Desde la Revolución de 1789 a la caida del II Imperio francés y la repercusión de las revoluciones en Europa. Parte 7.

El 2 de septiembre, tras la batalla de Sedán, el ejército francés se rindió a los alemanes. A los dos días, una insurrección popular proclamó en París la Tercera República. Las tropas alemanas pusieron sitio a la capital durante 4 meses. En la firma de la paz, Alemania se anexionó Alsacia y Lorena, y pactó una indemnización importante.

Bismarck proclamó el Imperio Alemán el 18 de enero de 1871. El Rey de Prusia recibió el título hereditario de Emperador Alemán, y los demás estados, excepto Austria, aceptaron la autoridad imperial.

Kaiser Guillermo I del Imperio Alemán.

La consolidación del Imperio Alemán transformó Europa, siendo el estado más poderoso del continente. A partir de la unificación, se industrializó rápidamente, por lo que su fuerza aumentó de manera notable.

El Imperio Alemán adoptó de manera sustancial la constitución de la Confederación Alemana del Norte: era una federación de monarquías -23 estados-, cada una de las cuales se basaba teóricamente en el derecho divino o hereditario. Por otro lado, el Reichstag -cámara baja-, sería elegido por sufragio universal, pero los ministros eran responsables ante el Emperador, no ante la cámara. Cada Estado conservó sus propias leyes, su gobierno y su constitución. El emperador, que era también rey de Prusia, controlaba la política exterior y militar del Imperio.

Hungría se unió a Austria en 1871 formando el Imperio Austrohúngaro, al que se unieron una decena de estados de Centroeuropa y de los Balcanes, bajo la corona imperial de Francisco José I.

Francisco José I, Emperador de Austria y Rey de Bohemia, Dalmacia, Galitzia, Lodomeria e Iliria; Rey de Hungría, Croacia y Eslavonia.

Estos dos grandes imperios que sobrevivieron hasta la Primera Gran Guerra solamente tenían tintes democráticos y liberales: no eran como los absolutistas del Antiguo Régimen -tenían sus parlamentos y constituciones- pero tampoco liberales como Francia; seguían manejando el concepto del derecho divino de los reyes y emperadores.

En Italia, los sucesos revolucionarios de 1848 volvieron a poner de manifiesto el deseo de independencia y unión nacional, intentando expulsar a los austriacos, sentimiento nacionalista que se hizo evidente con la invasión napoleónica de la península itálica. Nació así Il Risorgimento, proceso de afirmación cultural y política de la población italiana, que conduciría a la unificación algunas décadas más tarde.

En el año 1848 estallaron levantamientos en Venecia, Milán y el Piamonte, dirigidos por Carlos Alberto de Saboya, rey del Piamonte y Cerdeña, de una rama menor de los Saboya. El mariscal austriaco Radetzky frenó estos levantamientos, haciendo que Carlos Alberto abdicará en su hijo Víctor Manuel II, que más tarde en 1861, conseguiría la unificación de Italia con la ayuda del primer ministro de Cerdeña y piamontés Camillo Benso, conde de Cavour en el norte y centro, y el marino sardo Giuseppe Garibaldi en el sur.

Victor Manuel II de Saboya.

La revolución de 1848 fracasó en la península itálica por la falta de participación del mundo rural, indiferente a los avances democráticos y nacionalistas de los urbanitas que la promovieron, y también por el retorno de buenas cosechas en el campo, y la abolición de la servidumbre de la gente rural. También influyeron, como en Francia, las diferencias entre liberales y demócratas, y las contradicciones sobre el alcance de los principios revolucionarios.

En la Península Italiana existían ocho estados diferentes, cada uno con sus leyes, su gobierno, organización económica y tradición. De estos ocho estados, Austria controlaba Venecia -Véneto- y Lombardía, y de forma indirecta los ducados centrales de Toscana, Módena y Parma. Los Estados de la Iglesia estaban gobernados por el Papa y el Sur estaba dominado por el Reino de Nápoles Dos Sicilias. Finalmente, al Noroeste, existía la pequeña monarquía de Piamonte-Cerdeña, regida por la casa de Saboya, desde donde se impulsaría la unificación: Víctor Manuel II, y su primer ministro, el conde de Cavour, serían los artífices básicos del proceso de unificación.

Conde de Cavour.

Giuseppe Garibaldi.

Este Risorgimento fue apoyado por fuerzas distintas: grupos revolucionarios, comerciantes y nuevos industriales, algunos propietarios de tierras, elementos populares, y el movimiento cultural, que exaltaba un idioma común y un pasado glorioso, aunque había bastantes diferencias sobre qué modelo político debía presidir la futura Italia unificada. Los más conservadores pensaban en una federación de estados presidida por el Papa, mientras las clases populares y algunos héroes de la unificación como Mazzini o Garibaldi, pedían una república democrática. Finalmente triunfaría una tercera vía: la monarquía constitucional, a cuyo frente se situó la casa de Saboya, reinante en Piamonte-Cerdeña como se ha dicho.

Cavour supo desde el primer momento que, sin la ayuda internacional, el pequeño estado del Piamonte-Cerdeña no podría vencer al enemigo austriaco. Por ello, propició la participación del Piamonte, junto a Gran Bretaña y Francia, en la guerra de Crimea de 1851 contra Rusia, para ganarse el apoyo diplomático de la primera y el apoyo militar y financiero de la segunda. Las acciones de Cavour dieron su fruto, alcanzando en 1859 una alianza con Napoleón III para enfrentarse a Austria. Tras las victorias franco-piamontesas de 1859, el territorio de la Lombardía y el centro de Italia pasarían a formar parte del reino del Piamonte-Cerdeña.

Francia, ante el temor de un apoyo de Prusia a Austria, dejó de apoyar al Piamonte en su intento de conseguir Parma, Módena y Toscana. Sin embargo, la acción de Cavour en estos territorios propiciando el levantamiento general de la población contra los gobernantes austriacos, hizo que se celebrara un plebiscito en donde se aprobó la adhesión de estos territorios al reino del Piamonte-Cerdeña. Ante el cambio de situación, Francia volvió a apoyar al Piamonte, y tras el Tratado de Turín de 1860, se creó el reino de la Alta Italia. A cambio de su ayuda, Piamonte le cedió a Francia los territorios de Niza y Saboya.

En el sur, el papel fundamental recayó en el millar de camisas rojas de Garibaldi. El levantamiento en Sicilia, tras los acontecimientos ocurridos en el norte, hizo que Garibaldi partiera desde Génova para apoyar a los rebeldes invadiendo Nápoles, terminando de esta manera con la conquista del reino de Nápoles y Dos Sicilias. Nuevamente un plebiscito celebrado en estos territorios dio como resultado la adhesión al reino de la Alta Italia. Por lo tanto, en 1861 se creó el reino de Italia y se proclamó a Víctor Manuel II  su rey.

Camisas rojas.

A falta de Véneto y los Estados Pontificios.

Venecia seguía siendo parte del imperio austriaco y tras la derrota austriaca -infligida por los prusianos- en Sadowa en 1866, los venecianos se levantaron contra el poder austriaco. El apoyo de Francia a Italia sería fundamental para que, en 1866, Venecia se incorporara de pleno derecho al reino de Italia.

Los Estados Pontificios con el apoyo de Napoleón al Papa Pio IX, se mantuvieron independientes, pero la derrota francesa en Sedán en 1870 frente a Prusia, supuso que el Papa se quedara sin su valedor. Cuando las tropas francesas abandonaron los territorios pontificios, las tropas italianas entraron, y tras un plebiscito, quedaron anexionados al reino de Italia, proclamándose Roma capital del reino. Este hecho rompería las relaciones entre el Vaticano e Italia, hasta que Benito Mussolini firmara los Tratados de Letrán en 1929.

Así pues, Italia se convirtió en un reino con régimen político de Monarquía Constitucional.

Música: Torna a Sorrento. Ernesto y Giambattista De Curtis.