LOS PAPAS DE AVIÑÓN: el segundo JUAN XXII y el tercero BENEDICTO XII. Sede Pontificia en Aviñón, no temporal. Parte 5.
El segundo papa que ocupó la sede de Aviñón fue Juan XXII, que sobrevivió a los cuatro reyes malditos restantes, tres hijos, y un nieto de Felipe IV el Hermoso, Luís X el Obstinado, Juan I el Póstumo -nieto que vivió 4 días-, Felipe V el Largo y Carlos IV el Hermoso, conviviendo también con Felipe VI el Encontrado de la Casa de Valois, sobrino carnal de Felipe IV, y por tanto primo hermano de los tres anteriores.
Juan XXII.
Juan XXII -Jacques Duèze- de familia humilde, estudió teología y leyes, llegando a ser profesor de Derecho en Toulouse. Carlos II de Anjou, rey de Nápoles, lo nombró en 1309 su canciller. A la muerte de su mentor, se trasladó a Aviñón en 1310 como arzobispo de aquella diócesis. En 1312 fue nombrado cardenal por Clemente V.
Tras la muerte de Clemente V se produjo un interregno de casi dos años, en el que el trono de San Pedro permaneció vacante debido a la división que se produjo durante el cónclave celebrado en Carpentras, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, entre italianos, franceses y gascones. Felipe V el Largo acabó con esta situación, ordenando un cónclave en Lyon, con 23 cardenales, a los que mandó encerrar hasta que eligieran un papa -de su gusto naturalmente-, siendo elegido de forma inmediata Jacques Duèze que fue consagrado papa el 5 de septiembre de 1316 como Juan XXII, fijando la residencia papal en Aviñón, debido a la violenta agitación que vivía Italia, los disturbios constantes del pueblo romano, y sobre todo por la instrucción del rey francés.
Adaptó el palacio episcopal adjunto a la catedral, y lo convirtió en el primer palacio pontificio capaz de acoger al gobierno de la iglesia. También contribuyeron a esta decisión, las continuas mudanzas de Clemente V, que no fueron del gusto del rey francés ni de la curia, puesto que la administración de la Iglesia requería una sede fija. Aviñón se encontraba en una posición central entre las dos fuerzas políticas de la Europa del siglo XIV, y fue Juan XXII quien escogió la ciudad como su sede permanente.
Los papas en esa época más que en ninguna, intentaban imponer SU equilibrio político para Europa, regulando entre otras cosas, la necesidad de la CONFIRMACIÓN Y EL VISTO BUENO PAPAL, mediante la coronación realizada por el Santo Padre, para que fuera efectiva la elección de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
En 1314 se produjo la elección al trono de Alemania, disputado entre Luis, duque de Baviera y Federico, duque de Austria. Juan XXII decidió nombrarse regente del trono alemán hasta que se aclarara la situación. Ocho años más tarde venció el de Baviera –Luis IV– en la batalla de Mühldorf, renunciando Federico al trono.
Juan XXII, se negó a reconocer a Luis como rey –no era su candidato- alegando que éste había asumido el título sin su confirmación, negándose a coronarlo como emperador del Sacro Imperio, procediendo a su excomunión en 1324 por razones varias, entre ellas, la de herejía, que era muy recurrente.
Continuaba la controversia filosófica de si la Iglesia debía someterse al Estado o al contrario. Marsilio de Padua escribió Defensor pacis, a favor del poder temporal del emperador, defendiendo también el concepto de que las ideas promulgadas en los concilios de obispos, deberían prevalecer sobre las del papa. Juan XXII anatematizó la obra con su bula Licet iuxta doctrinam.
Luis IV de Baviera respondió invadiendo Italia y ocupando Roma. Se hizo proclamar emperador en esa ciudad en enero de 1328, en la basílica de San Pedro, siendo coronado por Sciarra Colonna -el que mató de una bofetada a Bonifacio VIII en Anagni-, prefecto de la ciudad. Tras la coronación, el emperador depuso al papa, acusándolo de herejía, proclamando como nuevo papa al franciscano italiano Pedro de Corvara, quien tomó el nombre de Nicolás V, primer antipapa de la historia. Juan XXII en respuesta, excomulgó a la ciudad de Roma.
El pueblo romano, agobiado por la ocupación militar de su ciudad por las tropas del de Baviera y por la excomunión de la ciudad, se sublevó y obligó a Luis a abandonar Roma en agosto de 1328. El cisma en el seno de la Iglesia fue corto, ya que el antipapa Nicolás V renunció dos años más tarde de su nombramiento y se sometió a Juan XXII.
Durante el pontificado de Juan XXII se produjeron dos asuntos graves, uno de régimen interior y otro de orden teológico.
Los franciscanos desde el siglo anterior, se habían dividido en dos facciones fuertemente enfrentadas: los conventuales y los espirituales, facción radical, esta última, que defendía el ideal de pobreza absoluta, alegando que Jesús y sus discípulos carecían de posesiones terrenales. Juan XXII en octubre de 1317, por medio de la bula Ouorumdam exigit, ordenó que los llamados espirituales, que habían iniciado formas de vida eremítica, se sometieran a la obediencia de los superiores de su orden. Éstos, hicieron caso omiso y el papa publicó la bula Gloriosam Ecclesiam condenando la actitud de los espirituales, calificándola de herética, citando al Superior de esta facción de la Orden a comparecer en Aviñón. Miguel de Cesena se negó, buscando la protección de Luís IV de Baviera, por lo que el papa procedió a su excomunión, expulsándole de la Orden.
El asunto teológico de mayor calado del pontificado de Juan XXII fue el de la doctrina de la visión beatifica.
Según la doctrina católica hasta entonces, aquellos que morían en estado de gracia, veían a Dios desde su muerte a la espera del Juicio Final. Sin embargo Juan XXII había escrito -antes de ser papa- un tratado en el que declaró que las almas de los justos no verían a Dios sino hasta después del Juicio Final. Encontró gran oposición de muchos teólogos, considerándose ese punto de vista herético por parte de las universidades importantes, y una parte sustancial de la propia Iglesia.
El emperador Luis, pidió la convocatoria de un concilio universal para condenar al papa por hereje y elegir un sucesor. También, fue uno de los motivos aducidos por el emperador, tras su coronación en Roma, para deponer al papa y forzar la elección del antipapa Nicolás V.
El papa se defendió de esta acusación, manifestando que la Iglesia no tenía una doctrina oficial sobre este punto y que además, su teoría no había sido expuesta ex cathedra, lo que le permitía retractarse.
Juan XXII creó el Tribunal de la Sagrada Rota Romana en 1331, falleciendo en diciembre de 1334, después de dieciocho años de pontificado, siendo sepultado en la catedral Nôtre Dame des Doms de Aviñón.
Tumba de Juan XXII.
El tercer papa de Aviñón y 197 de la Iglesia católica fue BENEDICTO XII, que ejerció el papado durante ocho años (1134-1342), siendo rey de Francia durante todo su pontificado Felipe VI el Encontrado de la Casa de Valois.
Felipe VI el Encontrado.
Nació Jacques Fournier, en una modesta familia, ingresando de monje cisterciense en el monasterio de Boulbonn, marchando después a la abadía de Fontfroide desde donde fue enviado a estudiar teología a París.
Fue abad en Fontfroide, en donde fue nombrado obispo de Pamiers, cargo desde el que combatió a los herejes cátaros, formando parte de la Inquisición, aunque de forma moderada.
Nueve años más tarde fue nombrado obispo de Mirepoix, y un año después -1927- cardenal, por el Papa Juan XXII, recibiendo el apodo de El cardenal blanco por continuar usando el hábito de la orden cisterciense.
Al ser elegido, y antes de su consagración en diciembre de 1334, se dirigió al cónclave y dijo: han elegido a un asno. Fue coronado el 8 de enero de 1335 y si fuera verdad lo de que el que mejor se conoce es uno mismo, los cardenales quedarían muy preocupados tras la elección.
Al comienzo de su pontificado intentó fijar su sede en Roma, encontrando la oposición del rey de Francia que lo impidió por todos los medios. También su papel de mediador entre el rey de Francia y el rey de Inglaterra, antes del inicio de la Guerra de los Cien Años (1137-1453), recomendaba su permanencia en Aviñón.
Benedicto XII.
Aconsejado así también por sus cardenales, decidió quedarse en Aviñón. Continuó la reorganización de la corte pontificia comenzada por Juan XXII, aumentando los ingresos de la Iglesia, lo que le permitió construir un palacio para los papas –El palacio de los papas de Aviñón-, espléndido, que pudo ser adaptado a las necesidades del gobierno centralizado de la misma, permitiendo llevarse de Roma los archivos de la Santa Sede.
Palacio de los papas de Aviñón.
Benedicto XII fue un papa sobrio, y evitó sucumbir al lujo y a la práctica del nepotismo, condenando con fuerza la simonía. Su objetivo fue reorganizar las órdenes religiosas, buscar la paz entre los reinos cristianos y eliminar los abusos de cualquier índole.
El problema político durante su pontificado, y debido a su sumisión a Felipe VI de Francia y a Roberto I de Anjou-Sicilia el Prudente de Nápoles, fue la prolongación de los desencuentros habidos entre Juan XXII y Luis IV de Baviera. Parecía que este pontificado pondría fin a la antigua disputa, pero no fue así. Los obispos alemanes firmaron una carta pidiendo la reconciliación, sin embargo, los príncipes electores juraron una liga perpetua en defensa de los derechos y el honor del Imperio, y el 16 de julio de 1338, proclamaron en RENSE, la NO necesidad de que el emperador fuera confirmado ni bendecido por el papa para poder gobernar en los territorios del Sacro Imperio.
La situación se agravó, cuando el emperador Luis, pretendiendo casar a su hijo Luis con su prima Margarita, ya casada con Juan Enrique de Bohemia, anuló por propia autoridad, el matrimonio anterior de ésta con su marido, atentando directamente contra un derecho exclusivo del Papa, ya que sólo el pontífice romano podía disolver un matrimonio.
Promulgó la bula Benedictus Deis en 1336, por la que cerró la visión dual que existía en el seno de la Iglesia, y que dejó sin resolver Juan XXII, sobre la visión beatífica. A partir de ahí quedó claro, que los justos, DESDE su muerte, podrán disfrutar de la visión de Dios hasta el Juicio Final. En fin… no comments…
Tumba de Benedicto XII en la Catedral Nôtre-Dame des Doms of Avignon.
El Papa Benedicto XII falleció en Aviñón el 25 de abril de 1342, siendo enterrado al igual que su antecesor en la catedral de Nôtre Dame des Doms de esa ciudad..
*La visión beatífica es, dentro de la concepción doctrinal de la mística cristiana, un privilegio divino que consiste en el conocimiento inmediato de Dios. Este privilegio lo tienen todas las jerarquías angélicas y las almas de los justos, es decir de los que mueren en gracia de Dios.
Música: J. Pachelbel. Canon in D Major.
To be continued in part 6.
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Magnífico relato, como de costumbre. Gracias.