Nuestro tiempo es limitado: busquemos el placer y erradiquemos el sufrimiento.
Se debe querer alcanzar lo que a uno le satisface y desea, y se debe querer sólo, a quien quiera que se le quiera. J.A.
Cada día tras despertarme -cuando mi mente desea hacerlo-, y mientras desayuno, pongo el canal de televisión donde repiten cíclicamente las noticias, y a esta edad, en la que mi cometido básico –además de sobrevolar desde bastante lejos a mis descendientes- es el dolce far niente, aunque el niente nunca sea absoluto, al ver las noticias que dan comienza el sin vivir: el precio de la luz va a subir hasta tal punto, que no podrá encenderse ninguna bombilla a no ser que no se coma, la violencia machista ha llegado a la víctima nonagésima cuarta y estamos en otoño, el frío que nos invadirá a partir de casi ya- aunque hace un otoño soleado y caluroso-, será el preludio de la octava glaciación, acompañada de terribles vientos que provocarán grandes desastres, y para que lo sepan, alerta naranja cruda,
Donald ha hecho cuatro más de las suyas desde ayer, sin descansar ningún día, como hizo el Señor en el séptimo, la economía va como un cohete pero cada día somos y hay más pobres desasistidos; dos niños se han suicidado debido al bullying escolar –pero nadie sabe nada y todos han activado los protocolos-; dos profesores y un sacerdote han abusado de treinta y tres niños, han aparecido montones de cadáveres de algunas pateras que pretendían llegar a nuestras costas, han sido apresadas varias células yihadistas que iban a realizar un atentado en la capital, más de medio millón de niños se mueren en Sudán por una hambruna tremenda (con fotos de muchos niños de grandes cabezas y estómagos inflamados, con raquitismo)…quiero quedarme de nuevo dormido…aunque con la INQUIETUD y el DESASOSIEGO que ha entrado en mi cuerpo, no puedo.
De forma extraña y molesta, y casi de manera inaudita, suena suena el teléfono fijo -tuve que pensar unos segundos para recordar que aun existe- y al diga que me sale sin ganas, sigue un imperceptible silencio roto enseguida por una cantarina voz que pregunta por mi nombre y apellidos con el don delante…Mire no quiero comprar ni cambiar nada, especialmente en este momento, digo, pero ella, inasequible al desaliento, se lanza tumba abierta a enumerar las enormes ventajas de una compañía telefónica que prácticamente, además del servicio te paga por apuntarte…!A estas horas esto es insoportable, pienso mientras cuelgo sin contestar!
Imagino lo mismo que le pasa a otros, que además de esto, han tenido que dejar a los niños en el cole a las 08,45, salir pitando para el trabajo, oír en la radio en el programa de Alsina, que Pisarello, Irene Montero y Ada Colau decidieron ayer a las 01,24 de la madrugada que se iban a la toma de posesión de la presidenta mejicana… ¡Dios! y después tendrán que aterrizar en una reunión con un jefe que quiere resultados como sea…y a mí no me cuentes tus penas que yo también tengo muchas, les dirán, y será verdad probablemente.
Oteo por la ventana el cielo y veo que no es día de golf -cada día voy menos-, así que me aseo, visto y salgo a la calle con la tablet en el bolsillo para dar una vuelta y leer el periódico digital en una confortable cafetería con wifi que tengo cerca. Al salir, no siento los males anunciados, quizá el aviso naranja cruda sea amarillo canario, la bombilla del portal luce, hay una ligera brisa, y veo la temperatura en un reloj digital en una plaza próxima, 14º…Bueno son las 10 y no parece una cosa tremenda para octubre. No veo moros en la costa, dos chicas jóvenes con sendos cochecitos de bebé se dirigen a una cafetería próxima, se supone que para continuar hablando mientras desayunan de nuevo, dos adolescentes pasan fumando con cara de haber hecho pirola, mientras dos municipales se mueven alrededor de la grúa que se lleva el coche de un joven trajeado…No consigo librarme de la INQUIETUD.
Me pregunto por qué no se aplicará el mundo las teorías hedonistas, si bien no las cirenaicas, pero sí las de Epicuro.
En fin, vivimos la antítesis del hedonismo y sus dos escuelas fundamentales en la Grecia antigua: la cirenaica y la epicúrea.
El hedonismo es la teoría que propone la consecución del placer como fin y fundamento de la vida por asociarla con el bien. Toda la vida debe orientarse a la búsqueda del placer e intentar por todos los medios suprimir de nuestras vidas el sufrimiento y el dolor.
Paseo un rato respirando con placer el aire fresco y quizá limpio –ha llovido los últimos días- y al cabo de un buen rato regreso, no muy convencido de abandonar el paseo, y entro en la cafetería. Hay bastante gente y descubro que solamente hay una mesa libre, aunque demasiado grande para mí sólo, redonda y con cinco sillas, y aunque me parece de excesiva capacidad para mi escasa ocupación, aligero el paso y me siento.
Enciendo la tablet y visito los titulares de dos diarios, aunque ya sé que acabaré en el de siempre. Se acerca un camarero, pido café con leche con sacarina… ¿en mediana, me pregunta?…Lo que quiera…,le contesto, y un vaso de agua, por favor.
Ya inmerso en las noticias, percibo la proximidad de dos hombres barbudos, más mayores que yo, robustos y con aspecto de recién salidos de la antigüedad: ¿le importa si nos sentamos? Yo muy a lo mío, les contesto que no y sigo con las patéticas noticias. Levanto la vista y veo a dos personas de edad indefinible con aspecto de ya muy vividos, y con largas barbas blancas, que recordaban las de la imaginería clásica más remota, en donde casi no existían hombres con mejillas lampiñas.
Sebastiano Conca. La idolatría de Salomón. Óleo sobre lienzo. 1570-1571. Museo del Prado. Madrid.
Sin yo preguntar nada, se dirigen a mí con un buenos días y se presentan como Aristipo de Cirene y Epicuro de Samos…iba yo a contestar lo de “y yo Alfonso XII en el palacio de Oriente”, pero me callo en un alarde de prudencia impropio de mí, y sólo hago un mmm –onomatopeya de duda o de poder resultar interesante- que rápidamente corrijo con un puf –la de mucha duda-. Hemos pensado que quizá estuviera interesado en filosofar, lo que sin duda le proporcionaría un estado de felicidad siempre deseable. Sin saber que decir, observé que mi duda era aprovechada por Aristipo (435-350 a.C.), que continuó para relatarme como Platón (427-347 a.C.) coetáneo suyo y médico del alma y gran filósofo, escribió una carta dirigida a todos los seres humanos, que comienza con palabras certeras y apasionadas que me recitó sin pestañear: Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no es edad o que ya pasó la edad de filosofar es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el tiempo oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su serenidad ante el futuro. Necesario es, pues, meditar sobre lo que procura la felicidad, porque cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por poseerla. Gozoso recuerdo de la experiencia, frente a la nostalgia de la poesía lírica, y serena contemplación del futuro, frente a la amenaza de la fortuna trágica, son los dos rasgos esenciales de esta actitud universal y al alcance de todos que es el arte de tomarse la vida con filosofía, porque tomarse la vida con filosofía y contemplar gozosamente el sentido de la existencia humana es aprender a disfrutar el arte de vivir sencillamente como un hombre. Como dijo Plinio el Joven, con cuya hermosa frase termino: “Aliquando praeterea rideo, iocor, ludo… homo sum”.
Quedé impresionado con el relato de memoria de la carta, que alguna vez leí en filosofía del derecho de quinto curso de la carrera -ahora se estudia en tercero-, y me sentí atraído por su hablar pausado que rezumaba tranquilidad, aunque yo estuviera muy preocupado por su falta de cordura, desde luego nada violenta. Epicuro de Samos (341-270 a.C) asentía frecuentemente en silencio, continuando el de Cirene…
En la escuela cirenaica nos ocupamos básicamente de la ética, exponiendo que los deseos personales, deben ser satisfechos a la brevedad posible, sin importar los intereses de los que nos rodean (Primero mis dientes, luego mis parientes). Fue fundada por mí –Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates-, a finales del siglo IV a.C. Creo que la felicidad humana, que debe buscarse en torno al placer, consiste en librarse de toda inquietud, siendo el camino para lograrlo la autarquía personal, es decir cada uno por sí mismo. El bien se identifica con el placer, pero básicamente con el placer espiritual o sea, de las emociones internas.
Respecto a la forma de adquirir conocimiento, tenemos una posición sensualista, en la que se reconoce como única fuente del conocimiento los sentidos, y además, volviendo al camino autárquico, es subjetivista, ya que no reconoce más conocimiento que el personal.
Aristipo de Cirene.
Tuve bastantes seguidores que prolongaron estas teorías durante todo el período helenístico –desde la muerte de Alejandro Magno 323 a.C. hasta el suicidio de Cleopatra 30 a.C.-, siendo los más conocidos Teodoro el Ateo, Hegesias, Antipatro de Cirene y Aniceris.
Teodoro siguió el camino marcado por mí –seguía Aristipo sin pestañear- pero sin creer en los dioses –de ahí el apellido de Ateo-, y señalaba que los dioses eran hombres venerados por sus cualidades y su aportación al bien común, pero hombres al fin y al cabo –evemerismo–, mientras Hegesias no se sintió demasiado identificado conmigo, ya que los placeres de este mundo le parecían pocos y difíciles de conseguir, siendo los dolores más frecuentes que los placeres, dependiendo estos últimos del azar y la fortuna material de cada cual.
Por tanto, predicó las bondades, ventajas y beneficios de la muerte, induciendo al suicidio, por lo que Ptolomeo I -fundador de la estirpe ptolomea en Egipto tras la muerte de Alejandro, ya que era uno de sus principales diádocos-, cerró su escuela de Alejandría y prohibió sus escritos.
Yo seguía sin dar crédito a lo que me estaba ocurriendo…
Aristipo terminó su larga e ininterrumpida charla, se retrepó en la silla con postura de cansancio, mientras que yo, que no sabía que hacer ni decir, –aunque me pareció docto e interesante lo expuesto-, me apresuré a hacer señales al camarero que ronroneaba por las mesas, para pedir la cuenta y salir pitando, pero miraba al mundo sin ver la seña de mi brazo. ¡Ya no sólo soy transparente para el sexo femenino!
Callado Aristipo, comenzó a hablar el que se había presentado como Epicuro de Samos.
La escuela epicúrea fue fundada por mí, Epicuro de Samos, filósofo que nací a mediados del siglo IV a.C., siendo lo más destacado de mi doctrina –yo seguía sin abrir la boca y de vez en cuando levantaba el brazo buscando al camarero, pero cada vez con menos convicción-, el hedonismo racional y el atomismo -doctrina que explica la formación del mundo por la concurrencia y unión fortuita (azar) de los átomos, concebida un siglo antes por otros filósofos-, y exponemos que la felicidad consiste, en vivir en continuo placer, evitando los excesos, y aunque pudiera pensarse en el placer solamente como algo que excita los sentidos, considero que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sexuales y sensoriales, y existen otras formas de placer como los que se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También aserto, que ningún placer es malo en sí, sólo los medios para lograrlos pudieran ser malos.
Epicuro de Samos.
Nuestra doctrina –no sé si habló en mayestático o quiso repartir méritos– se manifiesta en contra de la existencia del destino, estando la naturaleza regida por el azar –o ausencia de CAUSALIDAD-, sólo siendo así posible la verdadera libertad sin la cual el hedonismo –y casi nada- tiene razón de ser.
Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo y ambos deben ser buscados con racionalidad y prudencia, y satisfechos con inteligencia –en caso contrario llegaremos al sufrimiento posterior-, procurando llegar al estado de ataraxia –estado de ánimo que se caracteriza por la tranquilidad del alma y la total ausencia de pasiones, deseos o temores-.
Critico, –aquí volvió al singular- tanto al desenfreno como a la renuncia a los placeres de la carne, y animo a la búsqueda del término medio, alentando a los goces carnales, siempre y cuando no pudieran suponer un dolor –anímico o físico- en el futuro.
Nuestras teorías afirman que la filosofía debe ser un instrumento al servicio de la vida de los hombres y que el conocimiento por sí mismo no tiene ninguna utilidad, si no se emplea en la búsqueda de la felicidad, o proporciona satisfacción en sí misma. De la religión podemos decir, que casi siempre, y envuelta en un hálito de bondad, suele proporcionar amargura, al estar fijando generalmente una forma de actuación cartesiana, que casi nunca es placentera: los mitos religiosos pueden entristecer la vida de los hombres.
Rafael Sanzio. La escuela de Atenas “El Jardín”. 1510-1511. Fresco. Palacio Apostólico. Ciudad del Vaticano.
A los 35 años, después de que hube hecho dos años de servicio militar y varios intentos de montar academias filosóficas en diferentes poleis, regresé a Atenas, donde fundé mí definitiva escuela de filosofía “El Jardín”, en donde fueron admitidas personas de toda condición y clase, incluso mujeres y esclavos, lo que en aquella época era muy extraño para una escuela filosófica y en donde impartí enseñanza hasta el final…Yo escuchaba encantado, pero a punto de salir corriendo, al oír a aquellos dos provectos señores, que me contaban haber nacido hace 2.400 años…
Nuestra filosofía consta de tres partes prosiguió el de Lemos: la Gnoseología o Canónica, que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso; la Física que estudia la naturaleza; y la Ética que supone la culminación del sistema y a la que se subordinan las dos primeras partes.
Canónica: es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos, y podemos distinguir lo verdadero de lo falso. Las sensaciones son la base de todo el conocimiento, y se produce cuando las imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada sensación, el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos. Los sentimientos percibidos con claridad a base de repeticiones constituyen las ideas generales de nuestro sentir para lo bueno y lo malo.
Física: toda la realidad está formada por dos elementos fundamentales, los átomos, que tienen forma, volumen y peso, y el vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.
Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El hombre es un compuesto de átomos y hasta el alma está formada por un tipo especial de átomos, siendo por tanto el alma, material. El cuerpo y el alma mueren simultáneamente.
La realidad como los átomos que la forman, es eterna. El caos no es el origen, y todo existirá hasta el infinito, pero coexiste un elemento fundamental, el azar en el movimiento de los átomos en su caída en el vacío, es decir lo que puede producir la desviación de las causas y los efectos, con la que queda asegurada la libertad.
Ética: es la culminación de nuestra sistema filosófico, que no es sino el logro de la felicidad, basada en la autarquía –cada uno por sí mismo- y la ataraxia. Puesto que la felicidad es el objetivo de todo ser humano, la filosofía debe interesar a cualquier persona.
La ética pensamos que se basa en dos polos opuestos: el miedo, que debe ser evitado, y el placer, que debe ser buscado como necesario.
LOS MIEDOS básicos del hombre son: el miedo a la muerte –no tiene sentido, ya que la muerte es la ausencia de sensibilidad-, el miedo al dolor, el miedo al fracaso en la búsqueda del bien –carece también de sentido, ya que el futuro no depende completamente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente, ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca– y el miedo a los dioses –concepto tampoco real, ya que los dioses son seres demasiado alejados de los los humanos, y no se preocupan por nuestras vicisitudes, por lo que no tendría sentido temerles-.
Me atrevo a señalar tres tipos de PLACER por su objeto, dijo:
Los naturales y necesarios: alimentarse, beber, estar abrigado y seguro; el hombre debe satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
Los naturales e innecesarios: la conversación, la gratificación sexual y el arte; se pueden intentar conseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción del corazón, pero no más allá. No se debe arriesgar la salud, la amistad ni la posición económica en la búsqueda un deseo de placer innecesario, pues esto sólo conducirá a un sufrimiento futuro.
Los innaturales e innecesarios: la fama, el poder y el prestigio; hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es siempre efímero.
Y también establecemos, continuó, una división entre los PLACERES que satisfacen el cuerpo y el alma:
Placeres del cuerpo: aunque considero que son los más frecuentes, nuestra propuesta es la renuncia al desenfreno en la utilización de estos placeres y la búsqueda de la carencia de apetito y dolor corporal.
Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo, pues el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es efímero y temporal, mientras que los del alma son duraderos y además pueden eliminar o reducir quizá los dolores del cuerpo.
El análisis de los diferentes placeres y la prudencia de cada cual, pueden permitir caminar hacia una vida feliz, lo cual constituye el objeto de la filosofía. Podemos señalar en consecuencia, como placeres fundamentales, la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor: “la ausencia de turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría resultan placeres en movimiento. Cuando decimos entonces, que el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los que proporciona el goce y la alegría, sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma”.
Giré la cabeza para volver a llamar al camarero, y al buscar con la mirada de nuevo a los dos hombres, me encontré con la visión de mi piano, que está justo a la izquierda de la mesa donde leo y escribo, el armario de la pared abierto, y bajo la balda de las toallas -bien colocadas-, la de las camisetas de deportes desordenadas, como si alguien hubiera metido la mano en busca de placeres o para ocultar dolor y sufrimientos…, mi mirada perdida soñando, y un libro abierto delante de mí: El candelabro enterrado, de Stephan Zweig, donde narra la historia de un judío que hizo del objetivo de su vida, el preservar la menorá, sufriendo.
Se debe querer alcanzar lo que a uno le satisface y desea, y se debe querer sólo, a quien quiera que se le quiera.