ETRURIA, ROMA y LOS NUMERALES DE ALGUNOS RELOJES. Parte 3.
Una vez recorridas de puntillas la numeración etrusca y su herencia, la romana, podemos preguntarnos, porqué monumentales relojes fabricados hace algunos siglos, muchas veces en la Edad Moderna e incluso en la Contemporánea, utilizan símbolos de la numeración etrusca para señalar alguna hora.
RELOJ DE LA PUERTA DEL SOL DE MADRID
El reloj de la Puerta del Sol es un símbolo de la capital de España. Preside la plaza, desde el templete sobre la Real Casa de Correos, siendo también muy popular por las 12 campanadas que cada Nochevieja acompañan a millones de personas marcando el tiempo de tomar las uvas.
Su verdadero nombre es el Reloj de Gobernación. Su origen nos lleva hasta la época de la Desamortización –así se llamó cuando se trató de bienes de la Iglesia- y de la Desvinculación –cuando se trataba de bienes de seglares- del ministro de Isabel II, Juan Álvarez de Mendizábal, siendo regente la reina María Cristina de Borbón, en 1836.
Con la desamortización se perdieron muchos monumentos históricos en España. Uno de los edificios que fue vendido en aplicación del Decreto de 19 de febrero de 1836, llevado a cabo por el presidente interino y ministro de Hacienda ya mentado, fue el de la madrileña iglesia del Buen Suceso, ubicada en el lado este de la céntrica Puerta del Sol. Su reloj era muy popular entre los madrileños, amado por algunos y denostado por otros, ya que erraba más que acertaba, permitiendo a unos retrasarse en la llegada a al trabajo echando la culpa al reloj, claro, impidiendo también la puntualidad a los que la anhelaban. Este reloj solía dar mal la hora habitualmente, y cuando se colocó en el edificio de la gobernación, lo que hoy en día es la Real Casa de Correos, tras una reparación al parecer exhaustiva, siguió maldando la hora Así, fue conocido por todos por el mal funcionamiento de su mecanismo.
Esto es algo que no pudo soportar el relojero natural de León y afincado en Londres José Rodríguez Losada, que decidió poner fin al problema, regalando un mecanismo para el reloj, que le hiciera funcionar para lo que estaba fabricado: dar la hora con puntualidad.
Aprovechando el cumpleaños de la reina Isabel II, entregó a la ciudad madrileña en 1866, el reloj que hoy corona la Casa de Correos. El mecanismo fabricado por este relojero, fue de tal calidad, que 154 años después sigue funcionando con bastante precisión, manteniéndose originales el 95% de las piezas de su mecanismo.
Son varias las teorías que elucubran sobre el porqué este reloj da las IIII y no las IV, que sería la manera correcta de numerar el cuatro en caracteres romanos como los demás números.
Según el Instituto Británico de Relojería, esta numeración tiene su origen en razones estéticas -simetría-, ya que el VIII armoniza con el IIII, pues ambos numerales cuentan con cuatro caracteres. También la razón de la simetría aduce que el símbolo I es el único que aparece representado en las primeras cuatro horas de un reloj, el V se muestra en las siguientes cuatro horas y, finalmente, el X aparece en las últimas cuatro. Esta simetría se rompería si se utilizara el IV.
La consideración inglesa la realizan para los relojes de los demás, ya que el del BIG BEN de Londres lleva el correcto IV romano.
RELOJ DEL PALACIO REAL DE FRANCIA
En el año 1370, el rey Carlos V el Sabio -hijo de Juan II el Bueno– de Francia, encargó un reloj para la torre del Palacio Real -que era entonces el palacio de la Conciergerie o de la Cité– al relojero Henry de Vick.
La Conciergerie es uno de los conjuntos arquitectónicos importantes de París que se puede admirar en la Ile de la Cité. En ella se pueden encontrar todavía los vestigios del palacio real más antiguo de Francia. Los romanos ya habían usado el lugar como residencia real en la ciudad gala. Pero fue la dinastía de los Capetos la que construyó el palacio para exhibir su poder ante los señores feudales.
Más tarde, entre los siglos XIII y XIV, Felipe IV el Hermoso decidió ampliarlo y aumentar su suntuosidad, convirtiéndolo en el palacio real más importante de Europa.
La Conciergerie se abandonó como palacio real a partir del reinado de Carlos V el Sabio de Francia, a finales del siglo XIV, trasladando la corte al Louvre y Vincennes. En el antiguo palacio sólo quedó el Concierge, que se podría traducir como portero o conserje, palabra de la misma raíz, convirtiéndose en prisión posteriormente, albergando a la reina María Antonieta hasta su decapitación.
No se debe confundir con el Palais-Royal* construido por el cardenal Richelieu, que se lo regaló posteriormente al rey Luis XIII y a la reina española Ana de Austria.
El reloj que iría en la torre del palacio de La Conciergerie terminaría por abonar el debate. El relojero dispuso el cuatro de manera correcta, IV, pero el rey Carlos V le llamó la atención a de Vick por escribir mal el número. El artesano intentó explicarse, defendiendo su trabajo a lo que el rey le respondió “el rey nunca se equivoca”. Por consiguiente, el reloj se quedaría con la numeración de IIII. Este reloj continúa colocado en la torre de las ruinas de lo que fue el Palacio Real de la Cité.
*El Palais-Royal es un conjunto monumental parisino -palacio, jardines, galerías y un teatro- situado al norte del palacio del Louvre.
Construido por el cardenal Richelieu para ser su residencia parisina a partir de su nombramiento como primer ministro en 1624, fue conocido inicialmente como Palais-Cardinal y regalado a Luis XIII en 1636. Tras la muerte del monarca, sirvió como residencia a la reina regente Ana de Austria y Austria-Estiria y de sus hijos Luis XIV y Felipe duque de Orleans, niños.
Otra teoría, aunque creo que esta sin seguidor alguno, por no dar nombres, ni señalar reinos, es parecida a la anterior pero más dramática. Un rey encargó a un relojero suizo la fabricación de un reloj, aunque en esta ocasión cometió el error el fabricante de representar el número cuatro como IIII en vez de IV. El error le costó la vida, ya que este monarca no se contentó con tener la razón, sino que además mandó ejecutar al relojero como condena por su desliz. Esto sentó muy mal en el gremio, por lo que, a modo de protesta y también para homenajear al ejecutado, los relojeros comenzaron a usar el IIII en vez del IV en sus nuevos trabajos.
Hay otra creencia al respecto, relacionada con la superstición. El número IV romano lo componen las dos primeras letras del nombre del dios romano Júpiter, es decir, IVPITER en latín. Por lo tanto, usar esa enumeración podría llegar a ser blasfemo, pudiendo ser su autor objeto de la maldición del dios, optando por usar el IIII que elimina esa posibilidad.
Por último, se considera como razón también, que este uso puede ser por mera comodidad en la lectura de la hora, pues el IV puede llegar a ser más complicado de leer debido a su posición casi invertida en la esfera del reloj, o para evitar confusiones, ya que podrían existir entre los números IV y VI, ambos semi invertidos.
RELOJ DE LA CATEDRAL DE LA SEO
Otro reloj con el número IIII en su esfera es el de la torre de La Seo de Zaragoza, también conocida como la Catedral de San Salvador.
La catedral -una de las dos de Zaragoza junto al Pilar-, está levantada sobre los restos del antiguo foro romano, sobre el que posteriormente estuvo construida la mezquita aljama o mayor de Saraqusta. Tras la reconquista cristiana de Zaragoza -antes fue la taifa musulmana Madinat-Al-Baida-, por Alfonso I el Batallador en el siglo XII, se adaptó la antigua mezquita para transformarla en templo cristiano.
Conquista de Saraqusta por Alfonso I de Aragón el Batallador.
Después de numerosas reformas y ampliaciones realizadas entre los siglos XII y XVIII, se concluyó la catedral, siendo una muestra ecléctica de las culturas y los estilos arquitectónicos que vivieron en Zaragoza en las diferentes épocas, dejando su huella en este templo, que fue escenario durante muchos siglos de coronaciones y bodas reales de la Corona de Aragón.
Durante 23 años en el siglo XX, fue remozada, recuperando su belleza. Este monumento fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 2001 por sus elementos mudéjares, que se pueden disfrutar en el ábside, la parroquieta y su cimborrio.
A finales del siglo XVIII se hicieron las esculturas que decoran el reloj de la torre, y justo encima de las XII hay un gallo, que sin duda cantaría si el reloj se parara. El gallo lanzaría su kikiriki -siempre que no esté caponado- en ciertos períodos del día, concentrando sus cantos al amanecer, mediodía, media tarde y media noche.
El reloj del patio de la armería del Palacio Real madrileño también luce un IIII en las 4.
Música: Wild world. Cat Stevens.
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