Un amor casi imposible.
Estaba aquí, con la soledad de mi alma acostumbrada ya a esta herida eterna, y he salido a recordar, dejando vagar la imaginación, que es una de las verdaderas formas de ver las cosas y poder nombrarlas cuando la emoción te invade; ¿te sorprende que te escriba? Me sentía algo melancólico al no encontrar respuesta a mis preguntas, y necesitaba hablarte.
Deseaba encontrar y sentir los límites de tu paraíso, para encerrar en él mis anhelos llenos de titubeos e interrogaciones personales y poder vencer las dificultades que a buen seguro entraña penetrar allí, y siento que las dificultades me estimularán en lugar de desalentarme. Paso las noches y los días con indolencia y al mismo tiempo con ansia, esperando algo que seguro tú me traerás, y por eso espero con llevadera certidumbre y con la añoranza de volver a vivir nuestro pasado.
Recordé lo que dijo Agustín de Hipona el 27 de agosto del 430, día anterior a su muerte: lo que hayas amado quedará, el resto será sólo cenizas…por eso creo que estás y estarás siempre…
¿Sigues vagando sola? La siguiente noticia que tuve de ti, tras mi muerte en 1597, fue en 1683, en tu época de vida en la zona del monasterio de Maalula que seguía siendo utilizado por los cristianos, gracias al pacto de Omar de 638, al Dimma -por eso erais dimmies los que vivíais en terrenos musulmanes teniendo otra religión- firmado tras la toma de Jerusalén por los ismaelitas, siendo califa Omar, el suegro de Mahoma, permitiendo a los creyentes de las otras dos religiones monoteístas, cristianos y judíos, mantener los templos construidos hasta ese momento y seguir practicando sus cultos, ritos y preceptos.
Maalula era en esa época, y es, un pequeño pueblo de la zona de Damasco, en las montañas sirias, en donde aún se hablaba -y aún hoy se hace- arameo, siendo por entonces sultán otomano Mehmed IV. Sus casas de colores terrosos y añiles colgaban temerarias y desafiantes de las paredes cortadas a pico de los acantilados; estuviste trabajando en los códices de la biblioteca del monasterio, una de las más antiguas del mundo, en donde se guardan y veneran las reliquias de santa Tecla de Iconio y san Sergio, estudiando las Sagradas Escrituras junto a grandes eruditos, habiendo aprendido allí a leer y escribir en griego, árabe y siríaco. A pesar de ser mujer, y por ello, los monjes aceptaron dejarte sus libros para que trabajaras, tal era tu fama de buena y sabia, permitiéndote reunirte con los teólogos cristianos del monasterio y con los alfaquíes de la ley islámica, para intercambiar opiniones y estudiar las diferentes interpretaciones de los textos sagrados de las religiones musulmana y cristiana, haciéndote ataviar, eso sí, con voluminosos hábitos negros que casi te escondían y dificultaban encontrarte.
La última vez que soñé verte, fue en Madrid en 2017, al sentirte, te seguí caminando hasta una casa en el bosque, cerca de Titulcia, en donde te perdí de nuevo, aunque dejaste el rastro de los lirios de tus ojos creciendo por las ventanas de una casa, que en seguida acudieron a abrazarme con su olor y color. Al desaparecer tú de allí, una espesa capa de polvo cubrió de olvido cada rincón de la casa, y el aire se hizo denso, difícil de respirar, y un gran tufo maloliente la invadió: olor a sucio, a humedad, a soledad, a tristeza y a desesperación, y al sentir que te perdía de nuevo, se me volvió a romper el alma de dolor, aunque jamás soltaré tus lirios que podrían llevarme quizá alguna vez a ti, ya que seguirán como siempre, habitando dentro de tus ojos.
Ahora que mi cabeza está compuesta sólo de añoranzas, recuerdos, evocaciones y nostalgia, sigo no como siempre, sino con lo que puedo, la música, el arte, los libros y tu recuerdo; cuando pienso en ti me vacío, y siento que tu seguirás con tus sueños y quizá buscando los míos, y ya sé que la muerte sólo consiste en abandonar estos viejos pellejos y escasa sabiduría, para poder encontrarte en un amanecer, en el que la blancura de la luz de tu cuerpo resplandezca, haciendo que se esconda nuestra luna.
No te importe que te produzca inquietud la posibilidad de encontrarnos de nuevo, y no debes temer nada, ya que yo podría controlar todas nuestras cosas y no volvería a dejar que desaparecieras de mi vida y perderte. En ti, fue donde dejé mi vida y donde aun probablemente esté yo viviendo…perdido por los tiempos hasta que te recupere. Seguro que cuando vuelva a verte, dejaré a un lado mis manías de viejo, sobre todo la de ocultarme inconscientemente algunas cosas del pasado, y buscaré más cosas hermosas de mí, que seguro encontraré en alguno de mis rincones que aún desconozco para ofrecértelas, y lo vivido juntos, lo escribiré en nuestras frentes debajo de la piel con luces de neón.
Compañera, amante, mi vida entera…, ven y quitémonos todas nuestras antiguas pieles ya muy usadas y con ellas el dolor, y cada noche podremos explicarnos los motivos por los que no hay nada que explicar… todo fluirá…metiendo esta nueva andadura en un lugar escondido y blindado, que nos permitirá vivir nuestra eterna primavera. Ahora, escribiendo estas notas que meteré en una botella y la lanzaré al mar de Almería, he recordado como se me contraía el vientre hasta el estómago, cada vez que te intuía, y volaba hasta el cielo de donde no quería bajar.
¿Qué guardas escondido en el fondo de tu alma? Si lo guardas tanto tiempo y de forma tan recelosa, seguro que no será nada bueno. ¿De qué tienes miedo? Suéltate el alma y cuéntame: estoy aquí sólo para eso. Riamos ahora y no volvamos a llorar, y no creas que lo que pueda parecer en principio amargura, deba ser siempre amargo, pudiendo a veces ser pura miel.
Tu padre planeó tu matrimonio con el viudo pintor y te obligó a unirte a él. A ti, que tanto te gustaba aprender latín, gramática, astronomía, aritmética, geometría y música –el cuadrivium ampliado- como a los hombres cultos de la época, ya que sentías que tu inteligencia –potencia del alma- era tan lúcida como la de ellos, y tuviste que cambiar tus deseos de formarte, por el contacto permanente con las agujas, el sutil cambray y los bastidores con sus dibujos para bordar, y la preparación de tu trousseau de novia, aunque ya entonces supieras hablar y escribir en flamenco, en el alemán de los germanos, en francés medio, inglés antiguo y latín.
Qué sean castigados los que les importó nada tus preferencias o sentimientos a la hora de organizar tu vida, y darte en matrimonio a quien no amabas, impidiendo tener la cultura que anhelabas, privándote de un merecido respeto como persona. Que el señor condene a estos verdugos que hicieron que se perdieran tus valías en vidas imposibles.
Brujas fue durante mucho tiempo y hasta principios del siglo XV, una ciudad muy importante y prácticamente el almacén textil de las ciudades hanseáticas. A principios del siglo XV, el crecimiento del puerto de Amberes hizo disminuir de forma clara su importancia en este sector, aunque el arte y la arquitectura continuaron floreciendo de forma creciente y sistemática, y la escuela de pintura flamenca, con Van Dyck y Hans Memling, entre otros, produjo obras de importancia singular, mientras que en arquitectura se construyeron espléndidos edificios en estilo gótico tardío.
Iglesia de Nuestra Señora. Brujas. Terminada en siglo XV.
Te entregó tu padre en matrimonio, a pesar de mis súplicas para obtenerte, a Adriaen Isenbrand, pintor flamenco del renacimiento nórdico, hombre de posibles -no como yo-, y no lo amaste a pesar de ser buen hombre, y aunque el mundo opine que el amor puede nacer de la convivencia, de tener un mismo objetivo en la vida y criterios similares para conseguirlos, y de un sentido del deber similar en un proyecto común, pudiera ser en realidad que el tiempo vivido en común, que suele templar la pasión –con frecuencia- y que acerca la convivencia interior, lo que pudiera permitir, al menos o de algún modo, vivir juntos sin grandes sobresaltos, pero eso no es amor.
Adriaen Insembrand. María Magdalena leyendo. 1ª mitad del siglo XVI.. Óleo sobre tabla. 45 x 34 cm. Museo del Prado. Madrid.
Tu marido Adriaen Isenbrand, se casó en segundas nupcias contigo, Clementine de Haerne, en el año del señor de 1547, bellísima mujer de brillante cabello negro y ojos que parecían contener lirios por su color, tras llevar viudo diez años, desde 1537, y le diste en tres años -no guardaste el puerperio-, 2 hijas y un hijo. Murió Adriaen en 1551, dicen que por el exceso de polvo de cantáridas que se ponía en las tisanas para poder proporcionarte mayor efervescencia amorosa.
Durante tu matrimonio, en el que fuiste tratada como noble relegada, se te consideró frívola, como a casi todas; cuando en tu viudedad fuiste noble sobre tu trono de la vida, y apareciste como mujer firme, inteligente e ingobernable.
Es claro que las mujeres viudas en esa época, aunque también las solteras y casadas, no solían tener voz ni voto, no disponiendo de sus vidas, haciéndolo por ellas sus padres, hijos o hermanos durante la viudedad y el marido, durante el matrimonio.
Por eso tuviste que casarte con quien no amabas, y al enviudar, quisieron buscarte un nuevo enganche, y al negarte y ver tu rostro como un trasunto del dolor, te dieron la alternativa del recogimiento en un encierro semi-místico y entraste como beguina. Diste toda tu herencia a los cuatro hijos que quedaron en tu casa: los tres tuyos, y el hijo de la primera mujer de la que enviudó Adriaen -María Grandeel-, dejando una suma apartada para el mantenimiento de tu beguinaje hasta la muerte.
Por considerar la sociedad de la época, que por vuestra fisiología, y natural, probada y evaluada incapacidad intelectual, las mujeres solo podíais dejar de ser la encarnación del mal, si aceptabais la forma de vida impuesta por el hombre: ser obedientes, recatadas, humildes y enclaustradas, quedándote pues como alternativas, o un nuevo matrimonio o el claustro; elegiste el segundo con la modalidad aliviada del beguinaje, no teniendo ya más motor para vivir que la inercia de la desesperanza y la indolencia, sintiéndote enterrada en vida, y sin miedo al esperar el fin de la misma cuando llegara, ya que forma parte natural de los ciclos de la existencia, sabiendo que a donde fueres después, no habría nada nuevo ni distinto de lo de aquí: todo seguro que se parecería a lo vivido, aunque con perspectiva distinta y quizá con diferentes parámetros temporales, siendo necesario recordar siempre, que para ser un poco felices, debemos poner límite a los anhelos y ambiciones personales, aquí y probablemente allí.
Amaneció otra vida para ti de forma lenta y perezosa, viviendo tu alma desvaída un lánguido y templado silencio durante un tiempo que debió ser escaso, pero en realidad para ti fue muy largo. Sentiste como todos seguían disponiendo de tu futuro, sin permitirte expresar cuales pudieran ser tus sueños, deseos y anhelos. Yo mientras tanto, recordaba en la distancia, cómo deliraba de gozo mientras te abrazaba, enlazándote como una enredadera, y apretándome cuanto podía contra ti para cubrir cada centímetro de tu cuerpo, que necesitaba para vivir.
Entiendo que quisieras alejarte de los hombres, causantes principales de los males que te envolvieron a ti y a tantas otras mujeres, aunque te susurré en más de una ocasión, que a veces, las normas sociales pueden condicionar la forma de ser de todos los seres humanos; en esa época no había bien más preciado para el hombre que el honor, mucho más incluso que la vida. Un hombre sin honor no era nadie socialmente, y las mujeres fueron las portadoras del honor del marido, su honra, siendo durante mucho tiempo las albaceas de la honra masculina. De ahí, el embridamiento de vuestras vidas, ya que los hombres debían estar seguros de las actitudes de las mujeres que rodeaban su existencia, hijas, hermanas, esposas…
Los beguinages o beguinajes eran lugares donde vivían las beguinas. Solían estar constituidos por un par de filas de casitas unidas por pasillos, con despensas, enfermería e iglesia, todo alrededor de un patio o jardín, estando rodeados de pequeñas murallas. y separados de la ciudad por varias puertas que se cerraban por la noche; eran poblados adjuntos a las poblaciones, típicos de Flandes y Países Bajos. Tú, Clementine, te refugiaste en el beguinaje de Brujas.
Beguinaje de los Países Bajos.
Las beguinas procedían de un amplio espectro social, aunque solo se admitían mujeres pobres si tenían benefactor que pagara sus gastos, siendo todas mujeres devotas, tanto religiosas como laicas, que se comprometían por votos de tipo monástico, viviendo de forma autónoma y no dependiendo de ninguna jerarquía religiosa ni laica, y aunque dedicaban mucho tiempo a la oración, no eran de clausura, pudiendo salir a la ciudad durante el día, si lo deseaban.
Tu beguinaje estaba al sur de Brujas, en Ten Wijngaarde, y había sido construido en el siglo XIII; la atmósfera de sus jardines era fresca y el paisaje verde, en la orilla del Lago del Amor, siendo acariciado por una constante brisa que hacía susurrar las hojas de los árboles en una música sin fin. La iglesia de estilo gótico que había sido reconstruida a finales del siglo XVI, tras ser devastada por un incendio, se situaba junto a las casas blanqueadas con cal, austeras, con frentes animados y hermosas callejuelas, rodeando un gran jardín central, arbolado, donde recordarás, te recogí para nuestra huida.
Mientras y como siempre, te anhelaba…
Allí, te levantabas para los maitines, donde se recogía tu alma en la oración, y después del desayuno, asistíais a misa, en donde confesabais y comulgabais con más frecuencia de la necesaria. El confesor que te correspondió, de los tres que os atendían, era un sacerdote de mediana edad llamado Aelbert Van Eyden, de ojos saltones y zarcos, ligeramente alto y obeso, y de cabello rubio ralo.
Pasado un mes de tu estancia en el beguinaje, Aelbert te lanzó solicitaciones durante una de las habituales confesiones, simultaneándolas con exploraciones con sus manos sobre el mandilón negro que cubría exteriormente tu busto. Horrorizada, dejaste la confesión en ese momento y huiste corriendo, como alma que lleva el diablo.
Las solicitaciones de los confesores, fueron hábito en los tiempos del barroco y anteriores, con mujeres que querían recibir el perdón por sus pecados en la confesión, aprovechándose los confesores del implícito secreto de la misma, que intentaban hacer creer a las confesadas que también para ellas era obligado, aprovechándose entonces de esa circunstancia y de ellas: eran palabras, actos o gestos por parte del confesor, para provocar o incitar a realizar actos sexuales a las confesadas, con ellos.
Denunciaste ante el obispo de Lieja lo acaecido, utilizando la mediación de una monja de la Ordinis Sancti Agustini, Cristina Ciccarelli, amiga tuya de antiguo, que servía en la cámara personal del obispo, delatando al confesor que buscaba sexo a cambio de absolución. El obispo trasladó la denuncia a la Santa Inquisición y de forma inmediata fue ordenada tu detención por el inquisidor Willen Janszoon Idle, que te acusó de libelo, posesión demoníaca, y de mentir, difamar y despreciar la Confesión Católica.
Tuviste que huir antes de que se produjera tu detención, siendo alertada por la madre Ciccarelli. Sin familia, sin patria, sin amigos y sin fortuna, pero teniéndome a mí, tu amigo, que tanto te amé y amo, que tantos espacios volamos juntos, y que hubiera dado la vida porque tu padre hubiera permitido que nos uniéramos en vez de ordenar tu boda con el bueno de Adriaen. Cambiamos tu nombre por Manuela, mi Manuela, mi amor, mi vida… y huimos hacia el sur. Tu alegría de estar conmigo se veía empañada con la probable imposibilidad de volver a ver a tus hijos. A menudo, en tus ojos y en tu alma donde habitaban lirios, se producían lágrimas de color violeta, que me desarmaban, amándote mucho más, si hubiera sido posible.
Habías estado sometida la mayor parte de tu vida a una de las mayores tiranías que existen, la del sentido del cumplimiento del deber, pero entonces, nosotros construimos nuestro espacio de memoria común, de cierta libertad y vida, y en ese espacio pudimos ser libres y jugar con nuestros sentimientos y los felices recuerdos, que aunque eran escasos, pudimos utilizarlos para hacer más llevadero aquel tiempo ingrato, pudiendo sentar las bases de un futuro mejor.
En esa época, los grandes hombres nacieron de la masa del mundo y fueron llevados a la historia y a la gloria, impulsados por las circunstancias, que los lanzaron como un trampolín hacia su grandeza; sin embargo, la gran mujer, naciendo también de la masa, nunca pudo pasar a la historia, porque las circunstancias no pudieron utilizarlas de lanzadera, sino más bien lo contrario, siendo para ellas un obstáculo insalvable, haciendo que incluso las más brillantes, solierais quedar en la sombra más absoluta. Tú, te hubieras merecido un puesto en la élite política e intelectual de la época, por tu inteligencia, tu lealtad y tu sentido del deber, pero para mí también, por la limpieza de tu alma, tus lirios, tu belleza, tu honestidad y tu capacidad de amar.
Vivimos juntos una felicidad inenarrable en Asturias de España, hasta mi muerte a los 78 años, pudiendo descubrir ambos tras mi desaparición, tu inmortalidad. En ese tiempo que vivimos juntos, no sólo me cautivaste con tu belleza y bondad, sino por tu ansia de vivir, tu avidez de aprender, de aventura, de arbitrio y libertad, y de todas las cosas que impulsan e iluminan el apasionado brío de los jóvenes.
La vida suele tener buenos y malos momentos, pero la muerte sólo es un momento. En la vida podemos aprender de los momentos vividos, para con la experiencia mejorar el futuro o no, pero en la muerte no tenemos experiencia, sólo se muere una vez, y por tanto no podemos aprender a morir: las sensaciones para ese momento están basadas en la fe, no en la experiencia. Creo que me fui absuelto por amigos y enemigos, y desde luego inmensamente triste por tener que dejarte, mucho más que preocupado por la muerte.
Con gran esfuerzo, supiste rehacerte, y cuando la soledad y la nostalgia hicieron presa de ti, te refugiaste en nuestra memoria, ese territorio que sólo nos pertenece a nosotros dos, con la esperanza de que alguna vez pueda volver yo a aparecer en tu vida, tan grande fue el amor que nos unió.
Has pasado los siglos de tu eternidad buscando tu sitio y tu amor, cortando las raíces de los lirios y violetas que ataban tus ojos y tu alma a la tierra, para ver si así podías volar conmigo, y yo hoy te escribo porque podría encontrarte de nuevo, y volver a ofrecerte lo que buscas, deseando que permanezcas siempre como muy lejos a un beso de mí lado, y que siempre tengamos nuestra propia y misma luna.
Te propongo recuperarnos, que hagamos posibles los amores de la casa de los imposibles, que me ates con los lirios que habitan en tus ojos a tu alma, y que volemos juntos, buscando lo que nos proporcionaría a buen seguro, de nuevo, nuestra comunión.
No sé cómo encontrarte, así que en vez de en una botella que proyectaba lanzar al mar de Almería, lo que escribo lo pongo por aquí, a ver si alguien lo cuelga en estos tiempos modernos en Facebook o alguna red social, y lo ves, y me contestas, y seguiremos amándonos. Sólo pido a quien pueda concedérmelo, que no me envíe por contestación un silencio tan sobrecogedor que resuene en mi alma con fuerza similar a la del más terrible grito, como hasta ahora.
Ha sido torpeza mostrarme tan difuso y extenso en lo pasado –fue tan hermoso lo vivido…- y tan conciso en el relato de mis sueños de amor futuros, debiendo haber sido más profuso en los sueños de las cosas que puedan venir…
Bueno pues yo ya me despido y te sigo soñando…esperándote, mi amor, Manuela.
Mientras y como siempre, te anhelo….
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