FIN DEL IMPERIO LATINO. Parte 3
El Imperio Bizantino fue dividido en la Partitio terrarum imperii Romaniae, firmada el 1 de octubre de 1204 por acuerdo entre los cruzadosRead More
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LOS CORDONES QUE SE COLGARON DEL CUELLO en el siglo XVI, y se introdujeron en la uniformidad militar española: los cadetes.Read More
Cuando en junio de 1202 llegó el momento del embarque, los cruzados no habían podido reunir la cantidad de plata solicitada por los venecianos. Read More
La Segunda Cruzada convocada en 1145 por el Papa Eugenio III, contó con la participación de Luís VII de Francia -marido de Leonor de Aquitania que luego casó con Enrique II de Inglaterra y tuvo 8 hijos entre a Leonor, mujer de Alfonso VIII de Castilla-, del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Conrado III y de numerosos nobles, cuyos ejércitos marcharon por separado a través de Europa, siendo derrotados por los turcos selyiúcidas al atravesar Anatolia. Read More
En breve, Ricardo I en la cruzada de los reyes, pondrá los mimbres para la creación del Imperio Latino.
3 capítulos
Las seis acepciones de ”héroe” consideradas por la R.A.E. se referencian a la existencia de unos valores que tiene que tener el definido, que deben ser previamente reconocidos y asumidos por la sociedad que le ensalza a ese estatus, incluso en la acepción mitológica, ya que ser hijo de un dios quizá pueda ser una heroicidad en sí misma (por lo difícil que debe ser), y que además pudiera antojarse más sencillo en el devenir de los tiempos, ya que lo mitológico no es puesto en tela de juicio cada vez que se produce un cambio de valores en una sociedad o una expulsión de los mismos: recordemos el sagrado nombre de Heracles, enfrentándose al temible Cancerbero, el perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Hades, y ahí sigue sin ser cuestionado.
La vinculación entre los valores heroicos y los valores sociales en el tiempo y espacio físico es necesaria para que pueda producirse la posibilidad de existencia de los héroes. En una determinada sociedad o entorno social, para que se pueda dar el enaltecimiento de alguna persona o grupo al estatus de heroico, es necesaria la existencia de una cohesión social en el reconocimiento común de valores, que permitirán ensalzar a quien los desarrolla al límite, a dicho estatus.
Sin valores reconocidos y compartidos por un grupo social, no puede haber héroes. Los valores que hacen a los héroes, deben ser tenidos y sentidos por la sociedad que los eleva a esa categoría. Sin esos valores morales, la existencia de los héroes sería mucho más difícil, ya que además de la lucha en la acción heroica, debería combatirse contra la opinión de la sociedad carente de los mismos, que nunca pondrían en valor la acción heroica llevada a cabo.
El héroe es una encarnación de ideales –en el héroe se encarnan las virtudes a las que los hombres aspiramos en cada momento de la historia. SIC. Javier Aguirre- que se construye a partir de unas acciones y por el valor que los demás otorgan a las mismas. Por tanto, es claro que lo que hace considerar a alguien en un momento de la historia un héroe, por la existencia de unos valores concretos en una sociedad determinada, en otro lugar o momento diferente, puede ser considerado rancio, estúpido, sin sentido o cualquier otra cosa, debido al cambio de valores morales en ese momento o lugar, o por la ausencia de los mismos.
Además de los mencionados valores morales establecidos, compartidos y vinculados a un determinado grupo social, puede intervenir algún otro factor para la creación de héroes, como la distancia física: la creación de un héroe puede ser una forma de evocación o nostalgia, escapado de la realidad en que vivimos cada día; es una forma de sueño lejano, perdido o añorado y casi nunca presente. La distancia puede mitificar, especialmente en épocas donde la información era muy lenta, haciendo que se realcen los actos que se realizan, en beneficio del grupo social, desnudándolos de lo terrenal y adornándolos fundamentalmente con lo espiritual, que puede crecer sin control, ya que con ello, la sociedad puede creer ser mejor, aunque realmente una cosa sea creer y otra ser.
En la actualidad, en España hay mucho de casi todo, especialmente bien valorado por la intelectualidad nominal lo que no tiene valor, y sin valorar apenas, una porción social que mantiene vivos unos valores morales que puede que sean necesarios para el buen resurgimiento futuro de nuestra sociedad, y los héroes que existen son de pandereta y televisivos, con el único valor de lo material, lo hortera y lo zafio, que da a los jóvenes un rumbo equivocado: aquí hoy, NO EXISTEN HÉROES de aquellos que daban la vida por una causa que ellos creían justa para contribuir al bien de los demás.
Estoy hablando de héroes de los que podían cambiar o mantener nuestra historia con su valor o sacrificio. Naturalmente en ausencia de aquellos o conviviendo, existen otros que ayudan día a día en lo que pueden sin recibir nada a cambio y tienden la mano a los demás para dar ayuda de forma desinteresada: a esos también podemos llamarles héroes.
Otra cuestión para analizar, podría ser la necesidad de inteligencia desde normal a desmesurada, o escasa, para que un héroe pueda llegar a serlo. En principio no parece necesario contar con ese don, aunque siempre es bueno poder disfrutar de él, pero parecen sin embargo necesarias algunas virtudes como el espíritu de sacrificio, la generosidad, el valor, la competencia, la tenacidad y una guía moral sólida.
Así llegamos a la perspectiva actual de posibles heroicidades de nuestra historia, vista por los intelectuales nominales de hoy, tal y como se pone de relieve en la película Los últimos de Filipinas: exponen el sinsentido de la guerra siempre y porque sí (la guerra es mala pero a veces es necesaria y tiene sentido), también señalan el abandono de nuestras tropas por el Gobierno español de la época (más que cierto) y lo cortito que fue el teniente Saturnino Martín Cerezo que siguió tras la muerte de su capitán Enrique de las Morenas de beri-beri, encerrado y asediado en la iglesia de San Luís de Tolosa de Baler –al este de la isla de Luzón-, defendiéndose de los ataques filipinos, 337 días, hasta el 2 de junio de 1899, tras haber sido firmado el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898 por el que España cedía la soberanía de Filipinas a Estados Unidos.
San Luis de Tolosa de Baler, hoy.
Le mandaron emisarios de todos los tipos y colores: teniente coronel Aguilar, franciscanos, filipinos y americanos, para decirle que debía abandonar la posición ya que España había entregado Filipinas, pero él, desconfiado y tenaz, exigió comunicación de sus mandos naturales que naturalmente ya no estaban. Al fin, y tras ver la noticia escrita en un periódico que habían llevado los franciscanos, accedió a abandonar la iglesia. Fue despedido con formación de honor por los filipinos y exaltado su comportamiento heroico por el Presidente Emilio Aguinaldo (pudiera ser por su alegría por el acceso a la presidencia y/o por los 400.000 pesos que timó al general Fernando Primo de Rivera al firmar su retirada eterna -por ese dinero- y falsa a Hong Kong de donde volvió a los pocos meses).
Primer presidente de Filipinas Emilio Aguinaldo.
Tras un recibimiento apoteósico en Manila, los supervivientes fueron repatriados a España, donde al teniente le fue concedida la Laureada de San Fernando en 1901 por el rey Alfonso XIII, y la Medalla Militar a los demás.
Martín Cerezo fue campesino en sus orígenes por la situación económica familiar, pero no gustándole el trabajo del campo, se presentó voluntario a los 17 años al Ejército. Tras ascender a sargento, en 1897, fue promocionado a segundo teniente de la escala de reserva al presentarse voluntario para Filipinas. Hombre de formación intelectual escasa y quizá no demasiada inteligencia natural, fue un HÉROE por el valor y firmeza demostrados, sin obtener nada a cambio, haciéndolo por sus compatriotas, siendo imposible juzgarlo hoy con los criterios actuales, escasos de valores.
Teniente Martín Cerezo.
Deberíamos tener SIEMPRE en nuestros corazones a aquellos -hoy siguen estando- que lejos o dentro de nuestras fronteras, velan para que sintamos que la violencia y la guerra no llaman a nuestra puerta, v por salvaguardar nuestros derechos y libertades con su esfuerzo, su valor, su generosidad y a veces con su vida. GRACIAS.
Para los jóvenes, que sepan que en 1945 se rodó otra película de Los últimos de Filipinas dirigida por Antonio Román, en la que se elevaba a los encerrados en San Luís de Tolosa de Baler muy por encima de la categoría de héroes, a un estatus casi mitológico. Bien es verdad que eran tiempo del general Franco y España esperaba en ese momento muy preocupada, la reacción de los aliados vencedores sobre nuestro deseo de integración en organizaciones internacionales, exaltando en el film y de cara al pueblo los valores que habían triunfado en nuestra Guerra Civil.
Otro día se puede hablar de Cuba, Filipinas y los malos Gobiernos de los que gozó nuestro país en esa época.