GÜELFOS Y GIBELINOS. Parte 3.

Tras el período carolingio, es decir tras Luis III el Ciego, el centro de gravedad de Europa Occidental se había desplazado desde la zona de los francos al otro lado del Rin, convirtiéndose Germania en la gran potencia regional, adquiriendo los señores feudales una gran relevancia política, nombrando entre ellos un rey para que fuera nombrado emperador.

Durante siglos, estos reyes alemanes trataron de afianzar su posición frente al resto de señores feudales que los eligieron -creando dinastías-, deseando también devolver a Europa la gloria imperial, haciéndose coronar emperadores en Roma, por el papa, como muestra de reafirmación divina.

En el año 1125 falleció el emperador Enrique V -último salio-, cuyo mandato fue un enfrentamiento continuo con los príncipes sajones y turingios aliados del papa, ya que, entre otras cuestiones, el emperador había sido excomulgado por el pontífice. Enrique se casó con la princesa Matilde, hija de Enrique I de Inglaterra, pero no tuvieron hijos, por lo que se extinguió su dinastía, dejando el problema sucesorio lleno de incertidumbres.

Las verdaderas luchas entre los Welf y los Hohenstaufen dieron comienzo en 1125, tras la muerte de Enrique V, cuando Lotario II de la Casa de Supplinburgo, subió al trono de Germania y del Imperio.

Los candidatos a ocupar el puesto dejado por el último salio fueron Lotario, duque de Sajonia, que estaba apoyado por la casa de Welf, y los hijos de Federico I de Suabia, inicialmente el primogénito Federico II duque de Suabia y posteriormente su hermano Conrado, sobrinos de Enrique V, apoyados por los Hohenstaufen como legítimos herederos, por haber sido nombrado Federico, Rey de Romanos -era el título del heredero del Sacro Imperio- por su tío el emperador. Al no alcanzar un acuerdo, los welfos nombraron emperador a Lotario II y los Honhestaufen a Federico, pasando a dirimirse el derecho a la corona en el campo de batalla. Las hostilidades terminaron en 1135 con el triunfo de Lotario II, pero su gobierno fue efímero porque murió dos años después y, aunque había nombrado heredero a su yerno Enrique el Soberbio u Orgulloso, un WELF,Enrique X, duque de Baviera casado con Gertrudis de Supplinburgo, hija de Lotario II-, al cual su suegro, además de a su hija le había entregado Sajonia-. Los electores, escamados ante tanta acumulación de poder, optaron por Conrado III, al haberse retirado de sus aspiraciones imperiales su hermano mayor Federico, inaugurándose así la dinastía Hohenstaufen en el Sacro Imperio.

Tumba de Lotario II.

Conrado III en la Chronica Regia Coloniensis.

Los Hohenstaufen, conocidos más tarde por ghibellini -gibelinos-, fueron una dinastía de monarcas de Alemania y Sicilia, originaria de la región de Suabia, de la que cuatro de ellos, fueron investidos con la corona del Sacro Imperio Romano Germánico.

El nombre, está tomado de un castillo de su propiedad en Suabia  -Waiblingen- ,y el primer representante de esta casa del que se tienen noticias fue Federico de Büren, cuyo primogénito Federico I de Suabia -primero conde y luego duque-, casó con la única hija del emperador salio Enrique IV y de Berta de Saboya, Inés de Alemania, recibiendo entonces Suabia como condado. En 1125, al morir Enrique V sin más descendencia que Inés, los Hohenstaufen de Suabia, recibieron las posesiones de los salios, por ser ella la única heredera.

Federico I de Suabia e Inés de Alemania tuvieron dos hijos varones, Federico II de Suabia y Conrado -más tarde emperador Conrado III-. Federico II apoyado por su hermano Conrado, intentó que la corona imperial fuera para él, pero como se dijo anteriormente, fue conseguida por Lotario II. A partir de ahí, desistió Federico e insistió Conrado, que, a los dos años, a la muerte de Lotario II, aunque este último nombrara Rey de Romanos a su yerno Enrique el Soberbio u Orgulloso, fue coronado como Conrado III, emperador.

El primogénito de Conrado, Enrique, murió antes que él, y el segundogénito Federico, fue recomendado por su padre a los electores para que no lo elevaran a la dignidad imperial, eligiendo sucesor y nombrando Rey de Romanos, al hijo de su hermano Federico II de Suabia y Judith de Baviera, Federico I Barbarroja.

Federico I Barbarroja con sus hijos.

Conrado III estuvo en el trono hasta su muerte en 1152, sucediéndole su sobrino Federico I Barbarroja, que sería quien llevaría el enfrentamiento entre güelfos y gibelinos a Italia dos años más tarde, al querer incorporar varios territorios del norte de la península itálica al Sacro Imperio. Los güelfos, formando parte de la Liga Lombarda, derrotaron a Federico I en 1176 en la batalla de Legnano, que tuvo lugar el 29 de mayo entre las localidades de Legnano y Borsano, en la región septentrional de Milán, en Lombardía, en donde las tropas lideradas simbólicamente por el Papa Alejandro III, bloquearon el camino a Pavía, en donde estaban gran parte de las fuerzas teutonas, impidiendo que se unieran al resto del ejército imperial.

La battaglia di Legnano de 1176, obra de Massimo d´Azeglio de 1831. 

A Federico I Barbarroja le sucedió su hijo Enrique VI, rey de Alemania y emperador del Sacro Imperio, y rey de Sicilia por su matrimonio con Constanza de Sicilia. Con Enrique VI comenzaron en Italia las guerras de los gibelinos con los partidarios del Papa, los güelfos, por sus propósitos de anexión de Sicilia al imperio, rechazados de plano por el pontífice.

Enrique VI.

Tras una actuación de gran crueldad por parte de Enrique VI, al reprimir una sublevación en Catania, su mujer Constanza se puso del lado de los rebeldes, los cuales sitiaron al emperador, obligándole a negociar. Murió en Mesina de Malaria. Su muerte y la de su mujer al poco tiempo, hicieron que su hijo Federico heredara el reino de Sicilia, entrando el imperio en un periodo de anarquía, por una parte con  Felipe de Suabia, hermano de Enrique VI, y por otra Otón IV, de los Welf, hijo de  Enrique el León, luchando por el título imperial, el cual consiguió en primera instancia el representante de los Welf en 1209, durante 6 años, siendo depuesto en 1215 y conferida la corona imperial a Federico II -hijo de Enrique VI Hohenstaufen y Constanza de Sicilia-, tras la derrota de Otón en la batalla de Bouvines.  Federico II fue emperador hasta 1250 acabando con él, la casa de Hohenstaufen en la corona del imperio. Con el nieto de Federico II en 1268, Conradino, se extinguió la casa de los Hohenstaufen.

La casa de Welf es la rama más antigua de la casa de Este, familia noble italiana, que fueron duques de Ferrara y de Módena desde el siglo XIII, habiendo tomado su nombre del castillo de Este, cerca de Padua, en el siglo IX. La casa de Welf, más tarde casa de Baviera, es una dinastía a la que han pertenecido varios monarcas británicos y alemanes desde el siglo XI hasta el XX.

El primer miembro destacado de esta casa fue Güelfo IV que heredó de su tío el ducado de Carintia, y en 1070 se convirtió además en I duque de Baviera. Su hijo, Güelfo II de Baviera el Gordo, se casó con la condesa Matilde de Canossa -26 años mayor que él-, buscando fortalecer la relación entre su familia y el papa Urbano II durante la Querella de las Investiduras. En la campaña de Italia de 1090 del emperador Enrique IV, Matilde y Güelfo II lucharon contra el emperador. Güelfo II buscó con ese matrimonio incorporar a la familia los dominios de Matilde en la Toscana, Ferrara, Módena y Reggio.

Güelfo II de Baviera y Matilde de Canossa.

Al enterarse Güelfo II que Matilde había transferido en secreto sus bienes a la Iglesia antes de su matrimonio, la abandonó en 1095, y junto a su padre, se puso de parte del emperador Enrique IV, posiblemente a cambio de las promesas de suceder a su padre como duque de Baviera, y de la ayuda para recuperar la herencia transferida por su mujer a la Iglesia.

Tras la muerte de su padre, Güelfo II, heredó el ducado de Baviera, y naturalmente continuó su alianza con el emperador.  No volvió a casarse y murió sin hijos en 1120.

Le sucedió su hermano Enrique IX de Baviera, primero de los tres enriques de la dinastía Welf, convirtiéndose a partir de aquí en aliados papales: Enrique IX de Baviera el Negro -1120 a 1126-, Enrique X de Baviera el Soberbio -1126 a 1139-, que a punto estuvo de heredar la corona imperial de su suegro Lotario II, y al que el emperador Conrado III desposeyó de sus ducados, y Enrique XI de Baviera el León, que recuperó los ducados de Sajonia y Baviera arrebatados a su padre.

Enrique XI de Baviera el León se casó con Matilda, hija de Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, hermana de Leonor Plantagenet -mujer de Alfonso VIII de Castilla-, de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra-.

 

Enrique X el Soberbio.

Enrique XI el León.

Tras la batalla de Legnano en 1176, formando los Welf parte de la Liga Lombarda, fue desposeído de sus ducados alemanes por el derrotado emperador Federico I Barbarroja y desterrado a la corte inglesa de su suegro. Regresó a Alemania tres años después, como duque de una parte de Sajonia y duque de Brunswick-Lunemburgo, muriendo en 1195.

En 1198 las querellas renacerían con fuerza, al intentar conseguir de nuevo los Welf, para su familia, el trono del Sacro Imperio con Otón de Brunswick -hijo de Enrique el León-.

El hijo de Enrique el León, Otón el güelfo de Brunswick, fue elegido rey de Alemania y coronado emperador del Sacro Imperio con el nombre de Otón IV, tras la muerte de Enrique VI Hohenstaufen sin descendencia, tras vencer a Felipe de Suabia -hermano de Enrique VI- y al niño Federico II -hijo de Enrique-. Ciñó la corona durante 6 años, siendo depuesto en 1215, y coronado Federico II -de nuevo y por último un Hofenstaufen– tras la derrota de Otón en la batalla de Bouvines en julio de 2014.

Otón IV de la casa de Welf con el papa Inocencio III.

La batalla de Bouvines en 1214. 

Los Welf de Brunswick-Luneburgo continuaron gobernando sus territorios hasta la caída de las monarquías germánicas tras la primera guerra mundial.

Federico II Hohenstaufen -emperador entre 1215 y 1250- fue el último emperador con pretensiones universales. Tras su desaparición, Europa, se disgregó de manera irreversible, aunque güelfos y gibelinos se siguieron enfrentando, y su influencia internacional en todo Occidente continuó al menos durante un siglo.

Tumba de Federico II en la catedral de Palermo.

DENOMINACIONES

Las denominaciones de güelfos Welf– y gibelinosHohenstaufen- son una italianización de los apellidos de las dos familias alemanas que rivalizaron por el poder del Sacro Imperio Romano Germánico en los siglos XII y XIII: los Welf   y los señores de Waiblingen -ghibellino-, los Hohenstaufen.

La italianización de Welf a güelfo parece sencilla, así que intentaremos explicar la de gibelino, algo más compleja.

La ciudad de Waiblingen -originaria de los Hohenstaufen- aparece mencionada por primera vez en documentos carolingios del año 885, en la época de Carlos III el Gordo. Recibió su carta municipal en 1250, siendo propiedad de los reyes salios, de quienes la heredaron los duques Hohenstaufen de Suabia. Está íntimamente ligada al conflicto entre güelfos y gibelinos en los siglos XII y XIII.

Waiblingen.

Durante el asedio del castillo de Weinsberg propiedad de los Hohenstaufen, aunque ocupado por los Welfen 1140, los Hohenstaufen, liderados por Conrado III de Alemania y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, utilizaron wibellingen, una versión del nombre de su ciudad, Waiblingen, como grito de guerra; el grito de guerra wibellingen, derivó posteriormente en palabra pronunciada por los italianos como ghibellino.

 

Las mujeres de Weinsberg cargando con sus maridos a cuestas en una ilustración del siglo XVI.

Las tropas imperiales sitiaron el castillo, defendiéndose los sitiados con tanta fe, que Conrado desvió el río Sulm para privarles de agua e intentar evitar que las aves sobrevolasen el lugar, para impedir su caza. Eso tampoco doblegó a los asediados, así que el emperador lanzó un ultimátum a la plaza, advirtiendo que, si no entregaban el castillo, le prendería fuego con los defensores dentro. Los sitiados apelaron a su benevolencia para que, al menos, dejara salir a las mujeres. Conrado aceptó, y también cedió en la petición de ellas de llevarse sus bienes más preciados siempre que pudieran llevarlos ellas mismas, sin ayuda de animales o carros. A la mañana siguiente, se abrieron las puertas y los soldados atacantes vieron a las mujeres salir cargando en sus hombros a los hombres, ya fueran maridos, padres o hijos. Conrado, supo encajar bien lo llevado a cabo por las mujeres, y permitió su marcha, ya que se ajustaba a lo pactado y él, además, había recuperado su castillo. El pueblo rebautizó la fortaleza con el nombre de Weibertreu, que significa fe de la mujer.

Música: L´amour est un oiseau rebelle de Carmen de Geoge Bizet, interpretada por Anna Caterina Antonacci.