El REINO UNIDO DE GRAN BRETAÑA E IRLANDA DEL NORTE. UNIÓN DE INGLATERRA Y GALES. Parte 3.

Todas las islas británicas estuvieron siendo pobladas por pueblos celtas desde el siglo VIII al I a.C. La última oleada de celtas invasores en el siglo I a.C., los gaélicos, ocuparon la isla de Irlanda dividiéndola en 5 reinos. Una parte de los celtas habitantes de Irlanda –escotos o dalriadas– ocuparon la parte oeste de Escocia, mientras que la parte este de esas tierras, continuó habitada por los pictos -se pintaban cara y cuerpo-. Los romanos que no llegaron a colonizar Escocia llamaron a esas tierras Caledonia, por la cantidad de pinos caledonios que de norte a sur y de este a oeste llenaban sus montes.

Las islas bretañas fueron irrelevantes en la historia antigua de nuestras civilizaciones, conservándose pocos indicios de sus primeros habitantes, exceptuando algún monumento megalítico como Stonehenge -siglo XIV a.C.- ligado a las relaciones esotéricas entre dioses y pueblo.

Tras los celtas, provenientes del continente europeo –islas separadas del continente tras la última glaciación en el séptimo milenio a.C.- llegaron algunos exploradores griegos, que alcanzaron el archipiélago procedentes de Marsella -siglo IV a.C.-.

Tras la conquista de la Galia en el año 55 a.C., Julio César mandó una expedición de reconocimiento a la isla, a la que bautizó Britannia -Britania-. Al año siguiente -54 a.C.-, volvió con un ejército, derrotando a las tribus del sureste de la isla sometiendo a parte de la población, instándola a reconocer la supremacía de Roma mediante la obligación de pagar tributos, y aunque realmente no había ido a conquistar la isla sino a establecer pactos con algunos líderes tribales del sur, sus hombres regresaron a Roma con historias inenarrables sobre los britanos y las prácticas de los druidas, que realizaban sacrificios humanos con relativa frecuencia y que utilizaban cantos e invocaciones que causaban auténtico horror. El primer emperador Augusto -sobrino/hijo adoptado por Julio César-, también planeó la conquista de esta isla, pero nunca ejecutó esos planes, al ser masacradas una tras otra, tres legiones.

No fue hasta 98 años después, en el año 43 d.C., cuando el emperador Claudio  -sucesor de Calígula y antecesor de Nerón– hizo de Britania una provincia romana.

Envió a cuatro legiones al mando del general y senador Aulo Plaucio que conquistaron el sureste y centro de la isla, sin encontrar gran resistencia. Sin embargo, la conquista de Gales y del norte y oeste de Britannia presentó mayores problemas al avance romano.

Britannia era una tierra boscosa donde las legiones romanas no se desenvolvían bien, porque no podían hacer valer su principal arma, el combate en formación.

El general Aulo Plaucio tras desembarcar en la costa sudeste de la isla, y enviando siempre a exploradores por delante a reconocer el terreno, sin aventurarse con el grueso de su ejército más allá de lo reconocido, comenzó a mover sus legiones. Su primer objetivo era, establecer un campamento principal y estable, desde donde pudiera planificar la campaña, pero antes de que pudiera hacerlo, tuvieron sus primeros encuentros con la tribu de los catuvellaunos.

Quedaron impresionados los romanos al ver que los britanos luchaban a cuerpo descubierto, sin armadura y cubiertos de pinturas a las que atribuían propiedades mágicas y protectoras, por lo que se lanzaban al combate sin miedo aparente, protegidos por los gritos y cantos de los druidas, lo que causaba pavor a los soldados romanos.

En azul los movimientos de las legiones romanas. En rojo la de los britanos.

El ejército imperial cruzó el Támesis, atacando a los catuvellaunos en su campamento, infligiéndoles una dura derrota. Plaucio estableció su campamento en Camulodunum -capital de los derrotados- a orillas del Támesis. El general ya había agotado sus cuatro años como gobernador de Britania y fue relevado como era práctica habitual, aunque hubiera tenido éxito -o sobre todo, si hubiera tenido demasiado éxito-, para evitar que le entraran tentaciones de instigar a sus hombres a proclamarle emperador: la isla estaba lejos de ser conquistada.

Camulodunum.

Fue relevado por Publio Ostorio Escápula que negoció con unas tribus y con otras, marcándose como objetivo las tierras galesas, en donde se habían refugiado las tribus que se negaban negociar con los romanos. Esta campaña representó un reto todavía mayor que las anteriores, puesto que los britanos no presentaban batalla abiertamente y los romanos eran incapaces de localizarlos en aquellas montañas de bosques tan densos. Tras muchas persecuciones y algunos enfrentamientos, y ya al borde de la derrota, huyeron los britanos a la isla oscura de Mona -hoy Anglesey-, plaza fuerte de los druidas, cuya invasión producía terror a los soldados de Roma.

En el año 60, siendo Nerón emperador, fue enviado Cayo Suetonio Paulino al mando de su mejor legión, la XIV Gemina, que con gran determinación supo convencer a sus legionarios de que la historia de los druidas era pura superstición, y una vez superado el miedo inicial, las tropas romanas masacraron tanto a los druidas como a los guerreros que se habían refugiado en la isla de Mona huyendo de Gales. Pero mientras Paulino estaba en Mona, comenzó la rebelión de otra tribu, en principio amiga, los ícenos, regidos por la reina Boudica. La revuelta duró dos años y se saldó con graves pérdidas para los romanos, incluyendo la destrucción de Camulodunum. Nerón entonces, se planteó abandonar Britania, aunque sus problemas en Roma dilataron la decisión.

Campañas romanas en los diferentes años.

Así siguieron las cosas con problemas de traiciones, rebeliones, clima inhóspito y poco útil para la agricultura, hasta la construcción romana del muro de Adriano  levantado entre los años 122 y 132, muro fortificado de 117 km de longitud entre el actual Newcastle y Wigton, construido con sillares de piedra  de 3-2,5 m de grosor y altura de 3,6- 4,8 m. Contaba con 14 fuertes principales y 80 fortines con guarnición, con un foso en su parte norte de 10 m de anchura y un camino que la recorría por su lado sur. Más al sur del camino construyeron otro foso con dos terraplenes de tierra para proteger la muralla de ataques desde el sur. También el muro de Antonino construido entre los años 140 y 142, a unos 160 km al norte del de Adriano y de características similares para defenderse de los pictos, tribus indomables de la parte norte -Escocia-, contribuyó a mejorar el control de la región. Los nombres de los muros recuerdan a los dos emperadores que decidieron e impulsar su construcción y su objetivo fue la protección de la isla hacia el sur de las incursiones de los pictos del norte.

Restos del Muro de Adriano.

Septimio Severo -emperador entre 193 y 197-, marido de la bella Julia Domna, fue el último emperador que intentó completar -sin éxito- la conquista de Britania.

Así, el territorio de la Britannia romana estaba formada por las actuales Inglaterra y Gales.

Con Teodosio I el Grande -379 a 392- y la división del Imperio Romano entre sus hijos Honorio -emperador del Imperio Romano de Occidente- y Arcadio -emperador del Imperio Romano de Oriente-, perdieron interés las inversiones en nuevas conquistas, y poco a poco, la tutela romana en la provincia de Britannia fue desapareciendo, aunque trescientos años de ocupación dejaron un fondo cultural muy importante e inmortal.

Tras el abandono oficial de Roma de su provincia Britannia, surgieron nuevos reinos con líderes que utilizaban tropas mercenarias reclutadas entre los pueblos germanos, como los sajones, que comenzaron a establecerse en la isla de Bretaña, hasta que en el siglo VI se hicieron con su control, siendo los britanos absorbidos por los sajones, desapareciendo el latín como lengua principal poco a poco, siendo sustituido por la lengua sajona.

Entre los siglos V y XI Bretaña vive su edad oscura, denominada así por la escasez de información de este período en el que los anglos, sajones y jutos invadieron estas tierras, desapareciendo los vestigios celtas -menos en Gales y Escocia-, imponiéndose la supremacía de lo anglosajón.

Los proto ingleses -los primeros en utilizar la lengua inglesa- al mando de Cerdic de Wessex se establecieron en el suroeste de Gran Bretaña, donde se fundó el Reino de Wessex -sajones occidentales- a principios del siglo VI. Wessex se enfrentó a los otros seis reinos anglosajones establecidos en la isla -eran siete, la HEPTARQUÍA-, alzándose como el más poderoso durante el reinado de Alfredo el Grande, tras derrotar al reino de Mercia, proclamándose Alfredo el Grande Rey de los anglosajones en el año 886. Su nieto, Athelstan El Glorioso, completó la unificación de los siete reinos en el año 927, naciendo el Reino de Inglaterra. 

La Heptarquía.

Tras Athelstan El Glorioso y durante 140 años, hasta 1066, reinaron en Inglaterra ocho reyes anglosajones consecutivos de la Casa de Wesex, sucediendo al último de ellos Eduardo El Confesor (1042-1066) Guillermo I el Conquistador, de los normandos.

Guillermo I el Conquistador y su escudo de Armas.

Tras la invasión y conquista de Inglaterra en el siglo XI -comenzó con la victoria en Hastings el 14 de octubre de 1066- por un ejército formado por normandos, bretones, flamencos y franceses liderados por Guillermo I el Conquistador de Normandía, los invasores, ávidos de tierras, entraron en las débilmente defendidas tierras de Gales, constituyendo señoríos en las áreas fronterizas del este de esta región. Los galeses que conservaban el oeste y norte, se unieron, nombrando a Llywelyn el Grande en 1216, Príncipe de Gales.

Pasaron años de constantes escaramuzas entre galeses y normandos, hasta que, en 1267, Enrique III de la Casa Plantagenet, rey de Inglaterra, reconoció el título de Príncipe de Gales a Llywelyn ap Gruffudd, por el Tratado de Montgomery de ese año, aunque a pesar de ello continuaron las disputas hasta que Eduardo I Plantagenet -hijo de Enrique III- invadió Gales derrotando a Llywelyn y obligándole a firmar su lealtad y vasallaje al rey de Inglaterra en el Tratado de Aberconwy en 1277. Cinco años más tarde, los galeses se rebelaron de nuevo, y Eduardo I -casado con la infanta Leonor de Castilla, hija de Fernando III el Santo y su segunda mujer Juana de Danmartin, condesa de Ponthieu- realizó una conquista permanente, apoderándose de las tierras de Llywelyn -muerto- y de otros nobles del norte y del oeste, estableciendo condados con condes ingleses, y nombrando formalmente para todo Gales un gobierno dependiente del rey inglés por el Estatuto de Rhuddlan de 1284, aunque siguieron vigentes las leyes galesas.

Eduardo I y Leonor de Castilla.

Algunos territorios fueron respetados a los señores galeses, y al hijo de Eduardo I, Eduardo, futuro Eduardo II, le fue concedido el título de Príncipe de Gales, continuando esa tradición hasta la actualidad.

Los territorios del principado de Gales eran los del norte y oeste del país -de la Gales actual-, pero inicialmente, no fueron incorporados a la corona inglesa. El resto de los territorios de los señoríos sobre los que la Corona inglesa no tenía control directo, fueron siendo adquiridos o heredados gradualmente por la misma, entre los siglos XIII y XVI.

Ni el principado de Gales, ni los terrenos galeses no incluidos en el principado, propiedad de la corona inglesa, ni los señoríos aún independientes se integraron aún en las estructuras legales del Reino de Inglaterra.

Hubo un levantamiento galés importante en 1404 contra Enrique IV -ya de la Casa Lancaster al haber derrocado a su primo el rey Ricardo II Plantagenet-, liderado por Owain Glyndwr que se coronó Príncipe de Gales en presencia de emisarios de España, Francia y Escocia. Tras años de escarceos y celebración de parlamentos pasó a la clandestinidad en 1412, restableciéndose  la paz  en 1415.

Ricardo II.

En 1535 reinando Enrique VIII de la Casa Tudor -la Casa de York por vía masculina se extinguió con Ricardo III, pasando la corona a Enrique VII Tudor por su matrimonio con Isabel de York-, se estableció La Ley de Leyes en Gales, por la que se anexionó Gales a Inglaterra extendiéndose las leyes inglesas a todo el país y aboliéndose los señoríos, publicándose un año más tarde en 1536 el Acta de Unión, por el que se creó la entidad legal conocida como INGLATERRA Y GALES, siendo el inglés el único idioma permitido para fines oficiales, aunque los galeses siguieran y aún lo hacen, manteniendo su lengua y cultura.

Gales tiene su propio Parlamento, estando representado también en el Parlamento del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Una vez unidos Inglaterra y Gales y siguiendo un orden cronológico, veremos cómo se produjo la anexión de Escocia, cuya Acta de Unión fue promulgada en 1707, mientras que el Acta de Unión con Irlanda se realizó en 1800 -llamada sin embargo de 1801-, aunque Enrique VIII de Inglaterra hubiera sido nombrado rey de Irlanda por el Parlamento irlandés en 1541.

Ya bajo la autoridad de Inglaterra, Gales se convirtió en parte del Reino de Gran Bretaña en 1707, y posteriormente del Reino Unido de la Gran Bretaña  e Irlanda por el Acta de Unión de 1801 que unió el Reino de la Gran Bretaña con el Reino de Irlanda.

Música: Max Ritcher. The leftlovers.

To be continued in part 4