LOS PAPAS DE AVIÑÓN; elección de CLEMENTE V tras el que comenzará la época papal aviñonesa. Parte 3.
Felipe IV el Hermoso de Francia fue un rey orgulloso de la grandeza de su linaje, promoviendo la canonización de su antecesor san Luis IX rey de Francia. Supo rodearse de consejeros competentes, consiguiendo fortalecer el poder central del rey, tanto en el plano nacional como internacional.
Felipe IV el Hermoso.
Fortaleció la Corona, sobre todo en el aspecto financiero, con la institución de un tribunal de cuentas y la sustitución de las prestaciones militares personales de los vasallos, por impuestos en dinero, destinados a contratar mercenarios.
Para sanear las finanzas del reino, atacó injustamente a quienes tenían grandes capitales, especialmente a los judíos -a los que expulsó en 1306-, a LOS TEMPLARIOS -a cuyo Gran Maestre Jacques de Molay, mandó quemar en marzo de 1314-, de cuyo tesoro se apropió, además de anular la cuantiosa deuda que con ellos mantenía de un plumazo, y a los lombardos.
Papa Bonifacio VIII.
Con el papa Bonifacio VIII tuvo grandes diferencias –algunas de las cuales se expondrán- y eso fue lo que le llevó a intentar, consiguiéndolo años más tarde, que un papa fuera francés, y trasladara la Santa Sede a Francia.
Felipe IV se encontró -tras 10 años de reinado- con un papado de prestigio. El papa Bonifacio VIII (1294-1303) era un político experimentado y feroz defensor de la soberanía universal del papado en toda la Cristiandad, como se estableció en la bula Dictatus Papae, recopilada y redactada en 1087 por el papa san Gregorio VII, siendo la piedra angular de la desastrosa relación entre Bonifacio y Felipe la cuestión concreta de que si los señores seculares podían cobrar impuestos al clero o no.
Desde el principio del reinado de Felipe el Hermoso se produjeron conflictos entre los señores eclesiásticos -los responsables administrativos de los bienes de la Iglesia- y los oficiales reales, por la recaudación sobre los hombres y las tierras, que en general se resolvieron a favor de la jurisdicción real.
Para intentar terminar con esta nueva situación de abuso real -en opinión de la Iglesia- el papa Bonifacio VIII, elegido en diciembre de 1294, se propuso hacer valer su plenitudo potestatis -poder completo- sobre los reyes, promulgando dos años más tarde la bula Clericis laicos, por la que prohibía a los soberanos, cualquier intervención fiscal sobre el clero sin autorización pontificia bajo pena de EXCOMUNIÓN. La bula papal provocó una reacción del rey Felipe, que pronto se resolvió con la marcha atrás del papa, que en aquel momento tenía graves problemas políticos en la península itálica, publicando dos nuevas bulas que dejaron sin vigencia la Clericis laicos.
La detención de un obispo –Pamiers- por orden real bajo la acusación de traición, por quitar la razón en asunto administrativo al conde de Foix -protegido del rey-, desencadenó un grave conflicto con el papa Bonifacio VIII, ya que los papas eran los únicos que podían juzgar a un obispo, y este hecho, constituyó una grave violación de los privilegios de la Iglesia.
El objetivo último del rey era que el papa reconociera implícitamente, la soberanía de la monarquía sobre todos sus súbditos en territorio francés, incluidos los miembros de la alta jerarquía eclesiástica, es decir, un reconocimiento de la superioridad absoluta del rey sobre el papa en los territorios de su reino.
El pobre obispo, utilizado para la ocasión, fue acusado además del delito de traición, del de herejía, enviando una carta Felipe a Bonifacio justificando su actuación.
El Papa emitió la bula Salvator Mundi, retirándole al rey francés todos los privilegios concedidos por los papas precedentes. Felipe intentó obtener el desafuero para el obispo de Pamiers -acto jurídico por el que el aforado pierde su privilegio- pero Bonifacio le contestó con la bula Ausculta fili –Escucha hijo-, recriminando al rey francés, el no haber tenido en cuenta la bula Clericis laicos, al no haber obedecido al papa, adjuntando cargos contra el rey, citándole para que compareciera ante un consejo en Roma. Bonifacio VIII manifestaba sobre la soberanía papal, que “Dios nos ha situado sobre los reyes y los reinos”.
Felipe IV respondió escribiendo: “Su venerable estupidez puede que sepa que no somos el vasallo de nadie en cuestiones temporales”.
Bonifacio VIII convocó a los obispos franceses a Roma para juzgar al rey Felipe, culpable de abusos inauditos contra la Iglesia. Felipe, respondió acusando al papa de herejía, simonía, sodomía y hechicería, en la reunión de los representantes del clero y de la nobleza y los de la ciudad de París -semilla de los Estados Generales de Francia-, convocando además un concilio para juzgarlo.
Bonifacio VIII mediante la bula Unam Sanctam en noviembre de 1302, declaró la supremacía del poder espiritual sobre el temporal y por tanto, la superioridad del papa sobre los reyes, siendo estos últimos responsables ante él. Inició la preparación de la excomunión del rey y de interdicto a todo su reino –nadie podría recibir los sacramentos ni celebrar ritos eclesiásticos solemnes en ese país-, deponiendo al clero francés sometido a Felipe IV.
Felipe IV envió a su consejero Guillermo de Nogaret con una escolta armada a Italia, al objeto de arrestar al papa y juzgarlo en concilio. Nogaret fue informado por los Colonna -enemigos papales- de que el papa se encontraba en Anagni. Nogaret y Sciarra Colonna llegaron a la ciudad y fueron recibidos por el papa, solo, en el gran salón del palacio episcopal, abandonado por todos. El papa al ver aproximarse a los dos hombres dijo: he aquí mi cabeza, he aquí mi tiara; moriré, es cierto, pero moriré siendo Papa. Nogaret se alejó impresionado, pero Colonna se abalanzó sobre Bonifacio, anciano de 68 años, golpeándole con su manopla de hierro –EL ATENTADO DE ANAGNI-.
Sciarra Colonna abofeteando con su mano de hierro al papa Bonifacio VIII.
La población de Anagni, avergonzada por haber abandonado al papa, se dirigió al palacio y detuvo a los franceses y a Colonna. Pero el papa murió un mes más tarde, el 11 de octubre de 1303, sin recuperar la razón a resultas del golpe, negándose a recibir la extremaunción y sin reconocer a sus familiares más allegados.
El episodio fue contado por Dante Alighieri en la Divina Comedia:
Perchemen paia il mal futuro e ´l fatto veggio in Alagna intrar lo fiordaliso en el vicario suo Cristo esser catto. Veggiolo un´altra volta esser deriso; veggio rinovellar l´aceto e ´l fele e tra vivi ladrom esser anciso.
Para que menos se vea el mal futuro y pasado, veo en Anagni entrar la flor de lis, y en su vicario quedar Cristo encarcelado. Véolo ser de nuevo burlado; veo renovar el vinagre y la hiel, y entre vivos ladrones ser occiso.
Purgatorio, Canto XX, 85-90.
Felipe el Hermoso, sin inmutarse por su responsabilidad en la muerte del papa, comenzó a trabajar, para que a partir de ese momento, fueran elegidos papas franceses, aunque no lo consiguió a la primera, pero sí con el segundo.
A la muerte de Bonifacio VIII, un mes después de sufrir el ultraje de Anagni, el cardenal Nicola Bocassini fue elegido papa con el nombre de Benedicto XI.
Papa Benedicto XI.
Mucho más conciliador que su antecesor, su breve pontificado se inició con la abolición de la excomunión dictada por su antecesor contra Felipe IV, pero se negó a perdonar a los autores materiales de la ofensa sufrida por Bonifacio en Anagni, excomulgando tanto a Sciarra Colonna como a Guillermo de Nogaret.
En diciembre de 1303 Benedicto XI absolvió a los cardenales de la familia Colonna y a sus parientes, excomulgados por Bonifacio VIII, aunque como los bienes de los Colonna no fueron restituidos, esta familia continuó revolviéndose contra el papa.
Ante las pretensiones del rey Felipe IV de Francia de iniciar un proceso contra el papa Bonifacio VIII -post mortem-, la rebelión de la familia Colonna, y por otro lado, el rechazo violento de los partidarios de Bonifacio por haber absuelto a Felipe IV y a los Colonna de la excomunión, Benedicto XI, asustado, creyó conveniente refugiarse en Perugia, una ciudad más segura, donde murió tras ocho meses de pontificado, el 7 de julio de 1304, a instancia del rey francés, de los Colonna, de los partidarios de Bonifacio, o de una indigestión de higos, no es seguro. Fue enterrado en la Iglesia de Santo Domingo de Perugia.
Tumba de Benedicto XI en la iglesia de Santo Domingo de Perugia.
A partir de aquí, Felipe IV, se dio cuenta de la necesidad de controlar el cónclave, para lograr un papa francés y de su gusto, y se puso a ello.
A la muerte de Benedicto XI, se celebró el cónclave en Perugia y TRAS ONCE MESES de disputas entre los cardenales favorables y contrarios a Bonifacio VIII, fue elegido el 5 de junio de 1305 Bertrand de Got, francés, aunque súbdito del rey inglés, que SIN SER CARDENAL recibió la tiara papal con el nombre de CLEMENTE V. SERÍA EL PRIMER PAPA DE AVIÑÓN.
Música: Saltarello siglo XIV.
To be continued in part 4.
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Magnífico como es habitual.
Gracias. Abrazos.