El Cardenal Infante Borbón mal tratado por el rey. Parte 1.

Dedicado a mi querido amigo C.B.A del M., esperando que no le resulte farragoso ni de difícil digestión, aunque a veces no se consiga lo que se pretende.

La manera en la que el Cardenal Infante Fernando de Austria -hermano de Felipe IV- fue tratado por la corte, pleno de honores y parabienes, no tuvo nada que ver con la forma en que se trató al Cardenal Infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio -hermano de Carlos III-, con frecuentes vejaciones y dolorosas humillaciones.Read More

POR FIN EN EL PALACIO DE LIRIA. Parte 3.

SALÓN ITALIANO

En esta sala se rinde homenaje al XIV duque de Alba Carlos Miguel Fitz-James Stuart, gran coleccionista de arte y mecenas, que, al realizar un Grand Tour*, permaneció algunos años en Italia, demostrando siempre un vivo interés por el arte.Read More

POR FIN EN EL PALACIO DE LIRIA. Parte 2.

ESCALERA PRINCIPAL

Del centro del zaguán sale la escalera principal cuyo diseño fue cambiado en la reconstrucción tras el incendio. La original era doble, “imperial”, siendo la actual simple, de escalones amplios y cómodos, con sendas inscripciones una a cada lado, referidas, la de la izquierda al  III duque de Berwick Jacobo Francisco Fitz-James Stuart y Colón de Carvajal que mandó construir el palacio, y la de la derecha a los reconstructores, el XVII duque -que la inició-, abuelo del actual, y a los XVIII duques -padres  de Carlos, el actual duque- que terminaron la reconstrucción.Read More

POR FIN EN EL PALACIO DE LIRIA. Parte 1.

ESCUDO ACTUAL DE LA CASA DE ALBA DE TORMES Y FITZ-JAMES STUART.

El escudo actual de la Casa de Alba une los del ducado de Alba de Tormes y de la Casa de los Fitz-James Stuart, siendo un escudo cuartelado, dividido en cuatro cuarteles: en el primero, el antiguo escudo de Inglaterra, en el segundo el de Escocia, en el tercero el de Irlanda y en el cuarto el de los Álvarez de Toledo.Read More

BUSCANDO EL PALACIO DE LIRIA. Parte 3.

DEDICADO A MI AMIGO IMV, celebrando que el tema le haya interesado.

La Revolución inglesa es el periodo de la historia de Inglaterra, Irlanda y Escocia que abarca desde 1642 a 1688, comprendiendo en Inglaterra la parte final del reinado de Carlos I Estuardo -decapitado en 1649-, un Interregno con la República británica, que incluyó la Tercera Guerra Civil  (1649-1651) y el Protectorado inglés de los Cromwell (1653-1659), el restablecimiento de la Monarquía con Carlos II Estuardo de Inglaterra en 1660, y la Revolución Gloriosa, que en 1688 destituyó a su hermano Jacobo II Estuardo.Read More

BUSCANDO EL PALACIO DE LIRIA. Parte 2.

En 1778, heredó el ducado de Alba de Tormes la XIII duquesa doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo -la de Goya-, de su abuelo Fernando de Silva que sobrevivió a su hijo Francisco de Paula -padre de la XIII duquesa-, la cual murió en 1802 sin descendencia, pretendiendo dejar toda su herencia a María de la Luz -niña de raza negra adoptada- y a algunos criados. Naturalmente Carlos IV y Godoy invalidaron esta acción, repartiéndose algunas propiedades de la Casa de Alba.Read More

Frida Kahlo: la pintura ingenua y metafórica de la mejor artista mejicana del siglo XX. Parte 2.

La obra de Frida fue calificada de surrealista por los expertos, pero ella no estuvo de acuerdo: “creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad. No sé si mis pinturas son o no surrealistas, pero lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser”. Y añadió “mis obras han sido siempre mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que hago de mí misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma”.Read More

Frida Kahlo: la pintura ingenua y metafórica de la mejor artista mejicana del siglo XX. Parte 1.

En un viaje a Cuba que realicé hace cuatro años, y durante unos días de estancia en la capital, antes de partir hacia Santiago, y a la posterior y obligada estancia en los cayos, al margen de visitar con minuciosidad La Habana Vieja, sus preciosos y semiderruidos edificios coloniales y las fortificaciones de defensa que hablan de grandezas pretéritas, y de comer bien en los paladares habaneros, tuve noticias de la existencia de un muy interesante museo de arte.Read More

Vagos y antiguos recuerdos de parte de mi vida. Parte 3.

En diciembre de 1975, días después de la muerte del Jefe del Estado Francisco Franco, y como parte de la Operación Golondrina, embarcó la Bandera en el transporte Aragón que nos llevaría a Cádiz, en donde disfrutamos durante una noche de buenos placeres, los del yantar y beber en dos magníficos bares que había –quizá aún estén- en la Alameda Alpodaca, el Anteojo y el Telescopio -vino blanco frío de Barbadillo y ostras en demasía-, y los demás disfrutes por La Viña y El Mentidero, marchando al poco tiempo a Alcalá de Henares en ferrocarril.

Al llegar a Alcalá, fui reclamado por el jefe de la II BPAC para regresar a la 9ª compañía y volver al mando de la SADA –sección avanzada de desembarco aéreo-, es decir, regresar a mi destino, noticia a la que no podía dar asenso, y que me extrañó sobremanera, después de las lindezas con las que me hubo despedido ese mismo jefe de la BPAC -con  gran fatuidad- antes de mi marcha al Sáhara, al que dibujé en el momento de la presentación a mí regreso una sonrisa impostada, tremolando mi altivez. Tarde, comprendí, que el sofocón que me llevé en su día al despedirme para incorporarme al Sáhara, no tenía mucho sentido, por considerar que los militares somos proclives a la grandilocuencia, tanto en las lisonjas o felicitaciones como en las reconvenciones o llamadas al orden, la mayor parte de las cuales casi nunca llevan  ni llegan a nada, ni las unas, ni las otras, pero que pueden ser utilizadas con eficacia como estímulos o reconducción de actitudes.

Me reincorporé enseguida a mi querida sección, en la que continué unos meses hasta el ascenso a capitán. Encontré a sus componentes con un cierto grado de relajación operativa y para el cumplimiento de órdenes, y también con problemas de mala relación entre sus integrantes, cada uno por su lado, nada cohesionados -esa pequeña unidad pienso que necesita una especial unión entre sus componentes, al igual que en otras unidades de misiones especiales-, todo, probablemente derivado de la ausencia de mando durante unos meses.

Me pareció forma adecuada de unirlos, someterlos a profunda presión disciplinar, que les permitiera aunarse en el sentir común contra alguien molesto y difícil, que ellos interpretaron acertadamente que era yo.

Como en general no me ha preocupado demasiado en ninguna de mis dos profesiones la complacencia ni la adoración de mis subordinados, preferí que me temieran a que me adoraran, si el temor hacia mí, pudiera facilitar la buena cohesión y operatividad, y la adoración pudiera conducir al desorden. En esa joven fase de mi vida, decidí como técnica de mando, que primero es vencer y luego convencer, que para lo segundo ya habrá tiempo. Todo funcionó como lo planeado y la SADA volvió al carril.

Ascendí a capitán a principios de 1976, quedando agregado a la II Bandera,  pudiendo en ese período realizar mi primer HALO -acronym for high altitude, low opening-, curso, del que además de la irrepetibles veintena de saltos de más de 8.000 o 9.000 metros de caída libre, guardo un gratísimo recuerdo de otro de la saga de los Álvarez Veloso, José María –q.e.p.d.-, capitán de artillería, que hizo –como todo en lo que intervenía- que tanto los saltos como las actividades lúdicas posteriores de los saltadores españoles y de los americanos, fueran una gloria.

También durante el tiempo de agregación tuve la oportunidad de mandar el grupo de manualistas franceses y españoles –más de 90- que operamos durante una Galia –maniobra conjunta hispano francesa que se realiza cada dos años en España, y en los años de vano de maniobra en España, se realiza en Francia, con la denominación de Iberia.

Del salto de esa Galia, recuerdo una anécdota, que contada desde la silla y el aire acondicionado, puede provocar una sonrisa, pero me lo hizo pasar regular. Llevábamos una mochila con 30 kgs de peso con medios de subsistencia y combate para 7 días. El salto se realizó en caída libre, claro, a 11.000 pies AGL –above ground level-, de noche, y visibilidad 00, siendo aún los tiempos de exclusividad de los paracaídas EFA 656 11 y algún Papillón suelto. Organizamos el lanzamiento en 7 Caribous y 6 D/Zs distintas, saltando en cada D/Z un pequeño grupo de cada avión, distribuidos de manera tal, que tras el reagrupamiento en el suelo quedaran las unidades organizadas como se estimaba necesario para la operación. Yo me quedé para la última D/Z por ser la más próxima al centro de la zona de acción.

La primera misión era la de revisar la zona para intentar localizar a los que actuaban como enemigos, y con esa información, trasladada al mando propio, se prepararía al amanecer de tres días después, la defensa y señalización de 3 D/Zs en las que se realizaría el desembarco aéreo de la GU.

Tras  salir  yo del avión y bajar unos segundos en caída libre, noté un tirón rotundo y a continuación un contrapeso que tiraba de mí, sin saber hacia, ni desde dónde lo hacía. Intenté ver el altímetro, pero con los desplazamientos a toda velocidad para todos lados, me fue imposible ver la altura, así que tras unos segundos de sufrimiento decidí tirar de la anilla. A los pocos segundos noté aliviado que caía verticalmente y sujeto por el paracaídas, y pude comprobar como el mochilón colgaba unos metros debajo de mí, atado a la cuerda que utilizábamos para la suelta de la carga antes de llegar al suelo. Miré el altímetro y estaba a 2.200 metros, notando que me daba algo de brisa en la cara, lo que me hacía suponer que el paracaídas se había colocado a favor de viento. De tanto en cuanto, giraba 180 grados para ir en contra de la dirección del mismo, descendiendo así un buen rato.

De repente y ya intuyendo el suelo, oí como la mochila -unos metros debajo de mí- impactó con algo que me sonó a agua. Efectivamente y horrorizado, vi que mis pies entraban en agua. La campana me cayó encima y el agua me cubría, pero entonces me impulsé con los pies en el suelo y al impulsarme hacia arriba –y entre manojos de nervios totales- vi cómo lograba que el casco, los ojos y la nariz sobresalieran un poco del agua, debajo de la campana. Tomé aire, me hundí, liberé el paracaídas y  bucee 6 o 7 metros lateralmente, consiguiendo eludir el paño de la campana. Noté que el agua me llegaba entonces a la altura de los hombros y ya más tranquilo, comencé a intentar salir del agua, para más tarde recoger el paracaídas, sacar la ya pesadísima mochila, quitarme el casco y el armamento que me ahogaban y despelotarme, dando gracias a la diosa Fortuna. En esas estaba, cuando oí en plena noche y en la provincia de Segovia, unas lejanas voces que parecían venir del mundo de Leviatán: Amaro, Amaro…, entonces pensé que quizá no todo había salido tan bien como me parecía y era Mefistófeles o alguno de sus amiguetes reclamándome. Tras un buen rato, encontré al que gritaba, que era el pater de servicio en la D/Z, el capitán cura Linares, que era además el capellán de mi Bandera, y agradecí a la Divina Providencia su bondad para conmigo, y al pater la resulta de su buen servicio, que permitió recuperar mi cuerpo, aunque él hubiera preferido recuperar -supongo- además mi alma.

Un par de meses más tarde fui destinado a la IMEC de Barcelona. Entonces Cataluña era una región de España –-ún no existían las Comunidades Autónomas- en la que la vida de los foráneos era muy agradable, los militares muy bien considerados y sus habitantes llenos de seny de la cabeza a los pies. Me casé, nació mi primogénito, al que le puse de nombre Jaime –tal era nuestro bienestar en aquella tierra- y tuve que esperar con anhelo año y medio, conteniendo la melancolía y la nostalgia, hasta volver a la I BPAC, en donde se me dio el mando de la 1ª compañía en 1978.

Ya cansado de tanto recuerdo mío, paro, y algún día cuando descanse, quizá reanude la recuperación de más vagas remembranzas.

Música: tema principal de la película La Misión. Ennio Morricone.

Vagos y antiguos recuerdos de parte de mi vida. Parte 2.

Así pues, me quedé otro período de 8 meses con la 8ª compañía en el Sáhara. Pasé feliz casi dos años, realizando más de una docena de patrullas de nivel sección por el desierto, algunas con sus lanzamientos correspondientes, en diferentes partes del territorio, de más de diez días cada una, en unos momentos en que el Polisario un día y Marruecos el siguiente, la liaban o podían hacerlo, o cambiaban de actitud y de bando, liándola igualmente.

Al salir de la Academia pensé que siempre sería, y casi exclusivamente, esportillero de las órdenes de mis mandos, aunque a veces pudiera conseguir “engañarles” con algo que me pareciera interesante enseñar, practicar, o ejecutar, aunque no estuviera contemplado en el plan de instrucción, cosa que en los reglamentos pudiera ser definido como iniciativa, que generalmente no gusta al mando por parecerle cosa fútil o poco adecuada, y que sólo es reclamada su aparición, cuando algo sale no demasiado bien, quizá por no ser las órdenes extenuantemente precisas –yo creo que no deben serlo-, y entonces el mochuelo es para el de la falta de iniciativa. De teniente en el Sáhara, me liberaron de la esportilla, dándome siempre una orden de operaciones que cabía en medio bolsillo, y una gran mochila de iniciativa y responsabilidad. Fue una buena escuela para todos, desde luego para mí, sí, debiendo agradecer a los capitanes que tuve, su confianza en la tenientada.

Al terminar este segundo ciclo sahariano, me destinaron a la 9ª compañía, al mando de la cual estaba el capitán Francisco Aguilar Muñoz, y entre cuyos tenientes, estaban tres que llegaron a lograr el empleo de teniente general -Emilio Alamán, Virgilio Sañudo y José Muñoz- enviándome como comprometido, a realizar el curso de APM a Alcantarilla.

Era entonces los cursos de APM de muy pocos saltos, creo que no llegaron a 16. A mí, se me pasó en un pispas, entre las historias -siempre anecdóticas y poco didácticas- contadas por los instructores en un tipo de enseñanza militar a la antigua manera, que gracias a Dios nada tiene que ver con la actual, y las vueltas que sin parar dábamos todos desde la salida del avión hasta la apertura del paracaídas; a veces fueron pocas, en los días que tocaba la apertura inmediata al abandono del avión. Vi el suelo por primera vez en el salto 10º y ya no lo solté. La conclusión a la que he llegado, es que la enseñanza de entonces de APM, es como la eterna del golf: el profesor no sabía, o no quería, o no podía, trasladar a la mente del alumno la esencia del asunto, para que el cerebro de éste pudiera asimilarlo e intentara trasladarlo a su cuerpo,, por lo que de todos los mandos que realizaron el curso de APM en esas épocas, solo continuamos saltando unos contadísimos afortunados, o porque se nos dio más o menos bien, o porque eran héroes. Ambos grupos suenan atractivos.

Lo mejor de ese curso fue el avión. El Douglas DC3, marinero, paracaidista, sencillo, seguro y con un portón lateral por la que podría salir sin doblarse la Torre de Madrid, a pesar de las continuas y desmedidas advertencias de algún instructor que advertía de los males que podrían ocurrirnos al salir de ese magnífico avión. Los saltos de automático del Sáhara los realizamos desde este avión también, al igual que el nocturno del curso básico, ya que el Junker JU 52 no contaba con elementos seguros de navegación nocturna, o eso decían.

Siendo alférez y en el verano del 70, hice el curso de vuelo sin motor en Ocaña, volviendo al año siguiente para un perfeccionamiento. El curso básico lo hice en un velero de doble mando de la casa Blanik, avión marinero, seguro y que perdonaba los errores de los alumnos hasta lo imposible. También entonces había un instructor que gustaba  asustar al alumnado narrando los peligros horrorosos que podía conllevar el pilotaje de ese velero. Era la antigua maniera, y supongo que lo haría para dar más importancia a lo que hacía, aunque su criterio lo estimo errado, claro.

Al terminar el curso, me incorporé a la SADA -sección avanzada de desembarco aéreo- de la II BPAC. Los de la SADA fueron magníficos tiempos de mando de unidad pequeña e independiente. Cada día todos aprendíamos, a medida que nos íbamos marcando objetivos nuevos, y algunos, además de los nuevos objetivos, adquirían saberes ancestrales que deberían haber poseído y aún no conocían –por ejemplo, nadar-. Recuerdo una anécdota de salto, a partir de la cual me grabé de forma indeleble debajo de la piel de la frente el lema: no saltaré nunca del avión con alguien que me dé la pasada, sin ver yo lo que hay abajo. Bien es verdad que cuando comencé a saltar con paracaídas tipo ala,  traté con láser el tatuaje para disimularlo, por no ser ya tan necesario.

Era mi primer salto de teniente con la SADA en la zona de Maspalomas, al sur de la isla de Gran Canaria. Se saltaba temprano ya que generalmente subía el viento con el sol. Llegué a las 05,00 al cuartel de las Rehoyas, dándome novedades uno de los cabos primeros -todos muy veteranos- con la notificación de la ausencia de los dos sargentos, que por cierto habían ascendido a ese empleo hacía un par de días. Como mi sección saltaba independiente, a nadie debía novedad concreta, pero pensé, que hubiera sido además de obligada, conveniente, la presencia de los dos suboficiales, especialmente por desconocer yo la zona.

El avión un Douglas DC 3, y el piloto, amigo mío de copas y cacerías picafloreras y experto volador. La patrulla formada por 3 capitanes veteranos -veterano en caída libre no significa experto-, 1 suboficial y la SADA con 13 hombres, yo incluido. Maspalomas es una zona triangular, en la que la pasada se da paralelamente a la base del triángulo, cortando los otros dos lados aproximadamente por la mitad. Agua por donde se entra y por donde se sale: la mar océana y los paracaídas 656-11. El capitán más antiguo –q.e.p.d.- decidió que él daría la pasada, saltando a continuación los otros capitanes y el suboficial, y en la misma pasada y a continuación, la SADA. Se lanzó el derivómetro y compensando el viento entramos en pasada. Yo sabiendo entonces poco de estas cosas, pero maliciando lo que podía pasar si el primero saltaba en el centro de la D/Z, me puse el último de la patrulla y los tres cabos primeros, mejores saltadores y nadadores, inmediatamente antes que yo. Comenzamos a largar, y nada más abandonar el avión vi la mar océana por todas partes; mi cabeza se fue hacia los dos que no sabían nadar. Yo flechaba hacia la tierra -apenas sabía- rogando a Dios y esperando, que los que no sabían nadar, supieran flechar, repitiendo ¡flechad, flechad!  como si alguien pudiera oírme durante la caída libre…Al final un hombre en el agua a 50 metros de la orilla y todo sin novedad.  ¡Qué sin vivir, Dios!

El 4 de julio de 1975 falleció mi hermano Javier -el más joven de los cuatro varones de seis hermanos- con 23 años en un accidente de coche cerca de Valladolid, al dormirse el que venía en dirección contraria, invadiendo  su carril y embistiendo su coche de frente. Descansa en paz. Nos acordamos a menudo de ti.

Así fue pasando el tiempo, hasta que me nombraron para formar parte de la comisión aposentadora de la II BPAC en Alcalá de Henares, que sería relevada por la III Ortiz de Zárate en Las Palmas, que a su vez mantendría destacada una compañía en El Aaiún.

La comisión estaba compuesta por el que fue mi capitán de la 7ª compañía, tres tenientes y algunos suboficiales. Llegamos a Alcalá de Henares desde Las Palmas, saliendo a los pocos días en la prensa la posible ejecución de la maniobra política del rey Hassan II con la Marcha Verde, marcha de civiles que se dirigirían a la frontera del territorio español, para penetrar en el mismo, utilizando como parapeto, la inmunidad que les proporcionaba su estatus civil y el estar desarmados, maniobra con la que llevaba tonteando desde el mes de abril de ese año.

El general que mandaba la BRIPAC entonces, era de la promoción y amigo de mi padre y de casa, así que tras pedir licencia a mi capitán, y concedérmela, me dirigí al despacho del general para pedirle marchar al Sáhara de nuevo  ya que no quería perderme -tras haber vivido allí un buen tiempo- lo que iba a ocurrir, creyendo que lo que ocurriría sería algo con lo que pudiera soñar un joven teniente con vocación por la carrera de las armas. Pedí ser agregado a alguna Unidad de las que ya allí estaban. En ese momento estaba la I BPAC en cabeza de playa de El Aaiún, además de la compañía de la III BPAC destacada en la capital del territorio: El jefe de la BRIPAC dio las órdenes para que yo fuera agregado a la I BPAC.

Le pedí permiso al capitán jefe de la comisión aposentadora para volar –pagado de mi bolsillo, claro- a Las Palmas, para comunicar personalmente al jefe de la Bandera -me pareció inicialmente más correcto hacerlo en persona que por teléfono porque además no lo conocía demasiado-, mi agregación a la I BPAC, y su respuesta fue contundente, emotiva y poco motivadora para mí: eres uno de los peores oficiales que he conocido por no decir el peor y ahora vete a la I BPAC, adiós. No parecía proceder la pregunta de despedida formal habitual a un jefe, ordena alguna cosa más?  especialmente cuando la conversación se movía por derroteros tan sencillos de comprender, así que me di media vuelta y me fui, pensando que si nos han sido dadas una boca y dos orejas, será para escuchar más y hablar menos, produciéndose en mí la anagnórisis que me permitió poder valorar a ese jefe, al que no había tenido la oportunidad de conocer en toda su amplitud, generándose en mí cerebro, un grado de entropía más que notable, aunque es útil reflexionar en estas ocasiones, y recordar que las certezas son el paraíso de los necios y las dudas el infierno de los sabios.

Así, aquella noche en Las Palmas me bebí bastantes más güisquis de los recomendables, volviendo el día siguiente a Madrid, partiendo de forma inmediata para El Aaiún, siendo agregado a la 2ª compañía de la I BPAC, en donde, por el tipo de instrucción que se realizaba a diario, se barruntaba que pronto se produciría la cacareada Marcha Verde, anunciada por Hasán II. Así fue, y en no mucho tiempo -primeros de octubre- desplegamos en la segunda línea de defensa de las establecidas dentro de la Operación Marabunta, para intentar detener pasivamente a las decenas de miles de civiles marroquíes que se establecieron en territorio español, aunque más tarde se retiraran.

Recomiendo leer la historia del abandono del Sáhara por España, escrita con sentimiento y detalle por el general Coloma en el blog del general Dávila:

https://generaldavila.com/el-proceso-de-descolonizacion-del-sahara-espanol-y-la-marcha-verde/

Música: KATICA-ILLÉNYI. Ennio-Morricone. Once Upon a Time in the West. Ejecutado con Theremin.

To be continued in part 3.