La Alpujarra granadina y sus tres joyas empaquetadas en el espacio intermamario del Barranco de Poqueira: Capileira, Bubión y Pampaneira. La sublevación morisca de 1568 y una historia de amor. Parte 1.

Los post relativos a este tema, se los dedico a mi buen amigo y cicerone de Las Alpujarras y alpujarreño de pro, J. Mª. M. E.

Un buen amigo, nacido en Granada -ancestros alpujarreños-, pero que vive desde hace muchos años en Roquetas de Mar habiendo formado aquí su familia, a veces me hablaba de la belleza de Las Alpujarras, especialmente de la granadina. A pesar de que mi padre nació -hijo de médico rural-, en el pequeño municipio de Moclín, población que formó parte del cinturón defensivo del reino nazarí de Granada, situado en la parte NW de la provincia, nunca había sentido la inquietud de hacer turismo por esas sierras del Señor, que por la parte almeriense -sur- son tan desérticas, y que son las yo veo cada verano.

Moclín y su castillo.

Localización de Moclín en Granada.

Animado por el embeleso con el que me hablaba de La Alpujarra granadina, le pedí a mi amigo que hiciera de cicerone en una corta excursión mañanera en coche, que pudiera servirme para poder tener una idea de la región, para rematar por la tarde jugando al golf en el campo Los Moriscos de Motril.

En textos antiguos, la región fue denominada alpujarras, nombre que puede derivar del árabe al busherat, que significa la tierra de hierba o la de pastos. Otros orígenes del nombre señalados por estudiosos derivan de la voz árabe abuxarra que, significa la pendenciera o la indomable. Otras opiniones señalan su origen en la voz también arábiga albordjela que significa la fortificada. Como se puede observar, todas las opiniones señalan el origen árabe de su nombre, y esa impresión tuve al ver los pueblos de la región: las construcciones, las infraestructuras y la cultura tienen un punto de finura en el que se puede entrever la grandeza de la cultura árabe de la época, desde el valiato cordobés y el posterior establecimiento del emirato de Córdoba por el Omeya Abderramán I, hasta la conquista de Granada por los Reyes Católicos, el 2 de enero de 1492 y expulsión del último monarca de la dinastía nazarí Muhámmad XII  -Boabdil el Chico-, dinastía fundada por Yúsuf ben Názar en 1332, que reinó en Granada desde el siglo XIII al XV.

Muhámmad XII  -Boabdil el Chico-.

Tras la rendición del reino nazarí, los Reyes Católicos firmaron las últimas capitulaciones de la ciudad de Granada, el 25 de noviembre de 1491, en las que se garantizaban la libertad personal y la conservación de los bienes de los vencidos y el mantenimiento de su organización social, jurídica, cultural y religiosa particular. Sus alfaquíes y ulemas seguirían siendo los jefes de las comunidades musulmanas.

Pero desde el primer momento, a pesar de lo firmado, se impuso un régimen señorial, en el que los mudéjares granadinos, quedaron sometidos a los nuevos señores cristianos; el vasallo musulmán era prácticamente un esclavo. Los nobles musulmanes granadinos optaron por emigrar al norte de África, como su rey, y los que se quedaron, abandonaron la ciudad de Granada y se fueron a haciendas y alquerías que tenían en el campo, o a los arrabales de la capital. Esta situación se sancionó jurídicamente en 1498, cuando se dividió la ciudad de Granada en dos partes: una para los cristianos y otra, la Morería.

Del mismo modo que a los cristianos que cohabitaron con los musulmanes en las tierras del califato -desde 929 con Abderramán III- cordobés, les fue permitida la práctica de la religión cristiana, siendo denominados mozárabes, sirviendo a los musulmanes, tras la conquista del último reducto árabe en la península, se acogió a los musulmanes -inicialmente no, pero enseguida con duras condiciones-, permitiendo la práctica de la religión musulmana, siendo denominados mudéjares, siempre siervos de un señor cristiano, convirtiéndose la mayoría en una población rural que se instaló en las Alpujarras, territorio cristiano, manteniendo su condición de musulmanes, sin ser obligados a convertirse al cristianismo hasta el 14 de febrero de 1502, fecha en la que los Reyes Católicos publicaron una pragmática, obligando a todos los musulmanes del Reino de Castilla a la conversión forzosa al cristianismo. Los que la aceptaron, serían denominados moriscos -palabra derivada de moro- y los que no, serían expulsados del reino castellano. En Aragón, se retrasó esta medida hasta finales de 1525, reinando ya Carlos I, fecha en que fue aprobada por las Cortes aragonesas. A los moriscos que procedían de la Granada islámica reciente, les fueron reconocidos algunos derechos, al mismo tiempo que se les exigían fuertes impuestos.

Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, al que le fue concedido por su participación en la campaña de Granada el I marquesado de Mondéjar, fue recompensado, además, con grandes predios y numerosos vasallos mudéjares, siendo encargado de reorganizar el territorio conquistado, auxiliado en lo espiritual por Hernando de Talavera, nombrado arzobispo de Granada, hombre dialogante, que manejó la conversión de los musulmanes por la vía de la persuasión, incluyendo hasta el uso del árabe en la  liturgia cristiana.

Sin embargo, asesorados los reyes por el cardenal Cisneros, pronto se empezaron a aplicar medidas mucho más duras de las acordadas y de las manejadas por el arzobispo, utilizando como criterio básico el que Granada no pudiera servir como núcleo inicial de futuros ataques e invasiones procedentes del norte de África.

Entre 1495 y 1499 se implantaron grandes impuestos que solo los mudéjares debían pagar. Esto, unido a la política de conversión forzosa al cristianismo instigada por el cardenal Cisneros desde su llegada a Granada en octubre de 1499, cambiando la que había aplicado hasta entonces el arzobispo Hernando de Talavera, hizo que se produjeran bautismos masivos, no quedando para los mudéjares más alternativa que convertirse al cristianismo o la pobreza por los impuestos, e incluso la prisión o la muerte.

El 18 de diciembre de 1499, solo tres meses después de la llegada de Cisneros a Granada, los mudéjares del Albaicín se sublevaron restableciéndose el orden gracias a los oficios de Mondéjar y del arzobispo Talavera,​ a quienes los sublevados les dijeron “que se tornarían cristianos y harían todo lo que el arzobispo y el marqués mandasen, con tal que el arzobispo Cisneros se fuese de Granada.

Pero ya la chispa de la rebelión había prendido, extendiéndose durante unos meses por las Alpujarras y las tierras de Almería, no siendo sofocada completamente hasta mediados del año 1502, fecha en la que se inició una nueva revuelta en la serranía de Ronda. La consecuencia de estas rebeliones fracasadas fue la conversión de muchos mudéjares, que pensaban obtener así mejores condiciones de vida por parte de los cristianos. Las nuevas capitulaciones firmadas por varias comunidades mudéjares y los representantes de los soberanos, como las de Baza, Huéscar y Tabernas, expresaron el compromiso de que los nuevos cristianos serían sometidos al régimen fiscal común, aboliéndose los impuestos desmesurados, teniendo oportunidad de acceso a los cargos locales, pudiendo utilizar los pastos concejiles o comunales, estableciéndose incluso un castigo para los cristianos viejos que les faltaren al respeto llamándoles moros o tornadizos.

El cardenal Cisneros defendía la idea de que los mudéjares debían “ser convertidos y esclavizados, porque como esclavos serían mejores cristianos, y la tierra quedaría segura para siempre”. Los Reyes Católicos, sin embargo, pensaban que era mucho más útil la política de la moderación.

Al fin pudo la Iglesia, y el 12 de febrero de 1502, los Reyes Católicos promulgaron la real cédula en la que se obligaba a los mudéjares de la Corona de Castilla a escoger entre la conversión al cristianismo o el destierro. La inmensa mayoría optó por la conversión. A partir de esa fecha, los mudéjares castellanos bautizados que permanecieron en estos territorios pasaron a ser llamados moriscos.

Años después, los moriscos descendientes de aquellos musulmanes que se sometieron a la conversión al cristianismo, en lugar de marchar al exilio, durante los primeros tiempos de la Inquisición española, fueron expulsados de los territorios de las Españas, tras graves agitaciones sociales, comenzando en el este de España -reinos de Valencia y Aragón- debido a la animosidad local general hacia ellos, en donde los trabajadores locales los consideraron rivales, por el barato coste de su mano de obra. Las exacciones que de nuevo y paulatinamente fueron impuestas a los moriscos, crearon el caldo de cultivo de una importante sublevación morisca en las Alpujarras en 1568, en tiempos de Felipe II, que terminó por ser aplacada totalmente en la Alpujarra granadina en 1570, y finalizó con la expulsión definitiva de los moriscos de las Españas en 1609, siendo rey Felipe III.

La real cédula de12 de febrero de 1502 no afectó a los mudéjares de la Corona de Aragón del mismo modo que a los de Castilla, debido fundamentalmente a la protección que les dieron sus señores, que obtenían de ellos cuantiosas rentas, aunque existía un fuerte rechazo a nivel popular, que se materializó en la revuelta de las Germanías del Reino de Valencia -perteneciente a la Corona de Aragón-, en la que los agermanats asaltaron las poblaciones mudéjares y los bautizaron a la fuerza.

El final de este proceso de bautismo forzoso, siendo negada su validez por los mudéjares contra la opinión de los cristianos bautizadores, fue la orden del rey Carlos I, publicada el 8 de diciembre de 1525, por la que se obligaba a los mudéjares, de todos los estados de la Corona de Aragón -reino de Valencia incluido-, a convertirse al cristianismo.

A pesar de que los moriscos de la Corona de Aragón, consiguieron, después de unas largas negociaciones con la corte de Carlos I y el pago de 40.000 ducados, que la Inquisición no interviniera en sus asuntos, que durante diez años pudieran conservar sus costumbres y su lengua, tener cementerios distintos, e igualdad fiscal al resto de los cristianos, el acuerdo, que se mantuvo en secreto, no se cumplió, y propició  revueltas en el Reino de Valencia a la que no se unieron los moriscos del Reino de Aragón.

Pero bueno, ya amanece y debemos recoger las bolsas y los palos en el campo de golf Oasis Playa Serena Golf, y partir hacia las Alpujarras.

Las Alpujarras es una región histórica de Andalucía que se encuentra dividida entre las provincias de Granada -Alpujarra granadina- y la de Almería -Alpujarra almeriense-, en la que están inmersas parte de la ladera sur de Sierra Nevada, y las sierras de la Contraviesa y Lújar en Granada, y la de Gádor más al este, al norte del Ejido, en Almería.

Sierras dela Contraviesa y Lújar.

Sierra de Gador.

Salimos de Roquetas de Mar entre un MAR de plásticos agrícolas, para abandonarlo tras rebasar El Ejido, con la visión hacia el norte de Sierra Nevada, egregia y soberbia, para ya, en campo abierto, llegar a la cercana localidad de Dalías y a continuación Berja, ambas de la Alpujarra almeriense y esta última, localidad limítrofe con la provincia de Granada.

A partir de ahí, y ya en la Alpujarra baja granadina, pasamos por Cherín, perteneciente al municipio de Ugíjar, a 1 kilómetro de la frontera de Granada con Almería y con un puente de hierro de la escuela de Eiffel, que divide la población en dos partes. Pasamos Ugijar en breve ojeada, a pesar de las  llamadas de sus numerosas casas señoriales -la casa del Escribano Mayor de La Alpujarra, D. Pedro López, es solo una de las quince casas señoriales construidas entre los siglos XVI y XIX-, de una iglesia gótico-mudéjar y varias ermitas, y  de una gastronomía típica e interesante como el molío -medias aceitunas negras con salsa basada en pimientos choriceros-, las migas, y los dulces de sabor y aroma árabes, y a partir de aquí, empezamos a subir por una cada vez más zigzagueante carretera que se iba estriñendo por las medias laderas de esa bella tierra.

Puente de Cherín.

Ugijar.

Casa del Escribano Mayor de Ugijar.

Música: Vicente Amigo en concierto; La ciudad de las ideas, parcial.

To be continued in part 2.