LA GRAN Y FELICÍSIMA ARMADA ESPAÑOLA. Parte 5.
En 1589, por fin pudieron poner en marcha la Contra Armada inglesa, partiendo de Plymouth con 150 barcos y 23.000 hombres, recibiendo Drake órdenes de la reina de atacar los puertos de Santander y San Sebastián en el Cantábrico, puertos en donde se reparaban numerosos buques de la Gran Armada, antes de continuar hacia Lisboa, ciudad que debería ser tomada.
A Drake le interesaban básicamente los botines, especialmente el que pudiera lograr en Lisboa, por tanto consideró que San Sebastián y Santander se desviaba mucho de su objetivo, y para disimular, sin ser acusado de incumplimiento de órdenes, decidió atacar el puerto y la ciudad de La Coruña, pensando que serían presas fáciles y rápidas de conseguir.
Estuvieron atacando La Coruña desde el 4 al 18 de mayo de 1589 con todos los efectivos disponibles, que cuadruplicaban la población de la ciudad. No pudieron tomarla, destacando en el mando de la defensa el marqués de Cerralbo y el capitán Juan Padilla, jugando un papel muy importante en la aportación defensiva del Castillo de San Antón. Al ver la imposibilidad de conquistar la ciudad, intentaron quemarla en sucesivas ocasiones, consiguiéndolo parcialmente en algunos barrios como el de la Pescadería, profanando por último, antes de retirarse, con disparos a las imágenes sagradas e incendiando el convento de Santo Domingo como forma de manifestar su enfado e impotencia.
Estatua de María Pita en la plaza de su nombre en La Coruña.
Puerta del Fuerte de san Antón en La Coruña.
En una de las últimos ataques de los ingleses, rechazados nuevamente, destacó la acción de María Fernández de la Cámara y Pita –María Pita- que en lucha cuerpo a cuerpo con un alférez abanderado inglés -dicen que hermano del almirante-, le clavó una pica en el pecho, dejándolo colgado de la muralla, sirviendo de gran ánimo a los defensores y horror a los de Drake, que decidieron retirarse.
La flota inglesa –La Contra Armada o Invencible inglesa- siguió hacia Lisboa donde fracasó también en su intento de provocar un levantamiento del pueblo portugués a favor de don Antonio Prior de Crato, autoproclamado rey de Portugal, en un intento de arrebatar la corona a Felipe II.
Al no existir un mando único de la flota, las diferencias entre Sir Francis Drake y Sir Jhon Norreys –Norris para los españoles–, uno jefe naval y el otro jefe de la fuerza de desembarco, sobre cómo realizar la operación, se acentuaron: el primero era partidario de atacar Lisboa desde el mar, entrando en el estuario del Tajo, y el segundo, partidario de desembarcar en la fortaleza de Peniche, leal a Antonio de Crato y avanzar por tierra hacia Lisboa. La opinión de Crato, creyendo que Portugal estaba con él, influyó en la decisión de desembarcar en Peniche. Fue un fracaso con grandes pérdidas inglesas, conducido por Norris, mientras Drake, sin mover un dedo, permanecía expectante a varias millas de la costa lisboeta.
El fracaso de la Contra Armada, que desplegó más de 150 naves de distintos tipos y perdió más de 40 navíos entre hundimientos y capturas durante el desarrollo de sus operaciones, obligó al regreso de la misma, causando grave quebranto financiero al tesoro isabelino, permitiendo a España reconstruir la flota española del Atlántico, logrando rápidamente la supremacía marítima.
El desastre de la Contra Armada inglesa fue ocultado, con pérdidas dobles que las de la Gran Armada española, siendo Drake relegado a mandar las defensas de Plymouth, siéndole retirada la licencia para navegar por la reina, hasta 1595…, recuperando el permiso real para morir a manos españolas en un ataque a Panamá en 1596, sirviendo además esta circunstancia, para que no fuera posible llevar inmediatas expediciones inglesas a América del norte, lo que pudo contribuir a la ruina de Virginia.
La marina española fue triplicada, y a partir de 1590 consiguió transportar tres veces más mercancías entre América y Europa, que en la mejor década de cualquier otra época anterior.
No obstante, los ingleses, que habían encontrado en la vía corsaria, una fuente de financiación relativamente sencilla, lo siguieron intentando. España aplicó un sistema de escolta y de información a sus buques, que frustraron la mayoría de los ataques corsarios a la Flota de Indias a partir de 1590: las expediciones bucaneras de John Hawkins y de Martin Frobisher fueron derrotadas: en la batalla de Las Flores, en las Azores, siendo capturado el navío Revenge –el más importante de la flota inglesa-.
Así siguieron algunos años, con acciones ofensivas bucaneras, filibusteras o piratas, gestionadas o realizadas por los ingleses, resueltas siempre a favor de los españoles: Pedro de Zubiaur dispersó una flota de 40 buques ingleses en 1592, incendiando la capitana y apresando 3 barcos. En 1593, en la batalla de Blaye, derrotó a una pequeña flota inglesa, hundiendo a la capitana y a la segunda.
En 1595, Drake y John Hawkins –pirata, corsario y traficante de esclavos- organizaron una expedición contra los asentamientos españoles en las Indias. Al pasar por Las Palmas de Gran Canaria fueron derrotados y más tarde en diferentes lugares del Caribe, en donde los dos marinos/piratas perdieron la flota y la vida en 1596.
Siguieron las dos Armadas hostigándose permanentemente. Murió Felipe II en 1598 y Felipe III continuó con la guerra; en 1600 se iniciaron conversaciones de paz en Boulogne-sur-Mer sin éxito; en 1603 murió Isabel I y ya se iniciaron entre Felipe III y Jacobo I -y VI de Escocia- conversaciones de paz serias, que culminaron en el Tratado de Londres el 28 de agosto de 1604, de resultado ventajoso para los españoles, que continuaron siendo de momento la primera potencia europea; más tarde, tras la derrota con Francia en la guerra de los 30 años y el crecimiento de la flota holandesa, España pasó a ser una potencia más en Europa.
Tratado de Londres:
The Somerset House Conference, en 1604 pintado en óleo sobre lienzo , mantenida para negociar el final de la guerra anglo-española. Es un grupo con 11 representantes de los gobiernos de España, Inglaterra y de los Países Bajos españoles.
Jacobo I se comprometía a no intervenir en los asuntos continentales, renunciaba a prestar algún tipo de ayuda a los Países Bajos, abría el canal de la Mancha al transporte marítimo español, prohibía a sus súbditos llevar mercancías de España a Holanda o viceversa, y suspendía las actividades de los piratas en el Atlántico, mientras España renunciaba a nombrar un rey católico para la corona de Inglaterra, garantizando la tolerancia religiosa a los ingleses y se comprometía a no contribuir al sostenimiento de la formación del sacerdocio católico irlandés, concediendo facilidades al comercio inglés en las Indias españolas.
La expedición de la Gran y Felicísima Armada en 1588, se encuadra en los primeros años de una guerra entre España e Inglaterra que duró 19 años, comenzando en 1585 y terminando en 1604, y que si bien fue un éxito inglés, al impedir el objetivo español de desembarco en Inglaterra, no fue una derrota para España. A lo largo de la guerra, España obtuvo la mayor parte de los triunfos, hasta llegar a la victoria final, por la que consiguió reforzar su control sobre los mares, obligando a Jacobo I Estuardo, rey de Inglaterra a firmar la paz de Londres con Felipe III en 1604, tratado favorable para los intereses españoles.
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La historia bien narrada y aclarando conceptos, pues creemos que somos los mas pupas del universo, y la realidad no es esa. Un abrazo.
Gracias a vosotros por estar por aquí cada semana. Abrazo.
“María Pita- que en lucha cuerpo a cuerpo con un alférez abanderado inglés -dicen que hermano del almirante-, le clavó una pica en el pecho.”
Bravas “las españolas”, quizás demasiado………
Gracias Jose por seguir instruyendo y entreteniendo.
A ti, por ser paciente conmigo y fiel lector. Abrazo fuerte