mis convicciones, cada día que pasa, me parecen  más aceptables todas las posiciones y formas de pensar, por lejos que estén de la mía. Es decir paso a aceptar que las cosas no sean casi nunca, ni lo blancas ni lo negras que a mí me parecen o me gustaría –creo que es una medida de autoprotección de mi yo–, posiblemente, para no tener que rechazar tantas cosas que me pudieran desagradar o herir. El alma o la mente se autocorrigen o evolucionan, para evitar frecuentes acciones de rechazo o desprecio como me hubiera sucedido antaño.

Me está traicionando la mayoría absoluta de mis neuronas –que la tuve–, de mi yo, de mi alma o de mi espíritu? Iré cada día más, hacia una minoría absoluta creciente, de cara a mis juicios y opiniones? La edad va llevando a esa minoría? Será otro tipo de evolución de mi alma, de mi espíritu, o de mi mente? Se irá haciendo el sistema neuronal menos firme? Las neuronas son cada vez más permisivas o engañadas por sí mismas? Semi vacías? Las que van quedando languidecen? Me voy yendo poco a poco?

Para saber que ocurre, quizá debiera saber en primer lugar, qué son y dónde residen el espíritu o el yo, la mente y el alma, para después intentar analizar su evolución.

Decía San Agustín de Hipona –no olvidar que vivió en el siglo IV– que las potencias del alma son:

MEMORIA, ENTENDIMIENTO Y VOLUNTAD.

Memoriapasado: lo que el hombre recuerda (menos mi amigo JAV, de edad provecta aunque menor que la mía, que sigue acordándose de todo).

Entendimientopresente: lo que el hombre entiende.

Voluntad…futuro…previsión: lo que el hombre hará.

Platón admitía tres poderes del alma, e incluso que había tres almas: el intelecto, los afectos nobles y los apetitos o pasiones.

Para Aristóteles, el alma era una, pero dotada de cinco grupos de facultades: la vegetativa para el desarrollo de la vida orgánica, la del apetito o tendencia hacia algo, la de percepción sensorial, la facultad de locomoción y la razón.

Los escolásticos siguieron la teoría aristotélica, pensando que cuerpo y alma van unidos en una substancia completa, siendo el alma la parte sustancial, el principio vital.

Y así fueron siendo los pensamientos de los filósofos, pero sin definir ninguno con precisión que es el alma y en qué lugar reside.

Básicamente, hay dos teorías al respecto de la composición del ser humano, la de los Tricomitas, que creen que el ser humano está compuesto de tres partes: espíritu, alma y cuerpo y la de los Dicomitas que creen que el ser humano consta de dos partes: alma/espíritu y cuerpo, en donde espíritu y alma, son lo mismo.

Veamos algunas definiciones de alma y espíritu de diferentes filósofos, que  son  bastante similares:

Alma

–El principio vital en los seres humanos, acreditado con facultades de pensamiento, acción y emoción y a menudo concebido como una entidad inmaterial.

La naturaleza espiritual de los seres humanos; se piensa que es inmortal,  y que se separa del cuerpo en la muerte, siendo susceptible de la felicidad o miseria en un estado futuro.

–El espíritu sin cuerpo de los seres humanos muertos; una sombra…

Espíritu

La parte principal o fuerza animadora de los seres vivientes. Conciencia incorporal…

–El alma, considerada como lo que sale del cuerpo cuando la persona muere.

–La parte del ser humano asociada con la mente, voluntad y sentimientos. La naturaleza esencial de una persona o grupo.

Los Dicotomitas señalan que existen solamente dos versos en la Biblia que se pudieran utilizar para respaldar una posición Tricotomita (Hebreos 4:12 y I Tesalonicenses 5:23).

Hebreos 412: porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Tesalonicenses 523: y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Los Dicotomitas piensan que ambas referencias son solamente una forma de escribir para referirse al todo del ser humano, y no necesariamente para establecer una diferencia entre el alma y el espíritu.

Un estudio de la forma en que se usan las palabras “alma” y espíritu” en la Biblia, nos demuestra que las características del alma y del espíritu también son aparentemente idénticas y que tienen las mismas capacidades, por lo que es probable que sean una referencia a la misma cosa.

Y qué acerca del alma y la mente?

En versículos de Marcos12:30 y Lucas10:27, se señala lo que dijo Jesús: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma  y con toda tu mente.

Sin embargo, si se considera que alma y espíritu se refieren a una misma cosa –aunque pudieran no ser exactamente lo mismo–, algunos filósofos importantes, optan por no considerar tampoco la diferenciación entre alma y mente, ya que entonces el hombre podría ser cuatripartito : cuerpo, alma, espíritu y mente, teoría desechada por la mayoría. Es decir alma, espíritu -yo- y mente, sin ser lo mismo, pueden referirse a la misma cosa, resultando muy difícil llegar a concluir  la diferencia entre espíritu -yo-, alma y mente.

San Agustín trató de llegar a una conclusión al respecto y no pudo. Si una mente tan importante como la de San Agustín no pudo resolver esto, no me sentiré  yo mal por no poder hacerlo.

Espíritu se es y alma se tiene, dicen los Rosacruces.

Y donde se sitúan el alma/espíritu/mente?

Esta cuestión fue principal desde el principio de los tiempos: averiguar dónde se situaba el alma, como paso previo a posteriores análisis.

Desde los tiempos en que tenemos información, se pensaba que el alma residía en el corazón. En el antiguo Egipto, los sacerdotes extraían el cerebro de los cadáveres cuando preparaban el viaje al más allá después de la muerte, y sin embargo dejaban intacto el corazón porque creían que allí residía el espíritu o alma, y que este órgano era el fundamento de la vida. Aristóteles también pensaba que el corazón constituía el centro de la vida y que el alma o espíritu residía en él.

En esta búsqueda interminable del tesoro humano –el alma– los científicos llegaron al corazón sufriendo una gran desilusión al descubrir que sólo era un músculo, imprescindible para la vida, pero un músculo al fin y al cabo.

El corazón, como residencia del alma o espíritu, fue un concepto muy poderoso durante siglos. En la Edad Media creían  que cada persona tenía tres almas: una en el hígado y otra en el corazón, siendo la tercera el alma racional, el alma cristiana, que no estaba en ningún lugar concreto porque era un alma inmaterial. Así que el corazón siguió considerándose como un órgano central en lo relativo al alma. Recordemos frases como “te abro mi corazón”, “se me rompe el corazón”, “con el corazón en la mano”, todas ellas pueden ser herencia de esa idea secular.

Llegamos a  los primeros grandes científicos, en el siglo XVII, que comenzaron a pensar que esta teoría era incierta  y que el alma podía residir en el cerebro.

alma-cerebro 3

Algunos animales ni siquiera se reconocen a sí mismos frente a un espejo. Otros, como los monos, igual que nosotros, se reconocen y tienen conciencia de sí mismos. Los seres humanos, a diferencia de los demás animales, tenemos entendimiento imaginativo -más tarde entendimiento-, voluntad y memoria que eran las tres potencias del alma, según el pensamiento antiguo.

Hasta mediados del siglo XVII, el alma era un principio inmortal e inmaterial que pensaba, sentía y regía el cuerpo, mientras que el cerebro, por el contrario, era considerado una glándula de aspecto desagradable  y de aparente inutilidad. Thomas Willis (1621-1675), junto a un grupo de sabios, inaugurando la era de las neuronas, en la que nos encontramos hoy, pensaron que cerebro, mente  y quizá espíritu sean  conceptos inseparables.

Hoy se puede afirmar que el cerebro es el soporte físico a través del cual se realizan las funciones de la mente, y se mueven y se expresan, los múltiples grados y estadios de conciencia.

La mente es la capacidad de pensar y organizar esos pensamientos, razonar, concebir y racionalizar ideas, interrelacionarlas, y  ver  más allá de los sentimientos.

La conciencia –mucho más extensa que la mente–, es una propiedad del espíritu humano, que constituye el amplio campo de acción en el que se mueve la mente, y en ese espacio, además de la mente, pueden actuar también las emociones, la imaginación, las percepciones, las expresiones y las experiencias. Es un campo de acción que puede llegar a límites inmensos, aunque apoyado siempre en la materia. La conciencia es la que permite un conocimiento reflexivo de nosotros mismos, de nuestras aptitudes y posibilidades. Descubre el mundo exterior, permitiéndole o no, entrar en nosotros y en nuestra subjetividad.

Si la mente contiene el entendimiento que es una potencia del alma, la conciencia es el alma misma. El cerebro, la mente y la conciencia están unidos, como lo está la materia a la idea y al espíritu, o con otras palabras, la materia a la energía y al alma.

También se debe relacionar la mente con las otras potencias o facultades, como la voluntad y la memoria. Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia mayores opciones en múltiples ámbitos, proporcionándonos  la utilización de la memoria para la sabiduría, como la jurisprudencia al derecho, ampliando sus posibilidades de forma inimaginable. La mente no sólo es entendimiento y conocimiento, sino también capacidad para entender y conocer.

En el cerebro están las bases, pero es la mente la que abre puertas hacia los conocimientos, y un paso más allá, haciendo uso de la inteligencia, convierte los conocimientos en sabiduría, en experiencia vital.

Los paleontólogos aseguran que la idea del alma es un concepto tardío respecto a otras ideas, como la necesidad de fabricar herramientas, pero es una idea -que aunque tardía- absolutamente persistente, que además se estudia con gran intensidad, intentando desbrozar todos sus secretos,  desde que se estableció conceptualmente.

La idea del alma ha evolucionado con el hombre y se ha sometido a las leyes que conforman nuestros conceptos, y sobre esa idea aplicamos nuestras previsiones e imaginaciones con el deseo de entender a los demás, y a la naturaleza, pudiendo haber sido éste, el origen de la necesidad permanente de la reflexión sobre  el concepto de alma.

Willis estudió con detalle la estructura cerebral y propuso una nueva concepción de la mente, en la que pensamientos y emociones eran tormentas de átomos en el cerebro, es decir, algo físico. Propuso entonces que los trastornos mentales, como la depresión u otros, podrían ser curados con preparados farmacéuticos capaces de restablecer el equilibrio en el fluido nervioso. Hoy forman parte de nuestra cultura los fármacos contra la ansiedad o la depresión, o cualquier otra enfermedad de la mente, del espíritu o del alma con las que habitualmente acostumbramos a vivir.

Willis con su revolucionaria teoría, fue el primero que señaló que todo –alma/espíritu y mente– están en el cerebro. Afirmó que la memoria, la capacidad de aprendizaje, los movimientos, la razón y las emociones, eran en una consecuencia de tormentas de átomos en el cerebro. Su opinión como  puede verse, es que algunas de las potencias del alma clásicas, como el entendimiento y la memoria  dependen de la actividad cerebral. Pudiera también creerse que la voluntad depende de la actividad cerebral.

images

Nuestra mente es lo que somos: recuerdos, emociones y experiencias que están en el cerebro fijadas en sus millones de neuronas y las uniones entre ellas.

Willis señaló a la posibilidad de curar enfermedades mentales mediante procesos químicos, convencido plenamente de que los fármacos y las manipulaciones físicas podían curar ese tipo de enfermedades. Sería el origen de la futura neurofarmacología. Por ejemplo, explicaba que un ataque epiléptico podía estar causado por un descontrol químico. Se trataba de una manera de razonar muy distinta a la que imperaba hasta entonces, cuando la teoría era entonces, que los epilépticos estaban poseídos por el demonio.

En el caso de la melancolía –que actualmente llamaríamos depresión– que hasta mediado el siglo XVII se trataba con la astrología, actuando  sobre los  humores definidos por Galeno y con rezos a Dios, Willis ya recetaba una especie de líquido confeccionado por él, señalando que modificaría  la química del cerebro, señalando que este tratamiento eliminaba los elementos responsables de la melancolía: la sal y el sulfuro de la sangre.

En realidad, es lo que se hace hoy cuando alguien toma un medicamento para desajustes del comportamiento, tomándolo con la convicción de que esa sustancia química modificará los elementos negativos de su funcionamiento cerebral. Por ejemplo, si bebemos vino -una sustancia química-, nuestro cerebro modifica notablemente sus capacidades de atención, de rapidez, de percepción, y, por tanto, se modifica también nuestro carácter. El aserto final parece ser, que con sustancias químicas para nuestro cerebro, se puede modificar el comportamiento del modo que deseamos.

neuronas 6

Con Sigmund Freud se impuso el psicoanálisis y se abandonó el uso de fármacos para tratar las enfermedades mentales. El resurgimiento de fármacos se produce después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se empieza a usar torazina y otros compuestos químicos para mejorar las dolencias de la mente. Los científicos descubrieron que este tipo de fármacos podían modificar la concentración de los neurotransmisores.

La fluoxetina, se utiliza actualmente para tratar la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo. Cuando salió al mercado en 1990, representó una revolución en la psicofarmacia por sus bajos efectos secundarios. No creando adicción, la fluoxetina actúa sobre el sistema nervioso central y concretamente, sobre los niveles de serotonina. Se cree que la depresión es un desequilibrio en los niveles de este neurotransmisor, de modo que un bajo nivel de serotonina entre las neuronas provoca la depresión. La fluoxetina evita que las células del cuerpo capten serotonina, haciendo que la cantidad de ésta  entre las neuronas sea mayor.

Actualmente existen drogas para una gran cantidad de trastornos de la mente. Las que sirven para levantar el ánimo, mejorar la memoria –otra de las potencias del alma modificables–, para controlar la hiperactividad, la indolencia, la atención, el sueño…

El alma ya se ha razonado que está en el cerebro. ¿Cómo se siente el alma entre neuronas?

Ya hemos visto que el cerebro es física y química, y las consecuencias de esos procesos físico-químicos son las ideas. Entre estas ideas, siempre ha estado con fuerza una pregunta entre los seres humanos:  ¿hay y se mantiene algo “vivo” después de la muerte? El hombre ha admitido el carácter inevitable de la muerte, y que sus átomos físicos mueran, pero no quiere admitir que todo concluya ahí: ¿el yo/alma/mente/espíritu es también componente cerebral? ¿Es también material físico o químico? ¿El yo puede desaparecer del cerebro?

Desde la época de Willis hasta nuestros días, los conceptos mente, cerebro  y alma  han cambiado mucho y se ha avanzado muchísimo en los estudios anatómicos, neurológicos y fisiológicos. En aquella época, prácticamente no había métodos de localización cerebral y todo lo que se podía hacer era postular hipótesis. En la actualidad, se van localizando áreas cerebrales con funciones precisas y con muchísima exactitud, utilizando fundamentalmente métodos de estimulación eléctrica -y en algunos casos, magnética- para identificar áreas cerebrales concretas…Se pueden observar los cambios cerebrales y su impacto en el comportamiento o en el yo.

Es decir, puede apreciarse cuando se observan las  dolencias cerebrales degenerativas, que el yo vaya cambiando…¿Es que puede cambiar el alma? Una persona puede transformarse completamente si sufre una demencia senil o Alzheimer, pudiendo no parecer el mismo ser, ni pudiendo a veces apenas  recordar su yo anterior. De hecho, se pueden  observar cambios físicos en el cerebro de estas personas, que a su vez han modificado sus comportamientos; recuerdo como anécdota, que mi madre -q.e.p.d.- que había sido siempre de no gustarle nada más que el té de entre las infusiones, detestaba el azúcar, la coca cola y las patatas chips, cuando empezó a perder su yo, solo le gustaba el café con 3 bolsas de azúcar, devoraba las las patatas y casi perdía la cabeza -ya del todo- por las coca colas…

El yo es un concepto muy importante en nuestra cultura y la simple idea de que el yo pudiera desaparecer, causaría auténticas desazones. Nuestra idea del yo es mucho más profunda que el simple reconocimiento de uno mismo. ¿A qué categoría pertenece la idea del yo? ¿Es simplemente una convicción que hemos generado? ¿Es una idea imaginativa que supone que hay algo más que redes neuronales y neurotransmisores? ¿Cómo surgió esta idea del yo?

El cerebro actúa de un modo distinto al habitual cuando pensamos en nosotros mismos. Se ha estudiado desde una perspectiva neurológica, a través de gammagrafías cerebrales, y hay ciertas regiones cerebrales que parecen coordinar un tipo especial de pensamiento al pensar en nosotros mismos .

Puede ser que el yo sea la manera especial que tiene el cerebro de identificar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos. El yo puede entenderse como un proceso o una organización cerebral. Al menos, así es como los científicos empiezan a considerarlo, y cuando se altera esta organización o proceso, empiezan los problemas del yo. Es entonces cuando la persona ya no se parece a lo que era, porque no puede retomar su memoria autobiográfica. Simplemente, la persona no recuerda quién es. Quizá la manera de regular las emociones al pensar en uno mismo, también cambie, y  por tanto emocionalmente se parezca, o sea, ya otro ser. En cualquier caso, y como sugirió Einstein, la conciencia y el cerebro siguen siendo el gran misterio de la Humanidad.

Los neurólogos se enfrentan a la  paradoja de tener que estudiar el cerebro, analizarlo y comprenderlo, a través de su propio cerebro. La herramienta de análisis es al mismo tiempo el objeto de lo que se analiza. Quizá por ello se  haya comenzado la  tarea de sistematizar el estudio aplicando métodos científicos.

amor mapa

El cerebro es capaz  de crear una máquina que lo  supere ya que parece que la inteligencia artificial tiene ganada la batalla al intelecto en aspectos tales como razonamiento lógico, cálculo e incluso la capacidad de aprender de experiencias del pasado y poder anticipar sucesos futuros. Algunos científicos opinan que en algún momento, estos cerebros artificiales, podrán ayudarnos a conocer como funciona nuestra propia inteligencia, nuestro yo y claro entonces, el comportamiento del alma.

¿Quizá sea posible, en un futuro próximo, mantener alguna de las potencias del alma con cerebros artificiales? Para nuestra memoria, el mantenimiento de nuestra voluntad, e incluso el entendimiento tendríamos nuestra cloud privada conectada al cerebro. También sin duda, sería posible razonar en nuestra parcela artificial hasta ciertos límites. De lo que sí existen dudas, es de la posibilidad del funcionamiento artificial  de la conciencia, pero todo podría llegar.

Sin duda, la principal capacidad del cerebro es la de razonar, analizar y extraer conclusiones, lo que permite alterar nuestra conducta en el futuro y comprender la pasada. Sin embargo, los científicos han  demostrado de “aquella manera“, que ni el pensamiento  racional está exento de un cierto nivel intuitivo, ni el pensamiento pasional  esté exento de nivel de raciocinio .

Es decir, los elementos que influyen a la hora de adoptar un juicio son diversos, debiendo el cerebro actuar como aglutinante de todos ellos,  llevando a cabo  una decisión. Se  ha demostrado que las decisiones intuitivas, inmediatas, resultan en muchas ocasiones más acertadas que aquéllas que surgen fruto de la reflexión. La explicación está en una serie de pautas y patrones cognitivos fruto de nuestra experiencia cotidiana que nos ahorran multitud de procesos reflexivos. Como input para el error es que estas decisiones intuitivas puedan aferrarse a errores pasados y supongan la base de muchos de nuestros prejuicios.

También ya es conocida la capacidad del cerebro para engañarse. El cerebro no refleja la realidad tal y como es, sino que se articula en función de conocimientos previos, y vivencias, de manera que la visión que nos ofrezca sea razonable para nosotros, aunque no necesariamente verdadera. Es decir, el cerebro no necesita la verdad, sino su verdad. Así ocurre especialmente en el caso de los recuerdos, cuya fiabilidad no es excesiva, y cada cual recuerda lo que quiere y como quiere, pero también ocurre con la interpretación de imágenes confusas, de hechos y actitudes. En definitiva, el cerebro crea su propio mundo y actúa en función de esa imagen.

Sin embargo a veces, las alteraciones del cerebro pueden ser voluntarias: hablamos de la posibilidad de que terceras personas puedan condicionar nuestra forma de pensar y de actuar. Pensemos en los “lavados de cerebro” de laboratorio -de efectos tremendos-, y aunque no fueran con elementos físicos o químicos, y con efecto más limitado, lavados de cerebro lights de política, religión, deportes, música, moda…, parecen condicionar de tal modo a determinadas personas, que cada vez más, cualquier rastro de pensamiento individual está más allá de toda expectativa.

Cuando observamos a alguien que padece la enfermedad de Alzheimer u otro tipo de daño cerebral, realmente puede verse cómo el yo de esa persona va desapareciendo o al menos modificándose:  se modifica paulatinamente a medida que el cerebro se va destruyendo y que el , simplemente, se va deshaciendo como un azucarillo. Personas que parecen otras -mayor agresividad, ningún recuerdo vivido, desapego de los seres antaño queridos…-; por su nuevo comportamiento, a veces pudieran parecer incluso nadie. Observando ese proceso, es cuando se podría pensar, que tras una  muerte repentinael alma o el yo se vaya a otro lugar, como a través de un desagüe.

Vamos perdiendo las potencias del alma cuando en el cerebro van degenerando las neuronas…nuestro yo, se va deshaciendo parcialmente, y pudiera llegar un punto de persona con vida física y con su yo disuelto totalmente, sólo con el funcionamiento de su verdad -sólo suya-, sin memoria, ni entendimiento, ni voluntad. No se debe sufrir si llega el caso a nuestros seres queridos: ellos ya no son ellos. El yo de algunos de nuestros seres cercanos mayores y naturalmente el nuestro, debido a las degeneraciones neuronales, puede irse yendo poco a poco por el desagüe de lo aún desconocido.

Ahora entiendo como mi cerebro, y por consiguiente mi yo, evolucionan, iba a decir negativamente, pero corregiré, hacia los valores que me van correspondiendo por la edad, con menores dimensiones en las potencias del alma que antaño: !menos memoria, la voluntad languideciendo y el entendimiento menos vivaz!

EL SALÓN DEL PRADO.

Lo que hoy se conoce como el Salón del Prado de Madrid fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo del Abroñigal (también llamado de la Castellana). Esta vaguada fue uno de los prados del común o concejiles de la Villa desde la Edad Media y se componía de dos partes: el prado de San Jerónimo, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo, y el prado de Atocha, desde esta última hasta la plaza y puerta de Atocha. Es decir, el Salón del Prado es la zona que hoy comprende el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Atocha.

Plaza de Atocha.

Hasta la segunda mitad del siglo XVIII fue zona rural, cuando  el Conde de Aranda –valido de de Carlos III–, encargó a José de Hermosilla construir un paseo, que inicialmente se realizó en el prado de San Jerónimo en 1767, en un extremo la diosa Cibeles, en otro el dios Neptuno , y en el centro Apolo.

Fue una de las reformas más importantes del Rey Alcalde en Madrid, ya que supuso la creación del primer tramo de lo que sería el eje viario más importante de la capital, prolongándose hasta Atocha –después de 1941, glorieta del emperador Carlos V–, como Paseo del Prado y en sentido contrario como Paseo de Recoletos de escasos 500 metros, que debe su nombre a un convento de agustinos recoletos que existía en el trazado, y que llega hasta la plaza de Colón, siendo la alameda o jardín público más antiguo de Madrid.

Carlos III no se conformó con la apertura del Salón,  y quiso que se embelleciera con magníficos edificios neoclásicos –el Museo de Ciencias Naturales (hoy Museo del Prado), el Jardín Botánico con sus cuatro fuentes, el Observatorio Astronómico y la Fuente de la Alcachofa en Atocha–, símbolos de la Ilustración, además de zona para solaz y disfrute de los madrileños.

El Salón del Prado fue el límite oeste del palacio del Buen Retiro, conjunto arquitectónico de grandes dimensiones que el valido Conde Duque de Olivares regaló a su rey Felipe IV, para segunda residencia y recreo, siendo diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel, y cuyos escasos vestigios y magníficos jardines, conforman hoy el Parque del Retiro.

Inicialmente, la diosa Cibeles fue la diosa de la Madre Tierra, de la agricultura y de la fertilidad, adorada en Frigia -Anatolia-, desde el neolítico. Equivalente a Gea, también Madre Tierra -diosa primordial-, la que nació por si misma después del Caos y antes de Eros, y que ella sola  engendró a Urano –el cielo- y después se unió con él para engendrar juntos a  los seis titanes (varones) –el menor Cronos– y  las seis titánides (hembras), entre ellas Rea, su equivalente minoica que se unió a Cronos y engendró entre otros a Zeus –al único que no engulló su padre-.

220px-tetradrachm_smyrna_160-150_obverse_cdm_paris

Diosa Cibeles.

Cibeles fue la personificación de la fértil tierra, diosa de las fortalezas, de las cavernas y montañas, de las murallas –corona amurallada–, de la Naturaleza y de los animales. Su equivalente romana fue Magna Mater –la Gran Madre–, diosa de la vida, de la muerte y de la resurrección. Su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, fue Atis.

Con el establecimiento de los galos en Frigia del este, el culto a Cibeles, la diosa de la Madre Tierra, se extendió entre los habitantes de la región.

Representada habitualmente con vestimentas frigias y una corona con forma de muralla, montando un carro que simboliza la superioridad de la madre Naturaleza, a la que naturalmente se subordinan los poderosos leones que tiran del mismo. Tiene y lleva las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra. En alguna representación aparece sentada en un trono custodiado por los leones.

La leyenda, relatada por Ovidio en Las Metamorfosis (X, versículos 570-704), nos cuenta como HIPÓMENES, enamorado de ATLANTA, gran atleta –compañera de Artemisa, diosa de la caza–, intentó seducirla con todos los registros a su alcance: con confianza, con amabilidad, con indulgencia, con cautela, con y sin firmeza…, pero su voluntad se estrelló una y otra vez contra la obcecación de ella. Exigía –era una gran atleta y cazadora– ser ganada en una carrera por quien  quisiera obtener su mano. Ante la imposibilidad de vencer a Atalanta en buena lid, dadas sus cualidades atléticas, Hipómenes aconsejado por su amiga Afrodita –diosa del amor– dejó caer al suelo unas manzanas de oro durante la carrera, que atrajeron la atención de Atalanta, deteniéndose a recogerlas, por lo que perdió la prueba. El mito concluye con la unión de los amantes dentro de un recinto sagrado dedicado a la diosa Cibeles, la cual se enfureció por este hecho y como castigo pidió a Zeus, que le permitiera convertirlos en leones, condenados a tirar de su carro eternamente, deseo que naturalmente Zeus, aceptó.

guido-reni-hipomenes-y-atalanta

Guido Reni. Hipómenes y Atalanta. 1618-1619.  206 x 297 cm. Óleo sobre lienzo.  Museo del Prado. Madrid.

Cibeles fue honrada en todo el mundo antiguo. El centro para su culto estaba en el Monte Dindymon en Pesinunte –Pessinus–, donde cayó el Betilo –piedra sagrada–, cúbico y negro, denominado Kubele  que da origen al nombre de la diosa.

Según el mito frigio, Zeus depositó su semen mientras dormía en el monte Dnídymon, en Frigia, naciendo de ahí una criatura hermafrodita que fue castrada por los dio­ses. Así fue creada la diosa Cibeles. De sus genitales nació un almendro cuyo fruto fue llevado al vientre de la ninfa Nana, que tuvo un hijo al que abandonó nada más nacer. El joven, Atis que así fue llamado el hijo de Cibeles y Nana, fue criado por una cabra y se convirtió en un joven muy hermoso. Cibeles se enamoró de su hijo y cuando se disponía a llevar a cabo los planes para hacerlo suyo, descubrió que Atis planeaba unirse a la ninfa Sagaritis. Cibeles perdió sólo los nervios, pero hizo perder la cabeza a Atis para que se auto castrara como castigo por intentar engañarla.

atis-2 atis

Atis.

Hay varias versiones sobre el final de este mito: alguna contempla que Atis murió al castrarse convirtiéndose en un pino, otras que fue enterrado en Pessinus y resucitado por Cibeles y otra que vivió como sacerdote eunuco de la diosa. Todas las versiones contemplan el tema de la muerte y la resurrección.

En 204 a.C. -regulares tiempos para Roma- durante la segunda guerra púnica, los romanos, obedeciendo a una profecía de los libros sibilinos y del Oráculo de Delfos, que apuntaban que Roma sólo podría vencer si adoraba a la «Gran Madre», enviaron misiones a Pessinus con objeto de llevar a Roma la piedra sagrada. La llevaron, e inicialmente se colocó en el templo de La Victoria en el suroeste del Monte Palatino dentro del  Pomoerium, a la espera de la finalización de la construcción de su propio templo que  fue consagrado el 9 de abril de 191 a.C.

El culto a Cibeles en Roma fue continuado hasta el final del período republicano, que terminó con el nombramiento de Octavio Cesar Augusto, hijo/sobrino de Julio Cesar, 27 a.C. como emperador.

Los ciudadanos romanos no podían participar en el sacerdocio y sus rituales, pero sí participaban en el festival de la diosa. La diosa estaba representada por una escultura en el templo y los sacerdotes castrados –galli– llevaban a cabo los servicios religiosos. La auto castración a la que se sometían estos sacerdotes extranjeros en el día de la sangre, era un homenaje a Atis, amado de Cibeles. En las celebraciones, los sacerdotes sacaban a la diosa en procesión, sacrificaban toros (taurobolio) y bebían su sangre y enterraban un pino en honor a Atis. Días después, se clavaban cuchillos en los brazos y rociaban el altar con su sangre en un estado de éxtasis. El último día se celebraba la resurrección de Atis, mientras se paseaba la estatua de la diosa en procesión.

El culto a la diosa fue llevado a Iberia por los romanos tras expulsar a los cartagineses, y se mantuvo hasta el siglo V, cuando los diferentes invasores bárbaros trajeron sus propios dioses, convirtiéndose después al cristianismo.

Durante el reinado de Carlos III en España, que es cuando más se embelleció Madrid, y con el estilo neoclásico imperante, se construyeron entre otras obras, la fuente de Cibeles y la de Neptuno, mirándose entonces las deidades entre ellas, y en medio,  la estatua de Apolo en lo que era el prado de San Jerónimo, parte del Salón del Prado.

Los escultores y arquitectos de la fuente de Cibeles fueron: Francisco Gutiérrez (figura de la diosa y el carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez, de acuerdo con el diseño del arquitecto Ventura Rodríguez. La fuente está hecha con mármol toledano de Montesclaros y el resto en piedra de Redueña, localidad madrileña cerca de la sierra de La Cabrera.

images-1

Fue colocada inicialmente en el Salón del Prado mirando a Neptuno en 1782 (se tardó cinco años en su construcción) junto a la finca el Altillo de Buenavista, donde se estaba comenzando a levantar, con el patrocinio de la casa de Alba el palacio de Buenavista, que no terminaría de construirse hasta 1802 y que durante el corto reinado de José Bonaparte se convertiría en Museo de arte, antecedente del Prado.

palacio-bellavista

Palacio de Buenavista.

A finales del siglo XIX, siendo alcalde de Madrid Alberto Bosch, se produjo una remodelación que dejó la plaza casi como la conocemos hoy. En 1891 se inauguró el edificio del Banco de España, y cuatro años después se ensanchó la plaza y se le dio forma circular para facilitar el tráfico de carruajes.

Fue en 1895, cuando se llevó al centro de la plaza la fuente con la diosa Cibeles, esta vez mirando hacia la Puerta del Sol. Hasta entonces venía llamándose Plaza de Madrid y tras la reforma pasó a denominarse Plaza de Castelar. Fue en los primeros años del siglo XX cuando acabó de definirse la plaza con la construcción del palacio de Linares en 1900 y la del palacio de Comunicaciones (hoy palacio de Cibeles) en 1919, uno de los símbolos de la ciudad de Madrid.

palacio-de-correos-alcalduia-de-madrid palacio-de-linares banco-espana

Debido a que, pese a que la plaza tuvo diferentes nombres, los ciudadanos la llamaron siempre por el nombre de la diosa que se halla en su centro, así que el Ayuntamiento decidió cambiarlo, y desde 1941 su denominación oficial es Plaza de Cibeles.

Está representada con la cabeza coronada de torres con un cetro en la mano y las llaves que dan acceso a las riquezas (aunque  en Madrid dicen que son las llaves de la ciudad), y va montada en un carro tirado por leones -Atalanta e Hipómenes-. En la parte trasera de la diosa están representados los amorcillos, que son unos niños apolos que ayudaban a Cibeles a ocultar a Cronos los llantos de Zeus –Rea le dio a tragar a su marido Cronos todos los hijos que nacían de ambos, siguiendo las órdenes de su marido excepto  el último, Zeus, dándole en esta ocasión una piedra envuelta en trapos–. Los amorcillos fueron añadidos posteriormente a la instalación inicial.

obra-del-mes-cibeles2

En la mitología clásica Neptuno –Poseidón griego es el hijo mayor de los dioses  Saturno –Crono– y Ops –Rea–, y hermano de  Júpiter –Zeus– y  Plutón –Hades–, en las mitologías romana y griega respectivamente.

neptuno

Neptuno. Taller romano. 135 d.C. 236 cm. Marmol veteado. Museo del Prado.

Neptuno gobernaba y quizá lo siga haciendo, todas las aguas y mares. Todos los habitantes de las aguas le debían obediencia: las sirenas traicioneras, las bellas oceánidas y los oceánides dioses fluviales que son las personificaciones de los ríos a los que se suponía gobernados por ellos–, las incomparables nereidaslas cincuenta hijas de Nereo y de Doris que son consideradas las ninfas del Mediterráneo–, los tritones –dioses mensajeros de las profundidades marinas–, las ninfasdeidades menores femeninas típicamente asociadas a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial, un arroyo, o un monte…–, las ondinasdivinidades con forma de mujer que residían en el agua y eran consideradas el espíritu elemental de la misma–, y las náyadesninfas de agua dulce– le debían obediencia y pleitesía, por ser su Dios.

Neptuno eligió los mares como morada, y en las profundidades de los mismos está su reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente fabrica las olas, hace brotar fuentes y corrientes marinas, aplaca los mares haciendo que las aguas estén mansas, y cuando se deja llevar por la ira, puede provocar terribles tormentas y tempestades, terremotos y maremotos. Su cólera hizo que en la Odisea, Odiseo no pudiera volver a Ítaca.

Este dios, aparece cabalgando las olas sobre caballos blancos y junto a los mismos, delfines, a los cuales también puede cabalgar, e incluso a veces, puede manifestarse bajo la forma de caballo.

Era el dios que sostenía el planeta en el que vivimos, porqué los mares rodeaban la Tierra y él desde los mares, soportaba el peso de la misma. Neptuno daba forma a las costas  arrancado trozos de montañas para formar bruscos acantilados o pasaba la mano suavemente por las costas para hacer playas y zonas protegidas  en las que los barcos pudieran protegerse o desembarcar.

Neptuno se casó con Anfitrite, una nereida que le dio como hijos a los tritones, monstruos marinos con rostros humanos barbados, cabellos de algas, con manos como caracoles y colas como las de los delfines.

triunfo-de-neptuno-y-anfitrite

Nicolás Poussin.Triunfo de Neptuno y Anfitrite. 1634. 114,5 x 146,5 cm.  Óleo sobre lienzo. Philadelphia Museum of Art. Philadelphia. EEUU.

Tuvo otras seis esposas y numerosos hijos, entre los que se pueden destacar: Polifemo  -el más conocido entre los cíclopes-, hijo de Toosa. Pegaso y Crisaor  hijos de Medusa  -una de las tres Gorgonas que al ser muerta por Perseo de un tajo en el cuello fue atacado por las otras dos, pero afortunadamente por la herida del cuello nacieron dos hijos, uno de ellos Pegaso  a cuyo lomo subió Perseo, pudiendo huir . De su última esposa Clito,  nació Atlas.

En Roma, Neptuno sólo fue considerado dios de las nubes y la lluvia hasta el año 399 a. C., cuando se importó el culto a Poseidón –en Roma Neptuno– desde las colonias griegas y se amplió entonces su divinidad a todas las aguas.

La fuente de Neptuno en Madrid,  entra dentro de un conjunto de obras neoclásicas, que en la época de Carlos III, el conde de Aranda encargó al arquitecto Ventura Rodríguez para decorar el Salón del Prado. Fue diseñada en 1777 y su construcción finalizó en 1786. Inicialmente fue situada en el Paseo del Prado donde se cruza con la Carrera de San Jerónimo y mirando hacia La Cibeles.

fuente-neptuno

El proyecto se inició, usándose de modelo unos bocetos de madera realizados por Miguel Ximénez. Fue realizada al igual que La Cibeles, con mármol blanco de  Montesclaros,  de Toledo. La obra escultórica fue encargada a  Juan Pascual de Mena, comenzando los trabajos en 1782, falleciendo éste dos años después, habiendo solamente terminado la figura de Neptuno.

Las restantes esculturas del monumento fueron continuadas por el discípulo de Mena, José Arias,  y por José Rodríguez, Pablo de la Cerda y José Guerra.

images-9

La fuente se compone  de una gran pileta circular de más de treinta metros de diámetro con dos menores concéntricas, por las que rebosa el agua hacia la inferior, agua  que sale del frente de la carroza, de un tritón situado detrás de la figura del dios, de otros tres tritones de la parte delantera y de dos surtidores verticales que flanquean el conjunto. En el centro está la figura de Neptuno, con una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la izquierda, sobre un carro en forma de concha, tirada por dos hipocamposcaballos/peces marinos de aspecto singular, con una coraza ósea con anillos terminados en una cresta dorsal; cola larga, prensil y arrollable en espiral, sin aleta caudal; hocico largo y tubular; cabeza que recuerda la de un caballo; una aleta dorsal y dos pectorales junto al cuello con branquias–. Alrededor del carro hay delfines y focas que lanzan agua a una altura considerable. Inicialmente miraba a Cibeles, habiéndose girado su frente en 1898 hacia la Carrera de San Jerónimo.

images-8

La fuente fue trasladada en 1898 al centro de la Plaza de Cánovas del Castillo, lugar donde se encuentra hoy, luciendo su mármol blanco, blanquísimo, ya que se aparca más que se celebra.

Su entorno es espectacular: el Museo del Prado, el Thyssen Bornemisza, el Hotel Ritz, el Palace, la plaza de la Lealtad (Bolsa de Madrid) y el Monumento a los Caídos por España en las inmediaciones de la plaza de la Lealtad que aparece escondido entre árboles y que hasta 1985 se denominó  “Monumento a los Héroes del 2 de Mayo”.

La obra para honrar a los Caidos por España se levantó en 1840 en el mismo sitio donde el general Murat mandó fusilar a bastantes madrileños tras el 2 de mayo de 1808. El escultor fue Isidro González Velázquez y es un obelisco de 5,6 metros de altura con una  base cuadrada en cuya  cara oeste tiene un zócalo que alberga un sarcófago con las cenizas de los madrileños fusilados. Más arriba, el remate superior de la base presenta un medallón en bajorrelieve con las efigies de los capitanes Daoiz y Velarde y sobre la base descansa otro cuerpo de menores dimensiones con cuatro frentes, con estatuas alegóricas a la Constancia, el Valor, la Virtud y el Patriotismo. En la base, figura la inscripción, en letras doradas, “HONOR A TODOS LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA”, con una llama eterna en su recuerdo.

Desde su instalación, la Fuente de Neptuno ha sufrido serios deterioros que han obligado a diversas restauraciones y rehabilitaciones. En 1842 se restauraron un brazo, tres dedos y las paletas de una rueda. En su traslado, en 1898 se limpió todo el conjunto y se reconstruyeron algunas piezas perdidas. En 1914 se restituyó el tridente robado, pero instalándolo de hierro en vez de bronce como originariamente fue.

Durante la Guerra Civil, igual que con La Cibeles, se construyó una cubierta para protegerla. En 1969 se añadió un segundo pilón y un plato base, y en 1982 se restituyeron dos dedos de cada pie y se restauraron la pierna derecha, los dedos de la mano izquierda, las aspas del carro marino y las patas y orejas de los caballos. En 1995 se restauró de nuevo, estando hoy en estupendo estado.

Durante la Guerra del 36-39, a  Neptuno le colgaron los madrileños  un cartel de su cuello que decía: dadme de comer o quitadme el tenedor.

Fuente de Apolo o de las cuatro Estaciones:

Apolo fue una de las principales deidades de la mitología greco-romana; uno de los doce dioses olímpicos. Era hijo de Zeus y Leto y cuando Hera –mujer de Zeus– descubrió que Leto estaba embarazada y que su marido, Zeus era el padre de la criatura, prohibió a Leto que diera a luz en tierra firme. Leto buscó y encontró con ayuda e intermediación de Zeus, la isla flotante de Ortigia que estaba en constante movimiento navegando por los mares, para para tener a su hijo. Hera también  prohibió a su hija Ilitía que ayudara a Leto -amiga suya- en el parto, y los demás dioses obligaron a Leto a ir a Ortigia sola para tan importante acontecimiento. Zeus como agradecimiento a Ortigia, hizo que la isla se fijara al fondo de los mares con cuatro pilares, y cambió su nombre por Delos, siendo posteriormente consagrada a Apolo. Leto tuvo mellizos, naciendo Artemisa en primer lugar, ayudando a su madre al día siguiente de nacer en el parto de su hermano Apolo. Fueron mellizos, dicigóticos o bivitelinos.

apollo_of_the_belvedere

Apolo del Belvedere -Buena Vista  vaticana-.  Autor desconocido. siglo II. Mármol blanco. 224 cm. Museo Pio Clementino. Ciudad del Vaticano. Roma.

claude-lorrain-014

Paisaje con Apolo  y Mercurio.  Claude  Gelee Lorraine. 1645. 55 x 45 cm. Óleo sobre lienzo.  Galería  de Palazzo Doria  Pamphili. Roma.

Es posible que Apolo, después de Zeus, fuera el dios más poderoso y venerado de todos, temido por los demás dioses -el sólo mató a todos los cíclopes siendo castigado por Zeus ya que éstos eran los que le fabricaban sus poderosos rayos-, y sólo Zeus era capaz de contener su ira. Apolo, hacía que los hombres vieran sus pecados y ayudaba al arrepentimiento dando perdón, dictaba las leyes de la religión y ordenaba la constitución de las ciudades. Fue el dios del oráculo de Delfos y de las musas, de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, y el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, siendo el dios de las plagas y enfermedades, pero también el dios de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas.

También  fue dios de las artes, la medicina y la poesía, y enemigo de la oscuridad y perseguidor del crimen, siendo utilizado por Carlos III como representación del espíritu ilustrado que deseaba para la decoración del Salón del Prado, señalando a Madrid como ciudad que deseaba fomentar el desarrollo de la cultura y las ciencias.

images-2

Estatua de Apolo  en “Las cuatro estaciones” en el Paseo del Prado de Madrid.

Dentro del conjunto encargado en el siglo XVIII por Carlos III al arquitecto Ventura Rodríguez, además de La Cibeles y Neptuno, y en medio de las dos, se dispuso que se erigiera una estatua en honor de Apolo, dios de las artes, comenzando su construcción en 1780 por Manuel Álvarez  –el Griego– que no terminó la obra por morir en 1797, habiendo acabado el diseño de las figuras que representan las Cuatro Estaciones, mientras que la figura de Apolo la realizó Alfonso Giraldo de Bergaz en 1802, tomando como modelo posiblemente el Belvedere romano. La fuente se instaló en 1803 y sirvió  para conmemorar la boda de Fernando VII –hasta que tuvo uso de razón el deseado, y  luego el felón– con María Antonia de Nápoles.

musei_vaticani_-_cortile_del_belvedere_01137-9

Patio de Belvedere en el Vaticano, con Apolo al fondo.

images-5

La figura de Apolo de la fuente delas cuatro estaciones en Madrid.

Esta estatua del dios de la música, está considerada como una de las mejores obras neoclásicas erigidas en España, por la elegancia de sus proporciones y la captación del gesto del dios –dicen que es parecida la cara a la de Carlos III– y su equilibrio. Apolo aparece portando una lira y un carcaj sin flechas en la espalda, acompañado por las esculturas alegóricas de las Cuatro Estaciones, ya que, como dios del Sol, dependen de él, el nacimiento y la sucesión de las estaciones. Esta realizada con piedra de Redueña –Madrid– de baja calidad por lo que debe ser rehabilitada de tanto en cuanto (la última vez entre los años 1991 y 1995).

las-estaciones

No se ve muy bien por estar rodeada de árboles, y en un lateral del Paseo del Prado,  y consta de dos pilones laterales –N/S–, con escalinatas alrededor del conjunto, teniendo en los dos costados –N/S–, seis conchas, tres en cada lado, con la función de recoger el agua, de tamaños crecientes de arriba hacia abajo, llevando en los frontales del pedestal y encima de las conchas dos mascarones que arrojan agua que son las imágenes de Circe y Medusa. A la altura de la cornisa del pedestal, sujetas por estribos decorados, cuatro esculturas representan las estaciones. e intercaladas, cuatro escudos de armas de Madrid. Las figuras de las Cuatro Estaciones están situadas sobre unos estribos que alargan la cornisa adosada al pedestal.

apolo5 images-4

La Primavera es una mujer con flores que simboliza el nacimiento del año. El Verano es también una mujer con una espiga de trigo en representación de los campos cultivados, y tiene una hoz en la mano que señala la recolección. El Otoño es un hombre joven que lleva una corona de uvas en la cabeza y algunas en su mano. El Invierno está representado por un anciano.

La figura de Apolo, arriba, de cuerpo entero y desnudo, portando una lira en la mano izquierda y un carcaj vacío a la espalda –como dios de las artes, en lugar de las tradicionales flechas y arco–, es grandiosa, teniendo  a sus pies, una serpiente pitón.