Categoría: Pintura

GUSTAV KLIMT sus mujeres y su dama dorada. El ANSCHLUSS y los nazis.

Que la luz del balcón ilumine tu lado izquierdo, ordenó Gustav a Ádele. Me desnudo?, preguntó ella con el visible deseo  de hacerlo reflejado en sus ojos bazos. No, sólo te deseo sin ropa para mí; en este retrato intentaré plasmar tu belleza para que el mundo pueda apreciarla, y me envidie y te adore.Read More

CARAVAGGIO ¡AH CARAVAGGIO!

Michelangelo Merisi nació el 29 de septiembre de 1571 en la ciudad lombarda de Caravaggio, situada al norte de Italia, este de Milán. Los padres eran de clase media-alta, trabajando su padre Fermo Merisi como arquitecto y administrador de los Sforza da Caravaggio, rama menor de los Sforza milaneses, y su madre, Lucía Aratori que provenía de familia noble y adinerada.

Al primer duque de Milán Francesco I Sforza, le sucedió su hijo Galeazzo María y a este su inepto primogénito Gian Galeazzo, que nunca gobernó de hecho, asumiendo la gobernanza del ducado el tercer hijo de Francesco I, Ludovico el Moro Sforza quien obtuvo el título de duque a la muerte de su sobrino Gian Galeazzo.

Anulada la rama mayor de los Sforza tras la muerte de los dos hijos de Ludovico el Moro sin descendencia, quedaron varias ramas menores, una de las cuales, la de los Sforza-Caravaggio, estuvo encabezada por Juan Pablo, hijo natural de Ludovico y de Lucrecia Crivelli, hija de los marqueses da Caravaggio.

Tras la muerte del padre de Caravaggio como consecuencia de la peste menor que asoló Milán circa 1580 -cuyo héroe fue san Carlos Borromeo que murió de esta enfermedad en 1584-, el joven Michelangelo entró a trabajar como aprendiz del pintor lombardo Simone Peterzano en 1584. Siete años después moría su madre. Pero el joven Caravaggio no se conformaba con ser aprendiz, viajando a Venecia donde conoció las obras de Giorgione -Giorgio da Castelfranco- y de TizianoTiziano Vecellio di Gregorio-; después marchó a Roma para establecerse como artista independiente.

La situación con la que se encontró fue difícil: sin dinero y sin amigos, tuvo que instalarse en uno de los peores barrios de la ciudad. Allí pasó hambre rodeado de mendigos, prostitutas y borrachos. Vivió un tiempo en una profunda pobreza tratando de vender sus primeras pinturas. Esos años causaron muchos estragos en Caravaggio. El artista se volvió violento y a menudo se metió en peleas que le causaron severos problemas con la justicia. También, durante este tiempo, padeció diferentes enfermedades como la malaria.

Por fin pudo conocer a Giuseppe Cesari, el “pintor de flores y frutos” de la cámara del papa Clemente VIII, quien le ofreció trabajo en su taller de pintura. Allí Caravaggio, realizó varias obras entre las que se pueden destacar Muchacho pelando fruta, su primera obra conocida, y un supuesto autorretrato que tituló Baco enfermo y Niño con cesto de frutas.

Muchacho pelando frutas. Caravaggio. 1592. Óleo sobre lienzo. 64 x 51,4 cm. Fundación Roberto Longhi. Florencia.

Baco enfermo. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma

 

Niño con cesto de frutas. Caravaggio. 1593. Óleo sobre lienzo. 66 x 52 cm. Galería Borghese. Roma.

La economía de Caravaggio no era demasiado boyante cuando conoció al pintor Próspero Orsi, que le metió en un círculo de gente importante como coleccionistas de arte, conociendo en esa época también al arquitecto Onorio Longhi que lo introdujo en los bajos fondos y las peleas callejeras, y al joven siciliano Mario Minniti, que le sirvió de modelo, y años más tarde fue su ayudante en Sicilia. Parece ser que Caravaggio fue bisexual pero no el icono gay que algunos trataron de colocarle.

El cardenal Francesco María del Monte, un importante coleccionista y mecenas que buscaba nuevos artistas, quedó tan impresionado con estos cuadros que los compró él mismo, invitándole además a entrar a su servicio, instalándole en el palacio Madama, comenzando entonces a ser reconocido ya como gran artista, extendiéndose su fama y consiguiendo los encargos más importantes de la ciudad. De esa época fueron los cuadros: La buenaventura y Partida de cartas.

La buenaventura. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 115 x 150 cm. Museos Capitolinos. Roma.

Una segunda versión de esta obra se encuentra en el Museo del Louvre.

 

Jugadores de cartas. Caravaggio. 1594. Óleo sobre lienzo. 94,2 x 131,2 cm. Museo de Arte. Kimbell. Forth Worth. UK.

En la obra puede observarse con la naturalidad que se desarrollan las trampas en la partida, cuando el observador apunta a uno de los jugadores las cartas del otro: la trampa y la bronca serían una constante en su desgraciada vida.

Durante esta época, Roma fue también centro de la cultura musical, un lugar donde acudían músicos de toda Europa, así, la primera obra que Caravaggio pintó exprofeso para Del Monte fue la titulada Los músicos. Un año más tarde y también para el cardenal pintó Cesto con frutas.

Los músicos. Caravaggio. 1595. Óleo sobre lienzo. 87,9 x 115,9 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.

Cesto con frutas. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 46 x 64 cm. Biblioteca Ambrosiana. Milán.

La capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, debe su nombre a la adquisición en 1565 de esta por el prelado francés Mathieu Cointrel​ -Contarelli es la italianización-. El propósito de Cointrel era decorar la capilla en honor a San Mateo. Cointrel contrató primero a Muziano , pero murió sin ver el trabajo, habiendo dejado dicho en su testamento que debía terminarse y la partida presupuestaria correspondiente. La segunda fase fue encargada a Giuseppe Cesari ,  quien realizó los frescos de la bóveda. Finalmente los lienzos los terminaría realizando Caravaggio, del taller del anterior. Para la capilla Contarelli pintó El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo.

Capilla Contarelli. Iglesia de San Luis de los Franceses. Roma.

El martirio de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.

La vocación de san Mateo. Caravaggio. 1600. Óleo sobre lienzo. 323 x 343 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.

Tras una visita de Del Monte a su amigo Vincenzo Giustiniani, ambos decidieron encargar al artista una pintura con un tema musical diferente, El tañedor de laúd, una de las obras más bellas y poéticas de Caravaggio.

El tañedor de laúd. Caravaggio. 1596. Óleo sobre lienzo. 94 x 119 cm. Museo Hermitage. San Petersburgo.

Existen tres versiones de esta obra, otra en la colección Wildenstein. NY. y la tercera en Badminton House. Gloucestershire. UK. La mejor es la de Hermitage.

Como homenaje a su mecenas el cardenal del Monte,  gran aficionado a la música, Caravaggio pintó esta obra. Se puede afirmar que el joven modelo es casi el mismo que aparece como figura central en Los músicos. La partitura musical que toca el joven parece ser obra de Jacques Arcadelt, francés amigo del cardenal. En principio, se pensó que el cuadro representaba a una joven dama, pero la evolución del estudio pictórico afirma que se trata de un muchacho con evidentes rasgos de androginia. Así, Caravaggio logró una de sus mejores obras, donde la música es representada con un ideal de perfección, por un modelo de ambos sexos con los labios entreabiertos y el movimiento de la mano que nos muestra la forma de representar el natural que perseguía el artista.

En la zona izquierda del cuadro se aprecia un jarrón con flores que idealiza la belleza de la naturaleza con sus frutos, y en paralelo, la belleza de la partitura que se idealiza en el canto del  joven que interpreta el madrigal, obra relativa al amor idealizado, que triunfa sobre el amor físico.

Del Monte compartía con otros personajes importantes como Borromeo o Fernando de Médicis muchos intereses científicos, y en 1598, Caravaggio pintó en honor de este último La cabeza de Medusa, un tema muy vinculado a Florencia y a los Médicis.

La cabeza de Medusa. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 60 x 55 cm. Galería de los Uffizi. Florencia.

A finales de la década de 1590, el cardenal Del Monte adquirió en Roma la villa Ludovisi y encargó a Caravaggio la decoración del techo, en donde pintó la obra Júpiter, Neptuno y Plutón.

 

Júpiter, Neptuno y Plutón. Caravaggio. 1597. Óleo sobre yeso. 300 x 180 cm. Villa Ludovisi. Roma.

La pintura decora la bóveda de una pequeña sala en el Casino di Villa Boncompagni Ludovisi en Roma, a la que se accede por una estrecha escalera de caracol y representa a Júpiter, Plutón y Neptuno, con el globo terrestre en el centro rodeado por los signos del zodiaco.

Francesco del Monte, tuvo mucho que ver con la realización de esta única pintura mural de Caravaggio. El artista rechazó la técnica del fresco utilizada por Leonardo da Vinci, de óleo sobre estuco, que había iniciado con tan poca fortuna Leonardo da Vinci en La Última Cena, utilizando el óleo sobre yeso que consideró más apropiado para este tipo de pintura. Mientras la obra de Leonardo se deterioró en seguida tras ser finalizada, la pintura de Caravaggio se ha mantenido en buen estado pese al abandono que pesó sobre misma.

La pintura permaneció ignorada hasta 1969, año en que fue descubierta y rehabilitada. El tema de la pintura es una compleja alegoría de las teorías del alquimista Paracelso, a la que era tan aficionado y seguidor el cardenal del Monte. Según Paracelso, el mundo se componía de tres elementos: el aire-sulfuro, el agua-mercurio y la tierra-sal. Tradicionalmente, ciertos dioses olímpicos representaron estos elementos, y es por esta razón que protagonizan la obra:  Júpiter con su águila y los ropajes revoloteando, significando el poder del viento. Neptuno con su caballo representa el agua y al otro lado, asiendo un atizador y con el can cerbero de tres cabezas está Plutón, el rey del Infierno y, por tanto, de la tierra. La acción tiene lugar en el orbe que manipula Júpiter y en cuyo interior se han mezclado los tres elementos para dar lugar al Sol, la Tierra y los signos zodiacales.

 A pesar de su trabajo para las élites, bien remunerado, Caravaggio sacaba a relucir a menudo su carácter violento, que llevaba de taberna en taberna, liderando una banda callejera de delincuentes que estaba presente en todos los altercados de la ciudad. En 1598, el conflictivo artista fue detenido por llevar armas sin licencia, aunque fue puesto en libertad al no haberse producido ningún incidente y manifestar que trabajaba para el cardenal Del Monte.

Durante ese tiempo Caravaggio ganó gran fama como artista, pero también fue muy criticado, ya que, para representar escenas bíblicas, usaba como modelos a gente de la calle y de las tabernas en lugar de a personas distinguidas. Sus obras eran extraordinariamente realistas y rompían con los estándares de composición de los artistas pasados; detalles como la vejez, los pies descalzos y sucios y las expresiones de horror sobresalían en sus obras.

Su característica forma de pintar fue, como todo lo revolucionario, en principio no entendido y después imitado. En primer lugar, renunció a todo tipo de idealismo, representando a profetas y santos como gente real, sirviéndose de modelos de la calle, captando perfectamente la fuerza psicológica de sus personajes, resaltando sus rostros con una intensa luz y envolviendo los fondos en tinieblas.

Probablemente los modelos eran la misma gente con la que había convivido tantos años en los barrios bajos, de cuestionable reputación. Algunas pinturas incluso, estaban ambientadas en tabernas y cantinas, y los modelos eran los borrachos y los apostadores de los bares, así como las prostitutas de mayor o menor estatus social.

Para pintar a la virgen María utilizó como modelo a prostitutas, por lo que muchas de sus obras, a pesar de tener una excelente técnica, fueron rechazadas. Esto obligó a Caravaggio a reconducir la elección de sus modelos. Algunas de las obras rechazadas fueron La inspiración de San Mateo y La Muerte de la Virgen, pinturas consideradas vulgares, ordinarias y obscenas, que en vez de idealizar las figuras religiosas, como era costumbre, les daba demasiada humanidad y realismo.

La inspiración de san Mateo. Caravaggio. 1602. Óleo sobre lienzo. 195 x 295 cm. Iglesia san Luis de los Franceses. Roma.

 

La muerte de la Virgen. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 369 x 245 cm. Museo del Louvre. París.

A finales del siglo XVI y principios del XVII, las cortesanas ya no ostentaban el elevado estatus del que habían disfrutado en el Renacimiento, pero todavía existían cortesanas influyentes como Fillide Meladroni que había logrado amasar una fortuna considerable y posó como modelo para diversas obras de Caravaggio, entre las que destaca Santa Catalina de Alejandría. Otra pintura de Caravaggio relacionada con el mundo de la prostitución fue Magdalena penitente, una obra para la que utilizó de modelo a la cortesana Anna Bianchini.

Santa Catalina de Alejandría. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 173 x 133 cm. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.

Magdalena penitente. Caravaggio. 1597. Óleo sobre lienzo. 122,5 x 98,5 cm. Palazzo Doria-Pamphili. Roma.

 Sentada en un reclinatorio o silla de oración, Caravaggio resalta la humildad cristiana de la pecadora arrepentida a través de una insólita perspectiva ligeramente elevada, con la que, empequeñeciéndola, la ensalza. Enmarcada en un fondo de sombras sobre el que se entreabre un pequeño haz de luz, la escena captura ese instante de sufrimiento o alegría del alma, en que una lágrima da testimonio de la verdad del corazón y del dolor de una verdadera contrición y de la tranquilidad tras el perdón.

En 1597 ya era Caravaggio celebérrimo. En 1599 convaleciente, se ignora si de enfermedad o de alguna herida, que sería lo más probable, comienza su carrera delictiva y el 28 octubre de 1600 consta por vez primera fichado por la policía romana, creciendo a partir de entonces sus actos punibles por la justicia: en 1601 dio una estocada al capitán Flavio Canonico, de la guardia del Castillo de Sant’Angelo, lo que, se resolvió en un acto de conciliación. En 1603, estuvo sujeto a proceso judicial interpuesto por su colega Baglione, su futuro biógrafo, por delito de libelo. En 1604 hirió a un mozo de hostería, apedreó a la policía e insultó a un cabo de la milicia, a lo que se unieron otros excesos con mujeres. En 1605 fue arrestado por tenencia ilícita de armas. En 1606 en un partido de pallacorda -tenis de entonces-, se encaró con Ranuccio Tomassoni, un joven aristócrata. Tuvieron una pelea y Caravaggio le causó la muerte, aunque parece que su intención no fue esa. El papa Pablo V, cuyo retrato acababa de pintar el propio Caravaggio, se vio obligado a sentenciarlo a muerte.

Retrato de Pablo V. Caravaggio. 1605. Óleo sobre lienzo. 203 x 199 cm. Galería Borghese. Roma.

El pintor huyó a Nápoles y vivió mirando en cada esquina para evitar a las autoridades. De Nápoles viajó a Malta, donde fue nombrado caballero de la Orden de Malta. También allí su comportamiento pendenciero le causó más de un problema, por lo que fue expulsado de la orden y obligado a dejar la isla. De su estancia en Malta cabe resaltar La Decapitación de San Juan Bautista, San Jerónimo escribiendo, San Juan Bautista en la fuente y Retrato del maestre Alof de Wignacourt.

 

La decapitación de san Juan Bautista. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 361 x 520 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.

Esta obra, una de las mejores del artista -sino la mejor- narra la orden de Herodes de decapitar a Juan Bautista por el capricho de Salomé, la hijastra de Herodes, a instancias de su madre, episodio relatado en los evangelios de Mateo y Marcos.

Se caracteriza por el equilibrio de la composición, introduciendo el artista referencias del escenario, situando la austera arquitectura del siglo XVI de la prisión como telón de fondo. En la ventana, dos figuras silenciosas son testigos de la escena, proyectando al espectador hacia dentro de la pintura y no hacia fuera como ocurre con El martirio de San Mateo.

Aquí se presenta un compendio del arte de Caravaggio, con personajes habituales en sus pinturas -la anciana, la joven, el canalla desnudo, el noble de barba…-, sus sombras y luces, con los tonos luminosos y oscuros que provocan sentimientos profundos en el observador. En la obra se relata el cruel drama, que resulta efectivo a pesar de limitar Caravaggio toda señal de énfasis emocional excesiva. El pintor firmó en la sangre de San Juan, como sello personal del drama, en la que podría ser su mejor obra.

 

San Jerónimo escribiendo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 117 x 157 cm. Concatedral de San Juan. Valletta. Malta.

San Juan Bautista en la fuente. Caravaggio. 1608. Óleo sobre lienzo. 100 x 73 cm. Collezione Bonello. Valletta. Malta.

 

Retrato del maestre Alof de Wignacourt. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 195 x 134 cm. Museo del Louvre. París.

 De vuelta a Nápoles en 1609 fue víctima de una agresión en la Osteria del Cerriglio -siempre en medio de todas las broncas- que le dejaría la cara desfigurada, dándole algunos incluso por muerto; dormía armado y creía que todos conspiraban contra él.

De su época napolitana caben destacar David con la cabeza de Goliat- en la que se autorretrata a sí mismo en la cara de Goliat-, San Juan Bautista reclinado, La Negación de San Pedro y San Juan Bautista.

David con la cabeza de Goliat. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 90,5 x 1116 cm. Museo de Historia del Arte. Viena.

San Juan Bautista reclinado. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 124 x 159 cm. Colección privada. Munich.  

 

La negación de san Pedro. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 94 x 125 cm. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York.

 

San Juan Bautista. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 159 x 124 cm. Galería Borghese. Roma.

La imagen del santo era una de las favoritas de Caravaggio. San Juan Bautista es representado más joven que en otras obras del mismo santo y autor. La obra fue terminada por el maestro poco antes de su muerte. San Juan Bautista aparece como un hombre muy joven, con una pose sencilla y relajada y con una mirada reflexiva, como si fuera un pastorcillo apoyado sobre una tela de color rojo, con ambas manos en una cornisa, mientras que en el fondo, una oveja come una hoja de parra. La tradición de representar al profeta bíblico como un joven, en lugar de como un hombre maduro y sabio, se fraguó desde el Renacimiento. San Juan aparece inmerso en sus pensamientos y su aspecto quizá desprende tristeza.

En 1610, Caravaggio recibió por fin permiso para volver a Roma tras ser indultado. De regreso, tras una escala en Porto Ércole -Sicilia- fue encarcelado al ser confundido con otra persona, y el barco que le tenía que llevar a Roma zarpó sin él. Su salud, muy resentida por su mala vita, empeoró con las desdichas; con disentería y muy débil, cuentan que comenzó a correr por la playa persiguiendo al barco que tenía que haberle llevado a RomaCayó al suelo exhausto, y sin ayuda y en pocos días murió: el 18 de julio de 1610.

Su última obra, El martirio de santa Úrsula, es tal vez la más oscura y lúgubre de su producción, fiel reflejo de su estado de ánimo en aquellos días.

El martirio de santa Úrsula. Caravaggio. 1610. Óleo sobre lienzo. 106 x 179,5 cm. Banca Comercial Italiana. Nápoles.

Muchos creen que murió debido a las condiciones que soportó en la cárcel, contrayendo una enfermedad, otros piensan que fue asesinado por alguno de sus múltiples enemigos, y otros, los más, que se volvió loco por su sufrimiento y murió de insolación.

Igual que en su obra, la vida de Caravaggio estuvo marcada por una lucha entre la luz y la oscuridad. Fue un artista con una capacidad de plasmar la miseria que le rodeaba a través de personajes que se confundían entre lo sagrado y lo profano. Excesos y delincuencia marcaron la vida de Caravaggio, un hombre con múltiples contradicciones, que pasó gran parte de su vida huyendo de sí mismo: soy un hombre que busca ayuda, un artista que pide misericordia.

La técnica de Caravaggio ha sido reconocida en todo el mundo. Se le ha llamado El maestro de la sombra y de la luz debido a su particular técnica conocida como Chiaroscuro y el resultado de su estilo fue el Tenebrismo, CREANDO ESCUELA a comienzos de el Barroco: los contrastes a través del fuerte uso de luz y de las sombras con el propósito de crear volumen y dramatismo, fueron una nueva forma de idealización y de mostrar el sufrimiento.

Su Tenebrismo que es el nombre que la historiografía del arte ha dado al estilo o corriente de la pintura correspondiente a la fase inicial del Barroco -comienzos del siglo XVII-, que se caracterizó por el violento contraste de luces y sombras mediante una forzada iluminación  que se hace llegar con un foco de luz marcando una diagonal en la pared del fondo, como proviniendo de un tragaluz de un sótano  –luz de sótano o luz de bodega-. Su nombre proviene del latín, tenĕbrae, tinieblas.

Los principales exponentes de esta Escuela fueron Caravaggio y José de Ribera -Lo spagnoletto-, y se ha llegado a considerar el Tenebrismo como una corriente propia de la escuela española, que surgió a comienzos del siglo XVII, aunque siempre sería como resultado del impacto del caravaggismo  y el uso de su técnica del claroscuro, aunque en la pintura española fuera iniciada la técnica de la luz en la segunda mitad del siglo XVI por El Greco, El Divino Morales, Pedro de Campaña, Luca Cambiaso, Navarrete el Mudo y otros, conjunto de artistas que recibieron la denominación de luministas -quizá equivocada, o no-.

En España el primer núcleo propiamente tenebrista se desarrolló en la Escuela valenciana de Francisco Ribalta, de donde surgió Ribera -aunque la totalidad de su obra la realizó en Nápoles-. También influencia tenebrista tuvo la Escuela sevillana de Herrera el Viejo y Francisco Pacheco -suegro de Velázquez- de donde saldrían Velázquez y Zurbarán.

OTRAS OBRAS ENTRE LAS MEJORES

La cena de Emaus o Los discípulos de Emaus. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 141 x 175 cm. Academia de Bellas Artes de Brera. Milán.

Judith decapitando a Holfernes. Caravaggio. 1599. Óleo sobre lienzo. 144 x 173,5 cm. Colección privada. Francia.

La flagelación de Cristo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 286 x  213 cm. Museo Capodimonte. Nápoles.

Narciso. Caravaggio. 1598. Óleo sobre lienzo. 110 x 92 cm. Galería  Nacional de Arte Antiguo. Roma.

La conversión de san Pablo. Caravaggio. 1601. Óleo sobre lienzo. 230 x 175 cm. Basílica Santa María del Popolo. Roma.

Madonna y el Niño con santa Ana. Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 292 x  211 cm. Galería Borghese. Roma.

La sepultura o el entierro de Cristo. Caravaggio. 1603. Óleo sobre lienzo. 300 x 203 cm. Museos Vaticanos. Roma.

Salomé con la cabeza de l Bautista. Caravaggio. 1609. Óleo sobre lienzo. 116 x 140 cm. Galería de las Colecciones Reales. Madrid.

Para terminar, el famoso Caravaggio calificada su autoría recientemente, que fue expuesto en el Prado durante unos meses.

 

ECCE HOMO -El perdido y hallado-. Michelangelo Merisi da Caravaggio. 1606-1609. Óleo sobre lienzo. 111 x 86 cm. Colección particular.

La figura más cercana al espectador, que se inclina sobre el parapeto delantero es Poncio Pilato, que termina ofreciendo a Jesús al pueblo –Ecce Homo– que parece abrumado por la decisión que debe tomar. Sin encontrar pruebas de los cargos contra Jesús, el gobernador romano pone su destino en manos de la multitud, que lo condena a morir con gritos que piden su crucifixión. Con la iluminación característica de Caravaggio, Cristo ocupa el centro de la composición. Las gotas de sangre caen por su pecho mientras un soldado a su izquierda le retira de los hombros un manto rojo que contrasta con su pálida piel. Cristo ocupa el plano en una línea diagonal replicada por la caña. El soldado detrás de Cristo, con la boca abierta, quizá gritando a la multitud o con ella, subraya el dramatismo del momento. El blanco de sus ojos expresa emociones, que no se sabe si son de odio o miedo.

Los tres personajes son típicos modelos empleados por Caravaggio en algunos cuadros, y los gestos dramáticos son característicos del estilo de la narración pictórica del artista.

El Ecce Homo de Caravaggio, perdido y recuperado, apareció en 1631, sin poderse saber quién encargó la tela, aunque los expertos están seguros de que el cuadro apareció entre los bienes de Juan de Lezcano, secretario del virrey de Nápoles. La obra fue adquirida por el conde de Castrillo, virrey de Nápoles, y más tarde enviada a Madrid, donde aparece en las colecciones de Felipe IV en 1666. Un siglo y medio más tarde se encontraba en el inventario de las obras del valido de Carlos IV, Manuel Godoy, que pasaron a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en donde al parecer se perdió luego la pista de esta obra.

La reaparición del cuadro comenzó en marzo de 2021, cuando un propietario anónimo, a través de una casa de subastas madrileña -Ansorena-, sacó a la venta por un precio de salida de 1.500 euros la obra La coronación de espinas, lo que entonces se creía que era la pintura de un discípulo de José de Ribera.

Ribera fue un pintor valenciano que desarrolló la mayor parte de su carrera en Italia y según el Museo del Prado su estilo es marcadamente italiano. La confusión podría entenderse, debido a que, como destaca la propia pinacoteca, Ribera adoptó una forma extrema del naturalismo de Caravaggio, que se manifiesta en el uso de fuertes contrastes de luz .

Tras todo el revuelo causado por la pintura que pasó de valer 1.500 a 36 millones de euros y que fue protegida con toda urgencia por las autoridades culturales, se conoció el nombre de los propietarios, la familia Pérez de Castro, descendientes de Evaristo Pérez de Castro, uno de los redactores de la Constitución de 1812. Casi inmediatamente, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo pública una pista sobre la identidad de la obra, desvelando que en 1823, la Academia había aprobado su permuta por un San Juan Bautista de Alonso Cano propiedad del político Pérez de Castro.

La ficha de esta obra en la Academia de San Fernando menciona las deliberaciones de la junta directiva al respecto, y la confianza en “que la Academia quedaría bien indemnizada si la permuta  se hacía con un Ecce Homo que se creía de Carabaggio, y no constando que perteneciese a ningún particular ni corporación, se aprobó el cambio por las ventajas que ofrecía a la Academia“. (Pérez de Castro era directivo de la Academia, claro).

Desde 2021, siempre con la prohibición de abandonar España, y hasta su adquisición por un coleccionista anónimo (británico y residente en España), la pintura ha permanecido bajo custodia de la galería de arte Colnaghi, con la colaboración de Filippo Benappi (Benappi Fine Art) y Andrea Lullo (Lullo Pampoulides), siendo además restaurada por Andrea Cipriani y su equipo, bajo la supervisión de expertos de la Comunidad de Madrid.

Sobre ella se ha efectuado una investigación de expertos ingenieros nucleares especializados en la aplicación de técnicas científicas al estudio y conservación del patrimonio cultural, y sus conclusiones, junto a las de otros estudios llevados a cabo por catedráticos de Historia del Arte, historiadores del arte y eruditos en la materia, han venido a coincidir en que, por técnica, estética e iconografía, esta obra corresponde a Caravaggio.  (Me recuerda por la millonada, a la Dama Dorada de Klimt -que si queréis os refresco la historia cualquier día-, aunque eneste caso solo se ha valorado en 36 millones porque no puede salir de España).

Música: Strozzi: Cantate, Ariette e Duetti, Op. 2: L’Eraclito amoroso (Udite amanti)

Caravaggio y los viajes low cost. Parte 1.

Ayer hice mi último examen del cuatrimestre, y hoy vuelvo a estar al lado de mi querido blog, tan abandonado como el arte y los museos que tanta vida me han ido dando. Así, y en justa reciprocidad, recuperé en la mente una visita al Prado que hice el pasado otoño con motivo del préstamo y exposición de un Ecce Homo -perdido y encontrado- de Michelangelo Merisi da Caravaggio, para mí uno de los más grandes -sino el más- pintores de la Historia.

Antes de ponerme con el relato de mi visita al Prado, recordé un post escrito sobre una exposición en el Palacio Real de Madrid que contenía una obra del no demasiado prolífico artista que lo utilizo hoy a modo de proemio, que continuará con la visita al Prado y posteriormente, un paseo por la vida del artista y su obra.

El 7 de junio de 2016 fui al Palacio Real, visita gratuita si se iba por la tarde con 2 horas de duración y sin posibilidad de visita guiada, pero como a los jubilados sólo nos costaba cinco  euros, preferí ir a mi aire un martes a las 10,30 de la mañana, y vi la posibilidad al llegar, de poder ver la Exposición con un guía colectivo por cuatro euros adicionales, aunque hubiera pagado a la guía que nos asignaron hasta con la vida, porque nos tocó en suerte una mujer bella, de unos cuarenta, delgada-tipazo, morena con raya en medio y pelo recogido con fiereza en moño trasero, labios fruncidos como lanzando un beso general al tendido, con lo central de ambos labios carnoso, y laterales muy finos,  culta, seria y con un algo acuoso en el fondo de sus ojos grandes  y oscuros que te absorbía…se llamaba Salomé.

Salomé nos señaló que la exposición tenía 72 obras entre pinturas y esculturas del siglo XVII italiano –seicento*–, todas de las Colecciones Reales del Patrimonio Nacional. Aunque la exposición se llamaba de “Caravaggio a Bernini”, solamente había una obra de Caravaggio, Salomé con la cabeza del Bautista y una sola escultura de Bernini, El Cristo crucificado, que estaba  expuesto sin la cruz, sólo el cuerpo.

“De Bolonia a Roma”, “Lujo Real”, “De Roma a Nápoles” y el “Esplendor del Barroco”, eran las cuatro partes en las que se dividía la muestra. Tenían que buscar alguna forma de ordenarla y no era fácil, ya que casi ningún artista participaba con más de una obra. Empezamos con de Bolonia a Roma, y dejamos para el final Lujo Real en los salones Génova, en donde estaba la obra de Caravaggio.

De Bolonia a Roma comenzaba con piezas que reflejaban cómo llegaron a Roma artistas procedentes de Bolonia, como Annibale Carracci, Guido Reni con su Santa Catalina o Giovanni Francesco BarbieriGuercino–, o de otras partes, de Francia Charles Le Brun, o de España, Velázquez. Destacó para mí en este primer bloque la Túnica de José  del sevillano.

La túnica de José. Velázquez.

Annibale Carracci llegó a Roma en 1594, donde aprendió de la escultura antigua y de las pinturas de Rafael Sanzio –Rafael–, un nuevo lenguaje artístico de perfección clásica, intentando reproducir la belleza de las perfecciones y no de lo imperfecto. Creó escuela y tuvo muchos seguidores.

La Asunción de la Virgen. Annibale Carracci.

En la sección de Roma a Nápoles, se apreciaba la influencia de Caravaggio en la pintura de la zona del sur de Italia, gobernada por los españoles durante dos siglos y profusamente representada en nuestro Patrimonio Nacional, ya que muchas obras de esa época fueron traídas a los reyes de España, progenitores de los reyes napolitanos. Destaca José de Ribera, español formado en Italia con sus obras Jacob y el rebaño de Labán y Francisco de Asís en la Zarza, y algunos, que siendo de la escuela de Ribera, fueron de los más destacados artistas del barroco ilusionista, de moda en la Corte española al final de los Austrias. También en esta sección de la escuela napolitana, hay presencia muy notable de la escultura barroca, donde se exhibe El Cristo Crucificado de Bernini, como se apuntaba antes sin cruz. Fue mandado realizar por Felipe IV para El Escorial y es, como todo lo que hizo Bernini, sea escultura –La fuente de los cuatro ríos– en la Piazza Navona de Roma, arquitectura –La plaza de la Basílica de San Pedro– o pintura –retratos­–, todo fantástico.

Jacob y el rebaño de Labán. José de Ribera.

San Francisco de Asís en la zarza. José de Ribera.

Cristo crucificado. Bernini.

Plaza de San Pedro.  

La fuente de los cuatro ríos en Piazza Navona.  Roma.

 

Caravaggio. Retrato de Bernini.

En el Esplendor del Barroco terminaba la exposición con una docena de pinturas de gran tamaño que recorrían todo el siglo XVII con obras tan magníficas como la Conversión de Pablo de Guido Reni, La vocación de San Andrés y San Pedro de Federico Barocci o Los cuatro arcángeles de Massimo Stanzione.

Conversión de Saulo. Guido Reni.

La vocación de San Andrés y San Pedro. Federico Barocci.

Otros pintores destacables en la muestra son: Giovan Francesco Romanelli, Simone Cantarini, Charles Le Brun -protegido de Luis XIV de Francia- o Francesco Albani. Además, los dos escultores más importantes del siglo XVII, el citado Gian Lorenzo Bernini, y Alessandro Algardi están representados con dos de sus obras, que estaban bastante deterioradas, en los jardines del Palacio Real de Aranjuez, y hoy están perfectamente restauradas.

Y llegamos a Lujo Real, habiendo pasado por alto interesantes obras en plata y bronce en la sala 3, provenientes de los camarines de algunos palacios Austrias, pero que a mí no me llamaron demasiado la atención.

En el Lujo Real se encontraba la obra de Caravaggio –la mejor y una de las poquísimas que hay en España– Salomé con la cabeza del Bautista. La pintura se hallaba en magnífico estado de conservación tras su reciente restauración, siendo posible determinar así con claridad, la posición de la espada que empuña y va a ser envainada por el verdugo, que está de espaldas. A las tonalidades pardas que componen el fondo oscuro, decidió añadir el maestro un verde casi negro que ahora resulta visible, sobre todo en la zona de sombras de la izquierda. Se considera una de las mejores obras de la época final de Caravaggio, por el colorido, el contraste de luces característico del tenebrismo, y el realismo de las figuras humanas. Parece ser que la cabeza del bautista en la fuente fue un autorretrato del artista.

El episodio bíblico no es presentado en la obra como drama que está ocurriendo y que debe horrorizarnos, sino como algo dramático que pasó y ahora se presenta con naturalidad. La hija de Herodías presenta la cabeza que reclamó como premio por bailar delante de su padre, el rey Herodes. El pintor utilizó un fuerte claroscuro que realza las figuras humanas en medio de la oscuridad dando a la obra sensación de realidad.

Existe otra Salomé con la cabeza del Bautista en la National Gallery de Londres, realizada para el Gran Maestre de Malta. La que podemos ver en esta Muestra fue la que perteneció a García de Avellaneda y Haro, conde de Castrillo y virrey de Nápoles entre 1653 y 1659, regalada a Felipe IV y traída a España por Velázquez junto a otras 43 obras, colgada en el Alcázar de Madrid, que se salvó junto a otros tesoros artísticos en el incendio del palacio-fortaleza de 1734, ya que aparece catalogada con el número 876, cuando se realizó una lista de las obras no destruidas en el incendio. Después fue al Palacio Real de Madrid, de la hoy calle Bailén, donde permanece desde entonces.

De repente me fijé en la figura que portaba la cabeza del Bautista, miré su cara, sus ojos seductores, su boca fruncida y ¡Dios mío! ¡Era nuestra guía! Busqué a la guía que nos acompañaba, y no estaba. Vi mover los ojos acuosos de la Salomé del cuadro, desde la posición inicial de su cabeza en dirección contraria al Bautista, hacia mí, y comencé a sentirme mareado y poco a poco perdí el sentido.

Me desperté teniendo en frente a una señora de cara bonancible, gruesa, con cabello blanco que me preguntó en francés: vous allez bien? Vous avez besoin d’un médecin? A lo que contesté que me encontraba regular, que no necesitaba médico y le pregunté que si hablaba español o inglés. Me contestó en español, y al decirle que estaba aturdido, sacó del bolso una botellita de agua y me la ofreció. Bebí un trago, le dije que me encontraba mejor y le di las gracias. Êtes vous sûr que tout va bien? Perdón, corrigió la amable señora ¿seguro que está bien ? Sí, sí, le di las gracias y se fue.

Al cabo de unos minutos, me incorporé, miré alrededor y vi que estaba en lo que parecía un museo, por los cuadros expuestos en las paredes y alguna escultura entre ellos. No identificaba donde estaba, pero el lugar me sonaba a conocido. Algunas señales en italiano: Stanza 124, Uscita di strada…Me fijé en la obra que tenía delante y !no me lo podía creer! Estaba ante Judit decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi, hija de Horacio Gentileschi, seguidor de Caravaggio. A su derecha –seguía sin dar crédito a lo que veía–, Baco –con los ojos acuosos enigmáticos –de campesino, no de un dios– del maestro Caravaggio, del artista violento y revolucionario en la manera de pintar, personificando siempre en todos los aspectos de su aventurada vida, la figura romántica del artista maldito.

De la pintura veneciana aprendió el uso del color cálido y atmosférico y de la lombarda tomó y cultivó más tarde, el fuerte realismo y la predilección por las personas populares y humildes.

Judith decapitando a Holofernes. Artemisa Gentileshi.

Bacco. Caravaggio.

Ante tanto absurdo, busqué la salida a toda prisa, para confirmar que incomprensiblemente, estaba en la puerta de la Galería de los Uffizi de Florencia. Reconocí la Chiasso del Baronceli –conocía Florencia aceptablemente pues había ido varias veces con anterioridad– y la cogí a toda prisa hacia el oeste, buscando para acabar de situarme el puente de los joyeros sobre el río Arno. Torcí a la derecha por la vía Lambertesca rodeando la Piazza D Pesce hasta llegar a la Vía Por Santa María, pudiendo divisar entonces, el puente Vecchio con sus tiendas de joyeros.

Galería de los Uffizi.

Mi primera tentación fue preguntar por un posto di polizia, pero lo pensé mejor y pregunté por una parada de taxis. La parada estaba al lado del Palazzo Pitti, que fue construido por la familia de comerciantes Pitti -para tener uno más grande que los Médicis–, y que en cuanto se arruinaron fue comprado por Eleonora de Toledo mujer de Cosme I de Médici.

Puente Vecchio sobre el río Arno.

Llegué a la parada enseguida -no hay más de 200 ms desde el puente Vecchio- y cogí un taxi, preguntando previamente si podía pagar con VISA, para ir al aeropuerto Amerigo Vespucci o Peretola. Allí encontré pasaje para Madrid en Iberia a las 16,30 y a las 19,00 estaba en la T4.

Pensé en ir a un psiquiatra o a alguien experto en fenómenos paranormales, pero no lo hice, al fin y al cabo la ida a Florencia fue muy barata, y mi filosofía es que las preguntas sin respuesta en la vida, pueden producir de todo, fundamentalmente melancolía.

No obstante, volví tres veces al Palacio Real de Madrid buscando a la guía, pregunté a todos los que hubieran podido conocerla, pero nadie parecía haberla visto jamás.

*Seicento: denominación historiográfica de la dimensión local en Italia del Barroco; movimiento cultural con extensión intelectual, literaria y en todos los géneros del arte

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