De la desesperación al premio.

Para  F.P. : no hay despropósito, enredo o dificultad que dure demasiado, especialmente cuando se tiene tu fuerza y ánimo. (Publicado mientras estoy en Sevilla…que maravilla…).

———

Desesperado por la escasa calidad de mi juego golfístico, una mañana decidí -por fin- ir a entrenar a un bonito campo de prácticas que hay en las instalaciones del madrileño Club de Campo, que tiene la particularidad, que desde uno de los extremos se tira sin alfombrillas, en la hierba, lo cual parece que pudiera acercarse más a la realidad de los golpes del juego en el campo, no permitiendo el común comentario  de…“yo en el campo de  prácticas sobre la alfombrilla doy unos golpes increibles y luego bajo al campo y un desastre”…Fui a la máquina de bolas, y dudé entre sacar un  par de euros o empeñar  100, para obtener el número de bolas que yo consideraba necesario para corregir mi desastroso juego: decidí invertir momentaneamente sólo tres euros.

Con la cesta en la mano y la bolsa en el carro, miré la fila de entrenandos, decidiéndome por un hueco que había detrás de una chica vestida de negro y azul ajustado y desde la lejanía, de magnífico tipo. Al llegar saludé con un ligero buenos días -para no molestar- a ella, y con menos énfasis a un chico que quedaba detrás de mi posición.

Hice unos cuantos impresentables swings de prácticas y algún estiramiento, mientras me fijaba en el delicioso movimiento que hacía la negro  y azul ajustado, sacando el palo hacia el cielo, y la bola, la mayor parte de las veces, recorriendo una distancia regular, galopando por el suelo.

Intenté concentrarme en lo mío, y ¡Dios Santo!, sacaba unos golpes que no recordaba haber dado jamás, haciendo un movimiento increible, que mi memoria muscular no recordaba como mío; mis bolas sonaban tan bien que descubrí a negro  y azul ajustado mirando hacia  atrás de reojo, y en una de sus observaciones me dijo “tendrás un handicap bajísimo, no?”; no me lo podía creer, ya que tras el tipazo tremendo observado desde detrás y ya descubierto, se escondía una delantera mejor, y una belleza madura de unos cuarenta años, que hizo que mi 5  se apoyara en el suelo, quedándome embobado ante lo que veía;  “bueno, tengo un handicap no demasiado bueno; la mejor madera de mi bolsa es el lápiz…jeje, y supongo que el tuyo con ese swing, sí que será estupendo, no?”…Ahí empezó una conversación típica de los golfistas que no transcribo por carecer de interés: es que me levanto…adelanto la cadera a los brazos y se abre…entro de fuera hacia dentro….en fin…

Consumimos nuestros cubos de bolas, dándole un par de consejos -a los que tan aficionado soy y tan poco pongo en práctica-: “mantén la cabeza baja y haz el follow through…” dije; sigo igual…eso no me funciona”  contestó, “entonces mueve la cabeza y no hagas el follow through”,  le dije jaja…, aunque al final logramos que se levantara menos, y golpeara mejor la bola, subiéndola a los cielos y bajándola a los valles, para aterrizar dentro de cualquier parte del Club de Campo, quedando encantada. Me contó entre bola y bola, que tenía un hijo de 12 años, con un swing muy bueno -aquí el mensaje era el hijo y no el swing, entendí- y yo le advertí que cuando tenía 65 años hacía mucha más distancia -para que se hiciera idea de mi edad- a lo cual respondió que ni de coña, que parecía que tenía cincuenta y tantos; el arrobo me inundó, y sentí la obligación y necesidad de invitarla a tomar algo.

Recogimos los bártulos y nos fuimos charlando a la zona donde habíamos dejado los coches; deje mi bolsa al lado del mío y la acompañé, para intentar ayudarla al embarque de sus bártulos en el maletero del suyo. Se lo comenté, y me dijo que su coche apenas tenía maletero, dirigiéndose a un  Ferrari Testarossa amarillo, que para meter la bolsa necesitaba bajar el asiento del acompañante.

Pensaba a toda velocidad y dibujé en mi mente la situación: chica de cuarenta y pico, casada con tío riquísimo -o pudiente per se-  y con hijo de 12 años…so nothing to do…; como si leyera mi pensamiento me dijo “estoy divorciada desde hace varios años y vivo en Juan Bravo, y la custodia de mi hijo es compartida” . Como si no diera importancia a lo que me había dicho, o no la hubiera oido, le respondí “¿te apetece tomar algo?”, respondiéndome con un seguro y rotundo...”sí claro”…

“Mi cama sin ti, es demasiado ancha, y mi corazón contigo, demasiado estrecho”, terminé por confesarle…el swing  puede ser de lo de más recurrente…