Categoría: Pensamiento

Nuestro tiempo es limitado: busquemos el placer y desterremos el sufrimiento siempre. Parte 1

Se debe querer alcanzar lo que a uno le satisface y desea, y se debe querer sólo, a quien quiera que se le quiera. J.A.

Cada día al despertarme -cuando mi mente desea hacerlo-, y al mismo tiempo que desayuno, pongo el canal de televisión donde repiten cíclicamente las noticias, y a esta edad en la que mi cometido básico –además de sobrevolar desde bastante lejos a mis descendientes- es el dolce far niente, aunque el niente nunca sea absoluto, comienza el sin vivir: el precio de la luz va a subir hasta tal punto, que no podrá encenderse ninguna bombilla a no ser que no se coma, la violencia machista ha llegado a la víctima nonagésima cuarta y estamos en enero, el frío que nos invadirá a partir de mañana, será el preludio de la sexta glaciación, acompañada de terribles vientos que provocarán grandes desastres, y para que lo sepan, alerta naranja cruda, Donald ha hecho cuatro más de las suyas desde ayer, sin descansar ningún día como hizo el Señor en el séptimo, la economía va bien pero cada día somos y hay más pobres desasistidos, dos niños se han suicidado debido al bullying escolar –pero nadie sabe nada y todos han activado los protocolos-, dos profesores y un sacerdote han abusado de treinta y tres niños, han aparecido montones de cadáveres de algunas pateras que pretendían llegar a nuestras costas, han sido apresadas varias células yihadistas que iban a realizar un atentado en la capital, más de medio millón de niños se mueren en Sudán por una hambruna tremenda (con fotos de muchos niños de grandes cabezas y estómagos inflamados, con raquitismo)…quiero quedarme de nuevo dormido…aunque con la INQUIETUD y el DESASOSIEGO que ha entrado en mi cuerpo, no puedo. De repente suena el teléfono y al diga que me sale aún sin ganas ni emoción, sigue un imperceptible silencio roto enseguida por una cantarina voz que pregunta por mi nombre y apellidos con el don delante…Mire no quiero comprar ni cambiar nada, especialmente en este momento digo, pero ella, inasequible al desaliento, se lanza tumba abierta a enumerar las enormes ventajas de una compañía telefónica que prácticamente, además del servicio te paga por apuntarte…!A estas horas esto es insoportable, pienso mientras cuelgo sin contestar! Imagino lo mismo, pero habiendo tenido que  dejar a los niños en el cole a las 08,45, salir pitando para el trabajo, oír en la radio en el programa de Herrera, que Carmena decidió ayer a las 01,24 de la madrugada que hoy no se puede aparcar en Madrid, ¡Dios! y aterrizar en una reunión con un jefe que quiere resultados como sea…y a mí no me cuentes tus penas que yo también tengo muchas, nos dice, y será verdad probablemente.

Oteo por la ventana el cielo y veo que no es día de golf, así que me ducho, visto y salgo a la calle con la tablet en el bolsillo para dar una vuelta y leer el periódico digital en una confortable cafetería con wi-fi que tengo cerca.  Al salir, no siento los males anunciados, quizá el aviso naranja cruda me parece amarillo canario, la bombilla del portal luce, hay una ligera brisa y veo la temperatura en un reloj digital en una plaza próxima, 9º…Bueno son las 10 y no parece una cosa tremenda para enero, no veo moros en la costa, dos chicas jóvenes con sendos cochecitos de bebé se dirigen a una cafetería próxima, se supone que para  hablar más mientras desayunan de nuevo, dos adolescentes pasan fumando y tienen cara de haber hecho pirola, mientras dos  municipales se mueven alrededor de la grúa que se lleva el coche de un joven trajeado…No consigo librarme de la INQUIETUD.

Me pregunto por qué no se aplicará el mundo las teorías hedonistas, si bien no las cirenaicas, pero sí las de Epicuro.

En fin,  vivimos la antítesis del hedonismo y sus dos escuelas fundamentales en la Grecia antigua: la cirenaica y la epicúrea.

El hedonismo  es la teoría que propone la consecución del placer como fin y fundamento de la vida por asociarla con el bien. Toda la vida debe orientarse a la búsqueda del placer e intentar por todos los medios suprimir de nuestras vidas el sufrimiento y el dolor.

Paseo un rato respirando con placer el aire fresco y quizá no demasiado sucio –ha llovido los últimos días- y al cabo de un buen rato regreso, no muy convencido de abandonar el paseo, y entro en la cafetería. Hay bastante gente y descubro que solamente hay una mesa libre, aunque demasiado grande para mí sólo, redonda y con cinco sillas, y aunque me parece de excesiva capacidad para mi escasa ocupación, aligero el paso y me siento.

Enciendo la tablet y visito los titulares de tres diarios, aunque ya sé que  acabaré en el de siempre. Se acerca un camarero, pido café con leche con sacarina… ¿en mediana, me pregunta?…En lo que quiera…,le contesto, y un vaso de agua, por favor.

Ya inmerso en las noticias, percibo la proximidad de dos hombres barbudos, más mayores que yo, robustos y con aspecto de recién salidos de la antigüedad: ¿le importa si nos sentamos? Yo muy a lo mío, les contesto que no y sigo con las patéticas noticias. Levanto la vista y veo a dos personas de edad indefinible con aspecto de ya muy vividos y con largas  barbas blancas, que recordaban las de la imaginería clásica más remota, en donde casi no existían hombres con mejillas lampiñas.

Sebastiano Conca. La idolatría de Salomón. Óleo sobre lienzo. 1570-1571. Museo del Prado. Madrid.

Sin yo preguntar nada, se dirigen a mí con un buenos días y se presentan como Aristipo de Cirene y Epicuro de Samos…iba yo a contestar lo de “y yo Alfonso XII en el palacio de Oriente”, pero me callo en un alarde de prudencia, y sólo hago un mmm –onomatopeya de duda o de poder resultar interesante- que rápidamente corrijo con un puf –la de aburrimiento o cansancio-. Hemos pensado que quizá estuviera interesado en filosofar, lo que sin duda le proporcionaría un estado de felicidad siempre deseable. Sin saber que decir, observé que mi duda era aprovechada por Aristipo (435-350 a.C.), que continuó para relatarme como Platón (427-347 a.C.) coetáneo suyo y médico del alma y gran filósofo, escribió una carta dirigida a todos los seres humanos, que comienza con palabras certeras y apasionadas: Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no es edad o que ya pasó la edad de filosofar es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el tiempo oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su serenidad ante el futuro. Necesario es, pues, meditar sobre lo que procura la felicidad, porque cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por poseerla. Gozoso recuerdo de la experiencia, frente a la nostalgia de la poesía lírica, y serena contemplación del futuro, frente a la amenaza de la fortuna trágica, son los dos rasgos esenciales de esta actitud universal y al alcance de todos que es el arte de tomarse la vida con filosofía, porque tomarse la vida con filosofía y contemplar gozosamente el sentido de la existencia humana es aprender a disfrutar el arte de vivir sencillamente como un hombre. Como dijo Plinio el Joven, con cuya hermosa frase termino: “Aliquando praeterea rideo, iocor, ludo… homo sum”.

Quedé impresionado con el relato de memoria de la carta, que alguna vez leí en filosofía del derecho de quinto curso de la carrera -ahora se estudia en tercero-, y me sentí atraído por su hablar pausado que rezumaba  tranquilidad, aunque yo estuviera muy preocupado por su falta de cordura, aunque desde luego nada violenta. Epicuro de Samos (341-270 a.C) asentía en silencio, continuando el de Cirene…

En la escuela cirenaica nos ocupamos básicamente de la ética,  exponiendo que los deseos personales, deben ser satisfechos a la brevedad posible, sin importar los intereses de los que nos rodean (Primero mis dientes, luego mis parientes). Fue fundada por mí –Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates-, a finales del siglo IV a.C. Creo que la felicidad humana, que debe buscarse en torno al placer, consiste en librarse de toda inquietud, siendo el camino para lograrlo la autarquía personal, es decir cada uno por sí mismo. El bien se identifica con el placer, pero básicamente con el placer espiritual o sea, de las emociones internas.

Respecto a la forma de adquirir  conocimiento, tenemos una posición sensualista, en la que se reconoce como única fuente del conocimiento los sentidos, y además, volviendo al camino autárquico, es subjetivista, ya que no reconoce más conocimiento que el personal.

Aristipo de Cirene.

Tuve bastantes seguidores que prolongaron estas teorías durante todo el período helenístico –desde la muerte de Alejandro Magno 323 a.C hasta el suicidio de Cleopatra 30 a.C-, siendo los más conocidos Teodoro el Ateo,  Hegesias, Antipatro de Cirene y Aniceris.

Teodoro siguió el camino  marcado por  mí –seguía Aristipo sin pestañear- pero sin creer en los dioses –de ahí el apellido de Ateo-, y señalaba que los dioses eran hombres venerados por sus cualidades y su aportación al bien común, pero hombres al fin y al cabo –evemerismo, mientras Hegesias no se  sintió demasiado identificado conmigo, ya que los placeres de este mundo le parecían pocos y difíciles de conseguir, siendo los dolores más frecuentes que los placeres, y dependiendo estos últimos del azar y la fortuna material de cada cual.

Por tanto, predicó las bondades, ventajas y beneficios de la muerte, induciendo al suicidio, por lo que Ptolomeo I -fundador de la estirpe ptolomea en Egipto tras la muerte de Alejandro, ya que era uno de sus principales generales-, cerró su escuela de Alejandría y prohibió sus escritos.

To be continued in part 2.

Héroes, la película Los últimos de Filipinas y los escasos y raros valores de hoy.

Las seis acepciones de ”héroe” consideradas por la R.A.E. se referencian a la existencia de unos valores que tiene que tener el definido, que deben ser previamente reconocidos y asumidos por la sociedad que le ensalza a ese estatus, incluso en la acepción mitológica, ya que ser hijo de un dios quizá pueda ser una heroicidad en sí misma (por lo difícil que debe ser), y que además pudiera antojarse más sencillo en el devenir de los tiempos, ya que lo mitológico no es puesto en tela de juicio cada vez que se produce un cambio de valores en una sociedad o una expulsión de los mismos: recordemos el sagrado nombre de Heracles, enfrentándose al  temible Cancerbero, el perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Hades, y ahí sigue sin ser cuestionado.

La vinculación entre los valores heroicos y los valores sociales en el tiempo y espacio físico es necesaria para que pueda producirse la posibilidad de existencia de los héroes. En una determinada sociedad o entorno social, para que se pueda dar el enaltecimiento de alguna persona o grupo  al estatus de heroico, es necesaria la existencia de una cohesión social en el reconocimiento común de valores,  que permitirán ensalzar a quien los desarrolla al límite, a dicho estatus.

Sin valores reconocidos y compartidos por un grupo social, no puede haber héroes. Los valores que hacen a los héroes, deben ser tenidos y sentidos por la sociedad  que los eleva a esa categoría. Sin esos valores morales, la existencia de los héroes sería mucho más difícil, ya que además de la lucha en la acción heroica, debería combatirse contra la opinión  de la sociedad carente de los mismos, que nunca pondrían en valor la acción heroica llevada a cabo.

El héroe es una encarnación de ideales –en el héroe se encarnan las virtudes a las que los hombres aspiramos en cada momento de la historia. SIC. Javier Aguirre- que se construye a partir de unas acciones y por el valor que los demás otorgan a las mismas. Por tanto, es claro que lo que hace considerar a alguien en un momento de la historia un héroe, por la existencia de unos valores concretos en una sociedad determinada, en otro lugar o momento diferente, puede ser considerado rancio, estúpido, sin sentido o cualquier otra cosa, debido al cambio de valores morales en ese momento o lugar, o por la ausencia de los mismos.

Además de los mencionados valores morales establecidos, compartidos y vinculados a un determinado grupo social, puede intervenir algún otro factor para la creación de héroes, como la distancia física: la creación de un héroe puede ser una forma de evocación o nostalgia, escapado de la realidad en que vivimos cada día; es una forma de sueño lejano, perdido o añorado y casi nunca presente. La distancia puede mitificar, especialmente en épocas donde la información era muy lenta, haciendo que se realcen los actos que se realizan, en beneficio del grupo social, desnudándolos de lo terrenal y adornándolos fundamentalmente con lo espiritual, que puede crecer sin control, ya que con ello, la sociedad puede creer ser mejor, aunque realmente una cosa sea creer y otra ser.

En la actualidad, en España hay mucho de casi todo, especialmente bien valorado por la intelectualidad nominal lo que no tiene valor, y sin valorar apenas, una porción social que mantiene vivos unos valores morales que puede que sean necesarios para el buen resurgimiento futuro  de nuestra  sociedad, y los héroes que existen son de pandereta y televisivos, con el único valor de lo material, lo hortera y lo zafio, que da a los jóvenes un rumbo equivocado: aquí hoy, NO EXISTEN HÉROES de aquellos que daban la vida por una causa que ellos creían justa para contribuir al bien de los demás.

Estoy hablando de héroes de los que podían cambiar o mantener nuestra historia con su valor o sacrificio. Naturalmente en ausencia de aquellos o conviviendo, existen otros que ayudan día a día en lo que pueden sin recibir nada a cambio y tienden la mano a los demás para dar ayuda de forma desinteresada: a esos también podemos llamarles héroes.

Otra cuestión para analizar, podría ser la necesidad de inteligencia desde normal a desmesurada, o escasa, para que un héroe pueda llegar a serlo. En principio no parece necesario contar con ese don, aunque siempre es bueno poder disfrutar de él, pero parecen sin embargo necesarias algunas virtudes como el espíritu de sacrificio, la generosidad, el valor, la competencia, la tenacidad y una guía moral sólida.

Así llegamos a la perspectiva actual de posibles heroicidades de nuestra historia, vista por los intelectuales nominales de hoy, tal y como se pone de relieve en la película Los últimos de Filipinas: exponen el sinsentido de la guerra siempre  y porque sí (la guerra es mala pero a veces es necesaria y tiene sentido), también señalan el abandono de nuestras tropas por el Gobierno español de la época (más que cierto) y lo cortito que fue el teniente Saturnino Martín Cerezo que siguió tras la muerte de su capitán Enrique de las Morenas de beri-beri, encerrado y asediado en la iglesia de  San Luís de Tolosa de Baler –al este de la isla de Luzón-, defendiéndose de los ataques filipinos, 337 días, hasta el 2 de junio de 1899, tras haber sido firmado el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898 por el que España cedía la soberanía de Filipinas a Estados Unidos.

San Luis de Tolosa de Baler, hoy.

A la izquierda el médico Vigil de Quiñones, a la derecha el teniente Martín Cerezo y en el centro cabo García Quijano.

Le mandaron emisarios de todos los tipos y colores: teniente coronel Aguilar, franciscanos, filipinos y americanos, para decirle que debía abandonar la posición ya que España había entregado Filipinas, pero él, desconfiado y tenaz, exigió comunicación de sus mandos naturales que naturalmente ya no estaban. Al fin, y tras ver la noticia escrita en un periódico que habían llevado los franciscanos, accedió a abandonar la iglesia. Fue despedido con formación de honor por los filipinos y exaltado su comportamiento heroico por el Presidente Emilio Aguinaldo (pudiera ser por su alegría por el acceso a la presidencia y/o por los 400.000 pesos que timó al general Fernando Primo de Rivera al firmar su retirada eterna -por ese dinero- y falsa a Hong Kong de donde volvió a los pocos meses).

Primer presidente de Filipinas Emilio Aguinaldo.

Tras un recibimiento apoteósico en Manila, los supervivientes fueron repatriados a España, donde al teniente  le fue concedida la Laureada de San Fernando en 1901 por el rey Alfonso XIII,  y la Medalla Militar a los demás.

Fotografía de los supervivientes de Baler al llegar a España, a falta del médico, en la actual Pompeu y Fabra de Barcelona.

Martín Cerezo fue campesino en sus orígenes por la situación económica familiar, pero no gustándole el trabajo del campo, se presentó voluntario a los 17 años al Ejército. Tras ascender a sargento, en 1897, fue promocionado a segundo teniente  de la escala de reserva al presentarse voluntario para Filipinas. Hombre de formación intelectual escasa y quizá no demasiada inteligencia natural, fue un HÉROE por el valor y firmeza demostrados, sin obtener nada a cambio, haciéndolo por sus compatriotas, siendo imposible  juzgarlo hoy con los criterios actuales, escasos de valores.

Teniente Martín Cerezo.

Deberíamos tener SIEMPRE en nuestros corazones  a  aquellos -hoy siguen estando- que lejos o dentro de nuestras fronteras, velan para que  sintamos que la violencia y la guerra no llaman a nuestra puerta, v por salvaguardar nuestros derechos y libertades con su esfuerzo, su valor, su generosidad y a veces con su vida. GRACIAS.

Para los jóvenes, que sepan que en 1945 se rodó otra película de Los últimos de Filipinas dirigida por Antonio Román, en la que se elevaba a los encerrados en San Luís de Tolosa de Baler muy por encima de la categoría de héroes, a un estatus casi mitológico. Bien es verdad que eran tiempo del general Franco y España esperaba en ese momento muy preocupada, la reacción de los aliados vencedores sobre nuestro deseo  de integración en organizaciones internacionales, exaltando en el film y de cara al pueblo los valores que habían triunfado en nuestra Guerra Civil.

Otro día se puede hablar de Cuba, Filipinas y los malos Gobiernos de los que gozó nuestro país en esa época.

 

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