LA VULGARIDAD

Hace unos días, un buen amigo, comentando cómo veía la sociedad española en este momento, me decía:

 A mí lo que más me puede es ese aliento vulgar que nos rodea, no lo puedo soportar…..(sic)

Me pareció la vulgaridad un asunto  interesante para la reflexión.

En primer lugar, vivimos en una sociedad o grupo social, porqué en la mayor parte de los casos, nos resulta más fácil aguantar a otros que a nosotros mismos. Si esto fuera así, o hacemos evolucionar en la dirección para nosotros conveniente, a los que no nos gustan, o si no nos empeñamos lo suficiente en ello, deberemos soportar lo que es y está. ¿Son preferidos los vulgares por el Creador y por eso abundan tanto? ¡Pues ojo en este caso, con el protector poderoso!

En sentido etimológico, vulgar significa relativo al vulgo, al pueblo, lo corriente, lo popular, lo que más abunda. Sin sentido peyorativo alguno.

Cuando algo no tiene ninguna característica especial, ni original, ni novedosa, y sin importancia alguna, podemos decir que es vulgar, pero aquí ya se introduce el carácter peyorativo a la calificación, posiblemente concepto introducido por esferas elitistas, que ven con cierto desprecio todo lo que es del pueblo, corriente o demasiado sencillo.

El sentido etimológico, positivo del término, ha ido entrando en desuso, y cuando se utiliza, se aplica el término popular, refiriéndose con añoranza y deferencia a algunas tradiciones populares.

El resto de las aplicaciones del término vulgar, se aplica con carácter negativo a la falta de educación, ordinariez, falta de elegancia, de saber estar, de modales, de expresión adecuada, con pensamiento ignorante, incluyendo todas las funciones que el hombre es capaz de desarrollar con sus sentidos o con los accesorios con que decoran  su cuerpo, su alma o el ambiente en el que se mueven. Es decir, es considerado siempre por unos, defecto de los otros. Ego odi profanum vulgus.

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¿Y puede ser alguien vulgar en unas cosas y no en otras? En principio sí podría ser, aunque es más que probable, que  a la larga, se sea  vulgar en todo o en nada, por los vicios que pueden ir añadiéndose al ser vulgar incorregible en esa actitud, o despegándose del que quiere dejar de serlo.

La vulgaridad gusta de eludir la pasión por pensar y la tensión que entraña la dificultad, recorre las mismas vías que su entorno, naturalmente sin criticarlo, adaptándose a sus estilos y gustos y a sus formas de actuar, eligiendo los modales que se lleven, sin personalidad alguna y sin reflexión, eludiendo los posibles riesgos del pensamiento y forma de actuación propios. Puede convertir la mesura en falta de valor o arrojo, la dignidad en soberbia vanidosa y el respeto en actitud servil.

La clave de la cuestión es que no hay nadie más vulgar que el que ignora que lo es, porque nunca pondrá medios para remediar el qué puedan mejorar su juicio y su sensibilidad, creyéndose además, a veces, alguien especial y nada vulgar.

La vulgaridad total y duradera, no nace de una ignorancia que pueda corregirse con la educación, sino como se ha dicho anteriormente, de la incapacidad para ser sensible a los efectos de esa educación, aunque los medios sociales de comunicación coadyuvan a potenciar esa incapacidad, adulando a los vulgares.

Sic luceat lux vestra ad illuminationem hominum vestigia.

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Si la vulgaridad fuera acompañada de inteligencia, intentaría la evolución, buscando la excelencia y el abandono de la misma. En caso contrario, persona dotada de inteligencia escasa –y  si además mala–, sabiéndose vulgar e incapaz de evolucionar, busca con tenacidad la justificación del derecho a ser vulgar y lo defiende a ultranza, tratando de imponer su vulgaridad donde puede.

La vulgaridad es un tema de estética y no de moral o ética: posiblemente Jack el destripador no fue vulgar y hay buenas gentes que  sí lo son, aunque las cosas execrables de  la vulgaridad ética pueden ir pegándose como otras cosas malas a partir de la vulgaridad estética.

Las élites utilizaron y utilizan a vulgares que destacan en algún aspecto artístico popular -hay muchos para elegir entre los que bailan, cantan, torean u otros-, utilizándolos para su divertimento, e incluso haciéndolos enriquecer, llegándose a creer los vulgares que  ya forman parte de esas élites, siendo en ese momento expulsados de las mismas, que nunca consentirán, no ya ser iguales, que no lo son ni serán, sino que puedan sentirse iguales.

Los personajes públicos y populares ayudan poco a mejorar la situación: los horteras proliferan y se hacen populares con su mal gusto (televisiones),  los políticos de gran influencia en el vulgo tampoco ayudan a mejorar.

Decía Mr. Walter Boughton Pitkin, “los políticos son gente semifracasada en sus particulares negocios y profesiones, de dudosa moral y portentosa vulgaridad” y explicaba D. Armando Palacio Valdés al hilo , “la oratoria política es el arte de decir vulgaridades con corrección y propiedad”.

¿Crece la vulgaridad en la actualidad?

Siempre ha habido gente vulgar, pero es posible que antaño, esas personas supieran ser ignorantes y fueran más respetuosos con los que sabían más que ellos, es decir, sabían ignorar, y los que sabían, sabían saber. Detesto la expresión ¡antes era mejor!!Esto no es lo que fue! Pero quizá en este caso, sea cierto.

Pero porqué crece en la actualidad? La vulgaridad puede ser la consecuencia de la unión de tres fenómenos que se han dado los dos primeros en las últimas décadas, y uno de siempre: la búsqueda de la igualdad entre las personas, lógicamente peleada por las clases bajas y permitida por la pasividad de las clases altas, siendo de gran utilidad a las clases políticas que hacen ver su preocupación para que esto ocurra, sin importarles demasiado, la búsqueda de la libertad o liberación, en el sentido más amplio y a eso se une la incultura secular celebrada, o al menos mostrada sin rubor -lo de la incultura es de siempre-. Los dos primeros conceptos son muy positivos y el tercero negativo pero sin preocupar a casi nadie, y colocan en la línea de salida de  la vulgaridad a grandes cantidades de personas que antes sabían ser ignorantes y ahora son vulgares, unos sin saberlo, por lo que seguirán siéndolo y agudizando este estatus, y otros –los muchísimos menos– dotados de una cierta inteligencia, intentarán salir de esa línea de salida, buscando la mejoría y evolución para ellos, y si no, para sus descendientes, llegando alguna vez  a la meta de la ejemplaridad y la excelencia.

La vulgaridad se extiende más cada día, cazando ahora a las clases intelectualmente medias,  al creer que poseen muchos conocimientos por la gran cantidad de información que  les llega, información que mediatiza y dirige su conocimiento, pero evita que se filosofe y se piense, haciéndoles creer que saben algo, pero sin asimilar nada. Eso es vulgar.

¡El espectáculo de la vulgaridad en triunfo!

¡El mes de las aguas mil, me produce atascos en el riego cerebral: no me extraña que no soportes el aliento vulgar que nos rodea…! ¡Yo tampoco!